La Firme con Eduardo Fuentes: “De chico jugaba a que animaba en Viña... es un sueño, un anhelo muy lindo”

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

El reconocido periodista está en su mejor momento televisivo, saboreó recientemente las mieles del éxito con un recibimiento brutal en el Festival del Huaso de Olmué, que podría haber sido su consolidación definitiva, sino es porque aún queda un escenario más en el tintero: Viña. Un 2023 que comenzó con el pie derecho -tal como él entra a los aviones a modo de “cábala”- y que continuará con su participación como jurado del certamen viñamarino y luego, en la conducción del icónico Buenos días a todos. Un profesional que cuando niño jugaba a animar festivales, que entró tímidamente a la televisión - donde se siente un infiltrado- y que fue ascendiendo gracias a su carisma, sentido del humor y sobre todo, por tener los pies en la tierra. “El matinal es un espacio de comunicación con la ciudadanía, y yo lo único que quiero es a través de mi ubicación en ese set, es tratar de conectarme con lo que opina y dice esa gente que no tiene representación”, confesó a La Cuarta.

Desde que volví de vacaciones mi rutina está un poquito más desordenada de lo habitual. No soy una persona de gimnasio, entonces me obligo a caminar de lunes a viernes cinco kilómetros por lo menos. Tengo que hacerlo sí o sí porque soy bueno para comer, y la tele tiene ciertas exigencias. Luego de eso, hago lectura de prensa, me voy a la radio, grabo y luego me vengo a TVN. Me organizo con la producción, vemos la pauta, grabamos. Pero desde que llegué del Festival de Olmué estoy más desordenado y me gusta, porque me obliga a mirar la agenda e ir de un lado para otro.

Cuando dije que estar por primera vez en un festival televisado abre el apetito, lo decía en realidad porque tenía hambre, no me refería a Viña. Pero yo creo que para cualquier persona que se dedique a esto, que haya animado festivales y que le gusta la cosa masiva, obviamente Viña es una meta, y el que diga que no, está mintiendo o pensará que es muy soberbio pensarlo. Debe ser como para un futbolista cuando te llaman a la selección. Olmué y Viña son los principales festivales de Chile, eso no se discute, entonces cuando llegas a uno dices “bueno, se puede”. Viña tiene un gustito especial..., ahora, si no llega, no te vas a morir, pero obviamente sería muy lindo hacerlo, me encantaría.

Para mí, el cariño de la gente en Olmué fue súper power, porque tenía mucho nervio. Cada vez que hago un festival me da nervio, estoy ahí esperando, me asomo a ver a la gente, converso con algún artista… y sé que llevo años haciéndolo, tengo oficio, conozco a los artistas que voy a presentar, estoy preparado, pero igual me da nervio, se me aprieta la guata. Pero lejos de ser terrible, eso es maravilloso, ese vértigo de subir al escenario es lindo, y se pasa una vez que ya empezaste a hablar.

Cuando Ivette (Vergara) me presentó, me emocioné mucho. En ese momento lo único que quería era que no se me cayera una lágrima. Tenía además la foto de mis papás en la chaqueta, fue un momento de esos que no se dan siempre en la vida, pero que quedan. He estado leyendo, tratando de buscar si tiene un nombre, fue tan bonito, que me dejó para adentro, fue muy heavy.

De chico jugaba a que animaba en Olmué o Viña. Jugaba a presentar a los artistas que venían en esos momentos, y muchas veces —se para y se da vuelta como si saludara al público desde el asiento del jurado— jugaba haciendo el saludo tradicional de jurado. Han sido cientos de veces que jugué eso de niño, entonces cuando me lo ofrecen antes de decir que sí, me acordé de mí jugando, y obviamente dije que sí de inmediato.

Ser jurado de Viña implica una gran responsabilidad. Estás juzgando el trabajo de los artistas, y yo no soy músico, pero me ha tocado ser preseleccionador de muchos festivales, y siempre me he fijado que la canción es una historia, que tiene una forma de ser narrada, me fijo mucho en la comunicación, entonces voy a juzgar desde ahí. Porque uno tiene que ser responsable con los artistas, ellos se juegan muchas cosas al estar ahí.

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

Yo jamás pensé trabajar en la tele, mi sueño era trabajar en la radio. De pronto empecé a trabajar en la tele y fue un cueazo porque faltaba gente. Pero dije “estoy acá adentro, a lo mejor se dan más oportunidades”, y se dieron. A veces uno se subestima, esto del síndrome del impostor, pero si trabajas serio, por lo menos mueves las cartas… yo siempre digo que uno no elige la mano pero sí elige cómo mover las cartas. Tenía mis cartas, dije bueno, movámoslas a ver que pasa, y pasó.

