Hace más de una década, se hizo conocida como “la abogada de los narcos”, y ya lleva un buen tiempo con su lúdica y deslenguada faceta en redes sociales. Sin embargo, su pega en tribunales continúa, y casi no da abasto. En entrevista con La Cuarta hace un repaso de su vida, de lo lindo y lo feo. Aunque anda bajoneada, tira para arriba, analiza la delincuencia, imagina su futuro y mucho más.
Helhue Sukni Giadalah (58) ya tiene toda adornada su casa para Navidad. Tras llegar a su hogar en La Dehesa junto a su hija mayor, Fadwa, lo recorre montada en sus tacos y expresa el amor por una propiedad llena de retablos decorativos, vaquitas, imanes de refrigerador y adornos varios traídos de distintas partes del mundo. Lleva dieciocho años viviendo en Lo Barnechea. “Le pegué el palo al gato”, asegura sobre su propiedad, y se remonta a los tiempos en que arribó aquí: “Había una que otra cosa, y en la noche pasaban vacas”.
Hace ya más de una década que se hizo conocida fuera del mundo penal y delictual como “la abogada de los narcos”. A veces sale alguien a criticarla por su pega. Ella se molesta y se defiende, con pocos pelos en la lengua. Pero —sobre todo— su estilo frontal, deslenguado y cargado de humor le ha dada alta popularidad, al punto que ha sido parte de programas de la pantalla chica como No culpes a la noche (TVN) y El discípulo del chef (CHV), e invitada a La divina comida, Podemos hablar y El Purgatorio (Canal 13). Para ella, la tele es como estar de vacaciones. Así se desconecta del teléfono y de las causas que tiene a su cargo.
En los últimos cinco años, también, ha cultivado sus redes sociales, subiendo videos en que se sincera sobre su día a día, y ya casi alcanza los 850 mil seguidores en Instagram. La abogada se debe a su público. Ahora, en medio de unos días bajoneada, sentada en su terraza —su rincón favorito—, hace un repaso de su vida, analiza la delincuencia, algunas polémicas, momentos lindos y feos, e incluso vislumbra su futuro. Muy a su estilo, frontal, en conversación con La Cuarta.
A veces se distrae, eventualmente debe contestar el teléfono, e incluso llega Samia, su retoña menor, a saludarla. “Hola, mi amor, tu madre artista está dando una entrevista”, le advierte, y luego la presenta con chochera: “Esta guagua es mi ‘Bombona’, se llama ‘Bombona Caramelo Chocolate’; es una deportista”, expresa enternecida. Más tarde, cuando ya anochece, se queja de los bichos que vuelan cerca suyo: “Oye, ¿qué son esos moscos? ¿Zancudos? Ni que estuviéramos en el campo”, comenta, incómoda, sin filtro. Ella es “La Tía Helhue”.
LA FIRME CON HELHUE SUKNI
Recuerdo cuando mi papá, Mahmad, me regaló un comedor de juguete, porque me encantaba tener casas de juguete, todo en miniatura. Tenía arriba las tacitas de té y había una caja con ollas, sartén y una tetera. Después me regaló una cocina. Un refrigerador. ¡Ay! Me encantaba, me encantaba, me encantaba.
De chica era tenebrosa. Soy la mayor de cinco hermanos. Era tan tenebrosa que, según mi mamá, Wadha, yo tenía como tres o cuatro años y decía: “Me ahogo, me ahogo... necesito aire, aire”. Y mi mamá me abría la puerta de calle y me llevaba al jardín. “No, no, necesito aire, aire, el aire está ahí”, seguía yo, desesperada. El aire estaba en la reja, afuera, quería salir para la calle, porque vivíamos en un pasaje en Manquehue con Latadía (Las Condes). Si bien no era un pasaje cerrado como ahora —que cierran por todos lados—, era un pasaje; y yo quería salir, pero para ir a comadrear con mi amigas, que eran mis vecinas.
No quiero ni tocar el tema de Palestina (el conflicto israelí-árabe), porque ya estoy muy dolida. Pero soy un 200% palestina, mi sangre es entera de palestina. Yo era musulmana y dejé de serlo cuando me separé del papá de mis hijas. Pero creo que ahora he vuelto a ser musulmana, y voy a volver a ser musulmana. Pero para eso tengo que empezar a ir a la Mezquita, y no he ido, la verdad, porque se reza los viernes. Se reúnen todos como a la 1:30 de la tarde a rezar.
Sukni no es mi verdadero apellido; el verdadero apellido de los Sukni es Tadarwish. Mi abuelo cuando se vino de Palestina a Chile lo hizo por un mercado en Siria, y por ahí, que le pasaron los documentos para venirse a América, se vino con un amigo de él, en un barco a Argentina. Mi abuelo dijo que “me voy a ir a Chile” porque otros paisanos habían dicho que Chile era un lugar donde había mucha plata, y que podría ganar mucha plata.
