La Firme con Kenita Larraín: “El 2024 en Chile invitará para un gran cambio respecto al trabajo y dinero; además existirá una gran liberación de rabia e ira”

Entrevista a Maria Eugenia Larrain, panelista del programa Sigueme de TV+, para La Firme. Foto: Juan Farias / La Cuarta

La exmodelo y numeróloga repasa su vida, analiza su presente e incluso hace algunas predicciones de lo que será el 2024 tanto para distintos famosillos como para ella misma, en conversación con La Cuarta.

No es un secreto que la vida de María Eugenia Larraín (50), sin apuro pero con constancia, cambió desde que entró “en el camino del autoconocimiento”, un concepto que, cada tanto, repite cuando se trata de repasar su vida.

Al contar su historia, Kenita tiene claro ciertos hitos que —en retrospectiva— fueron clave, momentos que se lo sabe de memoria. Por ejemplo, cuando decidió no casarse con el histórico delantero de La Roja Iván Zamorano, en 2004, y tomó una sesión de reiki que, a la larga, fue puerta de entrada al mundo de la espiritualidad. Todo pareciera tener un significado detrás, un mensaje a decodificar. Por ejemplo, en el amor, las parejas que fueron quedando atrás, como “Chino” Ríos o Luis Miguel, le dejaron catárticas lecciones.

La modelo, ingeniera comercial y numeróloga, hace ya dos meses, tuvo su regreso a tele de manera estable, como panelista del renovado Sígueme (TV+), programa de espectáculos en que ha aportado con sus opiniones desde disciplinas como la numerología y ancestrología. Pero hay más. También este año publicó primer libro, El camino de tus números, y se alista para lanzar en YouTube una nueva canción, dedicada a su hija, nacida de su matrimonio con el empresario Sergio Ader. Además, es invitada a distintos estelares como La Cabaña (Mega) y, ahora, este viernes estará en Podemos hablar (CHV).

En conversación con “La Firme” de La Cuarta, habla sobre su historia, analiza su presente, e incluso hace algunas predicciones de lo que será el inminente 2024 tanto para distintos famosillos locales como para ella misma.

LA FIRME CON KENITA LARRAÍN

Se me vino a la mente cuando era pequeñita y nadaba. Hacía natación en el Stade Français. Me gusta nadar y el agua en general. Ahora que me acuerdo, me pasaba algo muy especial cuando me bañaba en el mar, o incluso en una piscina, bajo del agua. Sentía que estaba como en mi hábitat. Era un placer, una sensación increíble. No sé si en algún momento estuve en la Atlántida, jajaja, o fui sirena. Me hubiera encantado.

No me gustaba mi nombre, María Eugenia, lo encontraba de señora, cuando era muy pequeña. Cuando entré a estudiar ancestrología, efectivamente en algún momento, y en numerología también, siempre nos planteaban los profesores: “¿Hay algo que usen más que tu nombre?”. Y es verdad, uno lo usa muchísimo. Cada uno tiene su mapa mental y cada nombre significa cosas diferentes a nivel energético, dependiendo de los distintos linajes. Me costó amigarme con el “María Eugenia”; después me encantaba “Eugenia”, en la adolescencia, de hecho mi padre siempre me ha dicho “Eugenia”. Con lo que más me costó abuenarme fue con el “María”, lo excluía. Hasta que entré a estudiar ancestrología y constelaciones familiares, y me di cuenta que excluir a algún integrante, o parte de tu nombre, traía consecuencias. Y cuando tomé conciencia eso, decidí incluir el “María”.

Inconscientemente, en el fondo, en mi familia había muchos Marios; abuelos, padre y hermano. “María” era como el femenino de eso. Y mi abuelo falleció en un accidente automovilístico cuando mi papá tenía cerca de 20 años; nunca lo conocí. Entonces también hay algo ahí que mirar, sanar y liberar. También puede haber sido por algo religioso. Yo, por lo menos hoy, creo en la divinidad, en la espiritualidad, ser linda persona y evolucionar; pero no tanto desde la religión mal entendida, que muchas veces genera mucha culpa y otras cosas con las que estoy en desacuerdo. Entonces había un rechazo hacia la energía de ese nombre; y bueno, no hace mucho decidí incorporarla. Y lo siento desde otro lugar. Pero tuve que hacer una sanación al respecto. No fue fácil, jajaja.

