“El Príncipe del Amor” se fue hace rato a Miami, pero no deja de visitar su tierra con nueva música presentándose ante su público en clave sinfónica. De visita, el cantante repasa su vida y obra, su presente en el extranjero, su faceta amorosa, relación con Chile y su gente: “Quiero volver al Festival de Olmué”, manifiesta.
Douglas Rebolledo Riffo (54) viaja seis o siete vez año a Chile desde Miami, donde reside con su familia hace ya un buen rato. Mediáticamente, prefiere tener un bajo perfil, a menos que tenga algo nuevo para contar a su público.
—No tengo TikTok ni Facebook, sólo Instagram, porque me entretiene, tiene cosas con las que me río mucho —comenta el romántico cantante—. Pero me gusta estar en otra, disfrutar, hago muchas cosas en el día.
El compositor recibe a La Cuarta en la casa de un querido primo suyo en La Dehesa. Durante noviembre visitó su tierra natal, dando entrevistas y siendo invitado a distintos programas, a modo de promoción de su último single “Mix Chacha”, un compilado de grandes boleros clásicos, además de presentarse el pasado 23 de noviembre con la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de Colina en dicha comuna.
Y pronto espera tener más novedades: “Me puse la meta de componer más, y para eso tengo que meterme al estudio como a una oficina”, asegura quien me levanta a eso de las 7 AM, lleva a sus hijas al colegio, luego se mete a trabajar, a “maquetear” y hacer música, cuenta. “Almuerzo, después soy libre y voy al deporte; o si me entretuvo algo con la música, sigo”.
En entrevista con La Firme, el artista repasa su vida y obra: desde sus tímidos inicios en San Miguel, marcados por las figuras de sus abuelos; sus primeras incursiones musicales, que muy útiles le resultaron para coquetear con damas en su adolescencia; el despegue de su carrera, marcado por el “cariño” de la gente y un par de desencuentros con la industria; un eventual regreso al Festival de Viña y, sobre todo, al de Olmué; su historia de amor con la periodista argentina Ana Sol Romero; su partida familiar a Miami; presente musical; faceta de padre; y mucho más, de aquí en más.
LA FIRME CON DOUGLAS
El recuerdo más importante de mi San Miguel, cuando vivíamos en Departamental, pasaje 5, es la relación con mis abuelos paternos. Vivimos con mis papá, mi hermano chico y mis dos abuelitos hasta que tuve ocho años. Yo no era muy callejero, era de estar en la casa; salía sólo a jugar al fútbol. Era muy regalón. Y con mi abuelo materno, que siempre andaba de traje, leía el diario y jugábamos a las cartas, vivíamos a una cuadra. Tenía una Citroneta, que me dejaba echarla a andar, e íbamos a la carnicería a buscar la grasa que sobraba y la vendía a las refinerías que hacían manteca, velas y un montón de cosas. Escuchaba a Alodia Corral (fallecida locutora radial); por eso conozco todos los tangos, la música de los 70, a Gianni Bella y toda esa onda. Jugábamos dominó en las tardes. Comíamos sandía con cuchara hasta que la coronta quedara blanca. Y para los festivales de Viña, nos juntábamos los siete primos paternos, cenábamos, nos íbamos a una pieza a preparar el show, y en el postre salía yo animando y después otro contando chistes. Nos juntábamos mucho en torno a mis abuelos.
Mi abuelo era fanático Kirk Douglas, el de Espartaco. Cuando nací le dijo a mi papá: “¡Ponle ‘Douglas’!”. Todo el mundo piensa que es un nombre artístico. El nombre me sirvió, no habían más “Douglas”, menos en Conchalí; no se estilaban los nombres “gringos”, era muy poco usual. Me servía porque al tiro todos sabían quién era yo, y tenía que explicar que era chileno: Douglas Rebolledo Riffo. Una cosa curiosa que pasaba con mi abuelo: le gustaba Douglas y la Selección Argentina, porque era fanático del Magallanes, que es la misma camiseta (albiceleste). En la Citroneta tenía un llavero del Mundial de 1978, cuando lo ganó Argentina. Mi abuelo murió dos años antes de que despegué con la música y terminé casado con una argentina. Como que mi abuelo se fue y dijo: “Ya de aquí arriba voy a manejar los hilos”, jaja.
Mis abuelos son mis ángeles de la guarda. Me protegen. Tengo una cábala con mis hijas que, cuando pasamos un momento de felicidad, cualquiera de nosotros dice: “1, 2, 3... gracias, tatita”. Es como una muletilla de siempre estar agradeciendo. Le hablo mucho a mis hijas de mi condición, porque si bien tuve bastantes carencias económicas de chico, tuve una infancia muy feliz; tuve mucho amor y preocupación, no solo de mis papás, sino que el de los abuelos, que es absolutamente incondicional y malcriador.
