La Firme con Daniel Guerrero: “Dejé las adicciones y todo con el propósito de ver la vida de manera distinta”

Entrevista en profundidad a Daniel Guerrero, cantautor, para La Firme. 

FOTO:  MARIO TELLEZ / LA CUARTA
Entrevista en profundidad a Daniel Guerrero, cantautor, para La Firme. FOTO: MARIO TELLEZ / LA CUARTA

El destacado compositor, cantante y productor trabaja en un nuevo disco, Kumbia Pop. La ex-voz de La Sociedad, repasa su vida y obra, desde infancia en Valdivia, pasando por sus fracasos, éxitos, las adicciones, orgullos, mea culpas, descargos y balances: “Soy un tipo lleno de personalidades, algunas muy enfermas”, declara.

—Soy valdiviano, amo vivir en Valdivia, pero estoy aquí y, ¡mierda!, tengo más de la mitad de mi vida en estas calles —expresa efusivamente Daniel Guerrero (51) sentado en la terraza de un café en el concurrido corazón de la comuna de Providencia.

El cantautor nació en tierras sureñas y durante su adolescencia se vino a Santiago, donde conoció a Pablo Castro, con quién formaría el recordado y popular dúo romántico de La Sociedad durante los 1990, éxito que incluso los llevó a vivir una temporada en México. La separación derivó en que Guerrero se enfocara en su carrera como productor y compositor, trabajando con figuras como Luis Jara, Zalo Reyes, Denisse Malebrán y Buddy Richard o Gloria Simonetti.

Hoy, el músico se encuentra enfocado en su nuevo disco, Kumbia Pop, el que incluso tendrá —por ejemplo— canciones junto a Leo Rey y Tomo Como Rey. Durante la pandemia se fue vivir con su esposa e hijos a la selva valdiviana y, por estos días, anduvo de visita por la capital para promocionar su trabajo, por lo que incluso visitó los programas Ahora caigo (TVN) y Al piano con Lucho (TV+), además de ser entrevistado por La Cuarta.

Colocolino de toda la vida, durante el 2023 lanzó una cueca junto a Carlos Caszely en homenaje a María de los Ángeles Guerra, difunta esposa de su ídolo de toda la vida, proceso que consagró una honda amistad. Harto tienen en común y, de hecho, durante su juventud Guerrero jugó en las inferiores albas, pero no prosperó:

—Caszely me mata y me dice: “Yo canto como Daniel juega fútbol”... Me mató, pero me encanta —comenta—. Al lado de Caszely soy pésimo. Es súper papá conmigo, cariñoso y lindo. Mis hijos le dicen “Tata Bigote”. Es Willy Wonka para mí, un hombre mágico.

Pero, en conversación con La Firme, Guerrero también hace un repaso de su vida y obra: sus inicios en Valdivia; el choque cultural de venirse a Santiago, el éxito de La Sociedad; los solitarios triunfos rodeados de un cúmulo de “fracasos”; el complicado pasar económico de la pandemia; el dejar atrás las drogas (¿para siempre?); su presente como cantautor, e incluso el muy mal pasar de La Roja camino al Mundial de 2026.

Eso y mucho, de aquí en adelante.

LA FIRME CON DANIEL GUERRERO

¿Un recuerdo de mi infancia en Valdivia? Principalmente, el concepto de esta vida en blanco y negro, sin tecnología ni celulares; todo más simple, y sobre todo en provincia. Era una gran clase media que se enriquecía de las cosas más sencillas. Era un Valdivia bien bonito y entrete: había un cine, no habían malls ni marcas; no soñaba con la camiseta original de Colo Colo, sino con una camiseta blanca con el indio.

Nací en 1973, para el golpe de Estado. Mis recuerdos son cuando el régimen militar era el gobierno, por lo tanto, fue lo que viví hasta que volvió la democracia, no tenía ningún otro parámetro. En San Luis, mi barrio, muy popular y masivo, habían muchos blocks de cuatro pisos y convivías con gente con diferencias de todo tipo (sociales, económicas y culturales). Sin duda me encaminó a decidirme por la música popular, un lenguaje muy universal, simple y directo para llegar a una masa grande. Lo que más me gusta como artista es tratar de llegar, sin grandes complicaciones, a un público masivo.

Cuando me vine a Santiago, venía del Salesianos de Valdivia, que era un colegio de curas “comunistas”, donde habían hijos de doctores y del portero. Era una realidad muy bacán, sin diferencias por el estilo de vida. Llegúe al San Agustín, en Santiago, gigante, donde había un tema sociocultural mucho más marcado y te miraban la etiqueta del pantalón. Fue muy chocante y traumático encajar…. pero como todo en la vida. El primer año lo único que hizo fue volverme más loco y muy melómano, muy de escuchar radio todo el día. Venía de una ciudad que tenía cuarto radios y llegué a Santiago, que tenía quince FMs. Era maravilloso, me encerré en la música. En primero medio me volví más resuelto. Al final todos queremos tener esta pertenencia, sentirnos parte de algo. Fui conviviendo y Santiago es la mitad de mi corazón. Soy valdiviano, íbamos a Valdivia, amo volver a vivir en Valdivia, pero estoy aquí y, ¡mierda!, tengo más de la mitad de mi vida en estas calles. Como músico capitalino, no me considero un artista provinciano. Me siento mucho más en casa en Santiago, increíblemente.


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Daniel Guerrero recuerda su infancia en Valdivia y su adolescencia en Santiago. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Llegué a los trece años a Santiago, cuando todos pasamos de ser muy inocentes a conocer otras cosas, y se manifestó mucho más potente al llegar a la gran ciudad, donde todo era mucho más fuerte, y musicalmente me tocó vivir toda la época del rock latino. Íbamos con mi padre todos los fines de semana a un concierto. Llegué en febrero y, a los tres días, me llevó al court central del Estadio Nacional a ver a Charly García sacando Piano Bar... hoy día escucho Piano Bar o Clics modernos y digo “yo estaba ahí”. Me tocó a los dos meses ir al Café del Cerro al lanzamiento del Pateando piedras, con Jorge González a dos metros mío. Fue, casualmente, un cambio muy rotundo. Salió la Free, la bebida gaseosa nacional e hizo los “Free concerts”. Todas las semanas había un concierto. La vida está llena de casualidades que van formando y llevando a hacer de la música una forma de vida. Ver a Fito Páez en Ñuñoa, en el Teatro California, y justo vino de sorpresa con él (Luis Alberto) Spinetta, ¡mierda!, fue descartucharme... ¡Yo no conocía a Spinetta! Le di la mano. Fue una revolución.

