Fue de las primeras eliminadas de Gran Hermano 1 (CHV). Sin embargo, la “tortilla” se ha dado vuelta, según dice, se abre espacio en la TV y siente el cariño de la gente. Su historia, marcada por la Iglesia evangélica, abusos, una transición de género, lo romántico y muchos sueños, la ha vuelto ejemplo para los más jóvenes. “Ya sufrí bastante”, declara Trini Cerda. “Quiero pasarlo bien”.
Parecía que sería un debut y despedida mediático para Trinidad Cerda Baeza (36) tras su participación en el primer Gran Hermano Chile (CHV) en el 2023: quedó eliminada con un “histórico” 94% de los votos, y se fue peleada con las dos favoritas del público, Cony Capelli y “Pincoya” Galvarini... los estímulos para perseverar, quizá, no eran muchos. Sin embargo, la televisión —¡como tantas otras cuestiones en la vida!— suele ser una carrera de largo aliento, paso a paso.
—La gente se dio cuenta de una Trini mucho más luminosa —relata en entrevista con La Cuarta—. Y es lindo, porque esa Trini soy yo.
De hecho, la ex-Gran Hermano se acuerda del último 18 de septiembre, cuando asistió a las fondas del Parque Padre Hurtado, en La Reina. “¡Fue tan emocionante!”, expresa. “Había mucha gente linda conmigo, de todo tipo, que no tiene Instagram, gente joven, papás y niños han corrido a abrazarme”.
—¡Wow! —comenta—. Es una locura, pero es cierto.
Así ha sido para Trini, quien dentro del encierro también se atrevió a hablar sobre su transición: “Yo nací con otro género, chiquillos”, reveló por aquel entonces, proceso culminado con una cirugía y cambio de nombre. Según cuenta, aquel fue, en buena parte, un gesto de retención consigo mismo, de abrazarse y aceptarse. Esa fórmula la aplicó también con otras experiencias delicadas, como los abusos sexuales que sufrió en su niñez.
Minutos después de grabar el programa digital Con y sin amor (CHV), en conversación para La Firme, Trini se remonta a su infancia en Peñalolén; la separación de sus padres; sus años evangélicos; infancia y adolescencia en un cuerpo que no sentía propio; su período nómade en Brasil, uno que otro romance y el descubrimiento de su amor como tripulante de cabina. También aborda su primera etapa en televisión, tanto en Top chef como en el react Fuera de la casa, y sus vínculos con Paulina Nin y Rodrigo Salinas; debut en la Gala del Festival de Viña; anhelos dentro y fuera de la pantalla chica; faceta amorosa y reflexiones sobre sexualidad; y hasta una encare a la periodista Cecilia Gutiérrez.
Eso y mucho más, a continuación…
LA FIRME CON TRINI CERDA
No tengo muchos recuerdos de mis papás juntos —porque se separaron cuando yo tenía once—, pero sí de esas tardes de invierno en mi casa en Peñalolén todos juntos con mi abuela. No había tanta independencia económica de parte de mi mamá, entonces tuvimos que estar juntos igual. Y lo más lindo eran esas noches de invierno, como lluvia muy fuerte, y refugiados. Mi papá siempre nos decía que ese era “nuestro refugio” y estábamos a salvo. Lo sentí siempre. Pasamos muchas cosas, sí, hay un montón de dolores y etapas difíciles, pero me quedo con eso. Y la Navidad, por eso siempre cuando llega tengo pena y nostalgia, porque extraño esa familia unida que teníamos en mi infancia.
Que mis papás estuvieran separados pero juntos lo veía como algo positivo, porque habían muchas peleas antes. Creo que todo niño, adolescente o joven prefiere mucho más tener padres separados pero felices, que padres juntos pero peleando todo el tiempo.
