La Firme con Mariana Loyola: “Al actor hombre no se le exige nada; puede tener canas, guata, viejo y arrugado, y sigue siendo el galán”

Mariana Loyola en entrevista para La Firme por Secretos de Familia (Canal 13). FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

En los últimos años, la actriz se alejó de las teleseries, pero desde el 2021 tenía grabada Secretos de familia (Canal 13), pronta a su estreno. En conversación con La Cuarta, repasa su historia, analiza su presente y aborda algunos hitos recientes del país.

Ya maquillada, Mariana Loyola Ruz (48) permanece algunos instantes pegada del celular, aparentemente a punto de solucionar algún contratiempo. Y tras pedir un poco de paciencia, al fin lo logra, y se entrega a un repaso por su historia, desde sus primeros hitos como tetracampeona nacional de gimnasia rítmica, pasando por sus inicios en el teatro con Héctor Noguera como una figura clave, su recordado papel como “Soraya” en Machos, hasta su presente adentrado en películas y series como Baby Bandito, inspirada en “El robo del siglo” del 2014, y ubicándose en Netflix como la más vista de habla no inglesa.

Si bien ha tomado distancia de los melodramas —siendo Si yo fuera rico (Mega) el último—, tiempo después, en el 2021, fue parte de Secretos de familia, pero no había salido al aire; Canal 13 esperaba el mejor momento para estrenarla, y ahora incluso estará en Amazon Prime Video. Y durante las últimas semanas la han anunciado con bombos y serpentinas. La actriz interpreta a Raquel Cruchaga, la severa madre de la protagonista Elena (Daniela Ramírez), con quien tiene una tormentosa relación. “Es súper ambiciosa y la línea moral la tiene un poquito corrida”, describe en conversación con La Cuarta.

La actriz también aborda la contingencia: reflexiona sobre la inesperada muerte del Expresidente Sebastián Piñera, entrega sus impresiones previas al show de su amiga de la universidad Javiera Contador en el Festival de Viña, sus sensaciones posteriores al proceso de plebiscitos constitucionales; analiza la industria televisiva, entre otras cuestiones.

LA FIRME CON MARIANA LOYOLA

Mi infancia la asocio a la gimnasia rítmica. Era full deportista, entrenaba todos los días después del colegio, y todo el sábado y el domingo. Era muy fan y muy autoexigente. Fui muchos años gimnasta, gané campeonatos y viajé. Vivíamos en Talca y era un poco hostil; no había nada… ni hoy día la gimnasia rítmica es valorada, imagínate en esos años. Era súper difícil, muy a cargo de los papás, hacían todo, y con muy poco financiamiento. Pero igual lo hacíamos. La autoexigencia nacía de mí, y de mi entrenadora. Siempre he sido muy autoexigente, matea y un poco obsesiva, jaja.

Encuentro que la autoexigencia es el desde. Nuestro trabajo es intenso, difícil y hay que estudiar un montón. No sólo hay que aprenderse el texto: hay que investigar, opinar, hablar no sólo con el director sino con la gente a cargo de la dirección de arte y vestuario, sin interferir en las áreas de otros; pero creo que son trabajos súper de equipo, pese a que se crea lo contrario. Hay un prejuicio de que los actores, sobre todo haciendo televisión, como de ego o altanero. Pero es al revés: para que los personajes funcionen bien, hay que trabajar en equipo, siempre.

Lo que quedó en mí de gimnasta es que bailo súper bien, jajaja, lo coordinada... Alguien me dijo, hace cuánto tiempo, que la gimnasia rítmica y la actuación tenían mucho que ver. La gimnasia rítmica es un deporte súper complejo porque tiene ballet, acrobacia, y una cosa con las mallas y el brillo. Es un deporte súper espectacular y con público. Creo que me quedó un gustito por los aplausos. Cuando uno entra a la escuela de teatro, te exigen mucha coordinación y trabajo físico, y creo que un actor o actriz tiene que conservarse activa físicamente. En ese sentido, la gimnasia y haber sido deportista de alto rendimiento me ha servido hasta el día de hoy.

La actriz repasa su infancia en Talca, marcada por la exigencia de la gimnasia rítmica. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

En el Colegio de La Salle, en Talca, lo pasé súper bien. Era muy católico y tradicional. Fui súper rebelde de chica, pero súper matea. Pobre inspector de media; creo que me odiaba un poco, o tuvimos una relación compleja, porque yo era muy rebelde con lo que creía que era injusto. El tipo tenía, además, en su oficina una foto de Augusto Pinochet, entonces era verlo y decirle: “Esto no es democrático”. Era justo la época del Sí y el No. A partir de eso, tenía una relación áspera con todo el resto, que me parecía que no era democrático, jajaja. Y fui presidenta de curso y todas esas cosas, hacíamos paros y exigíamos cosas. Pero creo que ser joven y no ser rebelde es una cosa rara. Y siempre con muy buenas notas, y además gimnasta, entonces nunca me echaron, pero estuve condicional.

