La artista canadiense deslumbró con un show electrizante, repleto de clásicos de discos como Jagged Little Pill y Supposed Former Infatuation Junkie. Con su inconfundible voz y energía arrolladora, dejó en claro que su legado sigue más vivo que nunca.
Los pergaminos de Alanis Morissette eran completamente conocidos. Los había demostrado, de hecho, en sus dos presentaciones previas en suelo chileno.
Pero aún el más preparado de todos probablemente no estaba listo para la verdadera hecatombe que representó la presentación de la artista canadiense en el Festival Lollapalooza Chile 2025.
Con su voz poderosa, reconocible e incombustible impulsándolo todo, sobre el escenario también dijo presente su despliegue escénico, el cual la llevó a dominar cada rincón del escenario, mientras corría de un lado hacia otro, como para que nadie se sintiese ajeno a su performance.
A ello se sumaron sus composiciones melódicas que dan forma a su amplia gama de hits, una sólida clase de pop rock - armada junto a la experimentada y canosa banda que la acompaña - y, por supuesto, toda la experiencia obtenida en una trayectoria que la ha instalado como una de las cantantes de mayores ventas de la historia. Todo eso y más fue expuesto en el Parque Cerrillos.

De hecho, fue ahí, en uno de los dos escenarios principales del evento, donde Alanis hizo gala de un ímpetu y coraje notables, de esos que solo poseen las artistas consagradas de talla mundial, para aprovechar cada interacción con su banda y conectar con la audiencia, que a su vez coreó gran parte de las canciones.
En ese entorno, Morissette desplegó un espectáculo de primerísimo nivel. Como si fuese un recital en solitario, con solo su público más ferviente presente, se lanzó a entregar una interpretación apasionada y sin concesiones, recorriendo su repertorio con completa confianza.
Y desde los primeros acordes hasta el cierre, cada tema fue recibido con una ovación, gritos de devoción y más de una lágrima, confirmando el profundo impacto de su música.
Todo comenzó, como era de esperarse, con una de las canciones más populares de Morissette: la balada optimista y pegajosa “Hand in My Pocket”, uno de los sencillos de, por supuesto, su disco más exitoso. El tremendo y ya clásico “Jagged Little Pill” (1995).

De hecho, a lo largo de la presentación, casi todo ese disco estuvo presente en Lollapalooza, incluyendo canciones de la talla de “Ironic”, que sin duda es su creación más icónica, junto al coro pegajoso de “You Learn”, la notable balada “Head Over Feet”, el rock alternativo de “All I Really Want” y, por supuesto, “You Oughta Know”, la cual desató la algarabía justo antes del encore.
En los 90 minutos del recital, donde no hubo espacio para diálogos con el público y las pausas fueron acotadas, el otro disco que también fue el foco del setlist fue el sucesor de aquella obra: el también exitoso álbum “Supposed Former Infatuation Junkie” (1998).
Aunque en el medio estuvo, por ejemplo, un segmento parcial de la infravalorada “Are You Still Mad”, el notable cierre del recital se enfocó en dos hits. Por un lado estuvo “Uninvited”, el cual dio pie a una Alanis dándolo todo en un trance rítmico para aplaudir.
Finalmente también estuvo “Thank U”, la cual cerró la noche con imágenes de los fans en la pantalla, siendo la guinda de una torta de una altura que dejó a todos simplemente fascinados con el regreso de una artista total, completa y deslumbrante, que no visitaba Chile desde hacía más de 25 años. Y fue como si nunca hubiese estado ausente.
Solo basta agregar que, en un festival donde la variedad es clave, Alanis Morissette demostró que su legado sigue intacto, dejando en el aire la sensación de que, más que un show, lo suyo fue una clase magistral de cómo reclamar un escenario como propio.


