La Firme con Kathy Orellana: “Todo Chile me vio curá raja dando jugo en las redes, entonces ver mi cambio es ‘¡oh!, lo logró’”

Entrevista a Kathy Orellana Soto, para La Firme, sobre su presente de rehabilitación.


Foto: Luis Sevilla
Entrevista a Kathy Orellana Soto, para La Firme, sobre su presente de rehabilitación. Foto: Luis Sevilla

Aunque saltó a la fama cantando en Rojo, reconoce que ante el mundo es “más un personaje”. Sin embargo, en su rehabilitación del alcoholismo, ha vuelto a la música, e incluso tiene un plan para el Festival de Viña. La también emprendedora repasa su historia, su altos y caídas más profundas, polémicas, su renacer y más: “Me di cuenta que no me conocía nada”, admite, “construida en base de puros cumplidos de la gente”.

Katherine Orellana Soto (41) se levanta entre las 5 y 6 AM en el departamento que arrienda en Rancagua. “Antes despertaba con un reloj, ahora biológicamente”, precisa ella. Luego se ducha, se maquilla, se viste, lee un versículo de La Biblia, medita un tanto y comienza el día yendo a dejar a su hijo, Facundo, con ya once años, al colegio, y después reparte los productos naturales que vende para quemar grasa y adelgazar.

—Ahora, después de mi rehabilitación, mi vida se volvió súper cuadrada, con muchos hábitos y disciplina —cuenta Kathy a La Cuarta—. Antes era súper manipulable, pero ahora no transo en muchas cosas. Mi rutina diaria indispensable es el cuidado personal.

Pero además, en un café frente a la plaza Loreto Cousiño, en Providencia, la ex-Rojo remarca que “trato de alimentar mi carácter y no el ego, y cerquita de Dios”, por lo tanto, reflexiona que “no soy más que nadie, al contrario, soy menos”, con una buena cuota de modestia.

Largo y tendido con La Firme, la cantante —popularizada como “La morenaza de Rancagua”— se sincera sobre su vida, obra y dramás, desde su infancia rancagüina; los líos con sus padres por malportada; su arribo y auge en Rojo (TVN); los largos años de adicción con el alcohol; el proceso de la rehabilitación hacia la abstinencia; mea culpas varios; su estrecha amistad con Rodrigo Díaz y los famosillos que le han tendido una mano; su renacer musical y su proyecto con el Festival de Viña; su presente familiar; planes en camino… “Construyo en base al agradecimiento, inclusive cuando me va mal”, manifiesta.

Eso y mucho más, aquí.

LA FIRME CON KATHY ORELLANA

Mis mejores recuerdos de niña son todos en la feria en Rancagua. Mis papás vendían pescados y mariscos; yo llegaba del colegio y me comía una almeja con limón, de una. Era bacán. Con mi hermano éramos bien yuntas y, ahora más grandes, estamos más distanciados; pero siempre unidos.

Mis papás pasaban poco tiempo en la casa por la feria, pero cuando se tomaban vacaciones nos íbamos a recorrer en un camión que mi papá adaptó como casa rodante; le puso dos camarotes, una mesa y cocinilla. Íbamos por el litoral, a todas las playas populares de Cartagena, Algarrobo y etcétera. Lo pasábamos increíble. Todos el año llenábamos un tarro de leche Nido, con monedas, y esa plata la gastáramos en lo que fuese después de la playa, obviamente salíamos a la feria artesanal. Nos gastamos la vida con mi hermano comprándonos dulces y subiéndonos a los juegos.

En la básica era súper extrovertida, al máximo, marimacho, “Juana tres cocos”, andaba con todos los cabros, me sentaba al último y nadie me molestaba; le sacaba la cresta al que me dijera cualquier cosa. Lo pasé súper bien dentro de cómo pude vivir mi infancia, porque uno forma caretas cuando niña, y no tiene la educación emocional que ojalá tuviéramos hoy. Ojalá hubiese tenido como la guía para decir “estoy formando una careta con hacerme la que no le pasa nada y la fortachona”. Sin darte cuenta, empiezan a aparecer trancas; es una cuestión de ignorancia por la que todos pasan.

KATHY ORELLANA
Kathy recuerda su infancia full extrovertida y, ya en la adolescencia, se volvió más tímida. Foto: Luis Sevilla

Mi abuela materna, Clara, fue clave: me inició cantando pura música ranchera, con Pedrito Fernández... Me hacía cantar en las reuniones familiares. Yo no tenía idea de que sabía cantar, fui abuelita cachó... Pero yo siempre cantaba con el gusto de agradar, nunca con un fin de “ah, me gusta”. No es que me desagradara o gustara, tenía esa habilidad sin darme cuenta, pero no lo hacía pensando “esto es lo que quiero”. Mi sueño era ser odontóloga, nada qué ver con lo que soy ahora, que tiene que ver con las comunicaciones, que me encanta por lo demás; no me arrepiento de absolutamente nada.

Tenía trece años cuando murió mi abuelita. Estaban todos llorando. Mi abuelita era buena para el vino, pero no alcohólica. Estaban todos mis primos adultos tomando cuando fuimos a enterrar a mi abuela, y me tomé mis primeras cervezas. Hoy saco en limpio que era por complacer, sentirme incluida; en ese momento ni siquiera me agradaba el sabor, sin embargo, lo hice. Y era la florero por haber estado haciendo eso, que era lo que me gustaba, más que el alcohol: era visible ante los demás. Es como ilógico: dentro de la inseguridad respecto a mi identidad —que cuando niño es lo que buscas— lo mío era más por no sentirme sola. Mis papás pasaban todo el día trabajando; siempre en vez de buscar tener más comunicación con ellos, u otras alternativas, opté por la más fácil: el camino negativo.

Cuando iba creciendo (el alcohol), era por sentirme incluida, por no saber llegar quizás, por no haber tenido una mamá más presente que me guiara —no porque no quisiera, ella tenía que trabajar—. Fueron las circunstancias, pero también fue mi decisión haber tomado ese camino más “entretenido”, porque igual lo negativo es entretenido, llama la atención. Pero hoy que estoy vieja, con 41 años, lo positivo es más lo que tiene más solidez durante en el tiempo, lo más estable; cuando uno se retroalimenta de eso, es permanente. Con lo negativo lo pasas bien, locura y todo, pero siempre hay un cuestionamiento con lo que estás haciendo; siempre lo tuve. Eso te lleva a la confusión de la identidad: sabes que estás cagándola, sin embargo, sigues porque prefieres tener el ego que te dice “ya, no importa, dale nomás”; en vez de decir, con humildad “la estoy cagando, haré las cosas como corresponde”. Lamentablemente, cuando uno alimenta el ego, siempre te disfrazará todo lo que haces y que todo parezca más permisivo.

