La semana pasada el actor Charlie Sheen (50) decidió contaler al mundo que padecía el virus VIH, que lo sabía desde 2011 y de ahí en adelante ardió Troya. Muchas mujeres, que se sirvieron al actor, pelaron que el galán nunca les contó de su enfermedad y hasta amenazaron con acciones legales.
Sin embargo, el cahuín más grande se desató cuando Anna Gristina, quien asumió controlar un prostíbulo en Manhattan, sapeó que ella conseguía prostitutas para la estrella de Hollywood y su esposa de entonces, Brooke Mueller, entre el 2009 y 2010.
"Él les daba un extra de entre USD 5.000 y 10.000 por tener sexo sin protección", sapeó Gristina al sitio web gringo Page Six. "Algunas aceptaban porque esperaban quedar embarazadas y otras simplemente lo hacían para complacerlo y que volviera a reclamar sus servicios", añadió.
El sanguchito de palta no paró ahí y juró de guata que Sheen habría contagiado al menos a una docena de muchachas dedicadas al amor tarifado.
Al actor gringo ya le empezaron a caer las denuncias judiciales de no haber avisado, lo que contradice lo que dijo el ex protagonista de Two and Half Men, quien aseguró que siempre usó gorrito desde que supo que era portador. Como corresponde.
