La Firme con Rosa Ramírez: “Puedo morir de un ataque cardiaco, acuchillada, da lo mismo; pero dirán ‘murió la Negrita Ester’”

Entrevista a Rosa Ramírez, para La Firme, en el marco de nuevas funciones de la mítica Negra Ester. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Vive en Curacaví, pero la actriz sigue en el quehacer actoral, hoy detrás de escena con nuevas funciones de la mítica Negra Ester, en el Teatro Nescafé. Repasa su vida, obra, aborda el presente de Chile y hace balances, desde la política al sexo. “He sido asertiva en varias cosas y le ha cagado en varias otras”, declara.

—Mira, un colibrí —apunta Rosa Ramírez Ríos (71), sentada en el jardín de la colorida casona del Centro Cultural Gran Teatro Circo, cuando aparece un picaflor que, de pronto, queda suspendido en el aire con su desatado aleteo.

Luego, se esfuma detrás del muro que da a la ciudad.

Con una sonrisa, la actriz retoma el hilo de la entrevista con La Cuarta. En pleno barrio universitario de República, centro de Santiago, admite que la agobia el “bullicio” de la capital. Por eso vive fuera, en Curacaví, en una cabaña en un cerro con vista al estero Puangue, por el que ha vuelto a correr agua tras las lluvias de otoño. Allá, disfruta viendo el vuelo de las garzas y escuchar el croar de las ranitas.

Pero, así y todo, “echa de menos” el mar, el murmullo del oleaje, con el que se forjó un lazo estrecho durante su juventud en Tocopilla, donde la entretención era en la playa y en los cerros. Allí, donde el teatro casi no existía, conoció a Andrés Pérez, naciente dramaturgo que años después adaptaría las décimas de Roberto Parra para una obra chilena ícono: La Negra Ester… Rosa sería la protagonista que, si bien hace más de una década dejó de hacer a aquel querido personaje, sigue a cargo de su historia, ahora bajo el escenario. De hecho, desde el 12 al 15 de septiembre la puesta en escena se presenta en el Teatro Nescafé de las Artes, Providencia.

En conversación para La Firme, Rosa repasa su vida, obra y contingencias varias: sus inicios nortinos, marcados por una lucha contra la “sumisión”; primeros pasos en el arte; el honor, responsabilidad y costos de haber encarnado a la ‘Negrita’ Ester; convertirse en mamá en el 11 de septiembre de 1973; sus pasos por teleseries y distintas puestas teatrales; idas y vueltas con Andrés Pérez; su mirada de la “atrofiada” sexualidad chilena; su decepción con el gobierno del Presidente Boric; la autobiografía que escribe; la vida retirada de la ciudad; proyectos pendientes; y mucho más.

Su gato, gris, se echa en la mesa mientras ella habla. De pronto, levanta la cabeza ante unas tórtolas en la terraza, su instinto se activa y hace chasquear sus dientes, tentado.

—Anda, anda, anda a cazar pájaros —le dice ella, y comenta—: Mira, está desesperado...

Las aves vuelan y el felino retoma su reposo.

LA FIRME CON ROSA RAMÍREZ

¿Un recuerdo de mi niñez en Tocopilla? Caleta Boy es una playa artificial en la orilla (del mar) y se alimenta de las olas con la marea alta. Había muchos bañistas, niños y niñas, súper popular. A veces íbamos a bañarnos de noche; iban nuestras mamás, todas medias gorditas y no le gustaba lucirse de día. A veces esas aguas estaban cafés, porque con el oleaje habían entrado muchas jibias, que tiran una tinta café, y para nosotros, ¡oy!, era lo peor que podía pasar. Odiábamos a las jibias, jajaja.

Mi adolescencia en el Liceo de Tocopilla: tenía una hermana un año mayor, Verónica, que murió en Suecia, donde vivía por la persecución política. Era muy bonita, morena, y éramos muy buenas para conversar, hacernos de amigos y andábamos para todos lados juntas. Éramos “Las Ramírez”. Había gente a la que caíamos súper mal porque nos reíamos demasiado, jaja. Éramos bastante inteligentes, despiertas, (pero) no éramos el ejemplo para nada, realmente. Éramos ejemplo en la amistad, siempre fuimos muy cariñosas y respetuosas. Hasta hoy cultivo mucho la amistad, que para mí es de los valores más importantes. Éramos bastante apreciadas por eso. Después aprendí a coser a máquina, yendo de acompañante de una vecina costurera; y en un momento yo le hacía la ropa a mi hermana y a mí. Nos empezamos a vestir con terno y chaquetita, dos niñas de 14 y 13 años. Era llamativo, en el año de la pera, jaja.

El ruido de las olas contra las rocas, ¡eran como azotes! Vivía muy cerca del mar, nos acostábamos con mi hermana, con las camas una al lado de la otra, y de repente ella decía: “Rosita, se va a salir el mar”. ¡Sentía las olas fuerte, fuerte! Lo echo de menos. Echo mucho de menos el mar.

Rosa recuerda sus primeros pasos en la costa de Tocopilla, donde forjó una personalidad que se rebelaría. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Tuve un medio hermano, Mario, hijo de mi padre, mucho mayor, que ya murió. Era tartamudo. Me contaba historias y aventuras. Nunca me aburrí de su tartamudez. No era un tipo letrado, era un mariscador, trabajaba en la playa, nunca fue a la escuela. Me hablaba según lo que sentía. De repente le faltaban palabras y tenía que recurrir a metáforas, y era hermoso, decía: “Era lindo, así como cuando de repente miras las rocas, llenas de musgo, y ves que hay un erizo”; si él mariscaba eso, tenía plata para hacer otras cosas, entonces para él eso era muy importante... Somos todos tan distintos, ¡qué bueno que seamos distintos! Sino seríamos muy aburridos. Pero en lo diferente que somos, el respeto es súper importante. Debe aceptar que tienes tu manera de vivir y ver según tu criterio; como también te EXIJO que respetes las mías, que las consideres.

