La Firme con Nito Mestre: “No es hablar con la ‘x’ o con la ‘e’ ser inclusivo, es hacerlo”

Nito Mestre celebrará sus 50 años de carrera en Chile. Foto: Prensa.

El legendario músico argentino celebrará sus cincuenta años de carrera la próxima semana en nuestro país. Aquí habla de cómo fue recorrer ese inmenso camino.

Carlos Alberto Mestre, quince años, supo de Carlos Alberto García, también quince años, una mañana de clases en algún aula del Dámaso Centeno. Escuchó entonces que no era sólo el nombre sino además la música. La clásica y Los Beatles. Que el otro Carlos Alberto, como él, sorprendía a sus compañeros con la guitarra y con su oído. Desde luego, quiso saber más. El impedimento que había, que uno estudiaba a la mañana y el otro a la tarde, se esfumó una semana que el colegio necesitó de unos arreglos, de manera que coincidieron en recreo. En una sala de música Mestre se le presentó. García resumió que estudiaba clásico. Mestre le respondió que su viejo era violinista. Se amigaron y del tirón decidieron unir fuerzas. Así, en 1968, la unificación de dos conjuntos con pretensiones de rock del barrio de CaballitoTo Walk Spanish y The Century Indignation— dio paso a Sui Generis, un sexteto que devino en dúo y en leyenda de la región.

Entre agosto y octubre de 1972, cuando ya uno era Nito y el otro Charlie —años más tarde Charly—, grabaron Vida, su primer álbum de estudio, en definitiva publicado el febrero de 1973. De esa primera vez, de “Canción para mi muerte”, “Necesito” y “Quizás porque”, pasaron cincuenta años. Y mientras: el adiós de Sui Generis, otros proyectos, León Gieco, Los desconocidos de siempre, Mercedes Sosa, la batalla contra el alcoholismo, veintitantos discos y más, mucho más. Ahora, lo normal para Mestre es que cada tanto se le acerque alguien, sea de dieciocho, treinta, cincuenta o sesenta años, y le confiese, Nito, marcaste mi vida con tu música. Ése es el mayor piropo que le pueden hacer, dirá en las siguientes líneas.

Como también, que a sus setentaiún años siente intactas su rebeldía y sus ganas de tocar. Y de eso charla con La Cuarta.

La Firme con Nito Mestre

Queda bastante del Nito adolescente. Algunos dicen que es una contra, yo digo que no. Mantengo intactas las ganas de tocar, salir de gira, seguir tocando en vivo. Y creo que con más conciencia de lo que estoy haciendo que cuando tenía diecinueve o veinte años. Porque cuando vos tenías diecinueve o veinte años, estás saliendo a tocar y hacías tres o cuatro shows en una noche. Eran las doce, y tenías que ir de un lugar al otro, lugar al otro, termina... Y es la vorágine y la adrenalina de lo nuevo. No te fijás en los detalles de cómo está la gente. Cuando empezás a crecer, te das cuenta que el mayor significado es la transmisión de energía. Lo importante que es la música como transmisor de energía. Y de las cosas importantes que puede provocar en los otros: en la parte emotiva, que mucha gente se ha criado con tu música, la has acompañado tanto en la soledad como en la alegría. Que sos un transmisor.

La rebeldía, para mí, sigue en decir las cosas que te molestan o que realmente tenés que luchar. Obviamente ha cambiado todo con un mundo tan globalizado y ahora cuesta decir algo directamente y mantenerlo. Por supuesto, yo siento esa rebeldía cuando digo que algo no me gusta. Incluso ahora más, porque cuando sos más grande... tener la posibilidad de tener menos miedo de decirlo. Antes, cuando sos joven, las decís porque sos joven. No te importa nada. Pero cuando sos más grande cuesta más. Y eso creo que mantiene mi rebeldía. La rebeldía que tenía cuando yo era chico, por ejemplo, era porque teníamos un gobierno militar, el cual nos quitaba la libertad.