Fui al Villa María, siempre estuve en colegio católico, porque en mi época no existían los colegios no-católicos y de puras mujeres. Mi mamá y papá —obvio, él, musulmán— quería tenerme en colegio de puras niñitas. Ella es católica, y ellos toda la vida se han respetado; él nunca le puso ni un problema para que mi mamá fuera a misa, y ella a él tampoco. Dejé de ser musulmana porque la verdad es que... para ser musulmana hay que ser “íntegra”, y dejé de ser “íntegra” al separarme. A pesar que el Islam acepta el divorcio, pero como me enamoré después de otro gallo, por eso dije: “No me merezco llevar una religión en que la mujer tiene que ser pura”. Pero ahora eso de la pureza ya da lo mismo, obvio, a estas alturas… jaja.
Defendía a mis compañeras en el colegio, pero también me portaba mal. Era desobediente; es que las normas que te imponían eran demasiado rígidas, ¡y estúpidas! De partida, en cuarto medio me echaron; nadie te puede echar en cuarto medio, en abril. Mi mamá lloraba y yo no estaba ni ahí, jajaja. Querían que me confirmara y yo no quería, porque era musulmana. Hice la primera comunión, pero después dijo: “No, esta religión no me gusta, me gusta el Islam”. Me hice musulmana y no quise confirmarme.
Entré a estudiar Derecho porque siempre me gustó defender gente, y era peleadora, habladora y todo; y me gustaba la Historia. Creo que era la única carrera que me llenaba; igual me gustaba periodismo, pero no me completaba como persona. También actriz... Es que soy buena para actuar. Me habría encantado ser actriz. En mi trabajo igual tengo que actuar; depende de la situación. Pero en mi pega lo que más trato es de contenerme, porque soy muy explosiva. Pero tengo buen control de impulsos, ¡gracias a Dios! O sino dejaría la cagá. Pero me controlo, mi control de impulsos es cuático, porque me enardezco, me exaspero, me dan ganas de gritar, como cuando estoy acá en la casa; pero me aguanto. Me las como. Me muerdo la lengua. He ido aprendiendo con el tiempo.
En primer año, di de nuevo la Prueba de Aptitud, porque quería entrar a U. de Chile… Me fue como la callampa y me metí de nuevo en la U. Central. Después pasé a segundo, a tercero, me casé y empecé a atrasarme; tomaba dos ramos al año. A los 25 tuve a la Fadwa (su primera hija). Era complicado, porque era una guagua nueva. Yo era cabra chica, como si tuviera 15. No es la mujer de 25 años de ahora. Ahora una hueona de 25 es recorrida... puta, olvídate. En cambio en mi época las mujeres éramos más niñitas. Yo era mucho más niñita. O sea, a la “Bombona” (Samia, la menor), que tiene 24 años, la encuentro una super woman al lado de cómo era yo.
Es terrible ser mamá tan chiquitita. Se me pasó una pastilla, con la mayor, la Fadwa. No quería tener guagua, estaba en la universidad. Me tuve que aguantar nomás. Sentí una sensación súper rara en la guata y dije: “¿Qué tengo dentro de mí? ¿Tengo un bicho? ¿Tengo algo?”. Era una cosa súper extraña. Pero al final fui mamá po’. Después le llevaba la guagua a mi mamá. Yo tenía una empleada, pero no me daba confianza, así que preferí mil veces dejársela a mi mamá. Todas las mañana se la pasaba a dejar y después en la tarde la iba a buscar... Después ya me cabretié y se la dejaba los domingos en la tarde e iba a buscarla los viernes, jajaja. No es hueveo. Para levantarme temprano e ir a la universidad tranquila. Me la llevaba para mi casa los fines de semana.
Egresé, me las di de bacana, y no trabajé, estudié ni una hueá; y me dediqué a mi casa. Quería ser mamá. Aprendí a hacer tortas, comida árabe, jardineaba y salía. El papá de las niñitas cuando egresé me regaló un BMW; andaba todo el día en la calle con la Fadwa, que era chiquitita, y tenía una nana puertas adentro. Arrendamos una casa súper cerca de mis papás, para tener a mi mamá cerca. En esa época estaba de vaga po’, no hacía nada. Estuve dos años tirándomelas; igual estudiaba para el examen de grado, pero poco. Me dediqué a ser mamá y me encantó. Como tenía tarjetas de crédito, y recién estaba hecho el Alto Las Condes (1993), partía ahí con la Fadwa.
Hasta que mi marido me agarró de las mechas y me dijo “se acaba el hueveo”, porque le gastaba mucha plata, que fue el motivo por el cual no me separé de él, porque con las peleas ardía Troya; y era exclusivamente porque yo al hueón le gastaba plata. Y eso que en esa época ni tomaba trago y me fumaba dos cigarros al día. El papá de las niñas me puso al lado de él en su empresa. Y como soy proactiva y trabajadora, me di cuenta que un contador, que pololeaba con la secretaria, le choreaba; y los eché cagando, no duraron nada. Mi marido no podía creerlo. Y a eso me dediqué. Le empezó a ir mejor po’, se fue para arriba. Mi papá siempre dice: “Este hueón, me quitó la suerte, porque cuando usted se fue de la casa, hija, dejé de ganar la plata que ganaba”. A los cinco años de matrimonio me regaló una casa, me entregó las llaves, en Vitacura, maravillosa. La remodé entera, entera, entera. Era un palacio en miniatura; ahora está igual. Está a mi nombre, pero vive él ahí. Cuando me fui, agarré mis puras pilchas, mis adornos, mis vaquitas y mis cuadros, y lo demás lo compré todo de nuevo para esta casa.