En nuestro pueblo no había televisión, cosa que agradezco. Nunca vi tele, de pequeña. Vi cuando llegué a Santiago a los 17: alguien estaba viendo una teleserie y no entendía por qué no terminaba, había que verla otro y otro día... Y me aburrí, no tengo ese hábito. No tener televisión es ingeniárselas todos los días para ver cómo lo pasaríamos bien; aprendimos a pasarlo bien siendo buenas amigas, siendo conversadoras, escuchando buena y mala música (éramos fanáticas de La Nueva Ola, que no era demasiado excelsa).

Nunca vi teatro de niña, porque a Tocopilla llegaba muy circunstancialmente y uno a veces ni se enteraba. Escuchábamos el radioteatro con mi madre. No éramos brillantes en notas; al contrario, soy la menos competitiva; cuando quiero aprender algo es por la necesidad de aprender, no para que me pongan una estrellita en la mano, un 7 en la carpeta o que me feliciten. Las cosas que hago es porque siento las ganas.

En mi casa nunca se habló de teatro. Cuando le dije a mi papá, carnicero, muy querido, que quería hacer teatro, me dijo que no. Mi mamá tampoco ejerció ninguna influencia y, de hecho, nunca vio teatro. Cuando fuimos con La Negra Estar a Tocopilla, mi madre ya había muerto; me quedé con las ganas, porque además se llamaba Ester también, tenía ganas de decirle: “¿Viste, vieja, lo que hiciste?”. Era una mujer cariñosa, súper extrovertida y buena vecina.

El descubrimiento de Rosa con el teatro fue bastante instintivo, prácticamente sin referentes iniciales. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Tengo una frase que aprendí haciendo teatro con Andrés (Pérez, que nació en Punta Arenas pero se mudó con su familia) en Tocopilla, que nos conocimos allá. Yo iba de asistente, no podía actuar porque la función era la hora que mi papá estaba en la casa y, como ya me había dicho que no, iba escondida: “La hipocresía es el mayor homenaje que el vicio rinde a la virtud”. Hasta hoy es una de mis máximas. Muchas hipocresía me incomoda. Cuando me dicen: “Ay, pero, Rosa, cuídate, vas y dices todo”. Yo diplomática no soy, menos mal nunca me han ofrecido ese cargo, porque creo que saben que sería un fracaso. Para mí, la diplomacia tiene harto que ver con la hipocresía.

En mi Tocopilla de los 60′, me fui dando cuenta —dentro de esta educación o “domesticación” que uno recibe de niña—, que “a los adultos no se les puede mirar a los ojos” y “no puedes hablar fuerte”. Me enseñaron tanto que los únicos que tienen razón son los adultos, que cuando uno, niñita, si habla algo, es muy despacito para que no metas la pata —Baja la voz hasta que apenas se escucha—. Uno se acostumbra. Llegué de Tocopilla a Santiago y no sabía conversar, me costaba. Por eso primero estudié Danza, mi primer contacto con la creatividad, porque no usaba la voz, sino el cuerpo; igual están tus emociones, lo que sientes reflejando en tu rostro.

Después del golpe militar me quedé sin lugar de pertenencia porque las tres compañías de danza en que yo bailaba se guardaron. Ahí alguien me propuso que estudiara Teatro. En mis primeras clases, para la dicción, nos ponían un lápiz atravesado (en la boca) para hablar. Ese fue un aprendizaje: usar la voz. He llegado a la conclusión —porque hago harta monitoría— que cuando el ser humano quiere manifestar algo lo único que necesita es tener el impulso de su emoción. Cuando una mamá reta a un niño, no hace precalentamiento para decirle “¡BÁJATE!”, ¡le sale del alma! Porque el cabro está haciendo maldades, a punto de caerse; y la vieja no sufre ni un desperfecto vocal. Cuando tienes miedo, naturalmente, quieres desaparecer, que nadie se dé cuenta. Cuando no tienes miedo, puedes decir lo que quieras y, a veces, uno mete la pata... Siempre pongo de ejemplo a mis presidentes: ¡Se han equivocado mis presidentes que tiene 60 asesores!, y no se va a equivocar uno que, con cuea, tiene a la pareja, al hijo o amigo para guiar.

Rosa había estudiado danza, pero el golpe de Estado de 1973 lo complicó todo. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Di la prueba y entré a la escuela de Teatro. Lo que más ayudó para que me fuera bien es que había visto poco teatro. Era 1975 o 1976, un muy mal periodo universitario, y cuando salimos, teníamos un grupo de mujeres, súper bueno. Éramos bien inquietas políticamente y se nos ocurrió hacer una tesis sobre el teatro callejero, y fuimos todas contentas a la comisión, que nos pidieron: “Sólo teoría, no vamos a andar perdiendo el tiempo en la calle”. Nos quejamos mucho. Nuestro grupo era muy amigo del de Andrés Pérez —y ya teníamos a nuestro hijo en común—, y se empezó a entusiasmar con el teatro callejero. Estaba montando una obra, se accidentó una de sus actrices y no pudo estrenar, y dijo: “¿Hagamos teatro callejero?”.

Andrés Pérez fue siempre muy visionario, tenía la misma experiencia que nosotros, pero tenía una mirada creativa, y era un ser extraordinario. Nos guió, no podíamos actuar más de 20 minutos, en plena dictadura, llegaban los pacos y estuvimos presos un par de veces. Para sobresalir y que nuestros gestos se vieran en la tercera fila de gente que se agrupaba, si queríamos expresar algo con la mano, poníamos una mano grande, o usábamos máscaras de cartón, y después practicamos con zancos, o me encaramaba arriba de mis compañeros. Hicimos teatro callejero hasta que Andrés fue invitado a Francia, a través de la cónsul Claire Duhamel, y cuando volvió después cinco años, sintió la necesidad de hacer una obra acá, nos encontramos e hicimos La Negra Ester. Nos dimos cuenta de que todo lo que habíamos tratado de encaminar, estaba ahí, y era factible, hermoso, conmovedor y la manera que me sigue interesando hacer teatro: belleza, crítico, con sentido estético y que el contenido no sea una tontera. Para mí, el teatro también es transmitir contenido, verdades, dudas, obras que a veces no tienen respuesta.