Éramos compañeros de colegio con Álvaro Paci, era dos cursos más chico. En mi último año, en cuarto medio, tocamos juntos para las alianzas. Él era mega rocker, thrasher y pelo largo; yo era “Camilo Sesto”, popular, y me gustaban Los Prisioneros. Álvaro era más radical. Nos cachábamos perfecto y algunas veces nos topamos, ya él como periodista de prensa y yo como artista. Es muy agradable, entretenido. También tuve de compañeros a Eugenio Figueroa y en Valdivia Francisco Eguíluz, también de deportes. Tuve esa cosa tan casual que también me pasó con mi compañero de La Sociedad, Pablo (Castro), que terminó siendo compositor y productor igual que yo.

El fútbol lo amo, pero no tenía la personalidad (Fue juvenil en Colo Colo, incluso Mirko Yozic fue quien lo llevó). Creo que una cosa es ser bueno para la pelota y otra es tener la personalidad para futbolista profesional. Yo era muy bueno, (pero) era muy inseguro, como nunca lo fui con la música. La música es algo que nunca dudé... ¿Por qué? Mi padre también fue un buen jugador de fútbol, y mi abuelo jugó en Fernández Vial. Con este ímpetu de mi padre de que yo fuera futbolista, era de gritar mucho afuera de la cancha, y me fue perturbando, me complicó e inseguricé; no lo pasaba bien. Era más una presión, porque realmente yo quería ser futbolista. Y mi papá no quería que fuera músico, fue terrible, revelarme a mi padre en todo orden de cosas... Antes de que se fuera hicimos las pases en todo sentido.

A veces sueño que juego a la pelota. Aunque estoy más viejo, arrugado y canoso, sigo siendo un niño interior. Sigo soñando con hacer un gol de media cancha, las mismas hueás que soñaba cuando niño. No ha variado mucho. Es raro. Pensaba que cuando era viejo soñaría como viejo. Y no. Sólo me doy cuenta de que estoy viejo cuando me veo en un espejo. El otro día una señora me recalcaba todo el rato: “Usted era muy famoso en los 90′”, y yo pensaba: “Gracias, señora, pero sigo vivo, ¡y usted también carajo! Déjese de pensar en el pasado”. En ningún caso me siento viejo, tampoco pienso mucho en La Sociedad ni en lo maravilloso que fue.


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"Sólo me doy cuenta de que estoy viejo cuando me veo en un espejo", declara Guerrero. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Le guardo ¡mucho! cariño a la Sociedad, ¡idolatría!... Hoy día la gente se acerca para decirme: “Gracias por tu música”. ¡Qué mierda! Me costó 32 años de carrera que alguien me reconozca por mis canciones. A los 20 años me tiraban el pelo (la fanaticada) y me decían: “¿Por qué eres tan lindo?”, y yo pensaba: “No soy lindo”. En esa época lo pasaba mal, porque íbamos a tocar y la gente chillaba tanto que nadie escuchaba. Era el grupo de moda, y eso me causaba una ansiedad muy grande, porque producía con Pablo (Castro) los discos, arreglamos y componíamos las canciones, ¡hacíamos todo!, y a nadie le importaba...

Estuve un año viviendo en México, en la época de La Sociedad, pero en un hotel, alejado de la familia. Descubrí que no era Chayanne, que no tenía ese gen, y me di cuenta lo sacrificado que era ser Chayanne, ser un artista como él... Me deprimí... Tengo esta imagen de estar tomando, encerrado en una pieza de hotel, con droga y alcohol... ¿Qué vida es esa? Sin duda mi peor momento. Me di cuenta que que no había mucho valor por la música que hacíamos, que el público y en el medio digan: “Estos hueones no sólo cantaban; escribían, arreglaban y producían”. ¡Nunca he escuchado que alguien hable de eso! Y posiblemente nunca lo escucharé tampoco... Entendí a Zalo Reyes, cuando no lo logró y todo el mundo le decía “te estás perdiendo la oportunidad de tu vida”. ¿Pero era realmente la vida que yo quería? No y no me arrepiento. Pablo terminó conviviendo mucho más con el mundo internacional.

¿Cuánto duró el alcohol y las drogas? Soy un tipo de poco pudor y pocos límites. Fui al colegio y nunca estudié, y nunca repetí porque siempre me soplaron y copié. Un hueón con códigos bien especiales. Nunca fui un ejemplo de nada. Partí muy joven, era deportista, me cambié a la música, gané plata, conocí las drogas ¡y me encantaron! ¡Wow! ¡Qué hueá más rica! ¡Todas las drogas!... Sin duda creo que la peor es la cocaína, la más asquerosa; pero todo lo que sean alucinógenos me encantan: los ácidos, los hongos... El problema es que te hacen mal y, desde esa vereda en algún momento dije: “Basta, no más”, pero no por la cosa moral de: “¿Qué van a decir de mí?”. Me tocó ser artista famoso en una época que te podías emborrachar en un bar y, más allá de que un hueón te saliera pelando, nadie te sacaba una foto ni salía en un portal de noticias; eso quiso que mi imagen no fuera tan menospreciada. Pero soy un vividor profundo de la vida. Me gusta conocer, no me gusta que me cuenten las cosas.


