La Firme con Jorge Rivas, ex Niño Poeta: “Me siento identificado con el Niño Progreta, porque el Niño Poeta es un hueón profundamente facho”

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Fue como un flechazo. Con apenas seis años se subió al escenario de Talento Chileno y llamó de inmediato la atención de todos: público, jurado y espectadores. ¿Cómo no hacerlo? Entonces, parecía encarnar los hábitos de un adulto aun siendo niño. Su personalidad, elocuencia al transmitir y, por cierto, la pasión por la poesía fueron su carta de presentación. Un reportaje más tarde lo bautizó como El Niño Poeta y desde entonces se lo conoció de esa forma. Pero ahora, con 13 años, algo parece haber cambiado en la vida de Jorge Rivas. De eso habló con el diario pop: de la fama inesperada, de sus dolores, de su “izquierdización” y de sus ganas de dedicarse a la política.

Mi gusto por la tele nació cuando me quedaba solo con mi abuela en la tarde y la veíamos juntos. Me gustaba verla, pero no creía todo lo que se decía. Mi primer celular lo tuve a los 8 años, y cuando llegó el Internet y una compañía telefónica lanzó las primeras bolsas ilimitadas, todo lo que veía en la tele, lo verificaba en Internet. Datos sobre personas, datos que daban en las noticias, que daban en cualquier canal. Me sentía tan feliz chequeando absolutamente todo lo que leía y todo lo que veía.

Hasta el día de hoy creo, y es una convicción totalmente irrevocable, que entré a Talento Chileno porque no le podían decir que no a un niño de 5 años. Al programa me inscribí solo. Un día vi una gráfica que decía “Inscríbete si quieres ser el próximo talento nacional”..., y me emocioné bastante. Me acuerdo que en esos años mi mamá tenía un computador, me conecté a Internet con unos módem USB, y de esa manera pude mandar un correo... ¡vaya a saber Dios de qué correo también! Y puse mi teléfono, el de la casa, el de mi mamá, y de un minuto a otro descubrí, llegué y me situé en el hecho de que me habían llamado para un programa de televisión. Había quedado: eso era lo más emocionante.

Estoy en un podcast llamado Las primeras letras y con mis compañeros estamos haciendo un libro. Todavía no podemos adelantar de qué es, ni de qué se va a tratar, pero sé que les va a gustar muchísimo. Estoy muy presente, también, en muchos temas que tienen que ver con educación, en muchos temas que tienen que ver con participación ciudadana sobre todo. Mi idea es que la gente pueda pasar efectivamente un rato ameno, agradable o quizás informarse desde algún tipo de punto de vista, pensar en algo cuando ve, lee o escucha algo sobre mí.

Estudio con exámenes libres, es bastante complicado. No hay profesores, no hay libros, no hay colegio, no hay compañeros. Por un lado es más fácil, porque uno puede ir a su ritmo. Hay también muchos mitos, muchos miedos: que el niño no va a socializar, que no va a recibir el beneficio de los libros, de la alimentación, que el adolescente se va a convertir en un asocial, y también hay mucha fake news. Pero lo principal y lo más complicado, dentro del estudio, es el final: las ansias del final. Acá no hay pruebas que te digan cómo vas, no hay pruebas de diagnóstico. Uno llega a fin de año y si pasaste, pasaste. Si no, muchas gracias y buena suerte pa’l próximo.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

No soy de esas personas que se levanta y ya tiene claro absolutamente todo. Me cuesta procesarlo un poquito. En mi rutina diaria, me levanto, tomo desayuno, creo que voy al baño y me oriento un poco lo que tengo que hacer en el día. De ahí pienso en las cosas que tengo que hacer, me arreglo si es que se necesita para la ocasión, pero no mucho porque no soy una persona muy glamorosa. Y siempre estoy pendiente a lo que pueda aparecer, siempre busco colaborar con la mayor cantidad de personas que se pueda y en la mayor cantidad de espacios que se pueda. Eso demanda mucho tiempo, mucho trabajo, pero al final es mejor gastar la vida a que se te vaya como una vaca mirando un tren.

