La Firme con Antonia Santa María: “Me encantaría volver a las teleseries, pero no estoy sentada en mi casa esperando”

Entrevista a Antonia Santa María, actriz, para La Firme ante el estreno de El Hombre Elefante. Foto: Andres Perez

Recién partía su carrera se encontró con “Sharon Janet”, el recordado papel que la lanzó a la fama en la teleserie Brujas. Los años la alejaron de la TV, pero la actriz se ha dedicado a vivir de las tablas; ahora, durante todo agosto, es parte de la obra El Hombre Elefante. Repasa su vida, obra y presente, desde las redes sociales, su lado personal, hasta la política, e incluso un eventual regreso a los melodramas. “Me siento mucho más alegre y joven”, declara.

Antonia Santa María Monckeberg (42) llega al teatro con apuro tras una entrevista para la tele y almorzar algo improvisado. Los ensayos aún no comienzan así que, antes de ponerse el vestuario y de subirse al escenario, la actriz se adentra en uno de los camarines del recinto, mientras sus compañeros de elenco van llegando.

Se acerca el estreno de El hombre elefante, reconocida obra teatral en la que hará al protagonista, “John”, inspirada en la historia real Joseph Merrick, quien sufrió malformaciones desde pequeño, siendo Gabriel Urzúa quien encarna el papel principal. Antonia, en tanto, es la Señora Kendal, una actriz que logra sensibilizar con este hombre considerado un verdadero fenómeno por su físico en pleno siglo XIX. En su estreno en Chile, tras el debut a inicios de agosto, la pieza estará del 8 al 11, del 15 al 18, y del 22 al 25 de mes en el Nescafé de las Artes, con canciones de Pink Floyd como banda sonora.

En conversación con La Cuarta, Antonia reflexiona en torno al punto central de la historia, a lo que no se ajusta a la norma, a que, por ejemplo, mucha veces se “necesita que la gente se moldee a cómo uno piensa para llevar a cabo relaciones”, comenta, acaso con una cuota de autocrítica.

Sin embargo, en este diálogo para La Firme, la actriz también hace un recuento de su propia historia, como la menor de cuatro hermanos, siendo una de ellas la reconocida periodista Constanza Santa María; sus primeros vínculos con la actuación como una niña asidua a las teleseries; el boom de arranque haciendo a Sharon Janet, su recordado papel en la familia “Sa-Sá” de Brujas (Canal 13); su salida de los melodramas para continuar en el teatro, tanto como actriz como productora, siendo socia de su marido, Álvaro Viguera; su lado político; su tímido ingreso a las redes sociales en el 2024; su mirada del remake de El señor de la querencia; la faceta materna con sus pequeñas retoñas Olaya y Clara; entre otras aristas de su vida y obra.

Ya sobre el final, se escucha la voz de uno de sus compañeros que exclama con gracia:

—¡Qué larga la entrevista!

—Oyeee —reacciona ella a modo de defensa—, lateeera la persona, jaja...

Todo eso, y minucias varias, a continuación…

LA FIRME CON ANTONIA SANTA MARÍA

¡Ah! ¿¡El primer recuerdo que se viene a la mente?!... La última Navidad que estuve con mi tío Sebastián Santa María (1959-1996), músico. Escuchamos su último disco, Latino (1994). Después de eso se enfermó y murió muy joven, siendo un músico jazzista muy capo... He estado escuchando mucho su música últimamente, porque la Olaya (8), mi hija, lo descubrió y lo hemos estado escuchando.

Somos yo, Rodrigo, la Cony y Pedro, de menor a mayor. Tengo la sensación de que los hermanos más chicos se crían un poco más solos, en el buen sentido, con menos aprensión, quizá con menos exigencias y mayor libertad. Quizá influyó en que haya querido ser actriz. Quizá yo tenía más libertad... no lo sé... Siempre supe que quería ser actriz, desde muy chica.

Soy la menor. No sé si soy la más valiente entre los cuatro hermanos, creo que son todos bien valientes. Sí soy la más parada en la hilacha. Lo sigo siendo. Me cuesta callarme si algo no me parece que esté hecho de la manera correcta; también un ejercicio que hago es callar, porque no siempre la manera de uno es la correcta. Y con las cosas que me parecen injustas no puedo callarme; cada vez menos también, uno se pone más vieja e importa menos. No es que sea tan llevada a mis ideas, sino que no me puedo quedar callada con mis ideas.

