Juan Alcayaga nunca creyó que terminaría convirtiéndose en una eminencia de la talla “sin censura”. Como actor, quería dedicarse al drama, pero hoy a sus 75 años la vida lo ha consagrado en otras ligas, en las que ahora alista un show con Luis Slimming. El comediante repasa su vida y obra, triunfos y dolores, y analiza su presente: “Lo único que tomo es una aspirina”, cuenta.
—Disfruto lo que hago, lo paso bien —dice Juan Alcayaga Sasso (75) desde su acogedor departamento en la comuna de Providencia sobre su faceta de comediante como Don Carter—. Es mi única entretención.
El actor suele pasarse el día en su hogar junto a su esposa, donde ve películas y escucha música clásica, y sale eventualmente a comer . “No voy al fútbol, ni las carreras y no participo en clubes de Toby”, comenta. Se “entretiene” cuando le toca salir para hacer sus shows; de hecho, tiene avisado a su productor de que seguirá subiéndose en los escenarios hasta que se le acabe la cuerda: “El día que empiece a cagar, tienes que ofrecerme como ‘el tributo a Don Carter’”, le dice entre risas. “Hay tanto tributo ahora”, observa.
A veces le toca presentarse en solitario cuando sus chistes de Sin censura; ahora, con las bailarinas de su nueva puesta en escena de Cabaret; cada tanto con Iván Arenas; muy pronto con Edo Caroe en el Movistar Arenas; y ya se alista para estar junto a Luis Slimming, en una serie de rutinas en el Teatro Teletón (23 y 30 de agosto) y en el Enjoy de Viña (por partida doble el 24 de este mes); las entradas se pueden comprar ACÁ. La idea de juntar ambas figuras del humor fue tras la exitosa rutina de “Don Comedia” en el Festival de Viña, donde evocó en más de una ocasión a su colega cuando los chistes se pusieron cochinos.
Previo a sus nuevos shows, en conversación para La Firme de La Cuarta, Juan repasa su vida y obra en extenso, además de su presente, deslizando por cada tanto alguna talla ordinaria para no olvidar que también “Don Carter” está dentro suyo: desde su niñez en Antofagasta; sus inicios teatrales; le decisión de quedarse sólo en Chile a pesar de emigración de su familia; sus distintos pasos en la TV, en Canal 13, La Red y Vía X; su salto a los chistes “sin censura”; su faceta como comediante; su presente como abuelo chocho; entre muchas otras aristas de su historia y su actual momento.
Todo eso, a continuación, en extenso.
LA FIRME CON DON CARTER
Me vine muy chico de Antofagasta. Allá iba mucho a la playa desde septiembre, después del colegio me arrancaba ahí. Según las veces que he ido de visita ahora, me da la impresión de que antes hacía más calor; está un poco más frío y el agua un poco más helada. Antes era bien agradable.
Soy penca para los deportes. No me gusta el fútbol, no he hecho ningún deporte, y súper pajero en el colegio, Lo otro rico de Antofagasta, junto con Iquique, es que de las pocas ciudades en que se juega waterpolo, que fue lo único que atrajo siempre. Jugué un tiempo y después mi idea era seguir aquí en la Universidad de Chile; me quedaba cerca de la casa donde vivía, pero nunca me inscribí porque empecé a fumar, y condición sine qua non para un waterpolista: no fumar... en ese tiempo; ahora ha cambiado todo. Antes uno jugaba waterpolo con unos trajes de baño gualetudos y ahora parecen sungas. Está todo cambiado.
El waterpolo para mí era un juego, nunca me quise dedicar a eso, lo pasábamos muy bien con un grupo de amigos. Y todos mis hermanos mayores habían jugado waterpolo; entonces como soy el más chico, ¡tenía que hacerlo! Me hueveaban mucho: “Soi pajero”, me decían... Mi hijo salió hiper futbolista, y no sé a quién salió, jajaja. ¡Yo jamás lo llevé al estadio! No soy de ningún equipo. Cuando me preguntan “de qué equipo es Don Carter”, yo, con lo intolerante que somos en este país, si llego a decir que de Colo Colo me hacen mierda con “viejo culeado” y la huevá, o viceversa con la U. de Chile o la Católica; entonces digo que soy de Ferrobádminton, que existió el año de la corneta. Creo que el único club que todo el mundo quiere es Wanderers, ¡todo el mundo!, el de Alvarito (Salas). Prefiero no meterme en la pata de los caballos, más si el fútbol ni me gusta.
Fuimos una familia en la que yo fui el único que se quedó en Chile, y no me fui porque tenía un hijo chico, y significaba irme y perderlo. Soy el menor de seis hermanos. Cuando murió mi hermano mayor, nos reunimos todos aquí conversando, todos viejos, y dijimos: “Los papás eran súper buena onda entre ellos, eran un matrimonio muy entretenido, pero no eran tocones (cariñosos con los hijos)”. Además nosotros pasamos bastante solos. Mi papá tenía una farmacia en Antofagasta y hacía turnos de una semana, y mi mamá se quedaba a dormir con él en la farmacia, por si había urgencia en la noche. En las bromas mis hermanos mayores eran pesados. Cacharon que yo le tenía pánico a los temblores, ¡pánico! Y cuando la nana se iba a acostar, nos quedábamos solos en la casa y me golpeaban la ventanas y decían: ”¡Está temblando!”, gritaban y corrían los hueones, y yo suplicaba: “¡Por favor, nooo!”.
