La Firme con Eugenia Lemos: “Tuve muy cerca drogas y adicciones, y siempre me salvó el orden y ser muy trabajólica”

Eugenia Lemos conversó para La Firme sobre su historia. 

Foto: Andres Perez
Eugenia Lemos conversó para La Firme sobre su historia. Foto: Andres Perez

En 2012, la actriz argentina arribó a Chile sólo para participar en un reality y hacerse de buenas lucas. Pero se quedó y ya lleva 11 años acá. Alejada de todo lo que huela a farándula, repasa su vida personal y su carrera; también habla de su presente y futuro.

María Eugenia Lemos (37) no pasa piola. Aun en un costado medio oculto del primer piso del Hotel InterContinental, en Vitacura, donde transita gente elegante y sobriamente vestida, la argentina brilla con luces propias, trayendo puesto su traje verde, fucsia y rosado. Se ríe e, inconfundible, resuena. Habla con fuerza. Cada tanto alguien se voltea a verla, y sonríe o simplemente abre la boca, como si pensara: “Oh, a ella la ubico”.

En Chile, la primera vez que su nombre sonó con intensidad fue en 2011, cuando protagonizó una recordada pelea con Nicole Moreno, y que dejó una icónica frase de la retrofarándula: “¡Andá a comer los postres...!”. Aquellas palabras fueron lanzadas del otro lado de la Cordillera, en Soñando por bailar (El Trece), reality que sirvió a la trasandina como trampolín para su objetivo: la fama, la cual —pensaba— le serviría para cumplir sus sueños.

Pero ella, que pareciera tenerlo todo muy claro al repasar su historia, dice que la actuación, el show y el drama están en su ADN, ya sea por los dolores de su infancia o simplemente porque es la personalidad con la que vino al mundo. Se define como muy profesional, a punto que, cuando arribó a Chile para el reality Pareja perfecta (Canal 13) —y más adelante Amor a prueba (Mega)—, resultaba casi indistinguible hasta dónde llegaba el personaje y dónde partía la real Eugenia.

Porque —dice—, en realidad, su vida ha estado marcado por el sacrificio y el orden, al punto que todo pareciera ser parte un plan que ha urdido toda su vida por sus pasiones: la actuación, la moda y viajar, como lo hace con su web serie Malena y Sofía, junto a Alejandra Fosalba. No “reniega” de su pasado en TV y farándula, pero hoy su foco es otro. Fantasea y labura para, con algo de fortuna, llegar a Hollywood; persevera con su eterno galán, Matías Kosznik; trabaja de sol a sol, porque los proyectos le sobran: los imagina, busca y crea… Remarca que nada llegó gratis, sino que cada paso ha tenido un por qué, y sudando la gota gorda. Acá su historia, en primera persona.

Eugenia Lemus
Eugenia hace un repaso de su vida, e incluso se asoma a su futuro. Foto: Andres Perez

LA FIRME CON EUGENIA LEMOS

Mi mamá, Adriana, quedó embarazada de mi a los diecisiete años, muy chica. No tuvo información de que si hacía esto pasaba aquello; de repente se dio cuenta que estaba embarazada. Siempre fue muy consciente de conversar mucho conmigo, de impulsarme a hacer lo que yo quería, y me decía: “Hija, tú tienes que tener un hijo cuando quieras” y “Tienes que tener una vida independiente”. Me abrió los abanicos y siempre me hizo pensar. Me llevaba a varias charlas con psicólogos para encontrar mi vocación. Fue muy determinante.

Desde chica siempre fui muy motivada y me gustaba todo. Pero necesitaba elegir algo a lo que abocarme; mi mamá me acompañó y guio mucho en ese proceso. Como ella se enfrentó muy chica a tener un bebé, y eso también es muy difícil para tener tu libertad financiera, siempre me enseñó: “Tienes que tener tu plata, hacer tus cosas, tener las riendas de tu vida y no que la vida, de sopetón, te lleve para donde la vida quiere”.

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La actriz recordó su infancia en San Antonio de Padua, en las afueras de Buenos Aires. Foto: Andres Perez

San Antonio de Padua, en Argentina, me marcó muchísimo; todo parte ahí. De chica me apañó mucho mi abuela, Virginia, mi figura icónica de la vida, mi héroe, mi modelo a seguir. Siempre fue una mujer empoderada, famosilla en el barrio; soy como una extensión y una potencia de ella. Me enseñó a ser ordenada y metódica. Desde los seis años trabajaba con ella y me enseñó a manejar plata, me daba una mesada. Mis facetas como empresaria, comerciante y rostro las gesté con ella.

Mi infancia fue un 10% lo que hago ahora, pero lo mismo. Es como volver al pasado: la misma vida pero en el barrio. Yo juntaba a mis amigas, las invitaba a jugar y, cuando llegaban, las sentaba y les explicaba lo que íbamos a jugar: les armaba una obra de teatro. Yo era la directora y les asignaba roles, y todo era drama. Me gustaba jugar a los “niños huérfanos”: andábamos por las calles y teníamos que buscar un hogar. Y a mis primos los hacía jugar a “la huelga de los jubilados”; los hacía tocar cacerolas. Argentina siempre fue un país de mucho conflicto y veía las noticias. Mi mamá llegaba y nos decía: “¡¿Qué están jugando?!”. Y yo le respondía: ¡Ay, mamá, no te metas!”. Si no, era una pareja que se divorciaba y tenían que ir al abogado a ver quién se quedaba con el hijo. O a un muñeco, pobrecito, le dibujaba con destacador como si tuviera tumores, y le teníamos que hacer la quimio… ¡Todo era dramático!

