La Firme con Patricia Rivadeneira: “El sexo te coarta; el querer ser deseada y desear, y confundir eso con amor”

Entrevista en profundidad a la actriz Patricia Rivadeneira, para La Firme Foto: Andres Perez

Ante una tanda de funciones de la obra Una Mujer Llena de Vicios, la actriz reflexiona en torno al feminismo, a hombres y mujeres. Pero, sobre todo, repasa su historia personal y carrera, amores, vida en Italia, heridas, teleseries, sexualidad y vanidad, hasta el presente a sus 60 años: “Somos mortales, pero nos hacemos los huevones”, declara.

Patricia Rivadeneira Ruiz-Tagle (60) aparece con una sonrisa persistente, amable, aunque parece ida, con su mente aparentemente ubicada en otro sitio, distante, perdida, lejos del asiento del teatro donde se alista a conversar con La Cuarta.

La reconocida actriz está de vuelta en Chile tras unos largos días en China y, poco después de su arribo, tras bajarse del avión, se fue de paseo al cerro durante el fin de semana. Al poco andar de la entrevista, admite que algo no anda del todo bien. Y más adelante, al analizar el paso de los años en el cuerpo, admite que a veces le cuesta ser más precavida, bajarle un cambio a la vida, y comenta:

—Por ejemplo, con esto del jet lag, primero no le hice ningún caso, y resulta que ahora me siento como extraña. No sé qué es.

Pero la intérprete se empeña en avanzar, arma sus frases entre silencios, pausas —quizá involuntariamente teatrales—, ejercita su memoria para remontarse a su niñez y juventud, y le busca una reflexión a cada hito. Algo de eso hay en Una mujer llena de vicios, la obra que interpreta en el Nescafé de las Artes junto a su colega Antonia Zegers del 16 al 19 de enero (las entradas se adquieren vía Ticketmaster). La puesta en escena es una adaptación del ensayo biográfico de la escritora feminista francesa Virginie Despentes.

Ambas, vestidas de elegantes trajes Chanel, interpretan a dos gemelas que conversan, debaten y se exaltan como si fuera una disputa consigo mismas, abordando hechos en la vida de Despentes como la violación que sufrió a los 17 años, su paso por la prostitución y la dirección de cine porno, en un lenguaje provocador y chilenizado, a veces —acaso—, difícil de digerir; choca, desata cuestionamientos. “Fui puta de lujo… y también madre”, relata firmemente el papel de Rivadeneira como en una declaración de principios.

En entrevista con La Firme, la actriz reflexiona en torno a la obra, a pocos meses de la explosión del caso del exsubsecretario Manuel Monsalve, acusado de violación. Sin embargo, ella también aborda su propia historia: el alcoholismo de su padre; la figura de su madre post quiebre matrimonial; sus años de “vanguardia” y su etapa como gestora cultural en Italia; su profunda atracción —por momentos romántica— con las artes y la sicología; vínculo con las teleseries; palabras sobre el matrimonio y la monogamia; inquietudes ante la vejez; entre otras aristas.

Eso y un tanto más, a continuación.

LA FIRME CON PATRICIA RIVADENEIRA

De bien chica me acuerdo de una gallina que tenía pollos en la casa donde vivía, en Matico. Recuerdo ese jardín, que había nísperos. Yo cuidaba la gallina, ¡con pollitos!, era lo máximo que una niña de cuatro o cinco años podía desear... Otro recuerdo es la prueba que me hicieron para entrar al kinder de las Monjas Francesas. Era en este lugar increíble en que funcionaba este colegio, donde hoy está el Campus Oriente UC, que era como estar en el castillo de Harry Potter. Era una prueba de habilidades; ponían un líquido morado dentro de un tubo y después lo pasaban a un recipiente rectangular, entonces la pregunta era: “¿Hay más líquido en uno o en el otro?”. ¡Había la misma cantidad en ambos! Después me cambié a la Ursulinas.

De niña con mi hermana Magdalena, la del medio, era una relación de celo y competencia; pero también jugábamos mucho, y yo quería mandar, yo era “la mamá” y ella tenía que ser “el papá”, o yo era “la princesa” y ella tenía que ser no sé qué... Como hermana mayor, creo que tuve el rol de correr el cerco en cuanto a las reglas. Creo que mi madre me permitió, quizás, revelarme a montones de cosas que sufrió; sin quererlo me alentó a ser la que soy, aun cuando muchas veces me habría querido poner más límite o me pusieron mis límites, pero no demasiado estrictos. Creo que mi mamá se fue dando cuenta que conmigo no se la podría.

