En su regreso a tele como panelista del Sígueme y te sigo (TV+), la ex-Miss Chile y periodista repasa su historia, desde sus alegrías en el modelaje hasta su mayo pérdida como la de su primera hija, Florencia. Sin embargo, también mira al futuro en salud, pega, amor, maternidad y mucho más.
Daniella Campos Lathrop (47) se muestra dichosa por los pasillos de TV+, canal en el que debutó hace un meses como panelista del renovado Sígueme y te sigo, que marca su regreso a la tele, el cual, en un principio no la tenía muy convencida, admite a La Cuarta. Sin embargo, todo ha ido bien, y trabajando con Kenita Larraín, con la quien tuvo un archiconocido quiebre hace largos años; han limado durezas y hoy son compañeras de pega de lo más bien, asegura, tras espera en buscar su mejor ángulo ante la cámara de fotos.
La periodista repasa sus años de “triunfos” en el modelaje, llegando incluso a la semifinal del Miss Mundo en 1998, edición que estuvo marcada por la detención de Augusto Pinochet en Londres, según recuerda. Repasa sus años protagónicos la farándula, con lindos y amargos episodios. Analiza cómo tener una gemela, Denisse, le provocaba la necesidad de diferenciarse; y desclasifica la amistad que tuvo con Pancho Saavedra, quien incluso estuvo con ella cuando se enteró de su primer embarazo.
También habla sus etapas más dolorosas, marcadas, sobre todo, por la muerte de su primera hija, Florencia, en 2009. Todo ese duelo en medio de una enfermedad autoinmune que puso en jaque el embarazo de su segunda retoña, Maite, y que hasta hoy ha dejado distintas secuelas que estarían muy cerca de sanar. Aunque hay riesgos, advierte.
Hoy está enfocada en ser feliz, en la lucha por dejar atrás la violencia de su exmatrimonio y en medio de un presente amoroso que define como “complicado”. Así, esperanzada en el futuro, manifiesta: “Tengo que agradecer que incluso en los momentos más duros de mi vida, me ha tocado mucho más fácil”. Acá, un detenido repaso por su historia.
LA FIRME CON DANIELLA CAMPOS
Los momentos de chica que más extraño son con mi papá, Boris, tocando piano, de música, de la familia. Siempre, después de las sobremesas, terminábamos en una etapa de cantar alguna canción; y todos mis hermanos tocaban instrumentos distintos. Era súper entretenido. Lo extraño.
Era extrovertida y tenía muchas inquietudes. Era gimnasta rítmica, artística y olímpica. Competimos incluso con mi hermana, Denisse; en esa época hacíamos gimnasia juntas, antes de los trece años y de entrar al modelaje. Después hice equitación harto rato. Me hubiese encantado saltar a caballo, era mi sueño; logré saltar algunas cosas, pero nunca pude hacer algo más profesional, porque no tenía mi propio caballo. Era bien sacrificado. Me iba los fines de semana, tenía que pasear y cepillar los caballos de otros durante la semana. Pero cuando tocaba algo más importante, me pasaban cualquier caballo; nunca pude avanzar mucho, pero me fascina. Tengo una conexión especial de toda la vida con los animales y el mundo artístico.
Con Denisse éramos bien loquillas para jugar, siempre estábamos arriba de las rejas, haciendo vueltas para atrás, rondat y flic flac. Mi mamá, Gloria Lathrop, siempre gritaba: “¡Cuidado! ¡Se va a quebrar!”. Andamos en los árboles, en patineta y bicicleta. Súper inquietas. Mi mamá tenía dos niños, de verdad; no tengo recuerdo de haber jugado mucho a las muñecas, aparte de haberles cortado el pelo. Y era súper sociable, siempre lo fui.
No creo que haya sido algo bueno para mí tener una hermana gemela. Siempre lo he dicho, lo he comentado, porque siento que naces sin el derecho la individualidad que todo el mundo tiene. Desde que naces tienes que estar diferenciándote de alguien, más aún en la sociedad de esa época, en que eran mucho más raros los casos de gemelos y mellizos. Recuerdo que la gente paraba en el auto y jugaba hasta a “las diez diferencias” con nosotras: “quién tiene un lunar acá” o “oh, son iguales”. Nunca me agradó la comparación. Siempre discuto y he planteado el tema de los papás cuando visten igual a los hijos, que es entre chochera y flojera. Le quita identidad a uno al otro. Son personas totalmente distintas. Ahí tengo un punto que, según mi experiencia, no ha sido bueno.
No por ser gemelas creo que haya una conexión especial, según mi experiencia. He tenido conexión con mis otros hermanos de la misma forma que he tenido con mi gemela. Creo que es más afinidad, cercanía y el medio ambiente que te rodea... ¿Algo que se sienta? Tendría que decir que no. El momento más heavy o importante para una mujer siento que debe ser cuando das a luz a un hijo; y eso me tocó vivirlo con mi hermana primero, y no sentí nada. Y cuando me tocó a mí, tampoco ella sintió nada. He despertado súper inquieta, he llamado a mi hermana y está feliz durmiendo.
Entrar al modelaje fue un paso natural, y de ahí a la televisión, fue circunstancial. Antes de la tele vinieron los concursos de belleza. La primera vez fuimos a Sábado gigante internacional, en Miami. Creo que era un concurso de gemelos y mellizos. Fue un plus, claramente, para todos los trabajos: para el modelaje, concursos y TV, tener una hermana gemela, porque era algo diferente; y de esa época no recuerdo a ningunas otras mujeres o gemelas que hayan estado en ese mundo. Fuimos la novedad. Después vinieron otras, pero posterior. Trabajé y estudié toda mi vida. Salí de colegio bien chiquitita, antes de cumplir 17 años, entré a la universidad a estudiar turismo; después periodismo, después hice un diplomado en comunicación estratégica y también hice uno de corresponsal de guerra en la Academia de Guerra del Ejército.
Vengo de una época que era bastante ruda con las mujeres; ha cambiado muchísimo nuestra sociedad. Cuando cuando me tocó tener éxito en la televisión yo era demasiado chica, y en este país generalmente la gente exitosa no era bien tratada, ni los hombres ni las mujeres; creo que viví la parte más cruda de la de la prensa de espectáculo y farándula en este país, que fue una copia entre la prensa rosa y la prensa amarillista de España y Argentina. Creo que el periodismo de nuestro país no estaba preparado para eso, y se cometieron muchísimos excesos, casi que jugamos un poco al “contigo aprendo” entre la prensa y los que estábamos en ese momento en TV. Y te llevaste el premiado del “conejillo de indias”.