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Eugenia detalló el papel clave que jugó su abuela Virginia en sus inicios. Foto: Andres Perez

Siempre fui muy dramática, jajaja, en mi estilo; o sea, si me voy a poner un color, que sean todos los colores; si voy a hacer algo, que sea todo exagerado. Me gusta lo dramático en todos los sentidos, en el drama mismo y en su ponencia. En el vestuario, si tiene un vuelo, que es sea gigante, o un faldón gigante. Siempre fui muy del drama y lo extrovertido.

Mi vida siempre estuvo trazada por muchas cosas duras en mi familia: cáncer, temas económicos y falta de dinero. Nos hemos hecho con mucho trabajo. Lo que yo veía a diario es que había que trabajar y a eso jugaba. Y llegó un momento en que quise vender esa entrada: hacer funciones. Quería tener mi independencia económica. Ahora lo pienso: todo lo que soy ahora encaja, porque mi abuela me fomentaba todas estas cosas, me arengaba todo. Si te retan es diferente, porque coartan tu libertad. Pero yo no tuve techo. Como mi abuela tenía una tienda de ropa, desde chiquitita estuve metida entre las pilchas; le armaba las vitrinas, le agarraba el maniquí y le ponía una cartera; y cuando venían los proveedores le ayudaba a elegir. Después yo quería trabajar y le decía: “Abuela, anda a dormir la siesta”. Y ella me respondía: “Lo que vendas queda para ti”. Cada vez vendía más y salía a promocionar entre los vecinos para que vinieran a comprar.

Tuve muchos cánceres cercanos. De niña tuve un primo que falleció por leucemia; fue súper fuerte ir al hospital a ver un niño, un semejante. Luego, a una amiga de mi abuela le extirparon un pecho; a los cinco años descubrí que le faltaba una pechuga, porque en la ropa vi que había una prótesis. Y a mí, preguntona, toda esa información de chica me trazó. Gracias a todo eso, a la pobreza y a que falte para comer, he desarrollado una empatía muy grande. En mi familia me dicen la “Papá Noel”, porque me preocupo de todo; he vivido la miseria y la falta desde muy chica. Soy la hermana mayor y siempre he sido como muy adulta, escuchando dramas de adultos. Siempre he tenido labores sociales.

A los quince años ya estaba haciendo mis primeras producciones de teatro. Muy rápidamente, desde muy chica y siempre comercializándolas. Lo mismo de ahora, haciendo mis proyectos y vendiéndolos, como el Mago de Oz (yo hacía de “Dorothy”) y obras infantiles que los llevaba y vendía en las escuelas; me encargaba del vestuario también. La moda y el teatro siempre estuvieron muy cerca.

Soy muy estratega en absorber lo mejor de mi familia, y sólo lo mejor, de cada uno. Y con los traumas, he logrado saber perdonar y quedarme con lo mejor y potenciarme. De mi papá, Ernesto, siempre he sacado la parte comercial; es muy difícil ser artista y tener esa veta. Con mis proyectos he sido con los que más (plata) he ganado. Sin nada, mis papás antes de separarse, hicieron una escuela de cero; compraron un terreno baldío, y hoy es gigante.

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La animadora se ha encargado de cosechar "lo mejor" de su familia. Foto: Andres Perez

Crecí, entre la tierra, levantando una escuela. Nuestras vacaciones era estar en ese terreno, sacando pasto, corriendo con carretillas y ladrillos, armando un colegio. Crecí con un ejemplo del trabajo. Es mi mayor habilidad, y la mayor dolencia que trato con mi psicóloga. Soy demasiado trabajolica. A veces despierto con ganas de llorar, porque duermo poco; soy demasiado comprometida. Mis mayores achaques corporales han sido por trabajar demasiado: mi mayor virtud y, de alguna manera, mi autodestrucción. Soy enferma del trabajo, puedo estar hasta las 2 de la mañana mandando audios y cosas. Soy la última en acostarse y la primera en levantarse. Me apasiona, pero porque también crecí con ese ejemplo: viendo que para lograr lo que quieres te tienes que sacar la cresta y más.

Para la universidad, como vivía en Padua, tenía que ir y volver de la capital (Buenos Aires). Me levantaba a las 5 de la mañana, viajaba dos horas en tren, tomaba el bus y llegaba a la universidad; de ahí me iba a trabajar para pagar mis cosas, y llegaba a mi casa a las 12 de la noche, comía y al otro día me levantaba a la misma hora. Fueron cuatro años así hasta que logré comprar mi auto, súper chiquito, pero yo iba feliz. Partí sin ni uno, todos mis capitales lo he hecho sola. De ahí me pude ir a mi primer departamento. Y todo paso a paso. Quienes vienen de ni uno saben que es muy gratificante. Cuando cuestan las cosas, uno disfruta todo. Mi primer departamento era enano, pero me sentía en un pent-house… ¡Wow! Estuve mucho tiempo sin mesa y ni refrigerador. Eso me ha hecho una gran gozadora.

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Eugenia asegura que su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por el sacrificio. Foto: Andres Perez

La gente se queda muy pegada en el pasado. He sufrido muchas cosas, como la separación de mis papás cuando tenía 18 años, quienes hacen lo mejor que pueden. Uno debe quedarse con lo mejor, porque dentro de lo peor, siempre habrá algo que es bueno. Las personas que te dañan, no lo hacen para dañarte: he aprendido a perdonar, a soltar y aceptar. Toda mi vida he estado con una mamá adolescente; me enseñó muchísimo, pero era una mamá que no tenía una inteligencia emocional para ser mamá. De alguna manera, siempre he sido la mamá de ella, la que cuida y apaña. Muchos de los traumas que uno tiene como adulto están arraigados en la infancia y adolescencia.