La libertad no es libertinaje y pasar por arriba de todo al otro. Sino de ir midiendo qué es lo que me gusta hacer, qué es lo que quiero decir sin herir al otro y sin sacarle la libertad a los demás. Me parece fantástico, por ejemplo, Europa, los movimientos feministas. Me encanta. La apertura, todo. Pero todo con un criterio, primero, de buen gusto. De hacer las cosas o tratar de hacerlo con arte, digamos.

No me gustan las canciones panfletarias. Me gustan las canciones que tienen poesía, que dicen algo, que te pueden ayudar a cambiar o a despertar, pero que no son un panfleto viviente de un movimiento. Yo creo que eso se puede hacer y quizá es porque fui criado de esa manera, en los años setenta en la Argentina. Me gusta tanto si yo lo hago como en los demás. Entonces, en ese sentido, soy criterioso: no me gusta que se confunda la rebeldía con la vulgaridad.

Nito Mestre, como parte de Sui Generis, en 1973 se estrenó con el disco Vida. Foto: Prensa.

El viaje a mí me parece súper gigante, porque es un viaje no-esperado. Nosotros, cuando empezamos en los años setenta, y estamos grabando en el año 72 —el disco salió en el año 73— el rock estaba partiendo. No había internet, no había celulares y la forma de comunicación era otra. Entonces casi todo el mundo decía, bueno, ¿cuántos años tenés? Veinte. Pero rock vos podés tocar hasta los treinta, treinta y pico de años; después te vas a tener que dedicar a hacer otra cosa. Porque el rock es para los jóvenes. Y entonces te criabas con una idea errónea —como verás, porque estoy cumpliendo cincuenta años de carrera, je—. No era así. Entonces, a medida que veía que Los Rolling Stones y Los Beatles y otras tantas bandas seguían y seguían y seguían produciendo, se separaban y seguían como solistas o armaban otras bandas, se empezó a ampliar mi vida, el largo de mi vida.

El disco Vida significa un comienzo inesperado de una larguísima carrera también inesperada. Cuando era chico soñábamos unir generaciones, que no solamente escuchen mis pares sino los hijos de mis pares y a veces los nietos de mis pares. Que me escuche gente que escuchaba otro tipo de música, que se meta la música dentro del cine, que se meta en los libros, que se meta en los documentales, que se meta en otros ámbitos. Y que pase a formar parte el rock. No yo, sino todo el rock. Una cosa más de cultura, de tomar en cuenta.

Antes el rock era una cosita que estaba por ahí, que estaba empezando, una semillita. Era la televisión, los libros, el folclore, el tango y la música clásica. El rock no existe, no va a cambiar nada, etc, etc, decían. Y la historia nos demostró que sí influyó. Y mis cincuenta años de carrera también influyeron en muchos jóvenes que empezaron a darse cuenta de ciertas cosas. Como manejarse en la libertad, a curiosear cuáles fueron los años duros en Argentina, que también los pasaron en Chile, en Uruguay, en Bolivia, en muchos países de Latinoamérica.

Mi carrera influyó en despertar un poquito de conciencia. De atreverse a seguir una carrera musical sin tener miedo a decir, bueno, en una de esas voy a trabajar uno o dos años y no voy a poder seguir con esto. De atreverse a estudiar música, a decirle a los padres, che, voy a armar una banda de rock, y no que los saquen corriendo. Olvídate… je. Ahora es como “mi hijo tiene una banda de rock”. Ah, bárbaro. Antes era, ¿tu hijo tiene una banda de rock? Mátate, je. Ayudó en muchos ámbitos. Y la música en sí, yendo a la música que hice y que hicimos, ayudó a acompañar a la gente en momentos duros, a congregarse, a juntarse para que sea un motivo de charla, un motivo de reunión. Todo eso se trasladó no solamente en la Argentina sino en toda Latinoamérica, en todo el habla hispana. Y ésa es una cosa inesperada.

