La popular meteoróloga regresó este año a su “hogar” televisivo, Canal 13, donde se ha reencontrado en pantalla con sus amigos “Pri” Vargas y “Repe”. En conversa con La Cuarta, repasa su vida, su carrera en la tele, a su familia, y analiza cómo evolucionará el tiempo con el cambio climático.
Mientras posa ante la cámara, Michelle Adam pregunta al fotógrafo si sale bien, si su postura es la correcta, si todo está en orden. Su chaqueta es colorida y su pelo brilla. Ella, quieta, sonríe, en el patio de la entrada de Canal 13, que fue su casa televisiva durante casi veinte años. Hoy se encuentra de vuelta.
La meteoróloga se consolidó hace rato en la pantalla chica, ya cuando se convertía en una panelista habitual del extinto Bienvenidos, conducido por Tonka Tomicic y Martín Cárcamo en su era dorada. Su plan siempre ha sido hacer de la meteorología algo coloquial, de todos los días, pero a la vez tan relevante a la hora de ver cómo el planeta, por el cambio climático, ya no es el mismo que recuerda de su niñez. De eso tiene mucho que decir. Le preocupa. Aun así, es optimista.
En conversación con La Firme de La Cuarta, Michelle repasa su historia: su primera etapa de vida en Villa Alemana, su andanzas iniciales por la meteorología, su arribo a la tele, la crisis que a sus 37 marcó un giro vital, el agridulce paso por Mega, su regreso al “13″, un libro en camino, sus dos hijos, su sólido pololeo, el futuro clima del país y mucho más.
LA FIRME CON MICHELLE ADAM
Cuando chica teníamos muchos perros en mi casa, siempre teníamos tres. La primera era la “Bimba”, el hijo era el “Bombi” y la otra era la “Nicky”. Siempre la “Bimba” tenía muchos perritos; entonces le ayudamos con mi hermano a que nacieran. No sé por qué se me viene esa imagen. Yo tenía entre nueve y doce años, cuando la empezamos a ayudar. Fueron varias veces. Era una perra que generaba muchos perritos, jajajaja. Tuvo mucha familia. Y después regalábamos todos estos perritos que nacían. Era una perra muy buena, estuvo mucho años con nosotros, por prácticamente quince años.
Mi infancia en Villa Alemana fue naturaleza, tranquila, con amigos, muy familiar, de mucho aire libre y harta conexión con la tierra. Teníamos un patio muy grande, entonces mis papás plantaban habas y muchos frutos; con un pozo. Teníamos que ir a recolectar todo lo que salía, las lechugas, las uvas, los damascos, los limones y todo; no eran grandes cantidades, pero teníamos de todo un poco. Salir a andar en bicicleta y a caballo, con mis amigos de toda la vida que hasta el día de hoy tengo.
A los 9 años tuve un accidente muy grande, con una ventana de mi casa. Era la reunión de apoderados del colegio; mi mamá estaba en el colegio y mi papá estaba trabajando. Me fue a buscar a mi casa una de mis mejores amigas y me gritó: “¡Michelle, Michelle, ven al colegio!”, porque típico que en las reuniones los hijos iban a jugar al colegio. La casa de mis papás era antigua, con ventanas de madera, que se hinchan en invierno. Esto fue en junio y yo, al cerrar, golpeé más la ventana y pasé para el otro lado, y me enterré todo. Me tuvieron que operar dos veces, estuve dos años en rehabilitación y —gracias a Dios— me recuperé, porque llegaron justo unos médicos. Hubo mucha gente que me ayudó en el proceso y me salvé. Pero mi mamá vio a la perra, la “Bimba”, que nunca entraba la casa, en la puerta de la sala, y ella pensó: “Algo pasó”, y la perra llegó a buscarla, le avisó y me llevaron a una clínica.