Antonia es la menor de cuatro hermanos, un hito que habría marcado su biografía. Foto: Andres Perez

Estudié en el extinto Colegio Apoquindo. Lo pasé muy bien, era entretenido; pero también siempre fui bien crítica, y después de que salí fui más crítica. Era católico, no de congregación. Tenía cosas muy entretenidas, pero también muy negativas, como que era de gente pinochetista bien feroz. Y mi familia no lo era. Era un poco extraño... y eso chorrea en otro tipo de cosas, en otros aspectos de la vida, son otras visiones de mundo. Pero tengo a mis grandes amigas de ahí, y que han evolucionado hacia un lugar que no es ese por suerte, sino no estaríamos siendo amigas probablemente, jaja. Y al menos en mi grupo de amigas son mujeres bien libres, que ha tomado cada una su camino; quizá lo mío es más evidente porque es la actuación, pero hay otros caminos en que también uno ve cierta audacia dentro del contexto. Son diversas, no hay una cosa homogénea, que es un problema de los colegios católicos en general, que buscan la homogeneidad.

Soy consecuente conmigo misma, lo tengo desde muy chica, hacer lo que a mí me hace sentido, no para pertenecer a algo. Por ejemplo, mis amigas hacían ciertas cosas y a mí, si realmente no me interesaba, no tenía por qué hacerlo y no por eso iba a ser menos amiga, incluso en tonteras como que empezaban todos a tomar (copete) y yo no tomaba pero carreteaba igual, no lo necesitaba; o me gustaba otro tipo de panorama o de gente. Puedo elegir lo que me hace feliz, no “pucha, tengo que hacer ciertas cosas para pertenecer”. Y si quiero algo, y creo que puedo hacerlo, voy por ello.

Me gustaban mucho ver teleseries. Ver tele viene de haber sido la hermana más chica. Mis hijas ven tele, pero no las pondría a ver una teleserie jamás; me gusta que vean cosas de su edad... Yo veía lo que veían mis hermanos grandes. Eran otras costumbres: en mi casa siempre comíamos todos juntos. Pero comíamos a las 9:00 de la noche, yo era chica y recién a esa hora estaba comiendo; después veía Martes 13 (Canal 13). Era (una vida) mucho más asociada a la tele. Era buena para la tele. Me veía todas las teleseries, cosa que, en rigor, a esa edad quizá no habría tenido que hacer; me debí haber acostado temprano.

Empecé a ir al teatro. Recuerdo la primera obra que vi, que fue con mi hermana. De a poco me empezó a interesar el teatro; después empecé a meterme más en el mismo colegio, en los talleres y, por lo tanto, a ver obras de teatro, no solamente para ser actriz. Y ya estudiándolo, obviamente me enamoré del teatro. No es que yo fuera tan histriónica ni como “ya, ahora voy a actuar”; pero sí me atraía mucho ese universo.

La actriz recuerda que sus primeros contactos con la actuación fueron viendo teleseries. Foto: Andres Perez

Una de las primeras cosas que hice profesionalmente fue un espectáculo que se llamaba El último cuplé, el cabaret de Sarita Montiel. Esa música me gustaba desde muy chica; a la misma edad que veía teleseries veía con mi mamá las películas de la Sara Montiel. Supongo que me gustaba esa teatralidad. La música siempre me ha gustado, pero siempre desde la expresión de la música, no solamente escucharla, sino la interpretación.

Mis hijas, si después son actrices, probablemente van a decir que “acompañábamos a la mamá al camarín”. Yo no tenía eso, pero mi hermana, la Cony, trabajaba en Canal 13 y, como yo quería ser actriz, me llevaba muchos sábados a ver cómo se grababan las teleseries, y lo encontraba muy entretenido. Me quedaba el sábado completo viendo.

Con la Cony (Santa María) siempre nos llevamos muy bien. Ella tomó un rol maternal, aunque yo tenía a mi madre súper presente jajaja... Me acuerdo que más adelante, ella pololeando y yo más grande pero todavía niña, me llevaba, me hacía panoramas, yo iba a la casa del pololo y participaba mucho en su vida. Siempre fuimos amigos. No es que haya mutado, siempre ha sido una relación similar, muy cercana y de mucho cariño; ella es muy de piel además. En algún momento nos emparejamos en edades y conflictos, y la maternidad igual nos une; pero antes nos unían otras cosas.

Veo a mi hermana en la tele (hoy en TVN). Ya no me pone nerviosa. Le comento siempre, le escribo si está linda, si me gusta su ropa, de esas tonteras hasta cosas más (profundas).

