Ya en la sexta temporada de Siempre Hay un Chileno (Canal 13), el realizador hace un balance del programa y, junto con ello, repasa la historia que hoy lo tiene explorando nuevas facetas como creador de contenido. “Vivir viajando es menos romántico de lo que suena”, admite.
—Maté al oficinista que llevaba dentro —relata Marcelo Kiwi Beiger (48), citando a un conocido periodista y escritor chileno—. Siento que lo maté. Yo era oficinista, emprendedor, tenía mi oficina, hacía un trabajo de 9 a 6 de la tarde.
Durante más de una década, el realizador se desempeñó en su productora, hasta que no dio más y buscó su sueño. No pasó demasiado tiempo hasta que se le presentó la chance de proponerle una idea a Canal 13: Siempre hay un chileno, el programa viajero que se se encuentra al aire desde el 2017, que en cada capítulo el creador de contenido recorre algún sitio del mundo guiado por un compatriota que reside en el extranjero.
Ya con su sexta temporada en pantalla, si bien Kiwi reside en Barcelona, hace poco anduvo de visita por Chile, instancia en que que conversó con La Cuarta sobre su presente y, por supuesto, de Siempre hay un chileno. “Todavía tengo ganas”, dice sobre la chance de seguir con el programa.
Sin embargo, en la entrevista para La Firme, el viajero también se sincera de su vida y obra: su tímida infancia, los viajes iniciáticos por el mundo, sus amores viajeros, la decisión de perseguir sus sueños, la génesis y desarrollo de Siempre hay un chileno, la romántica historia con su actual pareja, su relación con Chile desde la distancia y minucias varias.
Eso y mucho más, a continuación.
LA FIRME CON MARCELO KIWI
De niño siempre me gustó mucho viajar. Con mi familia hacíamos muchos viajes en auto. Me acuerdo que una vez fuimos a Uruguay, tres días, toda una travesía, a Montevideo y Punta del Este.
Soy el mayor de tres hermanos, pero es como que fuera el menor, porque ellos han hecho familia, carrera y qué sé yo. Yo siempre he sido más nómade, viajero y no tengo hijos. Nunca he seguido mucho los caminos tradicionales.
De chico era bien tímido, bueno para las artes manuales y escribir. Era un niño bien creativo. Para los deportes nunca fui muy bueno; cuando había que jugar fútbol me ponían al arco o jugaba adelante parado al lado del arco para meter el gol, a que le rebota en la cabeza y entra, jaja. De más grande logré sacar más personalidad, e incluso llegué a ser presidente del centro de alumnos; siempre me gustó el tema social.
Era muy buen alumno y, en algún momento, me dejó de interesar el colegio. En 6° básico decidí que no iba a tener nunca más un cuaderno, y me alimentaba de las fotocopias de mis compañeros, cosa que he mantenido siempre; incluso en la universidad, nunca tomé ni un apunte ni nada.
Pedro Carcuro me marcó en mi sueño de viajar. Cuando niño veía a los periodistas deportivos y Pedro siempre me llamaba la atención, porque lo veía en todos estos grandes eventos deportivos y decía: “Quiero una pega como la de Pedro Carcuro”. Aparte, lo hace tan bien, (aunque) ya está más retirado. Pero encuentro que es un referente, también con los programas que hacía de viajes. Me encantaba el contenido que hacía él y siempre soñé con que, de repente, me mandaran a cubrir unas Olimpiadas. Lo encontré alucinante. Nunca he visto a Pedro Carcuro... ¿Lo van a traer ahora? JAJA.
Partí estudiando Periodismo, seis meses, y no me hallé. Lo mío no era lo escrito, porque antes el periodismo era muy escrito. Lo que siempre me ha gustado de los medios es lo audiovisual, realizar, la cámara... De niño, a los diez años, que no había la tecnología de ahora, grababa con una cámara VHS, grandota, que se habían comprado mis papás, y editada de VHS a VHS; era bien perillero.
