La Firme con Daniel Valenzuela: “Ahora entiendo esa debilidad interna que tenía”

Daniel Valenzuela, posa en el los estudios de TEVEX, para entrevista con La Firme. Foto: Luis Sevilla

El animador no quería ni ver la TV después de una seguidilla de traspiés, pero hoy está de vuelta en el matinal digital Emprendidos. Con La Cuarta, “Palomo” repasa su historia con dolores, caídas, repuntes, éxitos, amor, quiebres y una alta cuota de optimismo.

Daniel Valenzuela Aedo (47) no quería nada con la tele. Después de que en diciembre del 2022 saliera de pantalla junto a Más Vivi que nunca, se descargó con los ejecutivos de TV+ y se fue para la casa, a pensar en otra cosa. Probó suerte en CHV, pero no le resultó. Así que cuando le llegó la propuesta para conducir el matinal de un canal digital, Emprendidos (Tevex), se mostró medio reacio, según cuenta a “La Firme” de La Cuarta.

Sin embargo, en octubre del 2023, finalmente aceptó. Y de momento, todo parece andar bien.

El animador comenzó de cabro chico en la tele, imitando a Luis Miguel. Más adelante, en 2000, se hizo conocido en Extra Jóvenes (CHV), junto a Martín Cárcamo, hasta que el programa de las tarde cedió ante el fenómeno de Mekano (Mega). Y a él le costó despegar otra vez. Cuando parecía que volvía a elevarse, algo pasaba que no terminaba de “darle el palo al gato”. Y en 2011, “Palomo” supo de la infidelidad de su esposa, Paloma Aliaga, con su hermano Cristóbal, en un hito que desató un bullicio mediático que, más allá de los personal, también lo dejó estigmatizado como un profesional sufriente.

Como sea, continuó y tuvo un exitoso paso como locutor radial en Candela, pero que, tras el estallido social y con la pandemia, en octubre del 2020, acabó. Otra vez. Volvieron a aparecer todos los “fantasmas”, sin ganas de levantarse de la cama. Hasta que, con sicólogo de por medio, lo hizo. Habló con sus hijas, Alondra y Eloísa, se puso de pie y hoy continúa, cargado de sueños pendientes, perseverando en la pantalla chica y en otros rubros, mientras declara, optimista: “Esto que estoy viviendo hay que valorarlo, el ahora”.

LA FIRME CON DANIEL VALENZUELA

Viví en Recoleta, Independencia, Santiago centro y después en Batuco, en la parcela de mis papás. Se me viene a la mente de chico cuando salíamos en familia a la comida china cuando; era celebrar, disfrutar y cuando estaban las vaquitas más gordas el fin de semana. Ese primer wantán, ochentero y noventero, que no era como ahora, que no tienen ni carne, lo disfrutaba mucho. Siempre tengo esas imágenes, esos aromas y momentos. Ese restorán era en Barrio Brasil, “Los chinos ricos”, algo así, no me acuerdo, con sus acuarios y ornamentación.

Mi abuela, Marina, estuvo harto rato vinculada en la crianza. A ella le encantaba la música. Me escuchó cantar alguna vez y ahí surgieron algunas cosas como El festival de la una (TVN) o Éxito (Canal 13); ella me acompañaba e instaba a ir, ya con diez o once años. Me gustaba harto cantar y participar. Me llamó la atención el aroma que tenía en la televisión, la escenografía, como maderosa. El “Puma” Rodríguez era para darle en el gusto a mi abuela, pero participando en programas era Luis Miguel, que no me acercaba, jajaja. En El festival de la una participé con el esposo de Perla, Nino (Morales), que ganó; y había otro que hace oficialmente de Luis Miguel hoy día, así que fui un una buen contendor. Fui el único que no siguió esa senda.

Daniel Valenzuela recuerda que su abuela jugó un rol importante en sus incursiones en la tele. Foto: Luis Sevilla

La música siempre ha estado presente en mi vida. Soy consciente que no soy tremendamente talentoso, y que es un acto casi heroico la música en este país. Pero me gusta mucho, la hago, a veces en mis eventos, canto cuando hay que rellenar (en la animación); es una herramienta que tengo. Hice un tiempo canciones con Álvaro Véliz, grabamos algunas cosas, pero no seguí nunca en serio. Y también hago tributos a Luis Miguel; canto con unos amigos músicos y aprovecho harto... Pero tomármelo en serio, con disco, Spotify, invertir en videoclip y con todo, no, ya con 47 años.

Con Cristóbal, que es tres años menor que yo, era buena la relación cuando chicos. Y tenemos otra hermana, Anita, seis años menos que yo. En invierno inventábamos hartos juegos en la casa. En Navidad a él le tocaba siempre la bicicleta arreglada... Y después me las cobró todas, jajaja. Jugábamos a los mercaditos con los billetes del Metrópoli, cada uno vendía cosas, desordenábamos las piezas.

