En medio de días convulsos por los incendios y la muerte del expresidente Piñera, habla sobre la contingencia, prepara su debut en TVN con ¡Ahora caigo!, repasa su propia vida y obra, con adicción y rehabilitación incluida.
“Algún día estaré ahí”, manifiesta Daniel Fuenzalida Ferdinand (51) mientras recorre el pasillo que une las oficinas ejecutivas de Televisión Nacional, y apunta a una de los cuadros de rostros que han tenido programas icónicos en canal; en este caso, el de Pedro Carcuro, con el De pé a pá, pero también están otros como Felipe Camiroaga y Karen Doggenweiler con La gran sorpresa, o Monserrat Álvarez en La cultura entretenida.
Ya sentado en una sala de reuniones en TVN, el conductor de tele y locutor radial comenta que hace un año intentó llegar a esta casa televisiva; y de hecho estuvo “al frente de donde estamos ahora sentados”, comenta. Le respondieron que no... Pero la vida da vueltas y hace poco lo buscaron para conducir ¡Ahora caigo!, programa de concursos que en Argentina tiene una exitosa versión animada por Dario Barassi; desde marzo se emitirá en de lunes a viernes a eso de las 19:00 horas.
En medio de días convulsos para Chile, el “ExHuevo” relata cómo un despacho televisivo por los incendios en la Región de Valparaíso desde Pompeya Sur, en Quilpué, le permitió ayudar y generar un vínculo con los afectados fuera de pantalla; y tras la trágica muerte de Sebastián Piñera, habla de la versión que conoció del ex-Presidente durante sus dos mandatos.
El ex-Me Late también repasa los dolores y dichas de su niñez, analiza su época de adicción a la cocaína y el copete; los quince años sobrio tras las rehabilitación; sus proyectos actuales tras dolorosos hitos como las muertes de sus padres, Patricio y María Teresa, en sólo tres años; y mucho más.
LA FIRME CON DANIEL FUENZALIDA
Mis papás, conmigo, buscaban una niñita. Como mis dos hermanos mayores son hombres, y tengo una diferencia de cinco y seis años con ellos, siempre mi mamá, María Teresa Ferdinand, se ilusionó con una hija. Creían que yo era niñita, como no había ecografía ni nada de por medio. No se sí me alcanzaron a comprar ropa, rosada en esos tiempos. Por eso no me tenían nombre cuando nací hombre; estuve como dos días en la clínica sin nombre. Llegué a la casa y mi abuelo materno preguntó cómo se llama la guagua, le dijeron que no tenía nombre y él tomó la determinación de que se tenía que llamar como los dos abuelos: Daniel Ernesto.
Viví en el barrio San Eugenio, muy cerca del Parque O’Higgins y del Club Hípico. Estudié en el paradero 7 de Gran Avenida, y estuve toda mi vida ligado a San Miguel y El Llano; todos mis compañeros eran de allá. Básicamente mi infancia la viví en los dos lados. Andaba en bicicleta por el Parque O’Higgins, que era como mi patio trasero y nos hicimos una especie de cancha bicicross donde está hoy el Movistar Arena, que era un estadio abandonado. Me gustaba mucho andar en bicicleta, recorría Santiago, con amigos que después se transformaron en compañeros de Bomberos; empecé como brigadier de bomberos a los ochos años, y a los dieciocho pasé a bombero.
Soy el menor de tres hermanos. Era muy mañoso para comer y sigue siendo un tema para mí. Mi mamá, María Teresa Ferdinand, con todo su cariño no estaba cachando que me estaba malcriando. Tengo varios primos y algunos con buena situación tenían casa en Algarrobo o en Las Rocas de Santo Domingo, y alguna vez que me intentaron invitar para un verano; finalmente se dieron cuenta que este niñito era un cacho, que no comía nada, que era un problema, y me devolvieron. A mis hermanos los convidaban y se quedaban todo el verano allá, y yo me quedaba en Santiago encerrado en un departamento, o en el parque, el club hípico o la calle, porque nadie me invitaba; y mis papás algunos veranos no tenían las condiciones para que saliéramos todos de vacaciones. Y me quedaba medio tirado por esto de la comida. Que no me invitaran me provocó un miedo al rechazo. Sentía y tengo un temor al día de hoy. ¿Qué me significa a mí? Sentía miedo porque me rechazaban, como “no invitemos a este cabro” o “qué cacho”. Me sentía como el patito feo, el señalado con el dedo. Me afectó harto. Me afectó ese rechazo y el, de alguna manera, no sentirse querido por eso.
Me pongo muy nervioso cuando me invitan a almorzar, hasta el día de hoy. Si esta entrevista era un almuerzo en tu casa, hubiese dicho que no, jajaja. Me hago el gil de repente, porque, de partida, la gente en Chile culturalmente te expresa el cariño con la comida. Entonces cuando llegas a una casa y te dicen: “Oiga, le quiero dar un platito comida”. Soy cero asquiento; si me ponen un plato de porotos, feliz, porque me gustan los porotos. El tema es cuando no me gusta algo —y no me gustan varias cosas—, no soy capaz de probarlo; y uno puede pasar por pesado o maleducado. Cuando me dicen “oye, te invitamos a almorzar a mi casa”, trato de correrme de eso, no me gusta.