Nos fuimos a vivir a Conchalí, a mi papá le salió un subsidio habitacional, y las vacaciones inviernos y en verano me iba a la casa de mi abuelo. Me encantaba esa dinámica. Yo era muy introvertido y casero; me encantaba dibujar. Mi familia sabía que cantaba, pero con otra gente yo no cantaba. Me interesaba el canto, pero tenía una vergüenza que vencí. Cuando los papás vecinos se juntaban me gustaba quedarme ahí en vez de salir con los más chicos, quedarme en el canturreo, sin yo cantar. Y de repente, me hicieron cantar y un amigo cinco mayor me dijo: “¿Sabes? Tenemos un grupo (musical) juvenil, tocamos temas entretenidos”. Cantaban a Silvio (Rodríguez), Sol y Lluvia, y yo cantaba las canciones románticas, las de Emmanuel. Empecé a soltarme, a cantar con públicos de 40 personas. Participaba en los festivales del liceo y representaba al colegio.
Cuando fue el terremoto de 1985, que los departamentos casi se fueron abajo, nos tuvimos que volver donde mi abuelos. Había estudiado en colegio de hombres toda mi vida. No era de los mejores, pero era un gallo aplicado; no me mataba estudiando, pero me iba bien. Y cuando me fui a un colegio mixto, de repente, me encontré compañeras mujeres, y las trataba como un caballero; y los otros como si fueran hombres, pésimo. Entonces tenía mucho éxito de “amigas”; además, me llevaban la guitarra para que se las afinara y cantara. Era súper popular por la música. Ya como a los catorce años me largué derecho a la música.
Mi mamá me tuvo a sus dieciséis años. Fuimos muy amigos. Mis papás fueron muy amigos nuestros. Hasta hoy mi mamá siempre es la que me va a buscar al aeropuerto. Es muy bonito tener esa relación, con los tíos también y los primos de mi mamá. Fui muy querido desde muy pequeño. Es increíble lo afortunado que uno crece en la vida cuando recibe tanto amor, en todo sentido. Después, a través de mi carrera, se transformó en el amor del público, que es súper incondicional. Aprendí de chico a ser muy feliz con lo que tenía. Son cosas y valores que recibí de mis viejos. Y tengo una amistad con mi papá y mi mamá que es muy de conversar, de mucha confianza. Puedo hablar de todo los temas con ellos. Es una relación muy bonita.
Mis viejos cantaban muy bien; eran los cantantes ellos, no yo. Hoy mi papá es fanático mío, me acompaña a todos lados y lo llevo a los festivales; y mi mamá ni hablar. Aunque mi papá siempre es más crítico: cuando quiero saber la verdad le pregunto a mi papá; cuando quiero subir la autoestima, llamo a mi mamá, jajaja. Mis papás están separados hace ocho años, pero se llevan muy bien, tienen una relación muy chora. Cuando yo vengo acá, estoy con los dos juntos. Ya estaba grande cuando se separaron, no me pegó de ninguna manera. Generalmente cuando hacemos las reuniones familiares las hacemos donde mi hermano, que mi mamá vive con él, y mi viejo va para allá con su pareja.
Yo no tenía guitarra y mi papá no tenía para comprarme una. Veía que yo andaba en la micro aprendiéndome las notas de la guitarra con la mano, para agarrar agilidad. Me entretenía. Entonces mi papá me llevaba a la Casa Amarilla. Él, que se vestía impecable siempre, ojos celestes, canoso pero siempre bien peinado, duchado todos los días, preguntaba: “¿Cuál es la mejor guitarra que tiene?”. Y le pasaban unas que hoy cuestan $3 o 4 millones. Me ponía a tocar guitarra y mi papá se ponía a preguntar: “¿En cuántos cheques le puedo pagar esto?”, y el vendedor le sacaba los presupuestos... Y mi papá nunca tuvo cuenta corriente. No me la podía comprar, pero yo tocaba. Son cosas maravillosas que recuerdo de mi viejo. Me forjó absolutamente la personalidad, el apego por la familia.
Trato de ser un buen papá, un buen marido y amigo, porque uno vio eso en el abuelo y en el papá. Mis amigos siempre me critican: “Tú debieras estar en otro lugar en la música”, de más exposición, ¡y a mí nunca me gustó tanto la exposición! Me gustaba salir cuando tenía un disco nuevo. No me gusta aparecer por aparecer. Hubo una época, entre 1998 y el 2010, en que aparecía en el “Economía y negocios” de El Mercurio, en el crucigrama, en el matinal estaba “el doble de Douglas”. Fui el artista romántico que más vendió discos en este país. Cariño malo vendió cinco discos de Platino. Todos mis discos con Sony fueron discos de Oro. El lanzamiento del de los clásicos italianos fue en TVN, en estudio 5; grabamos un programa lanzando el disco, con artistas invitados y la gente del matinal. Fui el primer artista chileno no folclórico en cantar en el Festival de Olmué, en 1998; abrimos esa ventana. Fui el primer artista en cantar en el Teatro Municipal de Santiago. El primer artista que fue recibido por el Papa Juan Pablo II en Roma. Fui al Festival Viña tres veces, en una fui jurado, y en una lo abrí. En el 2000 fui el primer artista chileno en cerrar la Teletón. Y uno montón de hitos que hoy digo: “Son súper importantes”, pero lo que más valoro después de 25 años (de carrera) es el cariño de la gente.