Antonia repasa su relación con su hermana Constanza, quien la llevaba a ver cómo se grababan las teleseries en Canal 13. Foto: Andres Perez

“La relación padre-hija siempre es compleja”... y la madre-hija también. Eso lo dije a propósito de una película (Pérez, 2012) en que yo hacía a la hija de (Luis) Gnecco. Y en mi caso, la verdad es que no tengo una relación muy compleja con mi padre, tengo bastante admiración por él; es más bien un referente en muchos aspectos, es muy sensato, respeto mucho su visión, aunque no la comparto siempre, pero siempre me parece importante escucharla.

Mis papás siempre me apoyaron para que estudiara Teatro, mientras que otros tuvieron que revelarse. Siempre han sido muy respetuosos y valoran mucho el arte. En los casos que los papás no lo aceptan, supongo que no hay una cercanía y una valoración real del arte, lo ven como un hobby. No tuve ese conflicto, no tuve que convencer a nadie de que uno puede dedicarse seriamente a algo artístico: mis papás lo creen, lo ven y tienen en su familia, no es una cosa lejana. Pero sí había —aunque tampoco me lo decían— un “pero dedícate en serio”... tampoco se me ocurriría otra forma de dedicarme, no necesité que me lo dijeran. Siempre fui bien matea, no extrema; mi hermana era extrema matea, pero yo no, también tenía mis rebeldías y ramos en que me iba bien al principio y después no. Me fue bien, pero no se me hizo tan fácil.

Nunca tuve ninguna reticencia con la tele. Tampoco pensé que estaría en la tele tan pronto (tras debutar en Brujas en el 2005). Quizá la resistencia tenía más que ver con el prejuicio que había por parte de compañeros y compañeras de escuela, como: “Ah ya, la Antonia obvio que estará en la tele”; era como demostrar que no estudiaba Teatro para estar en la tele, que era la etiqueta que se ponía... Siento que ahora, en todo caso, hoy pasa menos, en las generaciones jóvenes es mucho más dinámica: van, hacen una teleserie, vuelven a la escuela, hacen películas y la mezcla con lo audiovisual es mucho más directa. En nuestra época salías antes de la escuela para ir a hacer una teleserie y era como: “¡Esto es sacrilegio!”. Egresé y entré a la tele, pero me resistía un poco a darle en el gusto a los compañeros, jaja.

Si bien Antonia no tenía ni un drama en trabajar en la tele, tampoco quería darle en el gusto a los prejuicios de algunos compañeros suyos. Foto: Andres Perez

Hacer a la Sharon Janet Sánchez Salinas (en Brujas, parte de la recordada familia Sa-Sá) fue difícil, desafiante. Yo venía de la escuela recién, y no me había tocado mucho hacer personajes populares, ni tampoco tanta comedia. “¡Chuta, mi primera cosa profesional y tengo que hacer algo que no sé si lo he hecho”, pensé. Pero fue exquisito el desafío, al tiro me abrió un abanico a mí misma, porque quizás estaba media cerrada en un casting, un tipo de personaje: la heroína... y que me encantaba en Romeo y Julieta ser Julieta; no era que otros me pusieran la etiqueta, me gustaba. Fue súper bonito lo de la Sharon porque me abrió un lugar: “Ah, OK, puedo ser otras cosas”. De hecho, mi trabajo en la tele ha sido ese lado más que ser “Julieta”; en general eran personajes que había que caracterizar o meterse en lugares más raros. Súper lindo descubrimiento.

Cuando partí en la tele, las teleseries tenían mayor rating, era muy masivo. Cuando hicimos Brujas era una locura, me cambió la vida. Me lo tomé bien, pero igual me daba mucha vergüenza. Era súper impactante, porque era de cero a cien, de no haber nunca nada, a estar en una teleserie que tenía 40 puntos de rating, con un personaje que era muy querido, sobre todo en las cabras jóvenes generaba, no había ningún control físico, se me tiraban encima; era bien eufórico, pero era entretenido.

Una teleserie que me hizo sentir muy exigida fue El Conde Vrolok (TVN), porque era la primera en transformarme en vampiro, y la tengo entre mis favoritas, la pasé demasiado bien. Fue demasiado desafiante y fascinante. En El señor de la querencia también me sentí desafiada, para eso momento, contexto y la edad que tenía; pero también era un personaje más pequeño. Y La Chúcara (TVN, su primer protagónico en melodramas) también, pero más que nada por el desafío de sostener una teleserie grabando todos los días y todo el día. Pero coincide que las más desafiantes han sido de las que tengo mejores recuerdos.