Digo que perna por la primera vez que pololié fue a los 21, pero al mismo tiempo era rebelde. No pololeaba porque ningún hombre estaba a mi altura, jajaja, no, no sé... Era perna porque ocupaba anteojos ópticos desde los tres años y medio, que es un prejuicio sí o sí. Talca era, y parece que lo sigue siendo, como la película Footlose, de esas ciudades perdidas donde no había nada que hacer, nada de cultura, poco cine; había un cine porno en el centro, y el otro deben haber dado una especie de Rápido y Furioso de la época. No daban buenas películas, y siempre tuve ese bichito. Era perna en cuanto a relaciones como de pareja; nunca quise pololear. No era que me fuera mal, pero no quería pololear con ninguna de las personas que me pidieron pololeo. Y tenía un grupo de amigas súper bueno, que nos decían “Las intratables del A”, y somos amigas hasta el día de hoy, todas muy políticas, leíamos mucho y veíamos películas. Lo pasábamos súper bien, carreteamos y todo, pero éramos unas chicas muy interesadas en lo social. Nos enganchamos mucho con el Sí y el No, a los catorce años, e íbamos a las marchas. Súper embaladas. Esa pulsión es algo que nace en cada casa. Siempre agradezco que mis papás hayan votado que No, porque sino me muero.

Mariana se recuerda bastante "rebelde" en su juventud. También comenta que su primer pololeo fue a los 21. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Soy muy apasionada en general con todo. Llegué a la escuela de teatro de la Universidad Católica desde Talca a los 17, y salí a los 21. Sólo quería hacer teatro, y significaba pintar las escenografías, clavar los clavos, hacer los focos, pelar enchufes y barrer la sala. En ese sentido era bien “marxista”, súper estricto, mateo y trabajólico. No quería hacer televisión, porque tenía otras inquietudes. Otros compañeros de escuela decidían salir a teleseries a los 20 años y yo no estaba de acuerdo con eso. Siempre pensé que había que terminar la escuela para profesionalizarse, y lo sigo pensando. Todas las personas tienen que pasar por una escuela de actuación; no porque actúes mal o bien. Creo que hacer televisión, en general, no es difícil; es mucho más difícil hacer teatro o cine. Pero creo que el rigor, la humildad y el trabajo en equipo se aprenden en la escuela. Es muy difícil que alguien que llegue directo a una teleserie a hacer un protagonista, sin tener escuela, no se le vayan los humos a la cabeza; o entienda el rigor, porque aprenderse 15 escenas al día tampoco es tanto rigor: es tu trabajo. Empezar a discutir desde dónde es el desde, es lo que creo que se aprende en la escuela.

Héctor Noguera estaba en la comisión que seleccionaba a los que entrábamos en la escuela. Después fue mi profesor, en tercer año, nos dirigió Las brujas de Salem. Impresionante. Tenía 17 años, no cachaba nada; entré a la sala y vi a Ramón Núñez y Tito Noguera, que fueron nuestros seleccionadores en el examen de movimiento y juego. Me observaban, miraban y anotaban. Es súper heavy igual. Es como un juego, pero se te va la vida en eso. Al Tito lo adoro, lo quiero y admiro mucho. Nos sacó mucha punta, es un tipo muy inteligente. Dirige desde un lugar y analiza mucho el texto. Fue un súper buen referente, tremendo.

Mi escuela era de realismo, entonces en primer año nos mandaban a observar personajes a lugares como la Plaza de Armas, el Mercado Central o al Hogar de Cristo, donde los personajes pueden ser más “externos”, para tomarlos de afuera hacia adentro. En situaciones extremas, como matrimonios, fiestas y funerales, siempre estoy observando cómo reacciona tal persona, y esas cosas particulares me las guardo: lo extraña y fuera de lo común. La gente reacciona de maneras súper diferentes, y eso es muy entretenido y es “material” para actuar después. En el Metro también escucho y observo, o cuando viajo. Siempre ando mirando.

Mariana se considera sumamente observadora antes ciertas situaciones como funerales y matrimonios. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

La muerte es un súper tema, y cómo se aborda, cómo se viste la gente para los funerales. Cómo camina. Cuánto fuma. El café. Los olores. Todo. Finalmente a nosotros nos enseñan a percibir, más que a analizarlo. Esas particulares pueden enriquecer tu trabajo en un momento que te toque hacer algo parecido.

Hay dos cosas que separar con Sebastián Piñera: una es la muerte de un ser humano, que nunca es aplaudible ni celebrable, nunca; y empatizar con la familia, sus cercanos y la gente que lo quería. Y otra cosa es la santificación que ocurrió, que me parece que es exagerada. Creo que en general en Chile hay un problema con la justicia, y hay mucha gente que ha muerto impune. Hay que recordarle a cada chileno y chilena que hay que hacer uso de la memoria, que no se nos pueden olvidar ciertas cosas. Pero son cosas súper separables. Creo que hay veces en que lo mejor es quedarse callado, y esa es la decisión tomé: silencio. Me parece que uno tiene todo el derecho a guardar silencio, no es necesario opinar siempre. No vi ni escuché nada de sus funerales. Me parecía que era un momento oportuno de guardar silencio.