Siempre mi veta fue la música romántica, porque a mi mamá le encantaba Emmanuel y Raphael, que era su ídolo. Tuve la suerte de hacer una gira con Raphael en Bolivia, en 1998 o 1999, cuatro conciertos. Me vestía de negro siempre, porque escuché que una vez dijo que él se vestía así porque era muy expresivo, y sus manos y rostro eran los que interpretaban. Y tengo un poco eso, por la admiración que sentía por él. Me impactó mucho, por ejemplo, cuando veía Rapahel y rompía un espejo; cantaba “no me mires así que me molesta”, pegaba una patada y lo quebraba. Yo hago una cosa muy parecida en otro tema, “La copa rota”, desde que estuve en Viña. Parto como narrador, contando la historia de un personaje y, después, cuando la historia dice “aturdido y abrumado por la bruma de los celos, te metiste en la cantina”, le cantó a una silla, y después, en el coro, el que está en la silla el que canta y dice “mozo, sírvame la copa rota”... Hago esa representación, muy teatral, y me encanta, me meto en el personaje.
Fui papá a los dieciocho años por primera vez, de la Nicole. Por eso me tuve que meter a trabajar. Siempre había estado el sueño de ser cantante, pero como un hobby. La relación que tengo con la Nicole es la que mis padres tuvieron conmigo: yuntas, partners. Es maravillosa. Ella se fue a vivir con nosotros cuando tenía trece años; no quería estar lejos de su hermanas. Está casada ya, tiene su marido y son los dos actores, se dedicaban a la producción de eventos y ahora están en Barcelona. Sus compañeros de universidad le pedían que yo fuera a las obras, porque cuando son chistosas me río muy fuerte, y contagiaba al resto.
Yo quería estudiar de noche, y mi mamá me consiguió una pega, que en ese entonces el sueldo mínimo era de 40 lucas. Fui guardia de una tienda en Adidas un día y medio, pasé a vendedor, luego a la caja y de ahí a computación, en dos años. Ahí trabajaba (Eduardo) Bonvallet. Un día empecé a ir al Venga conmigo, y Eduardo me dejaba ir a grabar todos los martes a Canal 13. Me decía: “Douglas, tienes que tener el ángel de Julio Iglesias y el desplazamiento de Chayanne; usted se tiene que sentir el mejor, creer que lo puedes hacer; si no crees en ti, nadie creerá en ti”. Eso me inculcó. Y después que logré cumplir mi sueño, tuve la oportunidad de tenerlo en mi casa, llevarlo a mi parcela en Calera de Tango y darle las gracias, porque conmigo fue muy motivador y buena persona. Estuvimos siempre en contacto hasta su (muerte). Gran cariño. A Daniela y Jean Pierre (sus hijos) los conozco desde muy chicos. Lindo recuerdo guardo de él.
Era de pololas, enamoradizo, cuando chico. Me costaba declararme, era medio lenteja, y lo hacía con la guitarra y cantaba, y terminaba aventándome; para mí era más fácil, en vez de (pensar) “me va a decir que no, qué lata, voy a perder la amistad”. Y como cantaba, siempre me fue bien en el tema de mujeres. Por eso cuando me llegó la fama no me volví loco; no era que “ahora me miran”. Soy bien bueno para la talla, pal chiste. Y así mi personalidad entraba muy bien porque, si bien era tímido para acercarme, era bueno para hablar, conversador. En el uno a uno enganchaba muy bien. Y después agarraba la guitarra y era muy fácil... La guitarra ayuda mucho, jaja.
La única vez que me aventé con una mujer fue con Ana Sol (Romero), que tenía 21; y yo, 27. Era una entrevista (Ella es periodista), la última, a las 8 de la noche, el 8, en 1998. “No se me puede ir”, pensé. La vi y me encantó. Fue una cuestión muy loca, que nunca me pasó. “Es ella”, pensé, “la encontré, aquí está”. (Pero) no sabía cómo: “¿Le pido el teléfono? ¿Qué hago?”, pensaba. “¿Qué se quede a comer?”. Invité a todos su equipo a cenar en el hotel Sheraton de Córdoba. Sentía que tuve onda con ella, porque además estaba súper nerviosa; me hacía una pregunta, le contestaba y después me preguntaba algo que ya le había respondido. Me preguntó si estaba de novio. Se quedó y en el buffet me pegué a su lado. Y no sé dé donde me salieron todas las frases (que le dije), como cuando te pones a componer y dices “qué buena frase me mandé, ¿de dónde la robé?”. Y le dije: “¿Sabes? Me encantas, encontrarás que estoy loco, que a todas les digo lo mismo; piensa lo peor de mí, porque así te vas a ilusionar en vez de desilusionarte... Serás la abuela de mis nietos... acuérdate”. Intercambiamos teléfonos y yo la llamaba y la llamaba. En esa época yo no podía salir de Chile porque tenía pega en todos lados. Y una vez teníamos un evento en Antofagasta, hubo un aluvión y se suspendió. Ese fin de semana compré los pasajes y me fui a Córdoba. “¿Qué haces este fin de semana?”, le dije... No estaba equivocado: llevamos 26 años.