Soy una agradecida de la vida. Siento que el cariño que tuve con el público de mi país, que no todos pueden decirlo, fue maravilloso. Jamás voy a olvidar el Miss Chile que fue histórico. La primera votación fueron más de 800.000 votos, y luego saqué 900 y tantos mil votos de nuevo. Ese tipo de cariño del público creo que ya nadie lo puede sentir, no porque sea diferente yo a otra persona, sino porque los tiempos han cambiado; antes teníamos acceso prácticamente sólo a la televisión chilena. Éramos nosotros quienes acompañamos a las personas en sus casas, y así nos veían ellos también a nosotros. Viví una etapa muy bonita de la tele, viví la etapa de oro, de todas maneras. Era invitada fija de Viva el lunes (Canal 13) y de los mejores estelares. Estoy hablando de cuando los programas tenían 40, 50 y 60 puntos de rating. Era otra televisión. Tenía otros otros beneficios, y carencias, a la televisión de hoy día. Nunca me ha generado nostalgia el pasado. A lo largo de mi vida, he tenido episodios súper tristes que forman parte de todo un paquete que transforman a la que fui ayer en la persona que soy hoy.
Una vez un hombre me secuestró, tal cual, en un taxi, con 18 recién cumplidos. Por mentirle a mi mamá. Me llamaron por teléfono porque un pololo estaba en una discoteca, y quería ver si era verdad. Y le mentí a mi mamá, le dije que iba a salir con unas amigas, y que la mamá de una de ellas nos iba a pasar a buscar abajo. Y bajé y tomé un taxi. La persona que estaba manejando no era el taxista, sino que era un amigo del dueño del auto. Me raptó y tuve un intento de violación del que me salvó Carabineros. Me desfiguraron la cara, porque me trataron de meter un pañuelo en la boca. Fue una situación tan traumática, me demoré muchos años en contarla. Me generó un trauma súper grande; nunca más tomé un taxi. Hasta el día de hoy tengo un drama súper grande.
Fui la persona más feliz cuando salieron las aplicaciones (de transporte), porque ahí te decían quién era el conductor y todo lo demás. Hasta que, obviamente, como buenos chilenos: hecha la regla, hecha la trampa; y el conductor no era el que se decía, y volvimos a caer en el mismo riesgo. Le tengo pánico a cualquier auto que yo no sepa quién es la persona que va conduciendo. Nunca más. Me costó mucho. Cuando viví en Nueva York tenía que tomar taxi sí o sí; allá no se usa auto. Y lloraba. Me causó un trauma tremendamente grande. Tengo pánico, pánico a los taxis. Gracias a Dios me salvaron y no fui víctima de una violación. Tuve una lucha bastante grande dentro del auto y los carabineros llegaron en el momento justo; ya había perdido la fuerza de tanto pelear.
Aun siendo finalista de Miss Mundo, Reina de las Américas, Miss Fisa y sexto lugar en Miss Hawaii & Tropi, siempre fui súper insegura con mi físico, que suele suceder. Nunca me creía el cuento de la bonita. Por ejemplo, tenía súper claro cuando llegué al Miss Mundo que no era la más linda ni la más alta, pero tengo una personalidad súper especial, y sé que llame la atención desde el día uno. Le enseñaba a bailar salsa a mis amigas de otros países, siempre interactuaban conmigo, me ponían sobrenombres como “Chilita o “Chilantra”, y salía en el diario permanentemente allá.
Los concursos de belleza tienen un factor suerte, estar en el lugar preciso y en el momento exacto. En 1998, mi concurso de Miss Mundo fue en Sudáfrica, en las islas Seychelles, pero mi delegación se juntó en Londres, justo el año en que fue detenido Augusto Pinochet. Eso generó sobre mí una atención inmediata de la prensa internacional. ¿A quién querían entrevistar todos? A la Miss Chile, querían saber su opinión, qué se opinaba en nuestro país y qué significaba políticamente. Tengo certeza de que fue un trampolín para que, entre 190 y tantas mujeres, pusieran un poco más de atención en mí. En una gran parte me ayudó mi personalidad y, por otra, también hubo el “factor suerte” de este incidente político tan trascendente e importante para nuestro país y a nivel internacional. Debía responder sobre un tema en que debía dejar contento a todo el mundo; era bien difícil emitir una opinión. No podía dar una opinión que fuera sólo la mía, sino que representar a todo un país, lo que significaba históricamente esa detención. Estaba sumamente nerviosa. Me decían: “Quieren entrevistarte 50 periodistas internacionales”... ¡Guau! Sola y con 20 años. Fue rudo, no me tocó fácil. Pero siempre sorteé muy bien todas las dificultades y eso me fue ayudando a escalar cada vez más. Era un mes completo de concurso. Fue rudo.
Pasé varios momentos con varios personajes. Las mujeres no eran muy bien tratadas en en este país, la sociedad no valoraba una figura femenina de la forma que debería haberlo hecho; no se respetaba tampoco. Claramente yo era una persona a la que le estaba yendo demasiado bien, no para el gusto de muchos. Eso me significó comentarios muy crueles, me tocó lidiar con varios personajes de la televisión, que, así como son las cosas, año a año fueron pasando, y creo que hay una sola persona que no me ha ofrecido disculpas de entre todos los que claramente me hicieron pasar un mal momento. No todo fue color de rosa.
Quizás hoy día si te pasa algo y sale en la prensa, va a salir hoy en un periódico o dos, o en un par de portales, y mañana habrá otra noticia. En ese tiempo te convertías en noticia y estabas un mes, semanas, y nos paraban con la noticia. Se transformaba en una bola de nieve y no sabías dónde terminaba. Se iban sumando comentarios, cahuines, más historias, cosas y, al final, lo que partía terminaba en algo totalmente distinto. Y uno no tenía ni manejo ni posibilidad. No sabías qué hacer: ¿Qué era mejor? ¿Callar? ¿O hablar? Quizás mi error en ese tiempo fue haberme callado mucho. Debía haber enfrentado las situaciones. Hay cosas que se transformaron en mitos, y que quedan. Hoy día ya me río, como con el mítico mechoneo (a Titi Ahubert), que siempre he dicho que nunca existió, y ya hoy día ni lo digo, porque aunque diga cien veces que no existió todo el mundo habla del mechoneo. Ya ni lo niego. Me hago cargo porque es parte de lo que significaba ser un personaje público de la época; no éramos muchos y eran heavy con nosotros.