Mi primer trabajo fue despigando choclos, cuando tenía quince años. Mi papá no me daba permiso para trabajar, pero le insistí hasta que un día entré a un fundo a despigar. Entraba a trabajar a las 4 de la mañana, porque se sacan las espigas en la madrugada, no en el día, por un proceso del maíz; hasta las 11 AM. Trabajaba no por una cuestión de solvencia económica, creo que por jugar, porque todos mis amigos de la población trabajaban con sus mamás temporeras. Me quedaba sola en las vacaciones y pensaba “vamos a trabajar todos”. Un juego.

KATHY ORELLANA
La cantante recuerda la influencia que tuvo su abuela en la música y el hito que significó su muerte. Foto: Luis Sevilla

En la enseñanza media fui pioooola, y buena para estudiar; pero llegaba el aniversario y tenía que cantar po’, a Janis Joplin, y era la líder del carrete. Era la piola pero no tan piola. Yo podría decir a mi mamá que, en realidad, no tuve malas juntas, porque yo era la mala junta.

A los 15, 16 y 17 años intenté irme a vivir sola, porque mis papás me ponían reglas; cacharon que yo estaba portándome pésimo. Tenía que ir con ellos a cargar (el camión), que cuando chica iba feliz de la vida; pero ya quería ir a huevear con mis amigos.

Pololeaba con un cabro de mi edad; él vivía solo porque su mamá trabajaba y no tenía papá, una vida súper disfuncional. Mi mamá me dijo: “Si no te gusta (nuestro sistema), te vas”... Y me fui (donde él)... Pero no duré ni dos semanas y volví. Después mi mamá dijo: “Esto no es nada pensión”, y fueron súper duros conmigo, que hoy se los agradezco enormemente, porque me ayudó a madurar caleta... Sentí resentimiento, me era más fácil echarle la culpa a mis papás, cuando la culpa la tenía yo po’. Era la excusa perfecta para irme.

KATHY ORELLANA
Kathy recuerda cómo se tensionó la relación con sus padres en la adolescencia, lo que, de alguna manera, la llevó a Rojo (TVN). Foto: Luis Sevilla

Mi mamá me llevó engañada al casting de Rojo (TVN). Ella creía que yo podía cantar y le respondí: “Mamá, a qué iré, si son puras minas ricas”, y yo era una gorda de 140 kilos; “nadie me va a pescar”. “Ya, no importa”, me dijo. “Tenemos que ir a cargar, pero arréglate un poco”. “¿A qué voy a arreglarme a La Vega? No voy a un desfile de moda”, le contesté. Me arreglé un poco para que dejara de molestar, y llegamos al patio de TVN. Yo ni tenía idea qué era Rojo; era súper callejera, me dedicaba a portarme como las hueas. Mi mamá lo vio como una alternativa para recuperarme de mi locura y me enfocara en algo que podía dar frutos. “Pero no traje las pistas ni nada”, le dije, y ella contestó que “yo te las traje”. Yo estaba enojadísima, y mi mamá hizo la fila, era como el número 500 y tanto. Llegamos a las 7 AM y recién di el casting a las 9 PM, enojada.

Di el casting de Rojo, estaban Marcelo García y Eduardo Domínguez (director) —que en paz descanse, le tengo un cariño enorme y me enseñó mucho—, y canté “Fallin”, de Alicia Keys. Como era una canción en inglés, me preguntó: “¿Sabes lo que estás cantando?”. “No tengo idea, pero me gusta la hueá”, contesté, y se cagaron de la risa. “¿Y qué haces?”, me preguntaron. “Soy hija”, contesté, “hija de mi mamá”. Se reían, porque respondía muy literal, muy niña. Y les gustó mi historia, porque era hija de feriantes y les encantó mi personalidad, muy light respecto al peso del casting. Yo no tenía idea lo que era Rojo, que estaba dejando la cagá, que tenía full rating... Y quedé. Entré en un colador de tres días, casting tras casting, hasta que quedé en el programa ya en vivo, en el team Rojo.

Vine a dar un quiebre que se venía en la televisión juvenil, así lo veo. Antes era un prototipo de puras niñas bonitas y fitness; y fui la primera gordita de un programa juvenil. Ya después empezaron los “pokemones” y toda la fauna de la televisión. Igual siento que fui la entrada a muchas personas que, a lo mejor, sentían que no podían alcanzar ese lugar. Yo era de las que pensaba que no podía llegar a ese lugar, y me di cuenta que sí; no fue pituto ni porque conocía a nadie. Siempre todos me preguntan: “Kathy, cuenta la verdad, ¿llegaste allá por un pituto?”. ¡Absolutamente no! ¡Nada! No es que yo abriera puertas para la gente que no fuera este prototipo, pero sí di la ilusión de que se podía. A lo mejor, toda esa gente que tenía un sueño, lo veía más alcanzable.

Era polvorita, no muy metódica en la televisión, se me olvidaba que estaba en la tele po’. Era muy espontánea, muy yo. Ahora soy yo, pero con tres filtros más, jajaja. Era muy de piel, si no me parecía algo lo decía, y a quién fuera. A veces yo tenía preparado un musical, y Eduardo Domínguez decía: “No, hoy no vas”. Y al otro día, lo mismo. Y estaba una semana con el musical listo y no iba, porque iban otras cosas que marcaban (sintonía); como un Nelson Mauri hablando copuchas... Y yo reclamaba: “¡Es un programa de arte!”. Hoy me doy cuenta que es un tema de comunicaciones, que es parte de la televisión, que era un programa de entretención. Si bien habían cantantes y bailarines, en definitiva el punto más importante era entretener a la familia.

Un día me agarré firme con Eduardo Domínguez . Fui a reclamar a su oficina y amenacé con irme, y me dijo: “Bueno, váyase; cuando usted le gane a alguien, venga para acá y me reclama”... ¡Me dejó picada al máximo! Enojada. No le dije nada porque quedé tan en shock. Yo nunca había ganado un primer ni segundo lugar en nada; siempre era tercera o cuarta.

Pasaron tres o cuatro años del programa, en vivo todos los días, todos los chiquillos con sueldo bueno, y dije: “Quiero un espacio en este programa”, que se llamaría “¿Muerden los perros?”, que era viajar por Chile buscando talentos callejeros, con su cultura y todo el cuento, como Don Francisco cuando llegaba a un lugar con “La cámara viajera” que siempre preguntaba: “¡¿Mueren los perros?!”, para pasar. No me querían dar el espacio, y yo quería cobrar más plata y renuncié. No me dijeron nada; pasó una, dos semanas, y no me llamaban. “La cagué”, pensé. “Necesito trabajar”. Iba a tirar ofertas en otros canales, súper arrepentida, pero a la vez decía “filo, no importa”. Y me llamó Jorge Soiza, gerente general de TVN, quería conversar conmigo: “¿Qué es lo que quieres?”. Y yo, cagada de miedo, le dije cuánto quería ganar, qué quería hacer y qué días, “y así vuelvo al programa”, declaré. “Es complicado, quieres viajar, necesitas un equipo, desaparecerte una semana viajando, después la otra venir tres días...”, analizó, y me respondió que sí. ¡No podía creerlo! Sí a todo, y yo no era ni del team Rojo. Por primera vez me di cuenta lo que uno pesa en televisión en términos de rating. Las dos o tres semanas que estuve fuera se notaron. En ese tiempo no había Instagram ni nada, pero sí mensajes de texto y la gente llamaba. Empecé a entender que era un número más que una persona y me relajé.