No me gusta ni un derivado de la leche, cualquier comida que tenga salsa blanca o mantequilla. No puedo soportar que una comida tenga mantequilla; y casi todas las preparaciones son en base a mantequilla. Los postres los paso, me puedo comer un queque o una galleta, que sé que tienen mantequilla, pero que están elaborados distinto; soy un mañoso medio cuático. Cuando chico comía puré y un día llegué antes del colegio a la casa, y veía cómo mi mamá hacía el puré. Y de repente estaba moliendo las papas, y le puso una mitad de mantequilla... y cagué, jajaja. Nunca más pude comer, jajaja.
La maña con la comida tuvo una garantía: desarrollé la creatividad. Estaba muy solo, tuve que ser muy creativo, hasta el día de hoy me considero un gallo re-creativo. Me tenía que entretener solo. Me hacía autos, carretones, enchulaba mi bicicleta y pedía pega en los negocios del barrio para atenderlos. Desarrollé una creatividad bastante buena.
Repetí en 7° básico, cambié de curso y partí un tratamiento: me pusieron un corsé durante todo un año para enderezarme la espalda, y me hicieron un bullying bien pesado. Pero nunca le conté a mis papas. Veía que en ese tratamiento había un esfuerzo de ellos, no sólo económico, porque era caro, también mi mamá me llevaba tres controles a la semana con el doctor. Estos fierros me iban corrigiendo la columna, poniéndole distintas medidas; y además tenía que ir a tratamientos kinesiológicos, en la calle Antonio Varas. Yo podía leer que había un esfuerzo de por medio. ¿Por qué iba a traer un problema con esto (del bullying) a mis papás? Sentía como que “si digo que en el colegio me pasa algo con esto del corsé y la columna, quizás mis papás se complicarán y creer que lo estoy pasando mal, y les voy a traer un problema extra”. No quería sobrecargarlos. Es lo que leo hoy día; quizás a los doce años, no. Por eso no se los conté.
Una lección que me dejaron mi madre y mi padre, Patricio, fue la humildad, ver a toda la gente de la misma manera. Mi papás siempre me dijeron que lo importante en la vida es ser humilde. El trabajo, también; eso básicamente es de mi papá, que decía que las oportunidades hay que aprovecharlas, llegar a la hora y no faltar. Eso me inculcó siempre, la responsabilidad.
Tomé mamadera hasta los doce años, en botella de cerveza. No sé si se usaba en ese tiempo o a mí me gustaba. También tenía la mamadera típica de plástico, pero el chupete no me gustaba porque tenía otro gusto; la de botella de cerveza era más grande y quizá tenía otro sabor. Me acuerdo que tenía estas dos, pero yo elegí la de cerveza, que mi mamá me dio en esa, no sé por qué; y después empecé a elegirla, porque era de vidrio. Quizás mantenía la temperatura. La usé como hasta 6° o 7° básico.
Tengo muy pocas habilidades sociales; si me sacas la cámara me matas. Soy un gallo muy tímido; no se nota, porque cuando digo esto me responden: “Ah, ya, pero lo hiperventilado que eres en la radio y en la televisión”. Soy un gallo tímido, quitado de bulla en situaciones normales de la vida. No me hago notar, no digo “estoy aquí” y no soy el gallo que grita en la radio. Tengo poca habilidad para eso y algunas veces pasó —incluso— por pesado o quebrado. Por ejemplo, llego a un cumpleaños o matrimonio y me cuesta socializar. La gente dice “va a llegar este gallo a ser el alma de la fiesta y nos contará anécdotas’”... No. Cuando es directo y sin cámara, me cuesta mucho. Por ejemplo, si me regalan una camisa y la tengo que cambiar, me cuesta hacer ese trámite, por una cuestión de habilidad social.
Eduardo Ravani era mi profe la primera vez que consumí cocaína, sustancia que me dio como una “fuerza” en una evaluación. Ese momento marcó para mal mi destino. Lo que vi con la cocaína fue precisamente lo que hablé antes: validó y me sacó una personalidad que no tenía; no me dio pánico escénico ni miedo al rechazo, al contrario. Eduardo era un profesor muy exigente en el taller de televisión; era 1993 y yo tenía que dirigir un programa. Cuando un compañero me dio en el baño dos puntas de cocaína —que yo no sabía ni siquiera lo que era, con cuea me tomaba una cerveza ocasionalmente—, y me dijo: “Esto te servirá para que estés bien, tranquilo”. Así me la vendió. Y probé eso, estaba muy nervioso con el examen. Y Eduardo, cuando yo estaba dirigiendo, se puso a decir “esa cámara está mal, el paneo está mal, mira el foco acá”... crítica, crítica, crítica. Pero yo, con mi buena memoria, lo había oído decir que en la televisión “cuando uno se sienta frente a los botoncitos, el switch, es Dios”. Yo estaba dirigiendo, lo escuchaba, me fui a negro, me di vuelta y le dije: “Eduardo, una vez dijiste que el que se siente aquí es Dios; y como soy Dios, te pido que salgas de switch”... Una cosa impensada, que no habría hecho sin este “poder”. No sé si me autoconvencí de que esos polvos me dieron poder. Pero finalmente validé la cocaína desde ahí, como diciendo “esta cuestión va a sacar en mí una personalidad que yo no tengo”.