Es un lindo personaje la “Negra” Ester. Para mí, hasta hoy, es una tremenda responsabilidad. También es un peso: he dejado de hacer cosas porque dicen “no, es la ‘Negra’ Ester”, creen que uno no sabe hacer más. No sólo el personaje, la obra me parece atractiva, hablar de personajes populares dentro del concepto de la nobleza y la belleza me gusta. Cuidan tanto a ciertos sectores, hay una justicia tan doble, tan inmoral. Entonces, darme el placer, de hablar de una prostituta, con ese amor, profundidad y conocimiento, me llena de orgullo.

"Hablar de personajes populares dentro del concepto de la nobleza y la belleza me gusta", declara Rosa sobre La Negra Ester. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Mi frase favorita de la ‘Negra’ Ester es: “Yo en mi vida no tengo pretensiones”. Lo único que tengo es ganas de hacer muchas cosas que ayuden y, de hecho, cuando hablo de esta niña que hablaba despacito, que miraba al suelo, que no se rebelaba mucho frente a nada y solamente tenía pataletas, también pienso en mi mamá, como muchas mamás, súper tímida y sometida al marido o a lo que le dijera el vecino. Ahí decidí: “Quiero hacer teatro para que podamos despertar opiniones en las personas”. No quiero que alguien me diga “qué linda la obra”, sino que después me diga “me gustó mucho tal personaje, le creí todo”, y que la persona desarrollé sus opiniones, que no tienen que ser las que pienso; pero esa señora o caballero mañana, como tiene opiniones, dirá: “Voto por este u otro, porque me convencen sus opiniones”.

Quiero vivir en un país opinante, no porque no estemos de acuerdo con los que hoy mandan no podemos tener iniciativa; esa rebeldía está presente en un montón de personas, hay que escucharla. No estamos en los años 60 cuando ya era una niñita; estamos los 2024, en que ya estoy media mayorcita, ha crecido mucha gente y han habido momentos importantes en mi país que nos han señalado que queremos cambios. Hay que estar atento y ser generosos. El país lo construimos entre todos, no entre cuatro gatos que están en La Moneda y afuera de La Moneda tratando de entrar.

Mi hija, Micaela, lleva diez haciendo a la “Negra” Ester; y mi hijo, Andrés, es el director. Tiene sus pros y contras, para nosotros y el externo, que siempre dice “es que es la hija y el hijo”; para mí, son profesionales con los que me gusta trabajar. Renuncié a la presidencia de la directiva del Centro Cultural Gran Circo Teatro porque, según las normas actuales, no puedes tener parentesco y no sé qué... Pasé a ser una compañera más del equipo, porque creo que (Micaela y Andrés) tienen un currículum, una están en los lugares que están porque hay un conocimiento detrás, una sensibilidad y eso lo respeto. También he trabajado con gente que me cae más o menos, pero no estoy por simpatías personales: estoy porque hay un entendimiento, una reciprocidad y un conocimiento que compartimos. Qué bueno o malo que sean hijos, hijas, primos, tíos... no están por el parentesco. No jugamos con esas reglas.

Rosa trabaja codo a codo con sus dos hijos, Andrés y Micaela, en el montaje de La Negra Ester. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Tener una cría no es fácil. Andrés (hijo), nació el 11 de septiembre de 1973… ¡Se fueron todos los médicos! Estaba en el Hospital San Borja, en la Alameda. El 10 llegué como a las 12 de la noche con el Andrés Pérez (padre), me revisaron y me dijeron: “Esta guagüita es para mañana en la mañana, te tienes que dilatar; pero quédate”; estábamos con huelga de transporte. Me empecé a dilatar y lo que más me dolía eran las caderas, cuando los huesitos se empiezan a acomodar para que la criatura bajara. En eso, como las 6:30 o 7:00, se escuchaba harta caminata, y de repente entran y me dicen: “Rosita, hay problemas, la Armada se levantó en Valparaíso; pero tranquila, esto se controlará”. Como a las 8 AM, empezaron a irse todos, los de izquierda y los de derecha. Nos quedamos con puros estudiantes de Medicina, y los cabros no sabían qué hacer; además se llenó con señoras de partos prematuros, con pérdidas y síntomas de aborto. Y yo no me dilataba de puro nervio... Andrés nació a las 11:45 y creo que parte del edificio lo eché abajo yo... ¡GUUUAAAA! Qué manera de estar histérica. Y nació el cabro chico, que era un niñito sano, de 3,5 kilos, bien decente... ¡Pero me dolió todo! Por eso me demoré tanto en tener otra guagua, para olvidarme de lo mal que lo había pasado.

Antes me complicaba celebrar el cumpleaños de Andrés (hijo, por la fecha). Ahora celebramos con tuti. Tampoco es con indolencia; todavía me siento súper comprometida y en deuda con la memoria de este país. Vamos a estar, quizá, superando esa situación en la medida que haya paz, justicia y verdad; mientras no exista eso, es súper difícil. No tengo ningún pariente detenido desaparecido, sólo mi hermana que se tuvo que ir y murió afuera. Pero en mi país pasaron cosas dolorosas para el sentir humano de cualquiera; no me puedo hacer la gringa y dedicarme a andar todo el día con un globo inflado... Pero mi hijo, Andrés Ernesto, está de cumpleaños, no por el Che Guevara, mi papá se llamaba Ernesto.

Con Andrés (Pérez) estuvimos muy poco tiempo viviendo como pareja. La gente es romántica, le gusta decir casi que éramos el amor perfecto. No, estábamos separados. Nuestro cariño fue mutando: fuimos muy amigos de cabros chicos; después, pololos; novios; nos casamos; nació una guagua; nos separamos; intentamos, pero no pasó nada; nos separamos definitivamente; y después empezamos a trabajar juntos en los orígenes de esta compañía, y tampoco es que fuéramos yuntas. A veces el Pérez me llamaba a las 2 o 3 AM para contarme cualquier tontera. Cuando estaba en Francia y se sentía muy solo, me llamaba a las horas más insólitas, y al teléfono de una vecina, o sea, la vieja me odiaba. Hubo períodos en que tampoco estábamos tan cerca. A veces uno se apega harto a una persona; después, ya no tanto.... Pero soy la viuda, efectivamente soy la viuda de Andrés Pérez.