El trabajo ha sido mi gran refugio ante todo lo que me ha pasado. Siempre tuve muy cerca, por ser artista, drogas y adicciones, y siempre me salvó el orden y ser muy trabajólica. Cuando uno es trabajólico, no hay tiempo para otra cosa. La adolescencia es vulnerable, sobre todo porque hacía mi vida muy sola desde los quince. Me han ofrecido muchas cosas, y he visto muy de cerca a personas amadas autodestruirse por la droga. Gracias a Dios nunca fue una lección para mí. El trabajo y el sacrificio siempre me mantuvieron con responsabilidades, obligaciones, acostándome y levantándome temprano.

Estoy tratando de aprender que no todo es tan sacrificado, y a buscar un equilibrio. Pero soy consciente que todo lo que he logrado ha sido a base de eso. Me he sacrificado mucho. Por eso también gozo mucho todo lo que tengo. Voy feliz a todos lados. Ponte tú, voy feliz a grabar a Miami porque disfruto mucho de cada pequeño logro.

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Euge plantea que, ante el dolor, el trabajo ha sido su gran "refugio". Foto: Andres Perez

Siempre he dormido cuatro o cinco horas. De repente estoy muy cansada, pero me digo: “¡Vamos nomás!”. Es bueno trabajar, pero uno puede pasar a dañarse. Me he llegado a enfermar, estar con un dolor de guata, o que me den enfermedades, por pasarme de trabajo a lo largo de toda mi vida. Ya más grande, porque a los 20 uno tenía otro aguante, a los 37, ya el cuerpo no te da tanto. Estoy en proceso de buscar un equilibrio.

Le tenía fobia al agua, horrible. Nunca supe por qué, siempre he sido muy miedosa con eso. Pero, por ejemplo, Mati (Kosznik, pareja), que es “Aquaman” y todas sus vacaciones son con agua, y ya llevamos 19 años juntos, me ha ayudado muchísimo. Cuando hicimos nuestro primer viaje con cosas de agua, nunca me había metido al mar abierto, me llevó a un lugar outdoor, y me dijo: “Elige un (chaleco) salvavidas”. Desde ahí siempre viajo con un salvavidas. Hace poco estuvimos veinte días en la Polinesia francesa, y duermo tranquila porque tengo mi chaleco. Ha sido una herramienta súper buena como cuando vamos en kayak. Hago muchas cosas como si fuese una experta, pero con mi salvavidas.

En Mega, cuando estaba en Mucho gusto, me hicieron una hipnosis y descubrimos que aparentemente mi fobia al agua fue porque, cuando mi mamá me bañaba de bebé, a veces me entraba agüita en la boca, y generé una sensación de ahogo y de muerte. Es súper importante el autoconocimiento, y los traumas tratarlos rápido para que no se agudicen.

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La actriz reconoce que le tiene fobia al agua, aunque es un temor que ha trabajado. Foto: Andres Perez

Nunca me ha traído problema ser llevada a mis ideas. Soy súper buena (onda). Tengo un mix perfecto. Mucha gente me ha dicho que soy una líder natural, no es algo que quiera hacer, siempre termino en ese lugar. Tengo habilidades para la organización, soy comprometida y me gusta que las cosas salgan bien. Lo doy todo y, de alguna manera, termino liderando. Pero de chica mi mamá me retaba y me decía que era “muy mandona” y que “tú no puedes decirle a tus amigos qué hacer, córtala”. Pero, de grande, siento que mucha gente incluso me lo pide.

Tenía muy claro que quería tener una carrera, habilidades y ser una actriz reconocida, que es la búsqueda que sigo teniendo siempre. Ese es mi gran sueño: vivir 100% de la actuación y hacer proyectos actorales. La vida después me ha sorprendido con la animación, que es algo que ¡nunca! me hubiese imaginado. Con todo este proceso de los realities se me ha abierto la animación y la moda; son dos grandes pasiones que he descubierto por estos otros caminos que he tomado.

Lo primero que hice en televisión fue en un reality de baile en Argentina, Soñando por bailar, de Marcelo Tinelli. Yo ya sabía que la actuación era lo mío. Venía desde los quince haciendo teatro y publicidad. Pero me pasaba que las lucas nunca me terminaban de alcanzar, y quería quería llevar mi actuación a otro nivel. Venía de muchas frustraciones. Y cuando entré a ese programa, a mis 25, estaba haciendo tres obras de teatro, y no tenía suficiente capital.

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En un momento, la actriz vio la necesidad de hacerse famosa por motivos de plata. Foto: Andres Perez

Necesitaba plata. Hacía muchos castings para teleseries, avanzaba hasta el final y después quedaba una famosa, como Lali Espósito, China Suárez, la nieta de Mirtha Legrand (Juana Viale) o la hija de no sé quién. Empecé a tener una sensación de angustia; me iba muy súper bien por mi talento, pero el medio me hizo creer que tenía que ser conocida para lograr lo que quería. Se me generó una desesperación, a cagar la cabeza. Y empecé a armar un plan para hacerme conocida y que mi talento se viera más.

Se dio que yo estaba con una agencia de modelos. Tinelli me vio en un programa en que fui a promocionar y me dijo: “Eres super extrovertida, métete al reality”. Y no postulé, nunca en mi vida se me hubiese ocurrido meterme; nunca miré tele, yo era más under, andaba en mi volada y mis cursos de teatro. Fue una una gran decisión que debí tomar y pensé: “Está pasando este tren, me están ofreciendo meterme en la tele, me voy a ser conocida, ¿lo agarro o no?”. Y decidí que sí. Ya venía muchos años trabajando, con mucho sacrificio, y me frustraba mucho no lograr lo que quería… Y me hice muy conocida, jaja, muy, ¡de un día para el otro!