Mi casa era bien relajada. Mi mamá nunca se metía, si me sacaba un 4 le decía a mis hermanos “ayúdenle a Juan”... Mi mamá le decía a mi hermano Andrés que “el Juan tiene que estudiar los verbos, ayúdale”. Y me empezó a enseñar los verbos “jugar”, caminar”... hasta llegar al verbo “antártica”, y yo repetía: “Yo antártico”, “tú antártica”, “nosotros antarticamos”. “¡Bien, huéon, estai bien”, me felicitó. Y estábamos todos en la mesa y mi mamá preguntó: “Andrés, ¿ayudaste a Juan?”. “Sí, pregúntale, cualquier verbo”, respondió, y él me dijo: “Ya, el verbo ‘antártica’”, y empecé: “Yo antártico, tú antártica, vosotros antarticais...”, jajaja. No había cachado qué huéa era un verbo; encontraba que era re fácil ponerle “yo”, “tú” o “él” a cualquier palabra. Ese tipo de bromas me hacían.
Me echaron de varios colegios. No era malo, nunca le aforré a un profesor ni nada. Hacíamos tonteras. La típica huevá de ponerse el espejo en el zapato, andábamos todos los hueones escondiendo el libro de clases, tratar de mirar los calzones a las compañeras... Siempre leseando, tonteando, echando talla. Y me daba cuenta de que los hueones se reían de las cosas que yo decía, y las tallas me salían, no es que yo pensara “a ver, ¿qué digo?”. Mi mamá siempre me decía “Ringlete” —que me imagino que es una palabra de vieja (un es “ringlete” es juguete que consiste en una varilla con una estrella de papel que gira con el viento)—, porque yo estaba almorzando y golpeando la pata, me paraba a huevear, estaba siempre inquieto, siempre haciendo algo.
Una vez yo estaba sentado atrás (en la sala de clases), y un hueón se tiró un peo, y todos cagados de la risa y, como la profesora me tenía echado el ojo, me dijo: “¡Qué pasa, Alcayaga!”. Y yo pensaba que la palabra académica para decir peo era “follón”. “¡Se tiraron un follón!”, dije yo. Y la vieja, indignada, me agarró y me echó pa’ fuera, y yo casi me pongo a llorar, porque no entendía; para mí, era una palabra pituca “follón”.
La frustración para mi papá fue que era el único farmacéutico, ¡y ningún hijo siguió por el lado científico! Y como yo siempre pasaba en la farmacia y me gustaba envolver, todo el mundo pensaba: “Este va a salir farmacéutico”. Pero cuando postulé a la universidad puse Sociología, Periodismo, Historia y Teatro al final. Y saqué súper buen puntaje, podría haber elegido todo, y elegí Teatro porque de repente me bajó la hueá. Lo quería hacer callado, no le dije a nadie que postulé y carerraja me inscribí. Mi papá, viejo, me decía el domingo: “¿Para dónde vas?”, y yo le decía “voy al cine”, y él me contestaba: “¿Al Biógrafo? ¿De nuevo? Pero si fuiste el domingo pasado”. “¡Papá, cambian las películas”, le explicaba... Esa onda era, jaja. Para él ser actor era ser drogadicto, homosexual, curao... No pensé en lo económico. Creo que no me equivoqué, uno ya sabe que es una carrera súper franciscana; y depende también de cómo te vaya y si tienes suerte en la vida.
Los que entraban a estudiar Teatro, querían hacer teatro, sobre todo en aquella época. La televisión estaba en pañales, no habían grandes producciones ni nada; había unas horas de televisión y nada más. Éramos muy puristas y mirábamos la televisión bajo la pata, y tenías que hacer las obras del Siglo de Oro español, los clásicos... Después salí a la realidad, tenía un hijo chico y a lo primero que me llamaron a la televisión fue al Jappening con ja (TVN). Como que uno vendía su alma al diablo, y después te das cuenta de que es uno de los puntos en que puedes trabajar también po’... ¿Cuándo iba a pensar yo que terminaría contando chistes? ¡Nunca!
Somos amigos con el Pato Torres, que incluso estuvo viviendo un tiempo conmigo. No nos vemos nunca, pero cuando nos vemos nos demostramos el cariño. En mi generación, gracias a Dios, todos hemos podido vivir de lo que estudiamos. Nos conocemos de la etapa en que éramos jóvenes, soñadores, todo espléndido.
A mí siempre me atrajo mucho el drama, pero siempre me tiraban para el lado de la comedia, por mi actitud. Debo tener gracia pa’ contar chistes, porque sino no pasaría lo que pasa; el mismo chiste te lo cuenta otro hueón y no pasa nada. Esa habilidad tienes que desarrollarla. Es como yo admiro a un hueón que toca piano; para mí es lo máximo un hueón que toca piano, es una misión imposible para mí; me encanta.
Uno de mis hermanos, Andrés, que está en California, tuvo problemas políticos (durante la dictadura), entonces fue el primero que se fue. Y después acá se puso fea la cosa, y mi papá había sido presidente del Partido Radical en Antofagasta, que se dividió en la Unidad Popular; mi papá se fue de Chile de 78 años, viejo, y murió de 94 años en Nueva York. Mi hermano mayor ya estaba en México porque había ido a hacer un posgrado a la UNAM... Y así fueron migrando todos... Y uno de mis hermanos se llevó a mi papá, y tenía derecho a llevarme a mí también, y yo nunca me quise ir, y mis papás me decían que me fuera. ¿Cómo iba a dejar a mi hijo chico po’? Esa era mi gran razón para quedarme, y además, ¿qué iba a hacer? Tendría que haberme programado para irme, pero para ser mozo o limpiar cualquier hueá, pero no realizarme en mi profesión. ¡Ni cagando! Menos sin hablar inglés.