Me fui a vivir fuera de Chile en 1997, viví tres años en Milán, estuve varios meses en Nueva York y después un año en la Ciudad de México. Regresé después de cinco años. Ya había terminado mi primera carrera, turismo, y entré directamente a periodismo. Trabajé en el Buenos días a todos (TVN), comentarista de espectáculos antes de ser periodista. Mauricio Correa, director histórico del matinal, a quien adoro como si fuera un padre televisivo, me convenció, porque tenía promedio rojo en castellano, nunca me vi en un ramo humanista. ¡Jamás! Y Mauricio me dijo: “Sé que tú eres súper capaz”, y me acuerdo perfecto de sus palabras: “Yo soy director de televisión, pero cuando salgo de mi oficina todo el mundo sabe que soy periodista, y puedes ser la mujer más importante del espectáculo en este momento, pero cuando salgas de tu de trabajo todo el mundo también sabrá que eres periodista, y para eso tienes que prepararte y estudiar”. Me dio todo el apoyo, porque trabajar en un matinal era una carga gigantesca; la gente cree que uno trabaja las cuatro horas que está al aire, pero después de eso grabábamos notas, viajábamos, hacíamos cápsulas y terminábamos de trabajar muy tarde. Aparte, desfilaba y animaba; entré en un ritmo de trabajo tan extenso y decía: “¿Cómo voy a entrar a la universidad ahora?”. Pero dije: “Me la puedo, ya lo hice una vez y lo voy a volver a hacer”.
No paré más. Después de estudiar periodismo siguieron diplomados, después me metí a un curso de corresponsal de guerra. E Iba a seguir, quería hacer el corresponsal de paz, porque mi sueño profesional siempre fue trabajar en la ONU, quería trabajar fuera de Chile y esa era mi visión, para allá iba mi norte. Presentabas un proyecto con el que postulabas a la ONU. Estaba por entrar al corresponsal de paz y quedé embarazada de mi primera hija, Florencia. Todos los planes cambiaron. Eso marcó que no fuera a trabajar afuera, que era mi sueño. Tenía muchas ganas. Siempre tuve mi visión allá. Nunca fue seguir en la televisión. Para nada. Las mujeres me van a entender: cuando uno es mamá se transforma todo en otra cosa. Sabes que no querrás irte a vivir afuera, quieres estar cerca de tu familia y darle una vida mejor a tu hijo; y ya la tuya pasa a un segundo plano.
Mi primera hija, Florencia, nació y falleció el 2009. Estuve embarazada todo el 2008, y me enteré que estaba embarazada en la Teletón del 2008, que fue cuando salí reina de la Vedetón, más encima. Así que me tocó bailar en la Vedetón bien embarazada. Me enteré días antes, cuando estábamos en los ensayos. Nunca pensé ser mamá, para nada. Por mi enfermedad sabía que me iba a costar mucho tener guagua.
Nunca lo he contado, pero me enteré que estaba embarazada de la Florencia en la casa de Pancho Saavedra, ¡en Curico!, ¡con sus papás!, un 8 de diciembre, un fin de semana largo. Trabajábamos en Canal 13 con Pancho; éramos compañeros de espectáculos en el matinal. Con él éramos súper amigos con una productora del programa. Y él nos propuso: “Vámonos a la casa de mis papás, que nos hacen un asado”. Sus papás tienen carnicería allá, ¡y olvídate el asado al que llegamos! Apoteósico. Hasta el día de hoy, tíos, les mando muchos cariños. Ahí me empecé a sentir mal: “Me habrá caído mal algo”, pensé. Y no paraba con náuseas y náuseas. Y entre broma y broma, fuimos con Pancho y la productora a comprar un test de embarazo. Y en el baño de la casa de Pancho me hice el test; adentro estaba Pancho, la productora, y los tres lloramos, a moco tendido, porque no podíamos creer. No podría explicar la sensación de la primera vez que estás embarazada: susto, felicidad, angustia y shock. Aparte, nunca, jamás dudé de que algo me había caído mal. ¡Nunca se me pasó por la cabeza! Pensé que era una broma que salió verdad. De ahí en adelante llamé al doctor, “estoy embarazada”, que la pastilla y empezó todo un mundo nuevo. A los tres meses de embarazo se declaró mi enfermedad y ahí empezó otra historia.
Ya no somos amigos como antes con Pancho (Saavedra); no hablamos por teléfono ni mucho menos, ni estamos al día con la vida de uno y el otro. Pero cada vez que nos encontramos está el mismo cariño de siempre. Hay buena onda. No es que haya pasado algo. Igual tengo mis secretos de Pancho Saavedra, pero eso lo vamos a guardar para el Sígueme, jajaja. Muchos años en la tele te hacen tener muchísimas historias de muchísima gente. Pancho había estudiado comunicación audiovisual y nosotros comentábamos espectáculo en el matinal. Él era súper esforzado y empezó a hacer entrevistas a grandes rostros de la televisión que estaban en asilos; entrevistas humanas. Él editaba y todo, las llevaba al programa y las mostraba. Así fue ganando su lugar, poco a poco. Yo venía de animar un programa con Kike Morandé y entré al matinal apoyar a Lucho Jara en bloque de espectáculos.
Los primeros tres años de mi vida posterior a la partida de Florencia, prácticamente fueron una muerte en vida. Si no hubiese tenido los recursos económicos que tenía en ese momento, porque tenía muchos ahorros para tener el tratamiento psiquiátrico al que pude acceder durante esos tres años, no sé si lo hubiese logrado. Por lo mismo, no sé cómo lo hace una mamá que no tiene acceso a la salud mental como la tuve. Ese tema me llama tremendamente la atención y me gustaría hacer un aporte. Sé lo que se siente y es súper difícil de explicar. Todo el mundo me toca el hombre y me decía: “Me imagino lo que es”. No, no te lo imaginas. Nadie se lo va a imaginar nunca, porque para imaginártelo sólo tienes que vivirlo. No hay otro parámetro. Es algo con lo que hay que aprender a vivir, porque es mentira que desaparece, se va, se olvida o reemplaza. Nunca.
Hasta el día que deje este mundo, el momento más importante será volver a reencontrarme con mi hija Florencia. Hasta ese minuto estará presente. La Florencia es parte de nuestra familia; o sea, no está en una foto en la casa. Cuando hay Pascua, le dejamos unos huevitos del conejito; y cuando es Navidad, le armamos el arbolito. Ella ha estado súper presente en nuestras vidas, y creo que eso ha sido súper sanador. No dejarla de lado, no guardar en un baúl. Antiguamente las penas se escondían, o se metían debajo de la alfombra, y uno hacía como que no existían; de esa forma vivías. Pero eso no te permite ser feliz nunca más. Los primeros tres años no quería volver a sonreír. Lo más duro era el miedo a volver a sonreír; me sentía tan culpable, mi hija había muerto. ¡¿Cómo me iba a volver a reír?! ¡¿Cómo había gente que estaba caminando en la calle si me hija había partido?! No podía entender cómo la vida seguía funcionando. Y volver a insertarte en ese mundo, sonreír sin culpa y permitirse ser feliz, es el proceso más difícil. Y tengo que agradecer que incluso en los momentos más duros de mi vida, me ha tocado mucho más fácil. No puedo olvidar que la había sido generosa conmigo.