"Creo que mi madre me permitió, quizás, revelarme a montones de cosas", reflexiona Patricia. Foto: Andres Perez

Siempre sentía que había algo que estaba afuera y que yo tenía que explorar. El otro día una tía me contaba que yo llegaba a la casa, de estas con rejas y antejardín, y le decía: “¡Ayúdame a salir de aquí! ¡Me tienen prisionera!”, jaja. Me acuerdo que, de chica, a los cinco años, si la reja estaba abierta, me escapaba a la casa de la vecina.

Me marcó en la infancia, y es doloroso, pero si mi padre no hubiera sido alcohólico yo no habría sido la persona que soy, porque probablemente ese dolor, también su separación y divorcio, fue el motor que me hizo querer explorar otras posibilidades de vida, y que me hizo comprender otros dolores, otras profesiones a las que yo estaba “destinada”, que era casarme y ser dueña de casa.

El quiebre del matrimonio de mis padres, que no es un ideal —porque mi madre estaba destinada a casarse y tenían que estar juntos hasta que la muerte los separara como es el 98% de toda mi familia—, hizo que mi madre tuviera que ir a trabajar, la convirtió en una mujer que nos empujó a tener independencia económica y laboral... Como dicen: Buena suerte, mala suerte...

¡La vida es la vida! La vida tiene enfermedad, pena, vergüenzas humillaciones... Y en una sociedad que en general mentía y ocultaba todo lo que se salía de lo impuesto por una normativa, por la Iglesia, etc, ¡todo eso se acabó! Apareció que la Iglesia católica era una institución en que se promovía la pedofilia y el abuso, y eso ocurre desde hace mil años, y nos estábamos todos haciendo los huevones, ¡por favor! A quién queremos engañar con que somos seres sanos. Todos tenemos heridas que no necesariamente tenemos que mostrar. Yo también cuando doy una entrevista soy honesta pero no sincera, porque hay cosas que nunca voy a contar en una entrevista.

"Todos tenemos heridas que no necesariamente tenemos que mostrar", plantea Patricia. Foto: Andres Perez

Creo que Chile es el país más alcohólico; por lo menos lo que dicen los (países) vecinos, que (acá) se toma mucho; lo ven los argentinos y algunos europeos. En mi familia todos tomaban mucho, o sea, los hombres sobre todo. Yo he tomado mucho en mi vida, pero también pertenece más al mundo de los hombres. Creo que es una forma, en los círculos del poder. Ahora es diferente, pero antes —me acuerdo— en los lugares donde trabajé, incluso en Televisión Nacional, en todas las oficinas de las gerencias había bar y te ofrecían un trago... a las 11 de la mañana... whisky... Ese ha sido un tema en mi vida... Y es una forma de sociabilizar. Mi hijo (Adriano), que no tomaba, desde que llegó a Chile me dice: “Es que si (no tomas) quedas fuera de todas las instancias sociales”.

No estoy de acuerdo con la penalización de quienes tienen adicciones. Este nuevo mundo de gente sana que pretende, que no hay muerte ni enfermedad —como dice Lacan—, el saber el que nos vamos a morir es lo que nos permite soportar esta vida. Si no supiéramos que nos vamos a morir, el mundo sería insoportable.

Con la maternidad sentía que me daría una nueva forma de hacer familia y respetabilidad. Fue así, pero no sé si me dio respetabilidad, porque, por un lado, fue al revés: como fui madre soltera, mucha gente se horrorizó, pero me dio respetabilidad a mí, una autovalidación. Creo que en esa época yo como mujer tenía muy proyectado que la maternidad es un deber, que no estaba completa hasta ser madre. Es un constructo muy interesante que quiero explorar como artista.

"Fui madre soltera, mucha gente se horrorizó, pero me dio respetabilidad a mí", declara Patricia. Foto: Andres Perez

Si pudiera volver a un momento de mi vida, sería al parto y la crianza. Incluso me gustaría haber tenido otro hijo, porque todo pasa muy rápido, y yo era muy joven; es una cosa que te ocurre y yo no tenía los instrumentos para degustarlo, como veo a la gente que tiene hijos más vieja, así como algo muy esperado. También me habría gustado tener más hijos porque uno se da cuenta, con los propios sobrinos, que es muy bonito esos hijos tan diferentes unos de otros y lo que se genera entre los hermanos.

No sé por qué no se dio el tener más hijos. Nunca quedé esperando. Yo creo que si hubiera quedado esperando lo habría tenido, aunque hubiera sido con cualquiera, con el que iba pasando, jaja.