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"Me tocó ser artista famoso en una época que te podías emborrachar en un bar", rememora el músico. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Con Pablo Castro no tenemos mayor contacto, pero por ninguna rencilla. Pablo vivía en Estados Unidos y no sé si vive acá. El otro día me encontré con un músico que trabaja con él y me contó que estaba haciendo el disco de María José Quintanilla. Pero es un hermano de la vida. Empezamos a hacer canciones y resultó. Es alguien especial, diferente y jamás permitiré que se hable mal de él. Lo cuido desde el respeto que me genera él, su familia y sus hijos, y la historia que tenemos. Me siento súper afortunado de que me haya tocado convivir con un hueón de características tan similares: dos compositores y productores. Quizás lo único que nos diferencia es que yo era el que cantaba, y él no cantaba tanto. Es brillante e hizo canciones maravillosas para La Sociedad. Firmábamos juntos, pero me gusta reconocer que hay obras como “Quizás o “Esas mujeres” que son composición 100% de Pablo, y me encanta decirlo, no tengo pudor, ni resta a lo que yo he hecho.

Me tocó partir al revés: a los 19 años grabar Misterios (disco de 1993) y ser muy exitoso, y después, en el 2000, separarme y encontrarme con la otra cara, y vivir los fracasos. Fue castigador, pero por un ego mal alimentado. Con los años entendí que de los fracasos evidentemente que vamos construyendo una carrera y es gratificante saber que un éxito está rodeado de cientos de fracasos. Cuando la gente me dice “tú eres tan exitoso”, pienso: “¡No! Tengo éxitos, a través de los muchos fracasos”. Es la gracia. A veces me doy cuenta de que en esta inmediatez de las generaciones jóvenes les cuesta asumir el fracaso, le cuesta aceptarlo; si no sale a la primera, mejor olvidarse y hacer otra cosa... ¡No po’! Ahí es cuando hay que estar, aunque sea terrible.

Tras cantar en puros escenarios grandes con La Sociedad, tuve que aprender a cantar en restoranes y bares: estás hablando de cómo hiciste una canción, y empieza a sonar una juguera... es castigador, ¡qué mierda! Sin embargo es un oficio que me ha ayudado mucho a aprender a ser artista. Uno no puede pedir al respeto: tiene que ganarse el respeto, y ese es el trabajo que más me apasiona. A veces me toca cantar en festivales donde hay artistas actuales, con públicos muy jóvenes, que no tienen idea quién soy, y me doy cuenta de que nací para esto. El público de 15 años no me conoce, pero cuando ven a un viejo rockeando como Bruce Springsteen, está todo de puta madre. Al menos no intento ser una maqueta de Luis Miguel, eso es penoso: ser yo, para bien o para mal, con todos mis defectos.


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"Al menos no intento ser una maqueta de Luis Miguel, eso es penoso", manifiesta el cantautor. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Después de La Sociedad hice un disco de rock. Fue un fracaso. Me pegó mucho, fue una depresión gigante, porque no había vivido nunca el fracaso. Fue mi primer disco, y busqué al orquestador más brillante que ha existido en este país, que es el maestro Toly Ramírez, que falleció hace algunos meses, y me costó mucho convencerlo; yo quería sonar como la Electric Light (Orchestra). Terminé haciendo un disco con el que me desviví más aún de lo que me había desvivido con los discos de La Sociedad, tratando de demostrar que era capaz de hacer otras cosas; me parecía tan poco bacán hacer algo similar a La Sociedad. Luego saqué un primer sencillo, “Guerrero”, y la radios latinas dijeron que “no, porque no es La Sociedad”. No me tocó nadie. Creo que se hicieron 300 discos.

Cuando eres exitoso hay una necesidad también de que fracases (en el entorno). Terminó siendo fetiche de muchos decir “sacó un disco y le fue como el culo” o “se volvió loco, se cree rockero”. Fueron cosas que me violentaron mucho, porque en el fondo, era una falta de respeto grande. Que yo haya hecho música popular es porque considero que Camilo Sesto, Leo Dan, Zalo Reyes o Buddy Richard son más rockeros que los rockeros de este país. Los años me han dado la razón y los jóvenes hoy día idolatran a estos artistas por lo mismo. Me dolió, me afectó, nadie se dio el trabajo de escuchar el disco. Después de eso dejé de cantar.

Hice “Mañana”, la de Luis Jara, y una pila de cosas, “Acorralado entre mis lágrimas”, de Zalo Reyes, el disco de Daniela Aleuy, que fue un éxito. Me llené de éxitos en terceros, y sin cantar yo, pero con el ego alimentadísimo: “Soy tan bacán que ahora soy compositor para otros y tengo éxito igual”, pensaba. Pero en un momento dije: “Mierda, pero yo también soy artista y estoy negándome a la posibilidad porque me fue mal con un disco”. Y finalmente grabé “Me matas corazón”, en el 2005, muy cagado de la cabeza; me mandé a hacer siete trajes iguales y me vestía todos los días igual, muy rallado. “Me matas corazón” se transformó en un súper éxito romántico, mi gran éxito como solista, y la mayoría de la gente cree que es de La Sociedad.


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"Me llené de éxitos en terceros, y sin cantar yo, pero con el ego alimentadísimo", recuerda el compositor y productor. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Me fui a vivir al bosque en Valdivia para la pandemia. Pensé que me iba a deprimir y terminé volviendo a nacer como compositor, a reencontrarme en esta nueva etapa. Esa aventura es lo que más me cautiva y que posiblemente no tiene nada que ver con “¿qué debo hacer para tener 100.000 seguidores (en redes sociales)?”. Ahora veía en la tele (en el programa Ahora caigo de TVN) a todos con sus teléfonos, ¡y yo dejé el mío en el camarín! No somos todos iguales. Eso es diversidad. No me molesta que el resto lo haga, pero no me hueveen si a mí no me sale. Prefiero no hacerlo porque no me va, a hacerlo de mala gana porque mi manager me dice que “tienes que hacerlo porque es lo que la gente quiere”. Trataré de buscar otras maneras de llegar a la gente. No tendré, a lo mejor, los millones de seguidores de Bad Bunny, pero hay un público que me valora... Siempre está mi intención de cautivar al público que está en las redes sociales, ¡pero no desde la mentira! De repente veo hueones en redes sociales que son graciosos, pero yo no lo soy. Hacer algo forzado, a mis 51 años, no se ve bien.