Nada, ¡pero nada de lo que he hecho!, lo he buscado. Todo ha llegado así... Pero el cuevazo grande que me tiró para arriba fue que un compañero de universidad me contó que iban a hacer El violinista en el tejado, y que nos presentemos (a la audición) y le dije: “Estás hueón”, y me pidió: “Pero acompáñame”. Y se abrió la puerta y uno de los argentinos que venían a hacer la obra, que no nos conocía, me apuntó: ¡Tú!”, me dijo. Y César Arredondo, papá de Claudio Arredondo, trabajaba conmigo, se emputó, porque yo había dicho que “no estoy anotado”, y me retó: “Entra, hueón”. Y quedé. Y luego de eso me vio el “Chino” Pedreros y me fui al “7″ (TVN), y empecé a circular y nunca quedé sin pega, muy pocas veces. Empecé a siempre tener pegas distintas, en el escenario y detrás.
La primera vez me casé a los 26 o 27 años. Ahora una cabra queda embarazada y apechuga nomás, incluso no quiere ni casarse; pero en ese tiempo no po’, quedabas embarazada y uno tenía que apechugar. Eso fue lo que pasó; no me arrepiento... pero las cosas son así po’... Me separé. Con mi hijo chico, se fue la mamá y yo tenía la sensación de que él la echaba de menos; me volqué mucho a mi hijo. Muchas veces fui a ensayos o hacer funciones con un bolso grande con la mamadera y toda la hueá; estaba chico y tenía que ir, no tenía con quién dejarlo. Muchas veces gasté más de lo que debía, sin que él se diera cuenta, era muy chico, para suplir una cosa por otra. Después me di cuenta de eso. Se me iba gran parte del sueldo en esas cosas. Después ya entré al “7″ y me cambió la vida, ahí sí que me pagaban muy bien.
Estaba haciendo El violinista en el tejado, y un día conversando entre varios actores, dije: “Lo único que quiero es que mi hijo no sea actor, cualquier hueá menos actor”. Y otro compañero, que ya está muerto, Armando Fenoglio, gran actor, me respondió: “¿Pero, Juan, por qué crees que le puede ir como a ti o peor? Piensa que le puede ir bien”. Y es verdad. En ese aspecto, sufrí discriminación por mi carrera, en ese tiempo vivía como las huevás, hasta que me separé de mi ex mujer; duré seis meses casado la primera vez —ahora llevo 23 años—, que mi hijo es de mi primer matrimonio, pero la “Piru” (su segunda esposa, Marta Pinto) me lo crió, desde chiquitito.
A Iván Arenas lo conocí mucho antes de que fuera el “Profesor Rossa”. Después del canal 7, me fui al 5 de Valparaíso (UCV), a hacer un programa que se llamaba Para saber y jugar, con la Patricia Undurraga y Marilú Cuevas. Y cuando me presentaron a todo el equipo, me dijeron: “Ahora vamos a ir al subterráneo, ahí está toda la parte de utilería”. Iván era el encargado de la utilería, como sabía dibujar y diseñaba. Enganchamos bien, hicimos buenas migas. Me tenían (viviendo) en un motel en Reñaca, me daba lata estar solo po’; e Iván vivía en Valparaíso y me decía: “Vamos a mi casa”, y me quedaba ahí, jugaba a las cartas, nos tomábamos un copetito y su hijo, Iván Andrés, estaba chiquito.
Con Rafael Araneda estuve en sus primeros pasos en Revolviéndola (La Red). Tenemos muy poca relación hoy, pero en ese tiempo fuimos bien amigos; me esperaba porque no sabía hacerse el nudo de la corbata, jajaja, y yo se lo hacía: “¿Cuál quieres?”, le decía yo. “El ‘tipo turístico’, o el ‘de Yale’”, uno era más gordo y el otro era bien flaquito. Yo no era co-animador, pero siempre metía puntita y tiraba mis chistes; ahí empecé.
Una vez casi me echan del canal porque en ese tiempo trajeron a esta argentina, tetona y re famosa, Moria Casán, que hizo A la cama con Moria; había una cama y traían a un entrevistado. Nos pidieron: “Oye, tiren para arriba el programa de la Moria para que la gente lo vea”. Me pasaron todos los datos para que la anunciara y yo dije: “¿Saben cómo le dicen a Moria Casán?... ‘La parrillada’”. “¿Por qué?”, me preguntaron. “Porque se la tienen que comer entre cuatro”, dije, jajaja. Lo tiré por talla... La cagué.
El “Profesor Rossa” fue fortuito. Se había metido un auspiciador que quería regalar lápices de colores, blocks y atriles para dibujar, y que los niños mandaran dibujos. “Él puede ser el profesor que dirime y dice quiénes ganan”, pensamos. “No, ni cagando”, dijo él, “estás loco”, y propusimos que lo hiciera disfrazado. Y en los inicios el Profesor hablaba entre maricón, portugués y alemán: “Hola, niños, ¿cómo están?... (hace una voz gangosa a modo de imitación); y nosotros le cantábamos: “Profesor Rossa...”, que esa música se la hizo Patricio González, del grupo Congreso, que nos tocaba el piano.
Fui productor de televisión y libretista, hice hartos libretos. Pero lo más serio que hice, porque todo el mundo cree que yo puro hueveo nomás: se hizo una miniserie en el Mega, que era sobre los milagros del Padre Hurtado, y esa la escribí yo, completamente... No pasó nada... pero no siempre he hecho cosas de humor. Después cuando me echaron de Canal 13 y quedé sin pega, hice una compañía teatral, Serotonina, que terminó cuando ya empecé a tener mucha pega de nuevo.
Me tocó escribirle chistes al Che Copete para el Morandé con Compañía. Cuando escribes chistes tienes una forma de verlos, pero resulta que cuando llegas a la reunión resulta que todos (los presentes) son chistosos: el productor, (Ernesto) Belloni también... entonces (todos se ponían a dar ideas) y dije: “¿Sabes qué? La carbonada que la haga uno solo; porque si tú le echas papa, y yo le echo menos de esto, va a quedar como las huevas”. Lo que le gustaba a uno, al otro no, y yo tenía que cambiarlo. Y ahí dije: “Nunca más escribo para alguien, voy a escribir pa’ mí”. Y empecé a escribir para los shows que he tenido, ¡y me fue la raja con Serotonina! Hice como ocho obras.