Partí con un consumo esporádico (de cocaína), como parte de todo el mundo, muy a lo lejos, siempre que me convidaran. Jamás me atreví a comprar, no sabía dónde. Pero me fui metiendo en el mundo de las drogas. Esto es un mensaje para todos: uno no sabe si desarrolla una enfermedad, que es la enfermedad de las adicciones, hasta que no prueba la primera droga. Probé la primera droga, tengo esa enfermedad de las adicciones, que me voy a morir con ella, y obviamente tengo las herramientas hoy día para manejarla. Pero de esa personalidad, o enfermedad de las adicciones, no supe hasta que dije: “Oye, esto me gustó, entonces quiero más”... Hasta que uno llega hasta dónde todos ya sabemos.
En el 2010, cuando gané Vértigo (Canal 13), dije que “la aceptación y caerle bien a todo el mundo fue lo que me jugó en contra” (en cuanto a la fama y las adicciones). Para mí el público ha sido todo, la gente que consume la radio, la televisión y hoy las redes sociales, me han dado la segunda y tercera oportunidad. Es bonito cuánta gente me dice que “nos alegramos que te cambiaste de canal, te irá bien Huevito”. Al público lo tengo más que ganado, feliz, y hay una muy linda relación. La industria televisiva y círculos más reducidos me ha costado mucho, validarme ahí siempre me ha costado. Con los años que tengo, es primera vez que me llaman de un canal; o sea, me llamaron al principio, Mega cuando yo estaba en el Extra Jóvenes (hace ya varios años)... Pero siempre fui de autogestión, como “quiero este proyecto” o “me quiero meter en este canal”. En todos los canales grandes no pasaba nada; en los canales más chicos, como en ese tiempo UCV (hoy TV+), me aceptaron el Me Late. Nunca me habían llamado así: “Daniel, tenemos este proyecto grande, queremos que seas animador”, como se dio ahora con el ¡Ahora Caigo! Es primera vez que lo estoy viviendo.
Obviamente porque tuve mi paso por las drogas me costó que la gente creyera que me había rehabilitado y lo demostré con hechos: llevo quince años absolutamente rehabilitado, y lo demostré con trabajo y emprendimiento que podía ser un buen profesional. Pero la vuelta fue larga.
El apodo de “Huevo” fue porque si no estaba curado estaba cocido. Cuando me rehabilité, me pregunté: “¿Cómo demuestro a la industria que estoy rehabilitado? ¿Cómo me pueden creer? Si me invitan a un programa voy a contar por qué me dicen ‘‘Huevo’, y por qué quiero ser ‘Exhuevo’, para decir que no estoy cocido ni duro’”. Ahí empezó. Justo coincidió con que en el 2009 me hice Twitter y me llamé “Daniel Exhuevo”, para decir que ya no era “Huevo” y ya no estaba en esa parada.
Con Julio César Rodríguez ocurrió algo bien bonito. Me estaba rehabilitando y buscaba con todas las fuerzas que me dieran una segunda oportunidad. Y en una fila comprando empanadas, estaba Julio César; y atrás, mis papás, según me relató mi mamá. Mi papá es más tímido, así que ella le habló después de un par de minutos, cuando JC le dijo: “Oye, se demora la fila”, o algo así, y dio la entrada para que mi mamá le dijera: “Soy la mamá del ‘Huevo’ Fuenzalida”. “¿En serio?”, le contestó él. “Hace tiempo que no se ve”. Y ella le dijo: “Es que se está rehabilitando de alcohol y drogas”. Y ahí él le dijo: “¿Él podría ir a hablar a mi programa”. Él me dio la oportunidad, la primera entrevista en que lo conté. No sé si fue en el Si dios ni late, qué heavy sería, o en Síganme los buenos. Ahí le conté a la primera persona lo que había pasado conmigo en esos dos años de rehabilitación.
Nació no una amistad con Julio César, pero sí una confianza. Después, cuando empecé a hacer farándula, teníamos una relación de súper apoyo, nos mandamos saludos para Navidad, cumpleaños y Año nuevo. Pero cuando hablábamos un tema de él (en un programa farandulero) que no le gustaba mucho, con Julio César era como: “Ya po’, ¿qué paso?”... Y algunas veces nos picamos los dos. Es un gallo que es de barrio, y yo también; se nos caía el barrio, nos agarramos a puteadas limpias, pero sabíamos que al par de días —o algunas veces meses— decíamos: “Ya, estamos puro hueveando”. Le tengo un tremendo cariño y respeto. Nos abrazamos. Siempre me ha llamado, como cuando mi mamá estaba enferma.