Como fue a temprana edad, logré recuperar mucha sensibilidad de la mano. Tuve la suerte de que justo habían llegado dos doctores, súper jóvenes, para hacer una especialización. Me pudieron recuperar, me unieron los tendones y todo. Perdí mucha sangre, pero después me recuperé. Me hicieron una operación, primero, de limpieza y unión; después, de sensibilidad. Pero siempre tuve que tener cuidado, porque por muchos años tenía muy poca sensibilidad en los dedos; me podía quemar o cortar. Había empezado a estudiar piano, lo tuve que dejar y lo pude recuperar a los 13 años. Entré al Conservatorio, y estuve estudiando algunos años, pero después lo detuve, porque mi profe me hizo elegir entre sí que me quería dedicar a eso, que me gustaba mucho, o estudiar alguna carrera universitaria; y yo le dije “voy a estudiar una carrera universitaria, y ahí dejé de tocar”.
En el Colegio Alemán (de Villa Alemana) lo pasábamos tan bien; no me gustaba faltar al colegio, porque éramos poquitos en el curso (lo máximo fueron 23) y siempre hacíamos tonteras. Siempre pasaba algo y, si alguien faltaba, le decíamos: “Oh, no viniste ayer, no sabes lo que pasó”. Nos reíamos mucho. Me acuerdo de las alianzas, hacíamos muchas quermeses y una vez al año se hacían las obras de teatro. Yo participaba en todas las cosas. Una vez hicimos la cimarra en cuarto medio, todos, obligamos a todos a que saliéramos del colegio; así que nos suspendieron a todos. Pero fue entretenido, había que hacerlo.
Mi infancia me marcó tanto que cuando llegué a vivir a Santiago a los 26, no quería vivir acá. Ya cuando quería vivir en una casa y busqué, llegué a Huechuraba, y sentí el mismo olor a tierra, y habían carretas y caballos en ese tiempo. Dije: “Ya, este es mi lugar”. Sentí la mayor conexión dentro de todo lo que busqué, cerca más o menos acá de Providencia, porque trabajaba acá, en el “13″.
Postulé música para entrar a la universidad, y quedé, porque para música tienes que dar una prueba especial. Y yo postulé en la U. Católica de Valparaíso, y me fue bien. Pero justo antes de dar la prueba, vi un folleto o algo escuché de meteorología que me llamó la atención. Le conté a mis papás y fuimos a hablar con un amigo meteorólogo de mi papá; y yo me enamoré de lo me contó, de todo lo que me habló del tiempo y etcétera. Y puse primero meteorología, y después, música. Y quedé en meteorología.
Me he preguntado qué sería de mí si me hubiera dedicado a la música, pero porque me gusta mucho crear y hacer cosas nuevas. Siento que a lo mejor, no sé si habría sido profesora de música, pero creo que si hubiese hecho música habría estado feliz también. Y a lo mejor habría hecho algunas creaciones, haber inventado algo. Creo que me habría ido por ese lado, porque siempre tengo que estar generando algo nuevo. No he pensado más allá, pero pienso que podría haber sido un aporte.
Me da risa lo que fue mi paso por la mina Los Pelambres, en la Región de O’Higgins, porque fue buena experiencia como práctica, pero no me gustó; en ese tiempo había muy pocas mujeres (en la minería). Fue un verano en que yo era prácticamente la única mujer; había otra niña, una geóloga y nunca la vi, entonces me sentí muy sola. Eso me hizo cuestionar lo que había estudiado y pensé: “No me veo trabajando en una minera por el resto de mi vida, me gusta más estar en la ciudad, la conexión con más gente; necesito estudiar otra cosa”. Ahí hablé con mis papás, les conté lo que pasaba y me dijeron: “Ya, te apoyamos, así que ve lo que puedes hacer”. Mis compañeros en la mina me trataban súper bien. Tuve amigos, nunca más lo vi, pero éramos todos de la misma edad; lo pasábamos bien. Ellos se divertían, porque terminamos las horas de trabajo y se iban a sus cabañas, pero no me podían acompañar a mí, me quedaba sola, y ellos tenían mesas de pool, veían películas y hacían de todo. Y yo no tenía nada; en ese tiempo no había celular, no tenía tele, no había cable. Era fooome.