Cuando chica, a María Eugenia no le gustaba su nombre, y sólo con el tiempo lo aceptó. Foto: Juan Farias / La Cuarta

No me podría catalogar en el pasado como culposa, porque si me comparo con otras personas, esas sí que eran culposas; pero todos tenemos algún grado de culpabilidad. Cuando entré en el camino del autoconocimiento, tomé consciencia de que la culpa es una responsabilidad mal entendida. De alguna forma, hemos sido programados por la culpa, por la sociedad, en el colegio, por las canciones que uno escucha, lo que hablan las personas, las dinámicas ancestrales y por todo. Y cuando nos sentimos culpables inmediatamente conlleva un autocastigo. Es un carril de muy baja vibración. Todos tenemos este juez interno que, frente a una situación, nos declara inocentes o culpables; nos llega a declarar culpables, y le empezamos a dar al autocastigo. Algunas personas, en numerología, si tuvieron la percepción de abandono en los padres, la forma más lógica de castigarse es que se abandonen a sí mismas. Pero sentir culpa sólo te lleva a una autodestrucción y no reparas nada. Cuando comprendí que, de alguna forma, cometer un error era algo muy humano, y hacernos 100% responsables de lo que hicimos, e inmediatamente mirar cómo lo reparo. He elegido esa dinámica y me ha funcionado muy bien. Tengo que ser mi mejor aliada, no mi peor enemiga.

Mi padre, Mario, nunca ha hablado mal de nadie; nunca lo he escuchado criticando o pelando. Siempre ha sido una persona con una energía tan linda y poco común. Algo que a mí, durante los tiempos de farándula, e incluso hasta el día de hoy me destacan es: “A usted la hacían bolsa y nunca les pagó con la misma moneda a los que la atacaban, y nunca habló mal de nadie”. De verdad siento que es un legado a mi padre, y lo vivo con mucho orgullo, porque, de alguna forma, lo aprendí de él. Incluso ahora, en un programa de espectáculo, nunca me pongo a denostar. Siento que tengo una oportunidad en el Sígueme de hablar de espectáculos y de ciertas situaciones, pero desde otro lugar. Eso intento. Y si la vida me tiene en este momento en el Sígueme, es porque algo todavía estoy sanando ahí, seguramente con la farándula antigua. Todavía estoy en ese proceso de descubrir porque estoy ahí.

A mi madre, Patricia Calderón, la veo como una mujer con gran fortaleza. La veo como que nada la echa abajo. Y puede ser lo que admiro de ella y he legado de ella.

Sin quererlo, su padre, Mario, le ha dejado una lección que le resultó clave en sus años de farándula. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Mis padres se separaron cuando yo tenía nueve años y siento que en esa etapa muchas veces me abandoné a mí misma. Me autosaboteé. Cuando era chica, y ya adolescente también, a veces valoraba más el afuera que a mí misma. Me faltaba amor por mí. A veces entregaba mi poder, creía que los demás lo podían hacer mejor. Me faltaba creer en mí. En este camino de autoconocimiento eso es muy bonito, porque me he ido encontrando y hablando conmigo misma. Y amándome más. Eso es lo que me ha llevado a sentir paz interior hoy, independiente las circunstancias de la afuera. Antes me cuestionaba diez mil veces, me criticaba a nivel estratosférico, no me escuchaba ni era compasiva conmigo. Me era mucho más fácil ser generosa, valorar y escuchar a los demás. Pero no lo hacía conmigo. Y me di cuenta que para que uno esté mejor en la vida, sea mejor mamá, esposa, mejor en el trabajo y en todo, uno tiene que partir por casa. Si quiero ser leal con los demás, tengo que partir siendo leal conmigo misma.

Mario es mi hermano mellizo. Siento que cuando era más pequeña, teníamos una conexión especial; y en la medida que los dos hemos ido creciendo también cada uno se ha ido liberando hacia su propio destino; y ha tomado desde el principio de la adolescencia, cada uno, su camino. Pero en la infancia era muy simbiótico. Cuando naces casi sientes que son uno sólo. Y con el tiempo uno va comprendiendo que eres una persona y alma por separado. Me imagino que eso le pasa, sobre todo, a gemelos, porque son tan iguales. Todavía veo gemelos o mellizos a los que visten iguales; es fácil confundirlos. Creo que, en el caso de los gemelos, ese no saber dónde termina uno y empieza el otro, debe ser muy recurrente, hasta que uno empieza a crecer y dividir las aguas.