Lo primero que escribí fue 90 minutos parado. Jugué con el nombre porque en ese entonces la estaba rompiendo Monólogos de la vagina y 27 centímetros. Y nosotros éramos una compañía absolutamente independiente, sin ayuda de nadie. Era una historia que pasaba dentro de un ascensor que se malograba y quedaban 90 minutos encerrados. Incluso en la Universidad Católica me dijeron: “Oye, ¿puede ser 90 minutos y sacas la palabra “parado”?. “Ya po’”, dije... La gente se cagaba de la risa.
En la Revista Ercilla antes hacían periodismo de espectáculo en que los actores nos preparábamos para que saliera bien la obra; escribían una crítica y uno se preocupaba mucho. Ítalo Passalacqua nos hizo una crítica súper buena: “El chilenísimo Juan Alcayaga de pé a pá; estoy riéndome de lo mejor y, de repente, ¡pa!, me pega una cachetada y me confronta con la realidad”. Lo que hacía yo era una risa reflexiva, riendo de algo que puta que pasa... Después hice Los nuevos chilenos; se trataba de que los personajes de los cuentos están aburridos de estar en los cuentos y se vienen a vivir a Chile, y se hacen chilenos: “la vieja bruja”, “la caperucita”, “el príncipe feliz” y todos los hueones. Y es una crítica social, no política; por ejemplo, “la vieja bruja” se enferma y tiene que hacer fila en los hospitales.
Creo que uno actúa para no mirarse hacia adentro. Por ejemplo, a mí me encanta Don Carter, el personaje, lo deschavetado, que puede decir lo que quiera, que el hueón es caliente, dice lo que está prohibido, mujeriego, bueno para el copete: el alter ego de Juan Alcayaga, porque Juan Alcayaga es más fome que la cresta, súper fome; si no estoy trabajando estoy en mi casa, veo películas, me gusta la música clásica. Re fome. Los cabros dicen que una farra con Don Carter debe ser maravillosa, me invitan y me dicen que “tengo un asado”... Se aburrirían... Cuando estoy entre amigos la paso bien y me tomo un trago; pero, ¿para qué estamos con hueás? Han pasado años, entro almorzar al (restorán) Palo Alto de la esquina, me miran, y todavía me incomoda un poquitito. En todos lados, donde voy. Pero siempre muy cariñosa la gente, no tengo nada qué decir; me piden fotos y huevás. Pero eso de estar observado me ha costado mucho.
Me gustaría volver al teatro en algún momento. Mientras estuve haciendo El mundo del Profesor Rossa, las veces que me llamaron era una lata porque salía a las 6 de la tarde todos los días... partir a ensayo y después llegar a las 12 de la noche a mi casa, y los sueldos (no eran buenos)... uno lo hace porque le gusta. En el canal tenía un sueldo seguro, entonces las veces que me llamaron dije: “No puedo”, y después te vas alejando nomás.
Muchas cosas en mi vida han llegado sin proponérmelo. Cuando fuimos a Mentiras verdaderas (La Red), me pidieron contar un chiste y, para no contarlo, porque me daba pudor y lata, dije: “Los míos son muy cochinos”. Y esa fue la palabra clave, porque me dijeron: “No, acá se puede, dale nomás”. Me vi obligado a contar un chiste cochino y resulta que le di el palo al gato porque fue trending topic. “Ya, prepárese otro chiste”, me pidieron. Busqué otro chiste cochino y, cuando me contrataron con el Profe (Rossa, Iván Arenas), quedamos de acuerdo de que yo contaba los chistes cortos y cochinos, y él los chistes largos. Podría haberme dicho: “Ya, yo cuento los cochinos y tú los largos” y hubiera sido al revés... Y después uno va descubriendo que a los hueones les encanta que uno sea descarnado con el garabato, o yo tengo la cuea de que me aguantan las hueas que digo.
Me daba pudor contar chistes porque no me creía bueno para los chistes; jamás, nunca antes conté. Creo que estando en la universidad nadie me escuchó un chiste. De repente me encuentro con algún compañero y me dice: “Oye, me cago de a risa...”, pero es algo nuevo para ellos, porque no sabían. Realmente nunca lo pensé. Mi papá estaría con ataque, jajaja; y mi mamá, cagada de la risa, porque ella era chucheta.
Mi momento de más popularidad ha sido la etapa de los chistes en Mentiras Verdaderas. Nos empezamos a dar cuenta por la gente,porque (en el canal) nunca nos decían “el rating está bueno” o “vamos pa’ arriba”; pero nunca me imaginé que tenía muy buen rating. Me dada cuenta de que al otro día de haber estado en el programa, la gente me paraba en la calle y me decía: “Güeno el chiste”.
Un día me llamó el “Guru” (Claudio Moreno) y me dijo: “Oye, estábamos hablando con Iván: juntémonos un día a comer...”. Y en esa conversación salió que “hagamos algo como los cabros ya crecieron, son todos grandes”, porque había pegado mucho “El video prohibido del Profesor Rossa”. Estábamos en eso y nos llamaron de Vía X, y de ahí salió La mansión Rossa, donde yo escribía los libretos junto con el Profe, que él ponía más el lado de enseñanza —que era re poca la que había porque ya era más hueveo—, y ahí ya tenía que grabar todos los días, no podía viajar y dejé de escribir para Serotonina, porque escribía, dirigía y actuaba.