A Eduardo Domínguez me lo topé en los pasillos y me dijo: “Ah, volviste”. “Si po’”, le contesté. “Adivina a quién le gané”. Se cagó de la risa y me dijo: “Bien, Negra; acá no se trata de lugares, los primeros no son los que tienen primeros lugares; se demuestran con hechos y tú aquí estás”. Eso aprendí. Empecé a trabajar con mi espacio, con mis días que iba y con el sueldo que quería.

Si dijera que no había alcohol en Rojo sería mentirosa. En las galas, por ejemplo, nos tomábamos los pisquitos sour, ya después de la una de la mañana, entrando y saliendo (del escenario), que te toca y no te toca, todos en pelota en el camarín, vistiéndonos entre todos porque ya nos conocíamos tanto que ya no había pudor entre nosotros... Ya cuando era el término de la gala, su pisquito sour; pero uno o dos, no curaderas ni alguien que saliera dando jugo. Era cuando estábamos terminando, para celebrar. Nunca antes, jamás para agarrar pachorra, porque pachorra nos sobraba a todos.

Kathy Orellana
Kathy Orellana en Buenas Noches a Todos, donde admitió que "todo el mundo tiene más fe que yo en mí”.

Me interesó la idea de ser cantante cuando Don Francisco me invitó a cerrar la Teletón, hace muchos años, y canté el “Ayayai”, y el mar de gente cantando un tema mío —o sea, que me lo regaló la Celia Cruz—, y dije: “Esto es lo que yo quiero”. Me sentí tan viva, no lo puedo explicar con palabras. “Quiero esto, que canten mis canciones en un concierto”, pensé, no por la masa de gente, sino por la situación de verte en un escenario cantando para mucha gente. Hasta ese momento siempre aparecíamos como “el clan Rojo”. Esa vez todo el tema me lo cantó la gente, pero en ese 1:40 minuto me visualicé dando giras, cantando por todos lados, un flash de muchos conciertos y giras por todo el mundo. Fue muy bonito e importante.

Don Francisco siempre ha estado pendiente de mi carrera. Andábamos de gira con Teletón, que por algo le dicen el “festival de los codazos”, por quién está más al lado suyo. Y a mí, como siempre me dio lo mismo quién estuviera, me agarró buena y me llamaba siempre a su mesa, que me sentara ahí con Ximena Casarejos, su mano derecha de Teletón. “Siéntate aquí, Morena”, me dijo. “Tu cantas tan lindo, pero eso de ‘gorda picarona’, no más; eres Katherine Orellana, o ‘La morenaza de Rancagua’ si quieres, ¡pero la descalificación, no!”. Le cargaba que me dijeran “gordita picarona”; y él toda su vida, desde su juventud, ha luchado con el sobrepeso. Y un día me dijo: “Tengo un amigo que te puede ayudar, llama a mi asistente personal de Sábado Gigante”. Llamé, me contestó una cubana y me dio el número del doctor. Hice la cita y me dio el OK para la operación. Yo pesaba 140 kilos, que ya los venía arrastrando, porque ya los 30 minutos de show jadeaba, cansada; era una cuestión de salud. “¿Tienes plata?”, me preguntó Don Francisco. “No la tengo toda, pero voy a solucionar”, y me dijo: “Yo te lo pago”, y le contesté: “No, Don Francisco, cuando necesite su ayuda será con una oportunidad o que me asesore; no monetaria”. Me miró y se cagó de la risa. “Ya, Negrita, cualquier cosa, usted tiene el número de mi asistente, o me llama a mí”, y me dio su teléfono personal.

Me operé en la Clínica Indisa en el 2007. Nadie sabía que yo me estaba operando de un bypass gástrico, y lo primero que se dijo fue que tenía una sobredosis. Efectivamente caí en la UCI, pero era por mucho sobrepeso, y por prevención. Todos los periodistas estaban afuera pensando que era por sobredosis... así es “Shile”. En este momento me emputecí, pero hoy digo que todo sirve, hasta los haters. Creo que nadie podría enojarse con un hater porque les más publicidad en una red social; para mí, vengan todos los haters posibles, jajaja.

El primer ramo de flores que me llegó en la clínica, gigante —que nunca en mi vida me habían dado un así—, era de Mario (Kreutzberger). Quedé impactada. Todavía mi mamá tiene guardado ese florero porque me lo trajo Don Francisco. No he vuelto a tener contacto, pero creo si mañana me lo topo, no me cabe duda que conversaremos.

KATHY ORELLANA
"Le eché la culpa a todo el mundo, me sentí utilizada, siendo que no era así", dice sobre el fin de la era Rojo. Foto: Luis Sevilla

Construí mi carrera en base al ego que es todo lo material, que te compras un auto, esta ropa, esta casa, te juntas aquí o viajas allá; y caí en ese error. Se te va toda la mierda porque materializaste tu vida; la construcción espiritual es nula, no hay nada. Cuando se fue el Rojo se acabaron todos los días que viajamos y que estamos en el canal. Me quedó un vacío. “¿Y qué hago”, pensé. Nunca me llené con nada intangible. Ahí hubo el desmoronamiento moral, me cuestioné muchas cosas, le eché la culpa a todo el mundo, me sentí utilizada, siendo que no era así, pero fue netamente por cómo construí cuando me fue bien.

En mi adolescencia fumaba marihuana y me tomaba mis copetes, pero nunca fue problema. Pero se terminó Rojo y empecé a tomar y salir todos los días. La plata se fue y sin darme cuenta estaba empantanada en el alcohol y la droga. Estuve un tiempo funcional, pero nada. Como mi droga madre era el alcohol, curada, en ningún lado; es diferente cuando consumes otro tipo de drogas, que pasas más piola, pero el alcohol era súper evidente en mí. Aparte, me había hecho un bypass gástrico, entonces si me tomaba un pisco sour me hacía más efecto.

Alcoholizada le podía decir sí a todo. Hay muchas cosas, incluso de mi vida, que no me acuerdo, y que en terapia he podido desbloquearlas... Perdonarme fue mi primera acción de amor propio, por la poca conciencia de enfermedad. El ego es tan doble filo que te mantiene en una permanencia en vez de decir “no quiero más” y pedir la ayuda. Lo más difícil para un ser humano, siendo adicto a lo que sea, es pedir ayuda; uno siempre quiere arreglárselas solo y que uno tiene la razón. Realmente a veces uno necesita la ayuda. Es de valientes.

