La conductora entró a la TV casi que sin querer, y al poco andar le brotó el anhelo de hacer un programa de viaje, hoy Viajando Ando (Mega), junto a su marido. Repasa su historia, marcada recientemente por un diagnóstico de TDAH, una parálisis facial que la hizo replantearse a sí misma y la muerte de su padre. “Hoy no estaría viajando si no tuviera la condición que tengo”, asegura.
—Tengo 43 años, pero no lo represento... —asegura entre risas Daniela Urrizola Bascur en el living de su departamento en Las Condes, sobre el murmullo de la avenida, en un ciudad donde se siente en una “eterna lucha” contra el tiempo, algo agotada.
Sicóloga de profesión y de inquieto espíritu, la comunicadora entró a la televisión, en parte, sin querer, dejándose llevar por las oportunidades, y lentamente le surgió una inquietud: hacer un programa de viajes. ¿El problema? La falta de tiempo y ser una “pieza” más dentro del engranaje televisivo, según cuenta a La Cuarta.
Finalmente, durante la pandemia, decidió concretar aquel “sueño” junto a su marido, César Norambuena, siendo inicialmente ella la conductora que aparecía en pantalla, aunque el formato de Viajando ando (Mega) ha mutado con el paso de las temporadas, encontrándose ya en su cuarta entrega y, paralelamente, en grabaciones de la misma. El espacio ha tomado un foco turístico, a ratos paradisiaco, y sus redes sociales así lo sugieren, con varias fotos en traje de baño con mares y arenas de ensueño. Sin embargo, ella confiesa con una cuota de exageración:
—Me carga la playa. Me dicen “veo tu instagram y pensé que eras la reina de la playa”. Me hacen ir y es un tortura.
Sus gustos de viaje van más por otro lado, según cuenta en entrevista con La Firme. Pero además, la comunicadora repasa su infancia en Concepción, con un incipiente déficit de atención con hiperactividad (TDAH), trastorno que le detectaron hace unos meses y le ha permitido entender buena parte de su vida para atrás; la separación y desaparición de su padre durante 20 años, hasta su reciente muerte; sus etapas felices y complicadas en TV; la trastienda del Viajando ando, con una parálisis facial que marcó un antes y después en sí misma; proyectos pendientes; distintas facetas como mujer; entre otras aristas…
Eso y mucho más, largo y tendido, a continuación.
LA FIRME CON DANI URRIZOLA
Mis recuerdos de niña en Concepción son súper lindos, porque era muy distinta a la vida que llevo hoy; las grandes ciudades llevan a esta vorágine y eterna lucha con el tiempo. Tengo lindos recuerdos de una ciudad muy especial y particular, donde todo el tiempo llueve, es gris y hay mucha alma joven. Recuerdo muy patente ir a mi casa a almorzar con mis papás y después volver al colegio, que es una vida a la que no volví desde que dije: “Me voy a Santiago”. Santiago es bien disgregado: la gente de un estrato social (está) en una comuna; en Concepción, todo mezclado. Tienes amigos de todos los tipos y aprendes a conocer muchas realidades y es súper enriquecedor para la adultez.
Era muy fanática de las princesas de Disney. Me marcó hasta mi adultez temprana, jajaja. Ya de adulta te das cuenta de que no es como Disney; pero me encantaría que mi sobrina tuviera ese ímpetu hasta grande. Soy una soñadora innata, siempre soñando lo que viene, y es un riesgo, no digo que esté muy bien, porque muchas veces te limita para disfrutar el presente el estar dos pasos más adelante soñando qué viene; y muchas veces estás viviendo lo que soñaste, ¡el sueño de mi vida que nunca pensé que lograría!
Siempre fui de amigos imaginarios y me creí caballo harto tiempo. Me llevaron al siquiatra, como a los cinco años, y él le decía a mi mamá: “Déjala, se le va a pasar”, jaja. Yo estaba muy metida en mi mundo: no comía nada que no fuera lechuga, relinchaba todo el día, dormía en el suelo y me hacían trenzas porque eran mis riendas… Mi mamá no sabía qué hacer, lloraba y lloraba, porque creía que yo tenía un rasgo esquizofrénico.
Vivía en un barrio de Concepción, cerradito y chiquito, de ocho casas. ¡Todos los niños eran hombres! Yo era la única mujer y, aparte, la más chica. Me acuerdo perfecto. No querían jugar conmigo y en mi casa siempre me alentaban a ir con ellos, y yo salía con mi vestido, cruzaba la puerta y escuchaba: “¡Una niña! ¡Corran!”, y se subían arriba de los árboles y se encerraban en las casas; y cuando me entraba, salían todos de nuevo... Recuerdo ese rechazo, en el corazón... Mi mamá fue a hablar con la mamá del mayor de ellos. “Por último no se arranquen de ella, que juegue sola”, le pidieron... Me fueron a buscar todos los niños del barrio para jugar y dijeron: “Puedes jugar con nosotros, pero de ahora en adelante te llamas Jorge y eres un niño”. Y yo era Jorge y era un niño. Llegaba del colegio y me transformaba en hombre. El pelo tenía que tenerlo todo pegado con gomina; se me salía un pelo y lloraba desconsolada porque ya no jugarían conmigo; me vestía de hombre y finalmente me terminé creyendo Jorge. Después nos cambiamos de casa y Jorge se diluyó en el ambiente. Pero lo logré.