Me siento terriblemente honrado de que exista interés de conocer mis puntos de vista. La entrevista con Claudio Michaux tuvo un revuelo enorme, llegó de un minuto a otro. Se publicó y tuvo muchísimas visitas, hubo muchísimos mensajes que me llamaron la atención, de esperanza. Hubo muchas reacciones buenas, muchas reacciones malas, pero sobre todo, interés de conocer mi visión acerca de todo lo que está pasando en la actualidad. Aunque, por supuesto, hubo muchísimos medios de comunicación y personas que, por ejemplo, pusieron “de poeta a garabatero”. Igual fue bien interesante y entretenido.

Que ahora digan en los medios que soy garabatero me da lo mismo. Reafirma mi compromiso con una prensa más libre, una prensa que no está manejada, una prensa que pueda de forma objetiva enviar todo tipo de mensajes. Le mando un saludo tremendo a todos los periodistas, tengo muchos amigos y amigas periodistas, y creo que tenemos que estar muy orgullosos, porque somos un país con una prensa que puede darse la libertad de decir todo lo que se le imagine. Pero eso también me provoca cierto sentimiento de que vivimos en una sociedad muy comercializada, que uno ya no escucha, no lee, no ve, no siente la información, sino que la compra. La compra, la arrienda o simplemente la obtiene gratis, pero a cambio de algo, a cambio de algo sesgado, algo tergiversado.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Uno de los motivos por los que me “izquierdicé” fue por el deceso de mi abuela. Ella era muy creyente y pedía a Dios estar conmigo hasta los 15 años. Tengo 13 y se murió cuando yo tenía 12. A ella le dio, el 7 de enero del año pasado, un ataque cerebrovascular y el 15 de febrero se le devolvió del hospital. Cuando volvió, hablamos muchas cosas: de mi mamá, mi papá, de la vida…, me quedaron pendientes muchas cosas por decirle, entre ellas, pedirle perdón por muchas veces en que fui ausente, pero al menos le conté todas las cosas que le habían pasado, porque no se acordaba. Era la segunda que le daba un ACV, entonces no se acordaba. “Me parece bastante interesante que todavía no estoy muerta”, me dijo. Y me contó un par de cosas... más que su muerte, fue más triste esto: cuando ella estaba hospitalizada en el Hospital Barros Luco, decía en múltiples ocasiones durante el día que tenía un nieto famoso que salía en la tele, en redes sociales. Era de las pocas cosas que se acordaba. Y cuando decía eso, mi mamá también lo vio, creían que estaba delirando y la dormían. Eso fue lo más terrible. Es una de las falencias más grandes que tiene la salud pública: la poca investigación. A nosotros nos avisaron dos días después que se murió, que efectivamente había muerto y no sabíamos dónde estaba. Entonces, igual hay ciertas cosas que he vivido y no las cuento, porque no soy Sebastián Sichel para decir “mira mi historia de vida”, pero creo que hay muchas cosas que me han pasado que me han marcado. Esa es una. Y todo lo que soy, más de la mitad, se debe a todo lo que me hizo aprender y a lo que me hizo crecer ella.

No creo en nada: no creo en Dios, no creo en las energías, no creo en el tarot, no creo en lo paranormal. Creo en la pura naturaleza, en el ser humano y en lo que está alrededor de nosotros. Nada más.

Mientras el promedio de los niños de seis años veía monos, yo veía muchos videos de curiosidades, de hueás que nunca me iban a servir en la vida pero que era entretenido verlas. Hasta el día de hoy me pasa eso. Me acuerdo de los jingles de muchos candidatos. Me sé completo el de Marco Enríquez-Ominami, que yo creo que nunca se nos va a despegar de la cabeza. El de Tomás Hirsch, el de Michelle Bachelet. Miles. Y en ellos, a veces también me baso para decir o hacer cosas, porque la política tiene muchas cosas certeras.

Estaba comprando en el Jumbo de Gran Avenida, saqué mi teléfono, me vi en YouTube, y dije: ¿qué chucha estoy haciendo aquí? Y resulta que en ese mismo minuto, en la tarde, habían publicado mi video, de 2 minutos y 34 segundos creo, que explotó y tuvo muchísimas visitas. Después, cuando iba a ese mismo Jumbo con mi abuela, la gente me reconocía. Empezaron las selfies. Cuando iba al Hospital Barros Luco —mi mamá se internó por una pielonefritis que tuvo— me acuerdo que caminábamos desde el hospital al Jumbo de El Llano y ahí mucha gente me conocía. Cuando pasó lo de mi abuela, lo mismo, mucha gente me reconoció. La gente, más que apoyado, me ha reconocido mucho en estos años.