Katherine Abate, hija de los dueños de Pelucas y Postizos Abate, fue mi mejor amiga y compañera de curso de 4º básico a cuarto medio. Era mi partner. Falleció de cáncer. Me tocó despedirlas hace 19 años y nunca hemos dejado de hacer, una vez al año, una cena pan mi vino en su nombre. Marcó mi vida desde niña, adolescente y adulta. Compré mi tumba en el cementerio al lado de ella, que es donde está enterrada mi hija. Y ella es su madrina; es súper loca la historia. Fue la primera vez que vi partir a alguien tan joven y con tantas ganas de vivir. Es duro y difícil entender que la vida es así y que uno no puede manejar todo.
Tuve hipertiroidismo y me sacaron la tiroides. Se ha convertido casi en la enfermedad del siglo; en la época en que me la descubrieron era súper desconocida y rara. Mucha gente en Chile está enferma de la tiroides, sea de hipo o hipertiroidismo. Me preguntan muchísimo a través de mis redes sociales cómo ha sido mi recuperación. Desde el 2009, cuando quedé embarazada de la Florencia, soy una víctima de la enfermedad... aunque yo creo que la enfermedad es una víctima mía, jajajaja, porque le he dado duro, he peleado fuerte. Es más, el martes pasado tuve doctor todo el día y me decían que mi caso era tan raro, porque esta enfermedad, por lo general, viene muy fuerte; pero luego de que te sacan la tiroides suele desaparecer meses después. En mi caso han pasado trece años y mi enfermedad nunca desapareció.
Me casé el 2012 después de cuatro meses de pololeo. Todo el mundo me preguntó si estaba apurada, y no lo estaba, jajaja. Fue una situación súper tonta el porqué. Empecé a pololear el 29 de septiembre, el día de mi cumpleaños, y en noviembre él me piden matrimonio. La mitad de la familia de mi exmarido (Esteban Caldentey) vive en Estados Unidos desde hace muchos años; en ese entonces, hace once años que no venían a Chile. Habían nacido dos sobrinas en esa época y decidieron bautizarlas acá, así que toda la familia se iba a juntar en enero. Entonces dijimos: “Chuta, si nos vamos a casar... y ya, lo decidimos. Vamos a ver si hay hora en el Registro Civil y nos casamos con toda la familia”. Si nos hubiésemos casado un año después... O capaz que no me hubiese casado, jajaja.
Lo único que puedo opinar bueno de mi exmatrimonio es mi Maite, que no me arrepiento para nada. El resto, la verdad, ha sido otro de los momentos más difíciles que me ha tocado en la vida. Sin duda. Me he demorado tanto en casarme y no me fue bien, jajaja. Lo que rescato de mi relación de matrimonio simplemente es mi hija Maite.
Sigo siendo víctima de violencia de parte de esta persona (exmarido). Tengo una persecución judicial; en un momento llegué a tener 26 casos de familia, ¡nadie tiene 26 casos! Eso es una persecución, una intención de quebrarme; no pago de pensión alimenticia y un montón de violencias que vienen posteriores al término de la relación, a pesar de que hoy día hay leyes que te ayudan, en parte. Finalmente la carga la llevamos las mujeres. Llevo un año y medio exigiendo el pago efectivo de mi pensión alimenticia; hay una deuda de más de $20 millones. Yo creo que todo el mundo en este país está con deuda alimenticia, lo que habla tan mal de nuestra sociedad. Eso habla de una violencia económica, porque finalmente aquí lo único que se quiere lograr es hacer daño; no es que no pueda. Puedes seguir siendo víctima de violencia de una persona que lograste alejar de tu vida, que la ley te está protegiendo, que buscaste ayuda dónde tenías que hacerlo y seguiste los procesos que corresponden. Y eso es triste. No puedo usar en una entrevista la palabra que realmente usaría para describirlo, pero es triste. Es triste.
Me retiré públicamente de la tele en SQP, cuando estaba Cristián Sánchez animando, por mi deseo de ser mamá. Me había costado mucho. Después de la pérdida de mi hija en 2009, me casé el 2012 y ahí quedé embarazada de forma natural y perdí esa guagüita; también perdí una trompa, que me la reventó, en un embarazo tubárico. Y se me vino todo cuesta arriba, sumado a mi enfermedad, para ser mamá. Mi opción más certera era un embarazo in vitro. Ya estaba por cumplir 40 años y sabía que estaba en un momento súper decisivo como mujer: mi decisión de ser o no ser mamá. Por mi enfermedad, corría un riesgo mucho más grande. Decidí salirme de cualquier cosa que me generara un estrés y dedicarme 100% a mi tratamiento in vitro. Y gracias a Dios, mi Maite hoy está a mi lado.
Cuando estuve embarazada de mi segunda hija, Maite, volvió a despertar la enfermedad. Estuvimos bastante complicadas las dos. Ella se intoxicó con mi sangre e hizo un hipertiroidismo neonatal; un caso súper raro. También tuvo problemas en sus ojitos y bocio, que se recuperó en forma total. No en mi caso, porque la enfermedad estaba conmigo y aquí se queda, y aumentó mucho más. El embarazo es un proceso inflamatorio natural y eso mi sistema autoinmune lo detecta y ataca. Cuando empezó a funcionar la tiroides de mi hija dentro de mi guatita, también la detectó y atacó. Como ya no voy a estar embarazada de nuevo, espero que esta enfermedad siga durmiendo y me acompañe como un buen enemigo. Que se porte bien, jajaja.
No tenía muchas ganas de volver al mundo del espectáculo y la farándula; quizás quería probarme en otras áreas. Pero cuando me presentaron este proyecto de Sígueme y te sigo (TV+), sentí que era tan femenino, o sea, con cuatro mujeres en el panel y grandes periodistas. Súper atractivo. Me siento una súper privilegiada de trabajar con Julia Vial, Cecilia Gutiérrez, Michael Roldán y Sergio Marabolí; son puros tremendos nombres que tienen una una carrera, como yo también dentro del espectáculo.