Soraya Salcedo, mi personaje en Machos (Canal 13), marcó un antes y después en todo. Y más que en popularidad, también tuvo que ver con un ejercicio importante en la actuación. Hice al mismo tiempo Cachimba, tuve que engordar, y la Vero Saquel fue una delicia de productora que me permitió ser protagonista de una película de Silvio Caiozzi, con lo demandante que fue; y después volver a la teleserie. Hizo desaparecer a mi personaje un tiempo, que me fui a vivir con un tío. Hasta hoy se lo agradezco. Si la Vero no me da ese permiso o regalo, no hubiera podido hacer Cachimba, ni todo lo que pasó después con ese personaje, desde el cine. Y la Soraya era la nana que se queda con el hijo del patrón, una mujer súper power mujer, chilena, empodera, tira pa’ arriba, y que al final se hace cargo de toda la familia (Mercader) prácticamente. Fue un personaje hermoso en un momento de mi vida en que tenía mucha energía para hacer miles de cosas; pero había sido mamá recién, corría todo el día, manejaba, me iba de Cartagena a Viña, y de Viña a Santiago... Fue una locura.

Cuando uno es actriz, la relación con el cuerpo es brutal, porque además estás muy exigida, siempre. En la televisión, en general, por suerte ya ha pasado, y espero que no lo haga nadie, pero mucha gente me dijo que tenía que adelgazar, antes de hacer a Soraya. Siempre estuve en una talla que no era adecuada para la televisión, que debió ser 36 o 38, gente muy flaca y generalmente pequeña. La diversidad de los cuerpos es lo lindo; me gusta ver todo tipo de cuerpos y etcétera. Yo tenía 28 años y era Caiozzi, el gran director de cine de Latinoamérica, teniendo un protagónico, con un personaje y un guion precioso, obvio que acepté, no lo pensé; no sé si lo hubiera hecho con otro director. Y era las técnicas para engordar y adelgazar de esos años, tipo “come pan”, que no son como las de ahora. Nunca me he arrepentido de hacerlo.

Mariana recuerda los tiempos de Machos: "Mucha gente me dijo que tenía que adelgazar, antes de hacer a Soraya". FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Es un súper tema el del cuerpo y la actriz, porque al actor hombre no se le exige nada; puede tener canas, guata, estar viejo y arrugado, y sigue siendo el galán. Las mujeres, no. Y todavía sigue pasando que hay galanes de 70 con actrices de 30. Es raro ver una actriz de 60 con un actor de 60; a menos que sean de 80, que son los “abuelitos” de la serie. En ese sentido falta un poco de riesgo, pero es un tema a nivel mundial. Es cosa de las actrices de afuera también; el nivel de exigencia de belleza es súper alto. Es brutal.

Nunca renegué de esa engordada en particular, por el contexto, la película y el director de ese momento. Pero en esos años sí era una exigencia ser flaca. También tiene que ver con la formación y seguridad que uno tiene. Siempre he sido así, no hay mucha vuelta que darle. Gracias al feminismo y a un montón de luchas que hemos dado las mujeres, ya no puede venir un director a decirte “estás gorda”, o una productora a decirte “adelgaza”, porque la puedes demandar o mandar a la cresta de vuelta. Pero estamos en vías de cambio... Siempre he sido segura; tengo mis cosas como todo el mundo, obviamente, pero en general sí.

Mi madre, Verónica Ruz, murió cuando tenía 21 años por una hipertensión pulmonar. En mi casa nadie hizo bien ese duelo. ¿Cómo se hace bien un duelo? Creo que se habla, se conversa. Uno debiera prepararse, o los responsables, que son los adultos, conversarlo, estar juntos, hacer terapia, despedirse bien. Nada de eso se hizo en mi casa, porque estábamos todos en ascuas, como “¿qué va a pasar?”. Como siempre he sido tira pa’ arriba y muy amiga de mis amigos, no lo vi venir (la muerte), o no quise verlo: “¿Mi mamá? Que además es la heroína de mi vida, obvio que no se va a morir, imposible”. Y también han cambiado los tiempos, porque en 1997 nadie hablaba ni de los signos zodiacales ni tanto de la muerte. Hoy en día es un tema un poquito más accesible; uno habla del espíritu y del alma. En general veo cuentas en Instagram donde se habla del duelo, de la muerte, la autoayuda y de salud mental. En esos años, nada.

Mi papá, René, tenía 52 años y se murió su esposa de toda la vida... debió quedar dibujado. Muy difícil, con tres cabros jóvenes. Nunca he culpado a nadie, pero creo que fue un tema que no se resolvió nunca, muchos años después. Ahora más de grandes con mis hermanos hablamos más del tema. Pero todavía sigue siendo súper doloroso. Fue muy abrupto, y mi mamá tenía apenas 46 años, recién cumplidos. Cuando pasé la barrera de los 46, también me quedó la cagá, porque uno piensa: “Chucha, a esta edad, con mis hijas... mierda”. Ella también debió hacer un ejercicio de: “No puedo más, me abandono y me voy”. Ese ejercicio como madre debió ser muy duro. Llega un momento en que el dolor físico y el agotamiento es tal, que yo creo que te abandonas, me imagino.