Cuando salí del reality era una locura. Me hice conocida en toda Argentina, en Paraguay, en Uruguay, en Chile y se me abrió así todo Sudamérica de golpe. Y no me arrepiento. Nunca hubiese elegido trabajar en realities, pero agradezco que siempre tuve claro que eso era para hacerme solamente conocida y hacer capitales. Salí, compré mi departamento, agarré mis inversiones e hice mis obras de teatro, programas de tele y series. Si bien yo nunca hubiese elegido meterme en un reality, siento que igual buena estrategia. No reniego. He sido lo suficientemente inteligente para sacarle el partido.

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La argentina salió de su primer reality convertida en una famosa en distintos países. Foto: Andres Perez

Me vinieron a buscar desde Chile para Pareja perfecta (Canal 13). Un representante bien chanta, Gustavo León, que se fue preso y todo, “el cazador de los inmigrantes”, iba todos los días a buscarme a la puerta del teatro en Argentina. Estuvo un mes así. Nunca me hubiese imaginado salir de mi país, porque estaba en la cresta de la ola: trabajando en la productora Ideas del Sur con Tinelli, animando programas, hacía una sitcom y teatro por todo el país, y viajábamos a otros países. Estaba en llamas. Y Gustavo me decía: “Vente a Chile”, y yo no entendía. Hasta que un día me dijo: “Te vendí en ‘x’ plata”, y me pasó el valor; era la época de oro de los realities. Cuando me habló de los valores, dije: “¡Qué!”. Siempre hubo crisis en Argentina. Me dijo lo que se ganaba en un mes (en Chile) y era lo que yo ganaba en un año en Argentina. “Ya, vamos a sentarnos”, le dijimos con el Mati. Negociamos y me vine a Pareja perfecta, que claramente fue una inversión de abrir otro mercado y compré un departamento. Era redondo por todos lados.

Vine a Chile sólo a hacer las lucas, y me quedé viviendo. Regresé a Argentina, pero empecé a venir todos los meses y, cuando me di cuenta, llevaba un año aquí. Chile para mí, muy rápidamente, se convirtió en mi familia y mi hogar. Ha sido muy cariñoso para mí, he recibido mucho amor siempre y en la calle la gente me abraza y dice cosas lindas. Chile me ha dado mucho amor, y nunca me planteé venirme: me encontré viviendo aquí.

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En principio, la trasandina se vino a Chile por razones netamente monetarias. Foto: Andres Perez

Soy súper ansiosa, pero soy ¡muy! ordenada. En mi escritorio, cuando hacemos las reuniones, tengo cinco pantallas; diez excels, uno para cada cosa; agenda para cada cosa; un calendario para redes sociales, otro de los viajes que haré y de los proyectos; y un mapa con las metas grandes y chicas. Soy súper freak del orden. Pero gracias a ese orden estoy tranquila y puedo lograr todas mis cosas. Hay gente que le estresa el orden, pero a mí me da mucha paz. Si está anotado, sólo tengo que chequear que esté hecho. Da mucho placer. La base de mi vida, todas las cosas que he logrado, es por ser muy metódica. Tengo un calendario de metas anuales, uno mensual y uno por semana. Si tienes claro hacia dónde ir, y vas cumpliendo tus objetivos por semana, llegarás a esa meta. No hay por dónde perderse. A fin de año cumplo todas las metas y, como soy tan motivada, termino metiéndome tres metas más en el camino, jajaja… Tengo un problema, jajaja, excesivamente creativa.

Lo único que reniego de los realities es que yo hubiese amado, conociendo el mundo de hoy, trabajar en las redes sociales. Es mi canal: soy mi editora, me saco la cresta, pero veo que tengo los resultados que quiero. Hubiese amado crecer con redes sociales, tener TikTok a los quince. Más que los realities, siento que fui víctima, de alguna manera, de una generación en que todo era farándula. Ya no se permite eso, pero antes la gente celebraba y quería pelea. Hubiese amado ser de esta generación, porque yo soy una mujer empoderada, y tener las herramientas de hoy. Siento que fui víctima del sistema, no había opción: ¿cómo te hacías conocida si no estabas en la tele? Y para estar en la tele tenías que estar en las opciones que te daba la tele. Amo esta era, que la tele haya cambiado, que la gente opine y cambiara la idiosincrasia.

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A Eugenia le habría juzgado ser un poco más joven para, en vez de meterse a realities, haber recurrido a las redes sociales. Foto: Andres Perez

Los realities están regresando, pero ya no es como antes, todo está en debate: cosas que antes celebraban, ahora no; y cosas que antes querían que pasen, hoy no. Los ciudadanos estamos mucho más evolucionados, la gente entiende que no hay que pelear ni pegarse. Eso es súper bueno.

Al igual que en los realities, en los paneles de farándula, también te pedían que fueras al choque: “mete cizaña” o “haz estas preguntas incómodas”. Era parte de esa televisión. Si eras la chica buenita y simpática no llegabas a ningún lado. La tele cambió. Por eso me acomoda mucho más la era de ahora, en que puedo mostrarme tal cual soy, con mis habilidades, talentos y simpatías. Pero no reniego porque he hecho todas mis lucas y, gracias a todo ese capital, hoy puedo hacer todos los proyectos que hago.

Mi círculo es muy íntimo. Soy de relaciones muy largas: con el Mati llevo 19 años y con mis amigas de barrio desde los tres. Me es muy difícil tener gente en mi círculo privado-privado. Pero soy mi amiguera y buena para lo social. Tengo muchos amigos por todos lados pero no me da para juntarme con todos. A la Mariela Montero la conocí en mis primeros viajes a Chile; a mi peluquero, Jean Bohus, lo conocí hace diez años; al Surito Solar; Gala (Caldirola), y muchas personas.