Trabajé con mi marido hasta que un día peleé con él, laboralmente, y me puse a hacer la práctica, en 1995, en la Penitenciaría; antes tuve a la Widad (la segunda). Me gustó tanto que me enamoré de trabajar, trabajar, alegar en la corte. Llegó un momento en que mi jefe de práctica, José Antonio Ricardi, me dijo: “Helhue, me entregas los informes de la práctica o te voy a reprobar”. Y yo le dije: “¿Por qué, por qué?”. Y me contestó: “Porque llevas diez meses po’”. Yo no quería entregar ningún informe porque quería seguir alegando en la Corte. Había gente presa, entonces la única forma (de que quedaran libres) era alegar. En esa época te exigían tres alegatos en seis meses y, como yo alegaba y alegaba, hice más de 40. Ahí me puse a informar, con máquina de escribir hacía los informes, y tecleaba, con todos mis deditos. Entregué los informes y me puse a estudiar para el examen, hasta que, al final, en 1998, salió la reina.
Me enamoré de todo, de sentir que estaba en mí que una persona pudiera salir en libertad. El primer alegato que hice lo recuerdo perfecto, lo hice de pie, porque pensé que era como en las películas; y no era así. En la Corte de Apelaciones, en la octava sala, en el tercer piso, al final, en la tarde. Estaban los tres ministros, jajaja, y se sentó el abogado del Consejo de Defensa del Estado (CDE), un viejito encantador, y yo llegaba con una causa de tráfico. Me senté para alegar y dije: “Su Señoría Ilustrísima, estoy nerviosa, es la primera vez que alego, ¿puedo alegar de pie?”. Llegué y me paré, jajaja. Caminaba para allá y para acá, y estaban cagados de la risa los tres ministros, que ya no existen, están muertos. Mi primer alegado. Me fue como el hoyo. Era un tráfico grande, que en aquella época eran 30 kilos, como si ahora fueran 500 kgs. En esa época no había tanto tráfico, súper poco. Quien trajo la pasta a Chile fue Don Cipriano, por eso lo llamaban la banda de “Los Cipriano” a los hijos.
De mi primera separación pienso que yo tuve la culpa, porque lo que debí haber hecho cuando el hueón me pegó el primer grito, empujón o cachetada, es haberlo parado y mandado a la mierda. Nunca fui sumisa, siempre fui parada en la hilacha, pero no lo paré. Ahí la cagué. Pero también vengo de una idiosincrasia muy especial. Las paisanas antiguas tenemos otra forma de ser y de actuar frente a un hombre: somos más sumisas, a pesar que yo nunca lo fui; siempre me revelé con mi papá y a mis hermanos nunca los pesqué. Pero con el papá de las cabras chicas me pasó algo muy especial, y fue porque me casé chiquitita, virgen, enamorada, a los 23 años, y era como que hubiera tenido 13. Antes había pololeado una vez y había durado un mes; o sea, ni un hueón me había tocado una pechuga, una pierna ni nada. Entonces, era verme con un gallo ocho años mayor, y recorrido, que venía de una familia en que eran violentos. Creo que tuve la culpa por no haberlo parado. Pero también, de repente, retrotraigo el tiempo y digo: “¿Cómo lo iba a parar po’?”. A lo mejor si lo he parado y le pegaba con una escoba en la cabeza, él hubiera agarrado un cuchillo y me lo hubiera... No sé. Tenía un cierto temor y por eso, a lo mejor, me quedé callada. Hasta que llegó un momento que no aguanté ni una hueá y me eché el pollo. Le dejé la casa entera; sin mis hijas, porque no me dejaba sacarlas. Agarré mis hueás y chao.
Cuando me separé del papá de las cabras chicas, le dejé todo; me llevé mi pura ropa. Me arrendé un departamento, estuve un mes y me fui a una casa cerca de las niñas. Como Dios me quiere, me arrendé una casa chiquitita que tenía piscina, jacuzzi y todo, lo mismo que tenía yo con él, pero en miniatura. Y me empecé a comprar todo de a poquito, y los muebles que tengo acá son de esa casa. Me compré el comedor, la alacena, el living y todo. No tuve ayuda ni apoyo de nadie. Mi papá no me pasó ni mil pesos; sólo me dio contención emocional, porque mi mamá se me tiró como yegua, y mi hermana me hizo sufrir caleta. Estaban en mi contra. No me recibían en la casa ni nada. Fue atroz. Porque yo abandoné al papá de las niñas. Pero bueno, todo lo que tengo me lo he ganado. A mí nadie me ha regalado ni una hueá; o sea, sí, Dios me ha regalado. Y yo me he regalado fuerza para levantarme todas las mañanas y trabajar.
