La Firme con Iván Arenas: “Sé que voy a morir de la cuchara... pero me da lo mismo, creo que ya cumplí”

Entrevista a Ivan Arenas, comunicador y comediante, para La Firme. FOTO: Mario Tellez / La Cuarta

El hombre que encarnó al querido “Profesor Rossa” ha evolucionado hacia el chiste largo y “sin censura”, volviéndolo un personaje aún más transversal, y ahora estrena un nuevo show, Dado de Alta, a propósito del cuarto infarto que casi le quita la vida: “Capaz cuanta cagá más pueda tener”, advierte a sus 73 años quien descarta dejar el cigarro y el sedentarismo. Y sobre su vida y obra expresa: “La gente me quiere y me doy cuenta”.

—¿Qué es eso? —Iván Arenas Maturana (73) pregunta, ya con la respuesta entre los labios, y señala un voluminoso adorno sobre el mesón (que en el borde tiene escrito “sin censura”) de su estudio.

—¿Un coral? —supone el reportero de La Cuarta.

—¿Pero qué es eso? —insiste él, bien metido en su faceta educooperativa del “Profesor Rossa”, instruyendo sobre estos animales coloniales y marinos— El esqueleto… ¿Por qué es blanco? Por la cristalización de la sal; vas a llegar a concluir de por qué esa cuestión es blanca... ¡Nunca nos preguntamos!

El tercer piso del departamento triplex de Iván está atiborrado de estantes con enciclopedias y libros varios, figuras de rasgos asiáticos, pinturas, cajitas de fósforos, un globo terráqueo y una pared tapizada de marcos con premios, diplomas y decenas de reconocimientos, e incluso, subiendo un par escalones, una piscina vacía. Ahí, en medio, cómodamente sentado con una camisa hawaiana, tomando Coca-Cola y desenfundando cada tanto un cigarro, se define como un hombre de hábitos profundamente nocturnos y bastante sedentario, o más bien “práctico”, según dice. Suele levantarse pasado el mediodía; no es usual encontrarlo en pie a estas horas:

—Por ejemplo, hoy día me dijeron que venían a las 12 PM y pensé: “Ay, me van cagar el día”—comenta de buen humor donde reside con Patricia, con quien lleva trece años emparejado.

"No necesito salir, no me siento encerrado", asegura Ivan, quien se considera más bien sedentario. Mario Tellez / La Cuarta

“Tuve la suerte de comprar un triplex”, a un precio razonable, dice él sobre su hogar en Vitacura. “No sabía que eran tres pisos, más grande que la cresta; y yo soy solo, con mi mi mujer ahora. No necesito salir, no me siento encerrado. Me pongo a leer o ver tele. Hago la vida sencilla; lo que haya hay”. Al mirar alrededor, en torno a los cientos de objetos que adornan el salón, asegura que “todo tiene historia” y remarca en que “mi vida es un azar, nunca planifiqué nada”.

A modo de ejemplo, se remonta a los años dorados de El mundo del Profesor Rossa, icónico programa infantil emitido por Canal 13 desde 1984 al 2002. Desde de la Fuerza Aérea lo invitaron al lanzamiento del primer satélite chileno, en Rusia. “¿Qué hice yo?”, dice en cuanto a méritos para asistir a aquella cita. “¡Nada! Y fui po’. Lo pasé la raja, pero con el poto en la cabeza; viajar en un Hércules de la FACh no es ni una comodidad, te sientas arriba de los fierros, nada acolchadito, dos días”. Ya en suelo ruso, rodeados de militares extranjeros, “no hallábamos qué hacer”, admite de esa anecdótica estadía. “¿Sabes lo que es ver al general del ejército de Rusia bailando con Guru-Guru curao como yegua con vodka? Si sacabas una foto te llevaban detenido. Íbamos al baño y partían dos hueones atrás nuestro; todo prohibido”.

Como ya es bien sabido, en el último tramo de su carrera lo ha dedicado —en parte— a la comedia, profesionalizando su pasatiempo de juventud por contar chistes largos. Ahora, el 2025 lo arranca con su nuevo show, Dado de alta, el cual se adentra en las insólitas situaciones que vivió durante el 2019 cuando sufrió su ¡cuarto infarto! Durante enero se presenta en Concepción (9), La Serena: (11), Iquique: (24), Arica (25) y Valdivia (30); entradas por Passline y Goldenpass.

En la entrevista con La Firme, el también diseñador industrial de profesión y mago por afición, repasa su vida y obra desde su infancia en Rancagua; sus primeras andanzas en las risas; la serie de casualidades que lo llevaron a convertirse en el querido personaje de rulos y bigotes rosados, y hábil para el dibujo didáctico, rol educativo le dio el estatus para lanzarse exitosamente al humor “sin censura”; sus reflexiones y nulo temor a la muerte (habiendo ya superado varios infartos y un cáncer); los libros que escribe con apuro y el museo personal que sueña heredar a las futuras generaciones; uno que otro cahuín…

Eso y muchísimo más, a continuación.

"Yo hago la vida sencilla; lo que haya hay”, dice Iván. Mario Tellez / La Cuarta

LA FIRME CON IVÁN ARENAS

Mi infancia en Rancagua la asocio a una pregunta que se me hizo en otros tiempos, repetidas veces: ¿De a dónde había sacado mi gusto por la naturaleza? ¿Y por qué dibujaba?... Rebusqué en la memoria, actitudes y costumbres que yo tenía... De chico, me llamaban al patio de mi casa, iba y estaba lleno de caracoles. Me echaba caracoles al bolsillo y me gustaba observarlos. Salía con una ramita de la escoba a buscar y hurguetear en las telas de araña, y veía las arañitas; muchas veces las alimentaba con moscas. Me gustaba ir a mirar unas flores que se llaman “campanitas” y otras que parecían copihues.

Lamentablemente, quizá nunca tuve las respuestas correctas. Mi mamá tenía negocios, trabajaba afuera y no la veía mucho; y mi papá, lo mismo. Conversaba más con una tía que vivía con nosotros, y debo reconocer que no tenía los conocimientos para darme las respuestas correctas; me decía “ya pues, estudie, averigüe, investigue”. Me ayudó, porque pedía que me regalaran libros; en mi casa no había muchos. Me entretenía leyendo el diccionario. Mis compañeros y amigos me decían (burlescamente): “Mira lo que lee este hueón”. Me entretenía buscando palabras, el porqué. Aprendí qué era la etimología, de dónde venían las palabras. Eran mis entretenciones.

No fui muy bueno para elevar volantines ni jugar a las bolitas, a la pelota ni nada; de hecho, no me gusta el fútbol. Mis entretenciones eran dibujar, harto. Mi papá me traía unos blocks de la minera El Teniente, y yo feliz, porque pegaba y recortaba de las revistas. Aprendía formas, cómo era un tractor, un avión o un auto; los contornos más o menos ya los sabía. Hago hincapié en no haber sido un cabro chico bueno para el deporte. Me decían: “vamos a subir el cerro”, y yo respondía: “¡Estai loco, no!”... Hasta el día de hoy. He tenido parejas que me dicen: “Vamos a caminar”, y contesto: “¿Para qué? Tengo camioneta”. Demasiado práctico. Eso viene de chico. Soy consecuente con que no soy bueno para caminar ni para ni un deporte.