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Si bien se considera muy sociable, su círculo íntimo es bastante cerrado. Foto: Andres Perez

Trabajé en farándula, porque fue parte de mis comienzos en realities y paneles, pero no me gusta el trabajo en farándula. Me di cuenta que no era lo que quería en mi vida, no me interesaba estar opinando de nadie.

Cuando tuve la posibilidad de tener mis herramientas y hacer mis cosas, sólo me he dedicado a decir que no a entrevistas y cosas que tengan que ver con farándula. No me interesa hablar de nadie… ¡No me interesa! Me he salido 100% de la farándula. Y por eso siempre he rechazado. Me han ofrecido propuestas de $5 millones para estar sentadas en un programa y, cuando he visto la pauta, digo: “Pucha, no, porque no voy a opinar de esta persona”. Le deseo el bien a todo el mundo y no me interesa que me hagan una noticia por opinar de alguien. He decidido ir por el camino largo y trabajar duro. Y cuando miras noticias de los últimos diez años, son: “Euge viaja a Miami”, “Euge va a sacar una serie” o “Euge hace un programa”. He vuelto a mis orígenes, a la persona que fue a la universidad, que hacía teatro y, en el lapsus, me he metido a la televisión, he rozado la farándula porque he sacado provecho de eso. Pero una vez que saqué provecho, volví a mi camino.

Es muy bonito generar pega para la industria. Para Malena y Sofía tenemos un equipo de 30 personas y trabajamos con muchos artistas. Me gusta generar trabajo, no perjudicar a alguien. Las entrevistas y cosas de farándula siempre pueden ser malinterpretadas. Viví ese mundo, y sé cómo se maneja, prefiero que todo lo que tenga algo de farándula, decirle “no”. No es plata perdida, es invertir bien.

Soy súper profesional: cuando he ido ha hacer la pega he hecho la pega y listo. No me ha quedado ninguna distancia con nadie. Todo me ha traído buenas consecuencias: sumamente buena relación con la gente me ha contratado para realities, y después me han puesto a animar (como en ¿Volverías con tu ex?, de Mega). Cuando uno es profesional, siempre va a valer, porque, aunque la gente no lo crea, a nadie le gusta alguien que llegue tarde o sea inconsecuente. De todos los lugares que estuve, saqué cosas súper buenas; si entré como panelista después fui animadora. Soy bien ambiciosa, siempre quiero más.

Una vez que renuncié a un contrato bien grande y me decían: “¡¿Cómo renuncias?!”. Y respondía: “Es que estoy hace tres años haciendo lo mismo y quiero hacer otras cosas”. Hacía la sección de moda en Mucho gusto, y quería mi programa de moda. Y me fui a hacer Chic (Mega Plus), y me fui a producir con Mati. Hicimos programas para Mega y cuatro series.

Con la libertad de cuando empiezas a producir, ya no hay vuelta atrás. Ya hace seis años que no aceptó casi nada de tele, porque me gusta la actuación, la moda y los viajes… ¿Qué proyecto me dará algo que me llene tanto como eso?... Me han ofrecido muchas cosas amigos productores, pero si no es algo que me haga vibrar, no estoy dispuesta a tomarlo, porque estoy siempre ocupada haciendo cosas que me fascinan. Que me propongan un programa de cocina y le vaya bien, no es algo que sea un éxito en mi vida.

Eugenia Lemus
Eugenia se considera bastante temerosa ante los contratos. Foto: Andres Perez

Cuando uno produce es muy diferente a ser rostro solamente, porque es mucho el tiempo y energía que tengo que invertir para que esos proyectos salgan adelante. Si tomo muchas cosas que no me llenan 100%, le voy a quitar energía a lo que me gusta. Con Mati sacamos cuatro series en un año y medio: la primera fue en Santiago (Frow), la segunda fue en New York (Malena y Sofía), la tercera en México y la cuarta en Miami. Para eso tienes que dedicarle mucho. En cine independiente he visto proyectos que están tres años para salir.

Con Alejandra Fosalba somos demasiado proactivas. A veces tengo que decir: “¡Basta!”. La Ale es muy trabajólica. Nos juntamos para una prueba de vestuario y, mientras estamos en eso, ya estamos haciendo la próxima serie. Por ejemplo, para la temporada de New York, ya estábamos inventando la colección de ropa para la tercera temporada (Miami). Somos tan locas y perseverantes que todo lo que hemos inventado lo hemos logrado. Somos un trío: el Mati es nuestro productor ejecutivo, yo soy productora y la Ale es nuestra socia artística; con ella hacemos el guion y la ficción. Llevamos un año y dos meses, y ya hemos hecho todo eso.

Cuando con la Ale veníamos de vuelta de New York (de grabar la primera temporada), se demoró el vuelo. En esas cuatro o cinco horas, nos pusimos a inventar cosas. Y pensamos: “Sería increíble que Malena y Sofía tengan su propia colección de ropa”. Y ahí quedó la idea. Nos juntamos con Epson, les encantó y, como tienen la técnica de sublimación, no es una mera colección: diseñamos los estampados y, en la tela que queramos, los imprimimos en sus impresoras, y los colores salen tan cual: vibrantes y coloridos. Y el proceso es muy rápido. Mucha de la ropa que uso a diario es sublimada.