La televisión es como un partido de fútbol, pero siempre hay terceros tiempos: uno se puede enojar en la cuestión de la pega misma, pero también hay que abuenarse. No solamente Julio César, sino que varios han teniendo detalles con lo que me ha pasado el último tiempo. Fue clave cuando me sacaron de TV+ cómo se portó de bien la gente de televisión, el apoyo que recibí... y para qué decir con las muertes de mi papás. Y Julio siempre ha estado presente.
El martes y jueves fui a ayudar por los incendios forestales en Quilpué. No estaba en mis planes. Quedó la escoba el viernes (2 de febrero), el sábado me comunique con el canal y dije que “estoy a disposición de lo que quiera hacer TVN”; ahora estoy de vacaciones en la radio. El domingo me dijeron que “te van a llamar del Buenos días a todos (TVN) para que vayas a hacer un móvil”. Nos juntamos en el canal a las 5 de la mañana, “¿dónde vamos?”, no sabía, iba bajo las órdenes de la producción (del matinal). Y fuimos a Pompeya Sur, en Quilpué, a las 7:30... Impresionante, impactante la imagen y el olor a remoción de escombros —como fui bombero— que había cuando llegamos. Nadie había despertado y empezaron a salir las personas de sus carpas. Yo iba con miedo y nervioso, porque cuando uno va con la tele no sabes cómo reacciona la gente, que está en estado de shock. Pero fue tan bonita la reacción que tuvieron conmigo: “¡Oh”, cómo estás, Huevito?”, algunos incluso sabían que me había cambiado de canal y me decían que “estamos felices de que te cambiaste”... Que te digan eso frente al estado de shock en que estaban, que perdieron todo... Tremendo cariño. Hicimos el despacho y me empecé a hacer familiar, entre las anécdotas, que íbamos al aire, que no se victimizaron, que querían salir adelante, me quedé enganchado ahí.
Cuando estaba en la van para devolverme, como a las 1:30 de la tarde, se me acercó un gallo, corriendo, Mario, y me dijo: “Oye, ‘Huevo’, soy emprendedor de Villa Alemana, ¿me podí ayudar a hacer menciones en la radio? Vine a donar dos casas”. Y yo le contesté: “Si vas a donar dos casas, necesito que dones una más, porque conocí a una pareja de abuelitos (Angélica y Bernardo), el caballero es no vigente...”. Lo agarré de la mano, le presenté a los caballeros y les dije: “Este señor les va a regalar una casa”. Fue una experiencia linda, pero eso era un móvil para la tele. Llegué acá, me fui a una ferretería, compré artículos de herramientas y los fui a dejar el martes, en forma particular, sin tele ni nada. Y me había escrito Jorgito Parrillero (youtuber) para decirme que quería ayudar, porque me había visto en el móvil de TVN. Y nos juntamos allá, con él también con su aporte.
Al llegar a Quilpué, caché que estaba el camión de la Naya Fácil, como a las 10 de la mañana, con sus “facilitos”, poco organizados, pero repartiendo muchas cosas. A la Naya la felicité: juntó 30 o 40 palos (millones), ella misma fue a comprar, tenía un camión y a todos los “facilines” con camisetas y jockey. No la conocía; una vez me la topé en un café y la saludé, porque tuve un emprendimiento de paltas, “Palta Rehabilitada”, y ella me compró sin saber quién era yo, las compartió en Instagram y me ayudó sin saber. Y ella me respondió que las había comprado y encontrado ricas, y las subió a redes sociales.
De repente, uno de “facilines” se me acercó y me preguntó si era nuestra la camioneta en que andábamos y me la pidió para bajar más hacia el campamento. La llenamos de artículos de aseo y de alimento, y nos fuimos para abajo. Esa experiencia fue maravillosa, porque empecé a conocer más gente e historias. La Rosario Bravo, mi compañera en ¿Cómo están los hueones? (podcast) y otras influencers también llenaron otro camión que fuimos a dejar el jueves. Es bonito que del Buenos días a todos conocí a la gente y sé que la ayuda llegara directa. También fui donde mis amigos, los abuelitos, que además tenían un quiosco cerca de un consultorio. Me empecé a involucrar con ellos, con puras historias bonitas, y me sentí muy, muy querido... Volvemos en mi infancia, lugar de pertenencia. No sentí rechazo, y eso me quedó en el corazón, y dije: “Puta, son de verdad”.
El 2024 se vino heavy. Mi sensación con los incendios y la muerte del expresidente Sebastián Piñera es que sería cauto en que hay que investigar las dos cosas. Son hartas las coincidencias, hemos recibido noticias de shock. El martes, cuando recibimos la noticia de Piñera antes de que fuera oficial, estábamos en el campamento, y no lo podía creer. Cuando ya se oficializó, le dije a la gente del campamento y nadie creía, estaban impactados, y más de alguien se mandó una chuchadita. Son cosas de impacto.
Con el Negro Piñera tengo una relación de mucho cariño y respeto. No lo veo hace dos o tres años, y la última vez vino a mi programa, cuando estaba yo en TV+, que era como un Me late de conversación. Y antes de eso, no lo había visto hace muchos años. No whatsapeados harto. Pero ya no estaba en el día a día; obviamente; él tiene su mundo, y yo mis actividades. Conozco el Negro Piñera, tiene muy lindos sentimientos, pero la vida ya no nos cruza en los mismos gustos ni nada. Pero es un gallo al que quiero harto, porque sé cómo es él como persona. Viví mucho tiempo ligado a él, con mucha anécdota, historias de carrete y vida. Le escribí por lo de su hermano, le mandé un mensaje, por Instagram y WhatsApp.