Estudié dos carreras. Siempre trabajé, hice cosas más o menos paralelas a mis estudios, me ganaba mis lucas, de un montón de cosas. Llegué a trabajar acá al canal, sin conocer a nadie, y vivía en un departamento en Providencia, después estuve en otro y ahí me fui a esta casa. Los fines de semana me iba a Villa Alemana, no me quedaba, hasta que una vez que viajaba, un viernes —para volver el domingo—, me topé con una niebla, densa, densa, densa; fue súper peligroso, porque me iba por la Ruta 68, y después por vía Orozco. Y ahí dije: “No más”. Era muy arriesgado. Me asusté y dije: “Ya tengo que empezar a hacer una vida acá en Santiago”. Ahí empecé a despegarme.
Me cuesta lo de ser conocida. Trabajar en prensa te genera credibilidad, pero un matinal te genera mucha cercanía con la gente; estás en la pieza, en la cocina, en el living de las personas. Y cuando vas a comer o a alguna parte, las personas se me acercan como si nos conociéramos, y te hablan como si te conocieran de verdad. Me choca de repente, porque me hacen comentarios como: “Uy, me encanta”, “oye, no me gustó esa ropa que te guste el otro día”, o “te viene mucho eso”. Obviamente esto es televisión y te pueden comentar cualquier cosa con total naturalidad, y uno no está preguntando; es una opinión que viene de manera muy sincera, pero sin que uno lo pregunte. Es raro. Ahí uno se da cuenta que pierde el sentido de la realidad de que llega a tantas familias y personas, y a todas las edades. Además, al estar en la mañana temprano, te ve la gente que va a estudiar, los que van trabajar y se levantan súper temprano. Todavía me sorprendo; por ejemplo, la otra vez fui al Sur para ir a una charla, llegué al aeropuerto y me fui saludando todo el rato con la gente, súper cariñosa. Es rico, pero ahora lo disfruto. Al principio me costó entenderlo. Siempre he recibido mucho cariño, eso sí.
Me gusta vivir en Santiago, me acostumbré; mis amigas que son de fuera no entienden. Ahora me gusta, me siento cómoda acá, pero me gusta tener la posibilidad de de salir harto. Encuentro que Santiago, cómo está al medio (de Chile), es cómodo para que uno pueda ir al Norte o al Sur. No me siento santiaguina, porque si me preguntan: “¿De dónde eres?”, siempre digo que de Villa Alemana. Además, como me hicieron hija ilustre de la de la comuna, también tengo que decir que soy de Villa Alemana, jaja. Tengo mi corazón compartido. Me encantaría vivir en otra parte, cerca del mar, o en el campo. Mis papás viven en una zona súper campestre. Para los últimos años de mi vida ya como que no me proyecto tanto; antes planificaba mucho. Ahora dejo que la vida me vaya mostrando el camino.
Trabajar el amor propio es un proceso súper largo. Creo que lo empecé hace un poquito más de diez años. Y no es fácil. Sobre todo, para una mujer; a lo mejor es más difícil que para un hombre: el creerse, el saber lo que uno vale y el darse tiempo para uno; porque uno siempre tiene tiempo para la familia, los hijos, la pareja, la casa y el trabajo… y al final es uno. Pero las prioridades tienen que ser al revés; es uno, y uno tiene que estar bien para que los demás estén todos bien. Y ese es un proceso en que uno, de repente, avanza tres pasos, retrocede uno, pero después sigue avanzando. Y yo sigo haciendo talleres, pido ayuda y leo libros. Me gusta mucho, y creo que es necesario y que muchas mujeres todavía necesitan escuchar a otras mujeres... no me gusta la palabra “empoderarse”, pero siento que está bien; a lo mejor es una palabra un poco fuerte, de “poder”, pero siento que lo más importante es quererse uno mismo.
Ese proceso partió hace más de diez años, porque a los 37 me empecé a cuestionar mi vida; ya tenía dos hijos. A lo mejor fue como la crisis de los 40 y empecé a pensar: qué iba a ser la segunda etapa de mi vida. Hice una evaluación de mi vida y ver si estaba contenta con lo que había hecho, qué cosas me quedaban por hacer, si quería seguir haciendo lo mismo, si quería que mi vida continuara así. Me cuestioné todo. Antes uno está trabajando, los hijos y todo eso... Y de repente, ciertas cosas que pasaron en mi vida, que esas me las guardo, me hicieron click y dije: “A ver, ¿quiero esto para el resto de mi vida?”. Porque pensé en la etapa entre los 40 y 80 años. Ahí me di cuenta que había algo que no estaba bien, y que tenía que cambiar. Y empieza la búsqueda de amor propio.