Con Pancho Saavedra fuimos compañeros estudiando Comunicación audiovisual, tres años. No nos odiábamos, éramos de grupos distintos nomás. Pasa mucho en las carreras creativas que uno siempre forma equipo con la gente que tiene más afinidad, y después hay una competencia sana de quién saca la mejor nota. Nunca trabajé con Pancho, siempre estábamos “compitiendo”. Teníamos súper buena onda, (aunque) nunca fuimos grandes amigos. Me llamaba mucho la atención su risa, porque esa risa ya la tenía cuando estábamos en clase. Cuando estábamos en clase, él se reía y yo decía: “¿Qué le pasa a este hueón?”. Siempre quiso mucho estar en la televisión, desde chicos; iba de invitado a programas de televisión. Me gustaba más realizar documentales, contenido; el tipo de trabajo que hacía yo en la universidad eran más alternativos-divertidos. Mi veta iba por ahí.
Mi primer viaje fue a los dieciséis años, con amigos. Y ya a los dieciocho fui de viaje a un montón de partes. Y cada vez que tuve la oportunidad, lo he hecho. Un poco más de grande, cuando tenía treinta y algo, fui solo al Sudeste asiático, tres meses, sin ningún plan ni nada. Estaba medio apestado de mi vida en Chile y me fui. Después de ese viaje hubo algo que cambió en mí, porque cuando viajas solo te conoces mucho mejor; tienes que convivir contigo mismo. Había hecho otras experiencias solo, pero de dos o tres semanas. Con tres meses es otra la dinámica y las herramientas que uno tiene que sacar. A veces uno lo pasa bien; a veces, mal. Hay veces que uno está súper acompañado, que conociste a una persona que puede ser tu mejor amigo por dos semanas; después te pasas una semana solo, llegas al hostal y no conoces a nadie, y te obliga a sacar herramientas y te pasan cosas más locas que no harías si estuvieras en un grupo.
Es súper entretenido viajar solo. La mitad del programa lo grabo solo con mi mochila. Ahí es cuando te pasan más cosas locas, uno está más abierto. Me acuerdo de haber estado en India, llevaba como tres días allá, solo, cachando, y conocí a un niño que vendía unos tambores, y él me recomendó que me fuera a no sé qué parte de la que yo no tenía idea; yendo ahí conocí una alemana, pasamos un día juntos, después seguí viajando por India y esa alemana le dio mi dato una francesa, y con ella terminamos pinchando. Tuvimos una relación. Son cosas que no te pasan si andas con tus amigos... Siempre hablamos con la francesa, tenemos súper buena onda, porque ella es montajista en Francia. De hecho, cuando estaba pensando en hacer Siempre hay un chileno, le comenté la idea a ella. Me decía que no era tan buena idea, jaja… Con la alemana no pinché, era más viejita, tenía unos sesenta...
En India me volví vegetariano, con ese viaje de tres meses. Estuve comiendo vegetariano y así seguí. Como pescado todavía; creo que le dicen “pecetariano”. Dejé de comer carne y cuando comía me sentía un poco comiendo cadáver. Dejé de comer, bajé un poco de peso, antes era un poco más gordito. Me vino bastante bien... Quedé rayado con la India, pero no en ese sentido tan místico... Es súper interesante que la vida en ese lugar se desarrolló de otra manera, como otro planeta, desde cómo comen hasta cómo van al baño: no ocupan cubiertos ni tampoco papel higiénico. Totalmente distinto. La gente es súper simpática. Y es un lugar que te desafía como viajero, porque hay muchas dificultades; si vas a comprar un pasaje de tren, te puedes pasar toda la mañana... Ahora, por el lado místico, no hubo ninguna costumbre que se me pegara: no hago yoga ni meditación. Con suerte aprendí a hacer el té chai, que es muy rico; todas las veces que he estado en India me he hecho adicto a la cuestión, me tomaba cinco o seis al día.