Es muy chistoso: el tema de casarme o no con Mati siempre se ha abierto en Chile. Aquí la gente se casa más; en Argentina no se casan tanto, son más transgresores y, con la crisis económica, uno dice: “Pucha, ¿tantas lucas para un casamiento?, prefiero irme de viaje”. Pero no es un tema para nosotros. Fue un juego que hicimos en un reality, en que yo me vestía de novia y lo corría al Mati , porque sabía que acá era chistoso eso… Pero somos sumamente independientes. Lo que me gusta del matrimonio es la parte de celebrar el amor, una familia y que uno se aguanta y se construye. Pero me da claustrofobia pensar en tener papeles. No necesito ninguna seguridad de parte de Mati. Con 19 años, ¡¿qué más seguridad necesito?!

Todo tipo de contrato me da un poco de nervio; he renunciado a muchos contratos. No me gustan, soy una persona libre. He sido freelance toda mi vida, me gusta tener mi plata y manejar mis cosas. Con Mati tenemos un súper buen diálogo en nuestra empresa y llevamos muy bien nuestras finanzas. Cuando he tenido un contrato fijo en canales, lo he rechazado, porque, “no sé, pucha, ¿y si quiero viajar?”. No me gustan las cosas a largo plazo de tantas responsabilidades. Soy muy segura de mí, que trabaja, y nunca me va a faltar el trabajo, porque yo me lo voy a inventar.

Nuestra fórmula con Mati es que viajamos mucho, y eso es muy de nosotros como pareja, tenemos siempre proyectos, una meta juntos, y proyectamos. Creo que es muy importante para las parejas proyectar algo, un hijo, una familia o lo que sea. En la proyección hay un crecimiento personal. Mis relaciones largas en la vida duran por eso. Con mis amigas somos familia, y no peleamos, nos apoyamos y no hay envidia. Si soy tu amiga te voy a ser mejor persona, y tú me vas a hacer mejor persona; sino es muy banal.

Queremos tener hijos. Pero tengo un problema: no asumo mi edad, jajaja. Tengo 37 y me siento de 27, jajaja. Pero es algo que conversamos, queremos tener una familia. Ya se está acercando la hora, así que estamos más cerca de la negociación… Queremos, pero también somos una pareja que, quizás a diferencia de una más convencional, tenemos una empresa, producciones, viajes y un montón de cosas que nos llenan y nos hacen vibrar un montón. La familia lo hemos postergado y lo queríamos dejar para un momento de la vida en que lo podamos disfrutar. Pero ya el reloj biológico está sonando; tengo alarma para todo y ya se activó esa, jajaja.

Siempre he sido una persona que vibra en la felicidad. He disfrutado mucho cada cosa que he hecho. Pero desde hace siete años, que me he volcado a trabajar en Instagram y a producir programas, me he sentido mucho más plena; siempre que he trabajado como rozando la farándula, tenía una incomodidad, a pesar de que me dio mucho. Era una pega que no quería, la hacía y la disfrutaba, pero no me sentía plena. Al salirme pude ser 100% yo y sentirme bien conmigo misma. Nunca fui de mirar tele, no me interesa la vida de los demás. Siempre he vivido mi burbuja.

Cuando me hice conocida, venía del teatro. De repente con la fama se te abren muchas posibilidades. La gente te adora y te quiere, pero sentía un vacío, porque me querían por ser Eugenia Lemos, no por mi talento. Se me abrían muchas cosas, me empezaron a dar ropa, eventos, esto y lo otro. Por eso siempre he buscado un propósito, para que toda esa vitrina tenga un sustento. Después estudié asesoría de imagen y dije: “Si a la gente le gusta cómo me visto, quiero aportar”. Lo mismo que trabajar en farándula: al final del día no era algo que me llenara “espiritualmente”. Ahora, por ejemplo, Malena y Sofía me hace sentir plena; le hablamos a mujeres empoderadas, tenemos un mensaje de “si tú quieres lo puedes lograr”, somos mujeres reales, nos pasa de todo, pero así todo nos levantamos.

Eugenia Lemus
Aunque asegura que "vibra en la felicidad", considera este un momento de su vida especialmente feliz. Foto: Andres Perez

La gente en la calle, hace años, me abraza y me dice: “Euge, me puse esta chaqueta de colores, porque gracias a ti me animo al color”, o que “ahora estoy con mi pyme”. Eso tiene algo muy bonito de fondo. En mi vida siempre estuve muy ligada a lo social, a hacerme cargo de mi familia y que todos estén bien. La fama que tuve en ese momento era algo que no tenía un sustento; y yo necesitaba que lo tuviera para sentirme bien conmigo misma.

Malena y Sofía habla de la vida misma: dos mujeres que tienen 37 y 50 años, y que no importa la edad para soñar. No siempre puedes elegir la vida que quieres tener. Pero si a tus 50 años te despiertas y quieres tener las riendas de tu vida, lo puedes hacer. La serie tiene mucho que ver con la historia de Ale y la mía. Esta temporada son ocho capítulos, que se estrenan todos los domingos a las 19:00 horas.

Esta web serie tiene algo soñado, que ya lo había experimentado en el teatro. Cuando la gente se iba de la obra, me abrazaba y decía: “Euge, no sabía que eras actriz”. Es muy rico y maravilloso sorprender al público, que no te lo puede dar la farándula; tu fama y exposición está sustentada en, incluso, dejar a la gente pensando y replanteándose. Trabajo mucho con los estudiantes de moda el DUOC haciendo charlas; y que me tengan como referente es algo muy bonito, ser motor para alguien. Doy muchas charlas motivacionales dando herramientas de cómo me organizo. Eso tiene un sentido. Al final del día, si tengo un millón de seguidores, que sea porque en algo les estoy impactando. No es lo mismo a que vean en peak de rating en un programa de farándula opinando de un famoso. Elegí el camino largo, con mucho sacrificio, y llorar muchas veces en la ducha del cansancio, pero es muy gratificante.

