El giro de Top Chef, fans borrachines y un encuentro con Alfredo Castro: Alonso Quintero se sincera de presente en TV

Entrevista a Alonso Quintero por El jardín de Olivia. FOTO: Ignacio del Real (@nachokancino), del instagram de Quintero.
Entrevista a Alonso Quintero por El jardín de Olivia. FOTO: Ignacio del Real (@nachokancino), del instagram de Quintero.

“Me daba vergüenza cuando la gente me saludaba en la calle”, recuerda el actor que partió de adolescente en la pantalla chica y hoy es parte de El Jardín de Olivia (Mega). “La gente te ve mucho, pero no te conoce realmente”, analiza.

“Me daba vergüenza cuando la gente me saludaba en la calle”, recuerda Alonso Quintero (31) sobre sus inicios en la TV, siendo parte de la familia protagónica de la teleserie Vivir con 10 (CHV) en el 2007. Entonces, cuando al joven actor, por aquel entonces de unos 14 años, le preguntaban:

—¡¿Oye, tú eres el de la televisión!?

Él respondía:

—No, es un primo.

Sin embargo, con el tiempo, quien luego sería parte de Aquí mando yo y Pobre rico (TVN), se dio cuenta de que cuando la gente lo abordaba para hablarle de su trabajo en realidad era “porque le gustas tu pega, porque te ven, porque se sienten identificados con algo que hiciste, porque hubo algún proyecto en el que trabajaste que les gustó mucho”, relata en entrevista a La Cuarta.

De hecho, Alonso asegura que siempre que es abordado por algún transeúnte es en “buena onda”, por lo tanto, “nunca me ha pasado que alguien en la calle me haya dicho algo pesado”, fenómeno que él califica como “muy raro”. Es más, en alguna instancia más festiva se le ha acercado gente con alcohol en la sangre: “Te hablan más, pero siempre en buena onda; te dan jugo, te hablan mucho rato de repente y uno piensa ‘amigo, ya está‘”, relata y destaca: “Pero siempre es buena onda”.

Quintero no tiene mayor complejo con ser abordado por el público, ni siquiera si se encuentra en, por ejemplo, un restorán: “Me da lo mismo que me hablen cuando estoy comiendo”, declara. “Porque también sé que es porque a la gente le gusta tu trabajo, te quiere felicitar o significas algo para ellos”.

Así, al actor tener una actitud distante no le parece, tipo una respuesta como: “Oye, no, sale, estoy ocupado”, porque “lo encuentro mala onda. Además, ¿qué cuesta? Para ellos va a ser más importante que para ti, probablemente esa persona llegará a su casa en la noche a decir: ‘Oye, me encontré con este actor y fue buena onda’”. En su opinión, un incidente tan anecdótico como ese “para ellos significará algo importante en el día”, mientras que “a ti te va a quitar, dos minutos y listo; no es para amargarse tanto”.

El giro de Top Chef

Por estos días, el actor asegura que la gente en la calle se refiere a él como “Alonso”, en vista que su personaje en la recién finalizada Juego de ilusiones (Mega) era “Alonso Rumián”. Además, durante el primer semestre del 2024 fue finalista del programa de cocina Top Chef (CHV), por lo que ahí se dio a conocer como sí mismo. Antes, en cambio, con frecuencia, sobre todo los más jóvenes, le decían Nico, por su rol en Pobre rico, del 2012.

Top Chef me generó una relación distinta con la gente —analiza —. Es curioso, pero la gente a nosotros los actores, a diferencia de lo que puede pasar con los periodistas o la gente del matinal, la gente te ve mucho, pero no te conoce realmente porque estás siempre interpretando un personaje, entonces no sabes cuál es tu personalidad ni cuál forma de comportarte.

De hecho, a modo de ejemplo, Quintero plantea: “Si vas al matinal ves a la Karen (Doggenweiler) siendo la Karen; te das cuenta de que de que la Karen del matinal y la calle es la misma persona; en cambio nosotros somos muy distintos”. Así que “creo que Top Chef fue la primera vez en que la gente me vio siendo yo”, asegura.

—Y por suerte les caí bien, parece —expresa entre risas—. Pero igual es un riesgo, porque puedes ser más pesado que la cresta.

Jordi Castell - Alonso Quinteros - Top Chef
Alonso Quintero fue finalista de Top Chef en el 2024.