El cariño de la gente es adictivo. Es una adicción sana. Hay que manejar algunas cosas, porque a veces el público femenino es muy efusivo y uno no puede ser tan cortante, y digo “muchas gracias, pero recuerda que yo estoy casado”. Ya no es tanta la efusividad como antes. Mi público creció conmigo. Hoy igual me gritan en el concierto, pero hubo una época en que me sacaban con carabineros del escenario, y un par de conciertos no terminaron porque la gente empezaba a subirse. Viví toda esa época de mucho fervor juvenil. Salíamos medios arañados. Era caótico, pero fue muy bonito vivirlo. He disfrutado todas las etapas y me han regalado recuerdos maravillosos. La fan número 1 que me escribe todos los días, Lilia, que me sigue desde los doce años, estaba en un concurso del Buenos días a todos (TVN) de tomar desayuno conmigo, que la trajeron desde Concepción; es una chica con síndrome de Down, la presidenta del fan club y tiene todos los discos. Y también está Juan, un chico al que le encanta la música y tiene toda mi discografía, hasta los singles que yo no tengo. Cada vez que vengo le aviso, le consigo entradas y va a todos los conciertos. Son gente que ha seguido mi historia y caminado conmigo.
No estoy preocupado del like. Es más, me preocupo yo mismo de mis redes porque me gusta el contacto con la gente. Después de un concierto puedo estar hasta dos horas sacándome fotos con la gente, siempre me doy ese tiempo; creo que esa conexión con el público es la que te mantiene vivo. Lo que mantiene vivo al artista es el cariño de la gente. Siempre tuve buena onda con toda la gente, con todos los medios y fui a todos los programas, pero no por eso lo haré todo el rato; siento que uno aburre con eso.
Más que haberme ido a Miami, la pandemia influyó más en mi relación con el público; fueron dos años que no vine a Chile. Generalmente vengo seis o siete veces al año, hasta por un fin de semana, como lo hice para el Día de la Madre, que hice los eventos y me fui... Pero en Estados Unidos he empezado a componer y hemos entregado canciones a otros artistas. Compuse una canción para las señales de Telemundo, y terminé nominado como compositor en los (Premios) Emmy en dos oportunidades. Ahora, este año vuelvo a ser rostro de la campaña de Navidad (de Telemundo) y que me tiene súper contento. Me abre muchas puertas.
En Estados Unidos monté el show de La noche del bolero para cautivar al público latino que no me conoce allá. Internacionalmente estuve en Argentina, Perú, Bolivia y México. (Hace años) estuve cerca de irme a vivir a México, pero no quise por razones familiares. Había que permutar muchas cosas que no estaba dispuesto. Estaba recién casados y me iban a inventar un romance con uno de los duetos que grabé, con la actriz Irán Castillo, y todo lo hablaban delante mío como si yo no estuviese, y decían: “Irán no está con nadie, los podemos llevar a un restorán, que les saquen unas fotos y se invente un romance...”. Antes, en Chile, cuando presenté polola fue un problema con Sony. En 1998 los artistas “no pololeaban”, estaban casados pero nadie sabía. “Yo no soy una estrella, soy un cantante romántico”, pensaba. “Y si tengo una polola, no voy a andar ocultándola; qué feo”. Lo decía y me generaba problemas con la compañía. No era tan chico cuando grabé, no era que pudieran hacer conmigo lo que quisieran.
Todas las parejas tienen sus más y menos, pero nosotros con Ana Sol (Romero) estoy convencido de que tuvimos la fortuna de encontrarnos, porque la vi y supe que iba a ser la abuela de mis nietos, y ya se va a cumplir. Llevamos muchos años juntos y hemos pasado pandemia, terremotos, luchado juntos y apoyado mutuamente. No puedo dar una receta (para seguir juntos). Nosotros hacemos cosas que muchas parejas no hacen: nos necesitamos y nos llamamos todo el día. Necesitamos saber del otro. Empezamos con los problemas cuando llevamos mucho tiempo separados; pero estando juntos, la verdad es que no. Tenemos nuestros más y menos, pero hemos ido acoplándonos, cambiando y madurando. Mantenemos cosas desde siempre y hemos mejorado otras. Podemos estar en una montaña rusa, pero siempre estamos ahí.
El choque cultural entre Argentina y Chile fue fuertísimo. Ana Sol viene de una familia súper matriarcal; allá las mujeres son muy heavy, bravísimas, de carácter fuerte, muy ellas. Pero nosotros nos complementamos súper bien. A ella le gusta que soy súper seguro y decidido. Si hay que hacer algo, no dudo, así como cuando le dije “eres tú (la abuela de mis nietos)”. Le encanta. Por otro lado, me encanta cómo ella es muy buena administradora de todo. Sus fortalezas son mi debilidades, y mis fortalezas son las debilidades de ella... La encontré, era la persona del mundo para mí; entre 7.000 millones de personas, tuve la fortuna de reconocerla.