A los 23 años partí con una productora con amigos. Cuando estaba terminando la carrera de Audiovisual, a uno de mis profesores, Ricardo Vicuña, le ofrecieron hacer un noticiario de economía y finanzas. Me ofreció hacerme cargo de ese proyecto; estuve trabajando durante un año haciendo noticias de economía y finanzas. Sacábamos un programa todos los días. Súper demandante; ahí saqué la escuela de grabar y entregar en el mismo día, el oficio. Y cuando se acabó eso, con un amigo formamos una productora, Potemkin, durante trece años. Nos costó mucho partir, haciendo desde videos de matrimonio hasta campañas publicitarias. Ahora, lo que yo siempre quería era hacer contenido. Hubo un momento en que tuvimos una diferencia. Soy de la idea de que si uno se mete en este tipo de carreras, como la audiovisual y creativa, es para en algún momento jugártela y hacer ese contenido soñado. Empiezan a haber necesidades económicas con las te postergas. Hice un montón de vídeos para empresas, pero esa cuestión no me llenaba nada, estaba chato. Separamos caminos.
Maté al oficinista que llevaba dentro, que es una frase del escritor viajero Juan Pablo Meneses, a quien admiro mucho. Siento que lo maté. Yo era oficinista, emprendedor, tenía mi oficina, hacía un trabajo de 9 a 6 de la tarde. Ya no me veo haciendo eso.
Nunca he estado contratado. Me encantaría, jajaja. No sé lo que significa recibir un cheque a fin de mes. Siempre me las he tenido que ingeniar. Cuando estaba en la universidad, para pagarme mis gastos, hacía pegas chiquititas: me tocó hacer videos de graduación, vídeos de matrimonio y cumpleaños. He hecho de todo. Es difícil, pero al final te da un poco más de libertad. Tampoco me han ofrecido contratarme fijo en alguna parte, así que siempre me la he tenido que inventar, sobre todo en este tipo de carreras creativas. Uno tiene que estar todo el tiempo pensando qué hacer y cómo. No me imagino contratado en alguna parte, a no ser me ofrezcan mucha plata, jaja.
Una vez, cuando tenía la productora, se juntó de vuelta Soda Stereo, e hicieron un concierto acá. Me contrataron para hacer el making of, ¡el sueño del pibe! Estuve grabando ese making of: cómo hacían la escenografía y el concierto... Fue mucha pega... Vimos el concierto y todo, pero nunca me pagaron esa pega. Fueron como 4 o cinco palos (millones)... las “entradas” más caras que he pagado para un concierto... Quebró la productora y chao. Es un rubro en que la gente está muy arriba o abajo… En mis producciones siempre parto por pagarle a la gente que trabaja conmigo y me dejo para el final, porque me ha tocado ver muchas productoras que crecen, pero se olvidan de su gente. Para mí, lo primero es la gente que trabaja conmigo. Lo tengo como norma.
Fue súper difícil separarme de mi productora, me tuve que reinventar. Me llamaban para hacer videos de publicidad o de empresa, y no los tomaba. Partí haciendo un programa de libros, Ojo en tinta, y agarré un círculo virtuoso, gané algunos fondos e hice un programa de emprendimiento e innovación, Peach. Después hice uno de ciencia, buscando contenidos con la gente del 13C. Siempre tuve la idea de hacer algo como Siempre hay un chileno; el sueño que me daba vueltas. Siempre me ha gustado mucho hacer documentales de seguimiento en que puedes conocer a la persona de verdad, y mezclarlo con viaje. Me parecía alucinante. Hablé con una amiga entrañable del 13, Evelyn Araos, y me consiguió el contacto de la gente de cultural del Canal 13 y les presenté Siempre hay un chileno. Me dijeron que andaban buscando algo de ese tipo, que si hacía un piloto podían evaluarlo. Aproveché que fui a Europa y a Israel, que tengo unas amigas ahí, y grabé el piloto con ellas. Lo edité, envié y al mes ya estábamos cerrando para hacer Siempre hay un chileno.
Me fui de viaje a India hacer el primer capítulo de Siempre hay un chileno. A India me había ido a mochilear tres meses y me pasó absolutamente de todo, y me quedé con las ganas de volver. Y cuando partí con Siempre hay un chileno pensé: “Tengo que empezar ahí”. Al principio fue súper duro; con el capítulo uno, me di cuenta lo pesado que podía llegar a ser. Es súper entretenido, pero son jornadas súper demandantes, casi como ser deportista de alta competencia. Estás grabando en la calle y pasa cualquier cosa, y hay que moverse de un lugar a otro rápidamente. No hay más de un día para hacer todo; si se te olvidó grabar la imagen en un templo, después no es tan fácil volver. Y los equipos sufren mucho con el clima; en esa primera temporada fui a Singapur, uno de los lugares más húmedos en que he estado, y la cámara se me empañaba todo el rato, y no funcionaba. O hay gente que tenía que aparecer para grabar y no llegaba. Es una coordinación importante.