El colegio fue súper difícil para mí; hoy día la veo así. Me diagnosticaron TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) hace muy poco. Me habían diagnosticado de chica, pero no tuve tratamiento y fue muy loco, porque mi papá es médico y mi mamá enfermera:”casa de herrero cuchillo de palo”. Estaba recién en pañales (el conocimiento de) esta condición y te daban remedios que te cambiaban mucha personalidad. Fue bien complejo, estuve en un colegio súper exigente, la Alianza Francesa, muy enfocado al éxito y el resultado... Todavía no sé cómo salí de ese colegio, jaja, pero lo logré. Todo lo que se tomaba como “exitoso”, yo no lo tenía; era mucho más creativa, de ideas y otras habilidades. Era muy desordenada y busquilla.
Siempre he tratado de adaptarme y buscar el riel tipo “quiero esto, ¿cómo lo hago a mí manera?”, y mis maneras pueden ser bizarras. Creo que todo viene un poco del TDAH, una condición muy bonita, pero extraña a la vez; juega mucho con tu creatividad, siempre estamos en busca de dopamina, de nuevas emociones sino quedamos catatónicos; y también creo es importante de visibilizar; mucha gente dice “ay, todos tenemos TDAH”. El TDAH tiene ciertas conductas muy inherentes a cómo se vive la vida hoy, pero no todo el mundo lo tiene, ¡de verdad no! Tienes diecisiete voces en tu cabeza, 24 horas, que no las puedes manejar. Horrible.
Estudié Sicología y, mientras estaba en la universidad, siempre fui una trabajadora, me gustaba tener mis lucas. En un principio lo hacía porque sí; después, ya un poco por necesidad porque. A mis 20 años, mi papás se separaron y no fue una separación muy civilizada; hubo ciertas carencias. Trabajaba mucho en eventos. La primera vez que me llamaron y que dije “de algo me sirvió al colegio”, jaja, fue para la FIDAE (Feria Internacional del Aire y del Espacio), y necesitaban una niña que pudiera traducir; y yo no era traductora, pero hablaba bien francés. Me pagaron como “promotora-anfitriona” y traductora. Empecé a agarrar pegüitas. Siempre fue todo muy random, aleatorio y fortuito. Me llamaron a un casting para animar un programa de autos en un canal regional... Quedé. Hice la conducción por cinco años, prácticamente toda mi carrera universitaria. Nació un ladito B, lo encontraba entretenido. Nunca pensé llegar a Santiago, no estaba dentro de mis planes. Después me empezaron a salir otras pegas de modelo; me llamaba la atención porque me pagaban y lo pasaba súper bien.
Conocer nuevas realidades. Ahí siempre estará mi vocación de psicóloga. Mis viajes para mí —más allá de cómo los muestre en el programa— son cómo los vivo, y el por qué me apasionan no tiene nada que ver con el foco del contenido que hago, tiene que ver mucho más con mi área. Me gusta mucho analizar las sociedades, soy bien ñoña en ese sentido: entender a la gente y los entornos. Me es súper enriquecedor sentarme una tarde entera a mirar... a mirar... Para mí es más panorama que ir a la playa. Me carga la playa. Me dicen: “Veo tu instagram y pensé que eras la reina de la playa”. Me hacen ir y es un tortura. Voy a la playa porque el foco del programa se transformó en algo turístico, o buscar actividades más frescas o nuevas. La industria del turismo ha ido evolucionando un montón y obviamente tienes grandes hitos en cada ciudad, pero hoy la oferta de experiencias es TAN grande que puedes hacer cosas que muchas veces la gente no conoce.
Mi abuela, desde chica, decía: “Tienes que ser periodista, no te equivoques”. No sé si me habría gustado estudiar Periodismo; la carrera que elegí es hermosa, y súper comodín, sirve para todo: es el comportamiento humano. No me arrepiento para NADA. Me arrepiento de realmente haberla dejado totalmente en el baúl de los recuerdos porque, si bien es muy lindo el camino que he recorrido, tenía esa vocación; de alguna u otra forma la suplo, porque como el proyecto igual es propio, trato de meter mis cosas, y sé que algo queda... pero claro, me faltó eso. Me habría gustado ejercerla más.
El viaje aparece en mi vida a los 17 años. Me fui de intercambio a Estados Unidos, a Houston (Texas). Me encontré con el high school de las películas. Pasé de ser “la popular” a “la latina”. Yo era rubia, entonces se acercaban a mí los “tops” y me decían: “Hola, ¿de dónde eres?”, y yo decía que era latina y era totalmente discriminada por ser latina, DISCRIMINADA. Me terminé haciendo amiga de los latinos... ¡Lo pasé increíble! Pero viví eso de las “porristas” a un lado y los “raritos” al otro, y los latinos éramos los “pungas”, como “cuidado, vienen los latinos, te van a robar”. A veces, en algunos ramos, me tenía que sentar sola, porque era latina y nadie se quería sentar conmigo. Mis compañeros todos trabajaban y tenían auto; mini adultos. Empecé a relacionarme con adultos de mi edad, y esta hambre de saber más. Estuve tres meses, con una vida totalmente ajena y llegué cambiada. Me dejó esta sensación despierta. Y ya cuando empecé a viajar de nuevo, me reencontré con eso: entender cosas que pasan en una sociedad súper distinta.
Mis papás se separaron cuando yo tenía 20 años. No sé si me marcó a mí, pero tengo una relación muy simbiótica con mi hermana menor, que tenemos nueve años de diferencia, es mi mejor amiga. Lo que más me dolió fue que ella tuviese que vivir experiencias fomes tan chiquitita. Yo ya estaba más formada y tenía mi núcleo; ella no vivió con su papá hasta los 21 años; yo sí, y era su regalona... A mí papá lo dejé de ver desde ese día hasta NUNCA MÁS.