Rodrigo Díaz es mi mejor amigo, si es que no es el único, de la vida en general. Ha estado conmigo en todo, desde que nació mi hijo, en rehabilitación, y siempre constante. Me cuesta pillarlo porque viaja por el mundo entero, y le digo “ya po’, llévame en la maleta”, y se caga de la risa. Me ha apoyado en temas escolares con mi hijo, cuando yo no he tenido (plata): “Negra, mándame la lista del Facu”, y me la compra. “¿Qué te falta, Negra?”, me pregunta. La primera vez que tuve un problema de adicción, y lo asumí, Rodrigo me invitó a congregarme; me presentó a Dios de forma más personal. Nos empezamos a congregar juntos y nos unimos de una manera divina. Somos hijitos de Dios.

Cuando venía a Santiago, me quedaba a veces meses en el departamento de Rodrigo. “Ya, Negra, quédate”, me ofrecía. Cuando él empezó, vivía en un departamento de un ambiente, tenía su pareja y todo, e igual: “Quédate nomás, Negrita”. Nunca me negó sus puertas, al contrario, siempre: “¿No tienes dónde quedarte?”. Tanta huevá que viví con Rodrigo, cosas que se pueden contar y que no, pero lo pasamos muy bien. Es una persona muy la raja. Rodrigo tiene un humor muy entretenido, jamás te vas a aburrir con él, nunca.

Cuando Rodrigo me retaba por alguna cagada que me mandaba, callada nomás, pobre de contestarle, porque era peor. A Rodrigo lo puedes ver cagado de la risa, pero es cosa seria. Me llamaba por teléfono y yo tiritaba. “Alguna hueá habré hecho”, pensaba yo. Al principio yo subía puros videos ebria, y Rodrigo me llamaba: “Negra, vente pa’ acá, ¿te voy a buscar? ¿Dónde estás?”. “No, hueón, déjame acá”, le contestaba, le cortaba y no le contestaba más. Un día estaba tan chato que me dijo: “¡No me hables más!”. Recapacité y lo llamé: “¿Dónde estás? Te pago algo para que te rehabilites”, me dijo. “No, yo puedo sola”, le contesté... Mentira... Hasta que un día exploté y decidí rehabilitarme sola, de un día para el otro: un día estaba tomando y al siguiente me fui a internar en el 2021.

Nunca le pedí plata a nadie, sólo de mi círculo familiar, nunca a nadie conocido, nunca estuve tan cagada del mate. De cierta forma, nunca di jugo en ese sentido. Trataba de arreglármelas sola.

Rafa Araneda se fue de Chile, tenía a su familia y nos alejamos. En algún minuto tuve un descargo con él, pero lo hice en estado de ebriedad, desde la rabia; no es que me esté justificando. Pido disculpas de hecho, porque no estaba en mis cabales cuando disparé contra suyo, cuando él no tenía ninguna culpa. Al contrario, más que agradecimiento tengo por el Rafa, porque siempre me tendió la mano, a enseñarme las comunicaciones, cómo negociar y todas esas cosas. Uno en el estado de adicción, soledad o depresión se siente con la autoridad de hacer responsable a todos. Pero hoy en día reflexiono, y absolutamente no, lo hice desde la desregulación emocional que traía.

Con Kel Calderón me dice amiga en Fiebre de Baile (CHV), súper pinches, muy amigas íntimas. Nos mandamos historias bien jugadas ahí. Me acuerdo cuando empezó con (Pablo) Schilling, yo me hacía la loca como que salía con Schilling, y después salía la Kel; éramos muy compinches. Después tuve un problema con un arriendo, cuando Facundo estaba recién nacido, que me estaban cobrando. La Kel no estaba en el país y me llamó Hernán, su papá, de su parte: “La Kel está super preocupada, cualquier cosas que necesites, si necesitas plata, te la paso”, a pito de nada. Yo no conocía a Hernán, pero la Kel le pidió si me podía ayudar... ¡Eso se agradece! No cualquiera lo hace. Pero soy de las personas que no me gusta abusar de ese estilo de ayuda. Es fácil pedir plata y decir “ya, ayúdenme”; pero después hay que pagarla, JAJAJA. Pero soy súper agradecida por la intención. Y habla de que no he dado tan mala imagen de lo que ven en mí.

En consumo era negativa y violenta, contra el mundo, contra mí, me autosaboteaba, y obviamente (me sentía) la víctima de la situación. Totalmente enferma. No digo que sea una justificación, pero escucho a la gente cuando habla de los adictos y dicen “estos creen que uno es hueón y se hacen los enfermos”. La adicción es una enfermedad, así como la obesidad, y lamentablemente en este país no se ve así. La adicción ni siquiera es una enfermedad de la droga y el alcohol, es la enfermedad de las emociones; el alcohol y la droga solamente es la guinda de la torta, nada más.

KATHY ORELLANA
"En consumo era negativa y violenta, contra el mundo, contra mí, me autosaboteaba", recuerda Kathy. Foto: Luis Sevilla

Siempre he tenido buena recepción de la gente. Lucha Jara me pregunta: “Negrita, ¿cómo estás?”, siempre me pone cositas lindas en mi instagram, o me llama su mánager para saber cómo estoy. A veces organizo eventos solidarios, los llamo a ellos y al tiro me dicen sí, o el Karol Dance también.

Adriana Barrientos fue un dulce conmigo; la persona que menos me imaginé de la vida, porque es buena para criticar a todo el mundo y tira su cizaña. A pesar de que yo estaba en el piso, que podría haber aprovechado para barrer, ella, al contrario: “Vamos, Negrita, tú puedes”, me dice, y nada público, por interno. Cuando yo estaba recién en Rojo, con la Adriana no dijimos un par de cosas, pero era parte de la farándula. Ella es una persona que no tiene resentimiento, a pesar de que se ve muy frívola por sus pegas. Me sorprende la capacidad de blindado que tiene respecto a sus emociones. Quizá por eso uno la ve tan sola, porque debe cuidar mucho eso.

La Kel Calderón con su papá, Hernán, están siempre pendientes de mí. La gente que menos crees, ellos han estado conmigo, en silencio, pero obviamente que se agradece la preocupación, y cómo creen en mí. Con la Kel no hemos tenido contacto fuera de lo que hablamos por Instagram, y aparte pasa puro viajando. Con la Kel y Rodrigo me junto cuando pueden, pero al ritmo de ellos me tendré que poner en el aeropuerto para verlos, jajaja.

Daniel Fuenzalida en un momento me ayudó, estuve dos semanas en el centro de rehabilitación del “Huevo”, pero no me sirvió, porque era ambulatorio, que es súper permisivo; es para personas que recién experimentaban y se les va de las manos, pero no para una persona que ya lleva más de la mitad de su vida en consumo y quiere salir. Hace ya dos años que estoy rehabilitada. Pero Daniel siempre está pendiente de mí y me mandaba un mensajito apenas podía, de cómo estaba y me sentía, y que contara con él para todo.

Kathy Orellana en entrevista con Martín Cárcamo para De Tú a Tú (Canal 13), donde contó que le diagnosticaron borderline.
Kathy Orellana en entrevista con Martín Cárcamo para De Tú a Tú (Canal 13), donde contó que le diagnosticaron borderline.