Nosotros nos sentamos con nuestro equipo de guionistas y vemos la idea original. Nos imaginamos a Malena y Sofía de tal forma, queremos que pase esto, y ellos escriben el guion. Y tratamos siempre de hacer cosas como entre amigos. Ahora para Miami hay muchos cameos, estuvo Rafa Araneda y Teresita Commentz, que es amiga mía y justo estaba de vacaciones, y le pedí que apareciera en un capítulo. Hay que tener un nivel de profesionalismo muy fuerte, pero siempre estar con gente agradable y pasarlo bien.

Ambas ya conocíamos a Rafael Araneda. Como hay muchos famosillos chilenos en Miami, fuimos convocando y el Rafa reaccionó así como: “¿Yiaaa? ¿Pero qué es esto?”. Estaba un poco desconfiado, porque igual él anima, no es actor… Pero a la hora estaba encantado, metido en el personaje, que tenía un perrito. Estaba onfire. Hace un personaje bien loquillo. “¡Yo soy Rafael Del Prado, y no hay más!”, dice en la serie. Tiene una agenda súper apretada y si hizo el tiempo, pero lo gozó.

Esta serie habla de moda, que es un mundo que manejo. Es la primera vez que se desclasifica ese mundo, porque están Sex and the city o Emily in París, hay series de modas, pero no abarcan la moda en sí. Pero Malena y Sofía son diseñadoras y hablan de cosas que les pasan a los diseñadores. Eso es muy divertido, y la persona que trabaja en esto, tanto una costurera como un diseñador o alguien que tiene una tienda de ropa, se siente muy identificado.

Eugenia Lemus
Eugenia cuenta cómo fue trabajar con Rafa Araneda en modo actor. Foto: Andres Perez

Alejandra es una excelente profesional: puntual, organizada y simpática. No es tan fácil encontrar todas esas habilidades en este ambiente. Si alguien es simpático quizás es también un poco vago; siempre hay un pero. Ella la tiene todas, somos separadas al nacer. Hemos convivido y hecho muchas cosas. Hasta cuando estamos de mal genio, sabemos llevarnos. Somos muy evolucionadas en el trato y en cómo lo manejamos. Tenemos un ego, pero positivo, en querer ir para adelante, pero no hay egos entre nosotras; nos prestamos ropa y somos muy compañeras. Eso es algo que trasciende. Ese vínculo lo había encontrado con Mati. El problema en las relaciones y los trabajos son los egos, cuando uno quiere ser más que el otro. Pero con la Ale seguiremos haciendo muchas más cosas juntas, hasta que seamos bastante viejitas, jajaja.

Antes también tuve un súper compañero, el “Panqueque” (Sergio Domínguez), el de Los improvisadores (Vía X), en la obra Lana y el Lobo. Él era un amor y seco. Siempre he tenido buenos compañeros. César Barrera en Glamorama también. Cuando trabajas en farándula dura, no es lo mismo; no llegas a desarrollar tanto ese vínculo; también por las temáticas que se abordan. Por ejemplo, con “Panqueque” por el teatro recorrimos todo Chile, viajábamos juntos, venía su hijo.

Está decretado trabajar como actriz en Hollywood y Netflix, jajaja; quizá sea cuando tenga 80 años, pero así será, jajaja. Lo de Malena y Sofía está en redes sociales, pero es un proyecto más grande y hay muchas cosas que ya se están trabajando paralelamente. Este año también me vengo con un podcast, con un programa femenino, seguimos con Malena, y ya empiezo a abrir mi carrera más internacionalmente, con unas cosas que se vienen para España y Miami. Se han abierto muchas puertas. Cuando uno logra hacer lo que quiere, hay una sinergia que mueve más, porque lo haces con otra pasión.

Eugenia Lemus
La argentina tiene como sueño pendiente ser actriz de Hollywood. Foto: Andres Perez

Soy viajera, me encanta viajar y salir. Pero sabemos que nuestra casa, nuestros hijos, siempre va a estar en Chile. Siento que hoy es más mi hogar Chile que Argentina, porque me dio mucho amor, me siento más segura, me dio una libertad financiera y un respiro en cuanto al sacrificio. Me encantaría poder vivir un tiempo en otros países, pero siempre volver a Chile. Nunca dejaría Chile, nunca. Ya voy para once años acá. Y las mejores cosas de mi vida, a nivel profesional, las he vivido en Chile.

Siempre me imaginé o teniendo mi teatro. Mis sueños mutaron por las herramientas; hoy día está Instagram. Cuando chica nunca hubiese imaginado hacer mis videos y producciones. Pero soñaba con ser una vieja con pelo blanco y tener mi teatro, o dar charlas. Siempre me imaginé con el teatro y viajando por el mundo. Hoy el mundo está mucho más rápido y fácil que antes.

En la escuela siempre fui increíble, la mejor, jajaja, pero por mí misma. En la escuela gané el premio Rotary, que se lo daban a la mejor del condado. Y me dieron una beca para estudiar allá, pero yo me quería ir a la capital, así qué no la ocupe. En la universidad siempre fui muy estudiosa, me encanta, tengo todo anotado… Estudien lo que sea, no porque eso defina tu vida, sino porque da herramientas de orden: es muy importante saber que tienes un examen y estudiar. Mi carrera la quise hacer en la mitad del tiempo: me puse una meta y me tenía que organizar.