Si bien la separación de mis papás fue súper heavy, no tendría nada de lo que tengo hoy si no hubiese sido así, porque marcó mi vida familiar y me llevó a tomar ciertas acciones con mi mundo laboral, de meterme en otras cosas. Si eso no hubiese pasado, estaría en Concepción, sería sicóloga... es súper probable que mi vida sería como la de todas mis amigas. Si yo le hablara a la Dani de 15 años y le dijera esto, me diría: “Estai hueveando, ¿qué estai haciendo?”. Pero dentro de todo, ha sido un camino que elegí y no me arrepiento: hoy estoy dónde quiero estar y de la forma que quiero.
La desaparición del padre, independiente de que tengas más o menos herramientas, igual afecta y, sobre todo, lo ves después en relaciones, cómo te relacionas no solamente con parejas, esos pequeños vacíos, preguntas o cosas sin resolver, van haciendo que inconscientemente tengas quizás ciertos tipos de relaciones, formas de reaccionar o tipos de sentimientos, que obviamente tienen que ver con eso. Sé que me afectó en lo profundo, no en lo inmediato.
Me viene a Santiago el 2010 por el verano —justo en el año del terremoto, que quedó la real embarrada—, a hacer eventos, fotos y gráficas. Conocí una niña que trabajaba en Calle 7 (TVN), nos hicimos bien amigas y me invitó a acompañarla a un casting, que era para un programa de TVN animado por Julián (Elfenbein), Un minuto para ganar. De repente salió la productora y me dijo: “¿Tú vienes al casting?”, le respondí que “no” y mi amiga me dijo: “Dale, hazlo, hazlo”. No fui preparada ni nada... y quedé, jaja. Estuve en ese programa como dos años y me quedé en TVN. Nunca tuve las ganas de no ejercer mi carrera, pero me fui quedando.
En Calle 7 la pasé súper bien. Se habla muy mal de los programas juveniles; no sé cómo habrá sido en otros canales, pero entré por un director increíble, Pablo Hernández. Era un equipo maravilloso y que, además, se preocupaba mucho de “sus niñitos”. Era de corazón, sabían que trabajaban con adolescentes o gente joven que no sabía manejar bien su ego ¡Era una locura! Era como un jardín infantil, pero muy bien manejado. Nos castigaban cuando se nos subían los humos. Me vine a vivir a Santiago, sola, y Calle 7 era de 10 AM a 9 PM, todo el día, y muchos eran de afuera. Era como una familia o un internado. Me quedaron amigos, como la Eliana Albasetti, que son como del colegio, que los dejaría entrar a mi casa; no dejo que todo el mundo entre a mi casa.
Siempre mi foco fue hacer un programa de viajes, lo vengo peleando hace más de ocho años. Obviamente era súper loco decir: “Hola, soy de Calle 7, quiero hacer un programa de viaje”, sin tener un plan sin nada. Me fui a CHV, estuve en Sabingo, empecé a interiorizarme en la franja cultural y de a poquito las cosas se dieron; como un puzzle armándose, mi cabeza empezó, al fin, a hacerse a la figura de cómo podía hacerlo. Todo lo que hacía era para viajar, siempre muy inquieta con eso.
Estaba haciendo El tiempo en CHV. “Ser ‘la niña de el tiempo es bacán’”, me decían. Obviamente soy una agradecida de la oportunidad, pero soy poto loco, dando el tiempo me habría matado a los tres meses; me habían ofrecido contrato para quedarme. Vino la pandemia y fue un minuto de un antes y un después: con mi marido habíamos decidido partir de cero y ver cómo podíamos darle forma. Renunciamos a nuestras pegas. Teníamos planificado irnos un año entero. Desarmamos el departamento, vendimos el auto y nos fuimos, sin ningún foco, sólo a alimentar un sueño de vida... Como estaríamos afuera, pensé ofrecerle a Sabingo un contenido de “chilenos que vivan fuera” y muestren los lugares. Patudamente, fui, toqué la puerta y me dijeron: “Probemos”. Mandé dos capítulos y nos pidieron uno todas las semanas. Fue un “win-win”, me pagaban muy poquito; para mí, era mantener un nexo. El riesgo de no volver a la TV era absoluto. No sé si me interesaba tanto volver a la tele, pero tenía esa inquietud de haberme quedado con la bala pasada con un contenido de viaje, pero estaba dispuesta a no volver a la tele.
Empecé a hacer mucho contenido en redes sociales. En esa época no era tan común irse a viajar un año. Instagram recién agarraba mucho vuelo y gente me escribía “eres mi teleserie” y “veo que hiciste en el día”. Me hicieron una nota en La Cuarta que titularon: “Dani Urrizola es pionera en turismo digital”... Es súper común, mucha gente lo hace, pero pusieron que era “pionera” y después de esa nota dije: “Wow, estoy diciendo algo”. Me acomodaba mucho el formato y partí haciéndolo de corazón, sin una marca detrás; era embajadora de una que otra marca, pero nadie me estaba pagando: todo lo contrario, pagaba yo. Empecé a compartir mis datos, todo genuino, real, nomás porque quería compartirlo. Existía este mundo más allá de la tele.
En el matinal La mañana (CHV) no lo pasé muy bien. No es culpa de alguien en particular; es que no entro en ciertos juegos, no me gusta ni me siento cómoda. Entiendo perfecto cómo es, pero lo encuentro cruel, porque tienes que comerte al otro para brillar; la tele en general se mueve mucho así. Prefiero alegar, gritar, buscar mi oportunidad, armarla; pero estar con el codazo, no... Venía llegando de este viaje eterno de un año, con la cabeza en otra. Llegué un martes, y todavía no tenía casa ni dónde quedarme, y el viernes ya estaba sentada en el panel. Agarré el celular y le escribí a César: “¡¿Qué estoy haciendo acá?... Aparte tengo sueño”, JAJA. Era una locura porque había trabajado en tele con rostros importantísimos, pero nunca a la par; a un lado tenía a Carola de Moras, Rafa Araneda y Pamela Díaz. Fue caer en las grandes ligas y saber manejarse muy bien; pero no es juego de niños, es un poquito más maquiavélico, y creo que no estaba tan preparada en ese minuto para sentirme cómoda y hacer valer mi forma de ser.
