El conductor emblema de Sabingo (CHV), que ahora estrenó programa de la radio, repasa su vida y obra, desde su infancia en Rancagua, su intenso paso por el periodismo de espectáculo y farándula marcado por SQP, hasta su presente familiar y laboral: “Ha sido una carrera lenta pero segura”, declara.
Juan Pablo Queraltó Aránguiz (39) destaca con sus brillantes zapatillas blancas, camina por las corpulentas inmediaciones de la exfábrica de Machasa, donde hoy reside Chilevisión, y la gente del canal se le acerca espontáneamente a saludarlo, dándole la mano, un abrazo, o levantando un brazo desde alguna pasillo alejado, como si de un capítulo de Sabingo se tratara, o lo que fueran sus móviles veraniegos en las playas como parte del Contigo en la mañana. Él, en tanto, les corresponde con afecto y una frase cariñosa.
JP migró desde Rancagua a Providencia, Santiago, para estudiar Periodismo, etapa que lo tuvo viviendo en distintas pensiones, y la primera de ellas le permitió conocer a “personas súper extravagantes”, recuerda con La Cuarta. Al lado de su pieza, dormía un señor conectado a una máxima de oxígeno, “enfermo, que lo iban a ver sus familiares cada cierto tiempo; de repente en la noche la máquina sonaba, como que se moría el caballero, y todo el mundo salía a ayudarlo”, relata. Al otro lado, vivía una “abuelita” que se paseaba con una tetera como si fuera su perrito, le echaba agua a las plantas y decía: “Mira, está haciendo pipí”.
Así, el hoy conductor de TV “pululó” por distintas residencias hasta que salió de la universidad: “Fue una bonita experiencia al final, te da historia”, resume el exreportero matinal.
En entrevista para La Firme, el periodista repasa su historia y carrera, desde su infancia “de esfuerzo” de Rancagua; la aprensiva crianza de su madre; sus maratónicos primeros trabajos; su escalada en el extinto programa de farándula SQP, donde fue el bandejero de la espontánea cómica dupla con Felipe Avello y cercano a Ítalo Passalacqua; su paso al mundo de la entretención, coronada con el espacio de los fines de semana, Sabingo; su matrimonio con Fran Sfeir, y sus hijos Amador y Clemente; hasta sus sensaciones y proyectos en su casa televisiva, y ahora en Radio Agricultura, con Somos tan distintos, junto a su esposa… Eso y mucho más, aquí.
LA FIRME CON JP QUERALTÓ
Mi infancia la viví en Rancagua, en el Manzanal, el block donde vivíamos, con mi mamá, Teresa Aránguiz, trabajando de secretaria y mi papá, Juan Luis, en el Norte, en la mina; y de mucha soledad en varias etapas de mi vida. Al ser hijo único tenía súper pocos amigos, criándome solo, al principio de la mano con mi mamá al colegio; después cuando ella trabajaba y yo entraba un poco más tarde, a los nueve años, me iba solo en colectivo. Se me viene a la mente cuando me creía futbolista, full con mi papá jugando en las canchas de cemento al ladito de donde vivía. Fue una infancia de harto sacrificio.
Mis papás se separaron cuando era muy chico; no sé si fue una etapa dolorosa, pero sí crecí muy rápido: asumí el rol del hombre de la casa, de apoyar a mi mamá en todo en todo sentido y de esforzarme harto en mi estudios; convalidar todo eso en una sola figura. Con mi papá siempre nos vimos y hoy día somos grandes amigos; es el abuelo más chocho del planeta.
Mi mamá me cuidaba como que estuviera en una burbuja; no me dejaba ensuciarme, jugar con barro, estar con los perros, ni nada; porque sentía que todo iba a ser complicado, que me iba a enfermar y todo. Creo que uno no logra avanzar o tener herramientas suficientes cuando uno es más adulto. Era muy poco sociable en mi etapa adolescente y universitaria; ya en la tele aprendí a ser más sociable. Soy súper simpático cuando me conocen, pero me cuesta hacer entrar a la gente a mi mundo. Ya más grande aprendí que era parte de mí, y me gusta hacerlos parte, y que sean amigos y parte de otras personas. Creo que me revelé a eso nomás y dije: “ya tengo que cambiar, me tengo que ver en la obligación de hacerlo por mi bien”, y generar en mis hijos esa posibilidad de que ellos puedan ser lo más libre del mundo.
Cuando con la Fran (Sfeir) decidimos ser papás, dije: “No quiero que mis hijos vivan la experiencia que voy viví cuando chico, todo lo contrario, que ojalá sean lo más libres posibles”, ojala todos sucios, embarrados, para que justamente no vivieran lo viví, que después me enfermaba por cualquier cosa. Viví en una burbuja mucho tiempo, y no era lo más ideal para un niño. Era muy poco sociable, no me arriesgaba a nada, mi mamá nunca me dejó aprender a nadar, como me operaron del oído pensaba que sería un problema; ahora ya sé nadar. Me coartaron de muchas cosas producto del ser hijo único. Hoy con mi mamá lo hablamos y me dice: “Mira, Juan Pablo, Amador se acaba de caer”, y yo le contestó: “Ya, se a levantar; ellos también tienen que aprender a ser independientes, son cosas de niños”.
La primera vez que viajé en avión fue cuando mi papá nos invitó a Iquique; trabajaba en el norte, en la minería. Con mi mamá fue una súper experiencia. Conmigo chico, nos fuimos juntos al aeropuerto, no sabíamos por qué puerta entrar; después ella me tomaba de la mano al despegar y rezaba, y yo rezaba junto con ella, hasta que llegamos a Iquique. Él nos esperaba en el aeropuerto; había arrendado una camioneta para trasladarnos y mostrarnos todos los lugares. Él decía que “iremos a un hotel” y yo, en mi primer viaje, me imaginaba los hoteles de las películas y teleseries, con banderas, altos, con luces, estrellas y bonitos. En el camino miraba los hoteles, los pasábamos y no era ninguno. Nos llevó a uno oscuro, que abajo tenía una zapatería; una residencial. Mi mamá estaba feliz y yo me puse a llorar, cabro chico, y mi papá no entendía: “No es lo que imaginé”, le dije. Lloré esa noche. Mi papá, lo máximo, hizo todas las gestiones y fuimos al hotel Holliday Inn, que tenía tres banderas, mucho más bonito y con la pieza grande y una cama de dos plazas... Estaba feliz... Fue anecdótico, pero finalmente fue nuestro primer viaje, pudimos reconciliarnos en muchas cosas como familia, al vernos, conocer dónde trabajaba mi papá, que estaba súper presente, y disfrutar de unas vacaciones, que no lo habíamos hecho nunca. De ahí para adelante, cuando he invitado a mi mamá o papá a lugares, me preocupo que sea una experiencia bonita para ellos.