Siento que muchas cosas pasan porque uno no se valora a sí mismo... La palabra “humildad” es muy amplia; es súper importante, pero que a veces uno la puede malinterpretar, y no significa que te pasen a llevar. No es que me faltara algo; me podían haber faltado muchas cosas o habían cosas que me habría gustado hacerlas diferente. A lo mejor me habría gustado tener mayor comunicación con ciertas personas, haber hecho algunas cosas distintas, tomado decisiones diferentes, haberme atrevido a decir cosas que no dije, haberme hecho valer más, en todo ámbito, desde lo laboral hasta lo personal. Eso marcó un antes y un después en mi vida: las decisiones que tomé en lo que estoy viviendo hoy día y etcétera.
Tuve un emprendimiento, Infoweather, pero ahora tengo otros, que son los lives (de Instagram). Uno que es los lunes, y se llama Voces de la emergencia, que ya lleva tres años; empezó en pandemia, en abril del 2020. Y el segundo se llama Nos damos un tiempo para conversar, que son miércoles, y son más femeninos; no necesariamente femenino, son muy amplios: hablamos desde belleza hasta algo más profundo, abarcando todas las áreas de la mujer, emprendimiento, las formas de trabajo, con psicólogos y hasta con tarotistas. Eso me ocupa harto tiempo y estoy también con hartas charlas sobre cambio climático, dirigidas al área privada y a lo público. Además, mi familia, mi pareja, mis hijos, la casa, jajaja. Así que estoy bien. Siempre estoy pensando en crear cosas nuevas, pero también tengo que ir lidiando con el tiempo.
Tenía un proyecto pendiente hace varios años atrás y ahora lo quiero concretar; creo que está relacionado con el trabajo, con una mirada para ayudar a las personas. Porque siento que el trabajo que tenemos que hacer todos es tratar de dejar una huella; o sea ayudar, en mi caso, a muchas personas a tomar decisiones en el día a día. Y esto está relacionado con eso, fuera de la tele y de redes sociales.
El 2020 iba a publicar un libro, pero no lo he publicado. Ese es otro proyecto muy bonito, que lo estoy trabajando. Lo había dirigido en una línea, la cambié y va a ser como mi bebé. Espero que se concrete también. Me llamaron de la editorial Planeta y cuando me dijeron: “¿Te gustaría hacer un libro?”, dije que “sí, quiero hacer un libro para niños”; fue lo primero que se me vino a la cabeza. Después me dijeron que no, que fuera un libro general; pero yo no quiero hacer un libro científico, quiero hacer de la experiencia desde que entré a estudiar meteorología, viendo cómo ha ido evolucionando el cambio climático; pero también generan un aporte y conciencia de que esto llegó para quedarse, que ya no no es igual que antes... Lo demás es sorpresa.
No me iba bien en los ramos humanistas, jajajaja, así que no ha sido fácil escribir un libro. Pero me gusta, porque igual trabajo con una amiga que me va guiando un poco. Mi cabeza es muy rápida, entonces muchas veces grabo lo que digo y después lo transcribo, porque no puedo pensar rápido y escribir a la misma velocidad. Pero la idea es que la meteorología cruza todas las áreas de nuestra vida; y a veces siento que para mí está súper claro, pero para muchas personas no. Quiero que este libro lo pueda leer una persona que nos ve todos los días en el matinal, un joven o un adulto, y que, de alguna manera, a todos les haga sentido y digan: “Oye, esta cuestión es verdad”. Por ejemplo, mis hijos no tienen la misma experiencia del tiempo meteorológico que yo. Para mí los inviernos eran con lluvia, en la casa, con frío, vestidos con ropa de lana, con polainas y la ropa que nos hacía la abuelita; ellos nunca han vivido en invierno así, nunca han tenido que estar encerrados por lluvia. Son realidades distintas, en un periodo de tiempo muy acotado.