Con la Pamela Díaz fue complejo. Yo estaba partiendo, hubieron ciertos comentarios y cosas que ocurrieron que —para mí— hasta hoy no entiendo ni entenderé nunca. Pero sacándola de esa experiencia, la encuentro un tremendo personaje de tele. No sé si es necesaria, pero creo que la tele está en una corriente en que las cosas son más con los pensamientos y formas de antes; y por ahí, esa forma de ser todavía vive en ese mundo. No tengo ni un problema con ella. Si tuviera que el día de mañana trabajar con ella, soy bien profesional; mi amiga no será, porque no actuamos de la misma manera, somos muy distintas... (Pero) la encuentro la raja, hasta veo su programa y me cago de la risa. La encuentro súper guerrera; lo pasó mal, quizá no se le valoró su trabajo en algún minuto; y ha logrado mantenerse vigente, reinventarse una y otra vez, y es AGOTADOR, pucha que hay que tener ganas, y es valorable.
Estoy súper agradecida de la oportunidad de Sabingo, porque hice de todo: animé el programa, hice mucha cultura y viajes por todo Chile, y me dieron una sección que me encantaba, que la propuse, y era buscar emprendedores quisieran proyectos sustentables... Después me empecé a sentir incómoda con las secciones que estaba teniendo, porque sentía que me estaba diluyendo; estaba quizá formándome como comunicadora, pero no era lo que quería.
Tengo un tema brutal con la inconsecuencia, un rechazo a la inconsecuencia. Me ha jugado en contra, muy de decir realmente lo que pienso y siento. No puedo evitarlo, no puedo fingir. Soy neurodivergente, no me resulta... Al principio aprendí a enmascararlo muy bien, porque entiendo que la industria es compleja, muy de caretas y distinta a mi esencia... Ya después me empezó a molestar, que fue cuando salí de CHV y dije: “El único motivo por el que volvería sería con mi propio programa de viajes, producido y hecho por mí, con mis reglas”. No digo que mis reglas sean buenas ni que yo sea increíble, para nada; pero no quería estar de nuevo siendo la pieza de un ajedrez: “la mina”, después “la inteligente”, “la divertida”, y así jugaban con uno como personaje. Es parte de lo que aceptas dentro de un canal; pero tenía muy claro lo que quería y anhelaba demasiado, y necesitaba tiempo.
Cuando entras en la dinámica de ser una pieza de un ajedrez, se distorsiona el foco y juega mucho con tu ego; si estás en televisión, tienes ego, todos lo tenemos; yo, también. En Sabingo pasaron cosas que me pasaron a llevar mucho en el ego y me dolieron un montón, y me di cuenta de que yo era parte de una estrategia grande; era una pieza, y no era algo personal, no era contra mí. Lo entiendo hoy. Pero inevitablemente cuando quieres crecer, muchas veces la única que puede cuidarse eres tú. De repente, me sentí poco cuidada; por ejemplo, creo que mi rol cambió mucho en esos años, no hubo una voluntad de cuidarme, ponerme en programas que no me acomodaban y que dije mil veces que no. Era un régimen de muuucho trabajo, viajaba toda la semana, reventada; llegaba al aeropuerto a las 3 AM, para tomar un vuelo a las 5 AM, cambiarme de ropa en la carretera y para grabar hasta las 11 PM. A ratos la pega era inhumana. Sé que estaba buscando un espacio, pero ¿por qué tiene que ser así? Para mí, es un trabajo, ¿pero por qué ser básicamente tu esclava? No po’. Me hizo un poco de ruido, sentí que se fue perdiendo el respeto. Es un valor intransable.
En la pandemia con César (Norambuena, su marido) empezamos, entre cuatro paredes, dando vueltas, preguntándonos: “¿Qué hacemos?”, vueltos locos, somos de movernos. Armamos el proyecto Viajando ando, lo presentamos a Mega, nos lo aceptaron el programa por editorial, y yo (justo) había entrado como rostro de Viajes Falabella. Un día en una reunión que me preguntaron: “¿Qué estás haciendo?” y les respondí que “un programa de televisión” y decidieron comprarlo, a ojos cerrados. Confiaron. Suena súper cliché, pero si va dando de esa manera es porque tenía que ser. A lo que anhelabas tanto, de alguna forma, le diste el riel. Que Viajando ando tenga toda estas temporadas, y que le vaya bien, es un trabajo consciente, lo buscamos, pero muchas cosas se dio porque tengo una buena estrella. No soy de ir a tocar muchas puertas; el que está a cargo del proyecto en Mega lo he visto cuatro veces en cuatro años. Me gusta trabajar y quise cambiar las reglas.
Grabar en pareja es muy poderoso creativamente, pero, al mismo tiempo, deteriora un montón. Uno ve la cosa exitosa, propia, que le va bien; pero no me gusta hablar mucho de eso, porque no siento que soy un referente al respecto, y es un camino que todavía estoy caminando. No podría decir cuál es la clave. Nos hemos equivocado mil veces en el camino, pero hemos logrado tener un hijo que se llama Viajando ando, todavía, y crece, jaja... Pero generas una relación (de pareja) distinta y que no puedes compararla con ninguna más, porque no conozco a nadie que haga lo mismo; no tengo un referente. Es súper difícil; tenemos que transar en ideas y muchas cosas entre los dos, y no siempre hay acuerdo. Y la conversación distinta a con un productor x, con quien tienes un filtro o límite. Acá se hablan las cosas en la mañana, a la 1 PM, a las 6 PM… no es “voy a calmarme y mañana le diré”.