Con una cuota de humor, Alonso califica Top Chef como “la hueá más estresante que he pasado en mi vida, por lejos; por los horarios, la intensidad de la pega y la incertidumbre y angustia de no saber qué ibas a hacer”, revive. “Soy una persona que necesita certezas, y en esto no sabíamos nunca nada”, admite.

Al principio, entre los famosillos de aquel programa casi no conocía a nadie. “Con lo que más me relacioné fueron los que me hacían reír constantemente”, destaca sobre la fórmula que encontró para apaciguar el estrés, más al considerar que llegó al final con Belén Mora y Gianella Marengo.

“Alrededor tenía un par de personas que me hacían reír mucho, que eran la Belén y la Berta (Lasala); era muy divertidas y estaban igual de angustiadas que yo; lo están pasando como el hoyo pero trataban de echar la talla”, destaca. “Y por otro lado estaba Jordi (Castell), que nada le importaba y estaba todo el rato cagado de la risa, por lo que también era un alivio tenerlo al lado; te ayudaba a aliviar un poco la situación”.

Alonso también comenta que tuvo “muy buena onda” con Carlyn Romero y con Máximo Bolocco. “Era un equipo muy lindo”, expresa. “El joven Máximo Menem era muy distinto a cómo pensé que sería, pensé que sería más cliché de cabro cuico, como cueteado; y no, es un cabro más amoroso que la cresta, súper piola”, comenta.

Hoy, habiendo pasado casi un año desde la experiencia, Alonso se mantiene en contacto con sus compañeros en redes sociales y la última vez que los vio fue para el cumpleaños de “Belenaza” en junio pasado.

Las “cagadas” de Bastián

Quintero ya va en su segundo melodrama consecutivo de la hora del almuerzo, siendo primero parte de de Juego de ilusiones desde su segunda temporada, y ahora en El jardín de Olivia (Mega) como integrante de la familia protagónica, los Walker.

“Es un público totalmente distinto, que no he logrado descifrar tan bien aún; creo que es digno de estudio sociológico”, admite sobre los televidentes de las teleseries de las tardes. “No sé cuál es el grupo demográfico que en ese horario está viendo televisión; uno deduce más o menos que son las dueñas de casa, la gente que trabaja desde la casa”. Sin embargo, según él ha percibido en la calle, “también hay un público muy variado que uno se va encontrando”. Por lo tanto, el actor deduce que “hay muchos trabajos que le permiten tener la tele ahí de fondo y la gente viendo”.

Sin ir demasiado lejos, abajo del departamento del actor, hay una picada típica del barrio, donde tienen prendida la tele. “Paso por ahí, todos los garzones ven la teleserie en la tarde, entonces me dicen: ‘¡Buena, Alonso, ¿cómo estai?! ¡Te vimos hoy día’, y me meten conversa. “Es un público muy diverso”, concluye. “Curiosamente, al parecer, está funcionando, porque a las teleseries les ha ido bien en el horario; es una apuesta que fue en algún momento quizás extraña, pero ha funcionado”. Y según lo que él tiene entendido, “en Mega están contentos porque defendemos el horario”, dice.

Ahora, a diferencia de lo que fue Juego de ilusiones, en El jardín de Olivia, no hace un villano sino que a Bastián Walker: “No soy malo, se supone que no; hasta el momento no”, aclara. “Aunque en estas teleseries de este horario siempre todo puede sorprender”.

El hermano mayor de Bastián es Clemente (Pipo Gormaz), con quien “tenemos muy buena relación”, precisa. El principal conflicto de su personaje es con el padre, Luis Emilio (Alejandro Trejo), ya que Bastián es el retoño “que siempre se está mandando cagadas y que ha tenido que llamarlo como ‘papá, me detuvieron por andar curado en la calle, ven a sacarme’”, lo que es un lío extra dentro de una familia poderosa, ya que se convierte en un escándalo mediático que, al día, siguiente aparece en la prensa, lo que avergüenza al patriarca. “Soy el hijo desordenado y eso hace que esté muy decepcionado a mí constantemente y yo esté constantemente buscando su aprobación sin nunca conseguirla”, detalla. En tanto, la relación de su papel con su la madre, Bernarda Vial (Catalina Guerra) “es hermosa y entrañable”, asegura.