Samia, “La Bombona”, es mi regalona, no miro por sus ojos, respiro por ella. Respiro por esta hueona. Respiro. O sea, no es la luz de mis ojos, es el aire que respiro. La que es la luz de mi ojos es la Fadwa. Pero la “Bombona” es el aire que respiro. Debe ser porque la tuve vieja, a los 33 años. Cuando eres mamá más vieja como que te enamoras más de la guagua. A la Fadwa, la tuve a los 25, y al Widad a los 28; era cabra chica. Disfruté más a la chiquitita. Es que ella es más cariñosa, amorocita. La Fadwa, no es mala onda, hizo tu café con la bandeja y toda la huevá; pero, por ejemplo, si yo hubiera estado acá con una amiga y le pido a la Fadwa, me respondería: “Ay, mamá, párate tú, no seas latera”. No me regalonea.
Estoy como media depresiva, y lo que me lo ha gatillado es el matrimonio de la Widad (a mediados de noviembre). Se fue hace un año de la casa, pero cuando ya se casan es distinto a cuando se va, porque yo decía: “Si le va mal con el cabro se irá a separar y volverá a su casa”. Pero ahora que se casó ya no se va a devolver. O sea, quién sabe. Pero ya no. Y la gente es tan estúpida. Ayer (lunes) hice un video, dije que tenía depresión y una hueona pone: “Con todos los viajes que se pega y tiene depresión; con esa casa tiene depresión”. ¡¿Qué tiene que ver?! La Christina Onassis, la hija de de Aristóteles Onassis, multimillonaria y dueña del mundo, la hueona se suicidó de depresión. ¿La depresión qué tiene que ver con que tengas o no una buena vida? La gente es tan estúpida. Por eso hoy día quiero hacer el video de las respuestas (que le enviaron).
El miércoles pasado mis amigas me secuestraron (para distraerla en medio de su bajón), fue un secuestro pero fue lo mejor, a Los Molles. Y ni siquiera hice video de ellas porque no tenía ganas de nada. Y como yo no lloro, porque me hago la valentona, es peor todavía. Dicen que llorar te hace botar la hueá. No me gusta llorar porque pienso que mi entorno verá debilidad en mí. No me gusta que piensen que uno es débil.
Con esta depresión de la puta madre, yo creo que necesito vacaciones. Desde que volví de Europa no he viajado; o sea, fui a la Isla de Pascua, pero estuve cuatro días. Yo creo que necesito irme una semana, por lo menos, desvincularme de todas las hueás. Pero no puedo, tengo causas y cosas qué hacer.
Me hice más conocida cuando para la Revista Paula (2012) me entrevistó Roberto Farías, un profesor de una amiga de la Fadwa, a propósito de un caso de Francesco Bandi, un viejo italiano de 70 años, más chicaco que yo, pero que era un cerebro de la mafia calabresa. Esa fue una causa muy buena: estaban metidos colombianos, chilenos, boliviano y el viejo italiano; y los chilenos eran brígidos, porque uno era de los jefes de FedEx, del aeropuerto, y a través de eso mandaban la droga a Italia, Sicilia. Ahí fue que este periodista, Roberto, y me anduvo siguiendo. “Va a ser súper fome”, le advertí porque ir a un juicio oral es fome. “Mejor venga la otra semana, porque así me ve entrar de un tribunal a otro”, le propuse. “No”, me dijo, “porque me interesó la causa”. Me siguió por todas partes. (Poco después, salió su historia publicada en Paula, titulada “La abogada de los narcos”)
Hacerme famosa fue un accidente en mi vida. A mí me interesaba hacerme famosa en el mundo del hampa, que ya lo era, ¿por qué? Me interesaba tener clientes. Cuando me agarró la tele ya era conocida en el mundo del hampa. Nunca me imaginé que la revista iba a ser tan bullada. Me acuerdo que fui a un restorán, estaba tomando café en la mañana, y me llamó una periodista de TVN que me había llamado antes por el caso de una asaltantes bien bonitas a las que llamaban “Las Rubias”, y me dijo: “Helhue saliste en la tremenda entrevista”. Ahí compré la revista.
Para mí la tele es como estar de vacaciones. Me relajo caleta, porque cuando estoy en la televisión no agarro los celulares po’. A mí esta huéa (Toma el celular) es la que me tiene nerviosa. Ahora con el tema (de la salud), ¡dos años me los he pasado en la Clínica Alemana! He pasado hasta la Pascua internada, porque me sube la presión a 23-24 y quedo hecha mierda, y los hueones (doctores y enfermeras) corren pa’ todos lados porque se le va a venir una ACV y todo, y no me viene nada. Me pone nerviosa la gente, porque todo el mundo quiere salir (quedar en libertad) para Navidad; empiezan a huevearte como a mediados de noviembre. Es la hecatombe. Una cosa atroz.
