Mientras la ganadora de Gran Hermano (CHV) cultiva su triunfo en el reality, repasa con La Cuarta la senda que la hizo conocida: alegrías y dolores de niña, la caída de un sueño, la adicción a la cocaína, su renacer, el salto a la fama y, por supuesto, el hoy y qué vendrá.
Constanza Capelli (28) llega puntual, al mediodía, y se mueve con gracia y soltura, como por una pasarela. Anda en el gimnasio y repite que, aunque no lo parezca, que está medio adolorida con tanta rutina de ejercicio. Trae puesto un deportivo y unas calzas beige, un atuendo que de inmediato hace a la memoria trasladarse a sus meses en Gran Hermano, siendo de sus prendas cotidianas del encierro. Por lo tanto, su figura resulta descontextualizada entre los espejados edificios de Tobalaba, en el límite de Providencia y Las Condes.
La ganadora del reality de CHV sonríe al hablar, sus dientes brillan y, cada tanto se ríe de buena gana. Ya sentada, habla con fuerza al repasar su infancia, momentos lindos y dolorosos; la caída del sueño del ballet; su lucha contra la adicción a la cocaína; el renacimiento de la rehabilitación; el insospechado llamado de Suro Solar (hoy su representante) que la llevó al reality; la fama tras coronarse; su ingreso a la tele; el futuro que quiere construir en la comunicaciones; entre otras minucias.
Cada tanto, Cony, aún al recordar un pasaje complejo, se manda una tallita, como para exorcizar el pasado, o simplemente porque ya son procesos cerrados. Durante una hora sostiene ese buen humor, se agarra para el tandeo a sí misma, mientras se sincera. Sólo evita un tema. Los transeúntes se quedan viéndola mientras avanzan, y uno de ellos interrumpe su camino para pedirle una foto: “Sí, obvio”, responde y continúa con la conversación.
LA FIRME CON CONY CAPELLI
El primer recuerdo de infancia es de cuando viví con mi abuela, Nancy Guerra, en Valdivia. Era muy pequeña, con mi perrito Tomás, un cocker negro, que en ese tiempo estaban de moda… ¡Y ahora como que se extinguieron!, ¡¿qué pasó con los cocker?!, jaja. Me acuerdo de que me creía perrito y andaba detrás de él todo el día. Le conversaba y, cuando no me respondía, le pescaba la cara y le decía: “¡Tomás, respóndeme!”, jajaja. Mi mamá me miraba y decía: “Y a esta qué le pasa”.
Cuando era muy chica, bebé, viví en Arica; después Iquique; Puerto Varas; Puerto Montt; Valdivia; Valparaíso; Quilpué, y ahora estoy en Santiago. No soy tan santiaguina. Tuve que irme a Santiago por un tema de oportunidades laborales, por el ballet, que solamente se concentra en Santiago, el único teatro municipal es el de Santiago. No sé si me gustó tanto Santiago. Soy una mujer a la que le gusta harto el silencio. Además, en la medida que la edad va avanzando —ella, la que se cree vieja—, uno va queriendo otras cosas; ya no quieres el ruido. No me siento tan de Santiago, pero me dio todas la oportunidades.
Diría que era rupturista cuando chica, porque rebelde nunca he sido. Siempre me porto bien, soy puntual y cuando tengo que escuchar escucho. En el colegio me portaba súper bien, me sentaba adelante, me sacaba muy buenas notas y lloraba si me sacaba un 5... super perna, jaja, lo encontraba lo peor del mundo. Quería estudiar medicina, entonces tenía una vida súper ordenada. Pero siempre, ideológicamente, siento que fui más distinta al común de la gente: pensaba otras cosas, era más libre en mi esencia, en mi sexualidad, en mi manera de pensar y en el tema social. Siempre he sido una mujer que primero da su opinión, pero siempre con respeto; aunque igual cuando chica era más violenta, en el sentido de que era del tipo “ACAB” y “mueran todos”. Muy violenta, pero creo que uno va creciendo y madurando.
Cuando dije que tuve una “infancia difícil”, igual es un tema que me cuesta hablarlo porque incluye a más personas de mi familia. Pero tuve una infancia pesada en el sentido de con mi mamá, de las decisiones que tomó como mamá, Paola Capelli, al elegir sus parejas; en ese sentido, con mi hermana lo pasamos súper mal. Hubo muchos momentos en los que me sentí desprotegida... Fue bien escabroso, diría que muy escabroso para contarlo. He resguardado esa parte de mí, porque creo que incluye a mi mamá, y a ella la adoro mucho como para que la juzguen, cuando la única que tiene derecho a juzgarla soy yo; por eso trato de no dar mucho detalle de mi infancia.