De la básica a la media me cambié a un colegio que tenía otras condiciones, al Alonso Ercilla, y yo venía de uno municipal subvencionado. Fue un proceso bien extraño, de mucho cambio, y no lo tomé de la mejor manera. No me favoreció en ese sentido, y yo no tenía las herramientas, no supe manejarlo. De a poquito me fui apagando y, de primero a cuarto medio, ojalá pasar al tiro de ahí, en dos semanas. Se me hizo muy pesada esa etapa.

Daniel no la pasó particularmente bien en la educación media; demoró en aparecer su personalidad. Foto: Luis Sevilla

En la enseñanza media y en la universidad era muy tímido, así que ser comunicador fue todo un desafío. Mis compañeros de colegio me veían en televisión a veces; me empezaron a molestar harto con eso y, claro, en vez de tomarlo a mi favor, lo tomé en contra. Me chupé, me fui para adentro y no quería nada; me bloqueé tanto que en la media ni preguntaba en clase, y ojalá pasara lo más piola posible, sentarme al final y que nadie supiera que yo estaba; ojalá nunca me mencionaran ni en la lista. Extra jóvenes (CHV) fue muy heavy y me planteó todo un desafío cuando me puse a estudiar en la universidad, y sobre todo cuando llegó la oportunidad, que era un deseo, pero mi personalidad estaba tan truncada, frenada, que en ese minuto tuve que hacerlo sí o sí, pararme en un escenario, hablar, entregar. Fue un cambio que tuve que hacer por obligación, pero también me favoreció mucho.

El casting abierto de Extra jóvenes fue muy de casualidad, porque mi amigo quería ir y fui quedando yo: la típica. Eran 800 personas y era un programa icónico de ese tiempo buscando animadores. Empecé a jugármela, a hablar y trabajar. Lo pasé muy bien. Lo que estaba estudiando no me llenaba plenamente (Comunicación audiovisual), y caché que esta opción era lo que me lo que me llenaba; y ahí seguimos.

Nunca fui de conversar mis problemas, me iba para adentro. Ahora he tratado, creo que es necesario hablarlos, pero nunca en caliente; o sea en mi primera reacción doy a entender que estoy molesto o que hay algún conflicto, y salgo a caminar. Y hay veces que he caminado varias cuadras, jajaja; es el único cardio bueno que hago. Pero después hay que hablar las cosas, y he entendido que es bueno, pero siempre en frío; nunca en caliente, de ahí no se saca nada bueno. He tenido que tener profesionales para adquirir esas mecánicas. Creo que la pandemia nos tocó a todos más introspectivos, analizarse, en qué estaba fallando, nos golpeó fuerte la economía, el trabajo y las emociones. Tuve que aprender y dejarme llevar por profesionales.

Su paso por Extra Jóvenes lo califica como un "espejismo", ya que no logró despegar del todo. Foto: Luis Sevilla

El Extra jóvenes fue una mezcla de todo. Disfruté mucho, muy inconsciente, no me la creía. “¿En qué minuto pasó esto?”, pensaba. Al programa el primer año le fue increíble, viajamos por todo Chile con Martín (Cárcamo). No le tomé el peso a lo que significa; tenía una oportunidad entre manos para empezar a crecer en un camino. Nada más que gocé, lo pasé bien y nunca fui muy consciente de la oportunidad que había. Pero siempre tuve muy buenos comentarios y resultados de lo que hacía. Sí me faltó si tomarle (el peso), generar estrategia como “esta cuestión va a durar un tiempo, ¿y después qué?”. Esa claridad, que uno no tiene hoy día con los años, no la tuve ahí. Lo pasé bien nomás.

Con Martín Cárcamo nos queremos mucho; no es una amistad, porque no nos vemos de forma periódica, pero cuando nos encontramos hay buena onda. Hay un De tú a tú (Canal 13) que grabamos hace mucho rato, y ya va a salir; fue un programa muy bonito, hablamos varias cosas. Él es más claro de todo, más ingeniero comercial, tenía más claridad; fuimos muy partners, hicimos hartas cosas juntos. Y tuvimos el éxito, la gloria, y el fracaso cuando apareció Mekano (Mega), que nos mató. Así que vivimos juntos esas dos cosas.

Hice mis reconciliaciones con Martín y conmigo mismo, porque tiene más que ver con temas personales. Yo buscaba y me preguntaba: “¿Por qué tengo el palo y no pasa el gato?”. Me sentía y me siento con todas las capacidades; fue uno de los temas que tuve que tratar con profesionales, porque me dolía harto, no la figura de él, sino lo pasaba conmigo, que no se me abrían las puertas, no se me daba. Después de Extra jóvenes fue el Buenos Días a Todos (TVN) cuatro años, después estuve pululando en Gigantes con Vivi (Canal 13), canales más chicos como Telecanal y alguna oportunidad en Teletón con tres o cuatro años buenos. Pero no lograba concretar lo que yo creía que merecía. Y hasta el día de hoy ha sido un trabajo.

Ya no busco respuestas por una cuestión práctica y objetiva, porque la televisión ya no es la que era, no están las oportunidades ni el impacto de antes. Los medios son mucho más democráticos y hay plataformas distintas, y finalmente soy súper creyente y convencido de que soy agradecido de todo lo que me ha pasado. Si no hubiese tenido este camino, nada de lo que tengo hoy hubiese pasado, como mis hijas y todo lo que he vivido con ellas. He aprendido a agradecer y no patear más la perra, porque no sirve de nada.