María Eugenia “Kenita” Larraín era una arista importante en esto de aceptar. Uno, porque me provocaba curiosidad, no sabía cómo iba a ser su papel, que lo veía más esotérico, porque era la única no-periodista; lo encontraba interesante. Iba a ser un aporte distinto y me ha sorprendido gratamente. También era un desafío profesional trabajar con ella, porque nosotras no somos amigas, y eso la gente lo sabe. Desde el día uno fui súper clara y enfática en decir que yo no iba a generar un vínculo para la televisión: no iba a dar un abrazo falso. Tenemos una relación de súper respeto profesional. La respeto muchísimo, la ayudo y viceversa. Tenemos más que buena relación, una excelente relación laboral, lo que no quiere decir que seamos amigas. El primer día del programa conversamos este tema para cerrarlo, y mis compañeros hacían apuestas de que “de aquí a tres meses van a estar abrazadas”. Si alguna vez sucede eso, que sea honesto. Es súper difícil volver a establecer una amistad con alguien con quien me sentí traicionada. Les pedí que respetaran ese punto, y creo que todos me lo entendieron súper bien. Cada uno tiene sus tiempos, y no hay nada más honesto que pedir que eso suceda naturalmente, que no sea forzado ni inventado, que sucede mucho en la televisión (finalmente ocurrió en el capítulo de lunes 20 de noviembre).
Tenemos una súper buena relación laboral con María Eugenia. No necesito más que eso y tampoco creo que la gente necesite más.... ¡¿ A quién le importa lo que yo hago cuando me voy a mi casa?! Lo que generaba un poco más de expectativa es: ¿Lograrán ser compañeras todos los días en la semana? Es súper importante y potente, habla de la madurez, profesionalismo y de la parada que tiene María Eugenia hoy día en la vida. La veo súper conciliadora, no como una persona que esté por confrontar a alguien; al contrario. Cuando ella respetó mi punto y yo el de ella, creo que ahí, bajo el alero del respeto, todos podemos caminar tranquilos.
Voy a hacer una confesión. Todos mis compañeros del Sígueme me han sorprendido, porque con ninguno había trabajado como hoy. A todos los conocía, con Julita habíamos compartido mil veces en entrevistas y paneles. A Cecilia Gutiérez no la conocía personalmente, porque en mi época ella todavía no estaba en televisión. A Sergio Marabolí lo conocía como director de La Cuarta y hoy día de La Hora, pero nunca como un compañero de panel. Y Michael Roldán me ha sorprendido gratamente. Debo decir que mi favorito por lejos, por lejos, es Michael Rondán. Me hace reír, es muy gracioso, estudioso, tipo serio, me ha sorprendido como periodista e hila súper las historias. Antes lo podía haber mirado como un niño, como el “Guaguito”. Incluso diría que aprendo de él. Me encanta, es lúdico, está dispuesto a jugar, sin perder la seriedad. Y bueno, nuestra conductora, que es un encanto; con Julita es difícil que alguien se lleve ese mal, porque es tan adorablemente generosa, y es siempre pro-equipo. Eso es tan entretenido y rico de sentir en un equipo.
Es primera vez que trabajo en un canal chiquitito. Siempre me había tocado trabajar en canales gigantescos como Canal 13, CHV, TVN y Mega, donde las relaciones son mucho más impersonales. Y llegar a TV+ es algo que me ha sorprendido mucho, con un recibimiento súper cálido. Como somos muchos menos, nos conocemos todos y nos vemos en todos lados; hay un apoyo honesto y sincero. Lo paso bacán viniendo a trabajar y es el momento de volver a agradecer, porque trabajar en algo que te gusta, en un equipo bueno y humanamente decente, comprometido y sentirte tan a gusto, no me había pasado antes, en tan poco tiempo. No vengo obligada a trabajar, vengo encantada.
Me saco la mugre, sigo siendo mamá, me levanto todos los días a las 6 de la mañana, levanto a mi hija, hago el desayuno, la voy a dejar al colegio, vuelvo, entreno, me ducho y me arreglo. Primero leo la prensa de las 8:00 a las 9:00, mientras tomo desayuno, y también la leo en la noche antes de acostarme. Y en el auto voy escuchando las noticias, porque vivo en Chicureo, así que igual me queda lejos. Soy la primera de las mujeres en llegar al canal, a las 11:00, porque nos pusimos horarios para que nos maquillen. Y regreso a mi casa como a las 16:00 o 17:00, un horario soñado, porque puedo llegar con mi hija de vuelta a hacer las tareas, estudiar, dar comida, bañar y a acostar. Y a las 8:30 de la noche estoy rendida.
Soy como un cohete: en la mañana despierto con los motores full, pero ya en la tarde estoy con muy poca energía. Me cuesta mantenerme despierta para ver los programas de televisión nocturnos; ahí la pasó mal, sufro. Lo tengo que hacer por obligación. A veces me pego una una siesta a las 8:30 y pongo el despertador a las 22:00, y me lavo la cara para ver los programas de televisión que comentaremos, y reviso la última prensa del día del día siguiente. Me estoy exigiendo al máximo como mamá y profesional. Por eso lo estoy disfrutando, porque estoy dando lo mejor que puedo. Además, no tengo a nadie que me ayuda en la casa; hago las hago todas, parezco pulpo. Y mi hija adoptó un gato, que tuvo cuatro gatitos, así que no sólo llego a ver a mi hija; también a los gatitos, al perro que está recién operado y todo eso.
Tengo otros trabajos, que los reparto en la semana con gente que me ayuda. Me voy enterando de todos los avances y dejando las metas a lograr en esas pegas. Estoy viendo la parte publicitaria de eventos masivos, los auspicios. Eso lo estoy repartiendo dos o tres veces a la semana, dependiendo cómo este el ritmo de trabajo. Estoy a full todo el día. Si no me mantienen en vibración muy alta, bajo rápido.
Hoy no soy una enferma de tiroides, pero mi problema es lo que provocó esa enfermedad en mi organismo, que fue tan severa y descontrolada, que se llama “tormenta tiroidea”, cuando se descontrola por completo y no se puede controlar a través de medicamentos. Eso me generó que despertara mi sistema autoinmune, y la enfermedad, con la que lucho día a día, se llama Graves-Basedow, que es autoinmune, y fue la que me atacó los ojos y que generó todas las secuelas físicas. Me acompaña hasta hoy, pero estoy tan contenta y feliz porque es primera vez que puedo decir que estoy planificando mi última cirugía. Y será la última, así lo ha decretado, para terminar un ciclo tremendamente doloroso. Esta enfermedad no partió como una mera enfermedad, sino que con el embarazo y la pérdida de mi hija (se emociona).