Rosa no estuvo mucho tiempo casada con Andrés Pérez, pero su relación siempre estuvo mutando. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

No me interesa ningún éxito. No estoy en esa dinámica, concibo la vida de otra manera. Seré feliz cuando este modelo neoliberal se derrumbe completamente. No sé qué vendrá, confío en la inteligencia del ser humano. Este modelo neoliberal, que nos tiene compitiendo a todo nivel, siendo súper egoístas, porque si te tengo que pegar un codazo para yo salir adelante, lo tengo que hacer; las mezquindades y las codicias son tan fuertes. Si no hubiera estado la codicia de la señora Durán (Luisa, esposa de Ricardo Lagos), Andrés Pérez estaría vivo, por ejemplo (La Primera Dama ordenó el desalojo del director —quien había apoyado la candidatura de Lagos— del centro cultural Matucana 100, bajo el mandato de la Primera Dama; esa última batalla, repercutió severamente en el Sida que terminaría por quitarle la vida en enero del 2002). Es un modelo demasiado dañino para la humanidad. Tenemos Palestina, con los gringos defendiendo y pasando por alto tantas muertes. No corresponde.

Estuve en teleseries como Amándote, Fuera de Control y Piel Canela (en Marró Glacé no, que aparece en Wikipedia). Uno no decide si quiere estar en las teleseries o no, te llaman; y hoy, que uno es vieja, y además soy hocicona, menos po’. Considero que las teleseries son: pudiéndose hacer cosas bonitas, ¿para qué hacer tonteras? ¿Por qué hacer los famosos realities? ¡Qué manera de desperfilar al ser humano! ¡Qué manera de hacernos perder tiempo! ¡Y todo el mundo lo ve! Todo el mundo embebido, porque te despierta tantas necesidades que no sirven. Hay tantas maneras de domesticarnos. Hay que estar atentos, ¡no nos dejemos domesticar! ¿Para qué?

Han habido buenas teleseries. En Machos (Canal 13) hice a una muchacha prostituta de “La Casa Granate”. Pero la que me encantó fue Fuera de control, en que yo hacía a “La Cholita”, y hay gente que hasta hoy me dice “Hola, Cholita”. Era una empleada de la casa de una de las protagonistas. La gente, que en ese tiempo mandaba cartas (al canal de afecto al personaje), entonces “La Cholita” empezó a tener texto, a hablar y tuvo hasta novio, jajaja. Al principio era la que limpiaba y decía “ya, señora” y “sí, señora”, la típica empleada. Me pasó en varias teleseries, que partía con personajes chiquititos, y la gente mandaba cartas, y mis personajes crecían. Era bonito.

Rosa recuerda su paso por teleseries, particularmente el que tuvo por Fuera de Control (Canal 13). MARIO TELLEZ / LA CUARTA

La gente me reconoce todo el rato en la calle. Fui a la Feria del Libro de Recoleta el sábado. Andaba con sombrerito porque hacía calor y, gente que en mi vida he visto, me saludaban y decían: “¡Rosita!”. Lo siento tan intenso. ¿Por qué me tienen que conocer? Estoy súper cambiada, más gordita, canosa y vieja; y que la gente todavía me reconozca y me aplaudan, es infinito; son los regalos que me dejó Andrés, que me ha dado el teatro y tanto trabajo para hacer del teatro algo importante en mi país. Voy harto a comunas a hacer talleres, a conversar sobre todo con mujeres: quiero vivir en un país donde las mujeres tengan opiniones; tienen a su cargo la crianza, entonces con lo que ellas puedan conversar entre todas, les va cayendo la teja. Es bonito cuando le gente te habla con cariño de tu pega, de lo que has compartido con ellos.

Me acuerdo de una anécdota: Vivía en Ñuñoa, y había ido a un supermercado, que en ese tiempo traía como cuatro bolsas plásticas cargadas en cada mano. Tomé un taxi para que me llevara hasta mi departamento. Le dije al taxista a dónde iba y me contestó: “¡Ah, usted viene al barrio de las estrellas!”, y me nombró a un actor que vivía por ahí. “Y además está ‘La Negrita Estar’”, me dijo. “Sí po”, le contesté, “soy yo”. Se dio vuelta y me dijo: “¡Saaaaaale!”, jajaja. Y cuando llegué con todas las bolsas arriba, le conté a mi familia y nos reíamos mucho. El caballero nunca me creyó. Quizá cuantas veces la gente dice: “Se parece a la actriz de La Negra Ester” y “no, está muy vieja”.

Siento que con La Negra Ester fui súper afortunada. Me puedo morir hoy de un ataque cardiaco, acuchillada, da lo mismo; pero acá, quedé como la ‘Negrita’ Ester, van a decir: “Murió la ‘Negrita’ Ester”. Después de nueve meses viudo, cuando mi padre se suicidó en Tocopilla en 1990, yo iba en el bus, me bajé en Antofagasta y el diario La Estrella del Norte decía: “Se ahorcó el papá de la ‘Negra’ Ester”. Fui a alegar a ese diario: “¡No es el papá de la ‘Negra’ Ester, hueón! Un poquito de cariño, de respeto”... Daba lo mismo. Ha sido bonito, pero también ha sido una carga, sé porque lo digo. Hacer La Negra Ester no fue solamente abanicarme, también fue mamarme cosas bien pesadas, feas, feas... Pero creo que soy una mujer relativamente optimista, a pesar de todo. Ahora estoy en un estado de mantenerme quieta, y ver qué pasa.