Empecé en el ballet a los diez años. Siempre me gustó la danza, desde que era chiquita. Cuando pequeña le hacía shows a mi familia: preparaba un baile, les cobraba $500 y podían verme. Siempre fue parte de mí, de hecho, nunca lo vi como un juego. Siempre pensé que la Cony es 90% baile. Así fue como comencé: vi una película, Center Stage (Camino a la fama), y me inspiró tanto al punto que me puse a llorar, me acerqué donde mi mamá —muy drama queen, ¡obvio!— y le dije: “Si no me metes a ballet no voy poder vivir”. Y me contestó como: “Ya, qué onda, a esta niña de verdad le gusta”. Me metió a ballet y empecé el camino. Por el ballet viví en Buenos Aires y, en especial, en Cuba, que allá estuve un año y medio.
El ballet siempre fue satánico, pero al principio estaba tan enamorada con la idea de cumplir mi sueño que no caché las secuelas que empezó a dejar en mí ese tipo de enseñanza; porque uno cuando estudia ballet es un niño, entonces te empiezas a formar como persona con el ballet. Cuando uno desde niño se cría de una manera, normalizas ciertas cosas; no veía malo que te molestaran por tu peso, que te controlaran ciertas cosas, que no podías tomar sol y que había mucha envidia. Cuando fui creciendo, y me fui formando más, ahí me di cuenta: “Chuta, esto me está destrozando emocionalmente: estoy siendo súper insegura y con muchos miedos”. Me sentía como ahorcada, ahogada. Y es por eso que después pasó lo que pasó (la etapa de adicción); sentí que se me estaba restringiendo en muchas cosas. Siempre fue satánico.
Con el ballet hay secuelas en mí en el sentido de, por ejemplo, la inseguridad. Soy súper insegura. Hay muchas cosas que ya he trabajado, pero antes era súper competitiva, cuando tenía 18, y empezó el tema de las drogas, hasta los 23 años. Era re-competitiva, con mi género también; no podía tener amigas mujeres que fueran bonitas. Sinceramente tenía esa secuela del ballet, que era de mucha competencia. Pero lo fui trabajando y diría que lo que queda de esa Cony, quizás sería solamente el tema de la inseguridad... ¿Pero a esta altura quién no es inseguro? Cada uno tiene sus inseguridades. Está bien ser un poco insegura. Me gusta igual dudar de mí a veces, porque me hace analizar ciertas cosas. Sirve para cuestionarse.
Mi hermana, Camila, es mayor que yo, pero parece menor, jajaja. Nos llevamos bien. Somos muy diferentes; a ella le gusta el cosplay y el animé. Y yo soy todo lo contrario, jajaja; ella es full computador y yo a los 18 era full fiesta. Éramos mundos completamente opuestos, pero ahora, después del reality, que me di cuenta de todo lo que me apoyó estando yo adentro, nos unió un montón. Seguimos teniendo mundos muy distintos con mi hermana, pero nos apoyamos mucho. Y creo que eso es lo más importante entre hermanos, no necesariamente que compartan el mismo círculo, sino que se apoyen y estén el uno para el otro.
Con la Camila tenemos una relación muy bonita. Nos amamos, la adoro y para mí es intocable; más encima, que parece menor, como se disfraza, se hace sus cositas y toda esa hueá, que a mí cuando chica me daba vergüenza, jajaja. Que es típico; yo era acomplejada y le decía: “¿Pero, Camila, cómo vas a ir al mall disfrazada de unicornio?”, jajaja. Y ella decía: “¡Pero yo soy así”. Y ahora entiendo que yo estaba juzgando su libertad. ¿Qué tiene de malo si a ella la hace feliz? Ahora ambas nos aceptamos tal cual somos... Ella igual me juzgaba harto y me decía: “¡Te gusta sólo tomar alcohol!”, y yo le respondía: “¡Oye, no me digas eso!”. Y peleábamos así. Ahora nos aceptamos y respetamos un montón.
Durante el periodo de adicción tenía amigos que estaban evadiendo lo mismo que yo. Sentía pena porque me sentía desprotegida. Sentía que había poco interés en mí. No le encontraba mucho sentido a la vida, después de haber sido bailarina, que fue mi sueño que se cayó, quedé como en: “¿Quien soy?”. Porque el ballet es algo que tienes que hacer 8 o 10 horas diarias, y hablas de ballet, ves videos de ballet, y todo el día ballet, ballet... Una vez que decidí salirme me quedé con una Cony que no tenía identidad. Fueron un millón de cosas: evadiendo todo el tema familiar de mi infancia y muchas cosas que no quería hablar con mi mamá. Había muchas cosas que tenía muy guardadas.