El 2010, cuando me dieron de alta de la rehabilitación, me llamó Nicolás Monckeberg (de Renovación Nacional), que era diputado por el sector de Cerro Navia, y me dijo: “Hola, Daniel, supimos que te rehabilitaste dos años y estamos en una campaña con el Presidente (Sebastián) Piñera, y vamos a inaugurar un centro de rehabilitación en la comuna, ¿quieres participar?”. Y yo dije que “ya po’”, porque la rehabilitación era un tema en que me quería meter. “Démosle”, dije y fui. El Presidente llegó, estaba Monckeberg y participé. Y ahí conocí a uno que después fue mi socio en una agencia, Pablo González; ese niño, que tenía 17 años, le llevaba el Twitter a Sebastián Piñera, cuando no existía Instagram ni nada. Se me acercó y me dijo: “Oye, yo te veía el Lunáticos, en CHV, y le llevo el Twitter a Piñera”. Y yo pensé: “Este es un genio, hay que hacerle caso”, y pregunté si me podía ayudar en el Twitter. Nos juntamos y después desarrollamos una muy bonita amistad hasta hoy.
Conocí a Sebastián Piñera. Después me llamaron del comando para que animara algunos eventos de él el 2009, en el primer periodo. Más adelante, lo entrevisté varias veces en la radio. Él siempre venía como todos: “Oye, viene el candidato diez minutos, con el comando, el jefe de gabinete, y se tiene que ir”. Y me llamó la atención que en el segundo periodo, entre la primera y la segunda vuelta, se quedó 50 minutos. Le gustó la música pusieron. Él estaba con sus lápiz rojo y azul. Cantó. Me acuerdo que en un par de viajes arriba de su avión, cuando íbamos de gira para los eventos, siempre él andaba con sus lápices Bic azul y rojo; siempre subrayada y anotaba todo, andaba con una libreta, muy concentrado. Pero esa vez yo le dije: “Presidente, sigue con sus lápiz”. “Sí”, me respondió. Incluso anotaba las cosas que iban pasando ahí, o lo que le preguntaba y comentaba la gente vía WhatsApp. De repente, me llamó un productor y me dijo que el Presidente estaba de cumpleaños, “y abajo hay una señora del comando, y le tienen una torta, ¿pueden subir a cantarle?”. Y subieron. Hay una foto mía con una torta y el Presidente, jajaja.
Me siento más animador que conductor de tele. Por eso cuando me despedí del Sin dios ni late (Zona Latina) dije que había sido una linda experiencia, porque pude trabajar más la parte de conducción. En la televisión hay pocos profesionales que sean animadores y conductores. Un caso bien power es Don Francisco, que es el referente máximo en hacer las dos bien; pero quien lo ha aprendido muy bien es Martín Cárcamo, que es un animador que se crió en el Extra jóvenes (CHV) como yo, y le sirvió mucho el De tú a tú (Canal 13) para desarrollar esa parte de conducción. Y a mí me sirvió el Sin dios ni late en estos meses. Me ayudó a llevar una conversación, a sacar lo que yo quería de un entrevistado, a hacer una conversación amena, manejar los ritmos y hablar un poco más lento.
Tras diez años, dejar el Me late ha sido de emociones encontradas. Ha sido un proyecto muy lindo. La gente lo recuerda como un programa de farándula, pero nació como un late, entrevistando a personas conocidas; después me fui por el lado de panelistas; ufólogos; experiencia en televisión, tuve al periodista Roberto Apud, que es un gran productor de tele, y a Sergio Riesenberg (exdirector del Festival de Viña); y después le fui metiendo espectáculos, cuando Sergio Rojas me pidió tener una oportunidad y se la di 2017. Y fuimos desarrollando hasta que ya el 2018 me dieron ganas y le pedí permiso a TV+ para hacer un programa derechamente de farándula. Son emociones encontradas, pero la vida te va marcando los ciclos. También ya había un agotamiento de todas sus partes. Son diez años que se cierran de buena forma, pero en algún minuto se puede volver a abrir, con el mismo formato, el antiguo, con las mismas u otras personas. Me late ya es una marca, por lo tanto, navega solo.
Cuando sacaron a Me late de TV+, presenté proyectos para todos lados. Vine tres veces a la oficina de proyectos de TVN, tocando puertas. Me recibieron, pero no se encaminaron los objetivos. Siempre fue un sueño estar animando algo de TVN o Canal 13. Pero TVN tenía algo especial, porque como estudié televisión siempre, pienso que TVN llega a más lugares; al tener más repetidoras, la señal internacional y mayor cobertura. Venía acá a ayudar a un profesor, Alejandro, hermano de Eduardo Ravani, como estudiante los sábados en la tarde. Venía a ver acá a la Kathy Salonsy, mi amor platónico, cuando hacía el NTV; cuando me dio su tarjeta con el logo de TVN, para mí era espectacular. Y después todo lo que pasó con el Rafa Araneda, para qué decir lo de Felipe (Camiroaga) o Pedro Carcuro. Era como un canal insigne en que yo decía: “Hay que estar”.