Es terrible, terrible. Me llaman los familiares de las personas a las que defiendo. Atroz. Todo el día, todo el día, todo el día. Es que me da pena cuando se me ponen las mamás a llorar po’. ¿Qué quieres que les diga? Aparte me dicen: “Yo confío en usted, sé que Dios la va a iluminar” y la hueá. Pero “yo no soy ni Dios ni mago”, como le dijo el doctor a mi hermana cuando mi cuñado se estaba muriendo. Es una relación medio maternal con las personas que defiendo; son puros cabros chicos ahora po’. Me dan ternura y me da pena, porque son chiquititos. Pero también son malucos. Es que también no tienen familia, no tienen bases. Ese problema: si no tienes base no puedes ser una persona de bien. Tienes que tener una mamá que te enseñe, que te proteja y te quiera. Que te dé contención, que cuando tengas una frustración te diga: “No importa, sigue adelante, te va a ir bien”. Porque uno sufre frustraciones a diario, pero esos niños sufren y no tienen alguien al lado que les diga: “Mi amor, esto es bueno” o “esto es malo”, “no hay que ser envidioso”, “no hay que ser ladrón”... Son tantas cosas que uno le enseña de chiquititos a los hijos.
Hay cabros que se meten a cometer delitos porque quieren tener lo mismo que el vecino, o lisa y llanamente hay unos que son zánganos y flojos nomás po’, y (hay algunos) que están auspiciados por los papás. ¿Por qué la mayoría de los profesionales top son gente ACB1? Porque los padres les enseñan, porque les tienen contención y un régimen de autoritarismo. Uno de los hijos no tiene que ser amigo; o sea, yo igual trato de ser amiga de las cabras chicas, pero uno tiene que infundir respeto en un hogar. Una casa es un hogar, y en un hogar tiene que haber respeto y autoridad. Mi casa era un regimiento cuando las niñitas eran chicas; yo era una hueona terrible, un general, pero de los más malos, y por eso crié niñas de bien.
No me gusta la palabra “delincuente”. En el fondo, tengo que entender por qué cometen el delito. Esta cuestión va más allá de querer tener unas zapatillas buenas o no; es algo que viene de atrás, y que es un legado, por cierto. ¿Por qué legado? He defendido abuelos, y ahora estoy defendiendo a las nietos. Tengo familias completas en que he defendido al abuelo, al padre y ahora al hijo. Yo era abogada y la Fadwa quiso ser abogada; el cabro que ve que su padre es ladrón, se vuelve ladrón; el cabro que ve que su padre es traficante, se hace traficante.
Conocí de Plaza Italia para abajo cuando entré a la universidad; y antes de hacerme conocida iba con mis hijas a cobrarle a los clientes. Era para que conocieran la realidad, las llevaba a las poblaciones para que vieran lo que era, para no tenerlas en esta burbuja, en este castillo irreal. Porque, en el fondo, es real para ellas mientras yo tenga trabajo y trabaje; bueno, ahora ya son las tres profesionales y se podrán mantener. Pero la realidad de la vida de la gente no es lo que no es lo que vivimos; o sea, no es acá dónde estoy yo ahora, dónde estamos sentados. Esta no es la realidad. En esta casa no vuela una mosca. Un pajarito sí. Anda a meterte a una población: está la música a todo chancho, los autos que pasan rápido y la gente que va caminando y conversando, y tú escuchas. Pero acá no po’. Acá es otro mundo. Yo no tengo idea cómo se llama mi vecino de al frente, ni el del otro lado. Es un mundo totalmente distinto. Acá no tenemos idea de nada.
Una vez Daniel Stingo criticó a Aldo Duque y a mí por exponernos en la tele (en 2015), y al que le gustan más las luces es a él. Lo que pasa es que ahí no lo pescaban a él. Y ese no es problema mío. Pero se me pasó el enojo. Soy la mujer menos rencorosa que hay en la Tierra. Me puedes cagar hoy día, te voy a odiar, te voy a maldecir y la hueá, y en tres días más se me olvida. Es mi forma de ser, mi persona, mi fuero interno. Confío, me cagan, y vuelvo a confiar; no en la misma persona, pero sigo el mismo patrón, porque pienso que todo el mundo es bueno, y soy hueona, porque no todo el mundo es bueno. Pero es cómo te criaron, cómo naciste y tu espíritu, tu alma, tu yo interno.
La Daniela Aránguiz es encantadora, pero no conozco más allá. La Adriana Barrientos es más cercana a mí, y la Eva Gómez también es encantadora. De las famosillas, ellas dos son las más cercanas a mí.
En El Purgatorio (Canal 13) dije que, al menos en Chile (a diferencia de Colombia y México), los traficantes debieran estar en la calle y no en la cárcel. ¿Cómo me hizo esa pregunta tan estúpida el Nacho Gutiérrez? No la hizo él; tenía una muela. ¿Pero cómo es tan hueón? En Chile no hay narcos... pero bueno: ¿Cómo es eso de que los narcotraficantes tienen que estar presos o en la calle? En la calle po’. Tendría que ser una hueona estúpida. ¿Cómo voy a decir que estén presos? Si mi trabajo es sacarlos en libertad. Tendría que ser tarada. ¿Cómo me hace esa pregunta? Es estúpida. Y no puedo abstraerme de mi trabajo, porque en este mundo vivo y llevo años. ¿Cómo me pregunta esa huevá? ¡Qué preguntas más básicas! Más encima eran preguntas cerradas y, como soy carerraja, contesté todas las preguntas cerradas. De una. Porque otra hueona, como los políticos, se tira por la tangente y podría haber dicho, porque igual lo pensé: “Ay, mira, es que acá no se trata de que estén libres o presos: se trata de que los jueces son las que dan la libertad y la huevá...”. Pero no po’. Yo no lo voy a hacer; la pregunta era una, cerrada: libre o preso. Libre po’. Corta. Si le gusta le gusta. Y qué tanta hueá… por ganarme un pasaje.