Tengo tres hijos que entraron al colegio, así que nos tuvimos que ir al bosque valdiviano, pero con la promesa de volver con mi mujer. Sufro no estando en el bosque. Nunca había vivido así, y era de esos hueones que veía una araña y salía corriendo. Fue conocerme en una dimensión distinta. Fue provocador como compositor empezar a escribir de lo que nunca había escrito, ver en abril salir los copihues y terminar cantándoles... no de la manera mamona, sino que a mí manera... Me di cuenta que mi talento no era sólo para hablar de amor, sino que para hablar lo que sintiera.

En pandemia me propuse hacer todos los días una canción, ¡y lo cumplí! 350 canciones, de todo, la única premisa era no pensar ni dudar, y por ejemplo así salió “Gol de Caszely”. Descubrí que en la locura está la genialidad; mientras menos pensaba fluían cosas que en el momento decía: “Esta hueá está mal”, y después terminaba diciendo: “¿Sabes? No está tan mal”. Fue el aprendizaje. La selva me purifico, me dio una nueva oportunidad de ser un artista a otro nivel. Es algo tan difícil de explicar, que tiene que ver con algo sensorial y energético. No soy un tan engrupido, pero me siento conectado a algo mucho más fuerte: las canciones llegan, no me siento tan propio de hacerlas, sino que están en el aire y las agarro.


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"En pandemia me propuse hacer todos los días una canción, ¡y lo cumplí! 350", destaca Guerrero. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Sigo intentando repuntar (económicamente) de la pandemia, ¡wow! Soy un artista de creación y desarrollo eterno, por lo tanto, siempre estoy con pocos recursos para hacer todo lo que necesito. Además tengo cinco hijos, dos pensiones que pagar, y tres pequeños que viven conmigo; no es fácil costear mi vida, y mucho menos costear todo lo que intento desarrollar artísticamente. Y no amo el dinero, no sé cómo generarlo. Me encantaría ser esos emprendedores, qué ganas de generar plata y gastarla en lo que quiero. Pero soy un hueón que anda justo con la plata. Parece que es parte de ser un tipo que piensa y se desarrolla más que de pensar cómo generar recursos. No me quejo, pero no es fácil mi vida en lo económico, porque no privilegio el dinero para hacer lo que hago.

Lo más triste de esto (de una deuda por pensión alimenticia a la que se refirió su expareja Araceli Vitta en el programa Sígueme, y tras lo cual días después él lanzó una declaración pública en repuesta) es que nadie se preocupa de ahondar en la noticia, y se quedan con una declaración, parten de la base de que uno es el malo (...) Nunca me escape ni dije “no voy a pagar”. Si uno tiene una deuda, tiene que pactar formas de pagarla, deudas que están pagadísimas (...) Mis hijos siempre han sido lo más importante en mi vida. No tuve la culpa de que tuviéramos un estallido social y dos años de pandemia. Antes de cualquier cosa me preocupé legalmente de buscar la manera de ir pagando esas deudas, y así ha sido (...) Una vez que empecé a trabajar lo primero que hice fue hacer todo lo legal para encaminar esas deudas que ya las pagué (...) Yo tenía hasta ese momento relación con mi hijo, de ir para Valdivia y quedarse con nosotros; desde ese día mi hijo no me habló más. Perdí por todos lados. ¡Es muy triste! Lo lamento (...) No son temas para hablar de manera farandulesca. Hasta mis derechos de autor se los entregué a mis hijos mayores. Esto de quedar como el que no quiere pagar es un poco castigador.

Hoy no me drogaría porque tengo tres pequeños y una mujer. Esta vida actual, tranquila, gatilló (que dejara las drogas), y yo con 51 años sacando la cuenta y diciendo que: “Cuando Pascual, que tiene cinco, tenga 15, yo tendré 61; quiero estar bien, no quiero estar hecho mierda”. Tenía que cuidarme, y lo primero fue el alcohol y las drogas. No tomo alcohol, y lógico que ahora tengo una voz mucho mejor que hace veinte años... pero porque está la saciedad de decir: “Tomé todo lo que quise, fui un curado con todo, con vodka, vino, pisco...”. Y tampoco me lo pidió mi señora, fue algo que me nació, que me siento orgulloso de haber tenido la capacidad de decir: “No más”.

Un consejo: sean inteligentes para vivir todo lo que quieren vivir y poner límites para no pagar consecuencias muy caras. Si bien siempre me gustaron las drogas, tampoco fui de drogas muy constante, si no hoy día ya estaría hablando medio cagado. No puede ser eterno, ya pasó la vieja, soy un hombre grande y quiero vivir en la sanidad. Me siento mucho más joven para todos mis proyectos. He ganado, sin duda, pero sin negar que me encantan los vicios.


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"Si bien siempre me gustaron las drogas, tampoco fui de drogas muy constante", cuenta Guerrero. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Estoy trabajando en una canción que se llaman “Los excesos”, y que habla de que en los excesos encuentro la canción correcta; o sea, ¡todo mal! El hueón que ningún padre quiere para su hija. Ese soy yo. Y me encanta. Alguien tiene que ser la imagen equivocada, no todos pueden jugar a la imagen correcta. Dicen que soy el malo y evidentemente que me refleja, enormemente; pero ese malo-bueno, no soy un hueón que le deseé mal a nadie. Me gusta la calle, me gusta el abrazo el hueón que estaciona los autos, me gusta cuando me meto en barrios populares y el hueón en vez de asaltarme me reconoce y me tira buena onda. Me gusta ganarme el cariño de la gente del pueblo.

Soy un tipo que no programo nada, mi amistad con (Carlos) Caszely ni nada. Voy por la vida como “Forrest Gump”, corriendo, echando para adelante, y en el camino van pasando cosas. Me gusta. A mis 51, a veces pienso que debería ser un poco más pragmático, para ser un hombre serio; pero ya no lo conseguí, así que tengo que seguir por la senda, estoy año haciendo Kumbia Pop, que es otra locura que se me viene a la cabeza, ya proyectando mi próximo año, grabando ahora con los Tomo como Rey (la canción “Los condenados”) y Leo Rey. Me gusta esto poco inteligente de hacer cosas, más que por necesidad, porque se me ocurre y aparecen las posibilidades. Es más encantador el triunfo cuando es casual, y es menos terrible la derrota cuando también estás proponiendo y la mayoría de las veces fracasas. En el fracaso también está el crecimiento y aprendizaje. No tengo mucho miedo al fracaso.