Fui reina del Festival de Olmué 2015. Yo iba de jurado cuando antes de La Chucara, y me pidieron que me presentara como candidata; había que hacer campaña, y no tenía mucho tiempo como estaba de jurado. Me acuerdo que Felipe Braun tomó la batuta y me dijo: “Yo te ayudo”... Pero no recuerdo haber hecho mucho más de lo que había que hacer. Y gané po’. Fue una sorpresa, pero súper bonito, lo pasé muy bien. Es un festival que me gusta mucho. Me siento querida por la gente, siempre he sentido buena onda. Al no estar en la tele baja considerablemente la popularidad, pero hago mi vida en la calle y siempre me están reconociendo y piden una foto, pero no es que no me dejen paz. Obviamente para la gente que está hoy en la tele debe ser más intenso.

Antonia analiza cómo se lleva con el cariño de la gente en las calles, aunque todo ha cambiado harto desde el boom de Brujas. Foto: Andres Perez

Me llevo bien con la exposición. En la tele era mucho más expuesto. Trato de ser amable con la gente, pero me cuesta porque me da vergüenza el resto, no la persona que me está pidiendo la foto, sino el de al lado, el que se dio vuelta y dice “¿y quién es esta?”, “no sé quién es”. Me da un poco de pudor, pero he tratado de resolverlo lo mejor que he podido... El instagram me daba mucho pudor, andar mostrándome, ¿pa´ qué? Si bien todavía me da, entiendo que también es un juego.

No sabía si quería ser mamá. No estaba tan segura, no era mi primera prioridad ni interés. Le tenía pavor a los partos, a las jeringas y todo. “No voy a ser capaz”, decía. Cuando nació mi sobrina, la hija de la Cony, mi mente empezó a hacer como: “Aaah, ya...”. Y después cuando nació mi sobrino entré a su parto, fue demasiado increíble, y dije: “Nooo, yo tengo que vivir esto”. Por otra parte, ya estaba relacionándome con la maternidad porque tengo un hijastro (retoño de Álvaro Viguera), que lo conozco desde que tiene un año y medio. Es mi “primer hijo” de alguna forma; no lo parí, no soy la primera responsable ni nada, pero igual me relacionaba todo el tiempo con ese lugar. Y como ya lo tenía de alguna forma, no lo necesitaba, y era cómodo, días que sí y que no, jaja... Sobre todo ver la maternidad en mi hermana lo gatilló. Encontraba rarísimo que mi hermana fuera mamá, no me la imaginaba; y verla a ella me acercó la maternidad.

A mi hija mayor, Olaya, le gusta Charly y Manuel García; lo heredó de mí, se los impuse un poco, jajaja, pero ya es su gusto personal. Logré que no enganchara por el reggaetón, era uno de mis objetivos, que conociera otra música. No ve redes sociales, pero a veces le pasa que los amigos escuchan reggaetón. Ahora está pegada con Los Prisioneros y Los Bunkers.

Antonia cuenta cómo ha sido ser mamá, una experiencia que antes no le resultaba tan atractiva Foto: Andres Perez

Los años y ser mamá me han vuelto menos chúcara. Soy perfeccionista, pero la maternidad me he puesto menos perfeccionista; no lo intento porque no se puede rendir en todos los frentes, y las cabras no son perfectas, y uno las ama con sus luces y sombras. Y con la pega del teatro siempre he sido súper obsesiva, pero creo que desde que soy madre relajé un poco la obsesión; y lo disfruto igual, y más, pero tuve que bajar la obsesión, porque antes de ser mamá con cada obra o proyecto todo se transformaba. Ahora se transforma, pero no puede transformarse todo porque igual tengo que estar pendiente de que hay que buscar a una y a la otra. Hay que ecualizar con eso, jajaja.

Hay varias frutas y verduras que no me gustan. Podría tener esa maña y a la vez no comer carne ni frituras; me limitaría mucho. Para una invitación (a comer) no soy tan difícil. Pero no me trae problemas, me da rabia nomás... sería más flaca si comiera más verduras y menos papas fritas, jaja. Donde la sufro más es en que me cuesta darle más verduras a mis hijas, como yo no las como, la creatividad es más limitada. Pero nadie me ha dejado de invitar (a comer) por ese tema.

“La pandemia me deprimió y envejeció todo lo que pudo”... ¡¿Dónde dije esto?! (Revista Ya, 2022)... ¡Qué horror!, puta que estaba deprimida, jaja. Acabo de cumplir 42 y hoy día, que fui a un programa de TV, una maquilladora me decía: “¿Pero te sientes más vieja?”, y le contesté que “ahora me siento más joven”. Cuando cumplí 40 me sentí más vieja, pero coincide que estaba en la pandemia. Vuelvo a afirmarlo: en la pandemia, yo por lo menos, envejecía por día, veía todo los días el peso (del tiempo). Estaba con las dos niñas chicas; también había mucho cansancio. Fue muy exigente emocionalmente, también viendo cómo nuestro oficio, nuestros colegas y que la gente estaba pasándolo muy mal. Era muy dramático por todos lados, y uno sin trabajo. Era un situación muy extrema... Ahora me siento mucho más alegre y joven, estoy haciendo lo que me gusta; pero la pandemia fue dura, físicamente, me salieron arrugas y cosas que no tenía antes, según yo. O quizá tenía más tiempo para darme cuenta.