Mentiras Verdaderas, sin duda, fue mi punto de inflexión profesional. Porque Alfombra Roja fue el primer programa que me permitió ser conductor día a día en un programa en vivo, y fue muy importante para mí, pero sin duda el punto de inflexión que me obligó a hacer cosas que no había hecho, fue Mentiras Verdaderas. Y cuando me lo ofrecieron y me ponen a hacer entrevistas serias a políticos e intelectuales, fue un golpe de realidad. Es como si alguien me hubiese tomado y me hubiera dicho “tú cuando chico jugabas a esto, ¿lo quieres hacer más en serio? Entonces da el salto”.

Me gustaría decirle al Eduardo del pasado que sea más vío’. Algo que he aprendido hoy y que le diría es “disfruta el camino”. Uno es muy ansioso, quiere que las cosas ocurran pronto, me acuerdo que estaba en primero de Comunicación Audiovisual y decía “¿por qué no pasa nada con la radios?”. Pero más importante que el título, es lo que va pasando en el camino, entonces al Eduardo que entró a Audiovisual escapando del mechoneo, le diría que disfrutara más el camino. Si yo no hubiese tenido en el camino gente que me ayudó a entenderme, a conocerme, a ver en mí cosas que yo podía hacer como el Mentiras Verdaderas, quizás no estaría aquí dando esta entrevista.

Es muy loco lo de Felipe Avello porque arrendamos seis meses, pero parece que hubiéramos vivido la infancia y la vida completa. Lo conocí en Mega, en esa época él trabajaba en Mekano y yo en El Tiempo. Yo había terminado con una polola y necesitaba salir pronto del departamento, un día Alex Hernández me dice “sabí qué, Felipe Avello anda buscando también, de pronto se pueden ir juntos”. Yo tenía re buena onda con él. Me acuerdo tan claro cuando en ese momento me asomo como de un panel y le digo “oye, Felipe, ¿andái buscando arriendo?”, y me dice con su carita —lo imita—: “Sí, porque estoy viviendo en un lugar muy chico”. Y aparece un departamento muy cerca del Mega, después supe que era de una bibliotecaria del Canal 13. Era grande, con dos piezas, estaba perfecto para nosotros, y claro, fueron seis meses pero pasaban tantas cosas todos los días en ese departamento que hay muchas anécdotas.

A Felipe (Avello) lo quiero mucho. Creo que cuando vivimos juntos estábamos en la misma posición, expectantes. Estábamos trabajando, dándole para que pasen más cosas. Lo que hacía Felipe en ese minuto no estaba vinculado a la comedia abiertamente, pero siempre, lo que él hiciera en el periodismo, el sustento era la comedia. Tiene la genialidad de irse adecuando y hoy encontró un formato que habita perfecto, y se convirtió en el mejor comediante del stand up, todos quieren ser como él, todos le copian, los otros comediantes lo han dicho, mientras no encuentren su voz, son Felipe Avello. Así que lo quiero mucho y admiro profundamente.

Una de las cosas más difíciles de estar en la televisión es mantener el peso. Para mí, es un tema, para Olmué me preparé y no es que sea bueno para comer, soy tentado, soy goloso, no me niego a los placeres de la mesa.

Lo más difícil realmente es mantener un estado de alerta de lo que pasa, porque uno se va desconectando. Hay que entender que tu realidad no es la realidad de todo el mundo, y la realidad de las personas de la calle tampoco es la realidad de todo el mundo. Hay que tratar de empatizar con esa mirada para poder ser útil como comunicador. El micrófono que tenemos no puede ser un adorno, tiene que representar algo, no solo a ti, sino también a las personas que no van a tener la posibilidad de hablar en un medio de comunicación. Aprovechar el espacio que te dan.

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

Estoy sobándome las manos para poder representar a las personas en el matinal. Porque en el programa que hago en la noche no puedo, pero el matinal es un espacio de comunicación con la ciudadanía, y yo lo único que quiero a través de mi ubicación en ese set, tratar de conectarme con lo que opina y dice esa gente que no tiene representación.

Cuando vas a animar el matinal te asustan por dos motivos: el horario y la competencia. Pero yo nunca he creído que gana el que marca más rating, creo que hay otras miradas también y esto es un trabajo de largo aliento. Lo que a mí más nervioso me pone es poder aprovechar el espacio que tengo para hacer un matinal de televisión pública, no es cualquier matinal. Tenemos una responsabilidad social súper grande y creo que me trajeron por eso, entonces no puedo fallar.

Lo que más me urge de animar el Buenos días a todos es mi rol. Yo siempre me pongo a pensar “qué habrían pensado mis papás”. Son el referente más cercano que tengo, dos personas que no tenían profesión, una dueña de casa y un obrero que tenían hacer malabares para llegar a fin de mes, y desde ahí trato de empatizar con lo que pasa.