Nunca me imaginé que iba a ser modelo ni que iba a entrar a la televisión. Siempre estudié, primero en el colegio y después en la universidad; era súper importante para mí porque en mi familia siempre me decían que si no estudiaba, ¿qué iba a ser de mi vida? Estudiar me daba la libertad. De hecho, cuando chica era súper tímida y nunca imaginé que me iba a subir a una pasarela en desfiles; y después hice muchísimos comerciales, donde a veces tenía que hacer una pequeña actuación. Me acuerdo que por dentro era como: “Ay, trágame tierra”, y quería que se acabara luego. Y después de tanto exponerme a eso que me daba mucha vergüenza, finalmente logré revertir esa situación. Empecé a disfrutarlo. Y mira dónde estoy ahora, jajaja.

La fama para Kenita fue circunstancial, no fue un anhelo que tuviera desde su infancia. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Lo de ser modelo sólo se dio, con unas fotografías. Me acuerdo que muy pequeñita, un día fui a una bomba de vecina con mi mamá, a echarle bencina al auto. De repente se acercó una persona, una mujer, Cecilia Reyes, y le dijo a mi mamá: “Hola, quiero hablarte por tu hija, ¿la has llevado alguna vez algún casting de fotografía, de comerciales o algo así?”. Mi mamá le dijo que “no, nunca”, súper extrañada. “Porque tu hija es muy bonita y nos gustaría que fuera un casting, porque nosotros hacemos todas las fotografías de las revistas Avon”, le contó, que en ese momento vendían por catálogos cosméticos, mucho maquillaje y joyas. Se dio. Y me veían en algún lugar, me pedían el teléfono y me decían: “Estamos haciendo casting para comerciales de televisión”. Y ahí me metí. Llegué a ciertas agencias, no es que yo fui a dejar mi foto así como “por favor, contrátenme”. Ellos me buscaron, si no quizás nunca hubiera llegado a la televisión.

Cuando empecé en el modelaje no lo disfrutaba, me estresaba porque era muy pero muy tímida; por ejemplo, en el colegio cuando me tocaba disertar, parándome adelante frente a mis compañeros —incluso en la universidad—, para mí era terrible, me daba mucha vergüenza. Nunca me imaginé que esa niña, que sentía tanto pánico escénico con veinte o treinta personas, que era lo peor que me podía pasar, hoy anima festivales donde te miran miles y miles de personas, jajaja. Eso habla de mi evolución. Si bien nunca uno pierde ese pequeño nerviosismo antes de subirse a un escenario, que también es parte de, pero ya no es desde el lugar de esa niña pequeña que lo pasaba mal.

Hoy miro atrás y no me imagino a una María Eugenia en un trabajo y vida tradicional. Siento que tenía que estar en el lugar que tenía que estar y que todo fue perfecto. Miro atrás y me encanta la vida que finalmente hice, porque podría escribir varios libros de varios tomos, estilo enciclopedia, jajaja. Mi vida ha sido súper atípica, la amo y la bendigo profundamente. Tuve momentos maravillosos y nefastos, de todo. Pero igual ahora lo miro con tanto orgullo. No la cambiaría por nada.

"Miro atrás y me encanta la vida que finalmente hice", declara Kenita sobre su historia Foto: Juan Farias / La Cuarta

Gracias a Dios, he olvidado lo más feo que se ha dicho de mí. Nunca le puse energía a las cosas horribles que, de repente, inventaban, sin ninguna consistencia. En términos muy generales, era como “la pesada” o “la que se cree superior”. Me pintaban como la persona que nunca fui, que no soy y que espero nunca ser. “¿Por qué esa persona dice eso de mí si nunca me ha visto ni en persona?”, pensaba. A veces yo no estaba en Chile, y hablaban y hablaban todos los días, en todos los canales al mismo tiempo. Y sé que en algún momento la televisión se guiaba absolutamente por el rating; y cuando hablaban mal de ti, era rating. Era la fórmula que ocupaban en ese momento en farándula ciertos canales de televisión.

Lo malo de eso es que sí me dolía mucho en su momento, porque soy una persona que tiene obviamente sentimientos; y además soy súper sensible. Aunque en esos minutos estaba con todos mis mecanismos de defensa activados, y quizá afuera se veía todo lo contrario. También se decía que era muy fría, que nada me importaba. Le hacía creer a la gente que era una persona que nunca me sentí que era. Ahí entendí que para que la fuera cambiara, tenía que hacer un cambio en mi interior. Siempre el afuera va a ser un fiel reflejo del interior. Hoy salgo a la calle y siento mucho cariño de las personas. Se revirtió todo, en 180 grados. Hace 20 años atrás, los medios de comunicación hablaban, por ejemplo, de una ruptura amorosa o algo así —y estábamos en un momento de tanto machismo también—, y antes de averiguar era más fácil echarle la culpa a la mujer. Te pintaban como la mala de todo. Gracias a Dios ese estigma se revirtió totalmente. Siento que hoy las personas se han dado la oportunidad de mirar quién realmente soy. Le puedo caer muy bien a algunas personas, a otras no tanto y a otras nada, pero en general siento que hay mucho cariño.