"Ahora me siento mucho más alegre y joven, pero la pandemia fue dura", repasa la actriz. Foto: Andres Perez

Participé en la campaña presidencial de Gabriel Boric. Si hay una necesidad, por supuesto que volvería (a participar en una campaña política), si uno puede sumar algo, y es algo en lo que creo, obviamente... A la campaña del Aprueba (que apareció la familia “Sa-Sa”, de Brujas, es decir, Solange Lackington, Alejandro Trejo y Héctor Morales) no sé por qué no me invitaron... ¿Quién me iba a decir (por qué no)? ¿Quién me iba a dar una (explicación)? Invitaron a todos. Fue raro.

Creo que las redes sociales hacen la necesidad de que el artista tenga que expresarse (políticamente). Creo que, sin duda, siempre, los artistas tan sido y somos entes políticos y sociales, no es tan raro el vínculo (con la contingencia política). Pero obviamente con las redes sociales hay una cosa más de “¡oye, ya po’, por qué no has opinado sobre esto!”. Como que hay una demanda. No encuentro que uno tenga que opinar de todo y tener que decir siempre públicamente las opiniones; creo que hay que decirlas cuando uno está convencido, porque sino no es tan fácil defenderse.

Habría sido hermoso (que ganara el Apruebo en el primer plebiscito constitucional), pero creo que se pasaron algunos pueblos (en la Convención Constituyente) y hubo errores importantes, imperdonables, como lo del Pelao Vade (y su cáncer inventado), que obviamente desestabiliza y desestima mucho el proyecto.

Antonia entrega algunos detalles y reflexiones sobre la recién estrenada El Hombre Elefante. Foto: Andres Perez

La Señora Kendal, en El hombre elefante, es un personaje súper bonito, porque además es un poco la que rompe el esquema, sobre todo al instalarse en la época (fines del siglo XIX). Una actriz debe haber sido algo muy extraño para el resto, un personaje como de otro mundo; entre todos, es la que logra conectar con él, darle el espacio; habla de una sensibilidad sin duda especial, una capacidad de empatía que tenemos los artistas en general. Los actores trabajamos en meternos en oscuridades propias y ajenas, en mundos desconocidos para uno no, entonces para ella (Kendal) debió ser realmente un interés desde su trabajo, de observación, de vivir, buscar experiencias y tener la capacidad, a la vez, de conectar con él, un espacio diálogo e ilusión. Es súper bonito el personaje, lo he disfrutado mucho.

Lo hemos conversado harto con el grupo de El hombre elefante: es una obra de la que uno dice “sí, es linda y emocionante”. Pero en el fondo es fundamentalmente un gesto político, de poner un tema, de mostrar cómo somos nosotros como sociedad con lo distinto, con la fealdad propiamente tal, con lo deforme, con lo que no es como corresponde. A veces hay algunos que intentan ser aporte desde la caridad y la compasión, y así y todo, que es un lugar bondadoso, igual las embarras, igual estás tratando de poner al otro en un molde, quitarle esa deformación para que puedas bancártelo y él pueda ser parte. No es como “tú eres distinto y así eres parte”, es como “adecúate a este molde y te recibimos... ¡mira que somos compasivos!”. Es un tema cotidiano al que uno se enfrenta todo el tiempo: necesita que la gente se moldee a cómo uno piensa para llevar a cabo relaciones.

De chica estuve casi dos años con una sola paleta, gigante, al medio, porque la otra no quería bajar (en el cambio de los dientes de leche)... Vamos de nuevo al tema de la deformidades... Me acuerdo que no tenía trauma, era chica, no me importaba; pero me lo decían tanto… ¡mi abuela se rezaba un rosario diario para que la otra paleta bajara!… En el fondo me estaban diciendo: “Si esto sigue así vamos a estar en un problema”. Ahí uno parte diciendo: “Ah, tengo una cosa rara en la boca”, jajaja. ¡Usé todo tipo de frenillos habido y por haber!... Me costó dominarlos (sus dientes). De hecho, las primeras teleseries estaba con los dientes súper así (ocultos)... pero los quiero, son mis dientes grandes. También me dan una identidad. Me reconcilié, tampoco nunca estuve tan peleada. A mis papás les dieron más dolores de cabeza con más dentistas que pagar.

