Ricardo Cantín: "El VIH me hizo ver la vida de otra forma"

Se levanta todos los días a las 06.30, en plena oscuridad, abrigado hasta los ojos, mete agua nieve en una pava y se hace un tecito para calentarse por dentro. Después de un desayuno de campo, en el que nunca faltan los huevos de sus propias gallinas, “son 120 las aves que tengo, hijo”, cuenta  Ricardo Cantín Beyer, ex jurado de “Yingo” y filoso opinólogo de farándula en “Intrusos”, de La Red, que ahora vive una vida en la cordillera de la Patagonia Chilena, a 1.708 kilómetros de Santiago y a 50 al sur de Coyhaique, frente al lago Pollux.

Lleva más de tres años fuera de la farándula, dedicado a la crianza de sus gallinas y aves, y a la fabricación de chocolates, oficio que aprendió en su juventud con una tía de Puerto Montt.

En su memoria dice que está lejos su vida en Santiago, la fama y el drama que vivió al enfermar del virus VIH. Drama porque no sólo se vio afectada su salud física, sino que la sicológica, por la espalda que le dieron personas cercanas, por la condena solapada que hubo en su círculo. Pero está agradecido de los amigos, de los de verdad, de los que no lo dejaron ni lo van a dejar tirado.

- ¿Tan alejado, Ricardo?

- Bajo dos o tres veces a la semana a la ciudad, dependiendo de cómo está el clima y el camino.

-¿De que vives en esa lejanía?

- Yo vivo de la venta de chocolates y alfajores que hago, además de los huevos de campo y los pollos faenados.

- ¿La vida de campo es generosa?

- Sí, y dependiendo del año y del clima, voy a las ferias a vender habas, arvejas y lo que haya cultivado.

- Estás bien, pero para llegar a ello ¡debiste sufrir?

- Antes de mantenerme bien debí pasar por varias etapas. Mi vida en Coyhaique era dura porque buscaba trabajo y no hallaba. Además me traje de Santiago una deuda con intereses y todo al estar un año y medio cesante allá. Si hasta el día de hoy es lo único que me quita el sueño para llegar a fin de mes. Son 300 mil pesos mensuales, es con el Banco Chile. Debo hasta el 2020 y es lo que me impide una felicidad plena aquí.

La deuda renegociada, adquirida por un año y medio de cesantía y las llamadas a fin de mes para recordársela le quitan el sueño, pero apechuga trabajando en soledad y con el recuerdo y la buena onda de los amigos.

“A pesar de eso soy feliz, porque vivo en el mejor lugar del mundo y estoy vivo, ya que estaba diagnosticado que viviera tres meses tras declararse la enfermedad”, dice Cantín.

- ¡Y partió a su Patagonia natal!

- Con tan poca vida por delante, me dijeron pásalo bien, y ahí decidí venirme para acá. Me ha hecho muy bien, creo que la mejor medicina ha sido el cariño de la gente de aquí, de mi clientela. Eso es impagable. No me arrepiento de haberme venido y no tengo ningún interés en volver a Santiago. Me siento bien, mi salud está bien y estoy en un lugar perfecto. Vivo una vida de verdad.

- ¿Tú habías abandonado el tratamiento para el VIH?

- Llegó un momento en que tiré la toalla y lo dejé, me rebelé contra la enfermedad por depresión. Estuve muy mal, porque no veía mucho futuro. Y en eso me ayudó mucho mi cuñada y mi angelito, la Renata Bravo, que se quedó conmigo en mi casa, me tiró pa’rriba. Igual me han ayudado Fernando Solabarrieta y Karol Dance, que me ha venido a ver aquí. Pocos, pero buenos amigos.

- Pero otros te dieron vuelta la espalda...

- Bueno, hubo gente que discriminó, pero eso ha ido cambiando, la mentalidad ha cambiado. Pero a los que me discriminan no los pesco no más.

- ¿Cómo te va con los chocolates?

- Las personas de acá que tienen hijos en Santiago les mandan mis productos, que se los piden. Y a quien los desee, que me los pida a mi correo ricardocantinbeyer@gmail.com.

Es común ver en Coyhaique a Cantín, quien recorre las oficinas públicas, los comercios con sus cajas de chocolates artesanales y se dedica a esporádicas animaciones de eventos.

- ¿Algo más a futuro, Ricardo?

- Tengo propuestas de diversos partidos y de personas que me lo piden para presentarme a concejal en octubre próximo. Lo estoy pensando y me agrada la idea, porque conozco a la comunidad y quiero ayudar en el Concejo Municipal. En junio debo dar mi respuesta.

- O sea, ¿estás lleno de proyectos?

- Estoy feliz de la vida, en la cordillera, alejado de la ciudad. Estoy feliz, aunque puedo quedar cinco días aislado por la nieve.  Pero estoy feliz, trabajando, pagando mi deuda, en un paisaje y con gente maravillosa.  Estoy agradecido de Dios, de la vida y de la enfermedad, que la encuentro ahora una bendición que antes fue un mazazo. Eso porque me ayudó a ver la vida de otra forma, a ser valiente para tomar decisiones, a reinventarme la vida, a vivir más sencillo, con mejor calidad y más tranquilo. Yo vivo el día a día, no hago planes a futuro, cada día lo vivo a concho y lo agradezco.

- ¿Rencor a los que te dieron la espalda por tu enfermedad?

- No guardo ningún rencor, para nada. Al principio me dieron la espalda, cuando yo decidí hacer pública mi enfermedad. Y lo hice para sacarme el estigma, no mío, sino de la sociedad. Yo quería plantearme la vida como la estoy viviendo ahora, sin esconder nada. Ahora camino por la calle y miro a los ojos a las personas. ¿Sabes? No guardo rencor o resentimiento contra nadie, porque cada uno es libre de pensar como quiera. Además, la sociedad chilena ha ido cambiando y es para mejor.

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