En Bienvenidos estuve desde el 2011. No sé si fue mi etapa favorita en la tele, porque ahora estoy viviendo un momento muy feliz, que se equipara al momento que viví en Bienvenidos, que fueron unos años inolvidables, porque lo pasábamos bien. La felicidad obviamente no es continua, hay momentos, pero eran situación distinta: otra televisión, otros equipos, espacios y momentos. También hubieron momentos muy buenos y difíciles, complejos, Pero hoy día estoy en una parada mucho más madura, relajada y segura. Este momento siento que es aún mejor. Y mis hijos están más grandes; antes lo pasaba bien, pero tenía que correr de un lado para otro, siempre preocupada de que iban a salir de clases. Estoy en un momento más pleno.
No todo en un trabajo es miel sobre hojuelas. Hay momentos más complejos que pasan los programas. Había cambios de equipo, se iba gente, nos encariñamos, llegaban otros. Cambios de jefatura. El Bienvenidos empezó con algunos jefes, después se fueron yendo. Esos fueron momentos súper difíciles. Llegaron otros jefes y había que adaptarse a nuevas ideas, mandos y formas; y eso genera que ya, a lo mejor, no era lo mismo que fue en un principio.
Fui candidata a Reina Guachaca en 2016. Tengo harto guachaca: me encanta el 18 (las Fiestas Patrias), la cueca y bailar; si me invitan a un matrimonio, bailo todo el rato. Pero me gustan mucho todas las celebraciones que tienen que ver con la época del 18. Lo pasé chancho cuando fui candidata. No gané, pero hicimos hasta un calendario; era otra época; lo pasé bien, jugamos harto, era sexy pero sin la Bomba 4.... Era como la “Bomba 1″, jajaja.
El 2020 me cambié a Mega, con la promesa de que llegaba a un matinal “más verde” (ecológico), Mucho gusto. No se cumplió esa promesa, jajaja, porque fue en marzo y la segunda semana empezó la pandemia. Habíamos empezado a grabar la primera semana algunas notas que nunca fueron, nunca se pudo hacer; después no se podía salir a grabar. No lo pudimos hacer. Los matinales se transformaron en un informativo de lo que era la pandemia, que era lógico. Después vino lo del corte pelo (de José Miguel Viñuela al camarógrafo). Después el matinal como que se disolvió y me fui a prensa. Ahí conocí a Priscilla Vargas y José Luis Repenning. Y resulta que toda la gente (del canal) andaba con mascarillas; entonces no veía caras, sólo ojos. Pero a los chiquillos sí y comenzamos una amistad, de a poquito, hablando un poco, todos los días, hasta que nos empezamos a hacer amigos. La falta de mascarillas permitió generar un vínculo.
Si no hubiera pasado lo del estallido social, igual no sé si habría seguido en Canal 13; tendría que volver a vivirlo. Una de las razones por la que tomé la decisión, dentro de otras, era porque si no hacía ese cambio no iba a saber nunca lo que era salir de mi zona de confort. Aquí estaba muy bien, me sentía muy cómoda, pero quería saber lo que significaba no estar acá. Y cuando uno pide las cosas a veces no sabe lo que pide; quería estirar mi flecha, pero la flecha llegó por allá (pandemia en Mega). Y eso no estaba dentro de los planes de nadie. No fue lo que esperaba, pero no significa que haya sido una mala experiencia; fue distinta, no sé qué habría pasado si me hubiese tocado acá. Pero creo que las cosas son siempre por algo, y lo que más puedes rescatar de ese tiempo es: la opción de tener una pandemia tranquila, pasar tiempo con mis hijos y conocer a grandes amigos, entre ellos la “Pri” y “Repe”. Si no hubiera ido, hoy nos estaríamos recién conociendo. Nada es casualidad.
Tengo hartos amigos que no salen en pantalla, pero de los que sí: Diana Bolocco y Sole Onetto, que las conocía de antes. Hice amigos que todavía nos juntamos, nos vemos y escribimos. Pero mis grandes amigos hoy día son el “Repe” y la “Pri”, que con ellos tengo una relación fuera de la tele. También tengo otros con los que hablo harto. A la Pancha Merino (por el Bienvenidos) le tengo mucho cariño; la quiero tal cómo es, con sus virtudes y defectos. A Martín Cárcamo le tengo cariño y a la Tonka Tomicic, aunque no la veo hace mucho tiempo.
