Con una hora de show, la cantante mostró con un set potente las credenciales de los casi veinte años de carrera.
El manejo de masas de Francisca Valenzuela es innegable. Con seis discos bajo su espalda, la chilena demostró una vez más que puede robarse cualquier escenario a punta de una propuesta que siempre prioriza la vocación radial y masiva de sus canciones.
Acompañada por su banda habitual y, especialmente para esta ocasión, con un trío de vientos, el set elegido se centró especialmente en “Adentro” el disco que lanzó en agosto pasado y que relata con una honestidad brutal su proceso de separación.
La placa, que es una suerte de retorno a la base tras una serie de trabajos que priorizaron temas más colectivos que personales en sonido y letra, demuestra que la entrada a la adultez definitiva en su carrera va en inmejorable posición.
De su catálogo masivo, los momentos más registrados por los celulares en el Banco de Chile Stage, tomaron acento en “Qué sería” –seguramente con más de algún guiño a ese meme clásico de los quesos– , “Quiero verte más” y “Afortunada”, todas con una amplia difusión y búsqueda del coro multitudinario de un festival como este.
Pese a la introducción de cuatro canciones de su reciente álbum, elegidas acaso con pinzas en una presentación que se dio el lujo de dejar varios éxitos pendientes, la energía en común de estas piezas no aminoraron el ritmo del show.
Y acaso la justa medida entre lo nuevo y lo viejo es lo ideal en este tipo de instancias: dar a conocer las nuevas joyas de la corona sin descuidar el oro ya obtenido pareciera ser la clave de satisfacción en instancias como Lollapalooza.
Francisca Valenzuela pareciera tener la llave que antes tuvieron (y siguen manteniendo con vigencia) insignes voces femeninas nacionales como Nicole y Javiera Parra: un show que funciona y, por sobre todo, convoca a todo tipo de público. Más de alguna cantarás con el corazón en la mano o, al menos, te removerá al preguntarte ¿Dónde se llora cuándo se llora?