Daniel ya no busca respuestas de por qué no ha podido dar el salto que esperaba en la TV. FOTO: Fernando Campos/ LA CUARTA

Extra jóvenes fue como un espejismo, porque me dio la seguridad afuera, externa, no interna. Yo tenía problemas conmigo no resueltos, de personalidad, que no tenía las herramientas y no sabía: “¿Y tú quién eres?, me pregunté. “¿Animador de un programa exitoso, que ganó plata, independiente”. Eso me fortaleció, por fuera. Mis carencias seguían adentro. Cuando eso se terminó, se acabó el animador y los ingresos. Me debilité y eso no tiene que ser así: tus fortalezas tienen que ser internas. Fue un golpe duro. Y después siguió. En pandemia me vinieron todos estos fantasmas.

Me casé a los 30 y algo con Paloma Aliaga. Del matrimonio me quedo con lo bueno; creo que la relación que tenemos hoy día es por lo que fuimos, por las cosas buenas que fueron. No tengo nada que decir de eso, más allá de lo que todo el mundo conoció (la infidelidad con su hermano Cristóbal). Me quedo con lo bueno y ella también. Por eso somos lo que somos hoy día. Buena etapa. Uno se casa comprometido, enamorado. Después las cosas van cambiando con el tiempo... Creo que a todo el mundo le ha pasado.

Hago un mea culpa de toda esa etapa (casados). Recuerdo hechos puntuales donde del otro lado la remaron, la remaron, la remaron para que las cosas resultaran. Y yo ya estaba como en otra. Soy súper consciente de esto y, por lo mismo, relato los hechos cómo son, con justicia. Por lo mismo, me duele cuando la gente, tan deliberada y livianamente, opina de las cosas. Las parejas son un global y nadie sabe la realidad de cada una de las parejas. Es un mundo. A veces te ciega el ego o la rabia, y no es así. Soy súper claro de la historia, de cómo la luchaste, la peleaste y cuando te caíste.

Cuando estaba en Telecanal, y pasó todo lo de la infidelidad, el canal me hizo pronunciarme. Fue raro eso. El ejecutivo, un boliviano, no me acuerdo su nombre, pero le dije: “Yo no me voy a referir al tema”. Me acuerdo que pedí tres días y desaparecí, igual que en la radio. Y después volví. Aguanté, aguante, y me dijeron: “Ya están hablando en todas partes, algo tienes que decir”. Pero yo no quería. Y en uno de los programas, muy escueto me referí al tema, pero por una decisión del canal. Seguramente tendría que haber sido más categórico, de haber dicho: “No voy a hablar”. Pero no lo hice.

Daniel Valenzuela recuerda que Telecanal le ordenaron que se pronunciara públicamente sobre la infidelidad. Foto: Luis Sevilla

Después de que pasó todo el tema personal (del quiebre), a los seis meses fui a Vértigo (Canal 13), después de que me banqué hartas cosas que decían, sin fuentes, mentiras, harto acoso, que en ese tiempo la farándula era bien dura; iban a mi casa, al colegio de mis hijas, almorzando, comiendo. Era todo el día, todos los días, todos hablando. Después de todo ese cansancio, hablé con Fátima, periodista y amiga, y me dijo: “Lo mejor es hablar y parar el tema acá”. Pensé que iba a parar el tema ahí y fui a Vértigo. Siempre me he reído, tengo el mismo humor para mis cosas; me da lo mismo el humor cuando es inteligente y no es ofensivo. Pensé que el tema paraba ahí y no paró. Me equivoqué, porque siguió un montón.

No me arrepiento, siempre cuando he tenido que hablar he hablado, y cómo lo he hecho. Soy súper seguro y claro en eso. Los medios siguen, porque el tema era sabroso, les conviene; pero siempre he hablado porque en los registros, el día mañana tu hija te pregunta: “¿Oye, qué pasó? ¿Por qué dijeron tantas cosas y tú no hablaste?”. Bueno, está lo que yo hablé, y súper claro. No tengo aprensiones en hablar. Fue el 2013, hace rato que ya fue. Tengo muy buena relación. Para mí el tema está super resuelto, yo mismo a veces me hago bromas. El tema es que, para la gente, me marcó en términos personales, dolorosamente también, pero también una resiliencia que valoro mucho de todos (en mi familia).

Mediáticamente, televisivamente y laboralmente yo creo que me perjudicó (lo bullado de la infidelidad); no por mí, sino porque el cerebro de nuez que a veces tienen los ejecutivos te ven así: “¿Cómo va a animar este hueón si sufre tanto, si tiene un dolor tan grande?”. Te estigmatizan. Me pasó la cuenta. Yo estaba en los 30 y tanto, más maduro para hacer otras cosas, me pasa esta cuestión y la percepción del ejecutivo es segada; y fregué.