Soy bien operado de los nervios, pero precavido. En mi mochila llevo de todo cuando estoy grabando: tres micrófonos, baterías para estar grabando un día y medio, cámaras más chicas para pasar más piola, pastillas para el dolor de cabeza, plata en efectivo por si no te aceptan tarjeta... Hay que estar como dos o tres pasos adelantado. Igual siempre te pasan cosas que no estás preparado. Desde que empecé he ido aprendiendo. Cuando uno parte trata de tener la cámara y luces más grandes; he ido simplificándome con lo que realmente me sirve para mis contenidos.
Del lugar que más llegan solicitudes de personas para grabar Siempre hay un chileno es de Australia, y cuando estuve ahí me di cuenta. Me sentí una celebridad, porque voy a grabar a otras partes del mundo y no me cacha a nadie. Pero en Australia caminando me saludaba gente de lejos; hubo un par de chilenos que me fueron a hacer guardia al hotel, se querían tomar una foto con “Siempre hay un chileno”, y uno no está acostumbrado. Viajo solo, nunca nadie sabe lo que estoy haciendo. Trato de pasar lo más turista posible, llamar lo menos posible la atención. De Suecia y España también me escriben mucho, porque tenemos una pista en el perfil de Instagram que la gente se inscribe. Hay 1.300 inscritos. Siempre partimos revisando ahí para encontrar a los personajes.
Hay varios chilenos que me han impresionado. He entrevistado a 230 chilenos, así que si elijo uno se van a enojar los otros 229. Pero dentro de las historias que más me han llamado la atención está “Fefi”, una chilena que tiene espalda bífida, mucho problema de movilidad; ha tenido diez, veinte o treinta operaciones en Chile. Es una condición complicada. Su sueño era ir a vivir fuera de Chile. Estuvo viviendo en Francia con su marido cuatro o cinco años. Y cuando estaba grabando con ella fue súper emocionante, porque te das cuenta que no hay obstáculos cuando uno quiere cumplir su sueño. Todo lo que te puedes imaginar, estaba en su contra. Sin embargo, ella estaba ahí, haciendo realidad su sueño. Pero como la historia de ella hay muchas.
Otro tipo de personaje emocionante son los hijos de chilenos que se fueron, cabros que tenían uno o dos años, y que tienen súper inculcado el tema chileno. Me acuerdo que grabé con Cristián Melillán, que es japonés de rasgos; el papá era un marino mercante, conoció una señora japonesa y se quedó en Japón. Y el papá puso un restorán chileno, se había muerto y Cristián lo heredó, y hace empanadas y churrascos. Parece japonés, pero está súper orgulloso de ser chileno. Es bonito, porque te das cuenta que la cultura chilena cala hondo en estos chilenos que se van. Tienen una idea súper romántica de Chile y no quieren abandonar sus raíces. Uno nunca deja de ser chileno.
A cada país que hemos querido ir hemos encontrado chilenos. Siempre en India nos costó más; he estado ya dos veces grabando en India, pero las dos veces encontramos chilenos, con buenas historias. Nunca hemos tenido ese problema de no encontrar chilenos. El problema que tenemos es que a veces encontramos demasiadas; es súper difícil elegir. Cuando grabamos en Londres, hicimos un llamado por nuestras redes sociales y postularon como 80 o 100 personas. Trabajo con una investigadora, que somos bien amigos y ella es súper matea, y habla con cada uno de los chilenos para sacarles el rollo. Para ese capítulo habló como con 40 personas. Elegimos a seis y nos costaba mucho hacer el corte de los tres.