La próxima semana empezamos a grabar el ¡Ahora caigo! Lo que nos distingue de Pasapalabra (CHV) y Qué dice Chile (Canal 13) es que, siendo programas de trivia, familiares y conversación, y que me motivó más: son once historias de personas todos los días. Y todos los días alguien se irá feliz, porque ganará plata, poca, mediana o harta, todos los días vamos a entregar dinero. Pero más allá de eso, es el qué hay detrás, por qué quieres plata: un emprendimiento, pagar deudas, estudios, salud o darte un gusto. Y eso me convenció, que es un poco lo que vivo todos los días en Radio Activa, es espectacular esa rica conversación con personas que no son de la tele. Hablar con personas que vienen a participar en un programa de tele, a la antigua, es lo que me gusta. Siempre me ha gustado la comunicación con las personas de la calle, que nos ve en el día a día... Como lo que me pasó ahora en Quilpué.
Me gustaría seguir con otros formatos en TVN. Ahora estoy concentrado al 200% en ¡Ahora caigo!, que nos tiene que salir muy bien. Pero me quedé con el bichito de Sin dios ni late. Me encantaría a futuro desarrollar un programa de conversación; pero no conversación densa, sino que me gusta el estilo de Jimmy Fallon, o con una banda en vivo, ojalá con público, invitados choros y personajes populares. Conducir un matinal no es un sueño, pero creo que todo profesional debe pasar por esas horas de vuelo.
Estoy de las 9 AM a las 12 PM en Radio Activa. Para mí la radio ocupa el primer lugar dentro mío. El director Pablo Stange fue el primero, después de mi rehabilitación, que me dio una oportunidad. Me llamó y me dijo que “quiero que vuelvas al consorcio”, que yo ya había estado en FM Hit. Me valoró mucho; él y la radio en general, la empresa, Prisa, que tiene las diez radios, siempre me han tenido en el primer lugar de apoyo: si tengo una idea, me la compran; si quiero hacer una sección dentro del programa, “dale nomás”; si necesitan a alguien que vaya a un programa de tele, Daniel; queremos a alguien que nos represente en la Teletón; Daniel; en la radio queremos a alguien que sea jurado en el Festival de Viña del Mar, Daniel. Y la comunicación del día a día con los auditores es notable. Mi contadora es auditora mía en la radio, y también el que me veía las redes sociales. La radio es parte de mi vida, de mi familia.
La radio es tan heavy para mí que, un 18 de febrero del 2021, murió mi mamá y yo estaba en la radio, a las 10:30 de la mañana, al aire. Me llamó mi papá y me avisó que “la mamá se descompensó, vente a la casa”. Un 4 de septiembre del 2023, me llamó mi hermano y me dijo: “El papá se descompensó, le dio un infarto”. Estaba en la radio, a las 10:30 de la mañana. Lo mismo. Las dos veces, estaba al aire. Eso es la radio para mí: vivo todo eso a concho.
El podcast ¿Cómo están los weones? fue fortuito. A la Rosario Bravo la venía siguiendo en TikTok; no nos conocíamos, nada, jamás nos íbamos a cruzar en la vida, distintas edades, gustos, y quizá para pa’ mí ella es muy cuica porque yo soy bien C3. De repente, viendo TikTok, me saltó esta niña y pensé: “Oh, la galla espontánea”, tenía un carisma, ángel con una cámara. La seguí, me salían más historias de ella y me caía muy simpática. Y cuando vino Tierra Brava (Canal 13), yo había hablado con la Pamela (Díaz), que estaba negociando, le preguntaba si iban a entrar puros famosos, y me dijo que “también están viendo en redes sociales y gente de afuera (extranjeros)”. Y en un Me late hablamos de quién podría entrar a Tierra Brava. Y ahí se me ocurrió: “Hago un llamado a la cámara, a los ejecutivos de Canal 13: hay una niña, Rosario, de TikTok, a ella la deberían encerrar”. Y mis compañeros, Sergio Rojas, Antonella Ríos y Luis Sandoval, se preguntaban quién era. Y el director, astutamente, buscó inmediatamente una imagen de ella y la puso en pantalla. El programa salió al aire, a Rosario le llegó esta imagen, me etiquetó y escribió: “Qué amoroso el ‘Huevo’ pero no me encierro ni cagando”. Hablamos y pensé: “Esta galla sería muy buena como panelista de Me late”. Y le dije que nos juntáramos, fui a su oficina y le planteé la idea. Me dijo que no, que “farándula no hago, y que además mis amistades están relacionadas con canales de televisión”. Y le propuse el Sin dios ni late y la invité a conversar un día; tuve que decir en el equipo quién era ella. Se produjo una conversación espectacular, un buen match. Y le dije: “Hagamos algo, estamos puro hueveando, hagamos algo digital; yo vengo de la tele, tú de TikTok”. He hicimos un piloto, produje el equipo, el estudio y todo a la semana siguiente. Hubo química inmediata y a las dos semanas ya estábamos con el primer capítulo.