A veces hacía falta la figura paterna y, por su trabajo, no podía estar, si eran turnos 20x7, y cuando venía a Rancagua nos veíamos, pero el tiempo era muy cortito. Pese a que estábamos separados, igual él estaba en la casa. Su falta la noté en los consejos, en el jugar, elevar un volantín y ese tipo de cosas que la gran mayoría las hacía con mi mamá, porque él trabajaba. Me faltó el consejo con alguna pena de amor; mi mamá me lo daba; en las primeras iniciaciones sexuales, me apoyaba en esas cosas.
Estudié en el Rancagua College mi enseñanza media. Tengo los mejores recuerdos de mi etapa escolar, porque aprendí mucho y nació como segunda opción de carrera el periodismo; una profesora me lo fomentó, me hacía escribir para el diario o noticiero del colegio. Grandes amigos tengo de mi etapa escolar. El colegio fue para mí súper relevante, en todo sentido, siempre fui muy estudioso, sacaba el segundo o tercer lugar. Y estaba metido en todos los actos escolares, dándole, participando, animando, bailando y haciendo mil cuestiones. Me encantaba. Se generó esta faceta más bien artística-periodística. Me relajaba, me ofrecía para animar, imitar... imitar po’, yo imitando... De a poco me fui soltando, eran mis vías de escape. Si me encuentro con esos compañeros o los profes, son los que más se acuerdan. Decían que yo siempre había querido ser periodista. No me acuerdo de eso, sino que quería ser odontólogo; en tercero medio me fui por el electivo biólogo. Tienen recuerdos de que imitaba a Antonio Vodanovic, pero no me acuerdo; que imitaba a Lucho Jara cantando, que tampoco me acuerdo. Pero si lo dicen, es porque efectivamente lo hacía, ¿por qué me mentirían con algo así? Tiene coherencia con quien soy hoy.
Para estudiar en la universidad me fui a una pensión frente al UNIACC, en Salvador 1200. Quería estudiar odontología, no me alcanzó y mi primo me dijo que estudiara periodismo. Vinimos con mi mamá a Santiago, nos tomamos el Metro y micro, huasos, sin saber. Llegamos y era como un templo, con todos los famosos dentro, pasaban la Katherine Salonsy, el “Profesor” Campusano, Álvaro Rudolphy, a todos los de la tele... “¡Qué es esto!”, pensé. Me mostraron la Escuela de Periodismo, hice el examen y quedé. Y después venía: “¿Dónde vivo?”; no iba a viajar todos los días de Santiago a Rancagua. Me dieron un listado con muchas pensiones y una de ellas quedaba al frente. Fuimos, nos encantó, la pieza era bonita, chiquitita, cómoda; y la dueña ofrecía alimentación completa. Era primera vez que me quedaba solo, fue un cambio tremendo; nunca me fui a quedar a la casa de un amigo, nunca salí a carretear quedándome en otro lado ni salí de vacaciones solo; todo era acompañado. Mi mamá me vino a dejar con un bolsito lleno de ilusiones, jaja; traje mi computador, hartas fotos y adorné la pieza con todos los recuerdos de Rancagua, para sentirme más en casa. Esa noche no dormí nada, nervioso porque entraba a la universidad, solo, pero también tratando de hacerme el simpático con la gente que vivía en esta pensión, un par de jóvenes y personas adultas también.
Como me sentía tan solo la pensión, me quedaba todo el día en la universidad; llegaba a las 7 de la mañana y me iba cuando cerraban. Había una sala de prensa y me quedaba ahí haciendo los trabajos, conversando con los profesores y comía; era mi casa. Hasta el día de hoy, nunca he sido de las personas que termina la pega y que quiere irse para la casa; hoy día sí porque tengo hijos, pero antes siempre quería hacer más cosas, tener dos o tres trabajados, irme a otro lado, pitutear, buscar, buscar. Me gusta, no me canso. Me gusta aprovechar mi día, al 100%.
La universidad me dio la chance de trabajar en Sábado por la noche (Mega), que se hacía en el Uniacc en ese tiempo, con Pollo Valdivia, y yo hacía producción periodística, como en segundo o tercer año. Tenía oficina, impresora, todo. Me iba a las doce de la noche, llegaba a la pensión sólo a dormir. Estuve dos años. Llegó (José Miguel) Viñuela, hubo un cambio editorial y ahí un profe me ofreció trabajar en el diario La Cuarta, en la revista VAS (Vida Afectiva y Sexual), un librito rojo que salía los domingos. Me iba a Av. Vicuña Mackenna. Mezclaba el periodismo con lo médico y el espectáculo, que era algo que me gustaba; le dimos una vuelta y, por ejemplo, inventábamos temas como “los implantes mamarios”, entonces entrevistaba a un doctor y figuras del espectáculo que se habían puesto implantes; o los gigolós, que en ese tiempo Benjamín Vicuña hacía una teleserie en TVN (Destinos Cruzados). Paralelamente trabajé en la revista Viajes, de La Tercera, haciendo los “pasaportes de los famosos”, siempre ligado al mundo del espectáculo. Estuve dos años y medio en estos dos proyectos, tenía que hacer mi práctica y no la quería hacer en diario; y mi jefe, Ricardo Henríquez Saá, me decía: “Pero a ti te gusta la tele, ¿qué andas hueveando en esto?, anda a hacer tu práctica donde realmente te sientas cómodo y forjes tu futuro”.
Vi un cartel en la universidad que decía que se buscaba en práctica para el matinal Gente como tú, de CHV pero lo hacía la productora Broadeyes, que también hacía SQP. Me entrevistaron y al día siguiente me dijieron: “ya, estás adentro”. Hacía los turnos de noche, porque no me calzaban con los tiempos de la universidad; terminaba a las 3 de la mañana, después de sacar cuñas, editar y armar los libretos y reportajes de la noche. Vieron que me gustaba más la entretención e iba a hacer los backstage de los estrenos de películas. Aparecía sólo mi mano, de repente la nariz, y le pedía al camarógrafo que me viera un poquito más; mi mamá era la más feliz porque veía que su hijo estaba ahí. Después quería hacer los enganches como “Estamos acá, en tal lugar...”. Al día siguiente me cortaban esa parte y me dejaban sin enganche... Creo que tanto jodí que dejaron los enganches, y empezaron a ver el talento.