El año que murió mi padre y el padre de mi hijo (el pintor Carlos García)... todavía no sé cómo me marcó. Sé que fue muy triste... Ya era vieja, mi hijo tenía trece años... Quizá me di cuenta, por ejemplo, de que hay un vínculo con las personas que uno ha amado, y que lo tienes ahí como familia, que no es racional, que es casi biológico... No sé cómo me marcó eso. Tendría que ir a explorar esos años posteriores y ese momento.

"No sé por qué no se dio el tener más hijos, nunca quedé esperando", recuerda Patricia. Foto: Andres Perez

Me han puesto títulos como “La musa de la vanguardia en Chile” o “La musa del underground”... Está bueno, ¿no? ¡Qué suerte la mía! Envidiable, ¡el medio halago! Ya no me siento vanguardista, encuentro que soy bastante más burguesa, una burguesucha cualquiera. En algún momento era más rebelde. El episodio de la cruz, la bandera y el desnudo en el Bellas Artes (1992) es parte de eso mismo y, de alguna forma, esa performance, esa obra artística corrió un cerco y generó un cambió, y por algo sigue siendo un hito cultural de Chile. Y me alegro de pensar que ciertas cosas en el arte sean significativas en la vida de los ciudadanos. Hay veces que algo que se hace en el mundo de las artes es más significativo y poderoso que muchas cosas.

Cuando me fui de agregada cultural a Italia, al principio yo no quería actuar, además no sentía que tuviese el tiempo ni que fuera mi rol; a pesar de que los agregados culturales, en aquella época, se acostumbraba a que fueran personas de excelencia en sus quehaceres; o sea, a (Antonio) Skármeta lo mandaron como embajador no porque fuera un economista, sino porque era un gran escritor y nadie le decía “oiga, usted no puede escribir”. Yo quería ponerme al servicio de otros artistas de áreas diferentes. Siempre he tenido, por ejemplo, eso de tener más amigos escritores, pintores y músicos que actores. Las artes en general me son muy sexys, atractivas, y era una oportunidad para explorarlo. Cuando supe que iba a Italia, me pareció que la Bienal de Venecia (exposición internacional y anual de cultura) era mi foco en ese momento; además Chile no tenía ninguna participación ahí, que es la gran liga de las artes visuales contemporáneas. Después hicimos el primer pabellón de Chile y ganamos una mención de honor. Las ganas de volver actuar fueron recién cuando volví, como en el 2010. Por muchos años no tuve ningún interés y me dediqué a hacer mi pega.

Efectivamente hay un prejuicio, incluso dentro del mundo de la cultura, con los actores; siempre se nos ha relacionado con algo un poco deplorable o ejecutantes de un arte menor; pero eso es también porque se lo relaciona más con una vida de libertinaje, más libre en lo sexual, efectivamente porque trabajamos con nuestro cuerpos y en relación a otros cuerpos.

Cuando me fui a Italia había tenido depresión y estaba en una crisis, pero ya llevaba un tiempo explorando diferentes maneras, terapia y espacios de autoconsciencia. Había empezado a hacer yoga y meditación, estaba trabajando con una sicóloga Gestalt, que era cercana a Claudio Naranjo (reconocido siquiatra y escritor). Me fui y tuve que seguir trabajando con algún sicólogo, pero ya no era porque yo estuviera particularmente deprimida o mal, sino ya era parte de un entrenamiento para conocerme a mí misma y estar más despierta; sentía que había pasado la crisis. Creo que Claudio fue el que varias veces me decía: “Tienes que volver a actuar”, cuando yo no quería. Yo no entendía o no respetaba como ahora la maravilla que es ser un artista. Me habían convencido, de alguna forma, de que era algo banal. Y me di cuenta en Italia y también a través de personas que consideraba tan importantes, de que eso era mucho más importante, respetable y valioso que ser una diplomática.

Empecé a trabajar con diferentes terapeutas desde muy joven, y después tuve un novio que era siquiatra; primero fue mi terapeuta, y luego mi novio cuando me dio de alta. Y él era un jungiano (alusivo al reconocido psicoterapeuta Carl Gustav Jung), importante, un siquiatra interesante, muy inteligente. Así como me interesa el arte, me interesaba eso. Creo que tiene mucho que ver con el mundo de la actuación, porque nosotros estudiamos a los seres humanos, tenemos que entender sus dolores y alegrías, tenemos que entender cómo funciona una persona para imitarla, entenderla y hacerla real. Los actores en general tenemos una curiosidad del autoconocimiento y de los demás: cómo funciona tu mente, tus emociones y cuerpo. Es una exploración constante. Tienes que llegar a esos extremos; si debes interpretar a alguien que se va a morir, debes morir en escena. Para llegar ahí, es un entrenamiento. Estas cosas con Claudio también eran un entrenamiento súper bueno e importante.