"Soy consecuente con que no soy bueno para caminar ni para ni un deporte", declara Iván. Mario Tellez / La CUARTA

Un excuñado me invitó a subir un cerro, el Enladrillado, cerca de San Fernando, hace unos veinte años. Pasó la Navidad y le regalé elementos para subir cerros. Él, feliz, y casi como regalo de vuelta, me tenía planificado este viaje. Y yo le dije “ya, sí”. Se fue acercando la fecha que tenía pensada con sus amigos andinistas. “Estamos listos”, decía él (entusiasta), “el Profesor Rossa nos va a acompañar”. Me empecé a asustar y pensaba: “¿Cómo voy a subir el cerro?”... Me acordé de un amigo que trabajaba a cargo de los helicópteros. Lo llamé y le dije: “Compadrito, sácame de esto: ¿cuánto me cobras por llevarme arriba del Enladrillado?”, y me respondió: “Nada, porque son más horas de vuelo para mí”... Y me fui con él al helicóptero, solo; llegué arriba, y me preguntó: “¿A qué hora te voy a buscar?”, y le contesté que “yo te llamo”... ¡Aburrido! Cuatro horas arriba, esperando, al sol... miraba... ¡No había nada!... Me puse a buscar arañas bajo las piedras, encontré unos alacranes, y saqué más de cien fotos... Al final, vi que el grupo venía subiendo, y me transformé en un mentiroso. Llegaron arriba y me decían: “¡¿Pero cómo llegaste acá? Te estuvimos esperando abajo”. Lo único que se me ocurrió fue: “¿Por dónde subieron ustedes?”. Me dijeron el nombre de un sendero, y respondí: “No po’, la cagaron, subí por este otro, más directo; creí que subirían por ahí”... Se la tragaron toda... Llamé al del helicóptero y, cuando vieron que venía, me mandaron la cresta; les avisé que cabían cuatro (personas más)... y bajé. No quiero degradar esa actividad, ¡pero no le encuentro ni un brillo!

Heredamos mucho las tradiciones de mi padre, un hombre que pintaba la casa prácticamente todos los años, los junquillos y el guardapolvo impecables; fue detallista a cagarse. Si veía una manchita partía con un paño a sacarla, no nos permitía que tocáramos el muro subiendo la escala, porque el aceite y la grasa (ensuciaban); en mi casa se andaba con un paño... Después lo valoras, pero en el momento dices “puta que son jodidos”. Mi mamá entraba a la cocina: “¿Este sartén quién lo lavó?”. Y le mostraba a la nana que “aquí se está juntando grasa”. Y doblaba el sartén y nosotros quedábamos así (boquiabiertos), y decía: “Voy a comprar uno nuevo, pero que nunca más ocurra esto”... Chuta, era jodida. Así nos criaron. Mi papá era un hueón ordenado, los zapatos en el closet (los tenía) por colores: los negros, los café y los granate en fila, uno al lado del otro. Heredé eso.

Consideraba que mi papá era cagado; no tenía la plata suficiente como para darnos a nosotros “los extras”. En cambio, mi mamá sí, porque tenía negocio, y a ella le decía: “Me gustó una chaqueta” y me contestaba “vaya a comprársela, mijito”. Y partía. Mi mamá ya en aquel tiempo nos tenía una tarjeta... (y compraba) ropa italiana, ¡cáchate! Mi papá me habría comprado un chaquetón de lana; no tenía la plata. Lo mirábamos mal. Cuando me fui a la universidad, me cambió la vida y empecé a mirar la casa con otros ojos. Empecé a cachar el esfuerzo de mi papá, en términos competitivos con mi mamá, pero sin que hubiese una rencilla o pelea, sino que se daba porque así se daba. Mi mamá tenía más acceso; mi papá no, le daban el sueldo y pa’ la casa. Ahí me pegué el cacho. Le agarré un cariño diferente.

Iván recuerda cómo fue la crianza de sus padres en Rancagua. Mario Tellez / La CUARTA

Vengo de una familia que era menos cariñosa de lo que uno piensa. Fueron muy trabajadores, y suena feo, pero no me acuerdo de que alguien me haya pasado la mano (para hacerme cariño). Era de muchas frases educativas o consejos, muchos; mi papá era de “cuidado con tal cosa” o “ya te dije”. Nos llamaba con mi hermano y decía: “No quiero que un día lleguen y me digan que alguien les pegó... ¡A ustedes no les puede pegar nadie!, y menos nosotros”. Nos contrató un boxeador, y en el patio aprendíamos a boxear para defendernos. El cariño de mi papá era decir: “¿Te gustan los duraznos?”, y nos traía una caja de duraznos. Ese tipo de cariño, no el del cariño en la carita. Me acuerdo de las expresiones de mi papá cuando empecé a darle besos en la cara, cuando le decía “chao, papi, nos vemos”, y rechazaba un poco ese beso de hombre a hombre. Las navidades eran apoteósicas: mi mamá en vez de comprar dos guirnaldas adornaba un pino que teníamos en el patio, y compraba treinta o cuarenta guirnaldas. Esas cosas las fui aprendiendo, madurando ese pasado que lo vivimos sin darnos cuenta.

A los 17 años me dejé bigote y fue mi look casi siempre... Vengo de una familia lampiña. De repente, me empezaron a salir pelos horribles, que demoraban mucho en crecer, ¡hasta que tuve bigote! Me empecé a hacer como Salvador Dalí. Llegué a la universidad ya teniendo bigote y no me los corté nunca, salvo una vez me empezaron a molestar mucho y me los corté como siete meses. Los bigote fueron, de alguna manera, un elemento representativo... Ahora me dejé la barba, por flojera; me la cuido, pero la tengo que cortar bien. He dejado de hacer cosas, que me han querido contratar como Profesor Rossa, porque me dicen que sí, pero que me tengo que cortar la barba. No. Le he dado más importancia a la barba que al propio personaje. Me pueden decir hueón, pero así es. Me da flojera sacármela, ¿y volver a tenerla otra vez? Demora en crecer... Me falta petróleo, jaja.

Me hice conocido en Rancagua por animar y contar algunos chistes, en fiestas en el Instituto O’Higgins, del liceo u otras entidades; hasta las monjas me pedían que me subiera al escenario a animar y matizar con chistes. En algún momento, empezamos con unos amigos a hacer sketchs, inventábamos estas pequeñas obras y las presentábamos en la plaza de Rancagua. Me fui dando a conocer. Siempre los chistes fueron, de alguna manera, relacionados con la amistad, el asado y los encuentros; nunca algo profesional.

"Siempre los chistes fueron, de alguna manera, relacionados con la amistad y el asado; nunca algo profesional", recuerda Iván. Mario Tellez / La Cuarta

En mi época universitaria nos contábamos chistes con Álvaro Salas. Soy muy amigo de Pujillay desde los inicios; ellos ya estaban un poco afirmados como folclor cómico. Yo era muy amigo de Álvaro y, por supuesto, de todos. Además les ayudaba a hacer pequeñas rutinas, nunca musicales, sino a cómo salir y entrar, les diseñé el vestuario y los ayudé mucho en el Festival de Viña, y hasta estuve con ellos arriba del escenario cuando hicimos unos dobles, vestidos de Pujillay —que soy muy parecido a Marcelo Romero—, y toda la Quinta Vergara aplaudiendo, ¡y no éramos Pujillay! Pasaron unos minutos y salieron los reales Pujillay, y quedó la escoba... una humorada... Nos fuimos conociendo con Álvaro, que nos juntamos en la Plaza Victoria frente al cine, y éramos locos, empezamos: “Ya, inventemos un chiste... de brujas... o de bomberos”. Nunca llegábamos a constituir un chiste, pero nos dábamos ideas. La vida quiso que Álvaro, a la larga, fuera el verdadero cómico, y yo tomé el rumbo para el lado del “Profesor Rossa”. Hasta que empecé con los chistes “sin censura”. Tuvimos un éxito bastante grande en el Monticello, donde hicimos un show que se llamó “Chiste corto y chiste largo”. Yo contaba chistes de 22 minutos, conté nueve; y Álvaro habrá contado unos 90 chistes cortos, en el mismo tiempo. Queremos hacer de nuevo algunos eventillos.