En la fiesta me sentía cómoda porque no me sentía sola; había gente que estaba pasando por lo mismo. Me acompañaban. En ese tiempo, por más que fue horrible, nos acompañamos mucho con esas personas. Conocí gente muy bonita, solamente que pasan por momentos complicados, y rescato siempre eso de mis amigos —que no los conservo por razones obvias—, que siempre me envían un mensajito diciéndome que me quieren y me están apoyando desde la distancia.
Mi cambio fue cuando tuve el peak de drogas en que ya me di cuenta que era recuperarme o, no sé si morir, pero “perder” mi vida, porque uno pierde su vida a través de las adicciones. Pierdes todo. Empecé a perder cosas y dije: “No, no quiero perder tanto”. Tomé las riendas y dije: “Ya basta”. Fueron varios momentos, pasaron varias cosas escabrosas y traumáticas dentro de mi vida en el periodo de drogas; hay muchas cosas de las que, de hecho, no me acuerdo o tengo muy borradas. Como había tantos excesos, alcohol y drogas, el cerebro es selectivo escoge las cosas menos traumáticas para recordar. Pero hubo muchos momentos peak en que dije: “Mierda, de verdad me estoy transformando en la Whitney Houston ¡en su peor momento!”. En un momento vivía en una casa, en el suelo con una amiga, que ella también estaba en las mismas condiciones de acción que yo; y no tenía muebles, vivíamos de allegadas. Toda esa recopilación de cosas fueron diciendo como: “Lo estoy perdiendo todo”.
En esa época no estaba alejada de mi familia, pero los tenía como engañados. Vivían en Quilpué y yo acá. Mi mamá no es de las que todos los días te pregunta o que es muy invasiva. Me daba mi espacio y confiaba en mi criterio. Creo que igual eso fue un error de parte de ella, porque en ese momento yo tenía 18 años, y aún necesitaba a alguien que me estuviese diciendo “no po’, hasta acá nomás”, una guía. Pero mi mamá me dio rienda suelta, lo cual trajo mucho beneficios, pero empecé a engañarla. Nunca dejé de trabajar, entonces tenía dinero, aunque había momentos que dejaba trabajar por el tema del consumo, pero nunca tuve que pedirle dinero; siempre me la ingenié. Creo que ella pensaba que me estaba yendo bien, sabía que, de repente, yo trabajaba de noche, pero no sabía en qué. La tenía engañada y ella confiaba en mi criterio.
Con la rehabilitación renací. Siento que cambió en mí lo impulsiva y agresiva que podía ser antes. Era muy impulsiva. La gente (en el reality) vio algo de mí, pero ustedes no se imaginan lo brígida que era antes... heavy, era muy brígida. Y es por un tema químico, de las drogas; la cocaína te da químicamente una constante agresividad y persecución, que eso es lo que te hace sentir. Y trabajé mucho ese aspecto. Era súper agresiva e impulsiva; y muchas cosas de esos rasgos todavía quedan, pero soy un proceso.
Estoy muy tranquila porque sé que la mujer que era antes, muy loca, era agresiva no-mala; por ejemplo, si estaba en un carrete, mi amiga estaba bailando conmigo y había otra que la estaba codeando, yo le decía a mi amiga: “Cámbiate te puesto, yo me voy para allá”, y me ponía ahí. Era brígida; no tenía problema con llegar a un altercado físico. No le tenía miedo a nada en esa época, estaba muy loca. Ahora estoy mucho más tranquila, es lo que más rescato: esta Cony tranquila, que antes era imposible; mis amigos también me dicen: “Ahora hasta eres fome”, jajaja. Lo único que quiero es estar con “Bigote” (perrito de Gran Hermano), cuando antes era la que creaba todos los panoramas, el payaso del grupo.
Tras la rehabilitación, las confianzas con los seres queridos se pueden recuperar. Aunque es complicado, porque siempre tu familia querrá que no recaigas en eso tan horrible que caíste. A veces digo: “Oye, voy a ir una fiesta”, y todavía está un poco esa mirada de “pucha, ten cuidado”. Que lo entiendo. Pero no siento que sea falta de confianza, sino que se preocupan. Pero sí existió en su momento, ¡mucho! Y cómo se recupera es un trabajo diario; es cansador, y mucho más agotador todavía que dejar la droga en sí: recuperar la confianza de las personas hacia ti es mucho más agotador que dejar la sustancia que estás consumiendo; porque, al final, dejarla es un mérito tuyo que depende únicamente de ti; en cambio la confianza depende de otra persona también. Y eso ya es complicado.