Viajando ando fue un sueño, algo increíble, pero hoy día el proyecto ya tomó una forma y peso, hay involucrados con un canal grande, y gente que le está apostando. No podemos estar metiendo nuestros problemas personales (de pareja). Hemos grabado separados, juntos, indignados y ni ahí, todos los moods imaginables en cada temporada. Y de repente incluso creo que le da, no sé si morbo de “estos se separaron”, pero como es un programa súper orgánico y real, todo se nota. El otro día íbamos por el aeropuerto y una señora le dijo a César: “¡Tú!... ¡Deja de tratarla mal... Ella es increíble, ¡te odio!”. Lo increpó, jaja. La gente toma parte. Hay veces en que él es el supuesto pesado, pero a veces soy yo. Van mutando las cosas. …¿Cómo está la relación hoy (de pareja)?... Ahora estamos trabajando en esta cuarta temporada y vamos a seguir trabajando en esto.
La gente que ve mi programa o las redes cree que vivo la vida de Bilz y Pap, y juro que no vivo la vida de Bilz y Pap; muy lejos de serlo. Es muy demandante la pega, porque viajamos dos personas, hacemos pre y post producción y después (promocionar en) redes sociales. En el 2022 sufrí una parálisis facial. Fue bien loco todo. Yo estaba en plena separación, no estaba en un buen momento, con mis defensas muy bajas, muy estresada, pasando por una depre y media confundida. Me hice un tratamiento muy básico, se me infectó un lado de la cara y me vino esta parálisis que —la verdad— ni los doctores a los que fui tienen una explicación. Fue súper duro. Tuve que aprender algo que hoy lo agradezco desde que me recuperé, quizá no al 100%.
Partía la segunda temporada del Viajando ando, me tuve que sentar y decidir: “¿Se acaba todo o le doy?”, sin preguntarle al canal ni nada. Decidí hacerlo y dije: “Si ahora me echo a morir, me quedaré en el espiral de la mala onda forever”. Hasta ese minuto, nunca se había cuestionado, por ejemplo, si yo era bonita o fea; siempre había tenido la fortuna de tener una apariencia televisiva, y dije: “No po’, ¿y qué pasa si tengo una parálisis en la cara? Haré mi programa”. Y lo hice. Recibí hartos comentarios fomes en redes sociales, y del canal. Supe que —en algún momento— quisieron poner a x persona porque tenía mejores primeros planos que yo, en mi propio programa. Supe esto, pero cuando pasó ya más formalmente dije: “Dale, haz tu programa, pero me quedo con el mío”.
Fue fuertísimo ver los programas al aire, estaba mal. Había dejado de tener una herramienta, la imagen, que yo no entendía lo poderosa que era hasta que la deje de tener, y para la tele la imagen es demasiado importante; pero me di cuenta que la imagen es importante para dos o tres cabecillas que manejan la tele; para la gente, no. La segunda temporada fue la más exitosa de todas, y yo estaba mal; no era bonita. Es súper fome, porque sólo le pasa a las mujeres; el hombre puede envejecer tan bien en la tele, pero la mujer siempre tiene que estar luchando contra la vejez y el peso, porque nos han hecho creer que para estar en la tele hay que ser bonita. Hice la segunda temporada con una parálisis facial terrible, arrastre por años las secuelas, tampoco volví a ser “bonita”. Hice un programa, Hijos del mar, que me embarqué en altamar y también pensé: “¿Habré hecho lo correcto?”, porque todas andan con su maquillador, con esto y lo otro; y me embarqué sola, no teniendo herramientas que me ayuden un poquito, a cara lavada y pensé: “Tengo que valer por lo que soy, mi talento tiene que ser otra cosa; porque sino estoy mal yo, porque voy a envejecer, ¿y qué voy a hacer?”.
Me he reconciliado con mi físico, pero sería súper mentirosa decir que no me afectó; fue horrible, lo pasé súper mal. Viví en carne propia el discurso dando vuelta con el “body positive”, que no es tan real: en la práctica, para el medio en que yo trabajo, no es así. Fue duro, pero también fue bonito, porque conocí el lado de la moneda en que había quizá marcas a las que les interesaba más mi historia.
Estoy hace un año sin bótox, pero me autorizaron para ponerle el 6 de diciembre. Me lo tuve que sacar para evaluar bien las secuelas (de la parálisis y la infección). Y de la vista estoy mejor; al principio, de lejos no veía nada por uno de mis ojos; no me recuperé al 100%, pero hoy es súper difícil hacer esa evaluación, porque fue hace años, hay un deterioro natural del ojo; quizás vería un poquitito mejor si es que no me hubiese pasado nada, pero igual habría perdió un poco de vista por desgaste natural. Me operaron el ojo hace muy poquito; esperé dos años y medio esta operación. Perdí visión de un ojo, no me abría, y empezó a abrir de a poquito.
Le tenía miedo a volar en avión. Ya no. No sé qué pasó. Fue terapia de shock, con la cantidad de veces que me subo. He vivido turbulencias satánicas. La peor de todas fue espantosa, en un país que estaba entrando en guerra con Irán; fue un vuelo en que nos devolvieron, y no podían aterrizar. Fue caótico. Después de haber vivido turbulencias grandes —aunque creo que tengo más probabilidades de morirme en un avión que en cualquier parte, jaja—, pongo la sumatoria de vuelos, y mi cerebro aprendió. Y aprendí que los movimientos grandes son normales. Viví uno gigante y nunca he vivido otro peor; así y todo, no pasó nada.