La palabra “azar” me calza justo. Empecé haciendo escenografías, libretos, reemplacé actores, estuve a cargo del departamento de utilería y tramoya, y luego del departamento de arte... Recibía pequeños sueldos que, en la sumatoria, era muy bueno; por mientras, de fondo, mi gran anhelo era ser mago. Y estaba inscrito en Estados Unidos en el The Magic Castle, en Los Ángeles, California, y no me podía ir porque me llegaban más cosas para hacer. Estuve seis años en la universidad, y no me iba a estudiar magia, y esa plata se perdió. Pero siempre me ayudó, y a lo mejor es un “consejo” a los cabros jóvenes: cuando uno tiene algo en mente, no lo puede realizar y está realizando otra cosa, lo que tienes en mente ayuda, porque es una mochila de seguridad, una alternativa. Tienes esa carta oculta, en espera. Me fue bien. Y no me fui.

La magia fue un pasatiempo en mi vida, tuve muy buenos contactos, al “Mago Larraín”, que nos juntábamos en mi casa y me enseñaba; me iba a Miami, estuve en Las Vegas y vi los grandes shows. Me gusta, pero no (soy) mago. Son tonteritas que hago: desaparecer una moneda o un palo de fósforo, y algunos trucos de naipes. No le di toda la cobertura que debería. Tengo amigos magos y el otro día me junté con uno que me decía: “¿Cuándo nos juntamos? Yo te enseño”... Es un placer mental nomás. Siempre voy a la casa de un amigo que me dice: “Hazte un truquito” y le hago un truco; pero, tonteras. Evidentemente, a estas alturas de mi vida, no pienso ser un profesional. Pero siempre me sirvió como respaldo, en la medida que me fuera mal acá.

"Siempre me sirvió como respaldo, en la medida que me fuera mal acá", asegura Iván sobre su sueño de ser mago. Mario Tellez / La Cuarta

Tengo entendido que a los 31 años me dio el primer infarto, extrañamente; el mismo médico estaba sorprendido, yo era relativamente joven. Mi papá murió de un infarto, y joven, con 63... menos mal que yo lo pasé, jaja... Mi hermano tiene tres bypass, yo tengo tres stents (coronarios), tengo un sobrino con trasplante de corazón y mi abuela murió de eso... Yo voy a morir por eso, ya sé que voy a morir de la cuchara... pero me da lo mismo; creo que ya cumplí en la vida. Tengo 73 años... no hay nada qué hacer. Eso es lo penca de esta cuestión... ¿Qué haces ya a esta edad? Ya tienes casa, auto y viajas... ¿Qué más quieres? No quiero ni una hueá más.

Casi toda mi vida ha sido sin pensarla, porque son cosas que se me han puesto en el camino, puertas que se abren, conexiones que se han dado y gente que me ha querido ayudar. Tengo que agradecer a un listado enorme de gente que me prestó sus servicios sin ánimo de nada, desde la universidad. Presenté mi proyecto de título y un señor de Villa Alemana me prestó su taller, me dio unos fierros y los soldó hasta las 1 o 2 AM. Yo no tenía plata y me ayudó. ¡y hasta me acompañó a dejar el proyecto en la universidad! Cuando entré al canal 4 de Valparaíso (UCV) entré para hacer escenografías. Me las di de capo, solo, la cagué, cometí errores, no sabía, no era escenógrafo; y contraté a un señor que me dijo: “Lo ayudo, no se preocupe por la plata, después vemos”. Estuvo cuatro años conmigo y le conseguí un sueldo. Y por estas cosas de la vida, un año atrás fui a hacer un show y me llegó un telefonazo de la hija de él: “Mi papá lo adora y se acuerda de usted”. Y le contesté: “¡Dile que vaya a mi show!”. Y llegó, un viejito... Me emocioné... Esos hechos sentimentales me llegan exclusivamente a mí porque me sé la historia... “¿Por qué se puso a llorar el Iván con un abuelito?”... Yo sé quién es ese abuelito.

Hay una cuestión muy rara: Cuando a mí algo no me gusta y no estoy completamente de acuerdo, me baja como un líquido por la pierna izquierda, y me llega a los dedos del pie, como ácido. Y cuando algo me gusta, me pasa eso en la muñeca. El médico me dijo que puede ser un aumento de adrenalina por ciertas emociones, pero me da sólo en un lado... ¡Y es cierto! Voy en la camioneta, tengo una discusión, siento el “ácido” por el pie y pienso: “Esta hueá viene pa’ mal”.

"Casi toda mi vida ha sido sin pensarla", asegura Iván sobre el rol del azar en su vida. Mario Tellez / La Cuarta

Me defino como eutímico. El eutímico no es ni para allá ni para acá. No soy expresivo. No me ha traído costos, pero ha llamado la atención con mis más cercanos... “¡Goooool!”, gritan. ¿Pa’ qué gritan digo yo? ¿Pa’ qué le pones color? Metió un gol, de eso se trata. Se murió mi pariente y digo: “Bueno, llegó el momento, me va a llegar a mí”. Estoy frente a las pirámides de Keops en Egipto, las veo, toco y recorro, pero no desde una exageración, que la entiendo; lo encuentro todo normal... Me afecta en las relaciones de pareja, por que, por ejemplo, no me enojo (o poco), y me dicen: “Esto no puede seguir”, y yo contesto “bueno, no puede seguir”; o “es que yo me voy a ir”, y yo digo “bueno”. No voy a discutir eso. Con mi hermano tuvimos conversaciones como: “Iván, no has ido a ver a la mamá”, a lo que respondo: “Está en el cementerio, si la voy a ver no veo nada; veo pasto”.

Soy demasiado práctico y busco mucho el fundamento. Soy fundamentalista e investigativo. Ser así hace que las emocionalidades sean muy pocas en la vida. Me he emocionado de otras cosas y llorado. He llorado pocas veces en mi vida. En Rusia me tocó una cosa maravillosa. Venía saliendo de una feria artesanal y había un abuelito, muy bonito, la carita era como de un muñequito. Y vendía fichas. Le dije al traductor que le preguntara cuánto valían. Le compré cien, todas, que en total eran como 12 o 15 dólares, para llevármelo como colección. Yo no andaba con sencillo, tenía billetes de 100, y le pasé uno. El señor lo miraba, lo tocaba y no lo podía creer, ¡no podía creer que tenía un billete de 100 en sus manos! Y empezó a decir que eso lo perjudicaría, porque le iban a preguntar de dónde lo sacó, y se puso a llorar. Y me largué a llorar, porque pensaba: “Claro, a ellos el Estado les da 25 dólares mensuales”, y yo le estaba pasando un billete de 100, a los que no tenía acceso. Le compré todas las fichitas, hasta el bolsito en que las traía... Era una pena enorme pensar en él, quizá que le iba a pasar después... Ese tipo de cosas, personales, me emocionan. Otro no lo va a entender.