Con el tiempo me he puesto selectivo con los amigos, pocos pero buenos. La lealtad es un valor que no tranzo. Vas desarrollando cierto olfato para ver quién realmente es tu amigo. De verdad tengo muy, muy pocos amigos, y hartos conocidos. Y lealtad es lo que también entrego. Los amigos es como buscar pareja: cuando estás en confianza absoluta y sabes que no te darán una puñalada. Uno ha recibido tantas decepciones que se pone mucho más selectivo. No tengo amigos en la tele; tengo buenos conocidos, pero amigos-amigos no; hay gente con la que tengo mucha más confianza, pero así como “voy a ser el padrino de tu guagua” o “peguémonos asados todos los fines de semana”, no.
El 2023 pronostiqué que el Contigo en la mañana (CHV) bajaría su sintonía, por su propuesta más informativa, y le achunté. Estamos en una transición de los matinales. CHV bajó un poco, porque mantuvo su línea más de prensa. Creo que los matinales no deberían depender de prensa. Tiene que volver el formato antiguo; un poco lo está haciendo Canal 13, con el Tu día, y le ha ido bastante bien, y creo que TVN también irá por ese lado. En definitiva, sin perder que tenga informativo y prensa, tiene que tener magazine, entretención, diversidad, más bien relajo con intervalos de información; pero que su contenido en un alto porcentaje sea de entretención.
El mínimo alcohol en mi cuerpo puede encender la llama, y esa no se apaga más. Eso lo dije en serio una vez, tengo que estar muy pendiente. Ni quisiera tomo cerveza sin alcohol. Sobre todo al principio del tratamiento, me han invitado a asados y dicen: “Huevito, le compré cerveza sin alcohol porque usted no toma”. “No puedo”, respondo. A lo mínimo que me dé el primer permiso de probar alcohol, puede que entre en una recaída.
Contaré una anécdota: Para el Año Nuevo 2024, en Valparaíso, fuimos con un amigo a pasarlo allá. Estaba todo rico, todo bien, la comida. Y vinieron los postres, que dentro del menú venía un “ferrero”, hecho por el chef. “Qué rico”, pensé. Me comí uno y ¡pa!... Lo devolví, estaba con mi pareja, la Ale, y dije: “Esto tiene ron”. Los demás lo probaron: “No, que eres coloriendo”, me dijeron. Llamamos al chef. Tenía. En ese tipo de cosas me cuido, me cuido, con lo más mínimo. Me cuido en todo lo que tenga que ver con alcohol y drogas. Me auto-cuestiono. Son herramientas que uno tiene de tratamiento. O los “nodos de consumo”: hasta el día de hoy no paso por algunos lugares; donde compraba droga nunca más fui, a restoranes donde me curaba mucho nunca más volví a ir. ¿Para qué ir allá a recordar algo que a lo mejor te va a traer una angustia?
Las recaídas son “normales”, una o dos, en la primera etapa de un tratamiento. Después, una recaída ya no es normal. Soy de la idea de cero consumo, mientras que hay otra gente que dice “reducción de daño”, que es que si uno era de cocaína, que ahora fume marihuana. No soy de esa idea: para mí la droga y el alcohol es uno sólo. Soy de tolerancia cero en ese sentido. Lo que tienen de malo las recaías es que, cuando uno se permite una, tu nivel de consumo será mucho mayor hasta antes de que hubieses tenido esa recaída. Es decir, la recaída para mí es una avalancha, te va a llevar a consumos mucho más profundos de cuando eras consumidor.
Un centro de rehabilitación en lo que ayuda es en tu conducta y actuar que te lleva a ser consumidor de droga, que eso es la punta del iceberg... ¿Por qué consumo droga? Porque no estoy satisfecho con lo que hago, con mi personalidad; te lleva a consumir para sobrellevar esto, porque no me gusta estar conmigo. Una de esas conductas es ser mentiroso y manipulador. Un tratamiento obviamente te aclara el panorama y entrega las herramientas para no ser manipulador ni mentiroso, para no tener las conductas adictivas que, a futuro, te podrían llevar a consumir y tener una recaída. Son tratamientos que duran un año o dos. Se trabajan todas estas conductas para que cambies tu personalidad, sin cambiar la esencia, pero sí las conductas que pueden llevarte a un posible consumo.
Hay drogas que son depresoras, como la marihuana y alcohol; y otras más eufóricas, como la cocaína y el tussi. La cocaína generalmente te pone más violento, impulsivo y una personalidad —si uno la quisiera graficar— más eléctrica. Las decisiones, bajo los efectos del alcohol y las drogas, no son las tuyas. Eso se trabaja con el tratamiento. Hoy pienso mucho más las cosas, las analizo más, la responsabilidad está mucho más dentro de mí. Trato de no tomar decisiones en caliente, no ser impulsivo. Me considero un gallo impulsivo todavía, que me prendo con un emprendimiento y ¡vamos!, ¡démosle! Pero trato de tomar esas decisiones más suave.