Creo que el cariño de la gente es porque es raro que un niño de 6 años tenga el pensamiento tan desarrollado. O que sea tan agrandado, no sabemos. Sé que hay muchos niños así, pero que no tienen las oportunidades o la personalidad, o el computador para inscribirse a un programa. Yo tuve la oportunidad. Y claro, este niño llegó en un momento en el que la televisión era potente: el 2015 la gente veía la televisión, mucho más que ahora. Muchísimos más chilenos tenían contratado cable, la gente se informaba y se entretenía a través de la televisión, ¡tenía cuántos televisores en la casa!... decodificadores pa’ la cocina, pa’ la pieza, siempre un televisor. Entonces, sinceramente, fue una explosión, que también me ayudó a crecer personalmente y a pensar que hay otros niños que no tenían las mismas oportunidades que yo.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Creo que uno tiene que agradecer lo que tiene. En eso, a veces discrepo con mi mamá porque ella siempre quiere más. Y hay veces que uno se tiene que conformar, porque hay veces que las cosas están bien y está bien dejarlas así. Yo vivo en Pedro Aguirre Cerda y no puedo tener acceso a una educación privada…, pero hay niños en La Pintana que no pueden tener acceso a una educación pública, a comida, y tienen que salir a delinquir para efectivamente poder comer, pagar las cuentas, etc.

Quizás tengo una mente mucho más madura que la que tiene el promedio de mi edad hoy en día, que quizás esté pensando en el TikTok, en el K-Pop, etc. Pero eso es también porque yo he vivido muchas otras cosas que me gustaría que ningún otro niño más viviera. Y quiero luchar por el derecho a que ningún otro niño más tenga que vivir las cosas que yo y muchos actualmente estamos viviendo. Que mi generación se esfuerce el doble para que la próxima se esfuerce la mitad. Y uno tiene que saber combinar: puedo tener una mente muy madura, pero tengo que saber huevear igual; tiene que haber un equilibrio.

A nosotros las autopistas nos segregan. Si tú te fijas, al medio de Las Condes no hay una autopista. Al medio de Vitacura no hay una línea de metro, no hay un puente donde abajo se junten personas a fumar droga y asaltar. Ahí no pasa porque se alega. A nosotros se nos segrega precisamente para el mejor tránsito. Las personas que quieren ir hacia el sur desde Vitacura toman Vespucio Norte, General Velásquez, y pasan por al lado de Pedro Aguirre Cerda, Lo Valledor, y por muchos otros lugares más.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

La fama no tiene ningún lado complicado. Si uno va y paga el permiso de circulación en una comuna en la cual sabe que hay corrupción, tiene que asumir que ese dinero puede que no se invierta en lo que uno quiere o en lo que uno espera. Si uno hace un negocio, puede asumir que le puede ir bien o mal. Y si uno se expone, porque yo me expuse bajo mi consentimiento, no bajo la obligación ni la presión de mi mamá, ni de ningún sector social... asumo plenamente todas las responsabilidades que llegan y me acarrea eso. En todo caso, yo no me considero famoso: me considero reconocido. Y ante eso hay una responsabilidad, porque hay muchas personas que, aunque no lo creas, te toman como ejemplo.

Naya Fácil se hizo conocida por cosas tremendamente morbosas. Y que haya niñas que la imiten es desolador. Porque si existe esa hipersexualización, una palabra súper ñuñoína, ocurre que muchos hombres van a hacer cosas terribles frente a eso, porque todo es un estímulo para todos y para todas. El tema de fondo es que uno tiene que aprender a dar el ejemplo, sea famoso o no. Tiene que saber que tiene una responsabilidad.

Hay veces que mi mamá se presenta y dice “Hola, soy Sandra Cordero, mamá del Niño Poeta”, como pa’ que algo la ayuden. A mí me parece terrible, horroroso. Porque yo soy un hueón más, con todo el respeto que merecen los hueones como nosotros. Siempre uno tiene que tener una mirada objetiva de las cosas y no tengo por qué tener un privilegio por sobre otro.