Cuando en mi barrio decía que quería ser locutor me quedaban mirando con cara de “sí claro, el día del loly”. A la gente que estábamos ahí viviendo en esa población no nos correspondía eso, si te va bien podí ser… contador, pero en general, o somos obreros, carpinteros, gente de trabajo, de esfuerzo, y no lo estoy mirando en menos, pero había un determinismo de donde naciste, y no estaba la opción de ser locutor.

Mi mayor satisfacción dentro de este mundo es sentir que todo lo que mis papás me instaron a hacer y los sacrificios que ellos hicieron, valieron la pena. Si estuvieran aquí conmigo estarían muy felices, muy orgullosos porque no es mérito mío, es mérito de nosotros tres y de toda la gente que yo fui conociendo, para mí es relevante agradecerle a todos, sino fuera por ellos quizás estaría en otro lado.

Conozco gente de mi infancia que terminó metida en drogas. Y no digo que sea culpa de sus papás, son muchos los factores, pero yo tuve unos papás que me agarraban de la oreja y me decían “tú vas aquí, no vas allá, si quieres ser locutor, te sientas ahí a estudiar”. Entonces, para mí, es una sensación de gratitud muy grande, por eso los llevaba en mi chaqueta en Olmué, y por eso los voy a llevar a Viña, porque en estas grandes ligas ellos deberían estar ahí sentados conmigo.

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

Un médico me dijo que hay pocos hombres que cuentan lo de su infertilidad porque hay mucho prejuicio. Que no eres lo suficientemente hombre, que eres homosexual, como si eso fuera una condena. Recuerdo que Carola Julio habló del tema en una entrevista, y yo dije “también quiero contar”. Este no es solo un tema de mujeres, también nos pasa a los hombres, no es una maldición, es una condición y hay tratamiento pero lamentablemente son caros: van desde un sueldo mínimo hasta un auto, y nadie te asegura nada. Entonces lo cuento primero, porque si eres hombre y te está pasando, no te sientas solo, y segundo, si sirve para ayudar a aumentar la capacidad de cupos de servicio de salud, aquí estoy. Agarré una bandera de lucha, en los espacios que puedo no rehuiré la pregunta hasta que sea un acceso universal.

Hemos conversado mucho con mi esposa (Andrée Burgat) sobre la adopción. Soy hijo de una madre adoptada, la adoptó una familia informalmente, simplemente se fue de su casa y se aguachó con la familia de enfrente, yo crecí viendo a la que era mi abuela sin saber que era mi abuela, entonces no puedo tener ningún tipo de prejuicio al respecto, pero entendemos también que esto no es para todo el mundo, y si no hay una nimiedad, no, nomás.

En mi carrera he logrado mucho más de lo que pensaba. Yo quería ser locutor de radio y terminé haciendo cosas que jamás había imaginado salvo en los juegos de niño, entonces soy un agradecido de todo lo que ha pasado conmigo y profesionalmente.

Mis amigos me dicen que soy muy parecido a como me muestro en la tele. Siempre fui bueno pa’ la talla, siempre andaba hueviando, era muy de chistes, de bromas. Yo creo que uno cambia porque va madurando, va mirando la vida desde otra perspectiva, pero creo que lo esencial, la receta básica es la misma: agradecido de la vida, muy optimista, alegre, y entendiendo que después de esta no hay otra, entonces gocémosla, disfrutando el camino.

Mi anhelo es aguantar muchos años para ver crecer a mi hija Alma. Es bien egoísta, porque ella va a tener herramientas, no le va a pasar nada si yo muero, pero quiero estar muchos años para verla crecer. Ni siquiera pienso en nietos, sino que en verla feliz, yo sé que ella es muy feliz, pero verla desarrollada, ver en qué va a terminar, qué le gustará estudiar, cuál va ser su universo, sus creencias, me fascina pensar eso. Junto al musico Luis Castro hicimos una canción para Alma, la estamos terminado por estos días, y una de las partes del desarrollo de la letra que más me emocionó, fue cómo expresar que los años que me quedan los quiero dedicar a estar con ella, y sigo siendo super egoísta.

No soy muy cabalero, me invento cábalas como pa’ tener unas. Cuando subo un avión, lo toco y entro con la pierna derecha, pero no es cábala en realidad, si no lo hago no va a pasar nada. Inventé que me tengo que tomar un pisco sour antes del festival y mentira, es porque me gusta el pisco sour. Creo que la mejor cábala es estar preparado para lo que viene, porque en los festivales tienes que rellenar, sobre todo los que no son televisados… y después uno le inventa una cosa más folclórica, la foto de mis papás, los calzoncillos de siempre.