Tenía miedo de perder a mis papás, de la muerte, siempre he tenido ese miedo, perderlos en vida. A veces pienso que el dolor será tan fuerte que prefiero irme yo primero. Hasta hoy tengo esa sensación, porque los amo tanto que ni siquiera lo puedo explicar. Creo que ese miedo viene de mi abuelo, que lo amo mucho y en paz descanse, pero tenía miedo de que a mi mamá le pasara algo en el furgón (escolar que conducía); y era muy protector con ella, y ese miedo nos lo transmitía a nosotros en la casa.
No me iba muy bien en el colegio; era muy distraída. Creo que tenía déficit atencional, que en ese tiempo no se manejaba mucho el término. Y siempre he sido muy artística, siempre pensaba en cómo crear o cómo llegar a jugar a mi casa con mis monitos. Era súper solitaria, pero al mismo tiempo jugaba mucho con mis amigos; era muy creativa, se me ocurrían todos los días cosas nuevas para hacer con mis juguetes o amigos. Pero el colegio, el estudio, se me hacía muy complicado. Siempre tuve mucho reforzamiento, y era la que estaba más atrasada o lenta.
Era tímida, pero también sociable. Es una mezcla un poco rara, lo sé, pero, porque, de alguna manera, algunas veces me sentía libre y podía hacer relaciones; pero siempre cuando partía un proceso era mucho más tímida, hasta hoy. Me cuesta mucho abrirme, pero una vez que lo hago, ya nadie me detiene, acá en el canal de hecho. En los viajes hago amigos con facilidad, y eso va de la mano con que no soy invasiva ni extrovertida. De repente converso con alguien y la persona se siente tan conectada que logramos crear una amistad rápido; soy muy buena para escuchar.
En la Iglesia evangélica viví gran parte de mi infancia. Era muy devota, con las canciones, iba con mis amigos a la iglesia y los domingos a culto; mi papá tocaba el piano y cantaba. Y en la semana siempre esperábamos la reunión de jóvenes de los sábados, que nos juntábamos todos y era muy entretenida. Me gustaba mucho. En la universidad dejé un poco de ir, me alejé, y después no fui más, y después volví; pero nunca retomé esa continuidad. Me costaba mucho.
Siempre he sido creyente, creo mucho en Dios, en los planes que él tiene, en su gracia, en su misericordia, en cómo ha sido paciente conmigo y mi historia, y cómo me ha acompañado. Siempre tendré esa devoción por Dios.
Mi identidad de género cuando era niña: fue súper difícil, porque en realidad era un cuerpo que no era el mío. Te empiezas a desarrollar también y no es tu cuerpo, hay pelitos que salen y decía: “¿Por qué me salen pelos?”. Es difícil. Lo veo como una difusión, de alguna manera. Hay personas que viven con otras situaciones como discapacidades físicas. Y esto es muy parecido: es vivir en un cuerpo que no es el tuyo, es muy tedioso. Hasta que te das cuenta que lo puedes —de alguna manera— solucionar o arreglar, y entiendes que está todo bien, y que no es ningún pecado, que es algo que pasa.
El cómo era mirarme al espejo lo bloqueé un poco. Como manera de defensa ante mí, bloqueé todo eso. Por eso trato de no mirar mucho atrás, el pasado, porque me hace daño. Todas esas etapas que yo sufrí mucho, porque no estaba en mi cuerpo, a veces aparecen en mis pesadillas; es como si nunca lo hubiera vivido. Cuando me preguntan es como: “No, siempre fui Trini”. No es que esté mintiendo, esa sensación tengo.
Sueño despierta, siempre me ha gustado soñar. Cuando chica soñaba que volaba o que era directora de cine, o una gran actriz, o que era muy famosa —no sé cómo explicarlo—, o veía la tele y decía “quiero estar ahí”. Ahora mis sueños han cambiado un montón, porque soy más terrenal, menos volátil. He logrado aterrizar mis sueños un poquito, y es súper bueno, para concretarlos y dejar las expectativas de lado. Soy muy “delulu”, suelo imaginar y soñar tanto que digo: “Oh, puedo lograrlo”. Y a veces pienso: “Tranquila, sueña un poco más aterrizado”, para lograrlo.