Mariana repasa cómo se enfrentó a duelo por la muerte de su madre, con sólo 21 años. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Uno perdona después, porque te da rabia, como “¿Por qué te moriste? Me dejaste”. Son un montón de interrogantes que son propias de los 21 años, en que uno se revela frente a todo. Pero después, cuando una es mamá, aprende un montón de cosas de nuevo. Tuve que perdonar a mis papás, a mi mamá también, porque se murió po’; uno como cabra chica piensa: “No te podías morir y te moriste”. Entender que es una enfermedad mortal, después de mucho tiempo. Perdonar a mi papá, perdonar a todo el mundo. Perdonarme yo también porque creo que a esa edad una no es capaz de entender mucho; te pones buena va el carrete y salir. Nunca he sido muy carretera, pero estaba súper punky en ese momento. Dejé de creer en todo y en todos; y era “yo sola, yo puedo”. Me fui a la casa súper joven, buscando respuestas también, y siempre siendo autosuficiente... No encontré ninguna respuesta.

En ese tiempo las cagadas que me mandé fueron muy de carrete y vida loca, nada tan loco pero sí un poco. Es que me dio mucha rabia. Hay cinco etapas súper claras en el duelo: estás en shock primero, después te da rabia y después no sé qué... Me dio mucha rabia, pero tampoco me culpo, porque creo que tiene relación absoluta con la edad; y también después quise hacerme cargo del buque, de mis hermanos, que tengo una mayor y uno menor; de la solvencia económica, de estar bien, trabajar y ocuparme de todos. No sé si eso me postergó, pero quizá tomé malas decisiones. Tampoco me culpo, estaba en un momento súper complejo, y cuando estás dentro no lo ves. Con los años dices: “¿Por qué hice eso? ¿Por qué me metí con este gallo? ¿Para qué hice ese viaje?”. Soy de un tipo de personalidad que en general busca una salida; tiendo más a lo maníaco que a lo depresivo. No dejo de hacer, trabajo, trabajo y hago cosas y duermo poco; me activo demasiado. Y después uno dice: “Pucha, debí haberme dado más tiempo para mí o tomado mejores decisiones”. Pero en general soy una persona muy privilegiada y bastante feliz.

Con los personajes que hice en teleseries como Amores de mercado (TVN), Machos o Gatas y tuercas (Canal 13) la gente cree que soy muy buena, jajaja. Me siento súper querida, siempre lo he sentido. La gente es muy, muy amable conmigo. Siempre. Me imagino que tiene que ver, sobre todo, con que en esos años, cuando empecé, era lo que se veía. Ahora hay más plataformas, la gente va más al teatro y hay más películas. Tuve la suerte de partir con Amores de mercado y después Machos, que tenían 63 y 54 puntos peak (de rating). ¡Imagínate la cantidad de gente! Siempre he sido muy agradecida el cariño a la gente, porque siempre han sido muy buena onda, todo el mundo.

"Me siento súper querida, siempre lo he sentido"; asegura la actriz. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Con la teleserie de ahora, Secretos de familia (Canal 13), me odiarán, jajaja. Raquel Cruchaca es una villana con la que de repente logras empatizar. Es una mujer que ha sufrido harto, pero que ese sufrimiento lo ha focalizado decisiones súper equivocadas: está ensimismada con su papá (personaje de Pancho Reyes), una cosa edípica; es sus ojos, ella hace y deshace por su papá. Lo adora. Ha sido un poco la matriarca de esa familia, que también perdió su mamá joven, y tiene dos hermanos hombres (Nicolás Saavedra y Álvaro Gómez). Es la mujer de esa casa. Tiene dos hijas, la mayor se fue a los 18, por lo tanto, ya no lo ve hace quince años; ya casi la olvido. Y sigue queriendo ocupar ese lugar de matriarca. Pero cuando llega la polola de su papá, que es el personaje de la Katyna Huberman, le hace la vida imposible. Después cuando llega su hija, que es el papel de la Dani Ramírez, también le hace la vida imposible. Pero yo creo que es una cosa infantil y caprichosa de sentirse poco querida. Es viuda, ha habido mucha muerte a su alrededor.

En general no enjuicio a ningún personaje. La Raquel es súper arribista, caprichosa, no sé si es muy buena madre, tampoco muy buena hermana; sí es muy buena hija. Es súper ambiciosa y la línea moral la tiene un poquito corrida. Pero no la voy a enjuiciar, tengo que defender a ese personaje con todo. Y me encantó hacerlo, porque es una mujer que no es mala, pero que bordea la maldad. Tiene una razón bien torcida con la Elena, su hija menor. Pero siempre la defendí desde que está defendiendo su lugar, que es la hija de su padre, y las riquezas de esa familia, lo que se han ganado con esfuerzo, y creerse evidentemente superior al resto: es más inteligente, guapa, tiene las mejores ropas, joyas y un súper buen vivir. Y no soltará eso por ningún motivo. Nadie vendrá a desordenar su esquema.

Raquel Cruchaga es el papel de Mariana, quien la define como una persona con la moral "torcida".