“La manzana de Adán” es una canción súper antigua, de esas que hacía sin pensar, un demo muy antiguo. Mis amigos más cercanos me decían: “Estás cagado, Daniel, puta la hueá mala”. Y cuando empecé a desarrollar Kumbia Pop le pedí ayuda a mi querida Nina La Que Brilla, una artista tropical muy cercana con la que grabé “Besos”; y estamos preparando “Nada quedará” en versión cumbia, que se cumplen 30 años.


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El músico habla sobre Cumbia Pop, el disco en que se encuentra trabajando actualmente. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Con Leo Rey vamos a sacar una canción juntos. Soy súper poco sociable y bueno para hablar, y genero una cosa más de rechazo... no sé por qué, pero es así... Por lo tanto no tengo amigos (en la música) y la forma de llegar a la gente es como un principiante, consiguiendo un número y diciendo “hola, soy Daniel Guerrero, compositor...”. A veces me pasa que no me pescan ni me cachan, y hueones como el Leo que me dijo: “¡Maestrazo! Yo lo escucho desde el colegio, un placer...”. Es muy simpático, buena onda y respetuoso. No lo esperaba. Es un icono tropical muy importante y debe tener mucha gente que quiere grabar con él... Terminó canjeándome el cantar esta canción conmigo (para mi disco), y yo le hago una canción a él. “Encantado”, le dije, “nada podría gustarme más que componer para ti”.

Chile es muy encasillado. Toqué como siempre en septiembre, no me contrató ninguna fonda, porque soy “el hueón de La Sociedad”. Va a estar difícil cambiar ese nombre, posiblemente esté en mi lápida: “Aquí yace el huevón de La Sociedad”. Y Kumbia Pop no lo hago desde la perspectiva comercial, sí desde la perspectiva de: ¿cómo llegar a un público más joven que no me conoce? La cumbia es un público más joven y masivo... Ahora, en el programa del Huevo Fuenzalida tuve que cantar “Nada quedará”, pero muy en paz con eso; no es que me encante, o sea, La Sociedad terminó en el 2000: llevo 25 años componiendo y haciendo música en muchos géneros… Cuando la gente me descubre es como: “No sabía que hiciste esa canción de Mecano”, o “no sabía que tú hiciste Porto Seguro”... Finalmente hoy soy un hueón que lleva al colegio a sus hijos, mandado por su señora; o sea, demasiado normal para ser un artista tan famoso.

Estoy tratando de desarrollar la humildad en un hueón que a los 20 años era muy famoso y que, evidentemente, me creía la muerte po’. Los fracasos ayudan a darte cuenta de que ni el éxito está en la raja como uno lo desea ni un fracaso es tan terrible. La vida está llena de ambas cosas, nunca la felicidad es completa. Posiblemente desde la base de tener una familia, una pareja que me quiere, quiero y necesito, hijos lindos que me quieren y quiero, todo el resto se hace mejor... Sé que finalmente con una guitarra de palo de 50 o 30 lucas, puedo componer igual; me genera una tranquilidad. Prefiero tener una Tizona y seguir haciendo canciones que puedan terminar siendo importantes para un público.

Soy la inconsecuencia hecha persona, un hueón que hoy está tratando de revitalizarme a través de desarrollar un poco más la humildad, una vida infinitamente más sencilla, más dedicado a ser padre y esposo, a esta vida provincial que te obliga a ver las cosas de otra manera, con una televisión que se centra en Santiago, donde Santiago sigue siendo Chile. Esta postergación eterna del provinciano te hace ser más humilde.

Tengo un camino recorrido que me da la posibilidad de que cada diez personas haya, una te cacha y te hace recordar que no ha sido todo en vano... Pero paso por miles de etapas. Soy un tipo lleno de personalidades, algunas de ellas muy enfermas, y que trato de tenerlas medianamente tranquilas y desarrollar mi parte más positiva, pensando en mi responsabilidad de padre; mis hijos dependen de la formación que les pueda dar... ¡Es algo novedoso en mí! Aparece en mis 50 años, de la muerte del Zalo (Reyes), de mi amistad con un Caszely y de ver que los más grandes llegan a un momento de calmarse. Dejé las adicciones y todo con el propósito de ver la vida de manera distinta. Pero seguramente no es que me vaya a quedar en “encontré el centro de mi vida y ahora soy un huéon la raja”, ¡en absoluto! Vivo en la urgencia de desarrollarme y de encontrar la manera de sentirme mejor.

La gente si no te ve en los medios tradicionales, no existes. Ando en la calle y la gente me dice: “¿Por qué dejaste cantar?”. ¡No he dejado cantar nunca! Dejé de ir a la tele, ¡porque me carga la tele! Ahora vengo de un programa de concurso (Ahoga caigo, TVN), ¡y fue una crisis de pánico total! No lo pasé bien, pero sé que debo hacer este tipo de cosas para estar un más expuesto, y agradezco la posibilidad de que cuando digo “voy a abrirme un poco más”, todavía existen algunos medios tradicionales que me dan esa pequeña página necesaria para contar una historia. La música no es suficiente y lo lamento enormemente. Si la gente no sabe de mí, no se va a meter a escuchar esas canciones.

