Era 1978, año de su estreno. Después de una apasionada temporada estival, Sandy y Danny observaron cómo sus caminos se separaban hasta que la secundaria Rydell volvía a unirlos. De eso ya han pasado 40 años y por Grease, convertida en un clásico del cine musical, parece que no pasa el tiempo.
Grease Brillantina, el filme, se basa en el musical homónimo de Jim Jacobs y Warren Casey. Su leit motiv: las edulcoradas historias de amor de liceanos de la clase trabajadora en las postrimerías de los años 50, en Chicago, al ritmo de las caderas y estilismos de esa época. Este musical es uno de los más exitosos de Broadway. Un logro desde su estreno en 1972.
Seis años después, el director Randall Kleiser, secundado por Allan Carr y Robert Stigwood, se lanzó a la tarea de llevar a la pantalla grande este musical. Datos de archivo: la película se rodó durante dos meses en Los Ángeles y tuvo un costo de seis millones de dólares, su banda sonora estuvo durante tres meses en lo más alto del listado de los 200 álbumes del Billboard y en el año de su estreno fue nominada al Oscar por mejor canción y obtuvo 5 nominaciones al Globos de Oro.
Llama la atención que, inicialmente, la cinta fue menospreciada por la crítica "especializada". Una trama liviana sin actuaciones descollantes, los tópicos recurrentes. ¿Qué diría hoy al ver las ganancias de esta producción en la que el rock and roll y doo-wop hacían de las suyas?
Un dato palmario: Grease, un clásico del cine musical, se embolsó casi 400 millones de dólares en salas. Otro más: hasta la aparición de Mamma Mía, en 2008, la historia de Sandy y Danny hizo propio el título de ser la comedia musical, llevada al celuloide, con el mayor rédito de todos los tiempos. Su fórmula de éxito: una trama tan inocente como de fácil asimilación, como lo pegadizo de sus canciones y coreografías, el brillo de su pareja ancla y lo hilarante de su reparto.