"Los actores en general tenemos una curiosidad del autoconocimiento y de los demás", comenta Patricia. Foto: Andres Perez

“Nos habíamos quedado dormidos, como narcotizados”, dije sobre el estallido social y posterior proceso constituyente... Avanzamos dos y retrocedemos uno... o peor: a veces avanzamos uno y retrocedemos tres, jaja... Creo que la cuestión de la Constituyente se farreó, y se farreó gran parte porque había mucha gente tonta en la Constituyente, ¡tontos de capirote! Es cierto que todos somos ciudadanos y que podemos ejercer nuestros derechos como ciudadanos y etcétera; pero la falta de habilidad política quedó demostrada: no porque yo tenga derecho a tocar el piano soy pianista. No, querido: hay que aprender a tocar el piano. Podría haber sido un gran cambio y fue un mojón en un excusado.

“Aún tengo la camiseta del ‘Yo soy del 38%’. No me la pongo, duermo con ella”, dije tiempo atrás en una entrevista sobre el primer plebiscito, JAJAJA... Ya no duermo con esa polera. No sé ni dónde está... Como todos, yo creo que ni sabemos dónde está. No sé dónde está.

Mi personaje de Flavia en Demente (que se enamora del deI Ingrid Cruz, Javiera; Mega, 2021) lo considero memorable. Ahora que estuve en China, la jefa de las fans de Asia, vino de Tokio a la isla en que yo estaba, Hainan, con su mamá, a verme. Estuvo cinco días ahí, y para conocerme —tierna ella—, ¡después de todos estos años! Llegó con camisetas de Patricia Rivadeneira y fotos, ¡sólo por la teleserie! Después estudió y conoció toda mi vida, ¡pero en China! No es tan fácil la traducción de las cosas. Me sentí muy honrada y comprendí más o menos, o atisbé, el drama que viven muchas lesbianas. Esta misma amiga china, de 30 años, que me fue a ver, es lesbiana; pero su madre que estaba con ella, no sabe que es lesbiana, y se va a casar el próximo año con un novio que tiene, con el que no tiene sexo. Es una cultura tan distinta. Ese tema en muchos países. También fans centroamericanas tenían este problema: mucha soledad, angustia e imposibilidad de seguir su propia sexualidad y ser felices. Hicieron comunidad y muchas se conocen entre ellas y se apoyan.

Cuando pasó este fenómeno, de Flavia en Demente, empecé a sentirme muy desbordada por la respuesta, y exigida, no en el sentido de que ellas me estuvieran presionando; sino que sentía que tenía una responsabilidad respecto de lo que esto despertó y lo que me contaban. Flavia además era una mujer golpeada. Encontré a Pancho Silva, periodista y actor, que me acompañó, y trabaja conmigo. Me ayudó a poder atender este fenómeno, porque era súper fuerte y lindo las cosas que me decían, los videos que me mandaron y la gratitud.

"Empecé a sentirme muy desbordada", cuenta Patricia sobre el fenómeno de Flavia en Demente (Mega). Foto: Andres Perez

Me di cuenta de que la forma en que las mujeres son fans es súper diferente a la que los hombres son fans: las mujeres son tiernas, reales y no están esperando nada a cambio; los hombres son nada que ver: no saben ser fans como las mujeres, no se atreven a serlo con esa ternura, vulnerabilidad, claridad y devoción. Eso les falta un poco. Los hombres tienen que aprender a tener devoción por las mujeres, que es un lugar que les conviene mucho, van a aprender mucho ahí. La devoción es algo que los hombres no han aprendido porque sienten que es como una debilidad. Todo lo contrario. Se puede aprender una forma de amar en modo admirativo. La admiración; no que “yo voy a tener algo de ti”; no, “te admiro y estoy admirándote”.