Yo haría un llamado un poco a que una persona que vive una adicción es una persona enferma, y se debería tratar con esa seriedad, responsabilidad y humildad. Ya se lucha mucho cuando uno está ahí por dejarlo, para sumarle todo esto, que es externo, que te demonizan porque consumes algo, como “esta persona es la peor, es una cocainómana y jalera, lo peor del mundo”, cuando el único daño que te estás haciendo a ti. Lo más difícil es dejar esa etiqueta de lado, y poder recuperarse de eso, no de la droga, que al final es una decisión que va en ti.
Trabajé como modelo, hice más de 100 comerciales y aparecí de extra en Hijos del desierto (Mega). Hasta que llegó Surito (Solar) a salvarme la vida. Lo de Suro fue muy extraño: Yo estaba haciendo mi preuniversitario porque quería estudiar psicología o sociología en la Universidad de Chile; esa era mi meta el año pasado. Me estaba yendo súper bien, 950 puntos (el máximo es 1.000), y pensé: “De aquí al estrellado”.
Estaba viviendo una vida muy tranquila y normal y, de repente, recibí un llamado de Suro y me dice: “Hola, Cony, ¿cómo estás? Oye, tú y yo no nos conocemos, pero somos embajadores VIP del mismo club de electrónica, La Feria, y tengo una oportunidad que no sé si a ti te tincaría o lo has considerado: Hay un nuevo reality, están abriendo casting, y he visto tu perfil y veo tus historias”, porque nos seguíamos en Instagram; nos conocíamos personalmente, pero nunca habíamos hablado. En mi perfil, en ese entonces, yo era muy abierta en dar mi opinión política y cuando me sentía mal; cómo fui en el reality, que decía las cosas cómo son. Y él me decía: “Siento que tienes una historia interesante que contar”, sin conocerme. Y yo le dije: “Mmm, mira, la verdad es que nunca lo había pensado ni considerado; planeo estudiar en la universidad, entonces me estai sacando un poco de contexto de lo que quiero... pero, dale, hagamos el casting”. Pero yo le dije “dale, hagamos el casting” para vivir la experiencia de hacerlo. ¡Uno jamás piensa que va a quedar!
Brígido igual que Suro tuvo una corazonada; por algo el loco es mánager y ha trabajado con las mejores chicas, personajes de farándula, de los realities y de la tele chilena, porque tiene un muy buen ojo. Yo no era una influencer, tenía 11 mil seguidores, hablaba hueás nomás; no tengo ni TikTok. Era una chica que de repente publicaba cosas, decía lo que pensaba y a veces exponía el tema de las drogas de manera súper abierta. Ahí tuvo el ojo el Surito. Nos juntamos después a comer, nos conocimos, nos llevamos súper bien al toque y empezó a avanzar el casting... Hasta que ya recibí ese llamado: “Ya, Cony, quedaste”. Y yo, gritando, le mandé un mensaje al preuniversitario y les dije así como: “Me voy a Ibiza a bailar”... No sé por qué dije eso. No podía decir la verdadera razón, era confidencial.
El abandono de mi padre yo creo que se expresa a nivel amoroso. Creo que a la mujer en especial, cuando le falta el padre, suele buscar esa figura paternal en sus parejas. Creo que ese ha sido mi gran error, crucial, de mis relaciones amorosas, que siempre he tratado de buscar esa esa figura paternal, un hombre mucho mayor que yo, que me cuiden, o que se hagan cargo de mí; cuando en verdad no es su responsabilidad. Creo que en eso se ha manifestado la ausencia de mi viejo. Me vuelvo un poco dependiente.
En Gran Hermano me presenté como “Constanza Capelli”, no “Constanza Segovia”. No hay nadie de la gente que conozca de años que sepa que me apellido “Segovia”. Nadie sabe. Mis amigos más cercanos sabían, pero la gente que me conoce de las fiestas y eventos, no sabía que me llamaba “Constanza Segovia”. De hecho, me dicen “Capelli”; ni siquiera me dicen “Cony”. Entonces no fue algo que partió en el reality.Sin embargo, sabía que iba a ser un salto en que iba a ser conocida a nivel nacional. Los de la producción me pusieron “Constanza Segovia” en todo y, cuando leí, dije: “No po’, no quiero que me ponga así porque nadie me conoce así: soy Constanza Capelli”; de hecho creo que es la presentación aparece “Segovia”, y me respondieron: “Chuta, vamos a tener que cambiar todo porque todo está con ‘Constanza Segovia’”; y yo les contesté que “pucha, yo no me siento así, pero bueno”.... Y así empezó.