"No me interesa ningún éxito", declara Rosa. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

El otro día le decía a mi hijo: “Menos mal que hice La Negra Ester, sino habría pasado sin pena ni gloria por este mundo”, jajaja. ¡Todo el mundo me habla sólo de La Negra Ester! Bueno, debo reconocer: fue la cosa más masiva de lo que he hecho. La obra de La casa vacía, que nos dirigió Raúl Osorio, para mí es tremendo trabajo... pero creo que ni Raúl se acuerda de la obra, jajaja. Nemesio Pelao tremendo trabajo, igual que el Popol Vuh; pero soy la “Negra” Ester, que no la actúo hace once años... El escenario me sacó cagando... Y me siguen llamando y diciendo “Negrita” Ester. Es parte de la historia, a veces me tuesta y es como “¡qué lata!”. Prefiero que me reconozcan por ser “La Negra Ester” y no a la Lucía Hiriart de Pinochet, de todas maneras, jajaja. Una mina que entregó belleza. La mitad de este país se enamoró de ese personaje, ¡no te de mí!, del personaje, que es lindo. Además, es la mujer ideal para cualquier hueón: súper aguerrida.

Cuando armamos esta compañía con Andrés (Pérez), el único sueño nuestro era compartir belleza con la gente a través de nuestro quehacer. No teníamos ningún otro decálogo. Todas las obras que hicimos: La Negrita Ester; después Época 70: Allende, que nos fue como el hoyo, perdimos todo lo ganado, no fue a vernos nadie salvo los allendistas; después La consagración de la pobreza; Popol Vuh y los Shakespeare, y hasta el día de hoy, Por qué y Despertar de una mujer: nuestro impulso siempre ha sido compartir nuestra punto de vista, cosas importantes pasan, pero siempre con belleza.

En nuestra última obra, Las vacas, mis ojos detrás de la ventana, son viejas, que no se conocen entre sí, y que vivimos en un pueblo en que hay mucha violencia de género; les basta pegarse una pura mirada para darse cuenta de que pueden hacer algo y deciden acabar con el patriarcado; pero en la misma obra sabemos que ellas terminan con el patriarcado, pero enjuiciadas y castigadas, porque en este país no se permite eso... ¿Cuántas mujeres están presas porque se supieron defender y mataron al hueón? ¿Y cuántos señores andan por la calle libres y tienen más de una vieja enterrada por ahí? Esas cosas queremos compartir: basta de abusos, de todos lados. No me considero una mujer que esté en la vanguardia, siempre he defendido la libertad de los seres humanos.

Despertar de una mujer es bien parecida a mi historia: la vida de un hija de obrero, que le pasan todas las cosas a una niña del mundo proletario de este país, y al final invita a la gente a hacerse cargo de su presente, que no les van a solucionar nada. Uno tiene que organizarse. El matriarcado la lleva.

"¡Todo el mundo me habla sólo de La Negra Ester!", comenta Rosa sobre la emblemática obra que protagonizó. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Cuando chica era muy rebelde. Me he dado cuenta de grande, producto de las cosas que viví, que no soporto la hipocresía ni la obediencia; a veces la obediencia se transforma en sumisión, que me desagrada profundamente, la sumisión contra todo. Mi país siento que es terriblemente sumiso. Si fuésemos menos sumisos, no estaríamos tan llenos de leyes que nadie cumple, porque no es que no las cumplamos de rebeldes: no las cumplimos porque son tan ajenas.

La Ley Zamudio, surge a propósito del maltrato que recibe inicialmente Daniel Zamudio por ser un chico diferente, por pertenecer a la diversidad sexual, y es golpeado por un grupo de enfermos que lo tratan de tal manera que finalmente muere. Ante este suceso inventan la ley Zamudio, pero el maltrato a la gente disidente en este país es pan de cada día... ¿De qué nos sirve? ¿De qué nos sirve la Ley Cholito? ¿La Ley Antonia? De esas me acuerdo... ¡Estamos llenos de leyes! ¿Las leyes contra el maltrato hacia la mujer de que nos sirven si no nos educamos? No nos educan, no está la preocupación de prevenir lo que queremos prevenir; siempre está el castigo, vivimos en un país sumamente castigador. Y el castigo lo único que provoca es rebeldía, mi rebeldía de niñita que sigue hasta hoy.

Agachar el moño, tener tanto miedo, se gatilló mucho más fuerte durante la dictadura militar, está súper instalado hasta hoy. Como se sabe que somos miedosos, nos meten miedo con la delincuencia, que sí, existe, como ha existido muchas veces; pero hoy día es tanto el miedo que “ojalá no salgas de noche”, “no cruces si hay un grupo de gente”... Todo es miedo... Y además se confirma muchas veces por los sucesos que pasan. Me acabo de enterar de que ayer, durante la marcha del 11 de septiembre (durante una romería en el Cementerio General), un hombre acuchilló a tres personas, una de las cuales está muerta. ¿Crees que el próximo año la gente no va a tener miedo de salir porque un loco que te pueda acuchillar? El miedo nos anula e inmoviliza bastante.

"Como se sabe que somos miedosos, nos meten miedo con la delincuencia", declara Rosa MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Las Fiestas Patrias no me provocan casi nada... Primero, no sé de qué Independencia hablamos... No me gustan las fábricas de curaitos, debe ser porque mi papá fue un tipo bien borrachín, entonces lo pasábamos mal gracias a eso; tengo ciertos traumas con la cuestión. No me gustan ver a los hombres, menos a las mujeres —que puede sonar machista, pero es así—, borrachos. No es lo mismo que verlos contentos, tomarse un buen copete, pasarla bien y cagarse de la risa. Pero muchas veces son fiestas que se prestan para tomar, tomar y tomar, porque “hay tantas cosas que me hacen desgraciado en este mundo que prefiero olvidarlas”. No quiero que se nos olvide nada, jaja, quiero que nos acordemos de lo que estamos viviendo y que busquemos maneras más sanadoras de resolverlas. Y durante la época de la “Negrita” bailé tanta cueca que ni siquiera me hace falta bailarme un pie de cueca, ¡ni siquiera! Tengo re poca onda con las Fiestas Patrias.