Hice al Profesor Rossa ocho meses gratis. Fui un agradecido de que me lo aceptaran. En el mismo instante en que me dijeron “ya”, pensé: “Puta, ¿qué haré?, tengo la idea nomás”. Fue tan inmediato. Bajé corriendo por las escaleras en el canal 4, y había ropa que todos cooperaban, como un rincón de cachureos. Encontré un frac y una peluca rosada. Me puse la peluca, había un espejo. Lo encontré de lo más ridículo. “Me van a agarrar para el hueveo”, pensé. “Parezco payaso”, y con bigote; además, en ese tiempo estaba presente “La fiebre rosa”, el mundo homosexual en Europa. Corría el riesgo de que me dijeran tonteras y se tergiversara... A las dos semanas, me puse de nuevo el frac y la corbata; y con pintura roja y blanca hice la mezcla hasta que se pareciera al color de la peluca, y me pinté los bigotes y las cejas. “¿Y cómo vas a llamar al personaje?”, me preguntaron. “No sé... como voy a enseñar cosas: ‘Profesor’, y ‘Rosa’ por el color; pero agreguémosle una ‘s’ para que no parezca ‘rosa’ de flor, sino de apellido, como italiano”. Y para más estupidez, partí hablando como alemán; ni sé por qué. La prensa empezó a hablar del personaje, que aparentemente venía del extranjero, hablando español, para enseñarle a los niños. Se corrió la voz. Decían que venía de Bélgica, Bulgaria o Alemania. Yo, calladito. Y con el tiempo, a los cuatro años, empecé a sacar el acento, y ya cuando llegué al 13 hablaba como yo.

"Soy demasiado práctico y busco mucho el fundamento", declara Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Juan Alcayaga (Don Carter) es una amistad que nació por relaciones de trabajo. Con Carter me ocurrió algo diferente, porque lo conocí en canal 4 de Valparaíso (UCV), y yo le ayudaba a hacer los libretos (en Para saber y jugar), entonces era yo quien trabajaba para ellos, que eran el “Pompi”, la “Monona” (Amanda Lorca), y la conductora, Patricia Undurraga, quien después fue gerenta general de Canal 13. Al Carter después lo contraté para que trabajara conmigo en El mundo del Profesor Rossa; yo trabajaba en los libretos y él me ayudaba. Es una relación más bien laboral, y de amistad, extrañamente, no somos de los que nos juntamos constantemente; sí nos llamamos, y lo mismo pasa con “Guru” (Claudio Moreno).

Tengo nada de amigos, dos... ¿A qué le llamo amigo yo? A aquel que viene para mi casa y yo voy a la suya; viajamos juntos; nos juntamos; contamos la intimidades; y cuento con él cuando realmente lo necesito, y él cuenta conmigo. Pero nosotros tendemos a decir “amigo” genérico, y realmente no lo son. Son personas con las cuales puedes juntarte y conversar, pero no constantemente. Son (relaciones) paralelas.

Cuando me llamaron para El mundo del Profesor Rossa en Canal 13, y empezaron a ver que podíamos tener otro tipo de personaje, en ayuda al “Profesor Rossa”, apareció primero el Tío Valentín (Trujillo), que él es como mi papá, que había muerto y me decía que “ojalá algún día llegues a Canal 13″; ese es otro momento mío muy de lágrima: mi papá no vio que llegué a Canal 13. Tuve un encuentro con Valentín Trujillo, que lo encontraba muy parecido a mi papá, igualitos, se parecen de aquí para arriba. Le pedí y él se ofreció a trabajar conmigo en el Profesor Rossa, lo que fue un LUJO. (Antonio) Mechaca, que era el productor ejecutivo de Canal 13 y Sábado gigante, nunca creyó que Valentín ofreció ayudarme en un programa infantil, que tenía experiencia en esos formatos como Pin Pon. Le decían “Amigo Valentín”, a mí no me gustó eso y le dije: “¿Le puedo decir ‘Tío’?”, y me dijo que sí, y hasta hoy todos le dicen “Tío”. Me siento orgulloso de que todo el mundo, la prensa, las amistades y grandes mandatarios, le dicen “Tío Valentín”. Fui el primero. Lo mismo con la palabra “sin censura”, que la metí en el programa de Eduardo Fuentes (Mentiras verdaderas), y ahora todo el mundo habla del “sin censura”.

Iván recuerda cómo surgió su paternal vínculo con Valentín Trujillo. Mario Tellez / La Cuarta

¡Me llegaban 40 mil cartas mensuales en la época de las cartas! Una locura, la gente no sabe eso. Teníamos que contratar seis personas para leer cartas y seleccionar las que venían con felicitaciones y las que pedían cosas, porque hay gente que cree que soy el Viejo Pascuero, que te pide bicicletas, televisores y muñecas.

Siempre me ha cargado la política. Estamos comprobando cómo se destapa más y más la olla de lo sucia que es. Vengo de una época en que mi padre fue regidor de Rancagua, hacía campañas políticas, le ayudaba a otros políticos, lo recontra cagaron, hasta que mi papá me dijo en el patio de mi casa: “Te pediré un favor”... Creí que me iba a mandar a comprar duraznos... Y me dijo: “No te metas nunca en política, no me preguntes, no te metas”. Le hice caso no por hacerle caso, sino que se dieron las condiciones. Me fui a la universidad y me eligieron representante de la Casa Central de la U. Católica, en un movimiento llamado N15, ¡no tenía idea qué mierda era!

Tres veces me propusieron ser alcalde de Rancagua. En una comida de amigos rancagüinos se nos dio una conversación —que se le podría dar a cualquiera— en que me empezaron a preguntar, como yo visitaba Rancagua constantemente: “¿Cómo encuentras Rancagua? ¿Cómo la ves de afuera?”. “Está deteriorada”, dije y empecé: “Tiene como cinco entradas y no hay ni un cartel que diga ‘Bienvenido a Rancagua’... mira la hueá elemental... ¿Por qué no hacemos un pórtico bonito?”, “la Alameda la pintaría toda de nuevo”, “arreglaría el pórtico del Cementerio, que parece que se nos va a venir encima” y “la calle Independencia está llena de cablerío”... Todos callados. “¿Quieren que siga?”, pregunté. “Dale, dale, tienes que ser alcalde de Rancagua”, propusieron... Y al día siguiente apareció en el diario: “IVÁN ARENAS, EL PROFESOR ROSSA, DA MUCHAS IDEAS PARA LA COMUNA, debería ser alcalde”. Y quedó la cagá. Me empezaron a llamar.

"Tres veces me propusieron ser alcalde de Rancagua", cuenta Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Me llamó hasta (el exPresidente) Sebastián Piñera, muy serio y simpático también, en una oficina suya llena de papeles. “Debería ser alcalde”, me dijo. “Todos me han venido a decir que tienes características e ideas” e “inmediatamente te digo que hay 50 millones de pesos para que partas”. “No”, le contesté, “lo primero que quiero decirle es que no soy político; yo iría a una carrera política pero no respaldado por un partido”. “Tienes que firmar por el partido”, me dijo. No. Anselmo Sule (exsenador radical fallecido en el 2002), me llamó también, y dos más, que no me acuerdo de los nombres... No tengo idea qué año fue... con cuea sé el año en que nací... con cuea. Dije que no, pero siempre estuve dispuesto a ayudar. Pero ser alcalde, no.

El contar (realmente chistes) fue en Mentiras verdaderas (La Red), con Eduardo Fuentes, que de repente Eduardo me preguntó qué es lo que hacía yo en mi juventud, entonces me dijo que le contara un chistes. Y me cagó po’, yo no iba preparada para. Estábamos al aire y le dije: “No te voy a contar ningún chiste porque, si cuento alguno, te van a echar cagando”. Se rió y me dijo: “Dale nomás, son las 11 de la noche”. Conté un chiste. Y después, otro. Era viernes. Me fui y el martes me llamaron: “Iván, cuando contaste los chistes, subió el rating, ¿por qué no vienes de nuevo el viernes?”... Y ahí me cagaron porque fui cuatro viernes, gratis, como hueón, jaja... Empecé a hacer shows… Contar chistes más extensos y subidos de tono me dio miedo, por supuesto, pero me duró repoco, jaja. “Aquí va a quedar la cagá”, pensé. “Me ponen arriba de un pedestal de la parte educativa; y de repente, ‘¡¿y este qué está contando?!’”. Era como ¡PAAA!, un vuelco total, dado al alzar nuevamente, que es parte de mi vida.