La decisión de no casarme con Iván Zamorano (en 2004) me marca profundamente porque me doy cuenta de que estaba en una relación donde yo me amaba muy poco. Y eso, que en algún momento fue tan doloroso, fue finalmente lo mejor que me pudo pasar para tomar conciencia de que me faltaba amor por mí. Fue todo desde el inconsciente; pero si miro atrás, lo veo y siento así. De hecho, por eso escribí esta canción, “Tu magia en mí”, que es dedicada a esas parejas que fueron súper mediáticas y complejas con sus quiebres en ese momento. Pero finalmente tomo distancia, lo agradezco y bendigo. Gracias a todas esas situaciones, aprendí, crecí y evolucioné. Les agradezco muchísimo.

Un momento clave en la vida de la numeróloga fue la decisión de no casarse con Iván Zamorano. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Una vez un guardia después de un concierto me pasó una papel para conocer a Luis Miguel y mi pareja de ese momento, Iván Zamorano, siendo “La novia de Chile”, se dio cuenta. Y eso convivía con una baja autoestima mía. He sido muy afortunada en el amor, y lo siento hoy con la familia que tengo. Y en el momento antes de casarme también sentí lo mismo. Como que era atractiva para las personas del sexo opuesto, por decirlo de alguna forma. Y eso por un lado me hacía sentir importante, pero, por otro lado, me hacía falta amarme más. Ambas energías estaban en ese momento en mí.

En el 2005 me hice vegetariana en mi primer viaje a Egipto. Había un buffet en un crucero por el río Nilo. Me serví pollo y fue como que hice “click”; cuando lo tenía en mi plato, pinché el pedazo para ponérmelo en la boca y no pude. Sentí un rechazo hacia la carne animal. Después entendí que conecté con vidas anteriores que tuve en Egipto. Y nunca más pude comer carne. Ya voy hacia los 20 años vegetariana; hace 20 años era estar loca, y hoy estoy de moda, jaja. Es maravilloso. También siempre sentí mucho amor por los animales. Y creo que la forma en las que hoy está la industria de la carne es bastante cruel. Estoy segura de que en la medida que el tiempo vaya pasando, y las personas vayan elevando cada una su energía y siendo más conscientes del sufrimiento de otros seres vivos, eso va a cambiar. No sé cuánto demorará, pero siento que cada vez las personas comen menos carne.

En algún momento de la farándula al estilo carnicería, en que era muy rudo y hostil lo que estaba viviendo, sentí que, a lo mejor, Chile no era el lugar donde estar tranquila y vivir feliz. Tuve la opción de irme, pero decidí quedarme y afrontar todo eso que se vino, toda esa energía compleja (como, por ejemplo, su separación de Marcelo Ríos). Siempre estuve segura de que eso se iba a revertir. Me pude haber ido a tantos lugares, quedarme en Argentina o España. Mi familia me marcó para quedarme y también un desafío de afrontar la realidad tal cual era. Y finalmente transformarla, ser como una maga. Y lo logré.

En algún momento, en los años más "hostiles" de la farándula, Kenita meditó irse de Chile. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Sergio Ader, mi marido, es una persona que admiro mucho, que amo profundamente y también es un gran maestro. Juntos hemos solucionado cosas que teníamos que solucionar; por algo nos encontramos en esta vida, y por algo la vida también nos da hasta esta posibilidad de traer al mundo a esta maravillosa hija, Sophia. He aprendido mucho con él. Sergio venía de un mundo muy terrenal y empresario, y siempre él se lo cuenta a todas las personas, y que yo venía de otro mundo nada qué ver, más artístico, por la televisión; y por otro lado, cuando tomo el camino el autoconocimiento, de lo espiritual. Entonces él siempre dice que le entregué las herramientas emocionales que no tenía. Y a la vez él también me ha aterrizado mucho, y me ha entregado herramientas para tener más estructuras, los pies más aterrizados en la tierra y ordenarme mejor económicamente; todas las cosas más terrenales que también son importantes.

