Se nota a la legua que a Vidal le gusta la TV. Y eso no tiene nada de malo. Todos los que amamos este oficio tenemos una buena cuota de narcisismo, pero bien llevado puede transformarse en un plus.
Más que para la política o la historia, Francisco Vidal nació para la TV. El ex vocero de gobierno tiene en el ADN la pasta de comunicador y él lo sabe. Cada vez que se enfrenta a una cámara se mueve como pez en el agua, feliz, vehemente en momentos, enfático y sonriente en otros.
Se nota a la legua que a Vidal le gusta la TV. Y eso no tiene nada de malo. Todos los que amamos este oficio tenemos una buena cuota de narcisismo, pero bien llevado puede transformarse en un plus.
El ex ministro de Estado ha capitalizado cada segundo en pantalla. Si bien muchas de sus participaciones son no remuneradas, el gran capital que cosecha es la soltura y manejo a la hora de expresar temas tan peliagudos como la política actual.
Su formación pedagógica ayuda mucho a este objetivo. Vidal está acostumbrado a contar historias con el fin de que otros aprendan. Es por eso que se empeña en aportar datos con elementos anecdóticos que hacen su discurso sea ameno y entretenido.
Si bien su dupla con Joaquín Lavín ya es un todo un clásico, en forma individual Vidal no arruga y demuestra que le da cancha, tiro y lado a sus camaradas de la clase política.
Entonces, ¿por qué aún un canal de TV no le ofrece un programa propio para él? ¿Un late quizás? Es verdad, estamos en plena crisis y no es el momento para andar pidiendo pega para otros, pero en honor a la verdad hace ratito que el vocero anda dando vueltas en programas con destacados resultados.
Donde mejor se siente, eso sí, es en Mentiras Verdaderas. Junto a Eduardo Fuentes logra los tiempos que no le otorgan en los matinales. Y eso, para Vidal, es oro. Él agradece, como que estuviera en un aula, agrade la posibilidad de contar y contextualizar.
Es tal la naturalidad que alcanza Francisco Vidal que no duda en pedir comerciales para ir a fumar. Ese tipo de acciones el público las premia y agradece, ya que naturalizan al personaje y lo convierten en alguien como cualquier hijo de vecino.