Cuando conté de los abusos (sexuales) que sufrí era para, de alguna manera, aceptar parte de mi historia —que está en mi libro también, Más allá de las olas del mar—. Opté por transparentar mi vida, y eso no todo el mundo lo hace, porque, uno, ¿para qué?, y dos, necesitas un montón de valentía. Opté por hacerlo porque mi historia se repite un montón, y que no soy la única, y que está bien, y que estoy “dañada”, pero estoy sana, alegre y contenta. Es súper importante transmitirle eso a los niños y adolescentes.
¿Qué pasa con las secuelas de un abuso? Siempre hay recuerdos, siempre hay algo que duele cuando vuelvo atrás. Y eso creo que nunca se me va a ir, que son noches, momentos, que nadie te las puede borrar. Y en mi vida al menos, ninguna de las dos personas que fueron responsables de esto se acercó a pedirme perdón o a decirme “te entiendo”, o solamente decirme “yo me puedo poner en tu lugar”. Eso no pasó, y quizás habría facilitado el sanar más rápido. Hoy no necesito ese “perdón” ni reconocimiento, pero lo habría facilitado. Ya no me importa, pero pienso que es súper importante para la vida de un niño o adolescente que fue abusado, o que les ultrajaron su sexualidad, que si se siente “responsable” por lo algo que hizo, lo converse, porque podemos normalizar una situación años; yo lo hice por veintitantos años, hasta que decidí conversarlo, hablarlo.
Uno de los responsables de los abusos fue alguien de mi familia y otro externo. Es súper importante entender que la terapia y la ayuda sicológica es muy necesaria. Yo la recibí quizás tarde, pero la recibí, pude contar todo lo que pasó así tal cual, y eso es muy sano, muy bueno conversarlo, escribirlo, entenderlo y decir: “Esto fue lo que pasó, no estoy agregando ni sacando nada”, en crudo. Me ayudó un montón reconocerlo y exteriorizarlo... Mucha gente me escribe que vive o le pasó algo parecido, que está pasando una etapa difícil, que está superándolo, o que lo normalizó durante veinte años y recién lo está conversando porque leyó el libro. O sea, también es una invitación a exteriorizarlo; y si tiene que haber mil libros hablando de esto, está buenísimo, porque es parte de la vida, lo que nos pasó, y es tomar consciencia con nuestros propios niños y adolescentes a cargo.
Cuando escucho testimonios de jóvenes (abusados) se me pone la la piel de gallina porque, de alguna manera, hiciste que alguien se sienta identificado, y que alguien diga: “A la Trini también le pasó, y ahora está bien, ¿por qué yo no puedo hacerlo?”. Eso, para mí, es mi cheque de fin de mes. Es lo que yo quiero, no quiero nada más.
A veces me cuesta mirar para atrás porque uno se convierte en estatua de sal. Tengo esa imagen; me asustó mucho. Cuando lo escuché, me impresionó demasiado. La Biblia es una gran historia, una muy buena película. Creo que cuando miro el pasado me transformo en una estatua de sal, porque me congelo, no me puedo mover, no puedo avanzar. Me es súper difícil entrar en una relación (de pareja) y mirar hacia adelante, porque siempre estoy mirando atrás, comparando con “la antigua Trini”, con lo que yo viví o con lo que pasé.
Uno de mis grandes compañeros de vida me tomó la mano y me dijo: “No mires más atrás, porque me haces a mí mirarte atrás, ya está. Una cosa es lo que diga Google, y otra es lo que tú eres ahora”. Basta, me quedo con eso. Creo que mirar atrás y volver siempre al mismo capítulo, es hacerte un daño que no tienes por qué. La vida es tan bonita.