Uno de los temas que aborda la teleserie, a través de la hija de Clemente, Olivia, es decir la sobrina de Bastián, es el Trastorno del espectro autista (TEA). “Me parece notable y súper importante cuando desde las teleseries nos hacemos cargo de las problemáticas que se dan en nuestro país, porque más allá de contar una bonita historia de amor, o de hacer reír o llorar, es importante hacer que la gente reflexione también, establecer diálogos dentro de la casa, que la gente se pueda sentir identificada, que diga ‘chuta, quizás eso me pasa a mí, le pasa a mi familia, y nunca lo había visto desde ese punto de vista; le empezaré a poner ojo a este tema”, plantea. “Creo que cuando logramos hacer eso estamos haciendo la pega completa”.

El actor reconoce que, “de repente, como creadores de ficción, “olvidan” generar debate o conversación en el público, “porque estamos atrapados en la máquina de contar historias, en esta fábrica de salchichas y sacar capítulos todos los días”, por lo que cuando “logramos meter un pequeño destello de cuestionamiento, uno dice ‘está la pega hecha’”.

El poder y un encuentro con Alfredo Castro

Otra arista El jardín de Olivia son las “relaciones de poder, no solo a nivel social, también las relaciones de poder dentro del hogar”, según pone Quintero en la mesa. “Las familias históricamente han sido súper jerarquizadas”, por lo que “nos lleva a todos a reflexionar: ‘¿Cómo será dentro de mi familia? ¿Existe esto? ¿Son tan marcados o no? ¿Quién manda? ¿Quién no manda? Es una reflexión interesante’”, dice.

Al respecto, el intérprete siente que “los que estamos en los 30 tuvimos que dar un paso raro, no sólo los actores, creo que a nivel social en general”, plantea. “Antes el mundo básicamente tenían una noción muy jerárquica de las relaciones sociales, y esa jerarquía estaba muy marcada por la edad o cargos profesionales”.

De hecho, Quintero se remonta a cuando estudió Teatro en la Universidad Católica, en que el director de carrera era considerando una “eminencia” y “el maestro”. “Hoy creo que se da cada vez menos, pero no solamente en nuestro rubro, sino que en general: uno ve con menos distancia a los profesores y a los padres también; o sea, la relación que tenemos con nuestros padres es muchísimo más horizontal que la que tuvieron nuestros padres con sus padres”, analiza.

Él incluso pone de ejemplo la dinámica que da dentro del elenco de El jardín de Olivia: “Yo saludo a la Cata Guerra y a Alejandro Trejo, como igual saludo al Ricardo (Vergara) y a la Nachita (Sepúlveda), y no porque no los respete —porque los respeto y admiro muchísimo porque su trabajo es entrañable y son grandes actores—, pero hemos, de cierta forma, desjerarquizado las relaciones profesionales y sociales en general, cosa me parece maravillosa porque somos dos personas y creo que no hay un irrespeto en eso”.

Tal vez sea porque estudió en un colegio Montessori, pero Alonso asegura: “No soy muy fan de esa idea de que hay estructuras tan jerárquicas”.

A propósito, el actor se remonta a la vez que conoció a Alfredo Castro, —“que es como una eminencia del teatro de Chile”, precisa—, en un evento de corte político hace un par de años. Como nunca han trabajado juntos, Quintero lo saludó y le dijo algo así como: “Hola, Alfredo, soy Alonso, mucho gusto, un honor”. Frente a esa presentación, el ex-Romané le contestó: “Sí sé quién eres”, y “me saludó nomás y siguió largo, como saludando a cualquier persona, y yo estaba todo nervioso porque no sabía cómo presentarme”, relata. “Y después pensé: ‘Claro, a este huevón tampoco le importa, como que para él soy un colega más”, lo que “se agradece”, según expresa. “Pero uno saluda a los maestros con el respeto que considera que ameritan”. Aquella anécdota le parece importante porque Castro “no marcó esa distancia, de hecho, yo la marqué y él me dijo como ‘relájate’”, opina.

Un tercer tema de la teleserie que le parece importante a Alonso es el que se aborda a través del personaje de Catalina Guerra, que es “la depresión funcional, la gente que está con angustias muy severas y sigue operando en el día a día como si nada pasara”, las que al actor “le parece que son el tipo de depresiones más preocupantes porque no tienen muchos síntomas para fuera y terminan con cosas muy terribles”, observa. En la trama, el personaje de Alonso, Bastián, “se involucra mucho porque es que empieza a ver esto, empieza a darse cuenta que algo está raro con ella y que quizás no está tan bien como ella dice”, arista que a Quintero la ve como un llamado a “poner un poquito más de ojo con tus seres queridos, ver cuáles son las señales de lo que está pasando alrededor”, concluye.

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