Las corridas de toros han sido lo que culturalmente más me ha chocado. Cuando viajas y conoces culturas realmente opuestas a la nuestra, hay un trabajo heavy; de alguna forma, no validas muchas cosas, pero los logras comprender. Pero las corridas de toros ni siquiera las puedo entender, porque las vi, fui, estuve, en el 2024; y me paré y me fui gritando: “¡Son unos enfermos, asquerosos, asesinos!”. Tampoco tengo el conocimiento completo, pero detrás hay un ritual heavy, una argumentación e historia bien armada, pero cuando lo ves, se te cae todo... Para empezar, no es una lucha justa para el toro: el torero sale los últimos tres minutos sólo a enterrarle el estoque; lo cansan por horas, entre siete personas y entran caballos. Cuando el toro ya está en el suelo, entra el torero y lo mata... ¿Qué es eso? Tírame al torero y al toro al mismo tiempo po’.
China es un destino pendiente, donde partió el Covid, Wuhan. Soy de destinos medios locos, que no tienen que ver mucho con el Viajando ando; por ejemplo, fui a Chernobyl. Me gustan los lugares que simplemente me dejan el cerebro dado vuelta. El dark tourism es lo que me apasiona, el turismo más “extraño”, que no tiene que ver con lo paranormal, sino con historias que no todo el mundo abarcaría.... En otro formato (no para televisión) me encantaría hacer un programa en que pudiera explorar esos destinos, porque siento que es bien personal, y sé que llegaría la gente que tiene esa inquietudes. Pero siento que la televisión es un poco más transversal-masivo, en el sentido de que hay que cuidar para no herir susceptibilidades. Es un trabajo heavy traspasar lo que siento para que el otro también lo sienta y entienda el motivo detrás.
Me encantaría mucho seguir explorando lo digital. Si bien lo tengo súper presente en mi vida, no tengo tanto tiempo entre la radio (Universo) y el programa. YouTube es un pendiente en mi vida. Pero estoy contenta, porque habiendo hecho el Viajando ando tanto tiempo, sabría cómo abordar YouTube. Me siento súper entusiasta en ese aspecto; sería un paso natural. Ya tengo la idea. Necesito tiempo, más horas, jaja, y energía.
Viajando ando lo proyecto absolutamente a largo plazo; siento que no tiene un formato tan esquemático, sino que ha mutado orgánicamente e irá siempre cambiando. Siempre estamos tratando de mejorar y hacer cosas distintas. Nos gusta mucho y le va bien. Viajando ando tiene la posibilidad de vivir en varias partes, no necesariamente en la televisión; hoy día está en el Mega, increíble, pero mañana puede estar en otro canal, o ser algo más chico, dividido en diez, en YouTube. Esa es la ventaja de haber creado algo propio. Depende de nosotros hacerlo vivir.
Siempre me preguntan: “¿Qué viene ahora? ¿Qué te gustaría? ¿Siguiente paso?”. No estoy cerrada a explorar otras cosas, ¡para nada!, pero me tiene que hacer sentido y ser consecuente con mi espíritu. Me veo en un montón de formatos, básicamente porque me gusta decir lo que pienso, pero tengo mucho respeto y hay cosas que no haría... como animar el Festival de Viña, ¡jamás! Respeto mucho a la animadora, la Karen (Doggenweiler). No tendría las patas.
Hijos del mar (Mega) está avanzando, existe la intención de una segunda temporada, y voy de cabeza. Me encantó. Lo tomé como un desafío más allá de un proyecto de tele, en Concepción, con los pescadores del Bío-Bío, yo soy de allá, crecí con compañeros que su papás trabajaban en esto. El viaje es horrible de sacrificado, heavy, no es por estar con doce hombres un mes; es la parte entretenida, los hombres son súper simples en el trato y me encantó la relación que se formó. Hijos del mar es más allá de ir a pescar, es también parte de nuestra cultura e historia país. Lo tomé porque era un viaje distinto; si hubiera sido un programa de otro corte, no me habría generado tanta motivación.
Hice harto viaje por Chile para Sabingo y esa espinita de conocer todo Chile, verlo, me la saqué. Pero me gustaría hacer algo por Chile, no ahora, ver cómo ha crecido el turismo, compararlo con lo que he visto en otros lados. Vas a cualquier parte del mundo y dicen: “¡Oh, Chile!”; nos tienen considerados como uno de los países más lindos del mundo. Somos un país muy bonito. Cuando partí viajando siempre me encandilaba, volvía para acá y encontraba todo “buuu”. Hoy voy a otro país y digo: “Vivo en Chile”, orgullosa, “nada de lo que me muestren me asombrará”.
Mi papá murió hace muy poquito, un par de meses. Fue muy loco la última vez que lo vi después de más de veinte años. Le dio un cáncer, estaba muy mal, en las últimas y me fui a despedir. Fue duro. No sé si yo tenía tantas cosas pendientes; hizo lo que tenía que hacer, crea yo que está mal o no, es su decisión, no puede revertirla. Pero sí fui a abogar para que conociera a mi sobrina... y no lo hizo. Finalmente no tenía tantas deudas con él ni él conmigo, independiente de todo lo malo que haya pasado entremedio, pero me dejó con una deuda ahí... me cagó po’, jaja, porque no quiso conocer a su nieta. Me gustaría entender. Nunca lo entenderé. Nunca entendí por qué decidió desaparecer. No quiso que fuera nadie de su familia al funeral, ni sus hermanos. No sé ni dónde está enterrado. Es raro, pero fue su decisión. No me genera nada. A lo mejor todavía es muy reciente, quizá tengo que masticarlo más. Quizá en el futuro me traiga alguna consecuencia media inconsistente y diga: “Ok, tengo que volver atrás y saldarlo de alguna forma”.