Antes de volver al 13, también me contactó otro canal, que fue TVN. Pero mi corazón definió que volviera acá. Estaba “Repe” y la “Pri”, y el cariño que le tengo al canal. Acá me siento como en mi casa. Me siento cómoda. Segura. Es mi segundo hogar. Conozco a mucha gente. Sé que también hay muchas personas que ya no están. Hay varios que son del Mega también, que me los he encontrado. Eso definió mi regreso.
Con la “Pri” hablamos más cosas de mujer, obvio. Cuando nos empezamos a hacer amigas, ella estaba pasando por un momento un poco más complejo de su vida; ahí conversamos harto. Tenemos hijos más o menos de la misma edad; siempre conversamos y nos reímos de las mismas cosas, porque le gustan los mismos tipos de música a los hijos y van a los mismos conciertos. Y con “Repe” tenemos el mismo humor; nos miramos y cachamos al tiro la talla; y nos reímos de las mismas cosas. Enganchamos súper bien.
De todos mis colegas meteorólogos de la tele, ¡qué difícil!, pero siento que el que hace mejores pronósticos es Gianfranco Marcone. Con él estudiamos juntos ambas carreras; y por eso, siempre tenemos los mismos pronósticos, jajaja. Entonces es el mejor, jajaja.
Antes me ponía nerviosa cuando daba los pronósticos; si decía que iba a llover, no me quedaba dormía hasta que se ponía a llover. Ahora lo manejo de otra forma. Desde el día que entré a trabajar, me propuse hacer de la meteorología algo coloquial, que todos entendiéramos cuando yo hablara de una “alta presión”, una “baja presión”, de un “frente” o de lo que sea. Bajar la ciencia al día a día. Todavía me importa de que mis pronósticos se cumplan, pero es una ciencia inexacta; depende de la física y de muchos factores. Pero siento que las personas van entendiendo esto. Antes no se entendía; o sea, si tú le dices a alguien: “Va a llover”, tiene que llover ese día. Pero hoy hay una cultura más clara de esto, un entendimiento, y que mucha gente dice “sí, esto puede cambiar”; porque si no, yo vendría una vez a la semana, entregaría el pronóstico y me iría. Por eso se entrega tantas veces en el día y se va actualizando. Lo manejo de esta forma. Y si no se cumple, puedo explicar por qué no ocurrió. Ahora también está el problema de que te preguntan a qué hora, dónde, cuándo o qué tipo de lluvia; tampoco tenemos los instrumentos para eso, pero ya se puede manejar mejor gracias al avance de la tecnología.
El verano 2024 se ve muy complejo, a pesar de que hemos tenido una primavera tardía, diferente, lluviosa y más fresca. El verano vendrá de golpe y muy intenso, que podría extenderse hasta marzo, con mucho calor; hay que aprovechar estos días más fresquitos. Esto viene muy relacionado con las olas de calor y la propagación de los incendios forestales.
Me gusta mucho ahondar en temas como el cambio climático, porque hay mucha fake news. De repente se agrandan mucho ciertos pronósticos y se genera una expectativa irreal. Hay que ser bien responsables en ir entregando la información de la manera que realmente se espera; o sea, si esperamos una gran lluvia, no poner “esperamos la peor lluvia de los últimos años”, porque eso es algo que lo sabremos después de la lluvia. Pero también se entiende que en redes hoy día se necesita el click y el tráfico; ese es el grave problema que hay entre la información que se entrega y lo que se comunica por las plataformas. Siento que estamos en un momento en que hay mucha información que se aumenta, que genera angustia y ya va a llegar el momento en que esto se va a nivelar, porque va a ser tan sorprendente todo lo que está pasando (con el clima), y cada vez va a ser más complejo. O sea, lo que va a ir ocurriendo superará la expectativa que se tiene en estas noticias que se aumentan. La información que se entregue va a tener que ser muy, muy real y precisa.