Mi hermano mayor murió hace ocho o diez años. Jubiló en Codelco y se vino a Santiago a buscar un departamento. Fue en la noche a la Fuente Alemana a comer, le vino algo a la guata, lo llevaron a la Clínica Indisa, le hicieron los exámenes y le encontraron que tenía cáncer en la sangre... Fueron dos semanas... Y yo estaba haciendo las últimas preparaciones para empezar a grabar La mansión Rossa, entonces me iba de los ensayos a verlo y me decía: “Puta, Chatito, apúrate (para alcanzar a ver el programa)”. “Sí, vas a alcanzar”, le respondía yo. No quiso hacerse ninguna quimioterapia. “Voy a quedar sin plata y no me van a devolver la vida”, decidió. Tenía razón, con quimio no iba a revivir a esa edad. La leucemia es caballa.
Al Festival de Viña jamás iría, no me lo imagino; sé que no tenga nada qué hacer ahí. Es un festival más familiar, va todo tipo de gente y más adulta. Y depende de qué día vas: si va Luis Miguel irá mucha gente adulta, no cabrerío; pero si va U2, es otro tipo de público, y uno metido ahí; los hueones quieren que salgas luego. Además lo que yo hago ¡no tiene nada que ver! Incluso en verano hacen mucho show las municipalidades, y son gratis, y va la abuelita, el gato, el perro y los niños, entonces de repente los alcaldes no se preocupan de decir: “Chucha, al hueón que traje y hay cabros chicos”. Lo evito. Me podrían hacer mierda.
Noto que hay un cariño transversal hacia Don Carter; por ejemplo, fuimos hace poco a Paihuano (en el Valle del Elqui), que es un pueblito chiquitito, gente pacata, para el Día del Padre. “¿Se irán a reír o no?”, pensaba yo. Fui midiendo... Cagados de la risa. Donde voy, el 80% de la gente ha visto mis videos en YouTube, que anda dando vuelta tanta huevada; no es una cuestión que ya pasó de moda como ya nadie escucha “Despacito”. Incluso la gente que me manda cosas mías (por redes sociales), de repente veo y pienso: “Uh, este chiste es del año de la pera”; lo había dado de baja ya.
Lo que me molestó mucho en el Festival de Viña fue ese año en que ¡toda!, pero toda la gente que fue a hacer humor sacaba al “Guatón” Dávalos, el hijo de la Bachelet, porque era risa fácil (por el Caso Caval en el 2015)... Todos en algún minuto lo nombraron... Eso no lo haría ni cagando. Para mí, es risa fácil.
A Luis Slimming lo conocí cuando fui al Festival de Olmué (2016). Yo había llamado al Edo Caroe y le dije: “Firmé para Olmué, pero creo que no me la podré solo, recomiéndame a alguien”. “El Lucho Slimming”, me recomendó. Yo conocía al Lucho, pero con el Edo, a él y a otras personas más. “Ah, deveras”, pensé. Lo llamé y me ayudó... La verdad que el hueón —y se lo dije en su podcast Entre broma y broma—, vino como tres veces aquí y después mandaba al otro huevas (Héctor Romero), jajaja. “Te llevaste la plata gratis, hueón”, le decía yo. Así qué ahí hicimos buenas migas y me acompañó a Olmué.
Con Luis estuvimos toda la tarde hueveando con “la muela” (que no funcionó en el show de Olmué), y cuando me presenté lo único que escuché fue: “¡Buenas noches, Patagual!”, y nunca más lo escuché (por la muela a Slimming), y el otro hueón estaba como loco: ¡¿Por qué no me escucha?! ¡Don Carter! ¡Don Carter!”. Nunca habíamos hecho nada juntos. Una vez me invitó a actuar, pero no juntos, me presentó y yo le llevé un vino de regalo; pero nunca habíamos actuado juntos. Me invitó a su programa, pero no tenía idea qué era, (creía) que era una radio. De repente vi cámaras y pensé: “¿Y está huevá?”, y salió el Héctor Romero a saludarme, y estaban todos los hueones ahí.
Como soy más viejo evidentemente, tengo la suerte de que ahora he venido a conocer a todos estos cabros jóvenes. Vengo del teatro, me metí ya viejo (en la comedia), entonces hay cabros muy jóvenes, y las veces que han estado conmigo (me tratan) con un (gran) respeto; y también siento ese respeto de Lucho (Slimming). Eso lo siento, pero nada más. Siento el respeto y la admiración, pero nunca hemos estado en el sentido como de “discípulo-maestro”.
Con Edo Caroe haré algo para el Movistar Arena (se presenta el 26, 27 y 28 de agosto). Ya me reuní con él y más menos sé qué vamos a hacer. Y con el Profe también tenemos un show, que es más miti y mota: nos subimos los dos al escenario, y yo hago una parte y él hace otra, en distintos casinos como en el Enjoy de Viña o en el de San Antonio… Ahora, Lucho no me ha llamado (para el show juntos)... Creo que andaba en Europa po’... Creo que llega luego... Hay que ponerse de acuerdo para armar la estructura, pero es muy fácil, porque seguramente cada uno hará lo suyo.
Estoy preparando un nuevo show, Cabaret, que es un poco revivir lo que fue el Bim Bam Bum, con estas bailarines, no picante, hacerlo un poquitito más pituquito. Es un show con dos bailarinas, y además hay una actriz que también hace baile. Y es la historia de una monja y un cura... y por supuesto que voy a meter chistes distintos del otro show que tengo. Y justamente ya tengo el listado de los chistes, porque tengo ensayo general, así que es lo que viene: hay minutos de sketches, chistes míos solo y de baile.
Con Iván Arenas y Claudio Moreno podemos hacer La mansión Rossa, que es un sketch más grande, una pequeña obra de teatro pero con puro hueveo, y ahí también hacemos mucho doble sentido, pero sin irnos al chancho. En cambio en los shows echamos garabatos; yo soy más descarnado que el Profe, pero decimos garabatos, hablamos del “pico”, y la gente se ríe... Al Profe le debe pasar lo mismo que a mí: cuánta gente se educo con él y ahora lo ven hablando de la pichula.