Con mi hija, Ignacia, tengo una relación maravillosa; hace un rato me mandó unas fotos porque está en el Sur y San Martín de Los Andes. Cuando ella nació, me quedé sin trabajo (lo echaron de la radio y la tele), y ahí fue cuando se produjeron mis años más activos y fuertes con la droga, entre el 2002 y 2005, que fue lo más pesado para mí. A través de la rehabilitación, pude tener responsabilidad y hacerme cargo de ella, en términos económicos y de presencia. Eso se trabajó y es una relación que hasta hoy mantenemos y es muy estable, de mucho cariño y confianza. Me gustaría que fuera de más comunicación, absolutamente, pero es maravillosa.
Con mi hija es mucho más fácil hablar temas más “tabú”, en definitiva, hablar de drogas o alcohol. Desde que me rehabilité, se lo hablé, y desde muy chiquita, y algunos me decían: “No, pero por qué le hablas eso”, y yo respondía: “Porque ella va a crecer y googleará”. Prefiero que sepa de mí lo que pasó conmigo, en lo carretes, que se los contaba en términos de anécdota como lo cuento hoy día, no tan duro obviamente; pero siempre contándole la verdad, lo que había hecho el papá en cuanto a adicción y drogas. Eso estuvo bastante bien. Ella, no tan chica, en 6° o 7° básico, vivió un episodio en el colegio, que un niño le dijo que “tu papá es drogadicto”. Ella se lo guardó y después supimos. Para mí fue maravilloso conversarlo.
No sé si me verá o no como un superhéroe, habría que preguntarle a mi hija. Pero el martes ocurrió una cuestión muy bonita. No sé si lo debería contar, pero me provocó algo bien lindo, que lo tengo en el WhatsApp. Me dijo: “Papá, a ti te hubiese ocurrido lo de Sebastián Piñera, lo del helicóptero, con el cinturón, yo bajo 40 metros nadando a tratar de ayudarte a tratar de sacarte ese cinturón”... Será una fábula o una metáfora, pero es lindo lo que me dijo: “¿Cómo alguien de ahí no trató de nadar para sacarle el cinturón?”... No tengo helicóptero, jajaja, pero me dijo que “yo nadaría esos 40 metros para sacar ese cinturón”.
A Ignacia le gustaba el canto. Su abuela paterna cantaba muy bien. Cuando me dijo “quiero cantar”, le respondí “ya po’, metámonos en una academia”. Y así estuvo uno o dos años en la academia de Ricardo Álvarez, socio de Myriam Hernández, nunca presionándola, hasta que ella no quiso más. Después, para Navidad, esbozó que le gustaba una batería, le regalé una batería para la Pascua y la metí a clases de batería.... Ahí duró menos: cuatro clases y se aburrió. Me hubiese encantando que desarrollara algo así, pero no se motivó más.
Entre idas y vueltas, llevó cinco años con mi pareja, Alejandra. Están los planes de vivir juntos y casarnos. Hemos vivido de todo con Ale, procesos muy lindos, de muy malas noticias, el fallecimiento de mis dos papás, el de su papá también... La relación está formalizada absolutamente, para llevarla a vivir juntos y a casarse.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido animador o locutor de radio me habría gustado ser taxista.
En mi época en el instituto de dirección de televisión, era más bien tímido y apasionado por lo que estaba haciendo.
Un apodo que tengo es “Bombero”, que me decían en el instituto y cuando estaba en la tele.
Un sueño pendiente personal es casarme y tener una familia muy bien constituida; y profesional, lo estoy viviendo.
Tengo muchas cábalas: tomar agua en todos lugares donde llego, usar pulseras rojas y todos los días pisar fuerte con el pie derecho cuando me levanto.
Una frase favorita es “¡Fua!”.
Una comida favorita son las guatitas a la jardinera, jajaja.
Un trabajo mío que no sepa es que vendí ropa en el Persa Biobío.
Mi primer sueldo lo gasté en un celular BellSouth.
Un pasatiempo es que colecciono figuras de ángeles, autos y televisores. Tengo unos ponys y un caballo, que son parte de mi proyecto actual: haré un centro para ayudar a niños TEA (Trastorno del espectro autista), y se llamará “Binomio Equino”.
Una música que escucho es el ska, y Los auténticos decadentes, Los fabulosos Cadillacs, Los calzones rotos, Chancho en piedra, La ley y Los tres.
Un talento oculto es que me sé todas las calles de Santiago, todas las ubicaciones. Recorro en auto todas las comunas y calles. Me sirve para pensar.
Una película que me hace llorar es La vida es bella.
Si pudiera tener un superpoder sería ser invisible, para estar en todos lados y que no me cachen.
Creo en el horóscopo. De vez en cuando me da; es por temporada. Soy Tauro.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia serían Don Francisco y Elvis Presley, Freddie Mercury. Porque los admiro mucho.
Daniel Fuenzalida es un tipo común y corriente, que le gusta su trabajo, que a sus 51 años ha tenido de todo y nada; no en lo material. Es un buen chato.
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