Mi carrera no fue lo más importante en mi vida. No ando pensando: “Qué voy a grabar hoy día? ¿Qué compongo hoy día?”. Y muchos amigos músicos lo hacen. Me levanto y lo primero que hago es despertar a mis hijas, les hago el desayuno y las peino. Esa es mi primera ocupación... Pero si me preguntas, ¿hubo pandemia? Tenía mil cosas que hacer, porque además en Miami no existió la pandemia. Tengo amigos con los que me junto a jugar dominó, al truco, al pádel y al golf. Fútbol ya no juego mucho, porque tuve muchas lesiones, pero aquí en Chile jugaba con todos los exs-Colo Colo como Leo Herrera y Rubén Martínez. Tengo mucha vida, soy un gallo muy vividor. Soy incapaz de renunciar al día; o sea, no puedo decir “apagamos la tele, las luces y me voy a dormir”. No puedo renunciar el día, el día me tiene que noquear; tengo que estar haciendo algo... Ahora me duermo al toque, cada vez más cansado y mi energía me alcanza para menos. Pero el día me tiene que vencer.
Tengo muchas cosas para hacer, pero que no tienen que ver sólo con el trabajo. Me gusta estar ocupado y estar mucho en la casa, con mi mujer y mis hijas. Comparto riquísimo tiempo con ellas, especialmente los fines de semana. Y con Ana Sol estamos todo el día hablando, emucho tiempo juntos. Cuando ella hace un proyecto como, por ejemplo, ahora un podcast, estoy detrás, la ayudo con la producción y las risotadas que escuchan son mías. Y ella igual: cuando tengo un lanzamiento, está detrás de todo. No pienso mucho en el futuro, estoy mucho en el aquí y ahora. No soy muy amigo del teléfono; salvo cuando estoy en el baño, que es cuando más lo uso, porque estoy solo. Pero en el resto del día me gusta estar en el presente. Ana Sol es ordenada con la plata. Yo disfruto. Tomó ese rol de manera natural, administra muy bien, y yo gasto muy bien, jaja. Es al revés de lo que podrían pensar. “Ordénate”, me dice y es la que maneja el tema de la economía.
Soy obsesivo en disfrutar la vida, con lo que me gusta hacer; y lo que no, lo dilato y no lo pesco, cosas que son parte del trabajo. Pero, por ejemplo, cuando me gusta un deporte, le doy y soy súper cabezón; igual con los juegos y la música; le dedico tiempo y pasión al tema. Mis amigos dicen que soy muy competitivo, jaja, y les digo que “tendría que haber sido así en mi carrera, porque en mi carrera soy cero competitivo; siento que en la música no hay competencia”. ¿Somos competencia por ser artistas románticos? No es Colo Colo versus la U. de Chile, en que uno tiene que salir campeón. En una lista de Spotify lo más probable es que estaré yo, Andrés de León, Luis Jara, Luis Fonsi, Luis Miguel... ¡porque hacemos el mismo género! Es raro que alguien escuche sólo a un artista. No pasa nada. Tienes un artista favorito, pero escuchas a varios de la misma línea.
Creo que la gente me quiere harto porque mi trabajo siempre ha sido muy honesto. Siempre he estado en la palestra por mi música y no por cosas aledañas. Canto y hago lo que me gusta. Le contesto a todo el mundo (en redes sociales) y generalmente (a los mala onda), que son los menos, siempre me los termino ganando (y quedan como): “Era broma, compadre”. Pero en general sólo puedo dar gracias de la carrera que he tenido, haber vivido de la música durante tantos años y poder seguir cantando. No hay mejor que pega que esta: ¿qué tienes que hacer? Ir, cantar, que te aplaudan y recibir cariño. Todo es con el cariño más enorme y te atienden lo mejor que pueden. Uno lo único que puede (hacer) es tratar de retribuir ese cariño.
Siempre fui aterrizado. Primero, porque mis papás me enseñaron así; y segundo, porque yo también soy fan de muchos artistas, entonces pienso: “¿Cómo me gustaría que ese artista del que soy fan me recibiera?”. La gente se puede olvidar de una canción o un festival, pero nunca se va a olvidar de cómo la trataste. Eso es muy importante. Me debo al cariño de ese público. ¿Me piden una foto? Sí, claro. Siempre ando mirando y, si alguien me mira así como “es usted”, le digo “hola”, soy el primero en saludar; tampoco es que ande “hola, hola, llegué”. La gente es mucho más respetuosa que antes, porque ya el público creció conmigo. Si un chico de 20 o 15 años me conoce es porque el papá es fanático; pero no es algo que me preocupe o me quite el sueño. Yo feliz de saludar a la gente.