Me diagnosticaron clínicamente que era borderline (trastorno límite de personalidad), que absolutamente no creo en eso. Tengo un tema con los diagnósticos de los psiquiatras: los respeto, hay mucho paciente que necesita un psiquiatra, medicina y todo el cuento; pero siento que la medicina moderna hoy trata de enfermar más y someter a la gente a algo cuando no lo necesita realmente. El tiempo me ha demostrado que ese diagnóstico clínico me lo pasé por dónde pude, jajaja. Si uno está en una etapa de conflicto, lógico que existirán periodos borderline, de bipolaridad o depresión; todas esas cosas son parte de la vida, pero si un guía o un terapeuta que diga: “Tienes que vivirte la tristeza y la rabia, es normal; no puedes estar todo el día cagada la risa como si nada”.

Las personas ven a alguien deprimido y ya (dicen que) tiene depresión; si ven a alguien contento, es bipolar porque un día anda enojado. Todos estamos mal, hay un sobrediagnóstico. Lo más difícil del mundo es conocerse a sí mismo; y lo más fácil es criticar de mala forma al resto. Empezamos a etiquetar a las personas en vez de ser más empáticos. Es más fácil empastillarse y decir que las personas están enfermas que actuar con la razón de la conversación y el autoconocimiento.

Estuve en El discípulo del chef (CHV) antes de entrar al centro. Fue la última cagada grande que me mandé, por irresponsabilidad. Me hicieron un portonazo en mi casa y me lo cuestionaron. Y como yo andaba irritable, reaccioné y los mandé a todos a la chucha, en vez de haber dicho: “Sí, tuve este percance...”, y tomado así. Pero andaba pólvora, totalmente desregulada, entonces me decían “pero” y yo decía 20.000 chuchadas más. Estaba en plena adicción, en mi etapa full. Fue el último programa en que estuve con adicción... Aprovechando la entrevista, pido disculpas... Ay, me mandé puras cagadas; pero lo bueno es que uno lo reconoce y, aparte, mostrarlo con acciones. Me porté súper mal con el descargo que le hice a la productora. Estaba desregulada completamente, pero me hago cargo. Por lo menos, actúo hoy en día bien. Pido las disculpas; pero lo hecho, hecho está, y hay que ponerle pa’ adelante.

KATHY ORELLANA
"Me porté súper mal con el descargo que le hice a la productora", hace su mea culpa Kathy por El Discípulo del Chef. Foto: Luis Sevilla

Me interné en el centro de Creeré —que ahora se llama Énfasis Chile—, en el 2021 (casi 2022). Curá tomé la decisión, me fui con una caja de vino para el centro. Es tan cuática la adicción que uno, en definitiva, sabe que la está cagando, pero estás tan empantanado que quieres salir y no puedes, porque el cuerpo te lo pide. Llamé a mi papá como a las 9 de la noche y le dije: “Ven a buscarme a las 9 de la mañana que me voy a un centro”, y me contestó: “Si me estás leseando, no te llevo más”. Quedaba en Melipilla, me llevó y me fui tomándome una caja de vino; llegué ebria. No me dijeron nada, me aceptaron y me fui a acostar.

Desperté como a las cuatro o cinco horas y yo juraba que llevaba como una semana. “Llegaste hoy día”, me dijeron mis compañeras. Las dos o tres primeras semanas lo pasé horrible, porque la desintoxicación del alcohol es muy fuerte, la falta de... convulsiones, vómitos, arritmia, insomnio y alucinaciones. Me llevaron como tres veces de urgencia al hospital en Talagante porque convulsionaba y vomitaba espuma. Cuando me metí dije: “No quiero ningún tipo de drogas de nada”, y me insistían en que “tienes que tomar algo para dormir”, pero yo “no, nada pa’ dormir”. Estuve como tres semanas en que mis compañeras me tenían que dar el té porque por mis tiritones no podía sostener nada; la comida me la tenían que dar. Llegué horrible, flaca como palo, estaba pesando unos 50 kilos.

La gente se pregunta si yo estaba consumiendo pasta base, y no, era puro alcohol. Tomaba mucho, mucho, todo el día, desde que me levantaste hasta que —no podría decir me acostaba— apagaba tele. Así era mi sistema de vida. Pero alcoholizada le podía decir a todo lo que viniera si es que estaba en algún lugar, pero por lo general siempre lo hacía sola, en una pieza, nunca con gente. Nunca lo mio fue social... No digo que no consumí algún tipo de droga, posiblemente, ¡pero no me acuerdo!, jajaja. Hoy día me rio, pero, por ejemplo, cuando me hicieron los tests de drogas para el ingreso, no tenía nada más que alcohol. ¡Era tanto el alcohol que ni marihuana fumaba!

Kathy Orellana
Kathy estuvo en una de las temporadas de El Discípulo del chef (CHV), de donde no se fue bien, con descargos incluidos.

Me siguen dando oportunidades. Ahora estoy volviendo al canto y he estado en un par de bares en Puerto Montt, en Copiapó, y hace poquito estuvo animando en el festival urbano de Caldera. Y la gente me dice: “Eres más bonita en persona que en las redes”, y se ríen. Me encanta compartir con la gente, me sube el espíritu y me gusta porque todos se acercan para decirme: “Tengo a mi papá o a un primo enfermo”. Todo el mundo tiene alguien que necesita ayuda, y no hablo de ayuda económica, sino en “¿cómo lo hiciste? ¿Qué hiciste para que te funcionara?”, porque claramente todo Chile me vio dando jugo en las redes po’, curá raja; no voy a decir “na’ qué ver, inteligencia artificial”, jajaja; entonces ver mi cambio es como “oh, lo logró”. Me llena el espíritu de agradecimiento, porque así como inspire en algún momento como la gordita que estuvo en TV, también puedo inspirar a muchas personas que tengan un problema de alcohol y drogas, que sí se puede salir, existe la rehabilitación y poder cambiar, si uno se lo propone.

En rehabilitación me deshabitué tanto de lo que yo era, y me habitué tanto a conocer quién soy en realidad, que en camino me di cuenta que no me conocía nada, que sólo era una persona construida en base de puros cumplidos de la gente, ¡no de mis cumplidos! Empecé a llenar puros vacíos con los cumplidos de la gente, pero no de lo que yo realmente quería o sentía. La gente todos los días me dice: “¿Kathy, cuándo volverás a cantar?”. Me encanta cantar, pero tuve que reenamorarme de la música, que me entregó todo, un nombre, fue el principio de mi carrera; pero reconozco que en Chile, antes que cantante, soy más un personaje; hice de todo menos cantar. Me hago una autocrítica: me dediqué todo este tiempo a construir un personaje para la gente, confrontacional, que los realities, el programa estelar y que “la Kathy era chora”; pero nunca me dediqué a la música realmente, mi pasión.