La tendencia es que Santiago cada vez se parecerá más a La Serena, esa será la realidad. Vamos a tener eventos de lluvia; no significa que no vaya a llover nunca, sino que cuando llueva, va a llover mucho en poco tiempo. Vamos a tener algunos problemas en la precordillera; probablemente las lluvias sean con poca nieve, cada vez vamos a ir teniendo menos nieve y agua disponible. Eso genera un aumento en la brecha social: menos disponibilidad de agua, se va a encarecer la alimentación y el consumo tanto del agua como la luz; serán cada vez más caros. Tendremos que ir cambiando la forma en que utilizamos el agua, y las empresas también van a ir cambiando, se van a ir adecuando; no nos va a quedar otra que la adaptación, y va a tener que ser muy rápido, más de lo que pensamos.
Con mis hijos, Ignacia y Enrique, hablo harto del cambio climático. Creo que ellos van a tener una forma de ver la vida y de utilizar los recursos naturales de otra manera distinta a que lo hicieron nuestros padres y nosotros hoy día. Creo que las nuevas generaciones vienen con una conexión muy distinta a la de nosotros, con una conciencia mayor y una adaptabilidad más rápida de la que nosotros mismos tenemos. Tengo hartos amigos más jóvenes que me dicen: “No quiero tener hijos porque van a vivir en este mundo”, y les respondo: “Tienen que haber más hijos, más personas que encuentren nuevas soluciones”. La tecnología avanza tan rápido y hay mucha que ya existe, pero que no la conocemos, y va a permitir tener una una buena vida, pero de otra forma. La agricultura va a cambiar, la forma de plantar, que a lo mejor no plantaremos en la tierra, sino que en altura. Tendremos que vivir en otras zonas, pero se va a poder vivir, y tenemos que tener manos y mentes que generen nuevas ideas y formas. Dentro de todo, soy una optimista del futuro.
Ignacia y Enrique ya están en la adolescencia y mis temores son muchos, muchos jajaja. Cuando salen los fines de semana. Es súper cliché, pero uno siempre tiene miedo de que los hijo sufran, por amor, desilusiones y el sufrimiento en general. Como todavía son chicos, uno no puede dejar que salgan y se devuelvan en Uber; yo soy el uber, los llevo y traigo, o si no es la mamá o el papá de un amigo. El temor también está en que desarrollen sus sueños, que si quieren hacer algo en la vida lo cumplan y que se pongan sus metas. Pero trato de no pensarlo, de no transmitírselos como temores míos, sino que apoyarlos en lo que ellos quieran, sino no serán personas realizadas y felices. Me encantaría que tengan hijos, me encantaría ser abuela... no todavía, jajaja, pero sí algún día. Tengo una muy buena comunicación con ellos. Siempre me dicen que me enojo los domingos; y el otro día me di cuenta, porque en la semana no los reto, pero el domingo quiero que dejen ordenada la pieza y la ropa sucia en el canasto. Y me dicen: “Mamá, ¿por qué siempre te enojas los domingos?”. Y no me había dado cuenta. Algo me pasa los domingos, jajaja.
Con Marcelo (Ortíz), mi pareja, siempre tenemos proyectos. Ahora, a corto plazo, eran las vacaciones: vamos a ir con sus hijas y yo con mis hijos a Búzios, una semana en enero. Después de eso, pueden ser proyectos de cosas simples como arreglar algo en la casa. Siempre tratamos de decirnos: “Ya, ¿qué vamos a hacer ahora?”. Ahora viene un verano muy caluroso y dije: “Hay que comprar el aire acondicionado”, jajaja. Entonces vamos a pensar en poner un aire acondicionado en una parte de la casa. No necesariamente cosas materiales. También tenemos sueños, como viajar todos juntos a Europa.
Ya me casé una vez. Creo que hoy no es necesario volver a casarse para sentirse amado, para amar, estar bien y ser leal con tu pareja.
Si no hubiera sido meteoróloga me habría gustado ser música. Me habría gustado mucho enseñar, desarrollar proyectos en la educación, que la música se escuche más en las calles, con los niños, que se viva más la música.
En mi época universitaria salía harto, mucho, pero estudiaba mucho. Lo pasé muy bien. Era matea, nunca fui la primera en el colegio ni en la universidad, pero sí era responsable. Creo que equilibré muy bien el disfrute con los estudios.
Un apodo es “Michi”, “Miche”, “Mich” o “Michelita”. Todos me dicen de manera distinta, me acortan el nombre.
