Se trata del poemario Desolación, publicado hace exactamente un siglo, con el que la poeta y Premio Nobel se dio a conocer como escritora.
Entre gritos por el Apruebo, en medio de un interludio de su última escala en Chile, el fenómeno pop del momento, la española Rosalía, le habló al público chileno que llegó esta noche al Movistar Arena.
—Aquí acabo de recibir un libro… —alcanzó a sacar la voz entre el intenso griterío de sus motomamis.
La Rosalía pidió un poco de silencio para seguir hablando. Entonces lanzó:
—Que pone Desolación… ¡de Gabriela Mistral!
Aplauso cerrado para el conejo bajo la manga de la voz de “Bizcochito”.
Punto y set antes de hacer su hit “La noche de anoche”.
El libro de Gabriela Mistral que le regalaron a Rosalía en Chile
Con Desolación (1922) se inaugura la producción poética de Gabriela Mistral.
De la mano de este libro, aparecido primero en Nueva York y un año después en Chile, a través de la editorial Nascimento, Gabriela Mistral dio a conocer la belleza y originalidad de su poesía.
“Desolación es el libro capital de la poesía latinoamericana del siglo XX y uno de los más singularmente trágicos”, dijo por ejemplo el escritor Volodia Teitelboim.
“Para unos era una monja laica, una matrona sin sexo, una virgen infinita con niños descalzos a sus pies. Para otros, una profesional del drama, una artista del fingido desgarro. En algún lugar, entre las dos cosas, estaba ella”, perfiló a su autora Leila Guerriero en la reedición del libro publicado por Ediciones UDP.
“Fumaba bárbaramente desde los 14, odiaba el frío y los lugares llanos, medía más de un metro ochenta, usaba el pelo atado en la nuca, vestía con severidad exasperante, tan igual a sí misma a lo largo de décadas que, más que un desinterés por su aspecto, parecía un calculadísimo mensaje”, agrega ahí la editora.
Para el crítico literario Julio Saavedra, Desolación “no es un libro de versos como hay tantos, sin materia dramática. Al revés, su lirismo hunde las raíces en una tragedia vivida y en los sentimientos derivados”.
“No es producto de la imaginación servida por una sensibilidad feliz; es la sensibilidad misma de una neurosis, exteriorizada casi sin imaginación: es poesía y no es arte de artífice”, anota en su Estudio crítico y biográfico.