Raquel me dejó aprendizajes a nivel actoral. Fue súper entretenido hacerlo, es una energía súper distinta. Salía bien cansada de algunas escenas; con la Dani tenemos unas escenas potentes, fuertes, y súper hirientes. Bordeaba la maldad. Ser la antagonista es entretenido. Ahora, ¿qué puedo aprender de una mujer arribista, altanera y que bordea la maldad? No sé si mucho, pero en términos actorales fue súper interesante. Además hay que tener desparpajo, porque es de armas tomar, de gritos y golpear la mesa frente a mucha gente. Y le pasan muchas cosas; después tiene problemas de salud mental. El género de las teleseries te permite jugar un montón, subir volumen y es muy entretenido. Me encantó.

No me parezco en nada a Raquel Cruchaga, en casi nada. Nada.

La familia protagónica de Secretos de familia oculta varias turbiedades, y Mariana es la hija del personaje de Pancho Reyes.

En un momento me desencanté con las teleseries. Consumo más streaming. Aunque ahora Secretos de familia llegará al streaming (a Prime Video), y tengo entendido que una teleserie de Mega (Al sur del corazón a Netflix) también. Me parece un súper buen nicho para el público latinoamericano en general. He tenido la suerte de viajar harto, y en México, Miami, Argentina y Colombia se ve mucha teleserie, mucha. Que Secretos de familia haya sido elegida por Amazon, con pinzas, habla de una calidad importante; no creo que elijan cualquier teleserie. Me encantaría que todos los canales tuvieran áreas dramáticas. Sin embargo, el “13″ no ha parado de hacer ficción. Evidentemente una teleserie son siete u ocho meses de trabajo, son equipos y elencos grandes, es trabajo para mucha gente y creo que, habiendo buena competencia, el nivel sube. Efectivamente la época de oro de las televisiones, cuando estaba TVN, Chilevisión, Mega y Canal 13, ya no es, pero esta entrada de las plataformas puede hacer que gatille, en los que tienen el poder dentro de los canales, unas nuevas ganas de que hacer teleseries. Es bueno para todos que se reactive y nos vean afuera. Pasó cierto bajón y tengo toda la fe de que debería repuntar.

Creo que están los ojos bien puestos en Chile, sobre todo con lo que está pasando con Baby Bandito (Netflix) ahora, que tengo la suerte de estar ahí, y es la serie de habla no inglesa más vista del mundo. Son cosas con las que uno dice: “Chuta, sí hay buenos actores y actrices, guionistas, directores y productoras en Chile”. Tenemos buena gente. Estamos acostumbrados a trabajar con mucho rigor. Hay buenas ideas. Creo que los ojos están empezando a mirar hacia acá. Y es buen momento de tomar esas riendas.

Javiera Contador es mi amiga, fuimos compañeras de universidad mucho tiempo. Supe hace un mes que se presentará en el Festival de Viña. La llamé, le escribí y la felicité. Me contentó mucho cuando a mis compañeras les va bien, mucho, mucho. En general a mis compañeros de curso a todos les va bastante bien; tenemos mucha pega todos. Le deseo lo mejor... ¡Mierda, mierda pa’ la Javi, que le vaya la raja! Que triunfe otra vez. No iré al Festival, va Álvaro Rudolphy (Martín, en Secretos de familia) con la Daniela Ramírez (Elena), que es la pareja protagónica.

Mariana le tira todas las buenas vibras a Javiera Contador ante su show en el Festival de Viña. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Me fascina hacer películas, me encanta. Y el nicho de las series también ha sido súper entretenido, y he hecho hartas. No es que no me guste el formato de las teleseries o el teatro. Pero si tuviera que elegir, elijo el cine o las series porque tienes mucho tiempo para desarrollar los personajes, se hacen cuatro escenas al día, todo se conversa y se ahonda. Y soy una persona que se aburre muy rápido, jajaja, trabajos de tres o cuatro meses me vienen muy bien. Lo que tienen las teleseries, independiente a lo económico, es que son un súper buen ejercicio actoral, sobre todo cuando toca un buen personaje, como Raquel, que le sacamos trote, estábamos en plena pandemia, y es una historia muy entretenida. El teatro también me encanta, pero es sacrificado. Ahora mis hijas ya están grandes y empecé a hacer teatro de nuevo, porque en un momento la maternidad era lo más importante para mí; y salir de la casa a las 6 de la tarde y volver a las 12 de la noche no se podía.

Actuar es un trabajo como cualquier otro, o sea, llego a las 8 de la mañana, hago mis escenas, almuerzo, termino y me voy. Es diferente porque te convierte en una persona conocida; y eso tiene sus pros y contras. Hay cosas que no puedo hacer en público, y otras en las que tengo algunos beneficios. Y en general estás en el ojo del huracán, porque todo el mundo puede decir lo que quiere y lo que no de ti; ahora en redes sociales para qué decir, es brutal. Esa exposición es lo diferente. Pero mi trabajo, para mí, porque hay gente que no lo toma desde ese lugar, es igual que cualquier otro. Cada uno cumple una labor dentro de una comunidad o un país. El trabajo en general de la cultura es fundamental para un país, y siempre lo he dicho, y hay gente que encuentra que no, y está en todo su derecho. Creo que la manera de salir de la delincuencia o de drogas es a través del arte en general, y el acceso al arte me parece súper importante. Que la gente después de ver un capítulo de una teleserie, comente, no solo en familia, que la vecina le habla a la otra, que se emocionen viendo una teleserie; me parece importante. La entretención, de por sí, me parece que es importante. Ser conocida, estar en tela de juicio, qué te pusiste o con quién estás pololeando, esa cosa más pública es lo que nos hace especiales.