A pesar de que ya aprendí a vivir con mi peor enemigo, convivimos juntos dentro del mismo cuerpo, nos conocemos, nos miramos a los ojos, atacamos mutuamente y sabemos cómo tratarnos, siento la necesidad, que nunca había sentido, de cerrar ese capítulo, y cerrarlo en lo físico. En varias entrevistas a lo largo de mi enfermedad he dicho que aprendí a querer y admirar mi cicatrices, todas ellas, absolutamente todas, las que son visibles y no. Pero vamos cambiando, evolucionando. La madurez, y muchas cosas más, nos van trayendo distintas visiones. Mis cicatrices no las quiero borrar, pero si puedo atenuarlas quiero hacerlo lo más posible; no tratar de desaparecer esta enfermedad que pasó por mí, sino darle un punto final.
No a todo el mundo le he mostrado las verdaderas cicatrices ni secuelas que tengo, pero quizás en este último tramo médico voy a dar un paso importante, grande. Quiero hacer una mini-historia para contarle a todos quienes están afectados de mí misma enfermedad que si hay esperanza, se puede, cómo hacerlo, cuáles fueron las verdadera secuelas, cómo ha ido mejorándolas, cómo he ido buscando, paso a paso, doctor por doctor y clínica por clínica. He hecho un largo camino para encontrar la seguridad y el apoyo, pero también crear mi propia fortaleza para que esas cicatrices no sean más fuertes que la misma enfermedad.
Fue un paso importante volver a la televisión, que hoy es súper cruel. Nos enfrentamos a una TV distinta a la que yo conocía, que está rodeada de redes sociales y cosas que son instantáneas; o sea, hoy día tienes una acción y la reacción es inmediata, y muy cruel muchas veces. Hay que estar bien preparado para volver a pararse acá. Hay que pasar de tener un Instagram donde todo el día te tiran puro amor y cariño, a volver a la televisión, escuchar las críticas nuevamente y un montón de cosas que ya habías dejado de lado. Creo que, hasta el minuto, lo he sorteado bastante bien.
Me gustaría contar, seguramente en redes sociales, contar mi historia, la verdad, realmente. No quiero hacer una especie de Claudia Conserva (su documental Brava tras el cáncer), pero sí tengo muchos registros que quiero compartir; antiguamente no los mostré porque no estaba preparada. Por ejemplo, me han preguntado: “¿qué te pasó la nariz?”. La nariz es parte de la secuela de mi última cirugía del 2020, porque me operaron por ahí (cuando le sacaron los dos tumores), y prácticamente terminé con la nariz destrozada. No me hice una cirugía plástica reconstructiva; hay que esperar a que la cicatrices sanen para volver a intervenir. Como nunca ha sido una prioridad cómo quede físicamente, hoy día la gente hace comentarios crueles como “ay, mira la nariz cómo le quedó” o “tiene una cirugía mal hecha”. Piensan que tengo una cirugía estética, y no, al contrario, nunca me la he operado. Fue una cirugía sumamente grande que dejó otras secuelas que pronto vamos a reparar. Estoy contenta por ese lado. Ya estamos en el punto final de poder mejorar mi calidad de vida, y también atenuar esa cicatrices que ha dejado esta tremenda y larga enfermedad.
Tengo que someterme a una nueva y última cirugía grande. Pero tiene que dividirse, a lo mejor, en dos. Estamos rezando para que sea sólo una. Hay una alta probabilidad de que no puedan ingresar por la nariz hacia la cabeza, porque mi enfermedad ha seguido avanzando y ocupado más espacio que en 2020. Si eso no es posible, hay que operar por la cabeza, y se habla de una cicatriz de oreja a oreja, bajar la cara y un montón de cosas. Es una cirugía que estoy tratando de evitar lo más que pueda, que es la definitiva para mejorar la enfermedad. Estoy con todas las energías porque, aparte de lo estético, dentro del lado derecho de mi nariz cicatrizó casi por completo; estoy respirando en un 8% por ese lado, según un examen. Esa corrección puede ser funcional. Pero lo más importante es llegar arriba y sacar definitivamente, y que no se pueda volver a formar, el mucocele (el bulto a extraer). Hay un montón de cosas que pasaron dentro de mi anatomía y que hoy no me entregan una buena calidad de vida, ni una oxigenación que corresponda. A eso estamos apostando. Se terminarían las secuelas, pero la enfermedad siempre va a estar ahí, dormida.
Mi hija Maite es todo en mi vida. Abre mundos que no sabía que existían, tanto en la felicidad como en el miedo, en ambos parámetros. Si me preguntas: ¿pensarías dos veces ser mamá otra vez ? Chuta, creo que sí, porque vivo con el temor de que algo le pase. Soy enferma de sobreprotectora, con la historia que tengo. Pero al mismo tiempo la dejo caerse, que se pare sola y soy exigente. Pero me desafía todos los días. Soy súper exigente conmigo misma. Mi hija jamás ha llegado tarde al colegio, es de las primeras. Con ella me sobreexijo mucho más, porque quiero que tenga toda la facilidad del mundo. No quiero demostrarle mis falencias, aunque también las comparta con ella. Me ha ayudado a mirar el mundo de mi dolor con mucho más optimismo, porque, si no fuera por la Maite a lo mejor no tendría las mismas ganas de mejorarme, y quizás viviría el duelo de mi hija de otra manera.
Con la Maite jugamos en el cementerio; no es una situación dolorosa, o de recogimiento solamente, incluso es de alegría. Vamos y empezamos a elegir: “Ya, de qué color vamos a vestir hoy día a la hermanita”. Partimos con rosado, amarillo o blanco, y nos matamos de la risa, con sus siete años. Ahí también están mi papá y mi abuelo; entonces de repente se le ocurre rosado y los viste a todos de rosado; y el abuelo tendrá que aguantarse nomás; es la nieta. Eso ha generado que esas instancias sean súper bonitas, en vez de tristes. Ella ha generado ese vuelco en mi vida: transformar incluso las cosas más tristes en aventuras. Uno se da cuenta de que todo lo que hace lo está absorbiendo su hijo, como una esponja de aprendizaje. Tengo que enseñarle que el dolor es parte de la felicidad también. Es una pega difícil.
Tengo muchas ganas de iniciar un proyecto que tengo pendiente con una gran amiga, Gabriela Peragallo, que es una escritora fantástica, y que también perdió un hijo. La conocí cuando perdí a mi hija y ella hizo un trabajo muy bonito para ayudar a los padres que han perdido hijos en situaciones tan dramáticas como la mía, o peores.
