Cuando en 1991 inició la guerra en Irak, Cecilia Bolocco le contó al mundo del inicio de las hostilidades en Bagdad por CNN. Claro. Cecilia estaba en Atlanta, es verdad. Pero se transmitió todo en vivo. Fue, quizás, la primera guerra que en la historia de la TV pudimos seguir en tiempo real.
Para la segunda guerra en Irak, la experiencia de los corresponsales hizo la diferencia. Factor que aprovechó Rafael Cavada, quien apostó a viajar a la zona de peligro, para convertirse en los ojos de Chile en medio del conflicto. El costo personal, reconoció Cavada, fue alto. Fue testigo de momentos humanamente muy crudos. Pero la memorabilia nacional lo guardó en un lugar preferente, desde el instante en que lo vimos montado en un tanque, cuando la estatua de Saddam Hussein era derribada por iracundos iraquíes.
Hay que ser valiente para ejercer ese oficio. Un conflicto, un estallido, genera emociones. Y saber transmitirlas tiene un valor trascendente. Es lo que entendió "Contigo en la mañana" de Chilevisión, que sacó partido a las virtudes de Cavada para convertirlo en el rostro y vehículo de la situación social que vive Chile. Cavada no sólo ha salido en vivo en medio de la efervescencia a darle espacio a las demandas que nuestros ciudadanos han exigido, sino que, entre otras cosas, fue objeto de un balinazo en una pierna. Un hecho del que prefirió no referirse, en solidaridad con muchos que han sufrido heridas más severas y dolorosas.
Los hechos no se homologan, que duda cabe. Pero convengamos que Rafael pasó de la estatua de Saddam a la del General Baquedano siendo el mismo periodista cercano y arrojado de siempre. Autenticidad que lo validó nuevamente y lo ha premiado con la sintonía, cariño y credibilidad.
Sin estridencias, sin adornos, Cavada vuelve a ser Cavada. Y verlo en una marcha que evidencia un conflicto, lo instala en un hábitat que le es propio y donde se mueve a gusto.