Una vez, en una prueba para ser profesora de teatro, fui a dar un examen y me pusieron un 4; y en Argentina siempre me sacaba un 9 o un 10. Y yo reclamé: “Yo no estudié para un 4. Yo sé todo. Vuelve a tomármelo”. Fue tanto el reclamo que me la volvieron a tomar. Y me saqué un 9. Soy muy justiciera, nunca me conformo. Qué culpa tengo yo si la profesora esté de mal genio. Me acuerdo que me dijo: “En la vida hay que aprender que no todo es la excelencia”. “Es que yo estudié para la excelencia”, le respondí. “Pregúntame lo que quieras; tú no me estás preguntando lo que me mandaste a estudiar”.

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La actriz asegura que siempre ha sido muy estudiosa. Foto: Andres Perez

“Euge” es mi apodo. Pero tengo una historia oscura con mi nombre, jaja. Mi nombre es María Eugenia, entonces de chiquitita me decían “María”. Y yo sentía que no tenía personalidad, porque estaba lleno de Marías y me sentía como avejentada, como una señora, con que me dijeran así. Y llegué a estudiar arte, con el pelo corto, como una spice girl, bronceaba; siempre fui media loca, como que tenía mi onda. Y me hicieron presentarme. Pensé: “Esta es la mía”, y dije: “Me llamo Eugenia”. Y así, a los quince, me saqué el “María”, y quedó “Euge” como mi nombre artístico para siempre. Tengo un pasado, mis hermanos y amigas de toda la vida me dicen “Maru”. Me puse mi identidad. Siempre fui muy creadora de la vida que quería. No me quedo esperando. Busco, en cualquier índole.

He ido cumpliendo todos mis sueños. Con Mati tenemos una lista de lugares que todavía nos hace mucha ilusión conocer. Otro sueño es tener la experiencia de vivir en otro país, porque me ha encantado la de vivir en Chile; te hace crecer en muchos sentidos. Un gran sueño es llegar a las grandes ligas, hacer algo en Hollywood o algo así. Pero voy viviendo mis sueños, que sean parte de mi vida, de mi día a día.

Tengo varias cábalas, pero mi matecito es un ritual: me da tranquilidad y me encanta Y el orden: no puedo hacer nada si no estoy organizada, con mis entre tres y ocho alarmas diarias. Necesito ver mi agenda al empezar el día y al acostarme chequear que esté todo hecho.

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Si bien su primer nombre es María, nunca le gustó, y explica por qué. Foto: Andres Perez

Mi frase favorita: “La vida en colores es más bonita”. Siempre digo eso, porque el color me hace muy bien. Es una metáfora que tiene que ver mucho con lo emocional.

Fui profesora de teatro seis meses en Argentina, en una escuela; me levantaba a las 6 de la mañana para dar clases a niños de diez años. Cuando voy para allá los niños me dicen: “Tu fuiste profesora de mi papá”, jajaja. Hice mucho tiempo como modelo publicitaria; viajaba por el mundo, me iba muy bien; porque era actriz también. Trabajé en el negocio de mi abuela. Y siempre hacía pitutos, como en el en la escuela de mi papá, que le doblaba folletos... Muchas pegas, siempre quería plata, hacía plata como fuera.

Me gusta mucho leer. En el último año he estado pegada con Isabel Allende, y me gusta leer mucho sobre inteligencia emocional y hábitos; tengo muchos hábitos buenos, pero siempre es bueno incorporar más. Me gusta leer sobre el bienestar a nivel general, y novelas.

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Muy joven, fue profesora de teatro en una escuela en Argentina. Foto: Andres Perez

La música que escucho… Tengo una playlist de yoga; me gusta la música ambiental. Me gusta mucho el silencio también; no soy una persona escuché mucha música en mi casa. Vivo al pie del cerro, me gusta escuchar los pajaritos y el viento. Tengo un problema con los sonidos, que ahora me estoy tratando, porque me afecta mucho los sonidos fuertes. Ahora a Natalia Oreiro le diagnosticaron una enfermedad por ese tema… Si entras a mi spotify, tengo mucho pop, porque soy de los 90′, las Spice Girls, y de ahora me gusta Dua Lipa. De chiquitita fui muy fan de los Hanson, del fan club y todo. Y de grande la discográfica me pidió que los promocione, así que viajé a Uruguay y compartí con ellos.

Una película que me marcó fue Diario de una pasión. Me pareció demasiado romántica, me gustó mucho. Creo que es la única con la que he llorado.

Creo poco en el horóscopo. Soy Escorpio. No soy fan.

Eugenia Lemus
Eugenia manifiesta que prefiere cultivar su cabeza que someterse a operaciones estéticas. Foto: Andres Perez

Mi superpoder, creo que todos lo tenemos pero hay que explorarlo: el poder mental. Logré lo que logré sin tener ni uno, sin ser nadie. Todo fue gracias a mi poder de voluntad. Por ejemplo, yo trabajo en este ambiente pero, honestamente, no me hago nada estético. Si invierto, cultivo mi cabeza: en cursos y leer. No estaré en un centro de estética haciéndome cosas para la celulitis… ¡Me da lo mismo! Hago ejercicio porque me hace sentir bien. Todo está en tu cabeza… Pero igual me gustaría volar, jajajaja.

La comida es mi placer culpable. Me encantan las hamburguesas. De chica, juntaba plata, mis amigas se pedían el combo y yo me pedía tres hamburguesas. Hoy, si tengo que elegir, me pido dos hamburguesas y no me como las papas ni la gaseosa.

Si tuviera que invitaría a tres famosos de la Historia a una comida, serían Leonardo DiCaprio, que me encanta como actor, lo encuentro increíble. Traería a algún director de cine. A Steven Tyler, de Aerosmith. Y a los Hanson, jajaja. Son más de tres, pero bueno…

María Eugenia Lemos es una mujer soñadora, que tiene las riendas de su vida, que es empoderada, y que le hace bien a las personas que la rodean.

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