Ser madre a los 42 años tuvo como gran desafío que todos me trataban de meter miedo, incluidos los médicos. En ese sentido, mi familia fue maravillosa, porque nunca me trataron de meter miedo. Pero el entorno sí. Cada vez que un médico me empezó a decir “oiga, ¿pero sabe los riesgos?”, pensé “le resto poder”; y no enganché con eso. Creo que cada persona tiene su plan divino y, cuando alguien tiene que vivir algo, lo va a vivir, quede embarazada a los 20 o a los 42. Siempre quise transmitirle a mi hija, que se estaba formando y creciendo dentro de mí, esa confianza de “todo va a salir bien, aquí estoy”. Me sentía en una energía maravillosa de estar cumpliendo mi sueño de ser madre. Nunca dudé. Saqué toda mi fortaleza de esa mamá que defiende a su a su hija. Todo salió de la mejor y más elevada manera, y tal cual tenía que ser.

A pesar de los miedos que le transmitieron, Kenita igual decidió ser madre a sus 42 años. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Si bien a los 42 años uno no tiene la misma energía que a los 20, siempre he sido una mujer con mucha energía. No se me ha hecho tan pesada la maternidad. Pero sí estoy segura que fui mamá cuando era el momento perfecto y estaba preparada; una María Eugenia mucho más madura también. Porque si hubiera sido mamá a los 20 años, seguramente le hubiera dicho a mi mamá y papá que cuidaran a mi hija casi todos los días, jajaja; me hubiera ido a dar vueltas por ahí o a una discoteca. Estaba en otra etapa que tenía que vivir previamente. Viví, viaje, pololeé y trabajé, antes de tener a mi Sophi hermosa. Disfruté al máximo. Cuando ella llega, ya estoy en una etapa más tranquila, dedicada a ella.

Como sueños pendientes siempre hay proyectos. Uno de mis sueños era escribir un libro y este año, 2023, se concretó con El camino de tus números (Editorial Planeta). Le fue muy bien. Ahora ya se mandó a imprimir la segunda edición; eso es un triunfo para mí. Proyectos siempre hay, pero he aprendido con el tiempo que que a veces esas cosas de sueños tan lindos que uno tiene, es mejor dejárselos para uno, hasta que se concreten, no hacerlo tan público; porque siempre hay personas que, a lo mejor, van a pensar que “tú no vas a cumplir eso”, ni siquiera con mala onda, pero recibes este tipo de energía; entonces prefiero reservar esas cosas importantes para mí.

Maria Eugenia Larrain (Kenita) publicó este segundo semestre su libro sobre numerología. Foto: Andres Perez

Un consejo que le daría a mi hija, para que se incrustara en su corazón, es que me encantaría: primero, que se ame profundamente y sea segura de sí misma, que comprenda que a veces las cosas van a salir como ella esperaba, y otras no. Que las personas cometemos errores, y que siempre lo importante no es cómo uno empieza, sino cómo termina. Que tenga la fortaleza para poder levantarse de cada crisis, que me imagino que en algún momento podría tocarle vivir. Que siempre sea ella, que no se deje llevar por el qué dirán, que siempre es importante lo que ella sienta. Que use sus dones de la mejor y más elevada manera, porque por algo los tiene. Y que busque esa felicidad y paz interior.

El 2020 perdí el embarazo de mi hijo Miguel, en plena pandemia. Todavía estoy en proceso con ese duelo. No he terminado todavía.

En estos dos meses en el Sígueme hago un balance totalmente positivo. Después de que por tantos años otras personas opinaron de mí, ha sido extraño sentarme en un panel a opinar de situaciones de otros. Pero también he tenido la oportunidad de demostrarme a mí misma lo que siempre pensé: que se podía opinar desde el respeto, y la linda energía más constructiva, respetuosa y con cariño. Y de alguna forma, tampoco es casualidad que sea de la mano de TV+, que es un canal familiar; desde el primer día nos inculcaron eso. Eso siento que me acomodo y ayudó mucho.

Sígueme me dio la oportunidad de reconciliarme con Daniella Campos. Hasta antes de entrar acá y empezar, sentía que quizás me daba más lo mismo; y ahora que he tenido la oportunidad de compartir más con ella y de resolver lo que en algún momento nos dividió, siento que sí me importaba. Cuando lo he ido resolviendo con ella, me he sentido bien, mejor. Hemos generado una linda energía entre ambas. Eso ha sido muy bonito para mi corazón. No existen las casualidades: por algo llegué acá, y sigo acá, por lo menos hasta ahora... Y no sé hasta cuándo, pero estaré hasta que tenga que estar, porque finalmente la vida es perfecta. Ha sido un gran aporte para mí.