Yo cuento chistes pero no me considero humorista, para nada; me han puesto que soy “comediante”, tampoco. Soy un hueón que se sube a un escenario y cuenta chistes. No le veo que me pongan título. Y si quieren ponerte título, coloquenme. No quiero pecar de humilde tampoco... ¡Nunca hice esa hueá! No me digas que soy profesional en eso. Por ejemplo, se enojaban conmigo mis compañeros de la universidad, porque les decía que “vine a perder tiempo a la universidad... ¡seis años pa’ una carrera que en este país va a costar más que la cresta ejecutarla! ¡¿Dónde ejecutas ingeniera industrial en este país?! ¡Estamos mal ubicados!”. Con dos años estamos al otro lado, habría ganado cuatro años haciendo otra hueá.

"Soy un hueón que se sube a un escenario y cuento chistes", asegura Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Alguna vez llegué a presentar veinte funciones al mes. Ahora, hasta el momento, si la cuchara me lo permite, podría seguir así. El Dado de alta es la historia mía de uno de mis infartos, el último; más chistes de médicos, de operaciones, trasplantes, de un gallo que quiere trasplantarse el pene, otro que se quiere poner cuarenta penes en el cuerpo... aunque en el show diré “corneta”.

Me siento bien, salvo el otro día que estuve en Calama, que puta que la sufrí, por la altura. Así que no voy más... Tengo cuatro infartos, y capaz cuanta cagá más pueda tener; no me miro por dentro... Me chequeo, pero los chequeos pueden tener un alto porcentaje de veracidad desde el punto de vista médico; pero a los infartados como yo mañana nos puede dar una hueá. Además fumo. Tengo dos enfisemas. El médico me dijo: “Te vas a morir”, y yo le dije: “Vos también, nos vamos a morir los dos”. No fumo menos que antes, fumo varias veces más. Me da lo mismo. No quiero dejar de comer pernil porque me haga mal. Seguiré comiendo lo que quiero comer, y lo que me gusta. No le tengo miedo a la muerte.

Creo que toda la gente tiene algo, algunos que no se dan ni cuenta. Willy Sabor es un niño-adulto que tiene esa gracia de que no hace nada siquiera, entra al escenario, mira, abre la boca y la gente se ríe. Esa comprobado, ¡comprobado! He estado con él en montones de shows. De repente incluso yo mismo le he picado la guía y le digo: “Willy, cuéntate un chiste, puede ser horrendo y la gente se va a reír con vo”. Es más, una vez armamos un show. Tiene esa característica. Y a otros les cuesta, tienen que esforzarse para lograr una semi-risa. A mí me ha ido bien. No sé si llamarle ángel, pero es muy posible que por yo tener ese reconocimiento público con respecto a la parte educativa de tantos años, que haya roto este asunto y puede que me ayudó en vez de criticarme: “Tanto que nos enseñó”, pueden decir, “y mira ahora, me cago de la risa”. Incluso se me acercan cabros jóvenes. Tengo que aprovechar este resto de lo mucho, poco o nada que me pueda quedar, ¡pero bien!

"No quiero dejar de comer pernil porque me haga mal", reflexiona Iván sobre su salud. Mario Tellez / La Cuarta

Lamento mucho que hay varios personajes mundiales que nunca se han querido retirar y terminan dando pena... Al mismo Chavo del 8 (Roberto Gómez Bolaños) lo vi muy viejo para seguir haciendo un Chavo del 8, ¡muy viejo! No tengo nada en contra de los viejos, pero la actitud, los modos y lo verbal (ya no estaban bien). En la última función de Coco Legrand vi que se le olvidaban las cosas y había que estar soplándole, ¡da rabia! ¿Qué cuesta decir “cumplí y me retiro en gloria y majestad”? El Coco fue extraordinario. Hay extranjeros que llegan a Chile hechos mierda y sigue con el escenario. No quiero llegar así. A lo mejor mañana me retiro, jaja.

Nunca me ha interesado el Festival de Viña. He hecho miles de escenarios. El Festival creo que es para otro tipo de estructura de espacio-tiempo. Si me hubieran ofrecido el Festival cuando tenía 30 o 40 años, es muy posible que le habría hecho empeño. Tengo 73. La plata que ofrecen no me seduce; y la imagen que uno podría proyectarse a través del Festival no es algo que busque. Ir a correr un riesgo, después de todos estos años haber recopilado un reconocimiento público, —muy contento de eso, agradecido de la cantidad de gente, cuatro generaciones y estoy picando la quinta—, ¿pa’ qué ir al Festival? ¿Como homenaje? Un homenaje que me lo hagan aquí en mi casa. No me seduce. Para ir a un show a cualquier parte ya tienes a gente 200 o 300 personas, que ya encuentro mucho. Pareciera ser que la comicidad no mide que “quemas” una rutina. Si vas al Festival, a lo mejor te pagan 20, 30 o 40 palos, y yo creo que le pasa lo mismo a los grandes artistas, que tienen cobrar una GRAN tonelada de dinero para que se justifique el “quemarse” en un país. Se mide por incentivos, méritos, por lo económico y porque “me va a conocer más gente”. Estoy en una etapa en que ya pasé por eso; lo digo con más humildad que la cresta, no sobradamente.

En Tal Cual (TV+) había gente cariñosa y que respeto; no seguí por mal pagado, muy mal pagado, no valorado económicamente. Y lo callé durante años, muy mal pagado.

"Si me hubieran ofrecido el Festival de Viña cuando tenía 30 o 40 años, es muy posible que le habría hecho empeño", analiza Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Tengo una vida más nocturna mentalmente y de trabajo, hasta las 3 o 4 AM, y duermo en las mañanas... Me levanto tipo 1 PM, porque trabajo hasta tarde, por la tranquilidad, no por la flojera. Me cagué de la risa con que la nana —que toda la vida me ve acostado—, hace un tiempo atrás entró a mi pieza, y me dijo: “Don Iván, ¿en qué trabaja usted?”... Me cagó po, jajaja. “Nana”, le respondí, “me ve aquí echado, pero estoy con el computador, el celular, un archivador y un lápiz acá; a todo lo que leo le tomo apuntes y estoy estudiando”. “Ah”, me dijo, “yo siempre lo veo acostado”. Tiene toda la razón. Mi dormitorio es mi casa; acá (a la biblioteca y estudio) subo una vez a las 500, y prácticamente no conozco el living, el comedor ni la cocina, ni una hueá de abajo. Entro (al departamento de tres pisos) y subo al dormitorio, donde como, tomo desayuno y once. Me acostumbré a trabajar acostado. Tengo una oficina y no la ocupo. Muy pocas veces vienen amigos a un asadaito, y nada más.

Soy coleccionista, tengo muuuchas colecciones. Tengo la colección más grande en Sudamérica de cajas de fósforos, ¡tengo 95 mil cajitas! Tengo colección de campanas, unas ciento y tantas, grandes, de barcos, iglesias, de la India, Pakistán y Tailandia. Colecciono máscaras, búhos, instrumentos de bronce, sables, espadas, ballestas, dagas, cuchillos, pipas y dedales, que tengo todo en la casa en Rapel.