¿En qué tipo de personaje me siento más cómoda? Depende. Me gusta que sea un desafío, pero me encanta trabajar la parte más sensual, como también en Moscas sobre el mármol (obra) acabo de hacer una mujer en la que encontré hermoso entrar: una mujer súper sobria, conservadora y de convicciones. Quizá no habría sido algo que hubiera buscado, pero fui muy feliz haciéndola. Lo que hago acá en El hombre elefante me llama más: una actriz, hay algo medio lúdico y me queda más cerca también. No soy tan lúdica en mi vida en general, jajaja, no.

“Las actrices somos jodidas”, me dijo Fran García-Huidobro cuando me entrevistó una vez en Francamente... Coincido con esa impresión... No las actrices: creo que los actores y actrices somos jodidos, porque trabajamos con el ego y las inseguridades están muy en primera plana; en un trabajo que está haciendo pasa por etapas de mucha inseguridad, ¡y hay miles de cosas que te pueden generar inseguridad!... Pero también creo que lo fácil es decir “los actores son jodidos”; creo que necesitamos que se den muchas para que uno pueda estar realmente (bien), y es muy rico cuando ocurre: desde que en tu vestuario te sientas cómoda, que comprendes todo, que con tus compañeros funciona todo bien; cuando ocurre eso, uno solamente está dedicado a lo que uno tiene que estar dedicado, que es la interpretación, y es ¡muy! placentero. Pero no se da siempre, quizá no enganchas con un compañero o en el vestuario no te sientes tan cómoda como deberías sentirte en todos los sentidos, como “tengo que verme hermosa, y no siento que el vestuario me haga ver hermosa” o “tengo que verme como ‘El hombre elefante’ y no me veo así”. Todo eso ayuda a aportar a la interpretación... Sobre eso que dice la Fran, claro, te afuera (se ve) así po’.

Cuando estoy en el lugar de la producción, entiendo por qué dicen “sí, los actores son jodidos”, pero —y esa es mi gracia como productora (en La Santa, productora de teatro junto a su marido, Álvaro), me auto tiro flores—, conozco el lugar de la actriz y el actor, empatizo 100%. Cuando una actriz está insegura con un vestuario o algo, en general la reacción de una producción es “ya, que se adapte”; yo, si están los recursos, digo “busquemos otro”. Es importante que no haya nada que te insegurice, o que la menor cantidad de cosas, para que ocurra lo otro (la mejor actuación posible).

La actriz analiza el presente del teatro chileno desde su mirada de productora. Foto: Andres Perez

Es muy buen aliado mezclar el trabajo con Álvaro (colega y marido), porque lo pasamos bien trabajando juntos. Nos llevamos los temas (laborales) a la casa, soñamos con los temas y de repente despierta uno y le habla al otro como si fuera ayer. No hay una cosa como “a esta hora dejamos de hablar de eso”. Tenemos muy mezclado todo nosotros... No me imagino no pudiendo hablar de eso, no sabría...

Vi el primer capítulo del remake de El señor de la querencia, y después vi otro más un ratito. Me gustó... Me gusta más la nuestra, jaja, pero también porque hay un trabajo mío y un cariño especial, sin duda. Encuentro que lo están haciendo súper bien. La actriz que hace a mi personaje, Violeta (Vanessa Peric), me escribió en instagram... amorosa; me tiró flores, porque supongo que había estado revisando imágenes y le había gustado mucho mi trabajo. La he visto (la nueva versión), pero poquitito, así que no le puedo comentar todavía su trabajo... Pero está bueno... Tengo obviamente algunas opiniones, pero me las voy a guardar, jajaja; pero está súper bonita.

Me gustaría volver a las teleseries. Las prioridades uno las va modificando y adaptando. Creo que está difícil estar en la tele hoy en día po’; hay un sólo canal que hace teleseries, que tiene también a sus actores que le funcionan, entonces van repitiéndolos un poco. Siempre ha sido (así). Estuve muchos años como parte de un elenco de TVN; a los canales igual les gusta tener un elenco seudo-estable; hoy es menos estable que antes, pero sí (les gusta) tener un grupito, porque le da identidad y todo. No es tan fácil cuando uno sale... Me encantaría (volver), porque lo pasaba muy bien, pero no estoy sentada en mi casa esperando que ocurra. Creo que en algún momento ocurrirá.