“Nunca vas a aparecer en pantalla porque eres negro”, me dijo un jefe. Primero, obviamente cuando te lo dicen, duele; pero me marcó en cómo le di la vuelta, después de un buen tiempo: “Voy a demostrarle a esa persona, o a esas personas que opinaban, porque yo creo que era un comentario generalizado, que lo lograré”. Les doy las gracias a esas personas, porque gracias a ese comentario, muy mal intencionado, finalmente peleé tanto en mí mismo para crecer como profesional, periodista y comunicador, aparecer en pantalla, tener un programa de radio y todo lo que voy tengo. A veces son cosas que duelen, pero que te llevan a ser mucho más fuerte, en vez de estar resentido y odiar a esa persona.
Una vez busqué, seguí y entrevisté a Sebastián Piñera sobre la biografía no autorizada de su hermano el “Negro”. En ese tiempo trabajaba en el SQP Radio, que era casi lo mismo que en la tele pero en la Pudahuel, animado por Jennifer Warner, “Chico” Pérez y Nacho Gutiérrez. Fui a la fundación donde estaba Piñera, y me dijo que terminaba la conferencia y habláramos. Esperé toda la conferencia, con mi grabadora. Me fui en el ascensor hablando con él, y eran varias preguntas, y me dijo: “ya, súbete al auto, vamos hablando”. Y ante tanta insistencia —fue muy educado—, me contestó todo, pero ya en un momento dijo: “Estamos, el señor se baja acá”. Y yo no cachaba nada, en la carretera y “¿dónde me dejó?”, pensé. Llamé al “Pelao” Cantín, el editor de la radio, y le dije que ya tenía la cuña (las declaraciones), pero que estaba tirado cerca del aeropuerto. Debe haber sido porque le pregunté mucho sobre el tema del “Negro” Piñera; contestó todo, pero a veces uno quiere más, sigue insistiendo, y si estás adentro del auto, preguntas más. Contestó lo que tenía que contestar.
Me volví a encontrar con el ex-Presidente Piñera en una entrega de premios, nos saludamos muy amable y cariñosamente. Cuando yo trabajaba en el matinal vino una vez. Y me daba vergüenza contar esto; pensé que no se acordaría. Y cuando lo conté en Podemos hablar (CHV), me envió un mensaje de texto, que lo tengo hasta el día de hoy: “Juan Pablo, ¿cómo estás? Por acá Sebastián Piñera, cuando quieras nos juntamos a recordar ese momento. Un abrazo”, ya como exPresidente. Comprobé que efectivamente era su teléfono y le dije: “Presidente, muchas gracias, un abrazo, recordando esos viejos momentos, muy divertido”. Su muerte fue tremenda, me pongo en el lugar de la familia y de él que estaba ese helicóptero. Cómo de un minuto para otro tu vida se puede ir; y uno piensa que la vida no la tienes comprada, no sabes qué pasará; vengo para al canal y no sé si volveré a la casa. Su familia, sus hijos, su señora, sus bisnietos; hay tantas cosas. Sufrí mucho por su fallecimiento, por la forma, y además porque se va un papá y un abuelo. Es difícil para todos.
Estuve harto tiempo en el matinal, hasta que hicieron un enroque, de pasarme al SQP como movilero. Empecé en el SQP como moviliero y, en paralelo, hacía notas. Hacía los móviles y me iba a la productora a hacer notas toda la tarde... Renuncié varias veces del SQP, porque estaba cansado, sentía que me explotaban; era ene de pega. El movilero terminaba su pega y se iba a la casa, pero yo hacía móviles, sacaba cuñas, editaba, hacia los reportajes y me iba a la 10 de la noche; o sea, no tenía vida, nada. Me estresé, y las jefaturas en ese tiempo sabían que podía dar más; por eso me cargaban las mejores notas, y se lo agradezco, pero al final no tenía vida. Creo que fui tres o cuatro veces a renunciar y me decían: “¿Pero por qué? ¿Qué pasó?”, y yo respondía que “no tengo tiempo ni para ir a pagar una cuenta”. Me daban soluciones parche, aplazaban un poco la explosión.
Debí haber puesto límites. Uno tiene que poner límites en la vida, la pega no es todo. ¿Por qué? Podría haber aprovechado ese tiempo (libre) para hacer otras cosas, radio, otros proyectos o simplemente irme para la casa. Pero llegar a los límites de renunciar tres o cuatro veces significa que yo no estaba bien, pero hacía la pega bien. No me arrepiento porque me ayudó mucho a crecer cómo profesional y saber cómo funcionaba el medio; pero hoy día no lo aceptaría, por ningún motivo.
Me pasaron al panel de SQP, y mientras también hacía notas. Hasta que CHV asumió el programa como tal, y mi situación cambió absolutamente, incluso (ahí estaba) un poco temeroso de que me fueran a “vacunar”, porque cada vez que terminaba el programa, preguntaba: “¿Hoy me toca sólo panel o nota también?”. “No, sólo panel”, me decían. Me hicieron un contrato ya de panelista, rostro de canal, y mi vida cambió. Pero fui soldado durante muchos años, eso es desconocido; no me quejo porque me ayudó a forjarme mucho como periodista, para saber cómo funciona. Nadie me va a enseñar cómo es la pega en terreno, cómo es editar o producir, porque pasé por todas las áreas.
Poco a poco se dieron cuenta que en el panel de SQP funcionaba muy bien, porque llegaba con los datos, las informaciones. Y empezó el juego del teléfono, con “me llega un mensaje” o “me están escribiendo”, que muchos piensan que eso era falso, pero era real. Con los famosos conversaba antes, les decía qué tema iba y “¿qué quieres que diga, cómo lo abordamos?”. Agradezco que siempre, la gran mayoría, tuvo muy buena recepción conmigo, y me daban la información. Muchas veces decía que “me llega una fuente” y no decía que era la misma persona la que hablaba, por respetar su información. Paralelamente, en el programa también me llegaban, y también de la otra (parte involucrada). Así generábamos esos temas, ellos se sentían más cómodos hablando conmigo y me fui ganando a las personas.