El TDAH me lo diagnosticaron hace unos meses. Estaba muy estresada y sentía que no podía abordar muchas cosas como una persona común. Hice el análisis para atrás. Siempre tuve muchos temas con las relaciones sociales, llegaba a un lugar y lo primero que decía era “soy rarita, si digo algo loco, perdónenme”, jaja. Siempre me sentí extraña, diferente. Empecé a investigar un poco. Tengo una amiga que es muy referente y que también se lo diagnosticaron de adulta; ella me recomendó el neurólogo. Me hicieron escáner cerebral, y soy así, marcada una línea en el cerebro. Estoy en la búsqueda de cómo abordarlo, porque, si bien existe medicación, que son anfetaminas —siendo súper hiperquinética—, busco expertos que vayan por el lado de la sicología y lo conductual.
Fue un alivio. Antes de que me dieran el diagnóstico (de TDAH), cuando me hice el escáner estaba: “Mañana tengo la respuesta... ¿qué me va a pasar si sale ‘no’? ¿Y si es ‘sí’?”. Las dos opciones eran igual de potentes, pero siento que esperaba el ‘sí’, porque era como “¡bien!, ya entiendo toda mi vida para atrás”. Y también venía este duelo de: “Pucha, ¿cómo habría sido mi vida si yo hubiese vivido realmente sabiendo esto?”; pero, por otro lado, hay miles de cosas que no habrían ocurrido: hoy no estaría viajando si no tuviera la condición que tengo, porque soy obsesiva, porque a lo que me gusta le doy todo y porque, de verdad, esta condición es una bendición si la llevas bien, porque tienes talentos que el cerebro más “común” no. Si no fuera por esto, no tendría todo lo que tengo hoy.
Me hice mi primer tatuaje en agosto, la patita de la “Lupita”, mi perrita, jaja. No soy de tatuajes. Me encantan los tatuajes en el resto, pero no en mí. Como no tuve hijos, mis perritos siempre han sido mis hijos; han sido mi compañía. Mi primer chiguagua, que murió de viejito, a los 16 años, lo tuve en la universidad y me lo traje de Concepción. Son parte importante de mi cable a tierra. Sé que suena cliché y que hay gente que dice: “¡No, no son como los hijos!”, y lo entiendo perfecto. La “Lupita” es la que me queda, y es mi amiga po’, y el “Taco” era mi hijo.
La maternidad es un tema cerrado, pero nunca dejará de ser un tema. Puedo estar súper empoderada y tener un discurso súper claro, pero soy humana también, y siempre uno se cuestiona: “¿Y qué habría pasado si...?”. Dentro de la decisión que tomé, será siempre una pequeña sombra: “¿Cómo habría sido mi vida? ¿Habría sido mejor o peor? ¿Fue una buena decisión o no?”. Me lo cuestionaré siempre. Pero también me hubiese cuestionado si hubiese tenido hijos: “¿Qué habría pasado si no hubiese tomado esta decisión?”... Lo que hago hoy es incompatible con la maternidad. Estoy acá, máximo, seguido, un mes y medio. Viajando ando es un destino por un capítulo, me voy a África o a Corea para UN sólo capítulo.
Amo a mis seguidores en Instagram, son bacanes. Al ser más de “nicho”, me llega gente a la que le gusta ese contenido y no me cuestionan mucho. Le dedico harto tiempo a las redes sociales, quizá ahora no tanto. siempre fui muy de hablar; hoy lo hago menos, porque no quiero aburrir a nadie, JAJA. Ahora Viajando ando también tiene el Por el mundo, que es un programa de Mega con todo lo que hemos hecho en el Viajando, entonces estamos al aire desde las 4 PM a las 7 PM. Tampoco quiero saturar a la gente.
Cuando me dio la parálisis, un día me llegó un comentario en redes sociales de que me querían “matar”, y que “me iban a encontrar en una bolsa en una carretera”. Estaba viviendo todo este proceso más inestable psicológicamente, y me pegó heavy, porque dije: “¡¿Qué te hice?!”, “¿Por qué?” o “¿Qué pasa?”. Ha sido lo más chocante. No necesariamente por mí, también lo veo en otros influencers y personajes, como una muy amiga que tuvo guagua y tuvo que decir: “Me veo al espejo, sé que estoy ‘cuadrada’, no es necesario que me lo digan”. Lo encuentro súper violento y no hay límites. Antes a un rostro de televisión, si no caía bien, seguro lo descueraban en la casa, pero no iban directo a opinar.
En algún momento quise vivir fuera de Chile. Cuando empiezas a viajar, todo es perfecto afuera, no ves las cosas malas. Pero llegas a un punto en que empiezas a ver lo malo de afuera y a encontrar que donde tú vives no está tan mal; y si bien Chile es un país que ha cambiado ene, creo que es el lugar donde viviría por siempre... Todo puede ocurrir, pero hoy día, y desde hace varios años, mi país es mi país.
No me veo siempre en Santiago. Me gustaría incluso, un sueño, una utopía, vivir muy en el Sur, muy tranquila. Tengo una vida súper alocada hace muchos años. Siento que mi premio, en algún momento, podría ser llegar a eso. Me gusta mucho la Región de Aysén. Me encantaría tener un emprendimiento. Ahora estoy en mi búsqueda de posicionarme, establecerme, juntar mis lucas y lograr eso finalmente.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido conductora de tele, habría sido 100% sicóloga.
En mi época de estudiante de sicología en la Universidad del Desarrollo era dispersa total, muy amiga de mis amigas, súper enfocada en lo que me gustaba y motivaba; o sea, todo lo que me gustaba y motivaba era “¡fua, voy!” Todo lo que me gustaba lo lograba de una y otra forma, siempre, todo lo que quise.