Hubo gente con la que participé en el programa de TVN (Ahoga caigo) que ni me saludó, pero me hice muy amigo de la señora que hacía el aseo, y le decía: “Hago música para ti, porque me siento infinitamente más cercano a ti y a tu vida”, y a la guardia que me pidió un video cuando entré, que a la animadora de televisión, y no porque sea mejor, peor o esté equivocada. Son formas distintas de vivir. Voy a la feria, soy un hueón que le hace caso a la señora como la mayoría de los hueones casados de este país. Eso me tranquiliza, no nací para ser Chayanne ni Ricky Martin; mi búsqueda es un legado a través de la música. Mi necesidad es hacer cosas interesantes como plasmar en música esta idolatría tan grande por un ídolo como Carlos Caszely. Sé que con el tiempo tendrá un valor distinto, y no tiene que ver conmigo, pero haber sido el instrumento que ayudó a generar, ¡me hace feliz! Me gusta que mis canciones sean más famosas que yo. Mi nombre no es muy conocido, soy “el hueón de La Sociedad” para la gente, o simplemente soy un hueón que la gente dice “¿tú qué haces?”, y cuando empiezo a decir las canciones que he hecho las cachan todas, y pienso: “¡Ah!, la raja, perfecto”. Sé que la música habla finalmente.

Carlos Caszely y Daniel Guerrero
Daniel Guerrero renonoce que, como colocolino, Caszely es su ídolo de toda la vida.

Me gustaría que la música fuera más importante, pero no depende de mí. No es algo que me sirva darle muchas vueltas. Prefiero seguir a la mía, pensando que en algún momento esta trayectoria va a servir para generar, qué sé yo, recursos para hacer cosas más interesantes que tengo pensadas. Lo que más me llena hoy día, además de grabar, es tocar en vivo. Me encantaría recorrer como lo hago hoy día, pero sin la necesidad de que me contraten, sino subir a un circo en una carpa y andar tocando en lugares grandes, medianos y pequeños, a veces por plata y a veces por la comida.

Hoy el “Huevo” Fuenzalida decía: “Un compositor y un productor...”, ayer Lucho Jara (en Al piano con Lucho, de TV+) decía “uno de los compositores más importantes los últimos 30 años”... Son hueás con las que evidentemente no estoy de acuerdo, pero es muy gratificante que me reconozcan por mi trabajo, y no por mi persona. Que me digan “¿por qué eres tan lindo?” es una idiotez que no me satisfacía. Después me di cuenta que el éxito era eso, y lo entiendo hoy día con Shakira: se agotaron en en dos horas las entradas de Shakira, ¿por qué? Porque la gente tiene una fiebre por ser parte de lo que todos son parte. Lo entendí con los años, pero me complicó bastante, y se me hacía raro porque me decían: “¡Hueón, de qué te quejai! Cualquiera querría tener lo que tienes tú”.

Me costó una vida que hablaran de mí como compositor, a nadie le importaba, ¡y a nadie le importan los compositores! tampoco me molesta, pero, por ejemplo, hoy día mi público es 60% y 40% hombres; antes era 95% y 5%, y el hombre es mucho más fanático que la mujer. Ese hueón me sigue y conoce mi trabajo más profundo. Eso es más gratificante, finalmente saber que pertenezco a la clase media de Chile; algunos de esos hueones son fanáticos míos. Con eso me siento más que privilegiado.


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"Que me digan '¿por qué eres tan lindo?' es una idiotez que no me satisfacía", recuerda Guerrero de sus tiempo en La Sociedad. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Hasta ahora estoy tratando de descubrir artísticamente cómo mierda encasillarme en este mundo moderno donde todo tiene un nombre y apellido. Me puse a producir y empecé a construir un universo musical tan amplio; me da paja estructurarme en algo tan concreto. Me gusta ir de un lado para otro, sin necesidad de ser tan “esto es lo que la gente quiere escuchar de mí”. Me deprimiría mucho desarrollar música a través del “qué debo hacer para que me vaya bien”... y las veces que lo intenté me fue como el orto... Así que hoy día, desde mi querido Valdivia, echo a volar mi imaginación. El único ingrediente que no puede faltar en la música popular es la honestidad. No critico lo urbano, pero no me veo haciendo música urbana; a diferencia de la cumbia, que siempre he hecho música tropical.

Soy un amargo y crítico (conmigo mismo). Evito ver shows míos. Hay artistas que tocan y llegan al hotel a ver el show... o sea, nada podría importarme menos... Creo en el momento y me quedo con la experiencia de lo que viví arriba, y creo ciegamente. Me gusta la magia de que he cantado con mi voz perfecta, he cantado por una voz más o menos y sin voz, y a veces sin voz he logrado que la gente quede en éxtasis y pienso: “Chucha, parece que en realidad es más que cantar bien”. Eso es lo que me maravillaba de Zalo Reyes, esa capacidad de lograr algo que es tan inexplicable, que no se puede enseñar en la escuela, que tiene que ver con el ser artista, subir al escenario y entregar algo que la gente admira; la gente no quiere un hueón que pida disculpas.

No sé si me gustaría ser tan idolatrado. Nunca fui Jorge González ni Álvaro Henríquez, que son mucho más reconocidos como ídolos abiertamente, sobre todo por los medios y la prensa... Creo que no hace bien... Me siento tan dejado la mano de Dios que finalmente estoy todos los días tratando de demostrarme y demostrar que soy bueno y hago buenas canciones. Me parece que la idolatría te castiga y en algún momento parece que te hace hacer canciones no tan buenas. El hambre es tan importante para desarrollar algo creativo, real, que me gusta ser incomprendido. Me gusta no ser regalón de los artistas ni periodistas. No me genera algo negativo, pero me encuentro marginado, y desde Valdivia más todavía. Veo las noticias y a los diez minutos los cambio: “Mierda, está bien, ¿pero qué me importa estar viendo la delincuencia en Santiago? ¿Y qué pasa con nosotros? Y nadie le importa”, pienso. Es lo que me tocó, estoy en paz con lo que se me dio.

Soy fan de Jorge González y de muchos artistas. Prefiero pensar que soy un fan que un artista. Me ha ido bien así. Cuando miro para atrás digo: “Hay algo ahí, algo importante que estoy dejando”... No me quita el sueño…. Creo que finalmente no voy a vivir mi verdadero legado; lo acepté hace muchos años. Mi verdadero legado creo que va a ser mucho después, a través de mi obra. Mi verdadero legado será ser el padre de mis hijos menores, que no pude ser de mis hijos mayores, y ser el marido de Javiera, que no pude estar antes. Es lo único que me preocupa hoy.