Me fui dos años a vivir a Brasil, sin un plan, a Río de Janeiro, sola, en bus. Tenía 23 años. Fue muy importante y aventurera esa decisión, porque era la primera vez que me iba a Brasil, sin amigas ni amigos. Me fui desde Buenos Aires, donde estuve viviendo, estudiando literatura, dramaturgia e improvisación teatral, un año y medio; y cuando terminé mis estudios y trabajo, tomé un bus desde Buenos Aires hasta Río Janeiro. Me bajé en el terminal escuchando portugués por todos lados, con una mochila, y miré el Cristo Redentor desde el terminal, y dije: “¿Qué mierda estoy haciendo acá?”. Lo primero que hice fue preguntar dónde había hostales de jóvenes, que ese tiempo no existían muchas. Me fui a Botafogo, encontré un hostel, me puse a trabajar como voluntaria y me quedé dos años ahí. Venía y volvía a Chile a pasar Navidad. Después viajé un par de meses por la costa brasileña.
Mi transición la hice a los 26 años. Empecé a ver el mundo en colores, como El Mago de Oz. Antes estaba en un mundo en blanco y negro y el tornado (a Dorothy) la llevó a vivir todo en colores. Viví un tornado también, esa operación que duró trece horas, mi primera operación en la vida, nunca me habían hecho NADA; gracias a Dios siempre he tenido súper buena salud, hasta hoy. Cuando me desperté, me dijeron “Trini, ya está todo listo”. Fue tan “cotidiano”, como “ya, Ok, sigamos para adelante, está todo bien”. No hubo como “ahora viene una preparación sicológica de tu cuerpo”. Me es difícil explicarlo porque es tan normal. Me sentí yo, que estaba todo perfecto, bien. Es lo que voy a decirle a los niños y adolescentes cuando hago charlas.
Me operé en la Clínica Avansalud de El Salvador. Tenía una pieza muy bonita y me acuerdo que afuera decía “Trinidad Cerda”. Creo que fue la primera vez en mi vida que vi una puerta con mi nombre, y me sentí muy bien. Justo estaba en el proceso de cambiar mi nombre en el Registro Social, entonces fue muy bonito y significativo. Me acuerdo de eso. Y ahora cuando lo veo en los camarines del canal, me pasan cosas todo el rato, no solamente por mi nombre, sino porque estoy acá. Logré muchas cosas en mi vida, y me hace sentir bien.
Mi primer orgasmo fue a los 30 años. Fue un hito en mi vida. Antes había tenido sexo, pero el orgasmo es distinto. Yo tampoco sabía cómo llegar al orgasmo. Nadie me explicó nunca, y no hablo desde la ingenuidad, o sea sí, porque no sabía cómo funcionaba mi cuerpo hasta ese momento. Me sorprendí mucho al entender cómo funcionaba mi propio sexo. No sabía que mi clítoris me iba a llevar al orgasmo; y mis amigas, sí. Yo no lo sabía, hasta los 30, hasta que lo descubrí, experimentando con mi cuerpo. Y después entendí todo, y ahora sé. Es muy bonito.
A los 32 años tuve un pololo que marcó un antes y después en mi vida, porque nos enamoramos, fue muy bonita la relación, muy sana, él fue muy bueno conmigo también, tuvimos un tiempo precioso, me enseñó un montón de cosas y yo también a él. Fue un amor muy importante para mí, muy lindo además. Yo estaba muy enamorada y dispuesta a pasar el resto de mi vida con él.
Ser tripulante de cabina me dio un manual de vida, me hizo ser súper profesional, aterrizada, consciente y matea. Me dio un manual para saber y entender lo que significa el trabajo y lo importante que es para mí. Fue el primer trabajo que me apasionó, por cinco años. Y entendí que cuando te gusta algo tienes que conseguirlo y trabajarlo. Estudié mucho. Siento devoción por ese trabajo. Si me llaman mañana, me voy y vuelvo a volar; tengo el corazón en el avión, Y ESO NADIE ME LO QUITARÁ. Y aunque no vuelva a volar nunca, viviré con eso para siempre.