Todavía no entiendo mucho la farándula. Uno dice: ¿Quién es el responsable? ¿El chancho o el que le da el afrecho? Hay cosas que no entiendo porque no las conozco. De repente no conozco a la gente (que protagoniza la farándula). Me pasa con la música también, que mis hijas son veinteañeras y me hablan de 60 traperos al día... La farándula no se si no la entiendo, o no la quiero entender. Porque igual consumo, no sé si farándula, pero me encantan los actores europeos o algunos norteamericanos, y sí los sigo y veo. Pero en general me relaciono muy directamente con su trabajo, investigo desde ese lugar... Chuta, la Emma Stone acaba de producir Poor things, y tiene injerencia real. Ese rol que las actrices estamos ocupando y —en mi caso también— de ser productoras, escritoras y empezar a dirigir, ampliar el eje, eso me llama mucho más la atención que con quién pololea o quién no. Nunca me ha interesado. Y uno deja ver lo que quiere dejar ver; hay una puertecita que uno puede cerrar, uno puede decir “no quiero contestar eso” o “déjame tranquila, por favor”. Y pasa con la farándula que es un poco histérica. Y creo que frente a lo histérico la mejor respuesta es el silencio. No soy de sacar declaraciones públicas, ni de contestar cuando hay algo que está muy bullante. Y a los dos días se olvida. Es así. Ahora igual es más soterrado; antes iban a tu casa y te esperaban afuera. Es un tipo de periodismo y hay que respetar todos los trabajos, pero me interesa mucho más lo artístico. Aunque parece que a la gente le gusta la farándula.

Trabajar con las emociones no es un trabajo como cualquiera, pero creo que hay que ser capaz de hacerlo todos los días durante mucho tiempo, sin creerte tanto el cuento ni rallarte, es parte de nuestro trabajo. El primer año en la escuela te enseñan que el personaje queda de la puerta para adentro de la sala, y para afuera eres tú, tu vida y tus problemas; tampoco los puedes traer al set. Es parte de la profesión y del aprendizaje. Hay métodos para desligarse. Yo necesito hacer ejercicio físico; masajes de vez en cuando, si es un personaje de teatro muy transformador físicamente; bailar; y hacer yoga para mi cabeza me sirve un montón. Pero soy muy estudiosa, me meto muy de lleno en los procesos creativos.

Con Vivianne Dietz escribimos la obra Bajo el agua, y la actuamos. Ese cruce surgió en Hit, que es un musical que hicimos el 2023. Me invitaron a un súper elenco, que ya estaba armado con la Vivi, Fran Walker, Josefina Fiebelkorn, Montserrat Ballarín, José Antonio Raffo, y músicos y bailarines. Y con la Vivi nos tocó ser los personajes que contábamos la historia; enganchamos muy bien. Hicimos muy buenas migas, muy rápido, tenemos muy buen feeling actoral. Somos las dos bien obsesivas y mateas, repasábamos mucho el texto, ensayábamos un montón. A raíz de eso empezamos a decir: “¿Por qué no escribimos algo?”. Y desde Cultura Capital se nos invitó a este ciclo de creadores mujeres, y nosotras nos presentamos en el Nescafé de las Artes el 9 de marzo a las 20:00 hrs. Es la historia de una madre y su hija, jóvenes, madre de 40 e hija de 21. Nos dirige Paula Barraza, y tenemos sólo una función. Pero es una obra que queremos mucho y creo que con la Vivi seguiremos trabajando juntas. Nos llevamos la raja, la adoro, la encuentro muy talentosa y trabajadora.

Mi hija Olivia Henríquez ya tiene 21 años. Nos llevamos súper bien, porque somos súper partners. Pero me pesca mucho menos. Ahora no le puedo decir “Acompáñame a...”, y me responde “Ay, mamá, tengo qué hacer”. Ya tiene su vida, independiente, pasó a cuarto año de universidad. Cuando chica le prohibía escuchar reggaetón... Todavía cuando con la Mica, la hija de mi marido, ponen reggaetón y les digo: “¡Bajen la radio!”. No voy a hablar en contra del reggaetón, pero es que no lo entiendo; encuentro que es todo igual. Además, no entiendo que mis hijas, que las dos dicen ser feministas, escuchen unas letras con las que uno piensa: “¿Me estás hueveando?”. No lo entiendo. Y mis amigas grandes me dicen: “Ningún papá entendió la música de los jóvenes”. Mi papá tampoco entendía a Soda Stereo. Respeto a los traperos y raperos, pero es que a mí no me gusta mucho.

Sigo con mi emprendimiento de mantequilla clarificada, Amma Ghee, que la descubrí por una alergia a la caseína de mi hija Olivia, y partimos con mi marido, Rodrigo Pardow. Ahora hay más marcas de ghee, antes éramos sólo dos. Seguimos con todo el ñeque, porque levantar una pyme es difícil en Chile; además el año pasado no fue muy fácil, pero seguimos, lo seguimos haciendo nosotros, estamos en varias tiendas y hacemos despachos a todo Chile. El ghee es la raja, alimentación no sólo saludable, sino que una grasa saludable. El ghee sólo tiene beneficios, ninguna contraindicación. Lo puede comer cualquier persona: hipertensos, celíacos y alérgicos a la leche.