Los chistes los he hecho como solista, nada más. Con el Profe éramos los tres (con Guru), y después con mi compañía de teatro, y todo en televisión siempre fue con otras personas; excepto cuando yo hacía casi todos los programas infantiles en el canal 11 (CHV), donde escribía y dirigía actores. Los chistes es lo único que hago solo... y culear, JAJAJA.
“Serio, respetuoso y caballero”, me definió Claudio Moreno. Mucha gente no me imagina, pero creo que coincido con esa definición. Cuando hay que ser formal, soy tremendamente normal y caballero. La gente cree que uno se rasca la esparda con el dedo, o hay gente que me dice: “Lo voy a atender al tiro, no me vaya a agarrar a chuchadas”. Les cuesta dejar de lado el personaje. No me creo tan avasallador.
Me invitaron a una reunión para participar en política. “Estamos buscando alcalde”, me dijeron. “Ah, no”, reaccioné, “ni cagando”, porque ya estaba hasta acá (hasta la coronilla) con todos estos hueones, el Hotuiti (Teao) y todos estos famosos que salen (elegidos) porque son de la tele, pero no porque la gente crea (en un proyecto político). Me da una vergüenza ver al Florcita Motuda con las pelotudeces que hacía en el Congreso; es un payaso... No me atrajo... Ahora, no creo que me iría mal (si postulara a un cargo en política), porque veo el cariño de la gente, buena onda... pero no me metería nunca, no, no. Ni cagando.
Mi jubilación era de 170 lucas. Cuando me jubilé fue al poquito tiempo de que me echaron de Canal 13, entonces como seguí trabajando (y juntando plata), pero no me imaginé nunca que iba a ser esa hueá (de plata), jajaja. Y es verdad, fui bien desordenado, porque como era freelance, me daba lata (cotizar); antes tenía que llenar cuatro copias y comprarte papel del calco, que ya ni existe, llenarlas, ir a la AFP y hacer una fila para pagar toooodos los meses... chuuuchaa... Cuántas veces me quedé con los papeles hechos y no fui. Ya pasado el mes no te servía, entonces me quedaron hartas lagunas y saqué una cagada de plata. Pero no hice ningún trámite y ahora saco $225 mil por la PGU (Pensión Garantizada Universal), jajaja.
Para la pandemia, Chileactores nos escribió a varios, supongo que a los más viejos, para darnos una plata, y yo renuncié a esa plata porque me estaba yendo bien, había guardado plata, no estaba cagado, y pensé: “Eso le puede servir a mucha gente”. Hay muchos actores que están cagados en este minuto. Hay otros hueones que ganaron mucha plata, pero son desordenados, y le queda la cagá después.
El infarto yo creo que me dio por una hueá genética nomás. Trabajo hasta más tarde, pero soy bien ordenado. Lo que sí, siempre he tenido los triglicéridos altos. Los médicos me dijeron que las tres arterias importantes (del corazón) las tengo impeque, pero otro médico vio una venita chiquitita y me dijo que “creo que tuviste un pre infarto, no un infarto”. De hecho, ya no tomo nada para el corazón, y el Profe sigue tomando (tras haber sufrido cuatro infartos). Me sacaron todos los remedios y lo único que tomo es una aspirina diaria. No me siento mal, no me canso y soy de presión baja.
En los lugares que he trabajado la gente me tiene un recuerdo bien especial porque el huevear que he tenido siempre. Mi hijo fue a hacer un reemplazo en La Red y, por el apellido, le preguntaron: “¿Tienes algo que ver con Juan Alcayaga?”. “Sí, es mi papá”, contestó. “¡Oooh!”, reaccionaron (los presentes). Unos hablaron maravillas de mí, pero otros le decían: “Tan buen pal peo ese hueón”. Y mi hijo llegó aquí y me dijo: “Puta, por lo que te recuerdan, varios me preguntaron si seguías bueno pal peo”.
Soy bueno para llorar, bien emotivo. Veo una película y lloro. No creo en esa pelotudez de “los hombres no lloran”. Uno también puede llorar de felicidad. Me acuerdo que se me cayeron las lágrimas cuando me pasaron por primera vez a mi nieta, ¡chucha!... me emociono ahora. Es una hueá maravillosa, pero tienes que vivirla... No me cago la onda si estoy en el cine y me ven llorar, aunque me hago el hueón y trato de limpiarme las lágrimas. De pena también he llorado muchas veces, de preocupación; cuando murió mi hermano también. Mucha gente cree que porque uno hace reír como que no tienes esa capacidad de sufrir... Leo hartos libros de autoayuda, así que también lo aplico.
Nunca me voy a olvidar de que una vez conversando con la Liliana Ross, le dije: “Qué bueno que no tuve más hijos, porque no creo ser capaz de amar a otro hijo tanto como amo al que tengo”, entonces la Liliana me respondió: “Te quiero ver cuando seas abuelo, ahí vas a cagar”. Eso nunca se olvidó cuando vi a la Julieta... ahora me importa una güea el otro hueón (su hijo), jajajaja... ¡Te juro! Es un amor distinto. A mi hijo igual lo amo, pero es distinto. Son unas cositas chicas, que se mueven, y con muchos gestos tuyos; vas descubriendo con ellos. Qué bonito.