Me encantan los ritmos latinos. Derivé del bolero a un bolero más bachata, como en Sigo romántico, como lo que hacía con Juan Luis Guerra. Y en el disco Enamorados hay una salsa, un flamenco, una cosa media dance y también hay un chachachá, que me encanta, que está muy asantanado (en alusión a Santana), “No me mientas”. Ese tema lo canto siempre y, no siendo un single, en vivo funciona muy bien, la gente baila y le gusta mucho. Entonces cuando hice el concierto de boleros en Estados Unidos, que recuperé “Cariño malo”, “Sigo romántico” y “La copa rota”, para darles ritmo, los grabé en chachachá. Cuando le mostré eso a César Baeza, el director de la sinfónica, me dijo “está buenísimo, me imagino una flauta traversa y los violines”.
Tengo una canción, una balada que me encanta, la clásica balada tipo “Fuiste tú” de (Ricardo) Arjona, que tiene ida y respuesta. La tengo en mi mente (una) con una artista que admiro muchísimo, y que ojalá me diga que sí; es chilena... Quiero sacar unos ochos tracks —no son canciones— para el Día de los Enamorados sacar el Enamorados sinfónico; y en paralelo me gustaría sacar cosas inéditas. Tengo varias canciones compuestas, en solitario, y también con otros compositores. Tengo mucha maqueta que me gustaría trabajar. En el último tiempo me he dedicado mucho a componer; me armé mi home studio. Grabo todo en el iPhone; voy en el auto, se me atraviesa una melodía en la cabeza y la canto; después las agarro y empiezo a trabajarlas en casa.
Anduvo el Nico Ruiz por Miami, y el productor que la estaba haciendo su trabajo más reciente, que soy amigo de él, me dijo: “Douglas, estoy con un chico, Nico Ruiz”, y le contesté que “lo conozco, lo sigo en las redes, muy talentoso, buenísimo”. Había un evento y le dije que si quería cantar conmigo, ¡feliz! Lo subí a cantar conmigo al escenario, lo presentamos allá. Ahora está de lo mejor con Emilio Estefan. Maravilloso que yo pueda ayudar a cualquier artista. Tengo la mejor disposición para apoyar a otros talentos. Una de las cosas que he aprendido en Estados Unidos es que colaborar otros artistas. Todos lo hacen.
Aparezco poco en televisión. Ahora voy a aparecer más porque estoy sacando un single nuevo. Siempre aparezco cuando tengo algo que contar. Estoy haciendo mi celebración de 25 años. Tengo un concierto sinfónico, pero además estoy planeando una gira con una orquesta juvenil a lo largo de todo el país, porque es algo social para mí. Cuando yo era pequeño nunca llevaron una sinfónica a mi barrio; y hoy en Puente Alto o en Colina la mamá o la abuela lleva al niño. Eso tiene una connotación súper importante. Es encontrarme con ese niño que fui, ¡pero con chicos tocando música clásica! Y da la oportunidad de hacer estos arreglos sinfónicos para mi repertorio popular. El público se encuentra con música docta en un parque, gratuita, con 40 niños que tocan conmigo, en un mega escenario con tres pantallas. Tienen la oportunidad de tocar un repertorio que es súper conocido en que la mamá y la abuelita cantan todas las canciones.
Puedo hacer un feat con un chico urbano, ranchero o con cualquiera de la música que hoy suena; pero como artista romántico del repertorio clásico de mi país, debo tener una apuesta distinta. Por eso entrego el formato sinfónico; si todos están en un lugar, yo tengo que ir a un lugar más clásico aún, buscar, arriesgar. Ya no estoy dando un examen, ni tengo que estar preocupado de si (la canción) tuvo tantas visitas en Spotify. Ya tengo una carrera hecha, tengo un nombre. Lo que tengo que hacer ahora es una propuesta nueva. Y poner en un escenario a chicos sinfónicos de 12 o 13 años a tocar música popular, dentro de su género, me parece una apuesta súper bonita, que me llena mucho como músico y reafirma mi condición de artista que pertenece al repertorio romántico clásico de este país, como lo fueron el Pollo (Fuentes), Los Ángeles Negros y Zalo Reyes, que son fenómenos populares que terminaron quedándose en el corazón de la gente.
Más que volver al Festival de Viña, quiero volver al de Olmué. Fui el primer artista no folclórico en cantar ahí, en el primer año de mi carrera; y venir a celebrar los 25 años a Olmué, ojalá en el formato sinfónico, me encantaría. ¿Qué anhelo me gustaría para ahora? Volver al Patagual. Fue un gran espaldarazo para mi carrera, porque nos llevábamos ni un mes con el disco en la calle y después del festival explotó el disco de oro y todo. Para mí, es venir a darle las gracias. Lo mismo con el Festival de Arica, que lo animó el Rafa (Araneda) ese año, y de ahí que somos amigos; y he vuelto varias veces. Pero al de Olmué no volví. Me encantaría volver en el 2025 con una carrera muy madura y diez discos a mi haber.