Nosotros suponíamos que nos íbamos a escuchar en la Argentina. No que iba a pasar más allá de la frontera. Pero después del año 87, 88, se empezó a trasladar a través de ustedes, del público, que se llevaba un cassette y lo copiaba. Y un cassette se convertía en veinte en Chile, en cincuenta, y se iban pasando, esto y lo otro, y se empezaban a formar pequeñas tribus que gustaban de esa música, que se podía cantar en cualquier lado. Quizá una facilidad grande que tuvo Sui Generis, es que muchos temas son fáciles de tocar en guitarra, por lo tanto, el fogón se convirtió en un lugar, en un ámbito de alegría, de diversión, de encuentro. Y ahora, con el internet empezás a mirar cuántas vistas y cuántos oyentes tiene, qué sé yo, “Canción para mi muerte”, y decís wow, mirá lo que se ha logrado. Nosotros queríamos que lo escuchen diez mil personas y ahora son millones y sigue. Lo increíble es que sigue.

Para Nito, el momento más difícil de su carrera fue cuando debió batallar contra el alcoholismo. Foto: Prensa.

Fue un viaje inesperado, con muchas curvas, algunas caídas: en mi caso personal tuve problemas con el alcohol hace mucho tiempo. Me recuperé del mismo y me siento orgulloso, porque hay que trabajar para eso. Eso hizo que hoy día pueda estar cumpliendo los cincuenta años de carrera con mucho orgullo, y por sobre todo con mucho agradecimiento.

La gente es la que me ayudó muchísimo. Fue la que me dio fuerza cuando estaba así: uy, estoy solo, no me acompaña nadie. “No, no, no, estás equivocado”, me decían. “Nito, hay mucha gente que te escucha”. Y de repente apareció un mensaje de alguien, que decía: te estoy escuchando en este momento, me encanta tu música. Entonces me di cuenta que vale la pena seguir. Todo eso se junta. Es un maremágnum de emociones que me pasan a mí y que ahora lo trato de trasladar en los shows, para que la gente sepa que toda esta energía da vida. Pasarla en una hora y media, dos horas, el tiempo que quieran estar en el show, con historias y con música.

El rock era muy machista, las chicas, las mujeres no iban a los shows. Muchos de los rockeros de ese momento decían, uy, empezaron a venir mujeres. Era como raro. Entonces con Sui Generis lo que sucedió, sobre todo después de Confesiones de invierno y más después del Adiós Sui Generis, es que empezaron a venir. Tuvimos esa enorme ventaja. Claro, ¿por qué no venían las mujeres a los shows? Después se empezó a hablar como algo totalmente normal. Incluso, a partir del Adiós Sui Generis y después con Los Desconocidos de Siempre, para mí fue lo más lógico armar una banda con una integrante femenil. ¿Por qué no? A mí me encantaban sus voces.

Una vez me dijeron “la señorita no puede subir al escenario”. Era el año 76, ya estamos empezando, voy a tocar a un club y estaba María Rosa Yorio, integrante de la banda. Y en el club, el dueño dice: pueden tocar ustedes pero la señorita no, una banda con una señorita no está bien visto acá. Le digo: si ella no sube, yo no subo porque forma parte de la banda. Y sin darnos cuenta, empezamos a ver que decían, mirá, hay una banda que tiene una mujer. Entonces, otras mujeres dijeron, ah, me puedo atrever a cantar. Y sí: no solamente te podés atrever a cantar, te podés atrever a actuar, a decir lo que quieras, a opinar, a pintar, a circular por la calle, a vestirte como tenés ganas de vestirte. Es una cosa que para mí era normal.