Reconozco que veo menos teleseries que antes, pero no por poco interés. Mi salida de la tele coincidió con mi maternidad, y me cuesta más (verlas). Antes veía la teleserie de la tarde; ahora no prendo la tele en el día porque sino tengo a las cabras chicas que quieren verla. Me cuesta tener el tiempo de verlas, pero de repente en las noches puedo agarrarlas más... Me pasa que las encuentro un poco similares todas. Creo que mi comentario no puede ser con demasiada propiedad, porque no estoy siguiendo una teleserie hace mucho. Cuando uno la sigue obviamente no encuentras que es igual a la de al lado, pero sino se me enredan... Las encuentro medias similares, eso me pasa un poquito, pero no podría dar un comentario mucho más profundo.

Antonia opina del remake de El Señor de la Querencia (TVN), aunque con algo de filtro.

Me hice un instagram en febrero. Igual cuando me meto en las redes sociales me veo perdiendo el tiempo, pero a la vez no me ha logrado atrapar la necesidad de mirar al resto; no me entretiene tanto, en general nunca me ha interesado. Me he llevado bien con Instagram, me costó menos de lo que pensaba, con hartas ayudas. Subía algo y había gente que, muy amable, me escribía: “Oye, si haces esto podrás subirlo de esta forma...”, porque obviamente subía mal la mitad de las cosas. Partí más intenso, porque al principio era como “no existo, tengo que existir”. Ahora me funciona. Encuentro increíble tener un canal de comunicación, lo que encuentro democrático, que todos podamos tener un espacio para lo que uno necesite o quiera contar. Ahora, ¿que lo que comuniquen otro/as me interesa? Hay cosas que sí, y otras que no... Los seguidores son súper amables, he recibido pura buena onda. No me puedo quejar, jaja, sigan así.

Nunca he hecho publicidad, y ahora que estoy en Instagram, haría (tipo influencer en redes sociales). Soy lenta, me demoro en pasar los umbrales. Creo ser una mujer muy consecuente en general, entonces no tengo la capacidad de “¡ay, me la juego por esto!”, y después no. No tengo tanto liviandad en eso, y en la publicidad me pasa lo mismo. Me cuesta llegar y poner la cara, sobre todo en estas cosas chicas (en redes sociales) tiene que ser algo que realmente me guste o que use... Me han ofrecido cosas, pero no he pescado, jaja.

La pandemia hizo un retroceso en la pequeña industria (teatral), porque industria no tenemos lamentablemente; pero estaba habiendo un alza y vino el estallido social y la pandemia, y siento que retrocedimos diez años, en todo sentido, en los recursos, en la capacidad, en las formas de generar recursos y financiar proyectos, y en el vínculo con las empresa privadas, que siempre ha sido difícil de tener; cuando la empresa privada se da cuenta que se puede hacer un círculo virtuoso, es maravilloso, pero pasa poco. Si a la empresa le costaba decidirse en apoyar proyectos artísticos, con la pandemia más aún, como que era la mejor excusa para no hacerlo, jaja. Creo que, en general, en la empresa privada hay un miedo al teatro, al discurso. Hay gente que le tiene miedo a verse reflejado, a que haya una opinión crítica, a incomodar... Son pocos.

La actriz comenta los estragos que causó la pandemia dentro de la industria teatral, la cual prácticamente no existe según Antonia. Foto: Andres Perez

“¿A quién le importa el teatro hoy? Lo pienso todos los días”, me cuestioné (después de la pandemia, en la misma entrevista ya citada)... Estaba negativa, qué heavy, debo haber estado bien (bajoneada)... Me dedico todos los días al teatro, me hace muy feliz y sé que somos muchos a los que nos importa y se nos va bastante la vida en el teatro. Pero si me pongo como en una visión más general, saliendo de mi mundo pequeño, es los diarios no está presente una cartelera (de teatro)... ¿Cómo haces para que la gente que no está acostumbrada ni constantemente informándose sobre el teatro porque no es su primer interés —y es muy legítimo que así sea—, pero que de repente quiere ir, se informe? Esas cosas súper concretas y pequeñas te marcan una diferencia. Es realmente “dedíquense entre ustedes que le gusta”, en vez de tratar de unir más y de ver los beneficios que tiene para un niño o niña ir al teatro por primera vez a los ocho años; es marcador, versus uno que no fue nunca. Son experiencias que ayudan a tener una mejor sociedad y personas... Pero tienen que entenderlo muchas personas, jaja.