Tras largos años de enemistad, Kenita y Daniella Campos han logrado tener una buena relación con el Sígueme.

Cuando en Sígueme me toca hablar de alguien que ha sido importante en mi vida (como de Marcelo Ríos y su nueva polola) es divertido, porque en el programa se ríen mucho, y lo dicen al aire: “todos los caminos llevan a Kenita”, jajaja, como antiguos maridos, enemigas o lo que sea; o Luis Miguel, que este último semestre ha estado muy en la palestra por diversos temas. Antes me llamaban y tenía la opción de decir doy una entrevista o evado. Y ahora aquí estoy sentada todos los días en el panel y, claro, no se puede evadir ni decir “no voy a opinar”. Me lo ha tomado así como: por algo estoy acá y doy mi opinión. Eso también me ha permitido soltarme más, porque antes tenía muchos temas como “no, no opino de esto o de esto otro”. Sígueme me da la oportunidad de ser más yo, porque uno siempre tiene una opinión o una postura frente a algo, la haga pública o no; pero siempre ha sido en mi estilo, desde la linda energía. Y espero no cambiar nunca eso, que lo valoro de mí.

A la gente nunca le gusta cumplir años, pero a mí me encanta, jaja, porque miro atrás y digo: “Oy, todo lo que viví, todo lo que pasó este año”. Y ahora me encanta la celebración de los cumpleaños; o sea, soy la mujer más cabra de chica del mundo, mi niña interna siempre está súper viva, en el día a día, con respecto a jugar, ser yo misma, disfrazarme y a todos los nuevos desafíos. Me encanta hacer esas cosas; por algo la vida también me dio una niña, jajaja. Jugar con ella también me conecta con esa niña interna que quizás antes yo no miraba tanto, y que no estaba tan consciente. También Sophia es una gran maestra que me ha permitido sanar esa niña interna, esa pequeña Kenita. Me permito jugar y ser más libre. Y en esa misma energía, cumplir años también me da nueva oportunidad de de saber a través de la numerología, ser más consciente de que cada vez que cumplo años voy cambiando mis números y comenzando un nuevo ciclo, de la menor y más elevaba manera.

Kenita se encuentra casada con el empresario Sergio Ader, con quien tuvo a su hija, Sophia.

Siento que estoy encaminada a saber cuál es mi plan divino. Entre otras cosas, es estar en pareja, nunca perder mi individualidad en la familia o donde quiera que esté. Vengo con una misión de vida 19-10-1, que habla, por un lado, de siempre estar haciendo cosas, moviendo la energía. Y es gracioso, porque todos dicen: “siempre se reinventa y sale con cosas nuevas, que no nos esperábamos”, como este año 2023 escribir un libro, o una canción yo misma y cantarla, etc. Siempre me estoy reinventando. Eso es parte de mi visión de vida: brillar. Desde el 19, que es un sol en la numerología egipcia, viene a brillar, no a ser un imitador, a mirar para el lado y hacer lo mismo que los demás. Por otro lado, también hay un mundo escondido, porque 1 + 9 = 10, y 1 + 0 es 1, y hay un mago ahí escondido que habla de canalizar y ser súper ultra creativo. Siento que este libro, que planteó un nuevo método de enseñar numerología, es pura creatividad; y escribir una canción, también.

Hoy estoy en las grabaciones de mi nueva canción para mi hija, “Sophia”, que la voy a lanzar próximamente. Se la escribí a mi hija y que sigue en esta senda de sanación que es hacer música en 432 Hertz para conectarse con el Universo, sanar las células y armonizarnos; porque la música habitualmente está en 440 Hertz, y te desarmoniza. Tomé el rumbo de Mozart y otros personajes muy importantes y sabios de la música, que finalmente lleva al ser humano a una música de sanación. Ese es mi proyecto. Así que sigan mi canal de YouTube, jajaja. Ahí subiré la canción. Siento que muchas madres quizá se van a identificar.

Predicciones 2024

Será para Chile un momento en que se invitará a las personas, la energía los apoyará para eso, para que empiece un gran cambio respecto al trabajo y al dinero, sobre todo en la percepción de las personas. Además de eso, existirá una gran liberación de rabia e ira, que se ha estado acumulado por mucho tiempo, en todas sus formas. Por otro lado, se vienen cambios de paradigmas, viejas estructuras se tienden a caer para dar paso a lo nuevo. En paralelo, habrá otra energía que empezará a construir lo nuevo, y la invitación será a soltar el control, fluir con los cambios y buscar el equilibrio en todo orden de cosas. Por decirlo de alguna forma, habrán dos mundos paralelos y cada persona decidirá dónde quiere estar, porque los cambios se vienen sí o sí, y mientras uno más se resiste a los cambios peor lo pasa.