Amo cantar en Chile. Amo los festivales de la sandía, de la pera, del tomate, el de Lolol, porque, además, todos los festivales son una emulación del Festival de Viña. Vas a Cobquecura y la gente empieza: “¡El lobito, el lobito...!”, que es como La gaviota; vas al Festival de la Ligua y (corean) “¡El telar, El telar!”, y te regalan El telar... Tengo todos esos trofeos guardados. Es muy rico hacer esas giras. Una vez fuimos a cantar a Cochrane, que eran nueve horas de viaje desde Coyhaique, y la gente llegaba en bote porque vivía en islitas. Esos viajes los he hecho muchas veces y quiero seguir. Es el público que logró que hoy esté en Estados Unidos componiendo para Telemundo. Es como la casa de tus papás: puedes irte de la casa de tus papás, pero siempre uno tiene que ir a ver a los viejos.
Antes no lavaba ni un plato, porque en Chile teníamos a nuestra nanita, que estaba todo el día, y además teníamos a quien cuidaba a las niñas, y al jardinero. Hacían todo, éramos muy regalones. Pero en Estados Unidos es “tú hazlo solito, arréglate todo”. Cada uno tiene su labor. En la mañana me encargo de las niñas porque la Ana Sol no es madrugadora. Yo estoy siempre a las 7 AM despierto, haya o no colegio, con energía. Duermo muy poco, cinco o seis horas. Y ella, en la tarde. La Ana Sol cocina en la semana, pero el fin de semana la mamá no hace nada, y soy yo el que cocina, asados o algo en la parrilla.
Iván Zamorano se fue a España. jugábamos al pádel y tenis, nos juntábamos en el deporte, con el Rafa (Araneda) y (Giancarlo) Petaccia, y en los cumpleaños. Al principios nos veíamos mucho, pero empiezas a tener otros amigos y te invitan para todos lados. Antes nos juntábamos tres veces a la semana, jugábamos dominó. Pero siempre estamos pendientes el uno del otro, porque vivimos todos en el mismo lugar; Weston es una ciudad pequeña.
No me manejaba mucho con el inglés cuando llegué a Miami, pero ahora me doy a entender perfectamente; no para tener una conversación de política, entiendo mucho más de lo que hablo, pero cuando voy a un trámite o comprar algo, estoy bastante bien... Mis hijas se fueron chicas de Chile, y a la mayor le gustaba mucho el tema del animé (así que le atraía Estados Unidos), y la menor no hablaba mucho español cuando nos vinimos, la “r” la pronuncia como gringa, dice “sube la music” o “farmero” en vez de “granjero”. La del medio habla bien español y la más grande lo habla muy bien; y las tres escriben en español. Les he tratado de mantener el idioma porque, además, como vienen aquí están con sus primos en Chile y Córdoba.
Me gusta mantener la autoridad (entre padre e hijas). Me hizo muy bien la autoridad. Hace muy bien porque la vida es así, siempre hay alguien que te tiene que mandar: un jefe o un maestro. No el miedo, sino el respeto, siempre hay alguien a quien uno le debe respeto. También le debes respeto al que está arriba o abajo tuyo. Yo, por ejemplo, tengo un gran cariño por Carabineros. No voy a llevar la contra. Aparte, nosotros nacimos en dictadura, ¡lo que era para nosotros! Era otra cosa. Mirabas feo y te tiraban arriba de la cuca. Y también uno sentía la seguridad de que si había un carabinero, estabas bien... los tiempos cambian.
Nunca proyecto más de un año, pero tenemos casa en Estados Unidos, ya compramos, tenemos situación de “Green Card” y está en plan sacar la ciudadanía también. La mayor ya está en la universidad, y la del medio también quiere... Uno nunca sabe, no pienso tan a futuro, pero el plan es quedarse allá. Y vengo mucho a Chile, o sea, no alcanzo a extrañar. Siempre estoy viendo a mis papás, sino me los llevo para allá.
Siento que Chile está muy polarizado y eso no ayuda. Siento que los países salen adelante cuando aúnan fuerzas. Chile vivió una época muy bonita desde la vuelta a la democracia y el país creció mucho, independiente de si la riqueza puede estar bien o mal repartida; eso ya no tiene que ir con el modelo, sino con los vicios que puede traer el modelo. Pero siento que esto no ayuda nada. Quien piense que Chile es un país de extremos está totalmente equivocado. Creo que este es un país muy de centro, muy conservador, y que no le gusta ni un extremo ni el otro. Creo que los extremos no benefician. La política está al debe con la ciudadanía. En general, los tiempos están medios polarizados.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido cantante me habría gustado ser futbolista. Jugaba bien al fútbol; de hecho, jugué en las inferiores de Universidad Católica, me entrenaba cuando estaba en Santa Rosa de Las Condes, jugué al arco, de “4″ y de “11″. No sé si era muy técnico, pero tenía muy buena velocidad. Tengo una buena anécdota: Cuando se jugó un beneficio al “Condor” Rojas en el Estadio Monumental, jugo “Colo Colo de Todos los Tiempos”, Zamorano, Coca Mendoza, todos ellos; y “Los Artistas”, —liderados por Marcelo Salas, que dijo de mí “ojo con este, que es rápido”—... Hice tres goles en el Monumental, y “BamBam” estaba muy enojado, “¡bájalo, bájalo!”, gritaba. Me marcaban el Coca y el Leo Herrera papá. Realmente era rápido, centraba bien y pateaba con la zurda.