En Curacaví soy otra persona, jajaja. Vivo en una cabañita, en un cerro, y tengo dos perros, bien juguetones; me cansan un poco los perros porque ya estoy vieja. No está el ruido, el bullicio de Santiago, que me distrae mucho. Nunca he sido una mujer competitiva, no tengo que andar compitiendo con nadie, teniendo la casa mejor pintada, la comida más rica o el vestido más elegante. Mi vida es súper piola. Es bien sometido Curacaví, pero hay gente bien linda, sin las ambiciones ni arribismo de la capital. Me gusta porque después de las lluvias, cerca de mi casa, pasa el estero Puangue, y hasta hoy está bonito. Tener ese estero, ponerme a mirar, y sentir ese ruidito, y que de repente vuele una garza que tiene su nidito, y escuchar una ranita, y digo: “Puta qué lindo regalo”. Ahí estaré hasta no sé cuándo... Como echo de menos el mar, me gusta escuchar el sonido del estero, que pasa suavecito.

Hace un año y medio que estoy en un grupo de las bordadoras del Puangue, catorce mujeres bajo el talento de la profe, y estoy aprendiendo a bordar y ser parte de un grupo, una del choclón, lo que es un agrado, sentirme una más entre esas viejas. A veces estoy bordando como el hoyo y tengo que desarmar todo porque me quedó feo o no tiene la suficiente creatividad.

Rosa cuenta cómo es su retira vida en Curacaví, aunque no deja de trabajar. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Veía tele y la boté, ¡porque realmente la botamos con mi hijo! Fue antes de la pandemia. En Curacaví teníamos un (cable) satelital, y nos sacaron los canales de películas, y terminé viendo el Mega, una teleserie cualquiera, que alcancé a ver los primeros capítulos de los mil de Verdades ocultas, jaja, bien larga... Hace como seis años que botamos la tele y que no hemos visto. Hay un programa de la Su Opazo (comediante y socióloga) que sigo harto, que a ella le molesta que la gente diga que “no veo tele”, dice que una postura. En mi caso no es una postura: es una necesidad. Me gusta mucho ver buenos programas políticos. Pero no echo nada de menos la televisión, porque no es parte de mi crianza, puedo buscar otras entretenciones y, además, nuestra pega nos exige harto.

No estoy emparejada, y no sé si tengo ganas de tener una pareja, sinceramente; quizá un extranjero, no quiero decir nada contra los chilenos, ¡pero Dios mío!, jaja... Hay tantas maneras de vivir el amor. Creo que debe ser rico estar con un compañero al lado, en la camita, acostado, tocándole el hombro y contándole todo lo pasó, los sueños y cosas que van saliendo en el momento; no es necesario todo el rato estar echándose un polvo. No. Hay muchas maneras de tener este acompañamiento de dos seres que se aman, incluso siendo de la diversidad. Eso es difícil hoy, como que todo empieza y termina en el coito, y sería... Fome po’, jaja, pa’ eso me compro un juguete, jajajaja. Es importante el amor y la sexualidad, en todo su aspecto, no concentrarlo sólo en ese momento, que además son instantes.

La gente me tiene mucho cariño. El otro día me hicieron un reconocimiento en la Cámara de Diputadas y Diputados; se fue toda la derecha por supuesto, salvo un caballero de Renovación Nacional que leyó un discurso muy cariñoso y dirigido a mí. Recuerdo que en el 2008 fuimos un grupo de la compañía (al Congreso) porque se iba a discutir si se aceptaba el 11 de mayo como Día Nacional del Teatro, algo por lo que nosotros luchamos y me saqué la ñoña cinco años, peleando con medio mundo, para decir por qué yo sentía que era importante el Día Nacional del Teatro, y lo ganamos en el Parlamento. Que reciba uno de estos reconocimientos, directos o indirectamente de la gente como yo, trabajadoras y trabajadores, que somos del montón, me parece bonito.

"Cuando el ego se empieza a poner con una mirada narcisa respecto a uno misma, es peligroso", declara Rosa. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Todos tenemos ego, por suerte. Cuando hablamos de ego, tiene que ver con nuestro mundo interior también. Una vez hice un trabajo con Raúl Osorio, una obra, La casa vacía, que tenía que ver con la casa de tortura Venda Sexy. Me tocó hacer a una mujer torturada, jubilada, cuando yo ya estaba cerca de los 50. En un momento ella empezaba a hablar de la tortura y me puse a pensar qué me habría pasado si hubiera caído en manos de estos señores. Siempre pienso que cuando uno está en momentos terribles, en el caso mío, me evado, como que voy a otro lado. En general, el ego te ayuda a estar atenta con lo que pasa. Cuando el ego se empieza a poner con una mirada narcisa respecto a uno misma, es peligroso. El ego estará siempre.

Tengo 71 años y hay días en que me levanto y soy como 92, me duele todo y ando apoyándome de todo lo que tengo a mano, y me levanto, porque soy trabajadora. Y hay veces en que me levanto, echo para atrás la frazada, salto y me veo como de 40. Ya no depende de mí. Tengo que aceptar que la vida pasa y que, afortunadamente, creo que que he sido asertiva en varias cosas y la he cagado en varias otras, pero nunca ha habido una mala intención. No soy una mujer maldadosa, puedo darme cuenta cuando meto la pata, y cuando le meto solita soy capaz de pedir disculpas; y cuando la pata la metemos entre dos, como en una relación de pareja, es una disculpa mutua. Creo que el ego es algo que nos bienacompaña en la medida que uno sabe que está para complementar este cuerpo, esta energía espirituales y anímicas; no debe estar por sobre el resto.