En el 2023 saqué dos colaboraciones, “Sin ti no quiero nada” y “Volví con sazón”. Hoy, en silencio, tengo unos proyectos bien guardados que contaré pronto. Ahora tengo pensado algo más importante: mi aspiración es presentarme al Festival de Viña como participante, en la competencia; humilde, siempre, ¿pa’ qué voy a decir que quiero ir como jurado? Jajaja. Hace un tiempo se me ofreció ser jurado, pero mi ego era tan grande que decía que no... Rechacé cosas, estúpidamente. Malas decisiones. Pero hoy mi carrera musical tiene que partir desde abajo. Voy a postular y hacer todo lo que corresponde, con las bases que piden el Festival. Todos me dicen: “¿Por qué no vas a los programas (de talento)?”. Porque lo mío no quiero que sea otra vez televisión, quiero que sea netamente el arte de cantar, transmitir e interpretar. Este año postulo al Festival y la canción sale el próximo año. No puedo decir la canción... ¡Surprise!

Mi identidad musical es netamente popular. Aunque a muchos les dé risa, unos me critican para mal y otros para bien: creo que lo mío es “Zalo Reyes versión Katherine Orellana”, versión mujer, pero actualizado. Lo mío son los boleros, siempre con un arreglo, obviamente que tengo mis raíces de jazz y blues que dan mi color de voz. Pero mi gente es popular, y lo popular le encanta la gente ABC1 o C4. Es familiar.

KATHY ORELLANA
"Creo que lo mío es 'Zalo Reyes versión Katherine Orellana', versión mujer, pero actualizado", analiza sobre su regreso musical. Foto: Luis Sevilla

Todo el mundo me tiene más fe que yo a mí. Es de las cosas que más trabajo con mi terapeuta. Toda mi vida he sido bastante con los pies aterrizados, súper concreta. No creo en el príncipe azul, pero sí en que uno se puede armar un príncipe azul. ¿En qué sentido? Todo el mundo habla de lo que yo podría ser, pero hoy me pongo en lo que yo quiero ser, no en lo que podría ser porque la gente me lo dice. Antiguamente lo que quería era ser una cantante más internacional; pero hoy me doy cuenta que era lo que la gente quería, no lo que yo quería. Me hago un autoanálisis, me pregunto lo que quiero hoy y me doy cuenta que ya lo tengo. Antes siempre renegaba y decía: “No seré dueña de casa, me carga el aseo”; y hoy es mi pasión hacer el aseo, es una triada: el baño limpio, lavar las cosas, tenerle la ropa limpia a mi hijo y cocinar.

Vendo un producto para bajar de peso, 100% natural, un desintoxicante y desinflamatorio que ayuda a acelerar el metabolismo. Ahí viene la magia; la gente vive dietas o dejando de comer para adelgazar, y es lo contrario. Cuando dejas de comer, el metabolismo va a entender que no recibe comida y, en vez de gastar esa grasa o energía, la guarda. Lo que uno tiene que hacer es, primero, desinflamar, desintoxicar y comer más veces en el día, y en menor cantidad. Entre más información uno le manda el metabolismo, más rápido va a gastar en el metabolismo y andas más activo en el día; toda la grasa que consuma la va a convertir en energía, por ende, en la noche tendrá una mejor reparación celular y al otro día no amanece cansado, con una regulación de digestión y ánimo. El estómago tiene mucha conexión con el cerebro; si el estómago anda bien, todo tu ser anda bien.

El producto lo vendo a través de mi instagram, se comunican con mi whatsapp (+56 9 5977 4584 o katherineorellana@gmail.com) para pedidos); estoy viendo negocio con Mercado Libre y cómo me amplio. Mis productos tienen certificación, porque trabajo con un laboratorio chileno certificado, y yo le pongo mi marca registrada... Hago envíos por Starken, por todo Chile, tengo clientes desde la Isla de Pascua hasta Australia. Es mi principal fuente de ingresos. No tiene ninguna contraindicación, solamente las mamitas que están amamantando, porque el bebé necesita incluso las toxinas para generar anticuerpos para su sistema inmunológico; ya después de los nueve meses del bebé, ahí pueden tomar el tratamiento.

Me operé en el 2007, volví a engordar en el 2018, que ahí conocí el producto, y volví a adelgazar. Había engordado casi 50 kilos. Con este tratamiento comía igual, pero mi metabolismo se aceleró; esa es la magia. Sigo tomando el producto. Este medicamento se toma dos veces al día para adelgazar; pero lo tomo una vez al día netamente porque sufro de colon irritable y me ayuda a que siempre esté desinflamado.

Kathy repasando su historia vital con Martín Cárcamo, donde también habló de su maternidad.
Kathy repasando su historia vital con Martín Cárcamo, donde también habló de su maternidad.

Quería estudiar técnico en rehabilitación. Me encanta la idea, pero armé un equipo de trabajo con el que tengo un proyecto —que ya lo vamos a ejecutar—; pero mi intención es hacer un coaching de liderazgo más que de tecnicismo en droga y rehabilitación. Lo mío es más el empoderamiento, la fortaleza, el guerrerío y cómo me paro frente a la vida, más que el saber por qué me drogué; porque desde mi testimonio puedo ir ayudar a más mujeres y hombres que quieran salvar su vida. Quiero sacar mi centro de rehabilitación, con un equipo clínico de trabajo, entendido en el tema. Yo voy a ser la cara visible.

Nunca estuve a punto de entrar a Tierra Brava (Canal 13). Aparecí en un afiche, pero yo creo que era una estrategia de marketing nomás, porque no me llamaron ni para verme el estado.

Quise ser madre soltera. No me ha traído ningún costo con Facundo. Su papá es mi hermano mayor, a él le dice “papá” entonces tampoco podría decir que ha hecho falta una imagen paterna. Le he preguntado a “Facu” si lo quiere conocer, y me dice que no le interesa. Facundo, gracias a Dios, es un niño súper resiliente y resuelto. Cuando uno es así como yo, Dios manda hijos extraterrestres, porque mi hijo es súper “mamá, no te compliques”, claro con sus límites, sabe respetarse de una manera única y no deja que lo pasen a llevar. Es un niño súper bacán, tiene once años.

KATHY ORELLANA
Kathy cuenta cómo, lentamente, se ha ido recuperando su madre tras sufrir un ACV tiempo atrás. Foto: Luis Sevilla

Estoy viviendo con Facundo desde el 2023, cuando mi mamá sufrió el ACV (Accidente Cerebro Vascular), porque ella lo cuidaba. Él pasó un tiempo con mi prima y después ya se vino conmigo y mi mamá; y ahora vivimos solitos en un departamento. Me quedan un par de meses para que me den la custodia definitiva, que en este momento la tiene mi prima momentáneamente conmigo.

