Loco extrovertido, el recordado cómico nacional subió a las malas en 1983 y le robó el micrófono a Vodanovic por cerca de un minuto para manifestarse a su manera. “La risa no ha muerto”, mensajeó aquella vez. ¿El costo? Un año fuera de la pantalla chica.
“Amigos, estamos llegando a más de catorce países esta noche y a todo Chile, incluyendo la quinta región”, alcanza a pronunciar Antonio Vodanovic una vez culminada la presentación de la mexicana Lucía Méndez, cuando súbitamente siente que alguien le toca el hombro derecho y se aproxima a su micrófono.
Los rostros de Vodanovic y Paulina Nin de Cardona son un poema. Ella contempla la escena confundida. Con algo de esfuerzo es capaz de sostener la sonrisa y continuar como si nada, pero con la mirada busca alguna explicación. Él, en cambio, no puede disimular la incomodidad, y por las dudas, intuyendo que esto no estaba en el libreto, se niega a soltar el atril.
Entre ellos dos, los animadores de la vigesimocuarta edición de Viña, invitado de piedra, está Willy Benítez.
El actor y cómico, vestido con el atuendo de Juan Gallo, su personaje en el Festival de la una, se apresura y levanta el dedo índice, como pidiendo permiso, rogando por un minuto de atención al histórico animador. Sabe que no cuenta con mucho tiempo.
En el video que rescata el momento todo es antiguo, la calidad de audio sobre todo, de modo que es prácticamente imposible escuchar con claridad el breve diálogo que se da entre ambos. Lo que es seguro es que al lado de la voz de locutor, grave y firme de Vodanovic, la del humorista parece delgada, acaso infantil. “¿Usted trae un premio?”, lo apura finalmente el animador.
Y Benítez agradece la oportunidad:
“Señoras y señores, tengan ustedes muy buenas noches… Hola, ¿qué tal?”, saluda al Monstruo, y éste le contesta a coro “¡Festival!”, al igual que en el célebre programa que conducía entonces Enrique Maluenda.
A continuación, “a nombre de todos los humoristas de Chile”, les enseña el tarro que trae como de costumbre, para hacerles saber que “la risa no ha muerto”. Dicho eso, Vodanovic le retira el micrófono.
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Willy Benítez, por si quedaba alguna duda, no tenía nada que hacer allí.
En 1983, por vez primera el Festival de Viña no presentó humoristas en su parrilla. “La comisión organizadora decidió que no había ninguno que valiera la pena, o qué sé yo”, explicó hace no mucho Paulina Nin en el matinal Tu día.
¿Por qué entonces irrumpió en el escenario de la Quinta Vergara y, tal vez más relevante, cómo hizo para conseguirlo?
Benítez por sí mismo:
“No entendíamos por qué no había humor”, dijo en un capítulo de Mentiras verdaderas de 2014. “Nosotros estábamos pegando mucho con esos personajes y pensamos: ¿por qué no podemos estar en Viña si nos va tan bien en el Festival de la una, y tenemos cualquier sintonía?”
De ahí que su socio, el Chino, personaje que interpretaba Palito Show, le propusiera: “¿Por qué no nos metemos de intrusos?”.
En esa tarea, ambos comediantes intentaron colarse entre pasillos y camarines, pero el personal de producción adivinó sus intenciones y los expulsaron inmediatamente del recinto. Sin embargo, al margen del fracaso inicial, Juan Gallo y el Chino no se dieron por vencidos y se las arreglaron para conseguir una entrada próxima al escenario, en uno de los palcos. Las cartas parecían echadas. Ahora sí contaban con posibilidades reales de efectuar su protesta y precisamente en la última jornada festivalera, qué mejor. Pero quedaba un asunto por resolver: con sólo un ticket, ¿quién de los dos se haría cargo de la misión?
“Hicimos un cara-sello”, le restó épica al relato Benítez. Y él, que había escogido cara, asumió.
Lo que viene después es su propio POV de la secuencia:
“Corrí mucho y, cuando llegué hasta el mismo escenario, Vodanovic me quedó mirando y me dijo: ¿qué hacís aquí, Chinito? Se equivocó, yo no era el Chino (...); y me tiré la arenga: vengo en representación de los humoristas para demostrarles que en Chile la risa no ha muerto. Este tarro lo traigo de regalo pa’ la Lucía Méndez. En el momento me inventé eso”.
Cumplir con su plan le costó una multa económica y ser apresado por algunos minutos en un retén al interior de la Quinta Vergara, por concepto de “desorden en la vía pública”. Pero lo que verdaderamente le pesó a Benítez fue el veto que le impuso TVN desde entonces:
“Estuve un año castigado”, estimó en entrevista con La Prensa Austral. “Al principio me castigaron a mí, porque yo alcancé a aparecer, él (Palito Show) no alcanzó, pero al final igual dijo: yo tampoco voy, porque estaba metido en este cuento”.
“Pero pasó el año y nos volvieron a llamar al Festival de la Una, porque la gente nos escribía, llamaba y nos echaban de menos. Porque nosotros habíamos pegado con los personajes de Juan Gallo, El Tarro, el Chino Wón”. Benítez permaneció en el programa hasta su fin, en 1988, y luego figuró en otros espacios típicos de la pantalla chica, como De buen humor, Sábado Gigantes, Na’ que ver con Chile, Na’ que ver con el Mundial y Venga conmigo. También encarnó a un profesor en la teleserie Vampiras de Yingo.
Y para cerrar el ciclo, Bombo Fica, que lo considera un referente, lo invitó para presentar su rutina en Viña 2018. Allí, a modo de agradecimiento, le regaló su Gaviota de Plata, sellando una bonita especie de revancha. “Te lo mereces porque eres un artista que ha trascendido generaciones”, lo elogió.
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