Uno de los amores de mi vida es Latam, jajaja. Lo digo de verdad. Me encontré en la aerolínea, encontré a mis mejores amigos en la aerolínea, me esforcé por avanzar e ir ascendiendo. Yo tenía mucha pasión, y la sigo teniendo, por el servicio, por recibir a la gente en el avión, por entender las salidas de emergencia a la perfección y saber cómo evacuar un avión en 90 segundos. Con todas esas cosas, dije “lo voy a aprender”, y lo hice.
La tele siempre me atrajo, y hacía cosas muy esporádicas, nunca algo estable, siempre participaciones cortitas y apariciones mínimas; pero siempre estaba metida en castings, producciones, fui (muy) extra en teleseries y público en programas. A veces me dolía y decía: “Quiero estar yo actuando, que me den un papel, crean en mí y me vean”. Muchas veces que había grabaciones en la calle, yo pasaba cerquita por si el director me veía y decía: “Miren, a ella la necesitamos en esta película”. Yo pasaba cerca o hacía ruido para llamar la atención. Pero nunca funcionaba. Hasta que un día alguien me vio, funcionó y me llamaron para Gran Hermano. Un periodista me conocía, me había visto en el avión; se consiguió mi número, me llamaron y vine al canal. Algo vio en mí, no sé qué, no sabría decirlo.
Soy independiente, nadie me da plata para nada ni me dio plata para nada. Cuando renuncié a Latam sentía una incertidumbre atroz, terrible, en la guata: me lancé a una piscina sin agua. Renuncié, entré a Gran Hermano y dije: “De aquí algo tiene que salir”. Confiaba en mí, no mucho, pero confiaba. “Algo va a pasar, algo va a salir”, pensaba, y confiaba mucho en Dios. Oré mucho antes de entrar a la casa de GH, pidiéndole que “por favor, no me abandones”. Y no me abandonó nunca, ni adentro ni afuera. Y saliendo de GH, nunca paré, nunca me detuve, hasta ahora, y es muy bonito porque, si bien en el programa no me fue bien (tengo un récord de eliminación casi mundial), no me importa, porque después di vuelta la tortilla, y la gente se dio cuenta de una Trini mucho más luminosa; y es lindo, porque esa Trini soy yo. Quizás estaba muy tímida, pero, de alguna manera, logré exteriorizar todo y ser yo. Creo que eso a la gente le gustó; se encontraron con una persona más cercana.
Cuando estaba dentro de Gran Hermano me arrepentí de entrar. ¿Cuándo sentí que valió la pena haber entrado? Cuando empecé a dar charlas en los colegios, dije: “Ok, entiendo, empiezo a entender”, Antes no entendía nada. Siempre estoy dispuesta a dar charlas para los colegios, y la Junaeb me hizo un reconocimiento —que no fue televisado ni tampoco lo publicamos mucho—, por las charlas que hice el año pasado, y el compromiso de ellos fue ayudarme a calendarizar las charlas del 2025, que partirían en marzo, e iríamos a regiones también, sólo por el día o la mañana, para después seguir con mi trabajo en el canal. Siempre estoy abierta a seguir haciendo charlas, en las que cuento mi historia de vida con mis lecciones y aprendizajes.
Obviamente después de Gran Hermano te vuelves más cotizada porque mucha gente te conoce, sabe de ti, te ve; pasas a ser alguien que la gente cacha. Cuando voy a bailar, a veces, es difícil porque mis amigos quieren solamente bailar y disfrutar, pero mucha gente se acerca, y muchos son hombres, y quieren estar conmigo o conocerme; y eso es lindo también, porque no he sentido como “oh, sí, ahora que conté mi historia...”; me pasó un poco al contrario, como: “Ya está, te liberaste, está perfecto”. Y ahora me siento “codiciada”, pero también estoy muy tranquila.
