No soy de los que escribe columnas constantemente ni tampoco me considero un amigo cercano a "Parquímetro''. El seguramente menos. De hecho, lo conocí viejo.
Los amigos de aquellos que se recuerdan es lo más probable que hayan nacido en la infancia. Carcajadas, llantos de felicidad o melancólicos, y maldades blancas. Imposible de desecharlas de la retina.
No soy de los que escribe columnas constantemente ni tampoco me considero un amigo cercano a "Parquímetro''. El seguramente menos. De hecho, lo conocí viejo.
Lo estimé mucho, aunque sin verlo ni tampoco conversando distendidamente. Pero me embistió su partida, pues se me vinieron a la mente lo del comienzo -carcajadas, llantos y maldades blancas- de un personaje que para él yo no era más que un periodista.
En Arica, en noviembre de 2013, puso nerviosa a una tía tras besarla en ambas mejillas en plena Cumbre Guachaca del norte.
Dos años después: Festival de San Javier (yo era jurado), seis de la mañana. Mientras dormía con la ventana abierta, Briceño introdujo el trombón y casi en mi oreja me despertó con el himno de Colo Colo.
En el mismo festival lo coronamos Rey Feo con La Cuarta. Él se reía, así como con las deslenguadas humoradas de doble sentido. Seguramente, ahora estaría bromeando con el número de años con el cual decidió partir.
Musicalmente está todo dicho. Pregúntenle a Maluenda o a Horacio Saavedra. Fue como un amigo, de esos que no se ven.