La manera de pensar a mí me la creó alguien que se llama… yo mismo. Lamentablemente me han ocurrido muchas cosas... ¡ay, salió el hueón esforzado! Pero frente a eso, yo también he sabido siempre tratar con la gente, he sabido calmar un poco los ánimos, he perdido el miedo. Y sé muchísimo y estoy siempre bien empecinado en ser una persona que pueda sortear las dificultades del mañana. El carácter me lo he ido forjando yo, y cada día busco ser una mejor persona. Esa es la idea, y eso desemboca en crearse una personalidad, en fortalecerse, en pensar en uno como una persona que merece respeto pero que también debe impartir ese respeto hacia el resto, y que tiene que aguantar ciertas cosas aunque con un límite.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Hoy prácticamente es una moda tener un problema de salud mental, tener inestabilidad emocional. En 2020 ya era preocupante, imagínate hoy día. Es prácticamente un hábito, una forma de ser, y esto es muy preocupante, porque no lo provoca la persona sino el entorno. La mamá que le dice que está muy gordo, BTS —o cualquier otro grupo— que les dice “compra esto, para que algún día tengas la esperanza de que yo sea tu pololo”, el colegio, la pobreza. Cualquier cosa atrae inestabilidad y atrae muchísima tristeza. Los niños no tienen ganas de salir, no tienen ganas de ir al colegio y eso es muy complicado. La sociedad hoy tiene muchos problemas y yo quise hacer el video contra CHTVnega como un llamado a decir “siéntete bien, quizá hay alguien que piense igual que tú, y ese puedo ser yo, que está cansado de esto”, siempre con un tono de hueveo. Por eso quise poner mi cuota “humuristika” —yo siempre digo humuristika porque hay un video fascinante..., búsquenlo a quienes están leyendo esto, se llama Carabineros atrapa a delincuente en Cartagena, versión humuristika—.

Yo soy material de los hueones, lamentablemente. Siempre se dice lo contrario, que no soy... pero yo sí lo soy, por supuesto. Como ahora, que me saqué una foto leyendo un libro en plena Providencia. Y creo que la vida se trata de humor. Algún día me voy a ir del mundo; puede que sea mañana, en tres horas más, o puede ser hasta en 80 años más, quién sabe, pero la idea es dejar algo. La idea es que, en ese viaje en metro, que tantas veces viví del colegio a la casa o paseando con mi abuela, en el que toda la gente tiene una cara de dos metros revisando el celular, llevar un poco de risas, de esperanza, de opinión, de diálogo. Ver a una persona y entretenerte, de eso se trata el Internet. Uno entra a Internet y, puta, es súper entretenido para ver cuánto se ha robado tu alcalde preferido en los últimos cuatro años, pero también uno se mete para divertirse y es muy lícito.

Soy un antiinfluencer. El tema de los influencers me complica bastante..., a mí muchas veces empresas muy grandes me han ofrecido hacer cosas, pero antes de hacerle promoción a cualquier empresa yo tengo una responsabilidad moral, política, social y sobre todo ciudadana. No le voy a hacer nunca un comercial a una forestal, porque mi responsabilidad me lo impide. Mi compromiso es con mi comunidad y con el resto. Aunque me ofrezcan 10 millones. Mi mamá sí lo haría, pero yo no. Y por supuesto que a mí me complica y hasta me causa dolor que haya niños que estén trabajando. Frecuentemente los influencers vienen de contextos socioeconómicos muy parecidos al mío, es decir, de la llamada clase media, que no existe. Y que existan niños, frecuentemente muy presionados por sus padres... yo fui a un comercial del gobierno, y a uno de los niños, al más chico, la mamá le decía “anda, mierda, si no, cuando lleguemos a la casa te voy a pegar de una manera. Me están pagando y tú venís acá porque te pagan plata”. Y un montón de insultos a un niño que, en ese minuto, tenía 7 años. Por millones de pesos que pagó el Estado. Entonces, que se pierda el instinto de estudiar, el instinto de crecer, de soñar, y se transforme a los niños en un instrumento comercial, es una obra de los llamados influencers. De la palabra viene: influenciar. Lo decís y es chocante.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Mucha gente me compara con Gabriel Boric. Me han comparado también con otro candidato de la elección 2021. Y quiero mandar tremendo saludo a Daniela, una amiga que tengo en Iquique, que me dijo “¿desde cuándo que empezaste a hablar como Marco Enríquez-Ominami?”. Yo creo que fue un halago..., pero no sé. Y bueno, a Gabriel Boric se le dice en Twitter, despectivamente por parte de los bots del Rechazo, Niño Poeta. “Este país está siendo gobernado por este Niño Poeta culiao”, con esas palabras. Terrible. No sé, yo no me encuentro muchas similitudes con Gabriel. De hecho, yo creo que se traba bastante al hablar, cosa que a mí no me pasa.