Siempre tuve la claridad de que mis hijas eran la prioridad, lo valoro profundamente y qué bueno que Dios me dio esa claridad, a todos nosotros, haciéndose cargo de sus historias. Dentro de todo lo caótico y lo difícil, tomamos buenas decisiones por amor.

En más de una ocasión, Daniel se ha sincerado sobre lo que fue el quiebre de su matrimonio con Paloma Aliaga.

No me creía lo de Radio Candela cuando le empezó a ir muy bien. Fue un regalo maravilloso. Llegué con un programa tocando puertas, después de haber terminado con Radio Corazón. Me dieron media hora, de un programa grabado, en Candela. Fui creciendo, me dieron un programa en la tarde, de 2 a 4 PM; después (José Miguel) Viñuela pasó al Mucho Gusto (Mega), quedó la mañana libre y me dijeron que “tú hagas la mañana”, de 9 a 12. Y faltaba comercialmente un rostro femenino: “¿Con quién te gustaría trabajar?”, me preguntaron y dije Karen Doggenweiler: “Siempre he querido, animé con ella Teletón, somos amigos”. Estaba en TVN en ese tiempo, así que me tocó hablar con ella, buscar la manera; muy dispuesta, lo hicimos y trabajé con Karen. Fue muy bonito.

Karen Doggenweiler como comunicadora me encanta; sin duda es una de las mejores animadores que tiene Chile. El humor que tiene es genial, el ritmo, las formas, cómo lleva los temas, lo que concentra en su información, su capacidad de imaginar, los quiebres que hace. Karen es maravillosa. Y tenemos un humor muy similar, además. Nos reímos de tonteras, simplezas, sutilezas. La Karen tiene un humor en doble sentido, pero muy sutil y entretenido. Me decía: “En mi casa se hace el amor todos los miércoles”; entonces me daba cabida para generar cosas. Lo pasábamos muy bien.

Estaba muy bien cuando terminó Radio Candela: nunca había ganado tanta plata, nunca había estado mejor económicamente, logré trabajar con Karen Doggenweiler dos años, que es lo que más quería, manejaba la línea editorial, se me dieron todas las cosas. Y me vino un dolor, un frío en el alma heavy. Ahí tuve que saber levantarme, que me costó, pero aprendí.

Ahora entiendo esa debilidad interna que tenía. En ese tiempo, me ponía triste e inseguro, y volvía a pagarme, como on-off: validado externamente, me prendía; si no era validado, me apagaba. A lo mejor le pasa a muchos, pero está mal: tus fortalezas tienen que ser internas. Y me pasó en Candela: “Chuta, ahora no soy animador de nada, no pertenezco a ningún lugar, no hay eventos, no gano plata y no he podido ahorrar”, pensé: “No soy nadie”. Y fue el momento de consultar profesionales, levantarme, con dos hijas maravillosas y gente que me quiere. Siempre hay cosas donde uno se puede agarrar, y finalmente son mucho más importantes a que te validen.

Daniel pasaba por un gran momento en Radio Candela, hasta que la pandemia tiró todo por la borda. Foto: Luis Sevilla

Es bueno pasarlo mal también, porque uno aprende a pasarlo bien después, y necesitas cada vez menos cosas. Es absolutamente necesaria la tristeza. Hay algo que nunca resolví con la aceptación. Uno vale mucho más por lo que es como persona que por todo lo que hace, que al final son puras caretas que tenemos todos, con cómo se viste, qué auto tiene o dónde vive. Son cosas que en un momento de manera nociva me perjudicaban, pero creo que es mucho más valorable todo lo otro.

El fin de Radio Candela fue doloroso porque, por primera vez, me sentía bien valorado en un medio de comunicación. Sentía que la meritocracia valía la pena, porque me saqué la cresta por hacer las cosas bien ahí, prepararme y todo. Y sentía que eso tenía respuesta, y no en todas partes pasa. Se me dio el lugar que yo creía que merecía en términos económicos, de confianza, de manejar una línea editorial y todo. Me sentía súper respaldado. Cuando terminó, fue partir de cero de nuevo, más encima en pandemia, que no había dónde echar mano. Me di cuenta, también, que yo financieramente tampoco estaba muy ordenado; no había ahorrado. Fue un golpe bien duro. Mis hijas estaban grandes y tuve que conversar con ellas. Volví al mismo problema: “No es que no sea nadie, pero no estoy en nada”. Ese fantasma.

Fue bonito con mis hijas, Eloísa y Alondra, aterrizar ese superhéroe que uno cree que siempre son los papás. Ellas estaban contentas también; me acompañaban a la radio muchas veces cuando podían, tenían la oportunidad de conocer artistas también. Y después ya no pasaba nada de eso. Me acuerdo que me arranqué a la playa, a La Serena, con la mayor y le dije, después de harta angustia y que procesé. Hablé, le dije que a veces los papás no somos los superhéroes, pasamos por momentos, tenemos debilidades. Y ese abrazo fue lo mejor del mundo, y lo recuerdo hasta todo el día. Pero hay que enfrentar las cosas.