Encaré a una periodista de farándula, Cecilia Gutiérrez, que publicó un video mío cuando conté mi historia (sobre mi transición de género), en el lanzamiento de un libro. Le dije que me dolió mucho lo que hizo, porque subió un video de mi pasado, sabiendo que intentaba dejarlo atrás; es meterse en mi historia y revelar algo que conté con sencillez y tranquilidad. Me quedé con esa sensación de: “¿Por qué querer hacer daño?”, “¿o por qué querer miles de likes y atención mostrando una imagen de una persona que ya no es?”. Mostraba mi aspecto anterior, de antes. Es muy feo. Le dije: “Mira, si tienes un hijo o hija que esté viviendo esto, no te gustaría que alguien haga algo así, porque la está dañando, ¿entiendes?”. Me dijo que “sí” y me pidió disculpas, con mucha cercanía y súper humana. Pero me parecía necesario decirlo. Fui muy valiente y le dije las cosas cómo son, con tranquilidad. De alguna manera, vomité lo que tenía dentro.
Me gusta que me digan “Trini”, no “la mujer trans”. No me gusta la idea ser un ícono o representante. No me gusta mucho etiquetarme, en TODO sentido: no me gusta que me digan “chica reality”, me carga, tampoco me gusta que me digan “Trini, una mujer trans”, porque no me siento así. Soy mujer 24/7, no estoy transicionando nada, tengo mi cuerpo hermoso, y me encanta. Y está todo bien.
Entiendo que la gente a veces necesita etiquetar, y perfecto, lo comprendo. Pero lo mío es un poco una manera de mirar la vida un poco más relajada; no pretendo ser el ídolo de nadie, ni tampoco pretendo que me pongan etiquetas; lo único que quiero es vivir tranquila, hacer mi trabajo lo mejor posible, que la gente lo pase bien cuando está viendo mi programa, que me encanta y fascina; pero a veces quizás ni siquiera soy yo, es la que está viendo la tele… no sé cómo explicarlo: no es tanto por mí, quiero que la gente entienda que da lo mismo mi historia, lo importante es lo que está recibiendo en la tele. Aparte, no me gusta estar constantemente recapitulando mi pasado.
¿Por qué no he vuelto a Latam? Me encanta lo que hago ahora, pero son cosas muy distintas; y estar como tripulante de cabina también te pide ser más bajo perfil, por seguridad más que nada. ¿Cómo vas a embarcar a 250 personas si en el fondo estás pensando que quieres salir en un programa de televisión?… Son mundos tan distintos y, a la vez, tan parecidos, pero que no puedes mezclar. Una cosa o la otra. En este momento elijo la tele y estoy encantada donde estoy, pasándola muy bien. Pero si mañana tengo la oportunidad de volver, lo haría con la responsabilidad y el compromiso que tengo. Estar arriba de la cabina me provocó una pasión inexplicable, por el servicio, estar con la gente, ser cercana y amable. Todas esas cosas hacían muy buen match conmigo. Cada vez que yo planchaba el uniforme lo hacía pensando en eso. Mi vocación por el servicio creo que viene de mi abuela y mi mamá, que son muy serviciales y amables.
Soy muy romántica y enamoradiza. Disfruto mucho la vida y lo paso bien. Me gustan las relaciones, el romance, estar con alguien, dar besitos y tener sexo. Por eso me gusta tanto viajar, porque cuando viajo —sola sobre todo— no me demoro nada en encontrar pololo; me fascina, porque al tiro conectamos y empezamos a viajar juntos. Estar con alguien y te diga: “Oye, iba a ir a la otra isla, y ahora voy contigo.” Me pasó en Tailandia, que conocí un alemán, estupendo, en Bangkok, y él cambió su itinerario por mí: los dos en un viaje por todas las islas. Me hizo sentir muy bien. Ser así te abre a vivir ese tipo de experiencias que quizás otra persona diría: “No quiero, me asusto”. En cambio, yo soy muy abierta de corazón. Muchas veces me expongo tanto que después lo paso mal o me decepciono, o me rompen el corazón, porque me entrego mucho.