Desde los 13 años, que empecé a trabajar, hasta que me enfermé a los 26, fue una vida de cuento: era sólo triunfo, triunfo, triunfo, salir del colegio, la universidad, recibir todos los premios, y llamar a mi papá y a mi mamá solamente para darles puras alegrías. ¿Por qué no me iba a tocar bailar con la fe alguna vez?, jajaja. Ahora, puta el baile pa’ largo que me tocó, jajaja. Hoy día me permito hasta reírme de eso. Todo esto ha dado un vuelco que ha hecho que mire la vida de una forma distinta. Hasta eso lo agradezco.
Tuve incursión bastante truncada en la política, porque me presenté a candidata a concejal por Colina y lamentablemente tuve que hacerme la cirugía más grande, que fue el 13 de octubre de 2020. Me perdí prácticamente toda la candidatura; pude hacer campaña las últimas dos semanas. Tuve un traspié de salud que me impidió hacer un mejor desempeño. Pero siendo súper honesta, también me tocó ver hartas cosas de la política que me decepcionaron, porque uno entra es con un interés genuino y quiere hacer cambios; pero uno se da cuenta de lo que está sucediendo es más de lo mismo, y cuando estás dentro, te das cuenta que es imposible cambiarlo porque ya la máquina está armada. Es triste, decepcionante.
Cuando haces puerta a puerta, conoces a la gente y visitas las distintas poblaciones, te das cuenta que mucho está arreglado por por las grandes entidades políticas de este país, ya está todo cocinado, por así decirlo. Que llega un candidato nuevo, que intente hacer algo, sea conocido o no, da lo mismo. Tampoco tuve tanto tiempo para participar en mi propia campaña se dieron así las cosas, y por algo tiene que haber sido. Siento que siempre el Universo finalmente termina haciendo dónde tú tienes que estar y dónde no.
No descarto más adelante otra incursión política, quizás porque el interés existe; me gusta, participo y participé durante años, mucho antes de presentarme a la candidatura, en forma privada con con mi grupo político de Colina, donde hicimos muchísimas cosas por la comunidad. Finalmente es lo que más me importa; poder hacer eso no implica necesariamente estar dentro de la política.
Todos saben, y es de público conocimiento, que mi relación (con Carlos Lara) tuvo un momento súper heavy, que hasta hoy es una lucha constante a superar, porque no fue una situación fácil, para nada. Estábamos intentando perdonar, superar. Estábamos juntos. Lo reconocí, volvimos. Pero todavía es complejo. No te puedo decir: “Lo logramos” o “lo vamos a lograr”. Lo que decidí es que mi situación sentimental hoy “es complicada”, jajaja, como en Facebook.
Me quiero sentir resuelta y libre, y con libre me refiero de las enfermedades y de las cosas que quizás antes me ataban. Separada. Quiero ser feliz, quiero darme esa oportunidad de ser feliz. Si es con él, con él; si no es con él, no será con él. No es algo que me quite el sueño. Lo que sí me quita el sueño es ser feliz. Para eso, con Carlos tendría que sanar muchas cosas todavía para lograrlo. Lo quiero muchísimo, y sé que él me quiere muchísimo. Pero no puedo decir qué pasará en el futuro.
La traición es algo que me enoja, he sido consecuente en el tiempo, jaja. Reconozco mucho en mí el valor de la lealtad. Cuando me siento traicionada, hay algo que es más fuerte que yo y pierdo ese centro que siempre tengo. Me enojo muy poco, a pesar de tener una de una personalidad súper extrovertida, pero cuando me enojo me ha pasado que no paro, incluso habiéndome dado cuenta que ya el punto quedó claro. Soy como los caballos de feria, jajaja, que van con estas anteojeras corriendo sin rumbo. Nunca le he levantado la mano a nadie, jamás, nunca una violencia física; pero sí la emoción le gana mucho a la razón. Y eso me da susto. Soy muy racional. Por eso le tengo tanto miedo a las cosas naturales; con un temblor salgo corriendo; soy lo más cagona que hay con esas cosas, porque no las puedo controlar. Me asusta.
Para una mamá su felicidad está en que sus hijos estén bien. Tus hijos pasan a hacerte feliz en muchas cosas; no estoy diciendo que reemplacen ni tomen el lugar de una relación sentimental, porque no es así; pero ya no te hace tanta falta como antes, no te sientes tan sola y no estás tan triste. ¿Por qué? Porque están tus hijos. Te dan una vida que no te deja parar, no hay tiempo para pensar en otras cosas. Lo que sí, tengo súper claro que también quiero ser feliz yo. Quiero darme ese espacio y ese tiempo; pero cuando lo sienta así, creo que lo voy a decir. Por el momento prefiero ser mucho más cauta.
Me gustaría hacer algo más derivado hacia las entrevistas, intentar volver a hacer lo que estaba haciendo hace muchos años atrás en los matinales. Hacer notas y entrevistas me encanta. Igual me gusta la calle. Me encantaría, por ejemplo, también probar prensa, pero sería más que nada para seguir adquiriendo conocimientos; no para estar en dos frentes. Tengo claridad absoluta de que me encanta y vibro en el espectáculo, y que ya ha sido parte de toda mi vida, delante y detrás de pantalla.
Si no hubiera sido periodista y modelo, habría sido abogada. Todo el mundo me dice que debí haber sido abogada, porque soy como el abogado del diablo; si hay alguien bueno para los alegatos, soy yo. Mi papá era abogado y mis hermanos son abogados. Pero me gustaba el periodismo.
En mi época universitaria estudiaba de noche, así que carreteé nada. Y cuando hice turismo era súper chica y trabajaba muchísimo, esta full pega; en ese tiempo tenía más giras que cualquier cosa. Faltaba harto al colegio y a la universidad. Me tocaba ponerme al día, duro. Cuando no estaba trabajando, estaba full estudiando. Creo que los cinco años desde que volvía a Chile, del 2000 al 2005, los pasé entre trabajo y estudios, sin parar. Me exigí harto, pero lo logré.
Un apodo que tengo en mi familia es “Nane”, porque la Denisse cuando chica no podía decir “Daniella”, entonces decía entonces “Nanela” y “Nane”. Y yo no le podía a decir “Denisse” y le decían “Nenis”, así que ella es “Neni”.
Un sueño pendiente que tengo es trabajar en la ONU. Pero mi vida estará dedicada a la Maite. El día que la Maite salga del colegio estaré dedicada a que termine sus estudios en la universidad. Y cuando salga de la universidad nadie me va a contratar en ninguna parte, jajajaja. Ya voy a estar viejita, jubilada, jubilada.
No soy muy cabalera, pero me encomiendo siempre a mis “ángeles”. Tengo varios: mi mejor amiga Kathita, mi hija, mi padre y mi abuela. Son mis pilares, a quienes me encomiendo siempre que tengo algo importante, o cuando se va a tomar una decisión, o va a suceder algo importante.
