Con 25 años, debutó con un modesto programa infantil en UCV-TV, hecho a pulso y desde la humildad, con dibujos animados conseguidos a la buena, en un espacio que era cualquier cosa, menos un set de televisión, con escenografía penca, pero con una riqueza humana y empuje para derrochar: era “Pipiripao”, que marcó a fuego a miles de niños que ahora oscilan entre los 35 y 40 años.
Y hoy, a los 57 años, Roberto Nicolini, alma de esas emisiones del Canal 5 de Valpo, es un camaleón que da vida a cinco personajes en sendas obras de teatro, y especialmente una, donde de un hombre grande y ya calvo, pasa a transformarse -de cuerpo y alma- en una mujer de 70 y tantos años.
Y como lo suyo siempre ha sido vivir muchas vidas en una sola, en Esp pasó revista a las tantas existencias de un mismo sujeto.
A los 7 años, llegó a trabajar a al programa “Quiero Ser” del canal porteño, y en cuanta cosa se le pusiera por delante. Ahí conoció a Pedro de la Barra, fundador del Teatro de la Universidad de Chile. quien lo impulsó a una de las más desopilantes aventuras como actor itinirante.
PINOCHO CON TETAS
“Con el maestro De la Barra fuimos a un plato único bailable, a beneficio de las señoras que no podían trabajar de vedettes y coristas en las boites, que cerraron por el toque de queda. Ahí, don Pedro les da la idea de hacer teatro infantil, porque se puede hacer de día. Y las chiquillas le preguntan de dónde iban a sacar actores. Y De la Barra les dice: “Bueno, aquí hay, poh”.
Y ahí partió Nicolini en gira, a los 13 años, en un tren expreso de Valparaíso a Llay Llay repleto de mujeres de cuerpos privilegiados. “Hice teatro infantil con todas las piluchas, pechugonas y potonas. Imagínate, Caperucita con el medio poto, Pinocho tenía unas tremendas gomas… En Teatro Carrera de Quilpué gritaban los chiquillos ‘¡Pinocho, tenís tetas!’. Hice de árbol, de flor, de puerta. Ahí me fui convirtiendo en un animal de teatro”, rememora.
- ¿A los 13 años?
- Y me mandé el tremendo cagazo, porque dejé botado el colegio y me fui dos años de gira con las piluchas.
- ¿Y la tele?
- Paralelamente seguí haciendo televisión, las notas culturales en el “Midnight Special”, de Pirincho Cárcamo, y cuando salgo del colegio paso a leer y a editar noticias, porque no había Escuela de Periodismo en la Quinta Región. Y de ahí empiezo, en 1983, a hacer uno de los primeros programas de apertura política, “La Buhardilla”, que recibe premios… y rápidamente lo sacan del aire, porque se hizo notar y, con ello, a incomodar al régimen militar.
UNA MINA DE ORO
Después, en medio de la crisis económica, el Canal 5 o UCV-TV quiebra, y con una planta de 15 personas trabajando debajo de la planta de transmisión, en un contáiner, el ejecutivo Víctor Bielefeld le propone hacer un espacio de continuidad infantil. Un ex funcionario del canal, Marcos Assadi, “pone los monos animados, pero arriesgo a porcentaje, y para eso hay que tener un buen vendedor. Y ahí vino a trabajar con nosotros Raúl Tarud, quien había vendido la Radio Portales. Y Sara Vial, la escritora y periodista amiga de Pablo Neruda, nos hacia presencia en los medios en Santiago”.
-Y ahí partió el “Pipiripao”.
- Sí, con un títere que se llamaba el “Tuto”, que mi madre me lo había traído de regalo desde Estados Unidos, y que lo usaba para que me quedara dormido cuando chico. Él estaba colgado de mi cuello, le leía una carta de un niño, que tenía la seguridad de que yo le contestaba. Todas las cartas se contestaban en pantalla, hasta que comenzaron a llegar tres furgones Suzuki al día, llenos de cartas del Correo. De hecho, cuando se acabó el programa, quedó un contáiner de 10 pies lleno de cartas sin contestar, pero que estaban destinadas a ser leídas y contestadas.
- Fue un comienzo modesto, ¿no?
- Aprendí ahí la riqueza de producir con nada. El “Pipiripao” surge en un pasillo, en una sala técnica, sin escenografía, sin nada. Imagina, Fernando González, del grupo “Congreso”, se puso en el switch con un teclado para hacerme compañía. Y cuando yo decía “hola, ¿cómo están?”, el producía un ruido “purupurupup”. Él tuvo la visión de que el teclado producía la resonancia en el niño que estaba viendo la tele. Eso fue hacer televisión sin nada.
- Pero exitoso.
- Así se fue legitimando el programa, con tres horas de transmisión, que después comenzó a generar tanta plata, que saltamos a comprar un transmisor para el canal. El “Pipiripao” financió la compra de equipos, la construcción del estudio grande, financió el canal por mucho tiempo. De hecho, el año 96, en que me fui de UCV-TV, se facturaban 33 palos al mes, que para ese canal es mucho.
Marcó toda una época, Nicolini, de la mano del “Tuto”, del fantasma “Blé” y del robot “Tongas”, además de los inolvidables animé japoneses, como “Candy Candy”, “Capitán Futuro”, “Sam, el Rey del Judo”, “Mazinger Z”, los reyes de las aventuras y las patadas “Sankuokai”.
- Esos eran los años dorados del programa.
- Eso generó la envidia de un gerente, que llegó un verano, cuando el director del canal estaba de vacaciones, y me sacó de “Pipiripao” porque un “viejo y pelado no podía dirigir un programa para niños”.
- ¿Y ganó plata?
- Ganábamos lo mismo que un profesor de la Universidad Católica de Valparaíso, porque nos cancelaban como una unidad académica de la universidad. No ganaba un sueldo de mercado televisivo, no se podía ganar más que un profe. Lo cual es correcto, porque era un proyecto universitario, pero es lamentable porque trabajé más de 25 años sin imposiciones, eso es duro. Y el despido fue arbitrario y difícil.
Ahí se acabó la magia para miles de niños, pero comenzó una nueva vida para Nicolini, lejos de Valparaíso, y que lo llevó a madurar y terminar convertido... ¡en una viejuja!