Vi la colección de sopletes que tiene Álvaro Rudolphy (La mostró cuando Martín Cárcamo lo entrevistó en De tú a tú), que me gustó mucho. Lo estaba vendiendo, pero los estaba vendiendo en una locura. No le pregunté, no tengo contacto; pero me llegó el dato de que lo vendía en una locura, así que dije no… Ahora empecé con los sopletes, que tengo pocos, dieciocho, pero voy de a poco; y con destapadores de botellas, que ya voy en 4 mil y tantos... No tengo criterio. De lentes tengo ganas, pero a lo mejor justo antes de que me muera. Quiero que todo eso vaya al museo. Voy a las ferias de antigüedades en Europa o donde esté, y ando averiguando. La colección que aumentó rápidamente fue la colección de teléfonos antiguos, ya voy en más de cien; el otro día fui a Argentina y me traje diecisiete.

"El otro día fui a Argentina y me traje diecisiete", cuenta Iván sobre su naciente colección de teléfonos "antiguos". Mario Tellez / La Cuarta

Los shows para mí son entretención maravillosa, pero si me preguntan: “¿Cuál es mi sueño de aquí para adelante?”... Ni uno... Sí tengo ganas, a lo mejor, por razones obvias, de hacer un museo. Tengo TANTA cosa que he juntado paulatinamente, premios, galvanos, diplomas y mis enormes colecciones, que digo: “¿Quién se va a quedar con todo esto?”. Nadie querrá cuidarlo. Significará un costo, hay que estarlo cuidando. Pensé en un museo que se transforme en un centro educativo. Lo que quiero es que sea un núcleo educativo, que vayan a aprender, leer e investigar; hoy, que está tan de moda la inteligencia artificial, que se enseñe el manejo de eso, cómo investigar respecto a las diferentes temáticas y profesiones en que están los cabros. Hoy hay un mundo enorme dentro de la computación; que no les pase lo que a mí: me llegó la computación y no tenía idea qué era ese aparato. Todavía no sé mandar una foto del teléfono. Con cuea mando un whatsapp, porque está lleno de teclas. Esto no está diseñado para hueones. Fui parte de la evolución tecnológica, que me llegó de sopetón.

Tengo tres posibilidades mentales de dónde poner el museo: una Rancagua, por el hecho de que nací ahí; otra, Valparaíso o Viña, porque ahí nació el Profesor Rossa; y Santiago, por la cantidad de gente, sería mucho más visitado... Quien quería llevar mi museo a Santa Cruz fue (Carlos) Cardoen, y me daba un galpón enorme; pero él quería todo para él. No po’, el esfuerzo y los años que yo he juntado cosas tiene que quedar para mi familia; pero que lo ordene y cuide un museólogo, alguien que se dedique a esto... Estuve a punto de instalarlo en Rancagua, en una casona del Centro español, inmensa y abandonada, con un parque maravilloso; había que meterle harta plata, 400 millones, según calculamos. Ya teníamos alguna visualización de sacar dinero por intermedio de la municipalidad y el Estado... Pero justo se quemó, o la quemaron, no sé.

¿Qué me genera intranquilidad? Por ejemplo, estoy escribiendo tres libros, y estoy con la cuestión de avanzar, avanzar y avanzar. Me falta tiempo y quiero terminar ¡ya! Mañana me puedo morir, pero quiero hacerlo en la medida que pueda. Son libros de datos curiosos que tienen que ver con colores, y al que he dado más interés es al de todos los datos del “negro” (los otros son del “rojo” y “blanco”), porque mentalmente partí con ese. Quiero llegar a 100 o 120 datos por libro. ¿Por qué los neumáticos son negros?, en consideración que eran blancos. Busco lo curioso, lo raro, anecdótico, sorprendente y relevante. ¿Por qué las moscas son negras? ¿Por qué hay moscas que se alimentan de petróleo? ¿Por qué los insectos son más atraídos por el negro? Las cebras, por ejemplo, son atacadas por muchos insectos en las franjas negras, no blancas. ¿Por qué el carbón es negro? ¿Sabías que el carbón se convierte en diamante? Ahí van los datos curiosos que explican esta transformación. ¿Por qué una muela picada se pone negra? ¿Por qué las momias son negras? ¿De dónde viene la palabra betún? ¿Por qué los cardenales se visten de rojo en el Vaticano? Un ave y una flor se llaman cardenales. ¿Quién fue el primero en nombrar a los cardenales? Ese tipo de cosas.

"Estoy escribiendo tres libros, y estoy con la cuestión de avanzar, avanzar y avanza", actualiza Iván sobre sus trabajos. Mario Tellez / La Cuarta

Tendré que buscar a alguien para la distribución de los libros; hasta ahí llegará mi pega. Estoy muy contento, ya estoy terminando los otros dos... Una de las cosas que tengo peor es la ansiedad por terminar, hacerlo lo más rápido posible. Cuando estamos afuera (en giras de shows), estoy pensando en otra cosa, y no hallo la hora para echarme el pollo e ir a avanzar, porque hasta mis propias actividades, para mí, son pérdidas de tiempo. En este momento, los libros, y paralelamente el museo, son mis actividades que más me interesan.

Ya no juego tenis. No fui mal jugador, pero era irresponsable, nunca lo tomé en serio. Cuando el tipo jugaba conmigo —el amigo o el pariente—, me ponía a huevear. Me daba lo mismo perder o ganar; para mí siempre fue una entretención. Pero el jugador de tenis, juega; puede perder, pero jugó. Juego muchos juegos, y aprendí que juego a ganar; y si pierdo, no importa. Pero hueveo. Soy muy buen bochista, juego a la bocha, un juego italiano, y tengo cancha. El ajedrez me encanta y los naipes también. Son juegos de salón y entretención con los amigos. No soy deportista. Y menos seré político.

Soy de los que me escabullo de la droga, del alcohol, de los curaos; no quiero un mundo de ese tipo. Yo tomo mis tragos, y nunca he probado ni la marihuana; de repente te juntas con un lote, aquí mismo, hay personas que me dicen: “¿Me puedo fumar un pitito?”, y digo “no, ahí está la puerta”. Duele, molesta y además no lo entiendo. No soy bueno para muchas cosas. Soy medio criticón. Ahora, son libres de hacer lo que quieran; pero yo digo: “Esto no me gusta”.

"Soy de los que me escabullo de la droga, del alcohol, de los curaos; no quiero un mundo de ese tipo", sincera Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Miles de hueones me deben plata. DJ Méndez no lo quiso reconocer, pero efectivamente él no fue el que me pidió plata, fue su abogado, pero el abogado de él era socio. Me pidieron $70 millones en ese tiempo. Se los presté porque tenían una gira y no sé qué cosa; además, consultado con mi abogado, porque él era tío del abogado de (Méndez), y me dijo: “Sí, le está yendo bien”. Cuando llegó el momento en que hasta el día de hoy no me paga, digo: “Bueno, yo le presté la plata al DJ”; pero el DJ alegó y (dijo) que “yo no he pedido nada”; pero efectivamente me lo pidió su abogado y socio. Y tampoco puso la cara y no dijo nada... Salimos perdiendo. Seguramente está en el cárcel (el abogado Antonio Guzmán, por el caso Primus), no me cabe duda, si hacía cosas indebidas.

A otro amigo, en Rancagua (un tal “Valenzuela”) también le presté $70 millones. Se supone que quebraba, mostrándome un papel, un contrato con la mina El Teniente, que era por casi $400 millones, por la construcción de los desvíos de los desagües de la mina. Primero me pidió $50 para pagarle a los trabajadores. Éramos amigos, conozco a sus hijos y a su señora, fuimos compañeros de colegio y mil hueás. Quebró el hueón y me cagó. Se tiró a la quiebra y no me pagó ni uno... Y hay varios productores que me han cagado...