Lo pasé maomenazo nomás en El Purgatorio. La Marlen Olivari (fue) media traicionera la hueona. Estaba totalmente distinta a cómo la conocí. Compartí con ella El discípulo del chef (CHV), y era encantadora; hasta su celular me dio y todo. Pero ahí llegó súper prepotente, altiva y miraba así (Empuña la cara), movía la boca. Estaba seria. Empezó todo mal a la entrada, porque teníamos que entrar juntas y le dije a la productora, delante de ella: “No quiero entrar con la Marlen porque es muy alta”. Andaba con así unos tacos (muy altos). La productora dijo: “Ya, que entre la Helhue primero, que es más chiquita”. “No”, contestó la Marlen, “entramos las dos juntas”. Yo le dije: “Ay, pero, Marlen, si yo no quiero entrar contigo porque eres muy alta”. Y ella insistió: “No, entramos las dos juntas”. Y yo le dije: “¿Sabes qué? Entra tú primero; si te interesa lucirte, entra tú primero”. Y entró ella primero. Qué me importa a mí.
En Chile no hay narcotráfico, hay tráfico. Porque el narcotráfico es aquel sujeto que hace la droga. Los narcotraficantes son los hueones que tienen sus laboratorios de drogas; acá, con cuea, de repente traen las piedras los bolivianos y le echan un poco de agua, ácido muriático y huevás para agrandar la droga; eso no es ser narco po’. El narcotráfico está Colombia, México y en otros países. Pero no acá en Chile. Acá nunca va a haber narcotráfico, porque no hay coca, no está la materia prima. Este es un país más de puente, Chile es un puente; es un buen país para sacar droga, porque es muy grande el litoral chileno. He tenido causas muy buenas, en que mandan droga al puerto de Algeciras (España), a Sicilia o Australia. Y no me ha llegado ninguna causa de fentanilo (la famosa “droga zombi”).
El tráfico ha aumentado. Chile ya no es el mismo, mi sensación es de inseguridad. Nunca la había tenido. Nunca me habían llegado causas cómo las que me llegan ahora, que te estremecen. Me llegó la de un hueón que le sacaron los ojos y después lo mataron po’. Eso en Chile nunca se había visto. ¿Cuándo se había visto en Chile que te saquen los ojos y después te maten? Los homicidios que habían en Chile eran; por ejemplo, en una fiesta estabas bailando curado y el hueón de al lado le agarraba el poto a la mujer, y el borracho agarraba papa y le pegaba un cuchillazo, una puñalada, o de repente un balazo; por celos o por cualquier hueá. Pero el nivel que hay ahora, olvídate. Eso no existía. Yo ahora ando con inseguridad. El gran factor creo que es la inmigración. Mis aros y este collar son de mentira (Los muestra). Y ando buscando dónde comprarme pulseras de mentira, para sacarme las de verdad. En las noches ahora duermo con la alarma. Toda mi vida dormía con la ventana abierta, ¡toda la vida! Ahora no, la cierro. Las mismas causas que me han llegado hacen que me sienta insegura. Ya no es lo mismo que antes. En la tele no sale ni la mitad de lo que pasa.
“Me da mucha lata decirlo, pero el ingreso de extranjeros a Chile ha modificado mucho”, dije hace unas semanas sobre los delitos. Lo primero que tienen que hacer es filiar a todos hueones, todos, a todos los ilegales ponerles los dedos. A todos, a todos.
No hay mejor país que Chile, y eso que tengo sangre árabe. Creo que es un país tranquilo, dentro de todo. Conozco tantos países, pero acá es tranquilo; acá es poco probable que haya una guerra o te tiren una bomba. También es poco probable que, de repente, vayas por el mall, aparezca un hueón con una ametralladora y te mate; en Estados Unidos no, de repente van saliendo del colegio los cabros chicos, llega un loco culiao y los mata.
La “Tía Helhue”, en Instagram, surgió porque yo estaba trabajando en No culpes a la noche (TVN), con la Katherine Salosny. Y me fui a Punta Cana, en abril del 2019, una semanita. Y del programa mi pidieron que empezara a mandar vídeos a ellos. Y cuando llegué acá a Chile, un día en la mañana, se me ocurrió la locura de hacer uno y dije: “Hola, amigos”. Fue el primer vídeo y pensé: “Ya, lo voy a subir a Instagram”. Estaba recién aprendiendo Instagram. Ahí empecé, contando las estupideces que hacía en el día a día. Entretenía a la gente. Leía los comentarios, que eran súper pocos, pero toda la gente me respondía “qué buena onda” o “ay, que me sube el ánimo”. Son cinco años ya. Ahora me debo a mis seguidores. Hoy les haré un vídeo.