Antes era facho, fui a recibir a Sebastián Piñera a La Moneda. De hecho, a principios del año pasado fui a la campaña de Sichel, y ya me están funando... ya están diciendo “cómo olvidar cuando el Niño Poeta era brigadista de Sichel”. Iba a municipalidades de derecha... antes quiero saludar, quizás lo esté leyendo, a Macarena Ripamonti, alcaldesa de Viña del Mar, un gran abrazo. Bueno, yo fui a ver a Virginia Reginato, me saqué una foto con ella; fui a ver a Kathy Barriga, a Nora Cuevas, a Germán Codina, Felipe Alessandri, todos los alcaldes de derecha. Y era como... ¿en qué momento hice esto? ¿Por qué era tan hueón? Como le dijo Julio César Rodríguez al Pastor Soto, yo decía: ¿seré hueón? Me estoy abanderando públicamente con ideales que no son los míos, con estereotipos que no son los míos. Pensaba, ¿por qué me estoy haciendo este daño? Y ahí entendí: tengo que cambiar esto, y desde mi palestra, desde lo que yo puedo hacer, ser solidario y tratar de conseguir una mejor vida. Y ahí establecí este contacto entre mis ideales y lo que yo quería para mi vida, y dije: yo soy de izquierda, siempre lo he sido, y voy por la unión de la izquierda en general. He tenido la oportunidad de visitar alcaldes, concejales, diputados y se siente una energía y una fraternidad mucho más grande en la izquierda.

Creo en el derecho de que si una mujer es violada debe tener la opción de abortar. Es decisión de ella tener una guagua o no. Y yo como hombre no tengo por qué meterme en eso. Si un día, como hombre, embarazo a una mujer, la única responsabilidad mía es acompañarla en la decisión que tome.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

El Chile actual es muy hueón. Porque cree las mentiras de los bots del Rechazo. La mayoría de las cuentas que hoy dicen Rechazo son bots. Ayer descubrimos que en un spot del Rechazo las personas eran actores pagados. La actriz actuaba muy mal, fue deplorable... y lo peor es que la actriz como diciendo “nooo, si yo no rechazo, hueón, fue por plata” en comentarios. Era el reflejo de lo que yo era antes. Le respondían cosas malas y ella, “ah, me importa un pico”. Entonces, los actores eran pagados, las cuentas son bots, y les creemos…, ¡les creemos a los Amarillos por Chile!... Cristian Warnken dijo que había leído el borrador de la Nueva Constitución, este tremendo intelectual... de Vitacura, tremendo intelectual en su cuadra, había leído estudiado, había hecho tantas cosas con el borrador de la Nueva Constitución, y después sale en Mesa Central diciendo “vamos a leer el borrador”. Uno se encuentra con bots, con actores, con una derecha que no deja gobernar. La derecha va a destruir Chile. Es lo que yo supongo si es que seguimos creyendo en estas mentiras.

Nos faltó como oposición hacerle más imposible todavía el gobierno a Piñera, porque lo hizo muchísimo peor que el gobierno actual. Al oficialismo le falta carácter, la oposición del ayer tampoco lo tenía. Y la oposición del hoy es la que no está dejando gobernar.