Cuando sufrí mi último infarto, en el trayecto por la clínica la gente me pedía fotos y autógrafos. Creo que hay que entender a la gente, que ellos no ven eso. Cuando estás almorzando, digo: “Bueno, qué le voy a hacer”. Ellos ni yo tienen culpa de que yo sea conocido. En los aviones hay gente que hasta me ha cantado el “Cumpleaños feliz”, o me invitan a la cabina; y los carabineros tienen una muy buena formalización conmigo. La gente me quiere y me doy cuenta. Qué cosa más linda encontrarte con alguien en la calle, que no tienes idea de quién es, viene, te abraza y te dice: “Profe, usted es mi ídolo; soy biólogo marino, y gracias a usted”, “soy profesor” o “estoy metido en el arte, gracias”. Me hace sentir extraordinario. Si quieren saludarme, a lo sumo puedes decir: “Más ratito voy y me saco una foto”. Hay gente que pide dibujos, y otro que ve y te dice: ¡¿Y a mí!?”. O “¿le puede mandar un saludo a mi papá que lo quiere tanto?”. Y así todos los santos días.

"La gente me quiere y me doy cuenta", reconoce Iván sobre su lugar en la cultura pop. Mario Tellez / La Cuarta

¿Qué sentido le he encontrado a la vida a mis 73 años? Casi ninguno. No entiendo por qué llegamos a este planeta. ¿A qué? ¿A sufrir, a pasarlo mal, a discutir? No entiendo. El planeta no le hace la vida fácil a uno. Nosotros más le complicamos la vida al planeta, lo dañamos, lo trizamos, lo olvidamos, no somos cariñosos con la Historia y no respetamos el pasado. Estaba en la Isla de Pascua y veía cómo la gente meaba los moais, o tiraba botellas y chicles. Estoy hablando un poco de Chile, aunque he visto este tipo de cosas también afuera. Lamentablemente hago una acusación al Mundo Oriental también, que tampoco respetan mucho; he estado en el Louvre o Versalles, y los orientales son de los que se sacan 50 millones de fotos, pero pasan por arriba de las rejas, de las contenciones, se meten arriba de los monumentos y se sientan en las faldas de Abraham Lincoln. No hay ningún respeto.

No me gusta el inglés porque encuentro que es un idioma hueón, desde mi punto de vista. Me cambia las cosas: si quieres decir “la puerta azul”, ellos dicen “the blue door”, o sea, “azul puerta”. ¡Me estai hueveando! El adjetivo calificativo califica po’; no puede calificar antes. Entonces, ¿para qué voy a aprender una hueá que, para mí gusto, está mal hecha? Prefiero contratar un gallo que me guía y traduce; mejor, más cómodo.

"El inglés porque encuentro que es un idioma hueón", opina Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Casi me metieron preso la última vez que fui a Estados Unidos, en Los Ángeles, California. Llegué solo, fui a ver a mi hermana y mi hermano. Llegué al aeropuerto y me atendió un gallo que hablaba español, menos mal. Y me dijo, sin mirarme: “¿A qué viene usted?”, y yo le contesté que a “nada... a conocer, ver, mirar, recorrer”. Y me pregunto: “¿A dónde viene?”, y le contesté que no tenía idea, “me viene a buscar una hermana, ¿cómo me voy a saber la dirección si se cambió de casa? Ella me llevará... ¿a un paseo, a un hotel o a su casa? No lo sé”. “¿Cuánta plata trae?”, me preguntó. “¡Qué sé yo cuánta plata traigo, no tengo idea, una cagá o mucha, no sé”, contesté. Me agarraron, me llevaron a una pieza, me empelotaron, me abrieron la maleta y me buscaron hasta por debajo de la lengua cualquier huéa, y me seguían haciendo preguntas y yo contestando: “Vengo a ver a mi hermana, no vengo a ver Estados Unidos”. De ahí no me sacaba nadie. Y de ahí trajeron a otro weon. “¿Ha venido antes?”, me preguntó. “Claro, yo creo que conozco más que usted”, dije. Quedó la cagada, me iban a llevar preso... Qué huevá... Me carga.

Llegas a Chile y te piden abrir las maletas: “Ábrelas vos po hueón, si tú las quieres abrir”, dije. Soy hiriente en mi defensa; mi sistema de defensa, si me huevean, hay se las ven, porque me voy al chancho. Me hicieron tira la maleta abriéndola. “No me la vas a pagar sinvergüenza”, le dije. “Usted no la quiso abrir”, me contestó. Empecé a cambiar todas las hueas de una maleta a otra, y la otra la dejé tirada... ¡Imagínate me encontraran algo! No traigo nada, traigo mis colecciones. También me huevearon porque traje diecisiete teléfonos de Argentina... ¿Crees que voy a vender estas hueas del año de la corneta?

"Mi sistema de defensa, si me huevean, hay se las ven, porque me voy al chancho", advierte Ivan. Mario Tellez / La Cuarta

Naces, te cría el papá y/o la mamá, se sacan la cresta por ti y después te vas... Vas a ver a los papás una vez a las 500... Está mal hecho esto... Se fueron, yo me fui, todos se fueron... Y después ya no tienes ni de qué hablar con tu propio padre o madre, y es como: “¿Y cómo te ha ido?” y “¿Y usted cómo está?” y todas las conversaciones se empiezan a transformar en banales. Qué terrible esta desconexión de un cariño y esfuerzo enorme, de personas que tienen uno, dos, tres, cuatro y cinco hijos. Y hay otros que piensan que hay que tener más hijos para que, ojalá, el último nos acompañe en la vida.

Quiero que me cremen... Una buena idea: Hoy día en Estados Unidos están haciendo un experimento y ha dado resultados, que agarran tus cenizas, las llevan a 1.200°C, las cristalizan, y queda un cristal; y te pueden guardar, por ejemplo, en un anillo... Rara la hueá... Sino que me tiren al (lago) Rapel... polvo de mierda.

No creo en nada después de la muerte. No creo en el alma, en el espíritu, en las penaduras, cementerios ni nada.

"Naces, te cría el papá y/o la mamá, se sacan la cresta por ti y después te vas", reflexiona Iván sobre la Humanidad. Mario Tellez / La Cuarta

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido diseñador industrial, me habría gustado ser mago. El plan A se transformó en Z, porque en mi vida he hecho montones de otras cosas como diseñador, me instalé con una agencia en Viña que fue un chiste... he hecho cagadas, pero sin mala intención; siempre quise hacer cosas y fui un busquilla.

En mi época de estudiante en la U. Católico era normal. Carretero no fui nunca, hasta el día de hoy no salgo; la pandemia la viví acá dentro. No salí por tres años. No me interesa. No conozco Santiago. Tampoco me interesa conocerlo. Rapel es como mi casa espiritual, me voy a tirar allá —no voy a decir a tirarme qué—, a no hacer nada, a leer o estudiar, y pasarlo con los amigos si es que se puede. No es lo que la gente cree: la gente siempre pensó que yo era un hueón carretero; yo no conozco ni discoteques. Soy medio ermitaño, anacoreta.

Tengo muchos apodos. De cabro chico me dijeron “Kaplan”, porque había un médico (Jorge Kaplan) que hizo el primer transparente de corazón; será por el pelo, largo, me parezco a él. “Conejo”, por los dientes. “Chino”, por los ojos. Y “Loco”, porque era loco, hacía miles de cosas. Y después ya quizá qué me han dicho, hasta “Profesor Rossa”.