DANIEL GUERRERO, MUSICO
"Mi verdadero legado creo que va a ser mucho después, a través de mi obra", reflexiona el músico. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Es una diversión para mí hacer música, acostumbrado a que en de diez canciones en ocho mi señora y amigos me digan: “Estai muy cagado, Guerrero”. Todo lo encuentran raro, y digo: “¿Estos hueones no han escuchado a (David) Bowie? ¿No conocen a Faith No More? ¿Y a Peter Gabriel?”. ¡No es raro! Está lleno de hueones que hacen cosas distintas... Prefiero estar cagado que seguir haciendo la (misma) balada después de treinta años; me daría mucha hueva, como dicen los mexicanos, ¡Qué paja! Trato de innovar dentro de lo que soy y aprender de lo nuevo, como me ha pasado con Rosalía, Adanosky y Ca7riel que, ¡wow!, que me voló la cabeza, me chocó un poco, pero cuando lo veo tocar guitarra, y después hacer música urbana, y lo veo en sus videos; es arte por todos lados. No me cierro a nada. Y luego vuelvo a los Beatles y Rolling Stones.

No me interesa el Festival de Viña. Me doy cuenta de lo que es para la gente: siempre preguntan... Nunca me voy a cerrar a nada, no es que le tenga rabia ni odio, pero no me genera un gran respeto. He visto grandes artistas y he visto hueones que digo “qué está haciendo este hueón”. Veo la competencia y me da vergüenza. Muchas veces me buscan intérpretes: “Quiero mandar una canción tuya”, y digo: “¡Olvídalo! ¡¿Para qué?! ¿Me puedes decir quién ganó el último Viña?”. No sirve de nada. Es un programa de televisión, malo, en que la competencia folclórica es a la 1:30 AM... ¡Es una oda a la falta de respeto! Se perdió todo lo bueno que tenía; la orquesta de Viña ya es “Los Cariñositos”. Pero todos le tienen un respeto. No es que le cierre las puertas, pero lo digo desde la crítica de: era choro el Festival de Viña, el de los 70, el de Julio Iglesias, del Puma Rodríguez, Raphael, Camilo Sesto; estaba choro el de los 80 con esas canciones que terminaban siendo éxito en la radio, como ‘Alma, corazón y pan’ de Gervasio, y ‘Que cante la vida’ de Alberto Plaza. Está muy mal en lo que se convirtió.

He sido productor durante treinta años y compositor de muchas canciones reconocidas por la gente, y nunca ha sido jurado (del Festival de Viña), y de repente ves en el jurado a una actriz o actor, ¡gente que tiene pico idea de música! ¿Por qué tengo que respetar algo que no me merece ningún respeto?... Ahora, si mañana quieren contar conmigo, y me pagan lo que valgo, voy, como voy a un matrimonio; vivo de cantar y mi familia vive en eso. No me cierro a cantar, pero no porque para mí es algo especial ir a Viña (...) El mundo de la televisión es de una producción básica; los productores musicales de televisión es gente que no sabe de música. Esa gente genera estos contenidos. ¿Y finalmente hoy qué llevan? A los artistas que tienen más seguidores; no hay mayor importancia ni espacio al valor artístico. Los artistas chilenos son poquitos, ¿y para tocar a las 3 AM? ¡Ni cagando! A esa hora duermo.


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Guerrero critica el show televisivo en que se ha convertido el Festival de Viña, por lo que no es un escenario que le atraiga especialmente. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Mandamos una cueca con Carlos Caszely para el Festival de Olmué 2024. Nos fue mal, porque el folclor es un grupo de gente muy purista, no aceptan cosas como que el no-folclorista haga folklore. Lo lamento porque me parece que Olmué se perdió tener al gran Carlos Caszely compitiendo, más allá de que no ganáramos; era la fascinación de ver a Carlos cantando en el Patagual. Es una pena que exista esta forma de pensar (purista), no contribuye, menos cuando la Violeta (Parra), que es mi gran ídola, era una mina que tocaba cueca con cuatro venezolanos; si había alguien transgresora, era la Violeta. No aprendieron nada de ella. El arte es justamente mezclar, sin este propósito de purismo... Ahora Carlos está trabajando con unos cuequeros, muy buenos.

Hay un error de conceptos en nuestro país. No me gusta (Ricardo) Gareca, nunca me gustó, y menos me gusta ahora que nos tenga últimos. Escuchas los comentarios del técnico: “Aquí no hay un salvador”. Qué complejo que un director técnico hable de un salvador, cuando el director técnico debería pensar en un plantel, en un equipo que juega; por lo tanto, creer que un “salvador” es ridículo. Escucho los comentaristas y todos hablan de que no tenemos jugadores en las grandes ligas... ¿pero cuando los tuvimos? ¡Sólo una vez en la historia! (sin contar la Generación Dorada) Cuando fuimos a Francia 98 sólo (Iván) Zamorano y (Marcelo) Salas, y el resto eran el Toby Vega, José Luis Sierra, Ronald Fuentes y Nelson Tapia.

Estamos en una crisis en primero se tiene que ir (Pablo) Milad y toda esa formación ejecutiva que no ha servido de nada. Luego se tiene que ir Gareca. Y luego hay que buscar un entrenador chileno, un Nano Díaz o Gustavo Huerta, alguien que conozca el medio chileno. Y tercero, buscar jugadores en Chile, jóvenes, de 18, 20 o 22 años, que sean, de verdad, el recomenzar de la Selección. Creo que no solo nos vamos al próximo Mundial, sino que Chile necesita reencantarse como Bolivia y Venezuela, desde la realidad de lo que somos. Hay que probar hasta llegar a un equipo. Y nosotros como hinchas tenemos que estar, no desde la estupidez de decir: “¡Vamos, Chile! Vamos a clasificar”. Lo que duele es que son las Clasificatorias más fáciles, en que habían seis clasificados y un repechaje.