Ahora, en este minuto, desde que volví del reality, debo confesar, y si me puedes ayudar con esta entrevista, mejor: estoy buscando a mi psicóloga. Yo en el reality tenía un número de teléfono, pero no pagué la cuenta y entonces lo perdí. No tengo el número de mi psicóloga ni mi psiquiatra, Daniela y Julio, los que me vieron toda mi vida; y no tengo sus Instagram. ¡No tengo nada! No sé cómo ubicarlos. La verdad es que desde que salí del reality ellos no saben qué mierda pasa conmigo, jajaja. Deben pensar como que “esta se pegó el salto y ya no quiere nada con nosotros, pura pantalla”. Pero en verdad perdí el número... ¡Daniela y Julio, manifiéstense, porque los necesito!
Siempre tengo que estar cuidándome; no sé si en terapia 24/7, o toda la vida, pero sí hay que tener cuidado y parte de ese cuidado también es cuidar mi salud mental. Gran Hermano fue una experiencia fuerte, pero, he vivido tanta cosa, jajaja, que me costaría elegir una. Es como cuando te enamoras: “Ahora sí me enamoré de verdad”, y al ex lo dejas en que “no era amor”. Cada vez que uno vive algo es “lo más brígido que he vivido”, pero es porque lo otro ya está más superado. Si lo pudiese poner en una lista prioridades, diría que la rehabilitación, y GH ha sido la segunda experiencia más fuerte.
Al principio de Gran Hermano mi plan era pasar piola, hasta que decidí entregarme a la experiencia, que fue al defenderme, cuando me empecé a sentir “atacada” por no decir las cosas a la cara, cuando, en verdad, lo que yo quería era evitar conflictos. Siento que hubo momentos dentro en que se me empezó a aislar a mí, a la Trini (Cerda), empecé a sentir que se atacaba mucho la Trini, que en ese entonces era mi mejor amiga; y hay cosas con las que no tranzo, y son con mis amigos y que se me cuestionen el nivel moral. Por eso saqué las garras y desde ahí fue: “Ya, tengo que ponerle el pecho a la balas, no puedo seguir así, tengo que decir algo”. Así arranque.
Es heavy, pero la gente que me conoce 24/7, entiéndase mi mejor amigo o el Suro, sabe perfectamente de un aspecto y que oculto mucho: hay momentos en los que me agobio y necesito estar sola, no hablar, no decir nada, necesito mi espacio. Me pasa un montón y tengo que luchar con eso constantemente, porque ahora estoy rodeada de mucha gente. Me gusta la gente, pero a la vez, igual me causa ansiedad. Es un sentimiento muy extraño. Por eso tengo que ir como tanteando todo el tiempo: “Ya, estoy con gente, pero necesito dos o un día libre completo en lo que pueda estar sola”, y así voy compensando un poco. Creo que para todos es sano tener un momento a solas.
Dentro de mi vida he sido súper camaleónica: quise ser bailarina, estudié ballet, modelo, chica reality... Y ahora me gustaría incursionar en las comunicaciones. No es algo que conozca tanto, entonces hablo un poco desde el desconocimiento. Pero me gusta, me atrae. Es diferente, pero ni tanto a la psicología; depende del enfoque que tenga. Con lo comunicacional puedes generar la misma ayuda que un psicólogo; siento que van bien de la mano. Y no descartó la psicología. Igual no soy una mina como de “no pain no gain” y todas esas frases. Soy muy relajada. Si hoy tengo esta meta y, si en el camino ya me deja de hacer feliz, la cambio. Pero la conciencia social es la única variante que no cambia en todas las cosas que he hecho; también ser mujer y feminista, que no cambian a pesar de la profesión que tenga. Es algo que siempre voy a defender, haga lo que yo haga.
Estoy contratada en CHV. De repente estoy haciendo los despachos en Contigo en la mañana; estoy a disposición del canal. Estamos en conversaciones. Tuvimos una reunión con Marcelo (Urrejola) —que no la quiero cagar con el cargo—, que es el que dirige el matinal, y quedé súper contenta, porque están súper entusiasmados de incluirme más, en especial ahora que se viene el Festival de Viña. Se vienen hartas en Viña; eso a corto plazo. Me encantaría eso.
Me gustan los espacios de conversación. El Podemos hablar (CHV) me gusta mucho. Voy a decir algo de otro canal, pero no importa: había uno que se llamaba De tú a tú (Canal 13), el de Martín Cárcamo. Encuentro muy lindo lo que hace. Y no solamente con famosos; me gustaría extrapolarlo quizá a gente que no es conocida, pero que sí tiene algo potente que decir. Creo que por ahí me gustaría hacer algo, con distintas historias.