Mi último papel en teleseries fue Al sur del corazón (Mega), Paula. No había trabajado hace mucho tiempo en las teleseries de las 8 PM, que son mucho más simples en sus tramas y estructura dramática. Me lo pasé súper bien. Para mí las telenovelas son algo bien importante, de lo que me di cuenta estando en Europa, no antes: es el único género audiovisual que Latinoamérica le ha dado al mundo. No otro. Nosotros no inventamos el neorrealismo italiano, el cine de acción, la comedia ni nada; sólo la telenovela. Por lo tanto, ese generó —cuando además es replicado en el resto del mundo—, creo que es importante señalarlo y respetarlo, porque tiene que ver con nuestra cultura sentimental como Latinoamérica, nos guste o no. Humildemente pongo ahí mi oficio, llegar a la casa de la gente común y corriente, y darles un momento de descanso.

Cuando yo estoy cansada me gusta ver películas como de los años 40, en blanco y negro, que no tengo que pensar en nada, y ojalá que sea de amor o qué sé yo, las películas de Navidad, o Heidi. Es una manera que tengo para descansar. Creo que eso también es parte de las telenovelas. Y la gente se identifica con cosas sencillas como el amor. Hay una parte de nosotros que quiere seguir creyendo en el amor así como en los cuentos de hada, y nos hace bien, es como ser niños de nuevo, permitirse jugar y confiar. No veo telenovelas porque trabajo ahí, pero veo cosas que cumplen el mismo rol en mi vida, que me dan una sensación de seguridad interior. Y creo que eso le pasa a la gente, porque ven que nosotros somos chilenos, y hablamos como chilenos; entonces esa historia PODRÍA SER (verdad), aunque todos sabemos que no, que es una telenovela; pero igual en algo hace “click”. Lo mismo que pasa con mis fans en China, que se sintieron identificadas con esa posible historia de amor verdadero.

"Cuando estoy cansada me gusta ver películas como de los años 40", cuenta Patricia. Foto: Andres Perez

Los sets de televisión eran súper machistas. Eso cambió hace muy poco. ¿En qué falta avanzar? El otro día le escuché a la Cecilia Roth: las mujeres actrices, que nos tienen que maquillar, debemos llegar una hora que los actores hombres. Esa hora no es pagada. Y así podría hacer una lista tan grande e interminable... Pero los sets han cambiado mucho. Antes había mucha, mucha, mucha falta de respeto, groserías y abuso de poder.

Los hombres tienden a hacer causa común entre ellos y, si hay un director hombre, normalmente se alinea con los actores; y las mujeres siempre quedamos en una posición de división. Es súper difícil de explicar, y no sé si se dará en todas partes; creo que sí, porque lo viví también en el mundo de la diplomacia y la política. En Italia, si yo era la jefa, e iba a una mesa, muy formal, con italianos; y estaba yo con mi equipo, pero si habían (otros) hombres se hablaban entre ellos como si yo fuera una subalterna. La jefa era yo. Me pasó varias veces. El machismo está en todo, es como un virus. El femicidio en Italia es enorme, de todos los días.

¿Un personaje que me gustaría hacer en teleseries? No tengo esos sueños. No me permito soñar cosas demasiado imposibles, porque no depende de mí. Trato de soñar las cosas que puedo hacer, como hacer otra función con La mujer llena de vicios, hacer una continuación, así como hice Xuárez o la obra de (Humberto) Maturana (A los pies del árbol) con la Manuela Oyarzún. Eso es algo que, a pesar de que no me garantiza económicamente nada, sí me da mucha alegría y satisfacciones intelectuales y emocionales.

"El machismo está en todo, es como un virus", asegura Patricia. Foto: Andres Perez

“Hay que erradicar esa mirada siútica de ‘los artistas que triunfan en el extranjero’”, dije en entrevista a La Segunda. Sería un ideal imposible, porque somos aún un país remoto, y con muy poca industria. Es muy difícil que podamos tener una validación, somos un país colonizado; necesitamos que el papá nos diga que lo hicimos bien. Ahora, en general, todos los artistas que tienen carrera internacional la tienen (esa validación). Pero el problema es que no tenemos una industria que nos valide entre nosotros. Somos muy pequeños... Pero sí es cargante como que “oye, a este le dijeron no sé dónde que (era bueno)”. Es cargante, pero es nuestra realidad. No somos Francia, no somos Estados Unidos.