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En su calidad de futbolero y exjuvenil de Colo Colo, Daniel habla sobre el presente de La Roja. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Me encantaría tener la opción como compositor y productor de desarrollarme en mercados más grandes, no pierdo la esperanza, pero desde otra vereda, yendo y viniendo. Es súper sacrificado convivir mucho con gente que no quieres convivir, muy frívolo todo. Odié Miami. ¿Convertibles? No manejo. ¿Las joyas? No uso ni reloj. Nada qué ver conmigo. No lo critico, valoro mucho a la gente que sale de Chile... ¿qué sería de Mon Laferte si no se hubiera ido?... Cada quien con lo suyo... Yo probé ese éxito del primer mundo, y era vivir con algo que no quiero vivir.

Me proyecto viviendo donde me sienta bien. Ni siquiera me cierro a vivir en otro país. Socialmente me preocupa Chile y cada vez siento que me cuesta más vivir en la mentalidad social nuestra, y a mi mujer más, que tiene treinta años. Y lo peligroso que está me hace pensar que si logro ciertas cosas, sabiendo que Argentina es una realidad económica mucho más compleja aún, culturalmente me gusta. Siempre me sentí muy cómodo en Argentina. Viviría en Bolivia. Viviría en otros países si mis hijos tienen un bienestar y mi mujer se siente mejor. Por el momento, Valdivia está perfecto.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido cantautor ni productor, creo que habría sido cocinero. Me encanta la cocina.

En mi época escolar era bueno pa’ la talla, pero no era de grandes maldades, no era de fumar, no era el hueón agrandado; era inocente, chistoso, flojo y buenos amigos.

¿Un apodo? Nunca fui de apodos. Mis amigos cercanos me dicen “Dani”, en Valdivia soy “Dani”.

Un sueño pendiente es ver crecer a mis hijos, verlos realizados, tener nietos y disfrutarlos.

¿Cábala? Con los años dejé de creer en la suerte o en hacer algo siempre. He desarrollado mi confianza para concentrarme. Mi única cábala es prepararme antes de cantar. Hay un trabajo previo, no es un momento normal; no soy el papá ni el marido. Soy un artista y me gusta subirme preparado a cantar.

No tengo frases favoritas... Soy bien fome, nunca se escribirá una serie mía ni nada, porque no tengo nada muy repetitivo en mi vida.

¿Un cantante con el que he trabajado y que admire? ¡Muchos! Chilenos: el gran Zalo, el gran Buddy, la Gloria (Simonetti), Juan Antonio Labra, y respeto y admiro mucho al Lucho Jara. De él he aprendido el oficio de ser resiliente frente a la crítica, al ridículo y al oficio de hacer su show. Me declaro fan de Lucho.


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"Me declaro fan de Lucho (Jara)", lanza Daniel sobre la carrera de su colega. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

¿Un trabajo mío que no se conozca? Ninguno, salí del colegio, entré a estudiar Teatro y dejé de estudiarlo por firmar mi primer contrato discográfico. No tuve esa oportunidad, pero no me cierro con los años. Me gustaría estabilizar mi carrera para justamente tener otros proyectos.

Mi primer sueldo lo gasté en comprarme la ropa para ir a la tele. Nos mandamos a hacer unos pantalones de cuero, fuimos a un sastre en el Centro para que no hiciera una camisas como Camilo Sesto, nos gastamos 300 lucas que nos pagaron en Martes 13.

¿Pasión escondida? Ser melómano, comprar discos y escuchar música. Todos los días —algo que a mi señora le empelota un poco— necesito escuchar discos de otros. Puedo estar trabajando todo el día y necesito poner un disco que me alimente el alma. Estoy siempre mirando eBay y otras tiendas a las que compro discos, muchas veces con pena porque no puedo comprar; pero siempre estoy mirando alguna papita que cuando tengo plata la compro.

¿Talento oculto? Soy bien monotemático, tengo pocas gracias. Mi talento no es oculto y es hacer música. Soy bueno, me sé bueno, y el resto me sale bueno. Y no tengo mucho para elegir tampoco. Si no fuera esto, estaría en graves problemas.

Muchas películas me hacen llorar, pero sin duda la que me marcó la vida fue La sociedad de los poetas muertos, y de ahí viene el nombre de La Sociedad. Fue la manera de atreverme a decirle a mi padre, contra su voluntad, que iba a cantar. Amo el cine clásico. Me gusta ver películas y me gusta mucho esta cosa de ahora de Netflix, Apple TV, de estar viendo películas.


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"Mi talento no es oculto y es hacer música; si no fuera esto, estaría en graves problemas", declara Guerrero. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

¿Creo en el horóscopo? No me cierro nunca a nada. No me interesa, no es una hueá que lea, pero todas las micros me sirven. Estoy en una etapa en que si el horóscopo es bueno y me lo dicen, lo agarro; si es malo, no pesco. Creo en cosas incomprensibles, en las estrellas, en el Universo, en la energía y que en la vida hay una magia. Creo en eso que no tiene lógica. Soy Piscis, y no sé nadar; no sé flotar, meto la cabeza y me ahogo, me da mucha vergüenza, es bien humillante para un hueón que dice ser “el malo”. Estoy en esa etapa en que me propuse aprender a manejar y nadar.

Si pudiera tener un superpoder me gustaría tener el de viajar en el tiempo, a todas las épocas. Me gusta lo antiguo y también me atrae el futuro.

¿Placer culpable? No creo en la culpa, tengo muchos placeres pero nada que me genere culpa. Siempre me molestó ser parte de ese placer culpable, creer que escuchar música romántica es un placer culpable es la idiotez más grande que puede existir... ¡Por favor! El placer es justamente algo rico y que no genera culpa. No soy culposo.

Si pudiera invitar a tres personajes de la Historia a un asado uno sería Jesús, sin duda, personaje demasiado importante; la Violeta Parra, porque es la artista que más me ha volado la cabeza en Chile, por lejos; y Caszely, porque es mi ídolo, para que estuviera conmigo ahí.

Daniel Guerrero es un compositor, popular, de Valdivia, el malo.

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