Siempre te dicen que “la activista no se coma a la actriz”. Eso no es tema para mí. Nunca lo he sentido, hasta ahora. Además lo del activismo en general no es algo que me autoimpongo, me sucede. Yo creo que tiene que ver con esa chica del colegio que si encontraba algo injusto iba para adelante. Eso lo tengo, de siempre. Y hay temas que me agarran fuerte, como el de Punta de Choros en un principio, porque mi tío Memo vivía allá, fue uno de los precursores. A los 14 el Sí y el No, la vuelta a la democracia; después el feminismo y tema del Apruebo… hitos importantes. No sólo políticos, también hay cosas ambientales y, sobre todo, de la mujer que me conmueven profundamente. El derecho a decidir de nosotras. Son cosas que me mueven de verdad, no es algo impuesto. No te paga nadie por ser activista. Y hay que ser muy responsable al respecto, porque ser una persona conocida también te da mucha responsabilidad; evidentemente no puedo decir todo lo que pienso; hay que cuidarse, ser respetuoso.

"El activismo en general no es algo que me autoimpongo, me sucede", asegura Mariana. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Ahora último está un poquito más alejada (del activismo), porque efectivamente hay mucha odiosidad. En general el fascismo está avanzando en el mundo entero a pasos agigantados; y eso es súper peligroso, porque se empieza a hablar de las personas, de expresidentes por ejemplo, de que es un plus que hayan sido “demócratas”... Y es como: “Pero si eso es el desde ser demócrata. ¿Por qué ser demócrata es un adjetivo positivo?”. Tienes que ser demócrata. Empieza a correrse todo un poco, y me parece súper preocupante.

Volvimos a fojas cero con cambiar la Constitución. Todavía lo estoy pensando ese tema, sigo un poco dibujada (con la derrota del Apruebo). Fue súper descolocadora la primera pasada. Me pasó que no sabía en el país que vivía. Además, yo había estado metida en el “Marca tu voto con ‘AC’ (Asamble constituyente)”, hace muchos años, en el 2013. Fue un conchazo, si tuviera que decirlo con un chilenismo. “No entiendo por qué la gente de Petorca vota Rechazo si estamos hablando del agua como un bien público… No entiendo que la comunidad LGBTIQ+ vote Rechazo si estamos hablando de derechos básicos”. Me empecé a cuestionar un montón de cosas, pero sigo creyendo que los poderes fácticos de Chile son dueños del país y de los medios de comunicación; e hicieron una pega súper de hormiga, y le metieron mucho miedo a la sociedad.

No hice más que un par de actos y muchos puerta a puerta, pero a lo mejor pecamos de poca sintonía con la gente (en el primer plebiscito). Se empiezan a perder ciertos temas. Yo la encontraba una propuesta bien preciosa, pero, claro, nos creíamos Noruega, y no somos Noruega. Y con el segundo proceso, lo doloroso al final es que volvimos a lo mismo. Y no creo que haya sido que “la culpa es tuya”. Creo que es multifactorial y somos un país súper complejo. Somos un país que vivió un dictadura muy sanguinaria, muy brutal, y que hasta hace poco muchos partidos de derecha estaban aliados a esa dictadura; y que ahora sean demócratas es como “¡woow!”; y chuta no po’, vivimos en democracia y hay que cuidarla. Pero fue súper triste, porque era necesario cambiar la Constitución, pero ya no va a pasar de aquí a mucho tiempo. Es muy decidor de qué tipo de país somos que volvimos a lo mismo. Pensé que habría cambios para mejor, para la gente.

"A lo mejor pecamos de poca sintonía con la gente", plantea sobre el triunfo del Rechazo. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Me pasó un pensamiento medio mezquino. Creo que le pasó a harta gente, decir: “Estoy súper bien, tengo salud, mi casa, mi hijas van a la universidad”. Entonces fue como: “No hago más”, porque mi pensamiento político tiene que ver con que quiero que todos estemos mejor, que los derechos básicos existan educación, pensiones y salud básicamente, y que todos estemos mejor. Es todo un buque muy grande, y cada uno aporta desde un lugar. Cuando eso no ocurre, uno dice: “Seguimos siendo un país súper individualista, siguen mandando ciertos poderes”. Y uno dice: “¿Para qué voy a seguir haciendo activismo? ¿Para qué? Si nadie quiere que nada cambie”. También hay un tema brutal con la educación, hay mucha ignorancia en general; tampoco quiero hablar mal de la gente, porque me parece que hay gente que sí tiene ganas de aprender. Pero ahora también son otros los valores, importa mucho la plata y lo individual. Se dejó de creer en lo colectivo, creo; no todo el mundo, seguimos divididos en dos. Eso me parece peligroso. Es momento de escuchar y dialogar, tenemos que hacerlo. Hay que aprender también, ser más humilde, entender, escuchar, investigar y conversar.