No pudimos ser papás con mi esposa. Tratamos y no pudimos. Íbamos a adoptar, queríamos una niñita; pero por ser los dos ya más viejos (nos dijeron que no). Esa Ley ahora cambió, pero en esos tiempos yo tenía que tener un trabajo estable, tantos metros cuadrados en la casa... entiendo que a lo mejor era para proteger a los niños. Pero a nosotros se nos pasó la bolita y ya no podíamos. Mi esposa tiene tres (hijos) de su primer matrimonio. Después ya nos lo sacamos de la cabeza. Hemos formado una bonita familia, los cabros me quieren mucho y mis nietos también, y a todo el mundo le dicen que yo soy su “abuelo”.
No me siento humorista, los recursos que utilizan son absolutamente distintos. Yo me paro adelante y cuento chistes de todo: me salto de una monja a un dentista... Y los humoristas no, elaboran toda una historia como: “Los niños de hoy puta que están distintos...”, y se tiran cuatro o cinco chistes de niño; antes eran los chistes de suegra, ahora esa hueá esta prohibida. Pero tiene todo un orden para los chistes; yo no, me paro y parto, no hago una introducción ni nada. Veo esa diferencia. ¿Contador de chistes? El descueve. Mucha gente me dicen “comediante”, claro, OK, porque he hecho mucha comedia; pero humorista no sé, no aparecí haciendo sólo humor.
No me gusta que en una reunión social me piden que cuente chistes; para mí es un trabajo. Hay dos cosas que me dan lata. Cuando generalmente a los artistas les piden que actúen gratis; eso uno debería elegirlo, por ejemplo, hice varias Teletones, cuando estuvimos en Canal 13, pero después me di cuenta de que no todo el mundo va gratis; o vamos todos gratis, o nadie es gratis. Y lo otro, si voy a una lugar a pasarlo bien, más si sólo conozco al dueño de casa que me invitó, no po’. Siempre cuento que una vez llegué y alguien dijo: “Aquí la vamos a pasar bien, llegaron los buenos chistes”, y le contesté “perdona, no estoy trabajando, estoy invitado igual que tú”. “¡Ah!, pero cómo no te vas a contar unos chistes”, insistió. Y me dio la rabia —fui pesado quizá—, y le dije: “Oye, ¿si yo fuera putita me pides una cacha?”. Basta que haya un hueón que sabes que es médico para que le digan: “Oye, tengo un dolor aquí”, y empiezan todos los hueones a atenderse. A no ser que tú quieres tirar una talla o echar un chiste, que es distinto; y de repente lo hago, cuando me siento bien y son todos muy conocidos, pero es cosa mía, no es que te inviten a un lugar y tengas que llegar y pensar: “Ya, voy a contar tres chistes”.
Evito ser realmente grosero, pero los límites son bien personales. Si yo digo “pichula”, para mucha gente a lo mejor es insoportable... para mí no. Pero, por ejemplo, “maraca culeada” no lo diría nunca en un chiste, porque lo encuentro tremendamente ofensivo, pero a lo mejor otra persona no. Hay ciertos garabatos que soy muy pasados. Pero al “pico” le he puesto nombre, y ya la gente sabe que el “filorte”, el “manguaco”, la “colloma” y todas estas hueás que voy sacando; además me apoya el gesto: “Así una colloma sacó el compadre...” (Y extiende las manos para dimensionar)... Y lo que jamás volveré a hacer es ridiculizar a alguien, porque me ha tocado ir a shows de empresas y los hueones a veces tienen un listado: “Cágate a este hueón”, “Este hueón es re vaca”, “A este se lo caga la señora”... Para ellos va a ser una gracia, pero para el hueón del que todo el mundo se ríe... No hago eso. Una talla política tampoco, por la intolerancia. De repente puede ser un muy buen chiste, y puedes pensar distinto a mí, pero te ríes igual; pero prefiero evitarlo.
Creo que antes éramos menos delicados desde el punto de vista de los chistes. Era más tolerante en ese aspecto la gente... No sé si hemos avanzado o retrocedido, porque la intolerancia llega a un punto en que te hace tener una autocensura impresionante; la autocensura es más fuerte, siempre va más allá. La autocensura es lo peor. Respeto no darles como caja (a ciertos estereotipos), pero creo que nos hemos ido un poco al chancho.
Si te pones a analizar, los chistes son tremendamente machistas. Antes habían piropos para cargarse la risa, simpáticos; ahora todo eso está mal visto. Pero hay toda una generación que creció con eso y lo vio de lo más normal. El cabrerío nuevo que tiene esa nueva mentalidad, y las feminanazis se fueron al extremo. Si le abres la puerta del auto, “¡no!”, (dice) ella, “momentito, ¡yo me bajo!”. Quieren ser iguales, jejeje, pero cuando los tratas como iguales y dices “oye, hueona”, (responden) “shh, cortála, respétame”. Si hablo de “las maracas”... “la mujer-objeto” y toda la hueá...
En mi show Sin censura parto con un chiste de negros y antes le pego una empolvadita al público en la que justamente hablo de que “somos intolerantes... y que hay chistes buenos... y te hacen mierda con ‘xenófogo’ y toda la cuestión”... Luego hago el chiste, ¡y la gente se caga de la risa! Puede ser que a lo mejor me aguantan. Álvaro (Salas) me dijo un día que fue a ver show en el Comedy: “Hueón, eres la única persona en Chile que puede decir en el escenario esas hueás y la gente te aguanta”. Puede ser. Otros dicen que “tus garabatos no son groseros, no te suenas picantes”. Creo por ahí pasa.
Existe la falacia de que “el chileno es el más pícaro, el que tiene los mejores chistes”. No, creo que los latinoamericanos en general son buenos, avispados, sobre todo para todo el doble sentido: los mexicanos, los argentinos los peruanos tienen muy buenos comediantes. Yo creo que viene de lo caliente que somos, jajaja, porque los anglosajones son refomes, (por) el temperamento… Soy de otra generación, no entiendo mucho, pero si pasa algo hoy a las 15:00 hrs, a las 15:10 el chileno ya sacó un meme que se viraliza en dos minutos, ¡y son memes ingeniosos! La otra vez me mandaron un meme en que aparece la cara a mía y la del alcalde (Rodolfo) Carter, y abajo escribieron: “Carter bueno” y “Carter malo”, jaja. El hueón debe pensar que yo hice esa cuestión y no tengo ideeeea de eso.