Me encantaría ser político y creo que lo voy a ser. No digo que en treinta años más quiero ser diputado o en diez años más alcalde. No: soy muy chico, me quedan muchísimas cosas por hacer, pero también creo que, si algún día me necesita algún lugar, sobre todo si es que es Santiago Sur o Pedro Aguirre Cerda, lo voy a hacer. Y creo que voy a ser político porque pienso que se va a dar la instancia en que esas comunas o ese lugar me va a necesitar, y voy a estar perfectamente disponible para ese entonces. Sin miedo y sin operadores políticos.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Me gustaría tener un programa de radio, más que de televisión. De entrevista, de conversación, para la típica hora del taco en la que nadie tiene nada que hacer pero quiere contenidos variados. Mi primer entrevistado sería el profesor José Maza, porque puede motivar mucha gente. Tiene un discurso bastante motivacional y que llega muy lejos, a las estrellas, al universo entero. Y también eso motiva mucho a las personas, eso las mueve. También, porque es una persona que ha tenido una trayectoria enorme, que le podría dar muchos consejos a la gente, que podría dar muchos datos curiosos. A los niños también les ilusiona mucho saber sobre el universo... los niños siempre preguntan muchas cosas, a veces muchas hueás, pero también muchas cosas interesantes.

Un sueño pendiente sería presentar un libro. Podría ser una antología de poemas. Escribo muchas veces historias, historias que se basan en mi vida personal. Pero no me gustaría ser escritor..., el mundo del hoy no es para ser escritor. También sería bueno hacer un libro sobre educación, sobre economía, progresismo, sistemas políticos, quién sabe.

Me pasa algo súper raro, vai a creer que es mentira. Si pienso mucho en una persona, escucho música relacionada con esa persona... no creái que hay alguien que me gusta. Pero si pienso mucho en una persona o me mentalizo mucho en algo, pasa.

No guardo muchos dolores. Pero sí hay algunos conmigo mismo, con mi vida a nivel personal y con cosas que me pasaron y con decisiones que he tomado a raíz de cosas que me pasaron cuando era más chico. Si pudiera retroceder el tiempo, me gustaría cambiarlas.

Mi frase favorita es “Traemos al presente el futuro que soñamos”. Puede que también sea mi modo de vida. La descubrí hace muchos años atrás, cuando vi por primera vez al Partido Humanista en su apogeo, la primera vez que leí algo sobre ellos.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Mi picada favorita es el Roysar. Queda al frente del Hospital de Carabineros y venden de todo. Está muy caro hoy en día, pero venden pastel de choclo, empanadas, chaparritas. Tremendamente rico. Lo otro son unos completos que están en La Cisterna, en Fernández Albano con Eulogio Altamirano, ¡vayan!, se llama El señor de los bajones, es fantástico.

Me gustan mucho los jingles políticos, quizá de ahí haya nacido mi gusto por la política. El peor jingle que he escuchado es uno de Jonathan Velásquez, de hecho, que es una emulación del “Chica Rica”.

Detesto “Despacito”, canción terrible. Me acuerdo del 2017, todo el día, todo el mundo estaba ahí con el “Despacito” a tope. Menos mal que ya pasó..., yo tenía compañeros de curso que lo tenían de ringtone. Era una especie de ruleta infinita. Y una que me gusta muchísimo, de reggaetón, es... a ver, yo nunca hablo en inglés, no me voy a atrever, así que una “Lady como tú” —dice Ladi, a propósito—, de Manuel Turizo. Me gusta mucho también el rock argentino: Fito Páez, Soda Stereo y Calamaro, aunque hay unas canciones medias tristes. “Flaca”, esa canción... a uno le dan ganas de llorar. Del rock uruguayo El Cuarteto de Nos, que viene pronto a Chile. Fantásticos.

Recomiendo el libro Así lo vivimos, de Ricardo Lagos. A pesar de que como personaje político le tengo bastante recelo, y la verdad creo que nunca fue una persona de izquierda en mi mentalidad izquierdista ultrona y combativa, creo que es un libro muy interesante y muy contundente, porque relata toda la historia desde la clandestinidad hasta la llegada al Palacio de La Moneda de Ricardo Lagos y de un montón de otras personas que fundaron el Partido por la Democracia, que fue el primero o uno de los primeros que valientemente llegó en Dictadura... y más encima con ese nombre.

Detesto a la gente que basa su vida en el fútbol. Chucha, te quiero mucho Gabriel (Boric), pero encuentro terrible que alguien llore porque un equipo de fútbol pierda. O sea, en qué te va a afectar. Quizás yo nunca lo he sentido y por eso no lo entiendo.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Recomendaría el documental Propaganda. Me gusta muchísimo porque habla sobre todo lo que tiene que ver con política. No hay ninguna voz en off, no hay ningún periodista, no hay nadie que diga absolutamente nada. Son solamente imágenes de la campaña del 2013 pero que te dan a entender todo. La guerra de las palomas, la gente con la furia hacia algunos políticos y el amor hacia otros, etc.