Para Pamela Díaz, según la energía que la va a acompañar, el árbol, viene un ciclo de replantearse y liberarse de todo lo que ya no le sirve; viejas estructuras y paradigmas, relaciones que ya no van, incluso cargas que puede haber tomado a nivel ancestral, y formas de pensar y sentir. Son procesos que, independiente de cómo se ve en la televisión, son más hacia adentro, más en soledad. Después de su cumpleaños entrará en un ciclo de introspección que le permitirá liberar toda esa pena que tiene guardada desde su niña interior. Este 2024 habla de cerrar ciclos, trabajar mucho el perdón hacia los demás y sí misma.

Jean Philippe Cretton viene en una misión nueva de vida, que habla de lo humanitario. Me da la sensación de que en los próximos ciclos, en algún momento, podría tomar, juntar y combinar la televisión con algún programa de ayuda. Este 2024 entra en un ciclo en que se le invita a sanar el niño interior, herido, que necesitó mucha atención cuando pequeño; y que, según su percepción, se sintió más bien solo. Tiene la oportunidad de sanar todo eso. Se ve un año con bastante trabajo, de buena suerte, en está ultra protegido, independiente de lo que esté viviendo, con la energía que lo acompaña de Júpiter. También se ve mucha fertilidad en todos sus proyectos, en todo ámbito; en todo lo que se proponga, si pone su energía y atención, puede volverlo próspero.

Para Pancho Saavedra, el 8, es un año que habla de éxito, de sacar toda su fortaleza interior y sanar muchas relaciones. Este nuevo desafío que es un sueño para él, animar el Festival de Viña, no sólo trae consigo preparación en la animación en sí, sino que en sanar las relaciones con las personas que lo rodean; incluso sanar su infancia. Es un periodo que le da la oportunidad, y la energía lo acompaña, para tener mucho éxito. A diferencia de otras personas que quizá estuvieron animando Viñar del Mar y quizá después tuvieron una baja, para él podría ser un gran salto, si hace este trabajo que no sólo involucra lo profesional, sino también el sanarse a sí mismo. Veo muy positiva su participación.

Kenita hace predicciones de distintos famosillos con miras a su 2024. Foto: Juan Farias / La Cuarta

María Luisa Godoy, si bien es una excelente profesional y tiene todos los atributos y condiciones para subirse a animar a la Quinta Vergara, según los números que le aparecen, me da la sensación de que este para ella será un año muy emocional, en que la invitación es justamente a manejar las emociones; tiene una oportunidad de manejarles desde otro lugar. Y como le veo un año más emocional, es ahí donde tendrá que lidiar cómo compatibiliza lo profesional con lo personal. Me da la sensación que podría estar mucho más emocional que años anteriores en trabajos anteriores; dependiendo de cómo maneje esas emociones, es efectivamente cómo serán los resultados.

Respecto a mi 2024, tengo la posibilidad de sanar muchas penas y tristezas de la infancia, y de ciclos anteriores. También se me invita a la introspección, al cambio y la transformación profunda. Esto es la antesala para una verdadera liberación. Y el año también me acompaña en las comunicaciones, y en poder enseñar lo que he aprendido. Y está la energía para que siga estudiando y preparándome para algo más grande que se viene.

En Copa América, la Selección Chilena en el primer partido contra Perú podría ganar. Tiene buenos números para destacarse y brillar, y tener una destacada participación dentro del torneo.

Cuestionario pop

Si no hubiera sido modelo o numeróloga yo creo que habría sido escritora o cantante, jajaja.

En mi época universitaria en arquitectura, y luego en ingeniería comercial, era estudiosa, matea y me gustaba carretear. Todas la anteriores. Me gustaba mucho salir, pero era estudiosa. Y ni hablar después, cuando entré en el camino del autoconocimiento, a estudiar numerología y todo: todos los profesores me destacan que era matea nivel Dios. Cuando descubrí lo que realmente me apasionaba y me gustaba, si antes era estudiosa, ahora estudiaba lo que me enseñaban y seguía estudiando más, más y más, porque descubría nuevos mundos. Era muy fascinante el conocimiento, y después aplicarlo obviamente.