He hablado de la importancia de la educación emocional. Con mi hijo lo que más me ha funcionado es educar con el ejemplo y la consecuencia. No le puedes decir a un niño “no hagas esto” si tú lo haces. Creo que hay que validar las emociones sin llegar al extremo de “no importa, el niño se está expresando”, obviamente poniendo límites, para él y para que él los ponga, dándole todas esas herramientas para que pueda desenvolverse. Y comunicación: Facundo sabe todo mi problema de adicción. En los programas donde estamos por tribunales me dicen que Facundo sabe mucho respecto a la adicción, porque yo le cuento. No me puedo hacer la lesa de que “hijo, estuve enferma y se me pasó”. “Hijo, esto me pasó, esto hice, lo hice porque sentí esto, y esto otro, y me equivoqué por no decir o hacer esto”, le explico. Le muestro, desde mis errores, cómo la cagué. Le muestro, aunque sea con el ejemplo malo o bueno... Terapia de shock al Facundo. Le tiene terror al alcohol. No le molesta que otras personas estén tomando, porque empatiza; pero le explico que el alcohol, en definitiva, destruye, porque Dios nos dio un templo, nuestro cuerpo, y si nos echamos droga nos matamos de a poco.

La mejor educación que le puedo dar a mi hijo es el crecimiento espiritual, más que la plata, una carrera y que todo. Si tengo emocionalmente bien a mi hijo, que él sepa dónde buscar en su momento de tristeza o rabia, jamás tendrá un conflicto que no pueda resolver, porque la vida está llena de problemas; el conflicto es cómo uno recepciona ese problema.

En su momento Facundo sufrió mucho, porque echaba de menos a la mamá (durante la adicción y rehabilitación). En ese momento yo no lo sufrí porque estaba en consumo. Pero hoy, por ejemplo, en mi proceso de rehabilitación la sufro, viene la culpa, el resentimiento y el perdón. Hoy es puro crecimiento. Con Facundo tenemos una relación en que a todo lo negativo le damos el crecimiento. Facundo es de otro planeta... Cuando estuve internada no viví con él un año y seis meses; pero en consumo era súper intermitente; estaba con él un mes, una semana sí, y otra no. En definitiva, fui una mamá que no estuvo, las cosas como son.

Mi mamá está con burrito y bastones tras el accidente cardiovascular. Quiere todos los días la feria y yo le digo “no po’, mamá, vamos de a poco”, y ella me contesta: “es que quiero ir a la feria, si no estoy yo nadie vende”. Pero mi mamá va evolucionando bien, obviamente con todos los achaques de su vida, que ha trabajado desde que tiene 10 años, entonces es más difícil, ya está en una tercera edad (74) en que se le olvidan ciertas cositas, su genio es más cuático y es más infantil, súper tragicómico, porque se pone súper niña. Si yo no hubiese tenido el tratamiento que tengo creo que no hubiese estado preparada para cuidarla; estaría hueveando, tomando, en algún lado.

La relación con mi papá, mi hermano y mi mamá está súper impecable. Hoy tenemos una relación inquebrantable. Con mi hermano tengo una excelente relación, lo que sucede es que él también está pasando por un proceso de su vida en que lo único que me queda es ser espectadora, y quererlo, porque a veces la gente cree que el apoyo se basa en opinar o decir “esto tienes que hacer”. Uno no está para dirigirle la vida al otro; uno está para acompañar, tome buenas o malas decisiones.

Tengo más desarrollada mi parte masculina que femenina, entonces siempre he tenido que resolver y me gusta resolver. Soy ese tipo de mujer, resolutiva. Estoy en pareja, vamos a cumplir tres años juntos. Él ha estado en mis peores momentos; y ahora, mejores. Pero todo bien, tranquila.

Siempre ando con alguien, nunca ando sola, a veces con el terapeuta y ahora con la persona que trabaja conmigo en mi empresa de productos. Me cuido. No es que hoy tomar una mala decisión, pero no mido controles. Sé mi enfermedad y tengo conciencia de enfermedad; y cuando uno tiene esa conciencia, no se cree sano y no anda por la vida sano. No porque yo me haya rehabilitado, y tenga dos años de abstinencia, ya estoy sana; no, al contrario, más tienes que andar como la más enferma de todos, para cuidarla. Llevo dos años de abstinencia, la última vez fue el 26 de diciembre, después de Navidad, como dos días después, porque pasé el Año Nuevo 2022 internada.

KATHY ORELLANA
"Llevo dos años de abstinencia, la última vez fue el 26 de diciembre del 2021, después de Navidad", recuerda Kathy. Foto: Luis Sevilla

Hace unos meses subí a Instagram un video bailando y siempre la gente me cuestiona que estoy curá. Siempre me comentan: “Tienes pura cara de volada” o “tómate el otro”. Esos comentarios no me resbalan, pero es parte de mi historial, ¿qué puedo decir? Lo acepto, no me justifico ni tampoco tengo que dar explicaciones, porque yo sé lo es y lo que no.

He tenido que pasar por todos estos procesos para estar donde estoy hoy, con esta claridad de mi vida, con lo que quiero, saber quién soy y quién no soy. Cualquiera que me diga “la drogadicta”, “la alcohólica” o “anda a cuidar a tu hijo”, a mí, de verdad, no me mueve ni un pelo, porque yo soy tan segura de lo que soy y lo que no; un comentario así lo más que me da es “su boca está hablando de lo que carece su corazón”, nada más. Antes decían una hueá y yo reaccionaba: “¡Qué te creí &%$#...!”; no están jugando con mi seguridad porque yo hoy sé qué soy y qué no.

Creo que es difícil que una mujer asuma que tiene un problema de alcohol o droga, que lo hable; no es que sea más fácil para un hombre, pero en general la sociedad es más dura con las mujeres. Para mí ha sido más fácil, porque al admitirlo abiertamente me da la posibilidad de que pueda perdonar y trascender más fácil. Porque si empezara con ocultar... ¡Filo! Esta soy, y esto es lo que no soy, y aquí estoy, me caigo, y vuelvo a pararme; pero no trato de tapar el sol con un dedo.

En la televisión es mucho más difícil que una mujer reconozca un problema de adicción, siendo que hoy todos consumen algún tipo de sustancia; no voy a nombrar quién ni nada, ni voy a creerme ahora la rehabilitada que quiero rehabilitar a todo el mundo. No soy de ese tipo. La mayoría de mis amigos fuman cannabis y todo bien. Pero creo que está mal, porque lo normalizamos, y al normalizar una situación se van de las manos muchas más. Cada uno sabe lo que hace en la vida, pero siempre hay que tomar en cuenta que nosotros tenemos un templo po’ y hay que cuidarlo.

Kathy Orellana
Kathy en entrevista para el Pero con respeto (CHV) de Julio César Rodríguez, donde habló de su rehabilitación.

Un adicto siempre va a tener pensamientos negativos. El que te diga “no, yo ya no pienso en eso”, ¡miente!, porque todos los días a uno le dan ganas de tomarse un copetito en la noche o fumarse un cañito. Pero ya perdí ese privilegio, porque se me va de las manos. El primer mecanismo que uno tiene es aceptar que tienes un problema con eso; y el segundo es comunicar: pescar el teléfono, o si tienes a alguien de confianza al lado, decirle que “tengo ganas de fumar, pero sé que me hace mal...”, el ejercicio es comunicarlo, porque si lo dejas en tu mente te agobiará todo el rato; el subconsciente es muy maricón, y la mente puede ser tu mejor amigo o peor enemigo.