En el 2023 participé en una performance sobre el libro Teoría de King King, de la escritora feminista Virginie Despentes... ¡Hay que pronunciar su nombre como se puede! Hay que preguntarle a Google, jaja... Cuando hice esa lectura, que eran cuatro días —gracias a la eficacia de la directora Irene González—, me di cuenta leyendo esta especie de manifiesto político de lo que Despentes considera que es el feminismo, y hace un apelo a los hombres heterosexuales respecto a cuándo harán su revolución masculina, y ahí me di cuenta de que el texto era perfecto para ser una obra. Se lo propuse a la Irene y pensé en invitar a la Antonia (Zegers), y en la Alexandra Von Hummel, que me parecía que era la directora indicada para este tipo de obra tan desfachatada, visceral en que expone su vida de modo tan sincero, con tanta valentía y coraje. Invitamos a Manuela (Oyarzún) para que nos ayudara en la adaptación teatral, y quedó muy bien, con estas dos mujeres que conversan, y nació Una mujer llena de vicios, que es donde se tocan todos los hitos del libro.

“Tuve una experiencia de una casi violación que logré salvarme”, conté en julio del 2024 a La Tercera. Ese episodio lo tenía como algo como que ya lo había olvidado, o archivado. De la forma en que normalmente yo trabajo, especialmente si son proyectos que estoy produciendo como este, que me importan mucho —como cuando hice Xuárez (obra que inventa un mito sobre Inés de Suárez)—, se trabaja con lo personal, que hace que este texto me resuene. Y cuando te juntas y empiezas a trabajar, cada cosa que se lee, cada tema que se habla, se habla de lo personal. Aparecen tus recuerdos, tu experiencia de las personas que tienes cerca. Y eso se va poniendo en una olla común que se va revolviendo y apareciendo la obra... A nivel personal, pasa todo: las emociones, las constataciones, tener rabia, tomar consciencia, confesarse cosas inconfesables respecto de lo que uno siente o piensa, y hay una discusión ética, estética y moral. Si te sientes contenida en un grupo, entre personas que más o menos estamos navegando al mismo lado (como en el caso de Antonio, Alessandra y Manuela), hay bastante libertad y sinceridad. Y por supuesto, lo que ocurre ahí queda ahí.

“¿Por qué los hombres violan a las mujeres? No es porque tengan una pulsión erótica que no puedan controlar, son constructos”, dije en esa misma entrevista. Esa reflexión dialoga con la contingencia, como ha sido el caso de Manuel Monsalve (exsubsecretario). Es fuerte estar haciendo el espectáculo en esos días, con este asunto en toda la conversación del país. Ahora ya no está en primera plana. En el texto de Virginie y en nuestra obra se habla de que la violación es una forma de control y humillación de las mujeres, y que es un sistema de control político en el que un sexo le declara al otro que toma todos los derechos y que nos obligan a sentirnos inferiores. Que alguien que habita nuestro Palacio, que tiene mucho poder como el exsubsecretario, sea acusado de violación es como todo lo impensable e improbable, más allá de que el caso está en los tribunales. Pero el que hoy se pueda acusar a alguien que tiene poder, es algo muy nuevo, y quiere decir que hay paradigmas que están cambiando. Es lo mismo del caso de la francesa Gisèle Pelicot; hace 10 años esa mujer probablemente se habría suicidado en silencio o la habrían internado psiquiátrico porque estaba “loca”. Hay un cambio. Pero todos estos cambios aún no están integrados en nuestro ADN social-cultural. Son cosas que cada vez hay que volver a empujarlas. El feminismo de los 70 llegó en un momento y quedó como paralizado, en un stand by. Como que ya no supimos qué más hacer con eso. Y hoy estamos en un nuevo (avance). Es como los abusos a menores (de edad): están en todas partes; es como “algo que ocurre fuera de la casa”, pero se sabe que la mayoría ocurren “indoor”, dentro de la propia familia. La violación no es una cosa así como “pasa en la población callampa...”; no, puede pasar también en el Palacio.

"El feminismo de los 70 llegó en un momento y quedó como paralizado", analiza Patricia. Foto: Andres Perez

Estoy casada desde el 2001 con Andrea Orsini. Mi matrimonio es una cosa que es rara, que nadie me entiende, que la entendemos con cuea nosotros dos. El matrimonio es como las cosas con la familia: hay veces que lo quiero, otras veces no lo quiero tanto, hay veces que estamos juntos, otras que estamos más separados… No somos muy convencionales como matrimonio, pero sí hay mucho cariño, y hay momentos de amor también, intensos; y otras veces me cae pésimo; y otras veces lo encuentro súper simpático.

¿La fórmula de dormir en camas/piezas separadas? (Como han contado Loreto Valenzuela y Katty Kowaleczko de sus propias relaciones)... Nosotros pasamos mucho tiempo separados; él está en Italia ahora, y yo estoy acá, así que dan lo mismo las piezas. Tenemos una vida loca. La monogamia encuentro que es un arte. Es complicado, porque nosotros como mamíferos no somos monógamos, pero como la construcción cultural ha sido tan fuerte y radical en la construcción de la familia como la conocemos, es difícil. Por eso que estamos siempre sintiéndonos traicionados o traicioneros: nos traicionamos cuando somos monógamos y traicionamos cuando no lo somos. No tengo la receta. No tengo idea. Creo que cada uno sabe dónde le aprieta el zapato.