Una primera experiencia (en ir al teatro) es súper marcadora. Cuando me dicen “estos niños nunca han venido al teatro”, uno se siente con una responsabilidad gigante, porque si la primera experiencia es negativa probablemente no vuelvan al teatro; si es positiva, se te abre un mundo. Y cuando uno empieza a ir más, también es menos importante si fuiste a ver algo que no te gustó tanto, ya tienes la capacidad de decir “no me gustó tanto, pero qué increíble esto, qué bacán lo otro, o no”. Pero cuando va una vez al año —que ya para mucha gente está harto—, uno no quiere equivocarse. De repente, me dicen: “Recomiéndame una obra”, ¡y es una responsabilidad!... “Ay, ¿qué le recomiendo?”, pienso. “¡Decidieron ir! ¡No puedo equivocarme! ¡Tiene que gustarles!”. Cuando la gente entiende, se entretiene y se emociona con las obras, se acerca (al teatro); la mezcla de esas tres cosas... y si no suena ningún celular, cosa muy difícil.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido actriz habría sido cantante.

En mi época de estudiante de Teatro en la U. Católica era estudiosa y carretera; un poco de las dos.

Un apodo que tengo es “Gorda”, mis amigas me dicen así.

Uff, tengo varios sueños pendientes, se me cruzan muchos: me gustaría conocer Japón, porque me da mucho curiosidad ese país, esa gente y lugar... hay varios lugares que me gustaría conocer... Y sueños de actrices, como trabajar con tal persona, pero me da vergüenza (decirlos).

Una cábala mía es que hago siempre el “¡mierda, mierda!” antes de actuar con mis compañeros, lavarme los dientes antes de actuar y al día siguiente del estreno hacerme un masaje.

Una frase favorita es “todos tenemos un poquito de...”, de lo que sea, a propósito de “todos tenemos un poquito de sida”, de Charly García.

Antonia es gran del músico argentino Charly García, por lo que lo saca con frecuencia a tema de colación. Foto: Andres Perez

Mi plato favorito es la tortilla de papas.

¿Un trabajo mío que no se conozca? No he hecho muchas cosas raras... Repartí volantes en la calle de una constructora en la que trabajaba alguien cercano.

Tengo varios músicos favoritos, pero al tiro digo Charly (García).

Mi primer sueldo lo gasté en pagar el piso con los compañeros, en el Galindo.

No es un hobby escondido, pero me gusta mucho cocinar y comer. Y mi familia se ríe de mí pero: me gustan mucho los deportes náuticos, pero no es que los practique, me habría gustado hacer cosas con agua como sky o velero; no surf, muy arriesgado.

Admiro a muchos actores y actrices, por diferentes razones... pero HOY se me cruza la Coca Guazzini, por su energía maravillosa que hace que cada proyecto florezca; tenerla en un equipo es muy placentero, y es muy aguda y crítica en sus comentarios en el sentido constructivo. Y la María Izquierdo, con quien trabajé y trabajo todavía, que es de un nivel de obsesión bien admirable; la María, para mí, es una artista profunda.

La actriz expresa su admiración por su colega Coca Guazzini. Foto: Andres Perez

Un talento oculto... qué atroz, siento que los he ido perdiendo... Era gimnasta en el colegio, competía, tampoco era taaaan buena; tengo un par de medallas que gané. Era bien flexible; me queda algo de flexibilidad, pero antes era bien flexible.

Una película que me hace llorar es Lugares comunes, de Adolfo Aristarain, argentina.

Creo en el horóscopo. Soy Leo. Tengo mucha amiga experta en el horóscopo, y hasta ahí he llegado... Vivo con un Virgo, y es súper Virgo, mi marido es... ¡heavy! Un nivel de obsesión y de detallista que es heavy. Ahí empecé a creer, jaja.

Si pudiera tener un superpoder me gustaría volaaar, por la sensación de volar. De repente hay deportes en que uno puede experimentar un poco la sensación y es muy rico estar sola frente al mundo… se relaciona con los deportes náuticos... no es que sea buena, porque soy muy poco deportista, pero encuentro rica la sensación.

Antonia admite su atracción por los deportes náuticos, a pesar de que no ha podido practicarlos del todo. Foto: Andres Perez

Un placer culpable es que me gusta ver tele. Veo poca, pero sí programas de conversación, y me devoro el Festival de Viña, aunque no conozca a nadie... ¡Veo todo, todo! La competencia, los comediantes, todo.

Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, uno sería Manuel García, porque lo quiero mucho, es amigo, tiene conversa y lo podría escuchar horas. Lo juntaría con Charly García. Y a Pedro Almodóvar... Ay, ¿puros hombres?... estoy mal… Agrego a Frida Kahlo, porque encuentro que tiene unas historias fascinantes.

Antonia Santa María es —me cuesta autodefinirme— una mujer que ama lo que hace, que intenta ir de frente por la vida y ser consecuente es uno de sus estandartes.

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