Un apodo que tengo es “Lala”. Mi familia me dice así porque mi hermana me puso “Lala”. “Flo” también me decían en el colegio, porque cuando chico era igual a la “Flopina” de ¡Grande, pa! (serie de comediante argentina noventera), entonces los cuartos medios, que yo estaba como en 6° básico, me decían “La Flo, la Flo, la Flo...”; y ya por molestarme, todos me empezaron a decir así.
Un sueño pendiente es que el Viajando ando pueda estar en un horario más prime; lo siento preparado para eso... súper patuda, pero es verdad.
¿Un cábala? Soy súper creyente y la Virgen de Lourdes es mi piloto y yo soy su copiloto. Siempre le pido, y es tanto así que he ido a agradecerle a Lourdes, a Francia, ya cuatro veces. Cuando grabo, trato de pensar cómo cresta pasar por ahí, y lo logro. Me hace sentir segura.
Una frase favorita que estoy aplicando harto es “decirle que ‘no’ a alguien es decirte que ‘sí’ a ti”. En este mundo está muy sobrevalorada el decir a todo que “sí”... y eres malo cuando dices que no, pesado.
Un trabajo mío que no se conoce es que fui traductora de francés en la FIDAE. Y cuando estábamos haciendo el proyecto del Viajando ando, en un momento decía que “¡quiero producir!”, estar detrás (de cámara); e hicimos con César un programa que se llamaba Conectados con Eli, para la pandemia, online, y pusimos a animar a la Eli de Caso y teníamos a Gianella Marengo, y después el programa se lo llevó Canal 13; pero el proyecto lo inventamos nosotros.
Mi primer sueldo lo gasté en un computador, creo que fue con un team de Cristal, iba a Reñaca, a todos lados, ¡feliz, chocha, no hacía nada!
Un cantante favorito es Lucybell, amo a Claudio (Valenzuela). Y Taylor Swift me encanta, y estuve cuando quedó la cagada en Brasil, cuando murió una niña, grabando para el programa. Hicimos un concurso, llevamos a una swiftie al concierto —como no vino a Chile— y llegó una niñita chiquitita, de 19 años, y yo estaba a cargo, ¡me quería morir, qué miedo! Ola de calor. El día del show le dije que se tomara unas gatorades y me dijo: “Es que tengo una condición, disautonomía”. La miré y le dije: “¿No podías avisar esto antes? ¡Estamos a 50°C y te voy a llevar a un concierto, y ahora me dices que te desmayas en las filas!”. Me quería morir, a cargo de ella, sola. Se suspendió el concierto, la niña se puso a llorar y pensé: “Nos quedamos hasta que decida cantar de nuevo, no la podemos llevar de vuelta sin ver a la Taylor”. “Ok”, me dijo César, “pero yo me tengo que ir”. Y me quedé ¡sola! con ella y la llevé al concierto, y grabé todo sola para la tele. Yo estaba feliz.
Una pasión escondida es la cerámica, me gusta mucho, pero no tuve tiempo para seguir.
Un talento oculto es que me sé el lenguaje de señas, hablo con sordomudos. Lo aprendí con un show de Chucha, que yo era FAN. Me sabía las coreografías y todo. Su show era de un valor inconmensurable, era de los primeros programas en que se hablaba de inclusión. Y ella enseñaba todos los días, de lunes a viernes, lenguaje de señas un bloque entero; me sabía el abecedario y después los gestos. Aprendí y nunca se me olvidó, hasta hoy. Puedo hablar perfecto con un sordomudo.
Una película que me hace llorar es La sustancia. El trasfondo detrás, más allá de la puesta en escena gore y toda la cuestión, te deja pensando mucho, sobre todo porque me resonó bastante. Tuve que pelear con eso, estando en televisión, donde la imagen es súper importante, donde me hicieron creer por muchos años que era LO ÚNICO que tenía. Esa película tiene que ver un poco con eso, con los límites, mostrados de una manera burda, y que realmente ocurre, porque es burdo lo que hacemos muchas mujeres por lograr mantener esa “vigencia”. Hay mucho discurso dando vuelta, pero de la boca para afuera; realmente no ocurre.
Creo en el horóscopo; más que en el horóscopo, en los signos; cuando alguien es Géminis, es súper Géminis. Soy súper Escorpio, y eso define realmente el 99,9% de lo que hago, lo que vivo y todo lo que puede haber detrás de cómo me muevo: soy súper leal, si me buscas me encuentras, pero somos buenos.
Si pudiera tener un superpoder sería, por ejemplo, en un segundo llegar a Providencia. En un momento era leer la mente de las personas; hoy no... ¿Pa’ qué? Soy más feliz así, entendiendo más lo que yo pienso y siento que el otro. Se está poniendo mucho el foco en lo externo, cuando finalmente dentro es donde hay que construir.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, serían Jesús, Mahoma y el Dai Lama, por la religión. Si te pones a analizar todas las religiones, te das cuenta de los puntos de encuentro y que la religión básicamente es una. Cuando fui a Jerusalén, para mí fue como: “Cresta... ¿qué pasó acá?”; estaba el cuadrante de los musulmanes, y todos los “enemigos” están mezclados, y son los judíos los que cuidan el Santo Sepulcro, y te vas dando cuenta, ahí, de que la religión es una... Invitaría a ellos tres, a ponernos de acuerdo, jaja.
Daniela Urrizola es rupturista, en el sentido de que si parte nadando a favor de la corriente y, si en algún momento decide darse vuelta, lo hace; le gusta jugar con sus propias reglas y crecer en sus cosas. Se considera creativa, inquieta y las partes que no le hacen sentido o le generan injusticia, la movilizan mucho.