Cuando tengo una pena me voy para la playa, como que me alivia ese ir y venir de las olas, llegan y se van; como un juego. Siempre voy a distintas playas. Si la pena es más grande me arranco para Iquique, jajaja, depende geográficamente del porte de la pena, jajaja... No, no, broma, a distintos lugares, pero con playa.

Decidí recurrir al sicólogo cuando estaba tumbado en la casa, y con ganas de nada. Y no sabía cómo levantarme tampoco. No sabía por dónde partir o qué hacer. No quería ver a mis hijas tampoco con desgano, porque no tenía nada que ofrecerles. Ahí dije que “tengo que salir de esta cuestión, ver a alguien”; lo que nunca quise, en ninguna instancia mía. O no es que no haya querido, sentía que no lo necesitaba, que lo podía resolver todo a mi manera y solo. Pero ahí me vinieron todos los fantasmas, y sí lo necesité.

Creo que siempre es un trabajo (estar bien). Solas se empiezan a abrir puertas y pude acompañar a mi hija, Alondra, a la película que filmó, La contadora de películas, que el rodaje era en María Elena, en el norte, tres meses, del libro de Hernán Rivera Letelier. Y gracias a que yo no estaba haciendo nada, pude acompañarla; o sea, no nada, pero estaba con cosas más esporádicas y con mis tiempos. Fue linda la posibilidad de no estar esclavizado en algo y tener la oportunidad de disfrutar y acompañarla. Ahí fui entendiendo, pero es un trabajo diario, constante. Creo que los costalazos siempre están.

Fue fascinante la experiencia en María Elena. Es un cine de gran nivel, de una coproducción francesa-española-chilena, con mucha gente involucrada, en un lugar bien duro igual, en la pampa, a una hora y media de Calama, en una zona salitrera. Pero con gente linda, cariñosa, con buenas instancias, buen equipo de trabajo, y ella desarrollándose en pleno. Me hizo muy bien. Pura chochera. Y lindo su trabajo, un protagónico, la que cuenta las películas, a sus diez años. Pero más allá de eso, me quedo con lo buena persona que fue; hizo muchos lazos afectivos con gente de allá, con niños. Eso también es súper satisfactorio: además de ver que es buena profesional, es buena persona. Fue puro regalo y beneficio.

Daniel junto a su hija menor, Alondra, quien da sus primeros pasos como actriz en teleseries y películas. Foto de archivo.

Alondra es bien chica, hizo comerciales también. Una vez fuimos a Mucho gusto y dijeron: “Tenemos un casting para un spot del área dramática”. Le hicieron un casting a las dos y Alondra quedó en el spot de Verdades ocultas, y después la pidieron para algunos capítulos, y después otros varios. Después Tranquilo papá, Juegos de poder, Demente y ahora Generación 98. Está feliz. Le tocaron tramas bien sórdidas, ser la niña sufrida. Y ya en la película pudo hacer un guiño más de comedia y jugar, y ahora ya dijo “quiero hacer comedia”; la tiene bien clara. No me da ninguna aprensión, porque converso con ella, y también Mega tiene sicólogos. Y así como se conecta, se desconecta; es una capacidad heavy la que tiene. Y lo pasa bien, no veo ni siquiera cansancio. Ella quiere, pide hacer cosas. Tiene claro que entra en un mundo de ficción. Me acuerdo de esa escena de Demente, que fue tan fuerte, cuando aparece (Benjamín) Vicuña en un portonazo y ella llora de manera desgarrada; yo estaba ahí. Estaban comiendo completos antes de la escena; la terminan de grabar y ella dice: “Oye, ¿y mi completo?”. Se me paran los pelos cuando la veo llorar, pero cacho que lo hace porque interpreta, está jugando.

Estuve en Más Vivi que nunca (TV+) y después de eso ya no quise nada con la tele. Voy de costalazo en costalazo, me cuesta, como esos monos porfiados que salen del agua y ¡pa! Pal’ agua de nuevo. Me ha costado sacar la cabeza a la superficie, y en Más Vivi también iba súper bien, habíamos ideado algunas seccione y Vivi (Kreutzberger) estaba en su mejor momento... Y pasan cosas anexas y a los ejecutivos se les ocurrió hacer otro tipo de televisión, contratar en los rostros y todo, sacaron Me Late y Más Vivi.

Me acuerdo que en un momento encaré a los ejecutivos (de TV+), que no me van a querer ni ver, porque ya no tenía nada qué perder: “Nunca me contemplan en nada; porque cuando hay que animar festivales, voy para allá; hay que parchar esto, voy para vaya allá; entonces cuando llega la hora de contemplarme en algún proyecto, y al canal está contratando gente, no me contemplan”. Me dio mucha bronca: “Ustedes me tratan como al (Iván) Zamorano de Valdano (entrenador en ese entonces)”, que en el Real Madrid era el quinto extranjero; nunca lo pusieron, hasta que sí, hizo los goles, ganó un campeonato y todo. “Me aburrí de esta huéa”, dije. Seguramente los ejecutivos no me quieren ni ver, pero boté toda mi mierda ahí. “¿Cómo cresta no me ven?”, pensé. “No quieren nada conmigo nomás”. Ahí fui más rebelde.