Si uno se la pasa como víctima nunca se convierte en protagonista de su vida. Eso lo fui descubriendo. Hubo un momento en el que —en especial con mi familia, o con la gente—, que yo creo que es algo muy normal de atravesar cuando pasa un problema, que es victimizarse y decir: “¿Por qué la vida me trata así? ¿Por qué esto me está pasando a mí? ¿Por qué tuve la infancia que tuve?”. Al final, cuando chica me justificaba tanto con que yo era víctima del mundo y la vida que era la excusa perfecta para drogarme; era como: “Si el mundo me trata así, entonces filo, me voy a drogar y haré de mi vida un calvario”. Y es muy heavy, se escucha fuerte, pero mucha gente vive la vida de esa manera, como en un contacto constante victimismo: “Soy la víctima de la vida, de mi trabajo, de la sociedad, de mi relación y de mi familia”. Poca gente dice: “Ya, listo, basta, necesito hacer un cambio que vaya en mí”.
Honestamente, me encanta mi cuerpo, lo amo. Pero como mujeres atravesamos tantos cambios que es difícil sentirse 100% satisfecha diariamente contigo, y con tu cuerpo en general. Siento que sería falso decir: “Sí, me amo todos los días, mi celulitis me encanta”. Porque a veces no me soporto, y creo que es normal, no solamente mi cuerpo, sino que muchas cosas, debido a muchos cambios hormonales que atravesamos como mujeres. ¡El cuerpo en el mes cambia caleta! Un día tengo muy plano mi abdomen, y hay días que estoy muy inflamada por el útero, la menstruación y todo el tema, jajaja. Hay días en los que me siento genial. Pero de todo eso debo rescatar que no me defino por mi cuerpo. Hay días en que puede que no me guste, pero me da igual. Como que digo: “Ya, no, de verdad hoy día estoy matada, mi cuerpo no me acompaña”. Pero hay que amarse.
Fui modelo e hice comerciales durante diez años, y me estuve validando únicamente por mi cuerpo y mi forma de verme. Y aburre. La gente igual en el medio te trata como si fueras tonta, esa mirada que uno sabe cuando te están mirando así, como “eres modelo y eres tonta”. Ya cuando fui creciendo, me di cuenta que quería validarme por otras cosas, nutrir otras cosas, más allá del aspecto físico que, al final, es suerte; porque ser “lindo” para trabajar en esta industria es suerte. ¡No es un mérito! Es suerte. Por eso quise ponerme las pilas con algo en mi vida, que no sea algo que simplemente me llegó.
Creo que encontré la manera perfecta de no tener una recaída. Mi última recaída no fue hace mucho, hace como un año; pero entiéndase que en una terapia las recaídas nunca vuelven a ser lo mismo que en un inicio: consumes un poco, te sientes culpable y ya no te causa el mismo placer que antes; lo haces de una manera culposa. Pero descubrí algo muy clave para mí para evitar situaciones que me pongan en ese tipo de peligro: rodearme de las personas, todo el tiempo. O sea, por ejemplo, si estoy saliendo con alguien, no voy a una fiesta sola con ese alguien; iré con ese alguien y mis amigos de la vida, como Jean Paul, la Eli, la Pía o Suro. Tener mi red, en especial en lo que es la noche; nunca voy a ir a una fiesta si no es con ellos. Sé que al final eso (la droga) siempre está ahí, te está tentando todo el rato. Y no es que no le pueda decir que no, porque le he dicho que no en varias ocasiones en fiestas; se me ha ofrecido drogas, a pesar de que conocen la historia que tengo detrás.
En Año Nuevo fui a una fiesta electrónica e igual se me ofreció droga... Pero no se trata solamente decirle que no, sino que rodearse de un ambiente seguro, que quiera algo lindo para ti. La idea no es ir a un carrete y estar expuesta a que todo el rato me estén ofreciendo. No soy dependiente de mis amigos, pero si voy a una fiesta bajo mi voluntad, siempre será con ellos.