Mi rol siempre fue el de informar y no el de opinar, porque sentía que opinar podía herir alguna susceptibilidad, y me ponía en el lugar de esas personas (famosillos). Por eso era entretenido, pero también complicado; trataba de ser muy neutral y decía: “Esta persona me dijo esto”, y teníamos un panel coral, por lo tanto, ellos se quemaban a lo gonzo, y cuando me preguntaban algo a mí, salía jugando con un chiste u otra cosa. Nunca traté de dar un opinión de algo que dañara a una persona.
Tenía el espíritu de reportero del SQP. Una vez, hace muchos años, no me acuerdo si andaba comiendo con alguien, pero vi a un famoso comiendo en un local, llamé para avisar y llegó la cámara. Entonces, esa persona, que lo más probable es que se enteró de que yo estaba ahí, cachó que llamé... Entonces pensé: “¿Para qué me quemo con ese tipo de cosas? Es ridículo, porque algún día quizá también seré alguien más conocido, y no me va a gustar que ande comiendo en un lugar y que me paren afuera del restorán, con o sin trago, con alguien o solo; qué incómodo, qué penca”. Ahí también cambió mi switch. Muchas veces después me encontraba con famosos, y existía una especie de “no digas que estoy acá, por favor”, y yo decía “no te preocupes”, lo que también fue generando buena onda.
No se si amistad, pero tengo muy buena onda con prácticamente todo el mundo (de famosillos). Con quien me encuentro, saludo, desde los animadores más top de su minuto, hasta los chicos de reality o las modelos de la época. Siempre traté de estar en muy buena onda.
Al principio lo pasaba pésimo con la intervenciones de Felipe Avello, porque Felipe era el disruptivo del panel. Cuando yo daba una información, me sacaba la mugre escribiéndole a la persona, y me daban mi tiempo, él me interrumpía. Y de arriba (la producción) fomentaban la entretención. Un día, un jefe, Carlos Beltrán, que lo quiero mucho, me dijo: “No te estreses; te doy un consejo, entra en su dinámica, porque sino la pasarás mal”. Notaban mi cara de molestia. Me relajé cada vez más y empecé a ver a Felipe con otra mirada del humor y entretención. Y fue un acierto, porque con Felipe nos hicimos muy buenos amigos, hasta el día de hoy; entendía todos sus chistes, jugaba y después empezamos a hacer dupla en muchas cosas. Hicimos hasta eventos, “Los Nachiturros”, nos disfrazamos e íbamos a las discoteques a bailar, en honor a Nacho Gutiérrez, porque era un parodia un hueveo a él.
Con Felipe jugábamos, lo pasábamos bien, a veces eran 45 o 50 minutos en que todo el panel estaba riendo; la sintonía no funcionaba en nada, nos iba mal, pero era tanto el humor y la buena onda, que generaba esos momentos de alegría. Hoy se lo agradezco, porque gran parte de yo ser tan relajado e histriónico se lo debo a Felipe Avello; me enseñó mucho en ese sentido. Lo observaba y me solté en hacer muchas cosas en televisión que jamás pensé, desde que el hueón me levantara, bailar y hacer una pila de estupideces. Gracias a eso me relajo mucho más a la hora de hacer distintas cosas.
Yo jugaba con Avello, Ítalo (Passalacqua) también, un crítico de espectáculos de renombre, con años de trayectoria, se reía, y lo retaba de repente. Pero era yo el partner de Felipe, su dupla, y nos funcionó mucho, hasta el día de hoy. Hace poquito nos reencontramos en el Monticello, en uno de sus shows, y nos dimos un gran abrazo; no nos veíamos desde que fue a nuestro matrimonio con la Fran. “Qué increíble que en ese tiempo nos tenían tan poca fe a nosotros dos”, se acordaba Felipe. “Y hoy día mira dónde estamos, somos virales, en internet”. Las nuevas generaciones nos conocen por eso, y es increíble: niños de quince, diecisiete, dieciocho y veinte años se sacan fotos conmigo porque me dicen: “Oye, veo tus videos con Felipe Avello, son muy buenos”. Las nueva generación no cacha ni lo que hago ahora, cacha lo de Felipe Avello, y me encanta, porque es entrar a otra generación, que un poco lo hice cuando animé El último pasajero, que también entré a una generación de adolescentes, que me decían “Tío JP”, porque no me conocían; las abuelitas y las mamás, sí. Con El último pasajero, más los virales de Felipe Avello, entro en una nueva generación, que es la que más adelante seguirá viendo televisión.
De mis favoritos, hay un viral de cuando Felipe (Avello) se pone celoso porque estoy pololeando, muy celoso, y arma un ataque en que va a hablar con mi mamá y todo, jajaja. También hay otro en que él se iba a estirar la cara, entonces nos pone una alusa foil, y él, también, estirado; lo más ridículo del mundo. Cuando hace el colibrí, que va a hacerle algo a Ítalo (baja hacía su entrepierna como si fuera una flor de la que bebe néctar), y de pasadita a mí. Hay varios, cada momento es potente. Él es muy potente como humorista y amigo.
La gente no comprendía el humor (de Avello), porque estaba en un programa de farándula y veía a dos locos bailando, y un gallo interrumpiendo a cada rato. Hoy día, gracias al stand-up y todo, la gente lo entiende con humor y dice: “Esto es genial, divertidísimo”. Creo que eso es lo que ha cambiado, la mentalidad de la gente con respecto a estas irrupciones en la tele, no tan cuadradas; los programas de farándula, en un panel, con cada uno opinando, entregan la información, se agarran entre ellos, y se acaba. Pero SQP tuvo esa posibilidad de poner un personaje que era absolutamente distinto a todos, y que los desordenaba. Si ves un SQP, a veces eran pura risa, de (Jaime) Coloma, la (Savka) Pollak, de la Marcela (Vacarezza), Cristián Sánchez y todos cagados de la risa, gracias a lo que hacía Felipe Avello.
La Panchita (Merino) siempre se molestaba (con las intervenciones de Avello), porque en algún minuto tocaron una tecla muy parecida; la Pancha también hacía un poquito de humor. Pero también sus comentarios eran un poquito ácidos; y a diferencia quizá mía, que me daba lo mismo que me interrumpieran, la Pancha quería terminar su comentario para que el otro la interrumpiera. Y Felipe le tiraba una, ella le tiraba otra; y la Pancha a veces se iba, de verdad, y tenían que salir a buscarla para que, por favor, se devolviera, se tranquilizara; a veces se amurraba, o a veces se amurraba Felipe. Muy divertido. Pero también era parte de esta coreografía o sketch que se veía en pantalla, en que todo era real, nada era preparado.