Hay claridad de que hay habilidades blandas que no manejo, y no he manejado nunca, que tienen que ver con vínculos; te vas arropando con tus vínculos, que esos mismos te van encaminando. Perdí, corté lazos con directores, productores y con gente que hoy día toma decisiones; esos vínculos nunca los hice. Nunca fui atando esos nudos que son buenos, que finalmente te va llevando como una cuerdita para arriba: se acuerdan de ti y te tienen en el registro. A lo mejor a mucha gente le nace, creo que es una de las cosas que hay que hacer; en este medio es importante tener esa pata, que no la tengo hasta hoy. Pero lo que me he ganado ha sido a punta de sacarme la cresta, golpear puertas y lo agradezco.

"Hay claridad de que hay habilidades blandas que no manejo", admite Daniel sobre su carrera. Foto: Luis Sevilla

En las noches me toca hacer eventos. Un amigo Dj, que es Ultraman, que programaba en la Corazón y la Activa, me dijo: “Tengo esta idea, hagámosla contigo: Generación cassette”, música de los 80, 90 y 2000. Son fiestas que trato de que sean fin de semana por medio, para tener tiempo con mis hijas. Son hasta las 2 de la mañana y ya a las 10:30 PM estoy raja con 47 años; hay que hacer el tutito, la siesta, y volver a encenderse. Hemos viajado por todo Chile. Ahora tuvimos una fiesta súper grande, Grado 3, en Huechuraba, Ciudad Empresarial; estuvo Glup y Vengaboys. Nos va increíble. Quisiera que no nos fuera tan bien, porque quiero descansar un poco de eso. Le gusta a la gente. Ahora estamos en Concepción, después Tongoy, vamos a Punta Arenas y Antofagasta, así que no paro mucho.

Me pasa una dualidad: me gusta mucho, el cariño de la gente está intacto, pero no sé si lo podría sostener mucho tiempo más (con las fiestas), por términos físicos, de salud, de noche y por no quitarle tiempo a mis hijas. Inicialmente estoy con ellas fin de semana por medio, con días en la semana. Pero es bien dúctil mi horario, así que podemos reforzar. Es muy flexible; en eso con la Palo no hay ningún problema.

Antes no concebía la amistad entre un hombre y mujer. El paso del tiempo me ha cambiado. Tengo muy buenas amigas, que no me pasó ningún rollo y ellas tampoco. Pero antes era difícil, me costaba, jajaja. Trabajé eso, pero es valiosa la amistad en general, y más tener la mirada amiga. Hoy creo muchísimo más; a veces se pueden llegar a mezclar las cosas, pero creo mucho más.

No tengo tantos amigos famosillos de la tele. He hecho muy buenos lazos; de hecho, me tantearon para La cabaña (Mega), y me preguntaban con quién iría: con Pastelito me llevó muy bien, con Américo, tengo buena con el “Huevo” (Fuenzalida), con Rayén Araya y Pelao Rodrigo o Fernando Godoy en su minuto, que ahora nos hemos alejado. Hay harto vínculo; no sé si son amigos, de juntarnos periódicamente. Soy más bien ermitaño, mis tiempos son bien de soledad, pero hay momentos en que convivimos.

Una coqueta amistad ha tenido Daniel con Daniela Nicolás, surgida en Más Vivi que nunca (TV+).

Con Daniela Nicolás nos conocimos en Más Vivi, llegamos juntos, nos hicimos muy, muy buenos amigos. La quiero harto a la Dani. Hablamos de hacer algún proyecto juntos, queremos, siempre hemos querido, pero no prosperó. Fue después de Vivi. Era como una suerte de Tinder, un busca parejas. No lo hemos tocado, porque nos hemos puesto hacer otras cosas ambos, pero está abierta la puerta. Teníamos una idea bien buena, como un confesionario. No hemos visto la luz, pero podría ser.

Leyendo entrevistas mías para atrás, digo: “No, por qué digo si (después no resulta alguna relación amorosa)...”. Ahora estoy bien, estoy tranquilo y contento. Está bueno. Ahora, para no pisarme la cola, voy a hablar puras generalidades. He aprendido mucho de Kenita (Larraín) y de tantos que hablan así: “Estoy bien, estoy tranquilo y mi corazón está contento”.

Mis hijas están entrando en la adolescencia; la Eloisa con 15 y a Alondra con 12. Es difícil esa edad, más en la sociedad que tenemos ahora, y en el país que estamos, y cómo están los cabros chicos, están llenos de estímulos y acceden a todo a través de Internet. Es una sociedad súper difícil la que estamos; no voy a desmerecer el trabajo de todos los papás, pero esta es una sociedad para los papás; hay que estar muy alerta a todo, más en los adolescentes. Espero que disfruten con naturalidad, que se enamoren, que tengan sus caídas y aprendan. Y en eso estoy, pero sí con muchas aprensiones, con hartos temores. Pero hay que pasarla, son como diez años, jajaja.