Voté y estoy de acuerdo con este gobierno. Creo que el Presidente Boric es un tipo sumamente honesto, que tiene ganas de cambiar las cosas de verdad; no creo que tenga ningún tipo de aprovechamiento económico, que me parece un desde... Creo que la gente lo adora, de verdad que sí. En el tema de la cultura por supuesto que todavía estamos al debe, por supuesto que sí. Lo hemos estado desde siempre, hace más de 50 años. Ha costado recuperar. Insisto en que tenemos súper buenos talentos en Chile, en todas las áreas de la cultura. Creo que se ha avanzado. Hay cosas que se han hecho y no son tan inmediatas. Me consta que el Ministerio de Cultura que tomó este gobierno (con la ministra Carolina Arredondo) llegó al Ministerio de Cultura hecho pedazos, con unos déficits económicos brutales; y había que ordenarlo primero. Para, primero, ordenar ese buque evidentemente no vas a tener plata para hacer lo otro. Tengo toda la fe.

Uno dice: “Démosle relieve al cine”. O sea, hay dos películas ahora en los Oscars (El conde y La memoria infinita), demos lucas para allá. Pero los que viven del circo y la artesanía dicen: “Hey, y nosotros también tenemos que vivir de esto”. Es un ministerio complejo, porque es muy amplio y se necesita mucha plata. Y se prometió el 1% del PIB, no se ha llegado, pero quedan dos años de gobierno, pero debería suceder. Ojalá que así sea.

Cuestionario pop

Si no hubiera sido actriz habría sido arqueóloga o historiadora.

Un apodo es “Loyo”, que me decían así en el colegio, por Loyola. Y me dicen “Mery”, hasta el día de hoy, por Mariana.

Tengo muchos sueños pendientes, pero quiero dirigir. Eso creo que lo haré, porque estoy escribiendo y es cosa de tirarse el piquero. Y estoy dirigiendo un par de cositas, pero me gustaría dirigir un corto, algo audiovisual. Y quiero trabajar, hacer muchas películas, series y teleseries. Actuar me gusta mucho y espero hacer muchos trabajos más.

Una frase favorita es “Vamos que vamos”, “Vamos para adelante”, tiendo para allá, al “Vamos que se puede”.

Una comida favorita son los mariscos, en especial los piures al pil pil.

Un trabajo mío que no se sabe es que fui garzona en la escuela; fui mimo; payasita; canté como Marilyn Monroe en una oficina a un señor “Happy birthday”, en inglés, muy chistoso, había mujeres por suerte. Existía en la Católica la Central de Trabajo Remunerado (CTR) y te llamaban si necesitaban una profesora de lenguaje o una moza, porque uno es esa época necesita las lucas.

Mariana recuerda que una vez, como pega, tuvo que hacer de Marilyn Monroe y cantar “Happy birthday” a un señor. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Con mi primer sueldo me fui a Cuba con mis amigas, entre ellas la Javi Contador, nos fuimos ocho, casi tres meses, a viajar. Debo haber tenido 19 años. Siempre fui la más chica del colegio y de la U.

De música me gusta mucho Radiohead, el britpop, me encanta The Cure y The Smiths.

Un talento oculto es que cocino súper bien. Soy ordenada. Me gusta bailar. Y estoy escribiendo harto, la obra de teatro con la Vivi, un argumento de película con la Paly García y escribí un cortometraje sola. He dirigido, creo que tengo pasta para eso. Cuando estoy desocupada me invento cosas. Me compré un programa de edición y he hecho cosas ahí también. No me he quedado sólo en ser actriz. En pandemia sobre todo, empezó una pulsión de ser creadora. Capaz que por ahí salga algo.

Una actriz chilena que admiro es la Paly García, la admiro mucho. Me encanta cómo actúa y es mi amiga. Hay súper buenas actrices en Chile, podría nombrar diez.

Soy buena para llorar en las películas. Imposible no llorar con ET, jajaja. El padre, ponte tú, lloré con hipo, de Anthony Hopkins con Olivia Colman.

"Me gustaría tener el poder de redistribuir la riqueza", declara Mariana. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Creo en el horóscopo. Mi hermana es astróloga. ¿Quieres que te diga cuál es mi carta astral? Soy Leo, ascendente Escorpio y luna en Géminis. Cada vez que lo cuento me dicen: “¡Uuuh!”. Porque Leo es fuego, Escorpio es agua y Géminis es aire, entonces estoy bastante equilibrada. Pero Escorpio y Leo son signos fuertes, son power. Es como “¡oh, qué heavy!”. Yo no le encuentro nada de heavy. Me encuentro súper amorosa, una mujer de familia, jaja.

Si pudiera tener un superpoder... ¿Ser invisible? No, porque eso es de copuchenta. Me gustaría tener el poder de redistribuir la riqueza, jajaja.

Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado vegetariano, invitaría a Meryl Streep, que me cae bien. A Mark Ruffalo, que estoy un poco enamorada de él. Y a Pedro Pascal y a Emma Stone. Puros actores y actrices. Para pasarlo chancho.

Mariana Loyola es actriz, productora, escritora, activista. Es una mujer multitask, con muchas ganas de hacer cosas y de contar historias. Es una persona que cree que la cultura y el arte son súper necesarias para el buen vivir de una sociedad.

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