En Londres nos fuimos por unos perfiles súper no obvios. Dentro de los de los participantes estaba la Vero, bautizada como “Verotours”, y ella llevaba solamente un año en Londres; pero encontramos súper interesante la visión de alguien que está más “fresco”. Tuvimos un chileno que también era súper buen personaje, Alfredo, que maneja los buses de dos pisos; lleva como veinte años en Londres. Pero también queríamos darnos el gusto de tener a alguien que se va de working holiday y está años... El programa no es una competencia de quién lleva más años afuera... Estamos buscando gente que sea cercana y que los que vean el programa televisión se sientan identificados; encuentro bacán que alguien de 18 o 19 años vea a “Verotours” y piense: “Si ella lo está haciendo, ¿por qué no puedo yo?”.
Vivir viajando es menos romántico de lo que suena. Es pesado, porque hay que estar acostumbrándose todo el tiempo a distintos lugares. Está lejos de ser una vacación, todo lo contrario. Y lo otro es que cuando estoy haciendo el programa son cinco o seis meses que uno está todo el tiempo yendo, viniendo, yendo viniendo... Es súper agotador. Me acuerdo de la primera temporada del programa. Grabé todo seguido. Ya no lo hago así. Al final, medio que ni sabía dónde estaba: una semana en Lisboa, otra semana en Marruecos, otra en Austria...
Tengo colaboradores muy buenos en todo lo que hacen. Pero cuando estoy grabando, soy el responsable y en eso soy súper maniático, nunca he perdido un material, siempre tengo doble copia de todo. Cuando se acaba la jornada de grabación estoy dos horas ordenando y armando todo el material. Lo más valioso del tiempo: prefiero que me roben la cámara que el disco duro que tiene toda la información. Y cuando estoy grabando, no es mucho el carrete, o que me voy de fiesta. No pasa nunca. Es ser medio deportista de alta competencia... sin que te paguen como deportiva de alto competencia, jaja.
Por suerte nunca me han robado. Lo que me ha pasado es que soy medio volado. A veces estoy tan embalado haciendo el contenido que se me ha quedado la mochila olvidada en algunas partes. Estábamos grabando en Finlandia, subimos un cerro, me puse a grabar algo, apoyé la mochila, seguí haciendo la entrevista, nos fuimos en el auto, llevábamos 45 minutos ya andando en la carretera y fue como: “¿Dónde está mi mochila?”. Se nos había quedado la punta del cerro. Tuvimos que volvernos y ahí estaba, paradita. En un templo de Tailandia, donde hacían masajes, también se me quedó. Súper embalados, grabamos, nos fuimos, nos subimos a un barco, estábamos súper lejos y, de repente: “Se me quedó la mochila”. Los otros contratiempos que he tenido, y cada vez más, son las restricciones para grabar. En general en el mundo hay muchas restricciones para grabar; o sea, guardias de seguridad que no te dejan o lugares en que no se puede. Está muy complicado. He tenido que grabar segmentos del programa con cámaras que llamen menos la atención y con los micrófonos escondidos. Ahora estuve en Egipto y fue una pesadilla, no te dejan grabar ni las pirámides... Ojalá ser invisible, es lo ideal.
Hay lugares que prefiero evitar. No sé si iría a Afganistán. Tampoco a Rusia, me da la idea de que hoy puede ser complicado grabar allá. Venezuela es otro lugar al que tenía muchas ganar de ir, pero siento que estar cargado políticamente, hay muchas emociones en torno a Venezuela. Siento que es difícil hacer un capítulo de Venezuela y dejar contento a la gente que ve Siempre hay un chileno.
Me ha pasado que el programa medio se termina “ensuciado” con tanta opinión política. Nos hemos dado cuenta que es preferible evitar el tema político, porque hay muchos chilenos afuera que están abanderizados con opciones políticas, y cuando estamos grabando las dicen; pero preferimos no mostrarlas tanto porque es un programa familiar, apunta a que cualquier persona que lo vea se pueda sentir identificada y lo pase bien. Ya hay demasiado de política, farándula y temas que que van para otro lado en la televisión. Nosotros queremos abrir una ventanita de inspiración para que el que se quiere ir a vivir afuera pueda inspirarse; o el que quiera hacer algo, como ser músico, vea y diga: “Este compadre lo hizo”.