Un sueño pendiente, en lo personal, es volver a estudiar piano; viajar, me gustaría viajar con mi con mis hijos, solamente con mi hija y sólo con mi hijo, dónde ellos quieran. Todo tiene que ver con viajar y vivir una experiencia. Y que mis papás estén muchos años más junto con nosotros, y con buena salud.
Tengo varias frases favoritas, pero elijo: “Nada es casualidad”, “Todo es por algo” y “Tiempo al tiempo”.
Una comida favorita, de todas, son los mariscos, en especial el salmón, los locos y los ostiones, a la parmesana, jajaja.
Soy hincha de Santiago Wanderers, aunque he ido muy pocas veces al estadio. Yo estudiaba al lado del Elías Figueroa. Pero lo veo más por la tele, y cuando juega todos sabemos que va a jugar el “Wanderito” y esperamos que gane. Esa es mi manera de ser hincha. Algún día volverá a ser campeón... ya volverá.
Un trabajo del que no se sabe es que fui ayudante en la universidad. Iba a vender a la feria, a distintas, en Valparaíso, en El Belloto; lo pasaba bien, vendía de todo, los cachureos, las cosas que mis papás y tíos ya no querían. Íbamos con mi hermano, tenía amigos ahí; una señora que ella no está vendía ropa y yo le compraba. También he hecho clases particulares de matemáticas.
Mi primer sueldo lo regalé todo a mi familia, les hice un regalo a todos, a mis papás; y a mi abuelita, que era la única que me quedaba. No me quedé con ni un peso. A todos les hice un regalo especial y los invité a comer.
Un pasatiempo escondido es que me gusta que me hagan masajes. Me encantaría poder ir a ver la puesta de sol todos los días en la playa. Disfruto de pequeños momentos. Y me encanta que mi familia se reúna, y con amigos. Me llena el corazón.
Me gusta todo tipo de música. Mi grupo de adolescencia es U2. Me gusta también George Michael, toda la música anglo. Me encanta la música para bailar, porque me encanta bailar de todo. Me gusta el bossa nova, la música brasilera. Me gusta mucho la música country, porque me recuerda un poco s mi papá. Me gusta la opereta y la ópera. Me gusta la música clásica, Chopin, Chaikovsky y Vivaldi. Me gusta la cumbia. Me gusta todo, jajaja. Amo la música.
Una habilidad oculta es que sé tejer. Me gusta cantar, pero canto pésimo. Me gusta bailar.
Muchas películas me hacen llorar, hasta las de Navidad a veces. Me da pena lloro, lloro y lloro; antes me aguantaba mucho. Ahora no, me da pena y lloro. De repente llegan mis hijos o Marcelo y me dicen: “¿Por qué estás llorando?”, y yo respondo llorando: “Es que me dio pena la película”, y estoy llorando sola.
Creo en el horóscopo. Soy Sagitario. Pero siento que el horóscopo que uno lee no siempre encaja mucho (con uno). Pero sí creo en todo lo holístico. Me encanta. Todo lo que es meditación, conexión y los chakras; todo eso, en la medida que fui auto-conociéndome, fue siendo súper especial. Tengo mucha fe, siempre. Creo en Dios y tomo lo mejor de todas las religiones, que llegan a lo mismo. Y siento que la ciencia con la religión son un espejo, que parecen opuestas, pero es lo mismo. Todo lo holístico se puede explicar con ciencia... Esa frase la voy a dejar anotada, jajaja.
Un placer culpable es el chocolate, o comer helado en invierno... lo mejor.
Si pudiera invitar a tres famoso de la Historia a un asado, uno sería George Michael, porque nunca lo pude ver en un concierto; y podríamos cantar alguna canción. Invitaría a un humorista, para que lo pasemos bien, como la Pamela Leiva. Y a una mujer que haya tenido mucha experiencia en la vida, como Cecilia Bolocco.
Michelle Adam es una mujer apasionada, en todo el sentido de la palabra, mamá de dos hijos hermosos y maravillosos; amada y enamorada; soy agradecida y consciente; y tengo mucho, mucho por hacer todavía en esta vida.
LEE TAMBIÉN EN LA CUARTA:
- La Firme con Verónica Bianchi: “Me gané mi espacio no por ser mujer, sino porque me lo merezco”