Carmen Gloria antes de La Jueza: "Me tocó irme con mis tres hijos sola y rearmarme en condiciones económicas muy malas"

Debió esperar casi una década para cumplir su sueño de estudiar derecho, se casó y se separó, y vivió en un departamento prestado con sus tres hijos y muchas deudas, antes de dar el salto como figura televisiva. La historia de Carmen Gloria Arroyo es la de una mujer que debió hacer el camino largo.

Como si fuera una premonición, los primeros encuentros de Carmen Gloria Arroyo con la televisión ocurrieron casi al comienzo de su carrera de abogada. Eran días en que debía atender causas de forma gratuita para hacerse un nombre e instalarse en el competitivo mundo de los abogados.

Por ello, en 2004, aceptó tomar la defensa del joven Rodrigo Orias, quien hizo noticia al entrar a la Catedral de Santiago y degollar al padre Faustino Gazziero a los pies del altar. Tiempo después, debió defender a Gemita Bueno, la testigo clave del caso Spiniak, que salpicó hasta connotados políticos del momento.

"Por casualidad partí. Me tocaron estas causas emblemáticas y ahí empieza mi primer contacto con el mundo de la televisión, a raíz de noticieros o programas de entrevista", recuerda Carmen Gloria Arroyo en charla con Bio Bío.  "Sentía que estaba sembrando, con la posibilidad de cosechar en el futuro. Y así fue, finalmente".

Tres años después, la vida de la abogada cambió. Fue entonces que le llegó la oportunidad de convertirse en jueza televisiva; una versión local de la afamada doctora Polo. Para ella fue mucho más que eso; era la posibilidad de estabilizarse, con hijos, deudas y cuentas por pagar. "No tengo ningún pudor en decir que entré porque las lucas me permitían salir adelante en ese minuto", cuenta.

"Fue una posibilidad laboral que me permitía tener recursos para salir de la situación económica en la que estaba -revela-. Era algo de paso, temporal, que no iba a durar más allá de dos años. Y como sentía que iba a durar poco, me preocupé de que no ensuciara todo lo que yo había logrado instalar profesionalmente".

Entre las guaguas y el derecho

La llegada de Carmen Gloria al derecho no resultó fácil, pero ella la tenía clara. "Al principio fue un golpe fuerte porque tenía ese sueño bien claro. De chica quería ser abogada".

Entró a estudiar la carrera recién a los 26 años, casi una década de su salida del colegio. En el intertanto no había dinero, así que tuvo que arreglárselas como pudo. "Partí trabajando de secretaria a los 18 años, en una corredora de seguros. Estuve ahí dos años, y una compañía de seguros me ofreció llevarme con ellos, con mejor sueldo", recuerda.

"Mi primer sueldo fueron 20 lucas -agrega-. Mi primer pago".

Mientras trabajaba, estudió secretariado, inglés y seguros. En el camino se casó, pero el matrimonio no fue fácil de llevar. El marido buscaba una dueña de casa, y ella quería realizarse. Allí estuvo el choque.

"Me dijo 'sal de ahí, no estés trabajando en eso'. Duré muy poco en la casa, uno o dos años, me aburría como ostra -recuerda-. Necesitaba hacer algo más. Ahí él me propuso ponerme a estudiar. Él, yo creo, pensó que quería estudiar una cosa más liviana pero yo quería Derecho. Al principio no me creyó, partí con el bachiller y después seguí con Derecho".

Ella tenía claro su norte. "10 años después de salir del colegio recién pude ingresar. Por eso que me dediqué tan empecinadamente a terminar la carrera, a cumplir mi sueño. Estaba concretando un anhelo de años y un camino bastante largo que tuve que recorrer".

Mientras estudiaba, Carmen Gloria fue madre. Entre el código romano y los recovecos de la constitución, debía cambiar pañales y atender a sus hijos. Se organizó para estudiar desde las 10 de la noche hasta las cuatro o cinco de la madrugada. "Estaba tan feliz, tan empecinada con mi carrera, que no siento que fue un sacrificio muy grande. Fueron las reglas que me tocaron para cumplir mis sueños y las asumí feliz de la vida".

Casi de forma simbólica, su tercer hijo nació en los días en que preparaba su examen de grado. "Siempre digo que fue un regalito de mi mamá porque falleció en noviembre de 2000, y yo en marzo o abril me di cuenta que estaba embarazada -detalla-. Una cuestión bastante difícil de creer, incluso, para el ginecólogo que me atendía. Y además fue hombre, que siempre había sido el anhelo de ella. Tuvo sólo mujeres y yo igual tenía sólo mujeres. Entonces siempre digo que fue un regalito de mi mamá".

Los días difíciles

La tensión entre el ideal de esposa y el sueño de estudiar, acabó por estallar. Aunque ella conocía el dolor del divorcio por la separación de sus padres, no pudo evitar el final de su matrimonio. "Esperaba no vivirlo por la experiencia que tuve con mis propios padres y no quería que mis hijos pasaran por lo mismo. La vida quiso otra cosa. Me tocó vivirlo".

Así, recién egresada, con pocas chances laborales y tres hijos que mantener, la abogada debió arreglárselas para llevar el día a día. "Me fui con puras deudas, con compromisos, acreedores, órdenes de embargo. Sin muchos ingresos porque las causas que yo tramitaba en ese minuto eran súper mediáticas, pero absolutamente gratis, entonces no significaban ingresos económicos para mí".

"Con suerte, viví mucho rato en un departamento que me prestó mi primo -recuerda-. Me alcanzaba para pagar los gastos diarios. Y tenía que pimponear. O pagaba la luz o pagaba el agua. O era el teléfono o los gastos comunes, para llegar a fin de mes. Eso fue, por lo menos, durante dos o tres años".

Para ella, fueron días difíciles. "Me tocó irme con mis tres hijos sola y rearmarme en condiciones económicas muy malas. Fue, creo, la época más dura de mi vida, porque ya no solamente era yo, sino que mis tres hijos también a cargo".

Esas noches largas formaron su carácter. "Me crié y me formé siendo autosuficiente, entonces me cuesta mucho apoyarme en otro. Lo hago yo o no lo hace nadie -cuenta-. Doy la pelea yo o nadie la da nadie por mí. Esa forma de vivir la vida, por supuesto debe tener alguna relación con ese desapego, con ese olvido de quien debe ser incondicional toda la vida: un padre".

Pero finalmente, la llamada de la televisión cambió su vida. Hoy, junto a su pareja, el argentino Bernardo Borgeat señala que extraña a su madre, quien alcanzó a acompañarla en esos días duros.

"Me da mucha pena que ella haya estado en los tiempos más duros de la vida, pero que toda esta época maravillosa de réditos, de cosas buenas, no la pueda disfrutar, no la pueda ver. ¡Cómo me hubiera gustado que ella pudiera ver la casa que pude comprar, el auto que logré tener! Pero ya no está. Se fue. No va a volver nunca más".

La historia de la abogada ya está disponible en un libro titulado No vivieron felices para siempre.

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