Una vez me fui a Uruguay con un pololo, yo tenía veintitantos años y trabajaba de promotora en un supermercado en verano, y ahí lo conocí. Salimos dos semanas, me presentó a su familia y me dijo: “Me tengo que ir a Uruguay”. Le contesté: “Bueno, ¿cómo seguimos esto? Porque me encantas”. Y me dijo: “Vente conmigo”. Y decidí, “Bueno, ya”. Yo tenía cosas que hacer, trabajo, no me importaba nada, me fui con él a Uruguay. Duramos como un mes.
Tuve una relación en el 2024; no funcionó, pero fue muy bonita. Y después tuve un “casi algo” y después otro “casi algo”, y ahora estoy soltera, tranquila y bien, y creo que no necesito nada. Solamente me necesito a mí y estoy pasándolo bien conmigo, con mis amigos y mi familia.
Los “casi algo” nunca son malos, siempre te entregan algo y son divertidos. Hay que verlo así. No quedo traumada, lo paso bien, lo disfruto. Me engancho rápido porque soy romántica, pero trato de no tener expectativas con nadie. Por ejemplo, mi último “casi algo” fue difícil, pero cuando lo solté, dije: “No me corresponde, no es para mí y está bien”. Hay una madurez ahora, porque quizás tres años atrás estaría llorando en el suelo. Ahora digo: “Lo estoy pasando bien, estoy concentrada en mi trabajo”. Cuando llegó él me desordenó todo, ¡todo! Siempre soy puntual... llegué tarde. Tenía que hacer mis investigaciones para los programas... no las hice. Entonces ahora prefiero estar sola, porque él me estaba exigiendo mucho, y yo no podía dar tanto, porque ahora estoy muy enfocada en mi trabajo. Lo dejé.
Sentimentalmente, estoy conociendo (gente), no estoy cerrada y dispuesta a sorprenderme, aunque no tengo mucho tiempo para salir a una cita. Mis noches libres se las dedico más a mi familia o amigos. Prefiero estar con mis amigas un viernes en la noche que tener una cita que probablemente no me va a llevar a nada.
¿Casarme? Si pasa, pasa; y si no pasa, no pasa.
¿Tener hijos? Lo mismo: si pasa, pasa; y si no pasa, no pasa... Me da pena, sí, porque quisiera ser mamá. Pero si no encuentro a alguien para compartirlo, no lo voy a hacer sola. Prefiero viajar y ayudar a niños en los países, o alimentar esa necesidad de “ser mamá” con otras cosas.
Con la Cony Capelli estamos en Con y sin amor. ¿Cómo nos llevamos hoy? Somos muy buenas compañeras de trabajo, le tengo un cariño tremendo. No sé si somos esas amigas que salen juntas a un bar los viernes en la noche, porque tenemos vidas muy distintas y tiempos diferentes, pero sí somos esas compañeras de trabajo que nos vemos el lunes y conversamos del fin de semana todo el viaje al canal. También estoy preocupada por ella; o sea, si mañana me necesita, correré y viceversa. Nos llevamos muy bien, nos queremos y conocemos mucho, porque somos compañeras de reality y trabajo. Es muy bonito.
En Chilevisión estoy en el área digital, tengo dos programas (además de Con y sin amor), Fuera de la casa con Claudia Micahux y Lady Ganga, a partir de las 8 PM, en vivo, y me encanta; hablamos de actualidad y farándula. Es bonito porque el programa me está entregando una práctica constante. Cuando llegue el momento de estar en la tele abierta con algo franjeado, será porque voy a estar preparada. Lo espero con ansias. Es un sueño. Fuera de la casa para mí es una escuela también; y lo estoy tomando con mucha seriedad, como un trabajo formal. Lo paso muy bien y quiero mucho a mis compañeros.