El chiste blanco no me interesa porque está a contrapelo mío. Si no tiene “pichula” un chiste blanco, no es un chiste, jajaja. A lo mejor nunca he probado. Pero como ya me siento como pez en el agua nadando con estos chistes, y además me sentí obligado a ponerle cochinadas a los chistes buenos.
Quizá es bien rato lo que digo, pero la honestidad es algo que une a Don Carter y Juan Alcayaga, los dos hueones son honestos. No me atrevería a cagar a alguien; o a lo mejor lo hecho sin darme cuenta, ¿pero que me lo haya propuesto? No, me dolería mucho.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido actor habría sido periodista, jajaja, o sociólogo. Y cuando chico, cuando hice mi Primera comunión, quise ser cura; era todo la Iglesia (para mí), me levantaba temprano, tomaba desayuno con el cura y pal colegio mierda… pero ahora no puedo ver a esos hueones.
En mi época de estudiante de Teatro en la Universidad de Chile no fui carretero, re poco. Me tocó toda la hueá de la marihuana y lo hippie. Además, como tenía beca, no podía salir mal en ningún ramo. Ya cuando llegué a la casa de mi hermanastra en Santiago, me di cuenta de que me la podía (académicamente); siempre fui el primero o segundo del curso, tenía buenas notas, y sin tanto esfuerzo, estudiar nomás. Y cuando entré a la escuela (de Teatro) no me costó mucho, y me gustaba. Entramos 25 en mi curso y al final quedamos como doce, porque mucha gente cree que al tiro te hacen actuar, y (antes) te hacen clases de voz, tienes que leer unos libracos de teatro antiguo y griego; una lata.
Un apodo, además de “Don Carter”, es que mis compañeros de universidad me decían “Pollo”, porque llegué con una camisa amarilla y la Coca Guazzini, que era mi compañera, dijo: “Uy, parece pollito”, y ahí quedé como “Pollo”. En canal 7 me pusieron “Churru” porque yo hacía a “Churrugurtiaga”. En el 13, “Carter”. Aquí en la casa, “Hueón”, jajaja. Y mis nietos, y a veces mi esposa, me dicen “Pompi”.
Un sueño pendiente es irme a vivir al campo, y que no lo voy a poder cumplir, porque soy un hueón cómodo. Ya con el hecho de ir a un baño de cajón se me asusta el poto. Y además, por mi edad, sería un cambio muy drástico.
No tengo cábalas.
Una de las frases que he tratado de aplicar, y que se la he dicho a algunas personas, es: “No indiques nunca con él dedo, recuerda que tres te indican a ti”.
Un plato favorito son las guatitas y la paella. Me gusta cocinar, pero no sé tanta hueá. Mis nietos son fanáticos de la salsa pomodoro que hago.
Un trabajo mío que no se conoce fue cuando recién me echaron del 13, trabajé en una productora, en Avenida Recoleta. Eran recagados y el dueño era un argentino que trataba mal a la persona que me llevó, con quien había trabajado en CHV. Ellos eran pareja y él le decía: “¡Pero cómo tan hueona!”. Y para más mala cuea, lo único que nos tenían era té; yo iba a una panadería a la vuelta y me comprobaba una marraqueta y una lámina de chancho, que era mi almuerzo. Pero lo que más me molestó era el trato de este hombre, porque era amiga mía, pobrecita, salía con vergüenza porque todos los hueones la miraban. Ese fue el peor trabajo que tuve. Duré como dos meses.
Me encanta la música clásica; para mí, lo más grande es (Johann Sebastian) Bach. Me gusta mucho el folklore, los Beatles, Manuel García, la Camila Gallardo… Lo único que no acepto es el reggaetón conchetumadre; qué atroz, ojalá mi nieta no me salga reggaetonera, jajaja, o me voy a tener que morder la lengua.
En mi primer sueldo me pagaban quince escudos, en el Teatro de la Universidad de Chile; para entrar ahí tenías que chuparle la cabeza a un perro tiñoso, jajaja, y yo justo quedé ahí... ¡Quince escudos! Que no era nada po’. En ese tiempo no habían pañales desechables, eran unos cuadrados de género que había que hacerlos hervir, y mi hijo estaba chico, y no teníamos mucho pañal, así que lo primero que hice fue comprar hartos pañales; y los hacíamos hervir en unas ollas en la casa de mi suegros.
Un actor que admiro es Jeremy Irons, que me gusta mucho, también (Robert) De Niro, Al Pacino y Nicole Kidman.
Un talento oculto mío es la facilidad para que se me ocurran cosas, por ejemplo, si se cayera la planta (De la sala de estar de su departamento), en el instante se me ocurriría una talla.
Una película que me hace llorar es Cinema paradiso y Il Postino (El cartero), preciosa.
Nooo, para nada creo en el horóscopo, para nada. Soy Capricornio, y en horóscopo chino soy “Ladilla”, jajaja.
Si pudiera tener un superpoder sería los rayos X, ir a un motel y mirar para allá y para acá, para todos lados, JAJAJA.
Un placer culpable es el azúcar, que me la están prohibiendo. Me he puesto pastelero ahora viejo.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, invitaría a Gandhi, siempre me gustó mucho. A Ennio Morricone, me encanta la música que tiene, me transporta. Y a mi hermano que murió; parece que los dos extremos nos atraíamos mucho, yo era su regalón.
Juan Alcayaga es un hueón que trata de parecerse a Don Carter, pero no le resulta.