Un sueño pendiente mío es el museo. Y lo otro: han bajado mucho las expectativas mías de seguir viajando. Ya me cargan los aviones, los aeropuertos y los idiomas los odio. ¡Fuera los idiomas! ¿Cómo no va a tener los letreros traducidos al español si venden tickets para gente de habla hispana? Nos miran a huevo, nos pisotean.

" Ya me cargan los aviones, los aeropuertos y los idiomas los odio", sincera Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Una cábala es el número 6, pero no creo, la tengo por coincidencias, no soy supersticioso, pero sí me llama la atención... no sé si es cábala tampoco... me llama la atención que todo me coincide con el 6. Es raro nomás po’. Tampoco soy creyente de eso. Un día, por huevear, tiré una ficha en la ruleta del casino al 6, gané y salió premio... Me río de las supersticiones, encuentro que es falta de cultura, e incluso de educación, porque no tiene ni un fundamento, son porque “yo creo”, “porque mi padre cree”, como los gatos negros o pasar debajo de una escala. Soy súper terrenal. Me quedo con lo real... ¿Creo en los extraterrestres? Ni cagando. No creo en esas hueás.

Un trabajo mío que no se conoce es que esculpo palos de tiza, castillos, y los regalo.

¿Comediantes que admiro? Me quedó la etapa del Coco Legrand, me quedo con la facilidad e ingenio de Firulete (Jorge Romero), que ya no está con nosotros. No me gusta cuando los cómicos meten política, creo que es un error que ha hecho Bombo Fica... no veo pa’ qué. En el humor me quedo un poco con el pasado, y respeto al humorista nuevo.

Un cantante favorito es Barry White, Engelbert Humperdinck, Tom Jones, Brenda Lee, Paul Anka, y muchos franceses e italianos, como Charles Aznavour. ¿De ahora? Ni uno, no escucho música de ahora.

Mi primer sueldo lo presté... a un amigo, MI PRIMER SUELDO: $45 mil. Lo fui a cambiar al Banco Santander en Valparaíso, y me encontré en la puerta con él de regreso en el canal y le dije: “¿Cómo estai?”, y me respondió: “Estoy con problemas con mi mamá, nos falta plata para el gas y esto otro”. “Chucha”, le dije, “aquí tienes”. Se llevó el sueldo... hasta el día de hoy, jajaja.

"No me gusta cuando los cómicos meten política, creo que es un error que ha hecho Bombo Fica", opina Iván. Mario Tellez / La Cuarta

Un animal favorito es el ornitorrinco, por ser un animal con características extraordinarias, que viene desde largo tiempo atrás sin sufrir grandes cambios. Sorprende, un poco extraterrestre; por eso me gusta, por lo raro. Es un animal —digamos— hecho en tres: pico de pato, cuerpo de nutria, cola de castor, y patas palmípedas, nada, es terrestre, es mamífero y pone huevo. Sólo dos animales son mamíferos y ponen huevos: el equidna y el ornitorrinco. Los huevos no son ovalados, son redondos, los pone de dos, pegados, para que no rueden. Caza bajo el agua, con los ojos cerrados, pero los párpados son blancos, por lo tanto la presa cree que viene con los ojos abiertos; caza por vibraciones eléctricas, que llegan exclusivamente a la parte izquierda del pico. El macho tiene veneno —la hembra, no—, tiene un espolón venenoso en las patas traseras, pero lo usa mucho. No tiene glándulas mamarias; exuda la leche por el abdomen, las crías no pueden mamar bien porque no tiene tetillas, entonces le bota la leche y ellas pasan el piquito. Es rarífico.

Un lugar favorito de Chile es Puerto Varas, por la maravilla del paisaje; es muy amplia. Chile tiene lugares muy bonitos, pero son muy puntuales; sales de ese lugar y empiezas a ver otro tipo de Chile. Pero lo que tiene Puerto Varas es que ha habido un cuidado arquitectónico-urbano, y además rodeado del lago. No es un asunto que se acaba. El paisaje realmente es maravilloso.

Ni una película me hace llorar. Las películas son mentiras po’, no me va a hacer llorar una hueá en que sé que detrás está el camarógrafo y el audio... Yo las miro como arte, no como películas... Un reportaje me puede hacer llorar... He visto películas tristes y reales de la Segunda Guerra Mundial, de los campos de concentración, cómo sufría la gente; o de Hiroshima y Nagasaki. Son hueás que te dejan (helado)... He estado en lugares, como Pompeya, que te da tristeza por la parte histórica.

Si pudiera tener un superpoder me gustaría volar. Me encantaría porque... Más que volar me gustaría transportarme, meterme dentro de una máquina y listo, aparecer en Groenlandia. Pero es una locura… Sí confío en que el hombre y la tecnología avanzan a pasos demasiado agigantados. Todo queda en el pasado muy rápidamente. El gran batatazo que ocurrirá pronto —y que ya está ocurriendo—: la inteligencia artificial. Es una hueá loca, loca, en que hago la pregunta que quiera y me la responde en dos segundos; más encima la puedes ilustrar... ¡No entiendo que tenga la capacidad técnica para hacer eso! Y haga caso en lo le pides.

"El hombre y la tecnología avanzan a pasos demasiado agigantados", analiza Iván. Mario Tellez / La Tercera

Un placer culpable... (Piensa unos instantes)... Sin decir a cuáles, pero: adelantarme a los hechos. De repente debería dar más tiempo... Un placer culpable, de repente, es arrepentirse... Por ejemplo, me arrepiento de haber confiado tanto en ciertas personas, un poco lo que hablaba de los dineros. Me duele haber confiado... en parejas, y que te hayan recagado, en el aspecto económico: robos, falsificaciones, ocultamiento... No lo entiendo. En ningún momento me considero un hueón malo, que daña o sea capaz de pensar en cagar a alguien. Creo que viene muy de mi mamá, que decía: “Está bien que me hagan algo; pero yo hacerle a los demás, no”. ¡Me ha pasado en la vida mil veces! Soy demasiado confiado y duele cambiar tu cerebro y ponerte a pensar: “No voy a confiar en nadie”, “no quiero más amigos” o “no me voy a juntar estos hueones nunca más”. Duele, porque te vas quedando solo, de verdad te quedas solo.

Si pudiera invitar a tres personajes de la Historia a un asado, tendría hartos invitados... Partiendo, me gustaría tener a Tutankamón y a Cleopatra; luego me iría a Roma, a Julio César. Me gustaría tener a Leonardo da Vinci, que lo tendría sentado al lado, y al otro lado a Michelangelo Buonarroti. Me gustaría tener a (Albert) Einstein. Por su simpatía, a Winston Churchill. Lejos, pero como para ir a consultarle su vida, a (Adolf) Hiltler; pero no en la mesa. A Dwight D. Eisenhower y a Abraham Lincoln. A Neil Armstrong y a Michael Collins, para que me cuenten todas las experiencias de la Luna. Franz Liszt me gustaría, con Frédéric Chopin, Beethoven y Chaikovski en una mesa aparte... ¡Qué buena la pregunta! Me haré un cumpleaños mental mío, con mesas, y hablaré con los hueones, los de la música, de la Primera y Segunda Guerra Mundial, y hueones a los que no quiero ver mucho pero hay que ir a hacerles preguntas...

Iván Arenas es un hueón que ha tenido suerte en la vida y una de las cosas que puede decir es que ha tenido la “suerte” de hacer lo que le gusta. Uno de los grandes males del ser humano —asentado en el por qué hay que hacerlo— es que la mayoría hace lo que no le gusta, y lo hace porque tiene que vivir. El caso de Iván no fue así, fue completamente al revés... Iván es el mismo hueón de carne y hueso, y que se va a morir igual que todos los hueones nomás.

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