Tengo una frase favorita: “Como éramos pocos parió la abuela”, jajajajaja. Es una frase típica mía porque siempre, cuando pasa algo que uno no espera, dice: “Chuta, como éramos tan poco más encima parió la abuela”. Tengo más pero son incontables.
Una periodista a la que admiro es Mónica González. Ella trabajaba en la Revista Cosas y hacía solamente entrevistas políticas. Y un día le encargaron hacerle la entrevista de espectáculos y farándula con la que aquí viste y calza, yo. Mónica González me miraba como: “Concha la lora, ¿qué voy a hacer?”, casi como si fuera un ser de otro planeta. No recuerdo qué año fue. Me dijo que yo había sido su tremenda sorpresa; terminamos en una conversación bacán, extensa, interesante y profunda. Y me decía: “Eres la primera entrevista de farándula de mi vida”. Me siento súper honrada de haber sido entrevistada por una tremenda periodista, con esa trayectoria; los premios que tiene le quedan cortos. Y admiro mucho a un periodista que ya partió, exeditor de Las Últimas Noticias y profesor mío de la universidad: Enrique Ramírez Capello. Marcó el amor al periodismo que yo no tenía, porque entré prácticamente sin saber leer ni escribir. Si no te enamoras de esa carrera, estás muerto: la amas o la odias.
Una comida favorita es, chuta, la cazuela, jajaja. Todas las comidas chilenas. Pastel de choclo y todas esas cosas me gustan. Me recuerda a mi casa, cuando llegaba del colegio. Me fascina.
Un trabajo desconocido que tuve fue cuando me retiré de la tele. Formé una productora y me dediqué a hacer videos corporativos para empresas que le prestan servicios a las mineras. Hasta bajé al corazón de una mina de cobre, que le pusieron “Daniella”, en mi honor. Y me regalaron unas piedras del centro de la mina; las tengo en mi living. Fue un momento súper especial; todos pensaban que no lo iba a lograr, ¡y lo hice po! La primera mujer que bajó el corazón de esa mina. También me dediqué a producir videos musicales, como a La Noche, como el de “Libre”, y uno en que sale la Vanesa Borghi; de hecho, parte con una imagen dentro de mi departamento, bien amateur. Me tocó hacer todo: camarógrafa, editar y todo. Fue justo cuando salió Leo Rey y entró Yoan Amor. Súper entretenido.
Con mi primer sueldo nos fuimos de viaje con Denisse. Era nuestro primer viaje de trabajo, para Sábado Gigante internacional. Y nos hicimos pebre los malls de Miami, ¡pebre, pebre, pebre! Desde peluches hasta ropa. Lo disfrutamos. Nos devolvimos con el vuelto al aeropuerto. Y en Las Vegas nos pasó lo mismo. Pero debo ser honesta: terminé pagándome el colegio y mis dos carreras de la universidad; mis papás nunca me pagaron un sólo peso de mi educación superior. La plata que gané de chica como modelo fueron 100% destinada a mis estudios, mi casa, mi vida y enfermedad.
Una pasión oculta es que me gusta mucho leer. Hay unos libros que me fascinan, que se llaman Historia universal freak, 1 y 2. Es contarte la historia desconocida, casi como la de “la hora de la once”, porque “aguardiente” tiene once letras; las mujeres cosechaban en los campos y los hombres administraban. Y cuando las mujeres a la hora del té querían descansar, se tomaban un cortito de “aguardiente”, y decían eso. Ese tipo de historia, freak, pero universal, me encanta.
Me gusta toda la música, menos el rock pesado. Soy muy antigua, me sé todas las canciones. Si hay algo que disfruto en la vida es la música. Mi cantante favorito es Bon Jovi, y mi amor platónico. Pero me gusta toda la música, desde la clásica, que escuchaba mi abuelo todos los días y nos obligaba a escuchar, hasta el rock.
Creo que mi gran talento es mi personalidad. Siempre he sentido que mi personalidad es especial, y por algo siempre he llamado la atención y me ha ido tan bien, sin ser la más linda.
Tomo alcohol, pero no soy de tragos preparados. Me gusta mucho el vino, muchísimo. Almorzar y cenar con vino me encanta. Es un placer culpable. Hoy día, estoy tomando gin o champaña, pero el gin podría ser lo más preparado que tomo, porque no me gustan mucho los destilados. El whisky también me gusta. Me gusta fumar puro y tomar whisky; soy un poco masculina para mis cosas, jajaja.
Evito ver películas que me hagan llorar, noticias muy tristes y las historias de la Teletón. Trato de alejarme del dolor. No siempre ha sido así. Desde la partida de la Florencia me cuesta mucho acercarme al dolor. Si alguna vez llego a hacer este sueño de trabajar con los papás que han perdido hijos, será un tremendo esfuerzo, porque acercarme a ese dolor abre el mío. Me duele el triple.
Soy bastante incrédula con el horóscopo, pero sí creo en las energías, mucho, mucho, mucho. Siento que todo ese tipo de cosas tienen involucrado algo de energía que me llama la atención. Pero nunca he querido que me hagan una regresión. No creo en nada. Soy Libra en el horóscopo normal, y Dragón de fuego en el horóscopo chino, que me encanta.
Si pudiera elegir a tres famosos de la Historia para un asado, uno sería Pedro, el discípulo que se quedó a cargo de todo el buque después de Jesús y que convenció a todo el mundo de la religión católica; a ese me gustaría tener en mi mesa, saber cómo lo hizo. Los romanos me llaman mucho la atención también, cómo armaron ese tremendo imperio, y hay varios personajes que podrían ser; también me encanta la estrategia de guerra, me nace muy natural; por algo soy corresponsal de guerra también. Me gusta la estrategia, la admiro, la encuentro interesante, me fascina, me fijo en ella y la utilizo; como buena mujer, soy muy buena estratega. Muy buena. Y una tercera podría ser mi hija Florencia, conversar tantas cosas que no he podido hacer. Fui la mamá de un angelito en vida, que no puede ser más emocionante que me haya elegido a mí. Me encantaría saber el porqué o cómo ha sido su vida.
Daniella Campos es la mamá de Maite y Florencia, es periodista, es Dragón de fuego, amante del arte, la belleza, la música y todo lo que sea gozado en la vida. Es una gozadora innata de la comida, del buen vino, la buena mesa y todo. Le gusta disfrutar. Lo tiene súper claro y asumido. Es así desde que tiene uso de razón, nunca ha cambiado. Eso la distingue.
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