Hubo un tiempo en que se pensó que yo era gay. Ese rumor al principio era tema para mí, pero después no; uno no tiene que andar demostrándole la vida a nadie; nunca conocieron a mis pololas ni nada. Alguna vez lo dije: creo que eso fue culpa de Felipe Avello, jaja, porque hacía sus ataques de celos, ¡de la nada!, y nos cagábamos de la risa. Pero más le importa a la familia, porque no entiende, y ahí uno tiene que explicar ciertas cosas o que entienda que es parte de lo que puede pasar cuando uno trabaja en un medio de comunicación, que pueden opinar de todo, a veces con o sin argumentos. E insisto que todo esto fue culpa de Avello, jajaja. Siempre fui muy discreto en cuanto a pololas, sentía que yo no era el centro de lo noticia, era el que la daba. No tenía por qué; además, no me entrevistaban. A muchos eventos fui con polola y nadie cachaba, porque el foco de los periodistas en ese tiempo estaba en otra gente, y nadie anda por la vida en la tele comentando: “oye, estoy con este o esta”. Y no existían las redes sociales.
Felipe Camiroaga me aconsejó que “la gente puede opinar lo que quiera: mientras no diga que eres narco o pedófilo, da exactamente lo mismo”. Fue en un momento en que le hice una entrevista y nos quedamos conversando, y parece que era a raíz de todas las cosas que hablaban de él, y era un consejo que se lo traspasaba a las nuevas generaciones: “Da lo mismo que opinen de ti...”. Es un poco lo creo que él sentía, que de él hablaban que era mujeriego o que tenía problemas con no sé quién; y a él le daba todo lo mismo. De verdad que era un hombre admirable en cómo enfrentaba a la prensa farándula, que fue muy pesada con él, en todo sentido, incómoda. Fue súper inteligente en tomar esa postura. Hasta el día de hoy sigo creyendo que fue una muy buena frase y consejo.
Ítalo Passalacqua fue gran consejero, lo quise mucho y lo sigo queriendo mucho. Nos conocimos en la Asociación de Periodistas de Espectáculos (APES), de la que fui parte, y él también tenía un cargo. Nos encontrábamos en eventos y, ya cuando trabajamos juntos, en él vi a esa persona a la que uno podía pedir un consejo; era un viejo zorro, inteligente, que había lidiado con muchas cosas y sabía de la tele, cómo plantear ciertas situaciones. A veces conversábamos: “Pucha, Ítalo, me toca negociar tal cosa, ¿qué digo? ¿Cuándo cobro? ¿Qué hago?”, le decía, y siempre me daba buenos consejos. Y cuando pedí matrimonio, también me aconsejó, cómo pedirlo, qué tenía que hacer; siempre le encantó la Fran, se llevaban muy bien. Me acuerdo que me apoyó en dónde debía sacar a comer a la Fran, cómo pedirle matrimonio, que no fuera hueón en decir ciertas cosas que no son las correctas, en ser muy caballero. Lo recuerdo como un gran amigo, una persona con la que estuve hasta cerquita de su fallecimiento, porque lo abandonaron mucho todas las personas que trabajaban en los medios de comunicación, prácticamente no se acordaron de él; Pato (Herrera), su pareja, tuvo que lidiar con todo eso, y nosotros dentro de nuestras posibilidades intentábamos estar. Ítalo tenía un alma joven y siempre le gustó ayudar a las personas, y conmigo generó un lazo muy importante; estuvo en nuestra casa, en nuestro matrimonio, conoció a mis papás, lo llevé al circo; era como mi abuelo, mi tata, siempre estuvo ahí, siempre.
Ítalo y (Jaime) Coloma fueron los dos que me dieron algunos consejos; y Coloma, que hasta el día de hoy es de nuestro grandes amigos de las casa, en el anillo, que me dijo que para pedir matrimonio debía tener ya el anillo de compromiso, y me advertía que “el anillo de compromiso vale un sueldo”, y me dio un dato de la persona a la que comprarle.
Estuve muchos años como panelista de SQP. Después cada vez que faltaba el animador me ponían a mí, y fue súper rico porque significaba que lo hacía bien, y jugaba la doble militancia de conductor pero también entregaba información. Pero en algún momento me cansé, porque me expuse mucho, y de las grandes cosas que empecé a querer fue salirme de la farándula. La farándula me dio mucho como trabajo, pero quería hacer otras cosas; veía la farándula como algo que te iba a limitar en el tiempo, en algún momento se acabaría. “¿Qué hago después?”, me preguntaba. “Y quedo estigmatizado como el copuchento y el gallo que sólo habla de esto”. Quería animador de programas de concursos y entretención. Jodí tanto en mi jefatura, en el pasillo me encontraba con Antonio Peredo, jefe de Sabingo, y le decía: “Ya po’, ¿cuándo un programita para mí?, ¿cuándo puedo estar en Sin vergüenza”, que en ese tiempo lo hacía Karol Dance con la Carolina Mestrovic y la Faloon (Larraguibel). Y me dijo que podía ir un día a hablar de tal cosa, y me fui metiendo hasta que quedé en la terna de animadores. Después estaba en Primer plano y hacía todo lo que que era entretención. Fui generando esta doble militancia hasta que me salí un poquito de la farándula, y me llamaron del Bienvenidos, de Canal 13.
El estigma de copuchento se acabó, se eliminó; sabía que iba a pasar. La intuición, una palabra que yo no conocía, y que mi señora me la enseñó: sabía que si me salía de la farándula, de a poco la gente se olvidaría de este personaje que hablaba de los otros. Y tuve la suerte de irme a programas familiares, limpios. Diría que la gente se olvidó del SQP, las nuevas generaciones ven este supuesto SQP, o me ven en esa etapa de la vida como un tipo se hacía humor con Felipe Avello; pero no se acuerdan que que yo entregaba información, y qué bueno que no se acuerden. Eso es el SQP para ellos, entretención, alegría, cagarse de la risa con Felipe Avello, armar esta dupla; es fantástico.
Me costaría mucho estar en un programa de farándula, no volvería a eso. ¿Si me lo piden? Obviamente quizá en otros términos, o yo haciendo una farándula mucho más entretenida, que fue lo que hice en mi última etapa de Primer Plano y el SQP, que quería hacer más entretención; no me quemaba. Nunca me quemé, nunca opiné, nunca me consideré un opinólogo; me consideraba más un informador, además a través de la entretención. Logré eso, que es muy difícil, porque el estigma en Chile y en la televisión es súper marcado.