El primer cuidado es tu círculo social. ¿Pa’ qué un diabético va a ir a una pastelería a ver cómo todos comen?... ¿A qué voy a ir yo a meterme a un bar a compartir si me van a dar ganas? Me resguardo y hago otras actividades. Empecé a reencontrarme full con mi niña interior y Facundo me ha ayudado caleta; salimos al cerro, vamos a jugar, a las camas elásticas, viajamos y salimos a comer a restoranes. Facundo es súper agrandado en ese sentido, le gusta salir a comer, probar cosas nuevas, viajar, vamos a comernos una empanada al cerro. Todos dicen que Rancagua es fome; claro, no hay nada para salir a huevear po’, pero es súper entretenido, hay muchas cosas para hacer con los niños.

La parte más fuerte de mi adicción fue en una casa de campo de mi papá... creo que nunca volvería allí. Pero como mi adicción nunca fue dentro de un local o algo así, siempre en soledad, no tengo un lugar donde no iría. Lo que no hago es, por ejemplo, si salgo con mi pareja o un grupo de amigos —que entre ellos está mi terapeuta después que me reeducara— no voy a lugares más de las 1 AM, porque ya después están todos copeteados. Voy a fiestas, comparto, estoy un rato y me vengo. Hace unos fines de semana estuve en el festival de música urbana animando, con el olor y el copete por todos lados, ¡terrible!, pero no por eso dejaré de hacerlo. Llamaba a mi terapeuta, me comunicaba para que me baje la ansiedad. Nunca dejo de comunicar, nunca me desligo de mi tratamiento.

KATHY ORELLANA
"Si salgo con mi pareja o un grupo de amigos no voy a lugares más de las 1 AM", explica Kathy sobre su autocuidado con el alcohol. Foto: Luis Sevilla

¡Hoy amo mi soledad! Soy de las mujeres que amo salir sola e ir a tomarme un café. A mi terapeuta le da risa y me dice: “¿Cómo? ¿No tienes una amiga?”. No es que tenga un problema de ego, al contrario, soy una mujer cristiana, mi carácter está siempre con Dios; ruego todos los días a Dios no tener ego. Siempre he sido cristiana… sino no estaría acá dando esta entrevista, lo juro, JAJAJA. Creo que el ego siempre disfraza las cosas negativas. Cuando me mantengo cerquita de Dios, sé perfectamente lo que no está bien y las cosas buenas de la vida.

Esta enfermedad es para toda la vida. Después de cinco años de abstinencia podríamos decir que un adicto tiene un tratamiento exitoso. Sigo ligada a mi comunidad, Énfasis Chile; por ejemplo, mañana iré un rato porque están en “maratón”, que es fin de mes, cuando llegan todos, porque les pagan, viene la plata y hay lanzamiento; ahí empezamos a ayudarnos entre todos. Resignificas el fin de mes en el tratamiento, porque ya los 25 estás nervioso y ansioso, que viene la plata; y así no tengas esas sensaciones.

Siempre cometía el error y me volvía a parar. Pero toqué fondo en una parte de mi vida, súper fuerte, en que tomé la alternativa de internarme. “Creo que mi vida entera va a ser así: tocar fondo para aprender”, dije hace un tiempo. Hoy cambiaría esa frase por: “De los errores uno tiene que aprender”. Hoy cometo menos errores porque estoy más pendiente y alerta de qué hago; y con las herramientas que aprendí —y sigo aprendiendo— en mis hábitos y todo lo que me moviliza, es más difícil que cometa un error. Ahora no miro un error como algo terrible, porque uno tiene dos alternativas: te echas a morir, o sacas el mejor potencial y evolucionas. Cuando estás triste, mal o perdido completamente, es cuando te vienen todas esas fuerzas en que te paras y dices “me paré de esta”, y miras atrás y dices “me paré de esta, esta y esta, y me sigo parando”, y te empiezas a decir “soy esto y puedo más”.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido cantante o comunicadora habría sido odontóloga, cuando chica me atraía LA PLATA, jajaja. Ahora igual me interesa; de hecho, un tiempo cuando estaba internada me lo cuestioné: salir del tratamiento y estudiar... pero bueno, en ese momento fue cuestionaba todo. Pero no, lo mío es la música.

Un apodo mío es “Nani”, que mi hermano, mi mamá y mi papá, mi familia, me dicen así. Mi hermano cuando chico no podía decir “Kathy”, y decía “Nani”, y ahí quedé. Todos los que más me conocen me dicen “Nani”.

Un sueño pendiente —¡uy, qué fuerte!—... ¡Ah! Tener mi casa propia. Estoy viviendo en un departamento en Rancagua.

Una cábala estodo lo puedo en Cristo que me fortalece”, esa frase está en La Biblia... Tienes que leer La Biblia, jajaja.

Un trabajo mío que no se sabe es mesera... He hecho de todos los trabajos, de todo, de todo.

KATHY ORELLANA
"Tienes que leer La Biblia", recomienda Kathy durante la entrevista. Foto: Luis Sevilla

Un cantante chileno que admiro es Luchito Jara, porque es súper extrovertido, pero súper íntimo a la vez. Cuando me lo he topado, cada vez, tiene esa calidez con su señora, Silvana, de acogernos a los que estemos y “siéntate aquí”, “desayunamos juntos” y es muy papá.

Mi primer sueldo lo gasté en un bar, jajaja, que fue despigando choclos, en Rancagua.

Estudié estilista y manicurista, así que no es un hobby, pero me encanta, me relaja; pero no tengo tiempo. Saqué la carrera en seis meses, técnico en estilista.

Una película que me hace llorar es En busca de la felicidad.

Un placer culpable es la crema, a toda la comida le echo crema, todo con crema.

KATHY ORELLANA
Si bien Kathy dice que el cristianismo no es incompatible con el horóscopo, prefiere que el futuro la sorprenda. Foto: Luis Sevilla

No creo en el horóscopo, porque soy cristiana. No son incompatibles, pero darle la predicción a una persona que hable desde unas cartas, no. Dios se puede manifestar como quiera el ser humano, pero siento que es más bonito esperar la nada que una predicción. Soy Sagitario.

Si pudiera tener un superpoder sería la gracia: ayudar a personas que no te piden la ayuda, que son muy soberbias, altaneras y que están totalmente duras y frías —que siempre fui así—; pero no importa, te quedas, la ayudas y tienes ese bajo perfil para llegar ahí. Se necesita un don.

Si pudiera invitar a tres personas famosos de la Historia a un asado, me gustaría Snoop Dogg, creo que es un hueón súper entretenido; Aretha Franklin, lógico; y a Janis Joplin, que me involucré en la música con ella.

Katherine Orellana es una hija de Dios.

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