Un apodo que tuve en la básica era “Cara de portazo”, jajaja. Me decían “Kadus”, porque había hecho un comercial de crema Kadus. Me decían como ciertos nombres de marcas de las que había hecho comerciales. El único que recuerdo ofensivo era “Cara de portazo”, porque cuando querían pelearse conmigo y decirme algo feo, era porque tenía la nariz muy chiquitita. Nunca me ofendió tanto porque no tenía complejo con mi nariz; siempre me gustó. Ahora, si yo hubiera sido narigona, y me hubieran molestado por la nariz, hubiera sido súper hiriente. Nunca me afectó mucho.

En sus primeros años en el modelaje, Kenita se ganó distintos apodos entre sus conocidos según las marcas en que aparecía. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Una cábala que tengo es de mi último viaje a Egipto, al entrar a la gran pirámide, en El Cairo. Conecté con una con una forma de protección.

Una frase favorita es que “los tiempos del corazón no son los mismos que los del reloj”. Una vez lo dije en un programa, veinte años atrás, y todos se rieron y burlaron de mí. Mucho. Y lo recordamos siempre en el Sígueme como la frase de Kenita. Lo sigo sintiendo así. Porque hay veces que uno conoce personas —que no me cabe duda que te las encuentras que otras vidas— que pasan a ser rápidamente súper importantes en tu vida; y hay personas que quizás conoces hace mil años y no te marcan tanto. Esa es la prueba de esa frase que dije en algún momento.

Una comida favorita es la vegetariana. Me gustan mucho las papas a la crema.

Un trabajo mío que no se sepa... No sé si no se sabe, pero promociones con marcas, que trabajé como promotora al principio.

Con mis primeros sueldos, junté mucho dinero, como hormiguita, para comprarme mi primer auto, y era nuevo, y me lo compré con mi dinero y mi trabajo, cuando entré a la universidad; debo haber tenido 19 años.

Un pasatiempo oculto es cocinar y decorar.

Kenita supone que de no haber sido numeróloga o cantante, quizá se habría dedicado a la escritura. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Una canción que me gusta es “A mí manera”, de María Martha Serra Lima, me encanta; porque me identifica con toda mi adolescencia, y también los 30 y 40 años, toda esa décadas. Y si no estoy escuchando música de delfines, música de sanación en general.

Una de las películas que más me hizo llorar fue la película del perrito, Siempre a tu lado, que hay una estación de metro en Japón, que actúa Richard Gere, que era el profesor.

Respecto al horóscopo, como numeróloga no creo tanto en que, por ejemplo, a todos los Libra les vaya a pasar lo mismo. Porque, para mí, hay una diferencia entre las personas que nacen en septiembre y en octubre; y eso con todos los signos. Me hace más sentido mirar la energía que trae cada persona que generalizar tanto.

Si pudiera tener un superpoder me gustaría volar. Además siempre tuve un sueño muy recurrente de que volaba. Hace rato que ya no sueño eso, pero por muchos años soñaba que mis brazos eran alas y volaba, volaba, volaba.... Y me gustaría también tener una comunicación más fluida con los seres que ya partieron, que me contaran más detalles de qué hay más allá, cuando uno deja el cuerpo; como es ese hogar al que uno finalmente regresa. Me imagino que es maravilloso, pero me gustaría saber más detalles, jajaja.

A Kenita le gustaría saber qué hay después de la muerte, comunicándose con sus seres queridos que han partido. Foto: Juan Farias / La Cuarta

Un placer culpable que tengo es el chocolate, que lo trato de comer sin culpa, porque cuando uno come con culpa más engorda y no lo disfruta. Hoy los como disfrutando.

Si pudiera invitar a tres personas de la Historia a una comida, le diría a Mozart, porque es la misma frecuencia en la que estoy haciendo música, para hacerle muchas preguntas y me guiara. Cleopatra, porque es una de las mujeres poderosas de esos tiempos, en que la mayoría de los que tenían poder eran hombres; me encantaría conocerla más y averiguar su historia. Y la tercera, mi abuelita materna, Herminia, para poder decirle cosas que siento que me faltó decirle.

Kenita Larraín es una mujer sensible, disfruta la vida y sigue en una búsqueda espiritual. Es empática y desde la humildad busca todos los días sacar su mejor versión y aprender. Esa frase maravillosa de “sólo sé que nada sé” (Sócrates) la guía mucho, porque al final cuando uno cree que se la sabe todas se cierra a aprender cosas nuevas. Está en una postura abierta a aprender muchas cosas nuevas, y también a cambiar. Eso significa muchas veces dejar la comodidad y lo conocido, esas viejas estructuras le sirvieron en algún momento, pero que ya no permiten avanzar. Suelta y confía en su plan divino.

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