Me da temor la sociedad cómo está, las salidas, la noche, el carrete. Con la mamá nos turnamos para ir a dejarla y buscarla. Estar bien pendiente, presente a dónde van, qué van a hacer, compartir ubicación, que a veces para ellas es molesto, pero es necesario. Hay que estar ahí. Asusta.

Hoy el animador se encuentra en Tevex, donde finalmente se animó a regresar a la TV. Foto: Luis Sevilla

Estoy feliz en Emprendidos (Tevex). Me viene muy bien. Después de Más Vivi no quería nada. Había tenido alguna aproximación, algunas cosas, pero no quería mucho. Guillermo, ejecutivo de acá, me llamó, hablamos, estaba un poquito reacio al principio. Después llegamos a unos buenos acuerdos, tengo un horario que me agrada, un programa que me desafía, que es bueno, porque hablo de política, de actualidad, puedo opinar, manejó la editorial junto al equipo y participar mucho. Es un canal y un equipo chiquitito, pero que tiene harto que decir. La idea es seguir creciendo, pero no me hago mucha expectativa ahora; las cosas las hago con más conciencia. Y me preparo harto. El programa me desafía a estudiar todos los días la pauta. Hay otros programas, pero son más livianos, no en el mal sentido de la palabra, pero más de relajo; lo puedes hacer orgánicamente. Me hace crecer.

Era reacio a volver a la tele, porque: ¿otro fracaso más? ¿Otra frustración más? Yo decía, no sé si con soberbia, y a lo mejor sí, que “cuando vuelva (voy a volver en grande)”. Cuando se fue (Juan Pablo) Queraltó de CHV, que es como lo último que hice, llamé y les dije: “Por favor, yo quiero ser (el que lo reemplace)”. Uno lee que las cosas hay que “decretarlas”, y yo decía que “quiero hacer lo que hacía Queraltó”, tengo que estar en los móviles, en la calle, en el matinal. Y patada en la raja. No me pescaron po’. “No, por ahora no, no estamos buscando”, me dijeron. Te desmotiva. Pero después, al poco andar, aparece esta oportunidad, que la agradezco. Por ahora, entiendo que tengo contrato indefinido.

Tengo una sociedad con mi productora, Mango, para traer artistas; trajimos a Álvaro Torres, que anduvo bien, bastante bien. Así que este año queremos ver otras cosas más; hay por ahí unos argentinos bien choros. Y tengo Fer por otro lado, que hacemos cosas con municipios; ahora voy a estar animando el Festival de Alhué, el 14, 15, 16, 17 y 18 de febrero. Animé Dichato con la Cami Andrade hace poquito. Estoy viendo uno en Valdivia y ya en marzo me voy de vacaciones. Y como canal vamos a estar en Viña también, así que no es mucho lo que puedo hacer.

Estuve con Karol Lucero en El Purgatorio (Canal 13), y lo pasé bien; al Nacho (Gutiérrez) lo quiero harto, trabajamos juntos en TV+. Y fue un programa bien agradable, más allá del humor. Son duros los chistes. Hubo una que otra diferencia que tuvimos, que se las manifesté. Pero antes lo acordamos, y dije, que “por ningún motivo, mis hijas”. Y se respetó. Había otros chistes que se pasaron de pueblos, pero bueno. Así se va aprendiendo a generar otras cosas.

Toda edad plantea desafíos. Lo pasé bien en Extra Jóvenes, el primer año, tengo muy buenos recuerdos de eso. Tengo muy buenos recuerdos de cuando me casé. Tengo muy buenos recuerdos ahora. Pero también nunca la hoja es blanca entera y todo tiene sus momentos (difíciles). Yo creo que esta es la mejor, porque no sabes si mañana hay más. Finalmente tengo claro eso: mañana es promesa. Esto que estoy viviendo hay que valorarlo, el ahora.

Daniel Valenzuela estuvo en el programa de Canal 13 El Purgatorio, donde se enfrentó a Karol Lucero.

Cuestionario pop

Si no hubiera sido conductor de tele o radio, me hubiera gustado ser futbolista. Siempre quise ser futbolista, pero me retiré a los cuatro años, jajaja. Súper malo. Intenté serlo, pero no se dio. Estuve muy poquito, un año jugando, pero muy chico. Jugaba de “8″. Pero el físico no me hubiese dado. Me hubiese tenido que retirar a los 17.

Soy de Cobreloa... ¡Subió! Estamos en Primera. Estamos de vuelta, después de ocho años. A mí, con 47 años, en la época que me empezó a gustar el fútbol, Cobreloa era “La Naranja Mecánica”: finales de Libertadores, los primeros lugares, veía al “Ligüa” Puebla, Hugo Tabilo, Juan Carlos Letelier, alucinado, en Calama les ganábamos a todos, con la sirena. Ahora no, pero estamos de regreso. Voy al estadio, a “Los zorros del desierto”, permanentemente, me arranco cuando puedo.