Creo que evolucionamos, cada vez sabemos más sobre nosotros mismos y nos interesamos más por nuestro ser consciente y, por lo tanto, estas construcciones como la familia —que tienen que ver con la propiedad y la producción—, podrían cambiar y podríamos aprender a amarnos de manera verdadera. ¿Qué es la monogamia? ¿A qué responde? ¿Estamos hablando de amor o de deberes sexuales?... Eso es lo que todos queremos: queremos que nos amen mejor y aprender a amar mejor, pero todavía somos un poco primitivos.

"¿Qué es la monogamia? ¿Estamos hablando de amor o de deberes sexuales?", se pregunta Patricia. Foto: Andres Perez

Envejecer es interesante, no es un deporte para cobardes. Me parece interesante, primero, es que hay que ir abandonando ciertas vanidades que tienen que ver con la belleza física. Otra cosa es tener menos dependencia sobre el sexo. El sexo es algo que te que te coarta; que es el deseo, querer se deseada, y desear, y confundir eso con amor. Cuando eres más viejo ya no confundes el amor con el deseo. Para mí, eso es algo bueno: te libera y estabiliza. Ir envejeciendo también es ir desencarnando y aprender a abandonar; sabemos que somos mortales, pero nos hacemos los hueones, y cada vez te puedes hacer menos el hueon.

¿Qué me gustaría ver realizado con mi familia? Ver cómo mi hijo sigue creciendo y creciendo. Me da curiosidad, me gustaría verlo, cómo nuestra relación cambia. Los hijos se transforman en muy buenos amigos. Pero peleamos harto.

Soy lo más vanidosa que hay. Soy vanidosa; si es no por la cosa física, que la tengo más suelta digamos (tampoco es verdad; ahora los chinos me pusieron maquillaje y me veía increíble, y yo estaba fascinada). Pero como siempre he sido bonita, o me han dicho que “eres bonita”, ya me creí bonita y fui de bonita por la vida haciéndome la bonita. Y ahora tengo que dejar eso po’, soltarlo. Ahora soy una señora vieja. Pero soy vanidosa igual por otras cosas: si algo me sale bien. Soy bien creída, bien prepotente también.

"Fui de bonita por la vida haciéndome la bonita", relata Patricia. Foto: Andres Perez

Tengo un cuerpo súper amoroso conmigo, que me acompaña. He tenido muy buena suerte con mi salud. Ahora tengo más aprehensiones, más cuidado, de escucharlo y entender que le está pasando; porque —me imagino— empiezan a haber cambios biológicos a los que tengo que atender. No tengo ninguna cosa todavía, pero sí estoy como alerta, porque veo en mi entorno y la gente de mi edad y mayor empiezan a tener cosas.

¿Hacer desnudos ?¿A quién le puede interesar verme desnuda hoy día? A mí no me interesa, JAJAJA.

Soy poco nostálgica. Me gustaría darme más tiempo para degustar lo que siento, o lo que siento pasó. Soy muy pa’delante. Me gustaría tener más capacidad de contemplación. Quizá me da miedo... ver en lo que me equivoqué... Pero tampoco me gusta la gente que está siempre hablando del pasado... ¡Encuentro que son una lata! Que andan contando sus récords del pasado, ¡una lata! Hay gente muy pegada.

Me gustaría ser parte de la revolución de las viejas. Voy estar en esa lucha, para allá voy llegando, ya cumplí 60, ya estoy ahí. Ya pasé a ser de la tercera edad... Voy a ver cómo lucho, jaja.

"Me gustaría darme más tiempo para degustar lo que siento", admite Patricia. Foto: Andres Perez

Mi madre está con Alzheimer. Es terrible verla así. Ves a la persona que empieza a dejar todas sus defensas y se vuelve más tierna y vulnerable, y en eso puedes ser madre de la madre. Lo vivo, está bien, la cuido y todo lo que pasa con alguien que está enfermo. Pero me parece anormal. No le encuentro nada bueno y encuentro horrible la forma en que tratamos con estas enfermedades, cómo hacemos que seres humanos que, si estuviéramos en una comunidad mamífera, estarían listos para irse, y cómo los mantenemos... Tengo un conflicto con eso. No lo puedo resolver, porque nada en esta sociedad ayuda para que se resuelva. O sea, si ya no puedes comer solo y no puedes caminar, ¿qué es lo que pasaría si fueras cualquier mamífero? Probablemente lo cuidarían un tiempo hasta que muriera. Pero nosotros tenemos la cuestión de mantener con vida. No tengo claro eso y no me gusta. Encuentro que estamos en un error. No me parece sano. Mucho de lo que hacemos en la medicina no me parece sano, en relación a mantener la vida a costa de cualquier cosa.

