En los días en que el "Sol de México" se consolidaba como la gran figura de la canción latina, se hizo construir una imponente mansión en una zona poco ocupada del balneario. Pero tras fijar domicilio en otros rincones, hoy la gran casa está abandonada y es apenas un recuerdo de la gloria de su ocupante más célebre.
Una enorme escalera de mármol conecta la planta baja hacia el segundo nivel en que se encuentran las habitaciones. Pero hace mucho tiempo que nadie duerme allí. Aunque la casa ya no tiene muebles y en algunas paredes son notorias las implacables manchas de humedad sobre el papel mural, aquella residencia abandonada, en Acapulco, fue antaño el escenario cotidiano de una leyenda, la de Luis Miguel.
En enero, un grupo de tiktokers logró colarse hasta la residencia y documentar lo que aún queda en pie de aquella fabulosa mansión que durante años, fue la única del sector de Playa Bonfil, en la ciudad puerto que durante el esplendor colonial recibía al Galeón de Manila, que conectaba el nuevo mundo con el misterioso sudeste asiático.
"No mames, qué onda con este guey", comentaba uno de los muchachos millenial al observar los rincones de la casa, hoy descarnados de adornos y recuerdos. La grabación evidencia que el Sol de México vivía en una residencia lujosa, que a ratos parecía la de algún encumbrado monarca oriental, de esos que podían disponer de la vida o la muerte y disfrutar de los placeres de la vida sosegada.
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Luis Miguel[/caption]
Luis Miguel se hizo construir la mansión en un terreno de 36.000 metros cuadrados. Eran los noventas, los tiempos del México neoliberal de Salinas de Gortari, entre negociaciones del NAFTA y los levantamientos zapatistas. Mientras, el "Sol", seducía a Latinoamérica con un ejercicio de revisionismo al trabajar con Armando Manzanero en tres discos con clásicos del cancionero romántico latinoamericano.
Cuando no estaba encerrado en el estudio, Luis Miguel pasaba varias temporadas en la casa. Con alguna compañía de turno, "Micky" disfrutaba de la impactante vista al mar que ofrecía la terraza, además de la cancha de tenis, la enorme piscina, los imponentes sillones blancos de la sala principal, y por sobre todo, la discreción del lugar. Por mucho tiempo, fue la única residencia levantada bajo el sol de Playa Bonfil, antes de volverse una zona exclusiva.
Durante años el puerto recibió a celebridades y famosillos que se apuntaban a pasar el verano cálido de México. Allí tuvo casa John Wayne, el prototipo del cow boy conservador y recio, vio pasar por sus playas a Elizabeth Taylor en bikini, y recibió la luna de miel de John Kennedy y Jacqueline Bouvier.
Pero en los noventas, la casa de Luis Miguel se volvió un hito. Tanto así, que incluso era incluida en las promociones turísticas de la zona, al menos para mirarla solo por fuera. Porque la gloria se mira, pero no se toca.
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Parte de la fabulosa mansión de Luis Miguel en Acapulco[/caption]
En esa casa y en sus alrededores, ocurrieron algunas de las fiestas y encuentros que reconstruyó la serie sobre el cantante, cuya segunda temporada llega a Netflix el próximo 18 de abril. Por ejemplo, el bullado accidente en que el hombre de "No se tú" junto a un amigo, terminaron un auto caído en el mar.
Pero los tiempos de regadas fiestas comenzó a declinar. Hacia fines de los 90' la zona donde se ubicaba la casa recibió nuevas construcciones y de pronto, ya no era la única del lugar. Ahora era una más en un barrio, exclusivo, pero un barrio. Quizás, eso removió alguna fibra del siempre huraño Luis Miguel.
Hacia fines de la primera década del nuevo milenio, se advertía poco la presencia del Sol. Por entonces, elegía pasar más temporadas en su nueva casa de Miami, o en su departamento en Los Angeles, California.
Por ello, la casa lucía abandonada. Pasó a otras manos en el 2013, cuando Luis Miguel vendió la propiedad a una inmobiliaria que pertenece al empresario -y muy amigo- Jaime Camil y el tenor Plácido Domingo. Ambos pagaron algo más de ocho millones de dólares de la época. Desde entonces, quedó entregada al abrazo salino de la brisa y el sol que hacía un cuerpo vibrar cerca de allí.