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

Mi picada favorita es el Colo Colo en Romeral. Lamentablemente se llama Colo Colo, estoy jodido, es mi picada favorita y trabajé por primera vez en radio Colo Colo, me persigue. Pero esas son las plateadas más lindas de la tierra, lamentablemente hace poco tiempo falleció la señora Raquel, la dueña y creadora.

Antes de entrara a la televisión fui cartero, promotor, telefonista de encuestas, hice clases a telefonistas, trabajé de dibujante para revistas. En el colegio con mi amigo Aldo Muñoz (@la_jugueteria) hacíamos una revista de cómics y los protagonistas de los chistes eran los profesores, ellos no cachaban y nos compraban la revista. Como estaba en el centro de alumnos hacíamos los afiche de las fiestas, a los otros colegios les empezó a gustar y así trabajamos mucho rato haciendo afiches.

Con mi primer sueldo invité a comer a mi papá al Colo Colo. Mi primer sueldo real fueron cinco lucas, en el Mega, pero el primer sueldo normal fueron 30 lucas, yo contaba me pagaban seis veces más que hace un mes. Con eso fui a Curicó y nos fuimos a almorzar las plateadas al Colo, y quedé debiendo.

Soy súper ecléctico para escuchar música porque va a depender del estado de ánimo. En mi setlist tengo desde música country norteamericana hasta música clásica. También música de película, rock de los 90, Juan Gabriel, Arjona, y folclor también, escucho harto la cueca apianada, depende del momento.

Soy de la “U” desde que tengo recuerdos. En mi casa estaba dividido: mi papá era de la Católica y mi mamá de la U, entonces como yo era hijo único y más cercano a mi mamá, empecé a decir que era de la U. Un día mi papá me llevó al Estadio Santa Laura, debo haber tenido cinco años, y recuerdo que entró la U y la gente eufórica, y le ganó a la Católica, entonces fue como papá, lo siento, pero tu intento no dio frutos.

Estoy viendo The Last of Us. Aún estoy pegado con el capítulo cuatro, es sobre una pareja gay, precioso el capítulo. He visto Game of Thrones que me encantó. Ahora trato de agarrarme buenas series británicas o miniseries, y ya no tanto crimen.

Foto: Andrés Pérez, La Cuarta.

Lloré mucho con la película Marley y yo. Yo tenía un perro igual a Marley, el Luquitas y lo tuve que dormir también. Quería ir al SERNAC porque esa película te la venden como una comedia, pero no es comedia, po’ hueón, parte como comedia pero termina en tragedia brutal. Lloré viendo la película y por hueón me pasó, porque yo sé que no tengo que ver esas películas. También lloré con Call me by your name, y con la conversación que tiene el hijo con el padre al final, precioso. Yo no me resto de llorar si tengo que llorar, es parte de la gracia de estar vivo, dejar que te sacuda la experiencia.

No creo en el horóscopo, pero lo leo. En una época me dio fuerte y fui a ver unas once brujas, porque quería ver si alguna le achuntaba. La última habrá sido hace seis meses, me dieron un dato y la llamé, pero siempre tengo la sensación de que me googlearon. Y en la época que no era googleable, tampoco me encontré alguna... una vez una persona me dijo que estaba conectado con mis ángeles, pero nunca decían algo contundente.

Si pudiera tener un superpoder sería ser invisible, encuentro que es práctico. Podí entrar a lugares y escuchar lo que están hablando, enterarte de la realidad, imagínate lo práctico que sería para uno como periodista entrar a una reunión de políticos y escuchas lo que dicen, “no queremos sacar adelante esta ley porque nos vana cagar”, y después le preguntas y te dicen “si estamos haciendo todos los esfuerzos”, pero yo se que no.

Mi placer culpable es Juan Gabriel, todo el rato. Escuchar el disco en el Palacio de Bellas Artes, que lo he escuchado unas 1200 veces, y cantarlo y si no hay nadie bailarlo, absolutamente.

Si pudiera invitar a personas de la historia a un asado sería a... Jeffrey Dahmer. ¡No, mentira! A Buda, que comería poco, porque me siento más cercano en términos filosóficos al budismo y me encantaría conocerlo y hablar con él. Hay un personaje que se llama Falstaff que es de las comedias de Shakespeare, no hay certeza de si existió o no, pero es el epítome del gordo gozador, le gustaba la fiesta y la cerveza. Y metámosle un chileno, no es porque me caiga tan bien pero creo que Bernardo O’Higgins..., cachar qué tanto rollo tenía, por qué tanta pelea con los Carrera. Imagínate ahí con un tintito, Falstaff cortando la carne, Buda buscando el término medio…y Jeffrey Dahmer trae los cortes.

Eduardo Fuentes es un pequeño infiltrado en el mundo de la televisión.

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