Los eventos en discotecas son los momentos en que menos me tengo que cuidar, porque soy una mujer súper y extremadamente profesional cuando trabajo; antes de entrar, estoy en modo serio: me ponen en una mesita, me piden lo que quiero tomar, por lo general me gusta ramazzotti, me tomo unos sorbitos, ponen una tablita, todos tomando porque es un espacio nocturno, y me dan el espacio para mí y mi bailarín. Y yo estoy como una enferma con el celular y la música de mi baile, repasando todo el rato, como una histérica, porque soy muy perfeccionista. Y todos están en la de ellos, socializando, tomando.; y yo así: “5, 6, 7, 8...”. Entonces cuando estoy trabajando no me dan esas ganas de carretear. Y como he sido súper profesional, tampoco nunca he dado pie como para que me digan “oye, pero tómate un copete”. Jamás. Hago mis cosas, termino mi trabajo y me voy para mi casa. No es un ambiente peligroso porque no estoy carreteando.
Con un bailarín profesional bailo una coreografía, hecha por mi mejor amigo. Por eso antes de salir tengo estos nervios de que quiero que salga perfecto; no da lugar a que pase a una situación de trago, porque estoy muy enfocada en hacer bien mi pega. Los eventos siguen siendo como siempre, pero yo hice mi propio show distinto. Encontraría inconsecuente de mi parte hacer como: “Hola, soy rehabilitada, pero te doy copete en la boca”. Sería como: “¿Qué onda? ¿Qué le pasa a esa mina?”. No quiero dar ese mensaje, no porque lo juzgue, pero los eventos siguen siendo del beso en la boca y las parejas que bailan.
Lo que más me gusta de la soltería es dormir sola, lo amo, siempre me ha gustado; me carga dormir con alguien. No tener que estar en WhatsApp todo el día, jajaja, diciendo como: “Hola, amor”; eso me carga. Y no tener que darle explicaciones a nadie. Me encanta el amor y creo que es evidente; se nota que soy una mujer abierta en ese sentido. Amo el amor, me gusta mucho. Me cuesta encontrarlo, encontrar a alguien que me guste, de verdad, como para establecerme en pareja. Me cuesta un montón, soy muy mañosa. Pero lo más bacán de estar soltera es ocuparse únicamente de la emocionalidad de uno, que ya es difícil; entonces estar atenta a otra persona, más aún ahora que estoy aprendiendo a vivir un proceso, creo que no es lo correcto; me estoy privando un poco. Pero eso no significa, obviamente, que no pueda salir, tener citas y conocer gente.
Encuentro muy genial que la gente viva la sexualidad como bien le parezca. Pero creo que dentro de esa libertad, se ha perdido un poco la responsabilidad emocional con la que uno se tiene que relacionar con las personas. Creo que en el mundo de hoy, donde todo es tan desechable, la moda, tus amistades, las parejas, hemos perdido esa capacidad de profundizar en algo, como que todo es “ya, listo, chao”. Me sorprende. Se ha perdido eso de profundizar. Encuentro que hace bien profundizar. Hay muchas personas que se quejan constantemente como “pucha, es que no hay nadie” o “no encuentro a alguien”, pero también esa búsqueda constante te hace mal po’: uno no valora realmente a la persona con la que está. Ha habido un retroceso en ese sentido. Creo que está bien darnos libertad, porque cada uno es libre, pero igual uno tiene que ser responsable. Y eso se puede aplicar en todo, como ciudadano, mujer, trabajador y familia. Puedes vivir tu libertad, pero también conlleva una responsabilidad.
Me gusta despegarme del celular. Me gusta estar con “Bigote”; cada vez que tengo tiempo sola es con “Bigote”. Me gusta quedarme encerrada, jajaja, porque en mi día a día me muevo mucho, para todos lados. Me gusta viajar, ver películas e ir al cine.
Me gustaría entrar a un reality de amor, como uno que se llama Love is blind (Amor ciego), de Netflix, que tienes citas en espacios donde no ves a la persona, tienes que conversar y, dentro de un grupo, eliges a la persona con la que mejor te llevas para casarte... Ya, es un extremismo, pero me gustaría mucho entrar a uno así. Pero no proooonto. Todavía no. Me atrae la idea.
Milito en Revolución Democrática. En una entrevista para ¿Y ahora qué?, la Karol Cariola me preguntó por la chance de tomar una carrera política... Me quieren puro meter, jajajaja. Hay muchas causas (que defiendo), en especial la de aborto, que creo que la he manifestado varias veces, pero si quisiera ser una persona activa (en política) lo hago desde mi papel de ciudadana, y no de algo más político. No me gustaría, porque creo que el mundo político está muy sucio todavía. Es un mundo turbio igual. La gente creo que no dimensiona lo que estas personas viven cuando trabajan; yo creo que hasta amenazas entre ellos. Es un mundo muy oscuro y turbio. Creo que recién ahora estamos luchando por una política menos corrupta, más limpia y un poco más sensata. Pero así como están las cosas ahora, no.