Estoy todo el día conectada. No me desconecto. Ahora cuando te vayas iré a cargar el celular y a ver los llamados, porque puse en silencio el teléfono público; el único que tengo prendido es el privado. (Revisa su celular) Quiero ver qué audiencias tengo mañana; mañana parece que tengo una hueá temprano.
Mis tres hijas debieran haber estudiado Derecho, porque así trabajarían conmigo, la tendría cerquita, y se quedarían con el imperio que formé; no solamente una que se quede con el imperio (las dos menores son sicóloga y educadora de párvulo).
Los mismos clientes que me dan de comer y me tienen como reina, también me están comiendo la vida, porque me absorben mi energía. Tengo mucho trabajo, la gente no respeta, es desubicada; me llaman de repente a las 12 de la noche. Ahora estoy poniendo el celular en silencio a las 10:30 PM.
El 90% de las veces no me terminan de pagar mis servicios. En esos casos los llamo, los maldigo, porque no los voy a andar amenazando con “te voy a matar” y la hueva; pero si un “te maldigo, hijo de puta” y eso. Uy, qué paja. Para evitar que eso me pase, cobro más al principio, un 60% o 70%. Pero siempre parto de la buena fe de la gente. Pero no es así, porque la gente igual es como el hoyo. Malagradecida la gente, malagradecida de verdad. No tengo amigos: yo soy la abogada y él es mi cliente. No hay amistad. Es gente que tiene otros valores y principios. No tienen compatibilidad con uno.
Me molesté con José Antonio Neme (en Mucho gusto) hace unas semanas por, en el fondo, decir que me pagan los honorarios con la misma plata de la droga. Esa estupidez dijo. Debieron haberme dado el espacio para que me pudiera defender. Es una brutalidad de desapoyo. O sea, si la vieja que vende pitos y falopa va a comprar al Líder le van a preguntar: “¿Oiga, con qué plata está comprando el pan, la carne y la leche? Nada qué ver. El hueón que chorea, trafica o estafa se va comprar un blue jean a Falabella y la vendedora le dice: “Oiga, pero dígame la naturaleza de dónde vino la plata”. No, córtenla. Qué estupidez.
Para que te vaya bien a levantarte temprano y acostarse tarde. ¿Cómo lo hago para sostener ese ritmo de vida? Uff, con mucho valor. Las deudas me mantienen a ese ritmo, obvio. En 2019 dije no pretendía hacerme millonaria, que nunca lo he sido; que vivo como rica, pero no soy rica, estoy endeudada hasta el cuello. Ahora he bajado las deudas. De esta casa debo $150 millones. Llevo pagando dieciocho años. No lo entiendo; me llega el papel, agarro la calculadora y saco la cuenta. No entiendo. Pedí 6.600 UF y debo 4.500. La huevá no baja. No baja y no baja. Te juro que no entiendo.
Me encantan las cosas simples. Mis adornos. Soy feliz. De repente me quedo acá (en la terraza) en la tarde, y los miro. Mira qué cosa más linda que me regaló una presa, porque fui a un juicio a Copiapó. No he querido ni siquiera sacarle el envoltorio (Toma un ramo de rosas hechas a croché por su clienta). Este es uno de los regalos más lindos que he recibido en mi vida. Lo aprecio, lo quiero y lo amo. Me encanta, tanto como un anillo de brillante. Las tengo acá porque encuentro que fue un gesto tan lindo. Ahí quedarán. Lo encuentro maravilloso.
Soy obsesiva, atroz, tengo TOC (Trastorno obsesivo compulsivo). Esta hueá tiene que estar acá (un adorno en cierta parte de la mesa). Soy obsesiva con el orden. Y con el trabajo también po’.
Pagué un curso de inglés 24 de octubre. Estoy atacada. Ya llevo un mes que he perdido. Me metí porque quiero hablar inglés; soy la única hueona en Chile que no habla inglés. No, qué atroz. No tengo tiempo para hacerlo. Y es online más encima. Tengo que ver un vídeo culiao y no lo entiendo. Mañana lo veré para empezar las clases, que son lunes, miércoles y viernes. Y los martes y jueves tengo que hacer gimnasia. Nunca tengo tiempo para nada.
Al final del día me siento contenta, pero me faltan horas. No alcanzo a terminar de arreglarme cuando me tengo que desarmar en la noche. En la mañana me demoro tanto en arreglarme el pelo. Tenía que pedir hora a la peluquería; me salieron canas y no las soporto.
No quiero dejar herencia. Tengo a mis tres AFPs: la Samia, la Fadwa y Widad. ¿Para qué voy a dejar herencia? Para que la disfruten los yernos. Estai loco. No soy hueona, jaja. No, igual le voy a dejar a las cabras. En cinco años más, que voy a tener 63, si es que estoy viva, sola: ¿Qué hago yo sola en esta casa? Si se meten un par de hueones me matan po’, para robarme las cosas. Me voy a tener que ir a un departamento. ¿Dónde encuentro un departamento con piscina incorporada? Porque no me iré a uno al que tenga que bajar diez pisos para bañarme en una piscina común con guachos que estén gritando y me salpiquen agua. No sé qué haré. Vender esta casa y comprarme un departamento que tenga piscina. O quedarme acá nomás… mala cuea.