Marruecos ha sido el lugar más difícil para grabar, y después Egipto. Hay mucha restricción. En India la gente es muy amistosa, no tiene ningún problema con las cámaras, se ponen en medio de lo que uno graba, y otras personas se ponen detrás tuyo, y otro se pone a gritar en la grabación. Son divertidos. Lo difícil son las restricciones. En Marruecos no son amigos de las cámaras y se ponen medio violentos. Ahora estuve con María Gracia Subercaseaux, que no la conocía, y me contaba lo mismo de cuando estuvo en Marruecos; también lo pasó muy mal. Y ahora que estuve en Egipto ya sabía eso, gestioné los permisos, no me contestaron nunca; fui a grabar sin permiso, porque ya tenía reservada la semana y comprados los pasajes. Hay muchos policías encubiertos mirando lo que estás haciendo, y tratan de sacarte una coima por aquí y por allá. Complicado.
Me ha pasado que en Chile hay ciertos lugares en me reconocen más. Fui el otro día al Persa Biobío, que me encanta, mi lugar favorito de Santiago, y me pedían muchas fotos. Cuando vivía en Chile iba todos los domingos, sagradamente; tengo mi caseros. Ahora he ido y me han pedido muchas fotos. Esta súper bueno, pero también era bueno cuando pasaba más piola. Me paran, también hay personas que se me quedan mirando como que me conocieran de alguna parte, pero no cachan de dónde. Siempre he sido peatón, me encanta andar en metro o micro. Ahora que estoy acá, de repente estoy en el metro y cacho que alguien me está mirando. El otro día en el Persa iba caminando y me quedó mirando una señora y me dijo: “Usted se parece harto a uno que hace un programa en la tele”. “¿Cuál?”, le dije. “Siempre hay un chileno”, me contestó ella. “YO SOY ESE”, le dije.
Me siento ahora un creador de contenido, ahí está mi domicilio. No me siento tan parte de la televisión, del mundo televisivo, aunque mi contenido se ve en la TV. Me siento muy cómodo haciendo el formato YouTube, el más corto de Instagram o de TikTok. Siento un poco que el programa Siempre hay un chileno es un híbrido entre televisión y blogger. Tiene un lenguaje un poco más suelto, no ese código tan televisivo del periodista con el guion y parado frente a la cámara. Es distinto, y siento que no tiene el corte periodístico.
Me parece importante potenciar mi marca personal y me interesa hacer otro tipo de contenidos. Está Siempre hay un chileno, pero no es para toda la vida; en algún momento me aburriré. Sentía que era importante potenciar mi marca y ponerle una cara al programa (Antes no se mostraba él en pantalla), y también valorizar el trabajo de los realizadores haciendo este tipo de contenido. Me acomoda, lo paso bien. Siempre he tratado de que no cambie el formato, con algunas cositas más por allá y acá.
Me gustaría potenciar más mi lado de creador de contenido. Me gustaría empezar a hacer más contenido en YouTube. A veces no tengo todo el tiempo que me gustaría, pero con el formato corto de Instagram y TikTok he podido hacer cosas interesantes. Tengo vídeos que tienen dos millones de visitas.
He ido a todos los lugares que quería ir. En Jamaica no he estado y Alaska también sería choro ir. Tenía muchas ganas de ir a Australia y Nueva Zelanda, por tanto que me insistían los chilenos de ir para allá, así que siento que ese es un check... A Marte me gustaría ir, jaja. Pienso seguir haciendo Siempre hay un chileno hasta que me aburra y me renueven los amigos de Canal 13. En lo que a mí respecta, todavía tengo ganas. Me entretiene y es muy gratificante.
Tengo una lesión crónica en el hombro de tanto grabar, liquidado. La otra vez me fracturé un dedo chico del pie. Me encanta salir a correr, pero no puedo tener tanta continuidad de tanto estar yendo y viniendo.
Amorosamente siempre me fue mejor afuera que en Chile. No sé por qué. Pinche con argentinas, peruanas, francesas, suizas, brasileras... y en Chile nunca me iba muy bien, hasta que conocí a una chilena que vivía en Alemania y nos emparejamos. Fue un amor fulminante, tanto así que me fui a vivir con ella a Alemania, y ahora estoy viviendo en Barcelona, donde viajo a grabar los programas, porque a ella le salió una pega allá Barcelona, y a mí me acomoda mucho vivir en Barcelona.