Si yo creyera que soy la única mina que se sabe todo, creo que estaría re mal. Y no tengo pretensiones. Cuando me dicen: “tú eres la mejor actriz”... ¡No! No hay ninguna mejor actriz, somos un grupo de mujeres; hay unas que nos destacamos más que otras. Yo hago muy bien mi pega, lo tengo claro; pero no soy la única buena actriz en este país, ¡por favor! Sería súper tonto. Habemos muy buenas actrices de este país. Estoy en un curso de escribir biografías con Marco Antonio de la Parra, en que soy casi la más chica; está la Luz Jiménez, Gloria Canales y Romana Satt, ¡tremendas actrices!, buenas trabajadoras y compañeras. Y los varones lo mismo. El otro día le decía a las compañeras de la Cámara de Diputadas y Diputados que esto no sea sólo con “la Rosita”; ojalá todos los meses tengan una actriz, una señora que hace moda u otra viejita que vende carne. Todas y todos somos trabajadores que merecemos reconocimiento. Ese ego el que hay que cuidar, nos ayuda a hacer personas, y ahí uno decide si quiere ser buena o mala persona, creerse más de la cuenta o no.

"Hago muy bien mi pega, lo tengo claro; pero no soy la única buena actriz en este país", declara Rosa. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Estoy empezando a escribir mi biografía súper secreta, jaja. Es re lindo. Todo lo que estoy escribiendo no tiene nada que ver con mi con lo que ustedes (los periodistas) siempre salen preguntando; tiene que ver con mi con mi mundo interior de esta niña de la cual hablo, que nació en Tocopilla en el 1953, en pueblo súper abandonado, ¡que nunca ha sido importante para el poder político central! Para los gringos fue importante porque nos explotaron, les éramos útiles... Por eso amo tanto la libertad, porque éramos un pueblo donde podíamos hacer lo que queríamos porque no le importaba nadie; o sea, si ahorcaron una cabra chica… “Puta, qué pena”.... Otra era la mejor nadadora del mundo… “Ah, ya, qué bueno”. Cero importancia para nuestro país, por lo tanto, no teníamos a nadie encima, ni a los pacos, que era como nosotros, como mi papá que era carnicero y mi tío que cuidaba el campamento en la noche, Villa Covadonga.

Esa niñita no tiene nada que ver con ese Chile actual, que es horroroso; no sólo para mí que ya soy una vieja, sino para los niños. Cuando los niños me preguntaban: “¿Qué hacías cuando tenías cinco años?”, respondo: “¡Salía!”. La puerta de mi casa estaba abierta, teníamos cerros y los subíamos y bajamos llenos de costras porque nos caíamos, tropezábamos y jugábamos, a la escondida, a la pelota, con unos zapatos plásticos... y nadie nos decía nada. Y cuando teníamos mucho calor, pasamos corriendo la casa, nos poníamos traje de baño para ir a Caleta Boy. Es un Chile súper distinto.

Todavía vivo en este país, todavía tengo cosas que hacer, y tampoco quiero caer en el negativismo. Me encanta que hoy se puede hablar de la diversidad sexual de manera tan franca, e invito a que la gente lo converse, que hable de sexualidad en mi país; es importante. Este país está completamente castrado sexualmente, atrofiado. Hay grupos de gente que le ponen todo el perenquenque (empeño) del mundo para que esto vaya cambiando, pero siento que todavía es un trauma, incluso dentro de las mismas disidencias a veces, que nos critican más de la cuenta. Yo no soy LGBTI, ¿y qué?, ¿me tengo que sentir peor o mejor? Nada po’. Soy parte de una sociedad en que habemos hombres, mujeres y disidencias sexuales, donde todos tenemos que respetarnos, reunirnos lo que tenemos un pensamiento parecido, porque tampoco vamos a ser todos amigos de toda la vida.

"Este país está completamente castrado sexualmente", declara Rosa. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Creo es un país que tiene harta tranca sexual, incluso dentro de lo heteronormados que somos, también está esa sexualidad super atrofiada, en la cama, no está resuelto. A veces te vas a la cama y ni siquiera sabes qué hacer, cómo saber, sólo que hay un esquema más menos, y chao... ¿Cuándo están las ganas? ¿El enamorarte? ¿El hacerme la bonita? ¿Jugar contigo? Para toda esa cosa erótica no sé si no hay tiempo o no hay ganas. Y cuando llega a haberlo, es maravilloso. Y después se hace rutina, ¡y es un cacho! ¡Una lata! Jajaja. Esa sexualidad, en qu debemos tener tiempo, porque llegamos todos cansados y corriendo, todas esas hueás van en contra de una sexualidad... ¡Y esas hueás no se hablan! ¿Por qué no?

Muchas veces me han ofrecido postular a cargos políticos. Ahora que ya estoy anciana, hasta lo he pensado... ¿Por qué nunca acepté? ¿Y por qué hasta el día de hoy es una duda? Siento que el llegar al poder tiene muchas trampas y, en un modelo neoliberal como el nuestro, tiene más trampas todavía. Lo veo en nuestro propio Presidente de hoy (Gabriel Boric), por el que voté... ¡Por qué cambia tanto la gente! Este es un sistema que te va a atrapar siempre, nunca te permitirá que hagas lo que quieras. El otro día, en la Cámara de Diputados, me encontré con Anita María Gazmuri, una actriz re linda y mucho más joven que yo, nos dimos un tremendo abrazo y me hizo un comentario así como: “Estoy triste, porque no he podido hacer todo lo que quería hacer acá”. Y le creo. Como yo sola no puedo hacer nada, siempre me negué. Me lo han ofrecido varias veces y he dicho “no”, primero, porque no haré las cosas sola, tengo que armar un grupo con el que trabajar, porque todo se basa en la confianza y un sueño en común.