Nunca he dejado de fumar. Cuando quedaba embarazada dejaba los cigarros. Yo dejo de fumar cuando quiera. La cosa es que no he querido. Soy chora.
Defender a los presos es lo único que sé hacer. Pienso dedicarme a esto hasta que me dé la cabeza, que está buena. No tengo todavía principio de nada, ni de Alzheimer ni de demencia senil.
Si no hubiese sido abogado me habría gustado ser actriz. Habría actuado en teleseries, teatro o en lo que fuera. Me gusta transmitirle entretención a la gente. Yo conozco tanta gente y no toda la gente es feliz. Mucha gente tiene muchos problemas, y dándoles un poco de entretención la sacas de la volá. Una teleserie te entretiene. ¿Y quién la hace? El actor po’. Estoy viendo Generación 98 (Mega). La empecé a ver hace una semana y me encanta.
En la universidad era estudiosa. Me sentaba adelante. Escribía con lápiz rojo, azul, verde. Súper ordenada. TOC po’. Pero no era perna, me gustaba salir para allá y para acá. Pero si me levantaba temprano para ir a la universidad, tenía que ir a estudiar, no iba a ir a huevear. No como mis compañeros que llegaron a la universidad a las 8 de la mañana y se iban al casino. “¿Hueones, a qué vienen?”, les decía. “¿Porque no se quedan en su casa tomando café?”. Así les decía. “Ay, chica, ven para acá a conversar”, me respondían. “Estai hueón”, les contestaba. “Si me levanté temprano es para estudiar po’”. Había hueones que se pasaban la mañana entera en el casino conversando. ¿Pa´ qué vas a eso a la universidad? Pa’ eso quédate en tu casa acostado po’, calentito, en invierno.
Un apodo que tengo es “Bebe”, de mi sobrinos y mis hermanos. Me dicen “Bebe”, siempre me dijeron “Bebita”.
Un sueño pendiente es conocer Palestina. Algún día, si Dios quiere.
Una cábala que tengo es limpiarme los zapatos todos los días antes de ponérmelos.
Mi frase favorita podría ser... Siempre digo “valoooor”.
Mi comida favorita es el Kubbe (plato árabe), la carne cruda con trigo. Lo preparo yo.
Nunca he trabajado en nada más que no sea abogada.
Mi primer sueldo lo gasté en juguetes para la Fadwa. Era una tortuga de peluche y una muñeca. Yo era ayudante en la universidad, entonces con lo que me pagaban le compraba puros juguetes. Estaba recién nacida la Fadwita.
De música me gusta Luis Miguel, Ricardo Arjona y Sting. Son mis tres amores.
Mi trago favorito es el Daiquiri frambuesa. Pero no lo preparo, no sé prepararlo. Empecé a tomar a los 43 años, porque era musulmana. El 2008 empecé. Tomé Pisco sour y me picó la garganta. Lo encontré asqueroso. Ahora me encanta, jaja.
Mi película favorita es El turista. La amo, con Angelina Jolie y Johnny Deep.
Creo en el horóscopo. Pero no reviso ni una hueá. Pero creo en los signos. Pero someramente, no tengo mucha idea. Soy Libra.
Si pudiera tener un superpoder, me gustaría ser más joven, haberme quedado en los 40 años. No haber crecido más. Pienso que la mejor época es cuando uno tiene entre 30 y 40, porque ya eres más madura, has vivido; poco pero has vivido. Ya tienes el camino trazado, ya sabes para dónde va la cosa, no hay posibilidad de que te puedas ir para el lado; a lo mejor antes de los 30 uno titubea. Los 30 y 40 son la mejor edad para vivir.
Si pudiera invitar a tres personas de la Historia a un asado, uno sería Winston Churchill, porque era viejo era inteligente a cagarse; y encuentro que soy una reencarnación de Winston Churchill en mujer, te juro por Dios. Siempre he sabido y leído mucha historia, pero si ves la película Reina Isabel en The Crown, veía el viejo culiao y decía: “Soy la Helhue”; porque el hueón era el cerebro, pero necesita a un huéon a lado que le dijera las cosas, no podía estar sin el asistente. Más encima el viejo murió en enero de 1965, y mi madre me engendra en enero de 1965. ¡Estoy poseída por él! También invitaría a la Marilyn Monroe. Y a Andrés Velasco, que es mi amor platónico po’; me vuelvo loca con el hueón. Me vuelvo loca.
Helhue Sukni es una hueona que se levanta temprano, se acuesta tarde, trabaja, se ha atrasado en objetivos en su vida y los ha cumplido, porque siempre dijo: “Quiero vivir en La Dehesa”, “quiero andar llena de joyas”, “ser abogado”, “quiero tener un departamento frente al mar en Reñaca”, “quiero tener un auto blanco último modelo” y “quiero ponerme pieles” (aunque ya no puede por lo animalistas). Y lo logró. Es una hueona que de la nada salió sola adelante.
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