Estando en el matinal de CHV, me costaba mucho hablar de temas de espectáculos, no quería; trataba de marginarme. La gente, también, hoy día castiga mucho al espectáculo o a la farándula, pero yo no la reniego, porque trabajé, y me encantó hacerla, y gracias a eso son quién soy hoy día… A la gente le gusta (la farándula), y le gusta saber lo que opina el otro, saber la copucha y qué pasó. La farándula es un periodismo de entretención, a mi juicio, pero que hoy ha cambiado, y ya no se puede opinar como hace diez años; la farándula era mucho más dura, podías hablar de ciertas cosas. Hoy se habla desde otra perspectiva. Pero la gente castiga y que “este es farandulero” y “yo no me meto en cosas faranduleras”... pero todo el mundo la ve y opina; es bien transversal la farándula.
Siendo una persona que disfrutó la farándula, que lo pasó bien y me hice conocido, sé que la gente se ha olvidado un poco de eso, y solamente se acuerda del SQP, y después ya del “Te quieeero muuuucho” que hacía en el matinal, y hoy día en Sabingo. Hoy la gente me reconoce en un 100% por Sabingo, y es muy bonito, porque es lo que siempre quise, llegar los familiares, el abrazo, reírme, pasarlo bien: ser yo. En Sabingo me ves cómo soy yo realmente, en todo sentido, desde cómo trato a la gente, mis chascarros, cómo hablo, todo.
Era el espectáculo lo que me interesaba, absolutamente. Después, el espectáculo era farándula, estuve diez años en SQP y Primer plano; y fui notando que la gente generó un estigma con las personas que trabajaban en la farándula. Como quería seguir una carrera televisiva, y ojalá ser animador también de programas de concurso y familiares, sabía que siguiendo esa línea de la farándula, no lo lograría. Necesitaba dar un paso más. En ese sentido soy bien radical, digo: “no quiero hacer más esto”, y no lo hago, y la peleo hasta que logramos este segundo punto, saltarme a programa familiares. Y fue un acierto.
“A Juan Pablo lo conocí en un momento en que fui capaz de verlo, porque estoy segura que unos años antes lo hubiera dejado pasar”, dijo Fran Sfeir una vez. Vio cómo realmente soy: romántico, escucho, soy una persona siempre preocupada, que se compromete, que es leal, y que además le da sentido de humor a la vida. Nos hicimos muy compañeros, hasta hoy, creo que eso vio en mí: un compañero de vida; y yo en ella también, una súper mamá, una mujer trabajadora, esforzada, que se ha sacado la mugre, que ha peleado para lograr lo que hoy día tiene... historias muy parecidas, finalmente los dos somos muy parecidos.
El podcast Somos tan distintos (Radio Agricultura) nace de que somos tan parecidos pero tan distintos a la vez. Vengo de región y de vivir en un block; la Fran viene de casas pareadas, en una familia con otros recursos; yo de ser hijo único, y ella de más hermanos; yo primero trabajé como sapo de micro y periodista, y ella como bar woman, actriz y arquitecta. Somos tan diferentes pero, a la vez, tan iguales, porque nos logramos encontrar. Nació de la idea de trabajar juntos, porque había hecho eventos y esas cosas, pero en un mismo programa no se había dado.
Somos tan distintos nos da tiempo para estar juntos, porque con mis viajes con Sabingo, y la Fran con sus grabaciones —que ahora está grabando una película—, nos vemos en la noche, ya cuando los dos estamos raja; acostamos a los niños, conversamos, nos tomamos una copa de vino, estiramos el chicle lo más que podemos, ya son las una de la mañana y estamos muertos. Nos sirve para estar juntos, compartir un buen rato, cagarnos de la risa, vernos, mirarnos, encontrarnos en otro lugar que no sea 100% la casa y con los niños alrededor. Nos gusta, la pasamos bien. Tenemos a veces puntos de vista muy diferentes a la hora de tomar decisiones, pero llegamos siempre a los consensos. La Fran tiene un humor negro muy parecido al mío, y nos reímos de nuestros temas. Lo pasamos la raja. Y es difícil encontrar una partner con la que te guste trabajar.
Nos hemos casado tres veces, nos encanta casarnos, una y otra vez; por culpa del estallido social y de la pandemia no nos casamos de nuevo, pero nos encanta casarnos. Primero, nuestro matrimonio inicial fue una celebración que tuvo cuatro ceremonias: la del Registro Civil, la religiosa que hizo un sacerdote circense (porque mi abuelo era payaso y tengo una ligazón con el circo), mi suegro (Alfredo Sfeir) hizo una ceremonia maya, y la otra fue de tirar los globos arriba de un escenario. Después nos fuimos al Caribe, con Amador chiquito, y nos casamos allá nuevamente. Y ahora quiero volver a casarme, en otro lugar, en Disneylandia, y en Punta del Este, donde vimos una parroquia muy chiquitita y bonita, con una Virgencita muy linda; me encantaría irme a casar allá. Nos encanta renovar votos, el amor y el celebrar.
Yo no era de ritos en el amor. Siento que cuando uno encuentra a la persona indicada, en este caso la Fran, encontramos tantas cosas en las que somos tan parecidos, que es como “oye, hagamos este rito”, y “ya, hagámoslo”, y a mí y a la Fran se nos van ocurriendo y generando. Y a nosotros nos gusta el hueveo, la celebración, estar acompañados de amigos, de gente y disfrutar, si al final la vida es una sola.
Siempre quise ser papá, no sabía cuándo sería el momento, pero quería una familia numerosa; ese era mi objetivo o sueño; cinco o seis niños... Eso no sigue en pie, más niños no; no da, con dos ya estamos raja, es muy cansador. E imagínate lo cansador que es para la Fran, o cualquier mujer, que lamentablemente es la que deja más cosas de hacer por el embarazo o la crianza de un hijo: dejar de trabajar, de salir, el cuerpo, varias cosas. Por ahora no es tema, pese a que uno dice: “Igual sería rico tener una niñita”. ¿Pero cuál es la probabilidad de que nazca la niñita? Podríamos estar así, intentando, infinitamente, y tendré la familia numerosa de cinco hijos, y todos hombres, jajaja. Estamos súper así.