Cada vez que viajo me he enamorado. Dentro de mi biografía, en Instagram tengo: “romántico viajero”. Soy de la U y todo, pero no es tanto por eso. Cada vez que viajaba me enamoraba perdidamente de una argentina o de una suiza; o estaba dispuesto a dejarlo todo para irme a vivir a Francia. Me pasaba mucho eso.
Con mi pareja, Natalia, nos conocimos cuando terminé de hacer la primera temporada de Siempre hay un chileno, el 2017. Para mí fue súper natural encontrarme con ella, era como que la hubiera estado esperando hace mucho tiempo. Cuando yo y ella vivíamos en Chile, vivíamos en la misma calle, en Santa Isabel, y nunca nos habíamos visto. Ella trabajaba en el 13C y ella se fue a vivir a Alemania cuando yo conocí a los del 13. Siempre estábamos como que nos podríamos haber conocido, pero no nos conocíamos. Y nos terminamos conociendo ahí en Berlín...
Desde el 13C me dijeron que tenían un proyecto de sustentabilidad y me dijeron que fuera a hacerlo como realizador en Alemania, y a Natalia le pidieron la producción. Nos encontramos en Berlín con el equipo de grabación y nos caímos al tiro súper bien. Fue un flechazo. Siempre he sido un romántico viajero, pero diría fue el gran flechazo de mi vida. Influyó que fuera chilena, entre chilenos uno se entiende mejor; hay un tema del humor y cultura en común. Nos gustan cosas muy parecidas. Una se las tiene que jugar por las cosas que quiere en la vida y me fui a vivir con ella a Alemania a dos meses de conocernos, súper poquito.
Me cuesta que Natalia me acompañe en mis viajes, porque tiene un súper buen trabajo en Barcelona; vende contenido, series de dibujos animados, tiene reuniones con Netflix, Universal y Amazon. Y le cuesta mucho conseguir los permisos para acompañarme. Le tengo que insistir harto. Me encantaría que me acompañara a todos los viajes. Aparte, siento que cuando va ella, ayuda mucho en la producción y hemos logrado conseguir cosas bien bacanes, como que en el capítulo de Nueva Zelanda se consiguió, por ejemplo, ir a Hobbiton, este lugar donde hicieron El señor de los anillos. Ella tiene el ojo periodístico y de producción de contenidos en plataforma.
No es fácil compatibilizar los viajes con la relación. Tiene la gracia de que como Natalia trabaja en el medio, entiende las necesidades. Y tenemos un acuerdo: nunca me voy de la casa más de dieciocho días, o, máximo, veinte... pero no más... Estoy en la casa dos semanitas y harto de vuelta.
¿Ser papá? Me interesa, no lo descarto. No soy anti ni pro niño. Si pasa, bienvenido será, y me gustaría mucho; si no pasa, hay más vida.
Volvería a vivir a Chile. Me encanta. Es de los lugares que mejor lo paso. Me encanta el sentido del humor chileno y me gusta la comida chilena. Siento que a veces no nos damos cuenta de lo exóticos que somos, que sólo vemos del mundo para afuera, como “qué exóticos los indios”, pero hay mil millones y medio de indios, y nosotros somos 20 millones. Entonces, ¿quiénes son los exóticos? Nosotros. Y cuando uno ha viajado tanto, se da cuenta que tenemos cosas culturales súper entretenidas y que sólo se ven acá.
El sentido del humor chileno no está en ninguna otra parte. El chileno es súper divertido, como en la talla rápida, el doble sentido y los garabatos chilenos, o “el mejor país de Chile”. Todo eso lo encuentro bien divertido. Estando en mis viajes, y también cuando estoy fuera, consumo mucho contenido de Chile. Me encantan los podcast y veo programas de Chile. Uno termina romantizando Chile desde fuera.