El Reemplazante es la mejor serie chilena hasta el minuto. Me gustó muchísimo, se enmarca precisamente en Pedro Aguirre Cerda, pero no es porque haya estado ahí, sino porque es fantástica, y hecha con muy pocos recursos también. La historia que cuenta... me sentí bastante identificado, sentí identificadas a amigas, vecinas, vecinos, etc. Otra serie que recomendaría es El Presidente, sobre Sergio Jadue, muy bien planteada, la vi hace dos años y la encontré fascinante.

Prefiero usar lenguaje inclusivo de forma escrita. No va conmigo decir todes o me abstendría de decirlo, si es que no hay una persona de género no binario. Si es que no estoy seguro si hay o no hay alguna persona ahí, o si es que sé que hay una persona de género no binario por supuesto que lo tengo que usar, porque creo en el respeto. La izquierda, el progresismo, se basa en que nosotros tenemos que respetar al otro y darle la opción de hacer lo que quiera, no tenemos por qué meternos en eso.

Foto: Andrés Pérez / La Cuarta.

Si pudiera invitar a tres personas a un asado sería a Patricio Aylwin (o Eduardo Frei Montalva), Pepe Mujica y Simón Bolívar. A Patricio Aylwin porque me gustaría conocer su opinión sobre las cosas que están pasando hoy. Y estoy totalmente convencido, porque fue portavoz de la campaña del “No” en el Plebiscito fraudulento que hizo la Dictadura en el año 80, que él hubiese votado Apruebo. Aylwin y Frei Montalva son dos figuras chilenas a las que definitivamente quisiera invitar a un asado. También me gustaría José Mujica, Pepe Mujica, porque necesitamos una lección de vida de una persona que tiene tanta experiencia y yo creo que todos aspiramos algún día a tener esa experiencia para poder entregar esos conocimientos a otra persona, de forma pública, gratuita y de calidad como creemos los zurdos. Y a quien definitivamente me gustaría invitar también sería, para conversar sobre muchísimas cosas acerca de la vida, es a Simón Bolívar, que luchó contra el imperio español y logró la independencia de tantos países latinoamericanos. Aunque creo que le daría vergüenza ver cómo estamos de separados, marginados, de la envidia que nos tenemos como países. Él también creía en una tierra más humanizada, más independiente, donde todos podamos ser efectivamente reconocidos y muy importantemente reconocidas. Yo creo que si Simón Bolívar estuviera vivo, sería aliado feminista..., pero no de esos que se ponen un pañuelo verde y se ponen a buscar polola, sino por un tema valórico.

Me siento identificado con el Niño Progreta, porque el Niño Poeta es un hueón profundamente facho. Estos días me pusieron Niño Progreta, Niño Proleta... el Niño Weta, hueón. Un montón de cosas. Prefiero Progreta, porque mi sociedad, en la que yo creo, tiene el derecho que todas las personas podamos elegir nuestro futuro y qué tan alto podemos llegar a soñar. Y que tengamos las oportunidades para desarrollarnos personalmente. Ya después, lo que cada uno quiera hacer con su vida es otra cosa, pero si tú quieres estudiar periodismo, tienes el derecho a estudiar periodismo de forma gratuita.

Jorge Rivas es una persona con una historia que ha tenido muchísimos cambios, y que sabe qué tan difíciles son las cosas. Jorge Rivas es una persona que siempre valora lo que tiene, que trata de ser solidario y cariñoso con los demás, aunque estos no lo sean con él en ocasiones. Jorge Rivas, yo creo que es el reflejo o la naciente rebeldía de una sociedad en la que somos muy frecuentemente rebajados a un nivel en el que ninguno quisiera estar. Jorge Rivas es no un símbolo, pero una medida, una forma de acceder a la política y una forma de acceder a una sociedad más progresista, como decía Patricio Aylwin a un Chile más grande, sin odio y sin miedo, un Chile que crece si todos crecemos.

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