Mi padre falleció cuando yo tenía once años y fui criado por mi madre. Ella salía a trabajar, era danesa-lituana, con una energía importante. Entonces cumplía el rol de padre-madre, clave, y para mí era lo más normal. Ella iba al frente como un hombre, como tiene que ser, porque somos todos iguales. Iba al frente, discutía con alguien y si tenía que discutir, ponía la cara. Peleaba los precios, se hizo cargo del hogar. Y me crié normalmente.

Nito quiere cantar hasta que el cuerpo aguante. Ojalá lo que dure Paul McCartney. Foto: Prensa.

Hoy están los movimientos feministas, pero a mí me parece algo normal, natural, no lo veo como algo llamativo. De hecho, lo veo ahora, en algunos casos, como una moda. Pero para mí es algo normal. Es como en Estados Unidos, cuando antes dividían los cines, y de un lado estaban los blancos y del otro los negros. ¡Qué ridiculez! Ha pasado el tiempo... antes había baños para blancos y baños para negros. ¡Por Dios! Incluso el hecho de decir blanco o negro. Acá en Estados Unidos, por ejemplo, no es despectivo decir que alguien es de raza negra, es normal. Ahora las cosas inclusivas yo las veo como si fueran como una moda a veces. Cuando vos entrás a un restaurant tendría que tener el menú en braille también, porque si entra un ciego, ¿cómo hace para leer? Tendría que estar en distintos idiomas... tendría que haber rampas para los que andan en sillas de ruedas o no pueden caminar, etc etc etc. No es hablar con la “x” o con la “e” ser inclusivo, es hacerlo. Se ve en la acción la inclusión.

Uno de los grandes agradecimientos que tengo, desde ya, es llegar a varias generaciones. Es lo más grato que hay. Cuando nosotros éramos chicos estábamos acostumbrados, por ejemplo, que cuando se juntaban en el almuerzo del domingo, el padre hablaba con su hijo de fútbol y de nada más... porque él veía una clase de películas, escuchaba un cierto tipo de música y leía cierto tipo de libros. En la casa de mis compañeros, se hablaba de fútbol el domingo y los días de semana era ¿hiciste los deberes? Se acabó, chau. Y yo me imaginaba: qué lindo sería el día de mañana que vos te sentás a la mesa y estás hablando con tu padre, che, ¿viste tal película? Ah sí, qué fenómeno. Y te pasás datos. ¿Leíste tal libro? ¿Escuchaste el disco de Los Beatles? Y tu padre te dice, che, escuchaste Fleetwood Mac. O ahora, qué sé yo, lo que se escucha ahora. Me imaginaba eso. Si pudiésemos colaborar de alguna manera, y que Sui Generis y lo que vaya a hacer después, no solamente lo escuchen los padres sino que lo escuchen los hijos también.

Hace muy poco tiempo vino una señora grande, más grande que yo… Vino con su hija y con su nieta. Y me dice: Mi nieta es la más fanática. No hay mejor piropo que me puedas decir... es como que metiste el dedo en la llaga. Es lo más lindo que te puede pasar. Después vino el otro día un pibe, tendría unos dieciocho años, y me dice: Me marcaste toda mi vida. Y le digo, ¿cómo? Si tenés dieciocho todavía. ¿Cómo te marqué toda tu vida?, je. No tenés cincuenta. Y se dan estas cosas muy graciosas, que me encantan.

En lo personal lo más difícil fue cuando atravesé el alcoholismo. Eso fue lo más difícil, e influyó obviamente en la parte musical, porque la pasé muy mal. Pese a que seguía tocando, tenía una vida... no me gustaba nada, era horrible. Sentía que no podía salir. Por suerte pude.

En los años de la dictadura militar, éramos muy jóvenes y muy inconscientes. Cosa que colaboraba a hacer lo que estábamos haciendo. Porque no nos deteníamos a pensar seriamente, decir no, no corramos el riesgo de salir a hacer shows y que te paren los militares. O hacer una gira y que te pare una tanqueta militar y te hagan bajar y te apunten con carabinas a la cabeza. Que te digan qué están haciendo acá y se les escape un tiro o que te tiren por ahí y que desaparezcas. Era una cosa que no se nos cruzaba por la cabeza. Sabíamos que, en una de ésas, podía pasar. Pero seguíamos adelante con esa inconsciencia que te da la juventud.