Cuando nos dieron la noticia que seríamos papás, fue muy rico, porque es vivir una nueva experiencia, es crecer como familia, estar juntos, armar tribu, un clan. Al principio no sabíamos si podríamos tener hijos o no, y de un día para otro decidimos, en San Pedro de Atacama: “Lo intentamos, veamos”... Y a la primera funcionó, la Fran quedó embarazada. Fue una etapa increíble, meses de mucha alegría y miedo, que algo le pase al niño, que todo resulte bien en la guatita, hasta que nace y la vida cambia completamente, con Amador. Después llegó Clemente, y también ha sido un gran regalo para nuestras vidas. Hoy somos una familia rica, nos encanta estar en familia. Estamos disfrutando nuestras vidas y a nuestra familia.
Una de las cosas que nos propusimos con la Fran fue tener una vida absolutamente distinta a las crianzas que tuvimos; ambos de papás separados, el papá de la Fran viviendo en EE.UU., presidente del Banco Mundial, su mamá acá en Melipilla, ella estudiando algo al principio que no le gustaba, después haciendo algo que realmente le gusta... Juventudes muy parecidas, pero a la vez tan distintas.
Lo que quise desde que entré a Sabingo, y desde mis participaciones en el matinal, es que la gente me vea tal cómo soy, en todo sentido, desde el que saluda a todos, el que abraza, que tiene tiempo para conversar, que cuenta sus chistes, que cuando anda triste anda triste, que cuenta sus problemas; o sea, que me vean lo más natural posible. Me sirvió mucho ser así, y por eso creo que me muestro tal como me ves en la tele. A veces me verás más callado, pero después me saludan y me concentro en la persona, siempre hay que darse un tiempo con la gente; lo encuentro vital. Y siento que soy un súper papá, con mis niños, juego con ellos, me entretengo, me disfrazo, corro, salto, veo tele, los abrazo y les digo “te amo” a cada rato. Así la gente me ha visto y después te escriben en las redes sociales y dicen: “Oiga, usted es igual, lo felicito” o “me encantó el otro día en el supermercado, nunca pensé que sería así”. La gente tiene un estigma de la gente de la tele. Incluso eso pasaba en la época de la farándula, que la gente de la farándula pensaba que era un hueón desagradable, hasta que se empezaron dar cuenta que era como soy: piola, normal.
Uno de los que más me impactó con Sabingo fue en Laguna Roja, en el norte (Arica y Parinacota), donde veía todo como si fuera sangre, el agua de color rojo. Nos costó muchísimo llegar, fue todo un periplo para estar ahí, ir en auto 4x4, caminata, hasta que llegamos y fue como estar en otro planeta. Lo mismo en la Región de Atacama, en una playa cristalina, La Virgen; como estar en el Caribe, con cabañas exquisitas, y tuvimos que cruzar en bote. Sabingo me ha permitido conocer lugares muy bonitos que jamás pensé, con personas que jamás pensé que conocería, desde abuelitas de 90 y tantos años, hasta personajes que son emblemáticos de las distintas comunas. Hace muy poco, por ejemplo, conocí a la Reina de Curacaví, una viejita de 80 años: bailé, me contó toda su historia, lo pasamos increíble y nos emocionamos.
Tenía “poco campo”. Sabingo me ha enseñado harto, y además mi suegro cada vez que voy a su campo me obliga (a trabajar la tierra). Cuando llego, lo primero que me pasa son las botas, porque voy con zapatillas blancas al campo, ridículo, donde hay barro, tierra y caca de caballo. “Vamos a buscar leña”, me dice, y parto con él. “Hagamos el fuego ahora”, me dice. “Ayúdame a cavar un pozo”, “vamos a hacer una caminata”... Gracias a mi suegro soy experto en el campo, ya no puede decir que no tomo una pala, porque tomo la pala, la picota, la carretilla y todo, junto a él.
Cuando salí del Contigo en la mañana (CHV), estaba con El último pasajero y Sabingo. Ahí me ausenté dos meses del matinal. Pero también fue una decisión que tomamos en conjunto con el canal precisamente para generar nuevos proyectos. Y en esta salida apareció el Gran Hermano, algunas participaciones en The Voice; entonces yo estando en el matinal y Sabingo, ¿en qué tiempo hago otro proyecto? Por eso fue esta salida conversada, de común acuerdo, y para crecer como comunicador.
¿Me gustaría volver al matinal? Hoy estoy feliz haciendo Sabingo, y feliz en lo que me considere el canal. El matinal fue una experiencia increíble como panelista y movilero; me siento orgulloso de que llevé Sabingo a La mañana, porque le di la plataforma a muchas emprendedores para que subiera su cantidad de seguidores, mostrar en pantalla, algo que no estaba permitido en la tele, o en ningún matinal; y me dieron la confianza. Hoy estoy feliz en lo que estoy, y me da más calidad de vida en lo personal; priorizo mucho la familia. Estoy encantado haciendo Sabingo y proyectos más de entretención que de lo informativo, porque hoy los matinales son mucho más informativos. Están volviendo un poco más a lo misceláneo, muy poco, y tampoco quiero algo misceláneo que sí que no. Prefiero hacer algo 100% entretención, porque sino confunde.
Si bien soy periodista y puedo hacer cualquier tipo de despacho, pero mi carrera ya la apunté hacia la entretención y prefiero seguir en ese camino. Soy súper radical, prefiero seguir en este camino, con mi familia, disfruto la vida, los fines de semana, con mis hijos, la pega que hago en Sabingo, que lo paso la raja, viajo ene; tengo más pega que antes, pero lo disfruto.
Me encantaría hacer programa de concursos, que volviera El último pasajero, programas de ese estilo, de corte juvenil. Esos espacios me gustan, entretención, que me vean en ese formato. Los estelares, para mí, no son tema todavía; me gustan los franjeados de entretención.
Hice el Espiando la casa de Gran Hermano (CHV). No sé si en la segunda temporada tendré algún rol. Ojalá, ojalá que el canal y el equipo me considere. Lo pasé demasiado bien, porque finalmente era otro proyecto que se me sumaba, porque me había quedado sólo con el Sabingo. Y apareció esto en el trasnoche, en vivo, de las doce a las tres de la mañana, todos los viernes. Era una experiencia: espiar la casa, estar con los panelistas, cagarme de la risa, preguntar y opinar, reírme de las situaciones. Pasaba volando. “¿Cómo vas feliz a trabajar a la una de la mañana?”, me decían. Yo iba feliz. Dejaba a los niños durmiendo y a la Fran rica en la casa, y me venía a trabajar. Y cuando llegaba, por supuesto, la despertaba, algo que no le gustaba mucho, jajaja, haciendo ruido, adrenalínico, con hambre, en la cocina, y a descansar. Y al otro día, ocho de la mañana, los niños: “papá, quiero jugar”. Así se pasaban mis fines de semana, pero lo pasé increíble. Ojalá hacerlo también este año. La sintonía nos acompañó; habían 5, 6 y hasta 7 puntos de rating a las dos de la mañana, cuando otros canales marcaban uno o cero punto.... La raja que la gente quiera ver un trasnoche y en vivo.