Uno tiene que ser honesta: ser mamá requiere de una voluntad y de muchas habilidades que aún no tengo desarrolladas. Tengo que trabajar mucho en mí como para recién poder ocuparme de una pequeña personita, chiquitita, pechocha que vaya a salir al mundo. Siento que todavía tengo mucho en qué ocuparme de mí. Pero no es una posibilidad que descarto absolutamente.
Me gustaría vivir alrededor de Santiago, pero no en Santiago, algo así. Creo que siempre mi vida estará ligada un poco a Santiago. ¿Y fuera del país? Obviamente soy una persona inconformista en cierto sentido con el país, como cualquier ciudadano, pero también reconozco lo positivo de mi país. Amo mi país. He tenido ya oportunidades para vivir afuera y no he querido. Me gusta Chile. Me gustaría viajar, pero no vivir en otro país.
Cuestionario pop
Si no hubiera sido bailarina o figura de tele, me hubiera gustado estudiar medicina.
Un apodo es “Mi Pototorra”, que me decía mi mamá cuando chica, porque tenía potito grande. Con mi hermana nos decimos “Mimi”.
Un sueño pendiente es ir a Italia, ir a África, viajar. Y en lo laboral, me gustaría animar el Festival de Viña, pero tampoco sería un sueño; sólo sería bacán. No me siento italiana, jajaja, pero sí hay algo, obviamente hay una carga genética importante; siento que Italia es muy bella. Y en África me gustaría mucho visitar animales. Me encantaría.
Tengo varias cábalas: siempre hago la cama antes de ducharme, eso ordena mi día, siempre camita ordenada y limpia; y siempre antes de un show me echo mi perfume especial, de perra, jajaja.
Una frase favorita es “no me importa, no me importa nada”, que es mía del reality. Es muy simbólica de mí.
Una comida favorita son las pastas, de cualquier tipo. Amo las pastas.
Un trabajo mío que no se sabe es que fui extra en un comercial con Chayanne, y lo conocí, muy guapo, en Falabella, hace como seis años. Y fui la doble para Ripley de la Diana Bolocco; la conozco hace mucho tiempo, de hecho, lo conversamos, le dije: “Diana, te conozco hace muchos años”, y me dijo “¿en dónde?”. “En un comercial fui tu doble”, le contesté. “¡Oooh, me acuerdo de ti, Coni, no puedo creerlo!”... Cosas curiosas que he hecho en la vida. Y fui recepcionista de un hotel, en Reñaca, se llamaba “Reñaca Beach Hostel”, en el Sector 5.
Un pasatiempo escondido es que me gusta ver ASMR, cuando ves gente comiendo. Me tranquiliza. Hay gente que disfruta ver a otra comer, y me gusta eso. Me relaja.
Mi carpeta de música es muy variada, que tiene desde Queen hasta Los Vásquez. Pero últimamente estoy muy pegado con las canciones en inglés, tipo Red Hot Chili Peppers o Metallica.
Un talento oculto es que puedo doblar mucho el pulgar (Y muestra cómo efectivamente lo dobla mucho, en dos mitades, como si estuviera cerrando un libro), jajajajaja.
Una chica reality que admiro es la Pamela Díaz, que la encuentro power, muy power. A la Nacha Michelson la admiro. Y dentro de la televisión chilena, admiro a la Diana (Bolocco), la encuentro brígida; es una mujer maravillosa.
Muchas películas me hacen llorar, pero La sociedad de los poetas muertos me hace llorar, Propuesta indecente y La lista de Schindler.
No creo en el horóscopo. No soy tan rayada. Sé mi signo, pero no mi ascendente ni nada de eso.
Si pudiera tener un superpoder sería teletransportarme.
No tengo muchos placeres culpables, no hay nada que me avergüence. Escucho Andy & Lucas, me gusta Natalino, Maná, Sin Bandera y me las lloro, y Camila, Y abráááázame (Canta)... Y todas esas canciones muy cebollentas.
Si pudiera invitar a tres personas de la Historia a un asado, primero diría a un integrante de Los Jaivas, necesito conocer a uno de ellos; porque es un grupo que admiro demasiado y han sido testigo de la historia de Chile, ha protestado a través de su música y lo encuentro geniales. Segundo, a Freddie Mercury, por un tema de drogas y adicción, que pasamos por algo similar. Y tercera, Whitney Houston, porque tuvo ese final tan terrible, siendo una mujer tan extremadamente talentosa; me hubiese gustado abrazarla y rescatarla de ese hoyo.
Cony Capelli es una mujer sencilla, que quiere vivir su vida tranquila y sin grandes ambiciones. Quiere estar tranquila.
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