Sigo siendo amiga de Jorge González. Está muy bien, se ha recuperado mucho de su salud, gracias a su esfuerzo y a que la Jacqueline Fresard lo está entrenando. Está muy fuerte, mucho mejor física, psíquica y emocionalmente.

Lo que me costó de las redes sociales es su mercantilización. Las redes sociales siempre me han gustado; o sea, antes estaba mucho más en Twitter (hoy, X) y publicaba cosas con cierta contundencia. Pero esta cuestión un poco basura, shits, que hay en las redes, me costó un poco; pero para eso tengo a mi Pancho (periodista), que me ayuda, y me fui adaptando. Siento que Instagram era una red más “elegante”... Y todo tiende a lo rápido, efímero y en general vulgar. Antes me parecía interesante dar mi opinión, pero ahora no me da el tiempo para dedicarme y ser SERIA. Hago un uso sencillo.

"Antes me parecía interesante dar mi opinión, pero ahora no me da el tiempo", asegura Patricia sobre redes sociales. Foto: Andres Perez

Vivo en Chile, pero tengo una casa en Italia. Siento que este no es un buen lugar para los viejos. De partida no tengo jubilación. Tampoco hay espacio; los europeos en ese sentido tienen más consciencia de sus viejos... Pero qué sé yo, capaz que me muero más ratito, no tengo idea...

¿Si me da vuelta el tema económico? Es un tema espantoso. Rumiando. Con mis amigos artistas hay muy pocos que se sienten (o que están, porque lo económico es bastante concreto, no es como que “se sienta”) económicamente estables. Salvo algunos que habrán ganado mucha plata alguna vez, en algún momento, en la tele, y han invertido en cualquier cosa. Pero a la gran mayoría no les alcanza para vivir. Pero tampoco a los artistas, ni a mis amigos escritores, y todos tienen tres trabajos; y los que tienen cierta estabilidad es porque tienen familias que los ayudan o los han ayudado. No fui ahorrativa.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido actriz, me habría gustado ser científica, bióloga.

¿Un apodo? Mis hermanas me dicen “La Diva”... no sé desde cuándo, lo supe hace poco, jaja. Entre ellas se lo dicen.

Un sueño pendiente... Tengo tantos sueños pendientes... Creo que sería viajar durante un año, a India y Asía en general.

Una cábala, por ejemplo, antes de salir al escenario: hago algún rezo, me persigno tres veces; descubrí que también es un gesto de protección: cabeza, corazón y extremidades. Si alguien te tira mala onda, te rebota. Es como un amuleto. Creo que de ahí viene el persignarse. No soy católica.

"Tengo tantos sueños pendientes", asegura Patricia a sus 60 años. Foto: Andres Perez

Una frase favorita... tengo varias muletillas... el “mi amor” es una, le digo “mi amor” a todo el mundo. Uso muchos dichos antiguos como “no es culpa del chancho...” o “boca vuélvete botón”, o el “conchesumadre” lo uso bastante.

Una actriz chilena que admiro es la Antonia Zegers, jajaja.

Un trabajo mío que no se sabe es que fui vendedora de maletas cuando estaba en el colegio, en Saxoline.

Con mi primer sueldo me cambié de casa.

Algo de lo que me arrepiento es de no haber estudiado música. No tuve la oportunidad, pero uno se la hace.

Patricia, cercana a la distintas artes, se arrepiente de no haber estudiado música. Foto: Andres Perez

Una pasión escondida es bordar.

Un miedo es a la enfermedad.

No creo en el horóscopo, pero sí. Soy Leo.

Si pudiera tener un superpoder, me gustaría volar. Me encanta volar.

Un placer culpable es comprar ropa cara.

Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado: a Cleopatra, porque tengo un grupo que se llama “Cleopatras”, y es un personaje icónico, una mujer que tenía mucho poder y conocimiento. Frida Kahlo y Yoko Ono. Tres mujeres.

Patricia Rivadeneira es mi avatar.

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