Ante los rumores, no sé si vuelve Primer plano (CHV), si queremos, si la televisión quiere que vuelva Primer plano. Hoy día tendría que entrar en un formato absolutamente diferente, más de entretención; tampoco hay noticias (faranduleras) todos los días. Hoy día lo último que ha pasado con Carla (Jara), Francisco (Kaminiski) y Camila Andrade... ¡pero eso fue la gran noticia! Creo que hoy nuestro mini Primer plano es Podemos hablar, que ha tomado el bastión de tener a la figura clave de la semana, y a través de PH sale mucha información rica para los medios de comunicación. No sé si yo haría Primer plano, no sé... No puedo escupir al cielo, porque si me lo piden tengo que hacerlo, pero no sé si me gustaría.
Francisco Kaminski estudiaba en mi universidad, parece que iba un año más adelantado. Nos somos amigos. Conocimos nuestras casas producto de La divina comida (CHV), pero no tenemos mayor contacto. Nos encontramos ahí y fue súper grato conocerlo; su casa preciosa, su energía súper rica... Y es lamentable la situación que están viviendo, no solamente de ellos como personas naturales, sino que también la del hijo (Mariano). Cuando se exponen mucho estos temas, es doloroso, porque, al final, todo queda, y las noticias quedan... Hoy día hemos hablado de muchas cosas que he dicho, y están ahí po’, y eso pasa cuando uno se expone tanto.
Siento que mi carrera ha sido súper lenta, llevo trabajando en la tele veinte años. Pareciera que llevara poco, pero son veinte años; ha sido lenta pero segura, porque he pasado por todas las cosas y no he apurado el proceso. Tuve que estar tras cámara tres o cuatro años, después estuve como notero tanto años, estuve como movilero, panelista y animador. En ese sentido siento que ha sido lento. Como animador diría que han sido estos últimos cinco años, desde que oficialmente aparezco en la pantalla, porque antes estaba al lado. Pero como comunicador son veinte años, que es caleta de tiempo… ¡Veinte años! Entré a los 19 y tengo 39.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido periodista me habría gustado ser actor; ya dejé al odontólogo detrás. Me hubiese gustado ser actor, actuar en una teleserie. Y en la universidad veía que los de comunicaciones escénicas la pasaban súper bien, de buzo, relajados, entretenidos.
Un apodo es “JP”, y mi señora me dice “Mono”.
Un sueño pendiente es seguir con la familia hermosa que tenemos con la Fran, y que ojalá aparezcan nuevos proyectos del área de entretención que me permitan seguir creciendo como comunicador. Me encantaría hacer un Venga conmigo (Canal 13), del año de la cocoa, pero me encantaría, con público, humor, que vienen artistas, cantantes, conversación, show, show, show. Y me encantaría hacer un programa con los argentinos, que hacen unos con cumbia, medios tropicales, y me encanta la música tropical.
Una cábala es que uso una pulsera, y todas las mañanas hago una meditación.
Una frase favorita es “alegría, alegría”, y “te quieeeero muuuucho”, que nació en el matinal, porque siempre le decía a la gente: “Hola, cómo está... gracias, un abrazo, la quieeeero muuuucho”.
Una comida favorita es el arroz pegoteado que hace mi señora con carne.
Me arrepiento de las zapatillas de Ricky Martin, que fueron la gran inversión que hice una vez... ¿Cómo gasté plata en esa cuestión? Ahí están (en su closet), rojas con candado. Las use una vez y ya me sentí mal andando con esas cuestiones... ¿Qué me creía? ¿Reggaetonero? ¡No me quedaban como a Ricky Martin! ¡Obviamente! Si Ricky Martin es Ricky Martin. Hoy trato de tener harta polera en mi closet, blanca, negra o azul; dejé de tener camisas, ya no uso hace mucho, pura polera. Esos son mis objetos más preciados, y mis zapatillas, que me encanta andar con zapatillas.
Un trabajo mío que no se sabe es que fui sapo de micro (el que informa a los choferes el tiempo transcurrido entre las micros en un paradero).
Un colega al que admiro es Don Francisco, admiración profunda; le pido consejo, y me lo da.
Mi primer sueldo lo gasté en invitar a mi mamá a comer comida china en Rancagua.
De música me encanta Luis Fonsi, Ricky Martin, Shakira, la música pop latina. Voy a todos los shows
Todas las películas me hacen llorar, soy lo más llorón del planeta; las de dibujos animados me matan. Hay canciones también que me llegan al fondo. Cualquier película que tenga alguna escena, como El rey león, que la lloré a mares; la sigo viendo y llorando.
Creo en el horóscopo, soy Cáncer. Dicen de los Cáncer que son buenas personas, amables, tranquilos, leales, tiernos... y tienen toda la razón. Mi señora también es Cáncer.
Si pudiera tener un superpoder sería el no estresarme tanto: el antiestrés. Me estreso por todo. Trato de hacerlas todas, me estreso, me estreso, y lo logro. Lo paso increíble, pero después me doy cuenta: “¿Para qué tanto esfuerzo? Relájate”. Creo que viene de mí, siempre he querido hacer cosas, me gusta siempre estar en movimiento, me hace muy bien, me da vida.
Un placer culpable es viajar con la Fran y los niños, porque después hay que pagarlo, y ahí viene la culpabilidad.
Si pudiera invitar a tres personas de la Historia a un asado, invitaría a Walt Disney, porque tiene historia, emprendedor, trabajador, que sacó adelante a un imperio; Michael Jackson, debe ser interesante, aunque no hable, estar ahí mirándolo; y Charles Chaplin... ¿Qué hablaríamos? Estaría mudo, jajaja. Tendría que invitar a mi suegro para que me ayude a conversar con estas personas, porque es muy inteligente, y logra conversar con cualquiera.
Juan Pablo Queraltó es un comunicador que ha salido adelante con harto esfuerzo, que hoy día tiene una hermosa familia, un hombre enamorado de la mujer y de sus niños, y que sueña en grande.