¿Un apodo? El público me apodó “El príncipe del amor” y la Cecilia Bolocco, cuando lo dijo en Viña (como animadora), lo masificó, jajaja. Entonces mis amigos me dicen “Príncipe”. Y en el colegio, en la básica, me decían “Repollo”, por Rebolledo.
Un sueño pendiente es ver desarrollarse y ser felices a mi hijas. Verlas realizadas, como veo realizada a mi hija mayor, Nicole, que aprendo mucho de ella, porque ha cambiado muchas formas de pensar mías porque pertenece a otra generación. Uno fue criado diferente, con el cordón de la plancha, jajaja, una cosa impensada hoy. Mi vieja, así como nos adoraba, cuando con mi hermano jugábamos a las luchas y rompíamos los catres, ella llegaba y nos agarraba con el cordón de la plancha, y nosotros “¡no, mamita, nunca más!”.
¿Una cábala? Me encomiendo a mis tatas y a mis viejos.
Una frase favorita es “carpe diem”, que habla de “disfrutar el día”, y se lo digo a mis hijas: “Vivan el tiempo presente”. Cuando uno piensa mucho en una meta, se pierde el proceso, y en el proceso está el aprendizaje. Cuando ya lograste el objetivo, está la satisfacción; pero si sólo pensaste en lograrlo, ¿cómo lo hiciste? Y eso me pasa con la gente: hago lo que mi corazón dice que hay que hacer; si soy generoso es porque creo que hay que ser generoso con tal persona o porque me nace, pero nunca espero nada a cambio, nada de nadie. No me gusta mucho que me exijan, y yo tampoco exijo mucho. Cada cual da lo que siente, y eso es algo que se da de corazón. La “puntada sin hilo” es algo que no practico.
Cuando chico mis papás no me dejaron trabajar nunca. Y a mí tampoco me gusta que las niñas trabajen; a la Ana Sol le gusta más porque ella trabajó de chica, entonces fue independiente y se administraba.
Un cantante favorito es Emmanuel, porque fue muy adelantado a su época; por ejemplo, cuando grabó “La chica de humo”: la escuchas ahora y es como si fuera una canción de hoy. Además tuve el placer de conocerlo.
Mi primer sueldo lo gasté en la guagua, jajaja, en pañales. Pololeábamos, tuvimos a la niña y le hicimos frente; estuvimos como tres años juntos y hasta hoy (con la mamá de Nicole) tenemos una relación fantástica.
Un pasatiempo escondido son los juegos de mesa. Me volví muy adicto al golf, algo que rechacé por mucho tiempo, porque lo encontraba fome, que había que caminar y no tenía ni un brillo; y cuando empecé a jugar, jugaba muy bien. Al Joaco Niemann lo conozco desde que es chico, jugaba en mi club; puedo decir que le ganaba Joaco Niemann cuando era chico, jaja; y ya cuando me ganó, dije: “Este está preparado para grandes cosas”, y se fue al PGA, jajaja. Lo conozco mucho, vivía en Talagante. Y ahora juego pádel con él de repente. Es un gran chico, estoy feliz de que le vaya tan bien, porque no perdió nunca su esencia, sigue siendo simpático, cariñoso, sencillo y bueno para la talla.
Un talento oculto es que soy buenísimo para el dominó.
Una película que me hace llorar es La vida es bella, Corazón valiente, Leyendas de pasión y ¿Conoces a Joe Black? Y si dice “basado en la vida real”, la veo, de una, porque algo me va a dejar, siempre.
No creo en el horóscopo como tal, pero sí creo que los signos tienen determinadas características. Me he leído la carta astral y da muy bien en las virtudes y defectos. Soy Leo.
¿Un placer culpable? Yo me entrego a mis placeres, lo que me gusta lo hago. La buena comida me encanta, pero tengo que cuidarme porque no me entra el traje. Tengo buena genética.
Si pudiera tener un superpoder sería recuperar mi cuerpo, tener la vitalidad de los 20 y 30 años, que corres, haces de todo y al día siguiente te paras y no te duele nada. Como dice un amigo: si después de los 40 años te levantas de la cama y no te duele nada, es que estás muerto, jajaja.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, uno sería Elvis Presley, que me encanta; a Jesús, para ver cómo era esa época; y Steve Jobs... y a mis abuelos, porque me gustaría decirles “ustedes me vieron y me ayudaron”
Douglas es un vividor en el buen sentido de la palabra, amante de su mujer, de su familia y amigos; y apasionado por lo que hace, siempre.