No hay algo puntual que eche de menos de Chile. Los afectos es lo que más me falta. Me encantaría estar para cumpleaños, matrimonios y todas esas celebraciones que uno se las termina perdiendo, porque está de viaje. Eso es algo que extraño mucho... El resto se puede encontrar en todas partes. (Aunque) el Persa Biobío lo extraño mucho y la Blondie, que me encantaba ir; no he visto un lugar como la Blondie en otras partes del mundo.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido realizador o creador de contenido... no sé qué habría sido... ¿Presidente de Chile? JAJA. La política nunca me ha interesado mucho. Siempre tuve claro que quería hacer contenido, siempre ha sido lo mío. No me veo en otra cosa.
En mi época universitaria era más bien tirado para carretero, y siempre responsable. Pasaba mucho que uno tenía que hacer equipo y muchas veces me tocó dirigirlos. Siempre se me ha dado bien ese tema.
¿Apodo? Nací con un apodo. Desde primero básico he sido “El Kiwi”.
Un sueño pendiente es que me encantaría juntar a los más de 230 chilenos que han pasado por mi cámara en Siempre hay un chileno en un mismo lugar. Sería como el final de una teleserie. Sería muy divertido que todos se conocieran y recordar juntos tantas cosas que hemos vivido en los más de 70 capítulos de la serie. ¡Sería épico!
Una cábala es que en mi mochila tengo una piedra, que me la regaló una amiga española, la Lauri, cuando estaba haciendo la primera temporada. He tenido un montón de mochilas y siempre llevo la piedrita que me regaló. La tengo escondida en un bolsillito. Me acompaña a todas partes.
Una frase favorita es que “lo único seguro es que todo es incierto”.
Un trabajo mío que no se conoce es que cuando chico mi mamá tenía un local de cajas y bolsas de papel. Y yo trabajaba ahí, hacía de todo: vendedor, estaba en la caja...
¿Cantante favorito? Soy mega fan de (Gustavo) Cerati. Siempre me gustó más Cerati que Soda Stereo. Me gusta Pulp, David Bowie y un poco la onda britpop; todo eso que se escucha en la Blondie... Ahora, no sé si me gusta tanto el personaje Cerati, me gusta mucho su música. No lo pude conocer, sólo de lejos.
Mi primer sueldo lo gasté en una cámara. Soy aficionado a las cámaras. Me encantan. Siempre estoy viendo videos de YouTube de cámaras. Es un tema que me obsesiona. Veo una cámara y necesito tenerla. Creo que he tenido unas sesenta o setenta cámaras. Ahora vendí mi cámara hace poco para comprarme una nueva. Me encanta probar cámaras.
Un hobbie escondido puede ser salir a correr. Y también me encanta cocinar. El que cocina en la casa soy yo y siempre estoy buscando recetas.
Un creador de contenido que admiro es Casey Neistat, que no sé si en Chile lo conocen, pero es uno de los creadores de YouTube más interesantes; ahora está un poco retirado. Siempre estoy viendo lo que hace Luisito Comunica; me encanta, es increíble lo que ha logrado. Y me gusta mucho Felipe Avello, veo mucho esas rutinas que hace; es súper ameno.
Una película que me hace llorar, y que me encantó, fue Los excéntricos Tenenbaums, de Wes Anderson.
No creo mucho en el horóscopo, y a veces sí. Debe ser porque soy Géminis. Me estoy cuestionando todo todo el tiempo.
Si pudiera tener un superpoder me gustaría volar. También a veces me gustaría ser invisible. Y me encantaría leer la mente de las personas.
Un placer culpable es que tomo mucho café. Me encanta el café. No sé si es tan culpable.
Si pudiera invitar a tres personajes de la Historia a un asado, uno sería Luisito Comunica; encuentro que medio parecido lo que hacemos y me encanta hablar con creadores de contenido y saber cómo graban, y me tinca que debe tener buenas historias; Gustavo Cerati, que estaría bueno como para amenizara el ambiente, buena onda; y David Bowie... y a Felipe Avello también sería divertido.
Marcelo Kiwi es romántico viajero, creador de contenido, alguien al que le gusta mucho lo que hace,conocer gente y realidades distintas, la cercanía con la gente... Y también Marcelo Kiwi es kiwi como la fruta.