Me cuesta harto aceptar que el gobierno de Gabriel Boric es una decepción más en mi vida... me cuesta. Ni sé mucho lo que ha hecho, pero me doy el trabajo de buscar cosas... ¡¿Cómo se permiten todavía tener el mismo General (Ricardo Yáñez) de los pacos en el mismo cargo?! ¡¿Cómo se permite tener un aeropuerto que se llama Carlos Ibáñez del Campo (de Punta Arenas) cuando todos sabemos quién es Carlos Ibáñez del Campo?! ¿Cómo se llama la Escuela de Carabineros (Carlos Ibáñez del Campo)? Después de haber matado a tanta gente, homosexuales y comunistas, si lo permite este Presidente, que supuestamente es “progre”, ¿qué puedo esperar del resto? Nací bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y, ante esa desmemoria e ignorancia, digo: “No, no”. No estoy contenta con el Presidente que tenemos hoy, y me da vergüenza decirlo, porque tenía ganas de que esta vez sí resultara; teníamos a la derecha fuerte a un paso, que en dos años más llegará (al poder). Es súper triste, porque es gente talentosa, moderna; pero la modernidad no tiene que ver con tranzar y ser desleal. Acá el poder político siempre ha estado amarrado con el económico, y pensé que este joven, este “Presidente” como yo le decía, se la iba a jugar por el pueblo, que estaba confiando en él... y no... Tranza mucho. No me gusta que se descoloren tanto, no es necesario.

Rosa admite que le ha costado asumir su "decepción" con el gobierno del Presidente Boric. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

Tengo dos nietos, Emir y Libertad. Pensé que nunca sería abuela, ni por el lado de mi hijo ni mi hija; pero llegaron estos dos niños, muy deseados. Fui abuela bien mayor, a los 60, y es muy lindo, porque es tener dos cabros chicos cerca, tan distintas a uno y tan llenos de vida, de preguntas y de paradas de carro. No creo en los “niñitos de cristal”; creo que los papás son los “de cristal”, jajaja, porque los cabros hacen lo que quieren. Se puede conversar con los niños, me sorprende la inteligencia del ser humano. Basta que cualquier niño tenga unos papás atentos, y ya empezamos a hacer pequeños cambios, y se nota harto.

Tengo una jubilación de 200 mil pesos, por la PGU (Pensión Garantizada Universal), y creo que voy a tener derecho a bonificación, me estoy preparando para ir a comprar unas empanadas, jajaja... Quisiera poder estar en mi casa, porque el Teatro me desgasta, y yo también desgasto. Quiero estar, no sé si en Curacaví completamente, porque echo mucho de menos el mar; pero me gustaría estar tranquila en un lugar, mirando, la vida, pensando cómo fue mi pasada por este mundo. No vine de pasada a esta vida, vine a compartir belleza, pero para eso también tengo que aprender y observar mucho qué está pasando. Curacaví me lo permite, nadie anda corriendo; en Santiago todo es apurado, todo es estrés, con la fila de universitarios que viven todo el día comiendo completos, ¡y está todo tan caro!

Me gustaría estar conmigo misma, necesito estar conmigo. Como todo el mundo, soy una mujer que tiene un pasado, y seguir dándole vuelta, para darse una bonita entrega cuando uno se vaya de este mundo. Ojala irse dejando algo lindo.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido actriz... Creo que inevitable habría hecho teatro. Cuando en un momento estaba con muchos problemas y decidí irme a vivir a Suecia, donde mi hermana que murió, me habría ido a trabajar de obrera allá... pero no me cabe duda que habría terminado armando un tallercito de teatro, con tres o cuatro viejas. Para mí, el trabajo de la creatividad y del compartir es súper importante. Pude haber sido una trabajadora en lo que fuera, pero habría derivado, sin ninguna duda, en algo que tenga que ver con compartir compartir conocimiento, trancas, traumas, penas y alegría. Habría sido abogada, profesora, asistencia social, submarino, cualquier huéa, todo me gusta.

No tengo ningún apodo en especial.

Un sueño pendiente es ser feliz.

No tengo cábalas.

Una frase favorita es: “La hipocresía es el mayor homenaje que el vicio rinde a la virtud”.

Un trabajo mío que no se sepa... Trabajé en un montón de cosas: una vez trabajé lavando ropa a una pareja de homosexuales, ¡los hueones insoportables! Me tenían arrodillada en el suelo lavándole sus hueás, y no tenían ni tina. Soy obrera. Trabajé en el PEM (Programa de Empleo Mínimo) y en POJH (Programa de Ocupación para Jefes de Hogar), en todas las hueás que inventó Pinochet.

"Un sueño pendiente es ser feliz", confiesa Rosa. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

¿En qué gasté mi primer sueldo? De jovencita, en algún momento, me dieron una pega que era lavarle los uniformes al equipo de fútbol de la pulpería donde trabajaba mi papá. Me acuerdo las medias verdes de lana, ¡eran más hediondas! ¡Más calor que la cresta! Mi papá me pagó. Yo no tenía permiso para pololear, mi papá era re pesado, jajaja. Y le fui a comprar una chomba celeste al Andrés, que no era muy cara. Se la envolví y regalé para su cumpleaños. ¡Estaba tan contento! Y se la puso... Pasó su hermano fumando y se lo quemó sin querer, ¡y le quedó un hoyo! Jajaja. Andrés, moreno, se veía guapetón. Pololeábamos escondidas, hacía todo en mi casa a escondidas.

Una pasión escondida siempre ha sido trabajar con mis manos, tejer y bordar. Me gustan esas cosas.

Un talento oculto es ser auténtica.

Una película que me hace llorar es La historia oficial (1985), argentina. Lloré tanto, porque además me daba cuenta de que no sólo era una película, también una vivencia que aún se vivía en Chile.

No creo en el horóscopo.

La memoria de Rosa, con frecuencia, se traslada directo a Tocopilla. MARIO TELLEZ / LA CUARTA

No sé qué superpoder me gustaría tener... Tendría que tener como ocho superpoderes para hacer uno; nada es solo porque sí.

Un placer culpable es, ¡ay!, comer. Un tiempo me dio con el chocolate blanco. Menos mal se me quitó ese vicio. Después me dio con las galletas de chuño, hace como una semana; cada vez las encuentro más ricas. Es por etapas. Después me da por comer rábano.

Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, elegiría a Gabriela Mistral, con Isadora Duncan (coreógrafa y bailarina estadounidense) y Andrés Pérez.

Rosa Ramírez es todo lo que aparece aquí, bien, mal, equivocado... porque ustedes (los periodistas) editan y hacen lo que quieren, jajaja.

COMPARTIR NOTA