En mi época universitaria era tranquilo, medio fome, apagado. Poco carrete. Creo que desperté en Extra Jóvenes. Desperté, desperté. Me volví loco. Carreteaba harto y cuando salíamos, compartíamos con el equipo, con Martín comíamos harto, hacíamos harta sobremesa; yo iba su casa en Viña del Mar con sus papás, sobremesas largas; y él venía donde mis viejos. Bien bonita época. Y harta fiesta. Fuimos muy buenos amigos.

Un apodo que tengo es “Palomo”, obviamente. En el colegio me decían “Valencia”, pero muy fome, poco creativos los compañeros, por Valenzuela, Valencia, porque ya existe Valencia como apellido. Con (Rodolfo) Carter me hinchan, que me parezco a Carter (alcalde de La Florida). “Koala” me decían también.

El animador comenta que, a veces, hay quienes lo encuentran parecido al alcalde Rodolfo Carter. Foto: Luis Sevilla

Tengo varios sueños pendientes. En lo personal, vivir más tiempo con mis hijas. Y en lo laboral, cualquiera, todos, animar, ojalá el día de mañana un matinal, en un canal grande; animar el Festival de Viña. Sueños que siempre están.

Una cábala es que en la entrada de mi casa tengo un altar; agradezco siempre que salgo y que llego. Más que eso, sólo tengo las típicas pulseras de protección. Agradecer nomás. Siempre.

Una frase favorita es “pura cosa buena”. Esa la tengo casi patentada, en redes sociales y todo. Para la gente, para afuera, pura cosa buena.

Las pastas son mi comida favorita, con salsa alfredo. Los ravioles caseros, preparados en la casa; no esos grandes, fomes, que te dan en restoranes, que te ponen cuatro piezas. Y la comida china y la entraña.

Un trabajo que no se sepa... Hice hartas cosas, comparsa en el Teatro Municipal, en la ópera, como extra. Fui junior también, mucho rato, para aprender hartas cosas.

En Daniel perseveran sueños como, algún día, ser animador del Festival de Viña. FOTO: Fernando Campos

Mi primer sueldo era poco. Yo creo que lo guardé para la cuota del auto. Me compré un auto después. Y siempre he gastado harto en comer; y ahora que está más caro, gasto más. No soy culposo para comer, lo disfruto; tengo que trabajar eso, porque hay que cuidarse.

Un pasatiempo escondido es que escribo harto. Tengo hartas cosas, son relatos personales que tienen que ver conmigo, un poco ficcionados. Pero me gusta escribir, un tiempo fueron como unas canciones. Tengo todo guardado, y ciertas personas saben dónde tengo esos escritos. He comunicado dónde están y, de alguna manera, van con destinatario, para que se los hagan llegar a las personas que tienen que ver con esos escritos.

Un animador al que admiro es la Karen Doggenweiler, me gusta Vivi también. De hombres, Don Francisco, todo lo que hizo con una tele distinta. Me gusta mucho Jean Philippe Cretton: tiene una pausa, una mesura para llevar los contenidos, algo de humor, que me gusta harto.

Escucho harta música, pero toda en español, harta cumbia. Escucho 98% español y 2% inglés. Paso por periodos: ahora me gusta harto Christian Nodal, ese mexicanote; hay una chica que se llamar Flor Vásquez; y bueno, Noche de brujas, Américo, Leo Rey siempre están; Koke Nuñez también, que es un cantante chileno que no lo han pescado mucho, y me da rabia: es extraordinario.

Una película que me hace llorar es La sociedad de los poetas muertos, Patch Adams, de Robin Williams. Y la de mi hija ahora, La contadora de películas, he llorado harto con esa; la he visto quince veces y he llorado veinte veces... una cosa muy rara. Se estrena en marzo.

Daniel tiene a sus animadores regalones y muestra una debilidad por Karen Doggenweiler. Foto: Luis Sevilla

Si pudiera tener un superpoder, sería la teletransportación. Hay veces que te dan ganas de mandar todo a la mierda, estar en otro lugar y ¡teletransportación! Y leer la mente a la gente. No me da miedo que la gente piense cosas malas de mí. De repente, cargo mucha negatividad cuando voy a enfrentar a alguien, y a lo mejor está pensando algo la raja... Y para negociar sueldos sería la raja.

Un placer culpable es que a veces me mando unos chocolates en la noche. Me puedo tentar con unas barras de chocolate, para acompañarme. Pero nunca es tan culpable. A veces me mando tallarines al desayuno; si quedaron tallarines con boloñesa el día anterior, pesco esa cuestión, que quedan más ricos todavía, y me los mando.

Creo en el horóscopo. Soy Virgo, tierra, y Dragón, fuego. Este es mi año.

Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, me gustaría hablar con tanta gente... Me gustaría hablar con Diego Maradona, sabe bien qué hay ahí. Con Freddie Mercury. Tenemos una pichanguita, música... E Indira Gandhi. Cáchate el lote, una toletole buena.

Daniel Valenzuela es un joven de 47 años, porque se siente joven todavía, en constante aprendizaje, evaluación y pura cosa buena. Trata, de manera consciente, de entregar cosa buena. A veces de manera inconsciente se equivoca, tratando de hacer el bien.

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