Hubo dos censuras que me molestaron soberanamente. Fue cuando hubo que cambiar ciertas cosas de letras en Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Cuando el productor nos dijo: Vinieron unos militares y dijeron mejor sacar ciertos temas como “Botas locas”, que a mí me encantaba cantarlo. Era una ironía contra los milicos que, al fin y al cabo, ¡muchachos!, ¿no tienen humor, loco? Es una ironía. ¿Tan flojos son de carácter? Tienen armas, todo, y se fijan en dos pibes que están cantándoles, casi haciendo un chiste. ¿Adónde quedó el humor? En Uruguay nos llevaron presos, nos vendaron los ojos, nos pegaron, por cantar ese tema. Hoy día sería una tontería. Y esos momentos fueron difíciles, en el sentido que molestaron.

Otra molestia grande fue cuando saqué mi primer simple “Y las aves vuelan”, con Los Desconocidos de Siempre, que había escrito con León Gieco. Había tenido una aprobación en la juventud enorme. Habíamos hecho un video, ¿no?, para una propaganda de televisión. Y vienen los militares y me lo censuran. Duró una semana. Tenía programada toda una larga proyección de difusión y me lo cortaron. De todas maneras lo seguí cantando, obviamente.

¿Qué decía la canción? Yyy, que las aves vuelan, je. Que hablan de la libertad. Lo ves ahora, y decís, por qué lo censuran, ¡están locos! Pero bueno, había películas como La naranja mecánica, que en su momento era una película que era violenta, la habían prohibido y todo. Y la ves hoy día: es un chiste. Con respecto a lo que ves en un noticiero es un chiste. Antes decir malas palabras en televisión era una cosa insólita. Hoy prendés el noticiero y escuchás cualquier barbaridad, ves cincuenta muertos, ves la guerra, ok. Hemos avanzado en que nos parezca natural... y ésa es mi rebeldía al respecto: no, no me parece natural. Hay cosas que resultan naturales y son totalmente ridículas.

Cuando empezó la pandemia, pensé que duraba dos o tres meses. Hice uno o dos streamings, y me aburrí... digamos, pensé, si realmente tengo que hacer streamings el resto de mi vida, mejor me jubilo, porque no es lo mismo. No me gusta. Me gusta la audiencia, me gusta el en vivo. Y es lo que me mantiene vivo. Después de la pandemia, era como un león enjaulado que no le dieron de comer durante diez días y le abren la jaula, je. Salí eyectado y lo primero que dije fue: quiero salir a tocar y a tocar lo más posible. Tuve un cambio de mánager, que empezó la carrera conmigo, así que nos conocemos hace mil años, nos llevamos muy bien. Y lo que más me mueve ahora es salir y tocar mucho en vivo.

Mestre dice que ha recorrido Chile de punta a punta y que es uno de sus países favoritos. Foto: Prensa.

Cantar para mí es como ir a terapia, más o menos. Es algo que necesito. Me divierte viajar. Me divierte moverme, conozco gente, toco en distintos escenarios. Yo canto desde los seis años, nací cantando. Entonces me divierte cuando estamos haciendo la lista de temas y vamos cambiando. Me divierte muchísimo, claro está, cuando la audiencia lo festeja y te aplaude. Por qué no decirlo, porque sí, decís “misión cumplida”. Es tan lindo irse a dormir contento con lo que uno hizo e hizo bien. Hiciste feliz a la gente por un rato en este mundo que está tan catastrófico. Y pasar una noche de alegría, donde hay buena energía, donde te tiran la mejor, y vos le devolvés la mejor.

A Paul McCartney una vez le digo ¿no te aburrís de cantar “Yesterday”? Y me dice: no, cuando vos cambiás de lugar, de escenario, de luces, de audiencia, el feedback que se produce es todos los días distinto. Y para vos, es como darte una inyección de energía. Entonces es adorable cantar las canciones que a la gente le gusta escuchar. Si alguna de ésas me aburriese, la mandás de vacaciones un poquitito de tiempo y listo: facilísimo.

En Chile será un concierto bastante largo, que por suerte es extensible porque, como tocamos hace tanto tiempo con mis músicos, evidentemente sabemos cantidad de temas. Como te dije, cuento historias, cantamos clásicos, temas que hemos agregado algunos de ellos, porque al tener una voz femenina hay más armonía vocales y hay temas que se enriquecieron. Hemos reformulado algunos temas sin romper los originales. Y vamos a festejar, porque no se cumplen cincuenta años de carrera todos los días. Hay pocos colegas que los cumplen. Eso me da mucha alegría.

Me había puesto esta meta medio en chiste: hasta que Paul McCartney siga cantando en vivo, yo hasta esa edad llego cantando. Y como Paul acaba de cumplir 81 años y sigue haciendo giras, todavía me falta bastante tiempo más (NdeR: Nito acaba de cumplir 71). Si el cuerpo da, por supuesto. Por eso, me cuido mucho. Hace veintisiete años que no tomo alcohol, no fumo. Obviamente que no me drogo. Y trato de entrenarme: nado, camino mucho. Ya hice de todo hasta los treinta y siete años, no es que viví en un convento, je. He hecho de todo y más de lo imaginable también. Hay momentos para todo en la vida.

¿El sueño del pibe de Nito? Que McCartney le dijo que le gustaba cómo cantaba. Foto: Prensa.

Ahora termino un show y me voy a ver el Discovery Channel o algún programa de ciencia. A disfrutar y decir: qué bien que la pasé hoy a la noche. Ya no me acuesto más a las seis de la mañana o sigo de largo. Ya lo hice.

He recorrido Chile de punta a punta mil veces junto a mi amigo Eduardo Gatti. Lo tengo que invitar, tengo que pegarle un llamado en un rato. Chile es uno de mis países favoritos por eso, porque lo he recorrido. No solamente he ido a Santiago, a Valdivia, a Viña del Mar. Lo he recorrido de Punta Arenas a Arica, metiéndome en todos lados, tocando en una mina, en Antofagasta, en todos lados. Concepción, obviamente. He ido a todos lados. Entonces es como volver a un lugar conocido y una especie de revancha, porque yo quería ir el 2020 y la bendita pandemia me alteró los planes. Ahora vuelvo con mi banda, que no es poco.

De Chile me gusta todo. Cuando fui a la zona de Puerto Varas, de Llanquihue, toda esa parte del sur. Fui abajo de Puerto Montt, toda esa zona, de Los Lagos. Me encantó. Me encantó Bahía Inglesa, Copiapó, La Serena porque he ido mucho. Todo el recorrido de Santiago a La Serena lo he hecho mil veces. Me encanta toda la parte de mar, obviamente. La paso bien. Y he recorrido muchísimos pueblitos chiquitos con Eduardo (Gatti). Creo que ningún argentino ha ido a tocar a esos lugares, y eso lo he disfrutado mucho. Del camino del vino al sur, fantástico. Porque también hemos tocado en fiestas privadas, en bodegas fantásticas en el sur. ¡El Valle del Elqui, divino! Para tirarse a mirar el cielo.

Cumplí muchos, pero un sueño del pibe era conocer a un beatle. Y no solamente lo conocí, sino que Paul McCartney me vino a ver al show cuando toqué antes que él. Vino a ver todo mi show y cuando terminó me fue a felicitar. Me dijo: me encanta cómo cantás. ¿Qué más podés pedir? Con ese sueño del pibe ya estaría, pero tengo muchísimos más que se cumplieron.

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