El react de Top Chef me dio un montón de herramientas, porque estuvimos tres meses con Begoña Basauri, a cargo de la conducción. Ella se fue dos semanas a Miami, y me quedé sola. Me dio un ritmo en la televisión. Si bien es digital, lo tomamos como un programa de televisión como tal; y todas las noches nos reíamos, compartíamos con la gente, cocinábamos en vivo y dábamos el tiempo. La gente lo pasó muy bien con nosotras, y creo que traspasa la pantalla. En los reacts es un público mucho más joven, y es mi premio, porque llegas mucho más lejos; hay gente que no tiene tele, pero sí tiene computador o celular, y a todos llegamos.
Con la Paulina Nin nos conocimos en Top Chef e hicimos una amistad muy bonita. Nos juntamos y salimos varias veces. Estamos distanciadas porque ambas tenemos caminos muy distintos, pero la Pauli a veces me llama y conversamos tres horas; es muy especial, porque la escucho, me escucha y me da consejo. Es una mujer con una experiencia en la televisión laaarga, que tiene una trayectoria y un bagaje que deja con la boca abierta, hasta animando al Festival de Viña. Tiene un montón de consejos y cosas que decirme, así que yo estoy siempre como esponja. Ella encontró a una amiga en mí, porque a veces me pide consejos, y cuando me eliminaron de Top Chef (CHV) me llamaba todas las semanas, para contarme todo lo que pasaba, los cahuines (porque soy cahuinera); quería saber si habían romances o peleas, y la Pauli me contaba.
Al Guatón Salinas lo quiero mucho y lo voy a admirar toda mi vida. Nos conocimos en Top Chef y el primer día me dijo: “Estoy enamorado, me enamoré de ti”. Y cada vez que estábamos juntos, me decía lo mismo. Rodrigo Salinas es lo máximo. Mi sueño es tener un programa con él. No lo hemos hablado, pero si alguna vez me preguntan: ¿A quién te gustaría traer?”. Yo iría al Guatón Salinas. Me hace reír demasiado, es muy natural, fresco y absolutamente bueno para improvisar, y lo mejor es que no está actuando: está viviendo lo que le pasa, y trato de hacerlo en mis programas: vivirlos, no actuarlos, porque sino es fome. El Guatón es muy auténtico: sus tallas, o las cosas que hace, son únicas, nadie más las hará, y me hace llorar de la risa, porque es muy disociado. No tiene bromas comunes y corrientes. Su forma de ser es una broma.

Admiro a Pamela Díaz, Angélica Castro y Carola de Moras. La Pame me fascina; la encuentro natural, histriónica y fantástica, me gusta mucho su cercanía y manera de ser, humana. Es algo que quisiera imitar, pero no ser ella, sino que tener algunas cosas que me hagan sentir que voy por el mismo camino. Son ideales. Tengo mi sello personal, soy Trini, no pretendo ser una Pame, ni una Carola. Pero sí hay ideales a seguir y caminos parecidos, y es lo que quiero. La Carolina me parece muy bonita, elegante, formal, me gusta escucharla, su sonrisa y su ángel. Y a Angélica la encuentro tan elegante, guapa, preciosa, elocuente y cercana. Ellas tienen algo en común: son muy cercanas y tienen mucho carisma. Cuando juntas esas dos cosas, el público se siente al tiro enganchado. Quiero que no cambien de canal cuando me vean, porque se van a sonreír, van a pasar lo bien y entender.
La otra vez alguien me dijo que “cada vez que me veía en la tele o en el programa digital se sentía bien porque sentía que yo normalizaba el equivocarme”. Perfecto, porque yo me equivoco mucho. A veces me caigo, tengo chascarros, se me olvida algo de la pauta o digo la mención al revés en vivo; y la gente se muere de la risa con estas cosas, se siente cercana y dice: “Pucha, la Trini es una más.” Me encanta, porque no me siento famosa y no me gusta el VIP ni esos grupitos. No, a mí ponme en la pista central. No soy ninguna diva.
No sé el por qué de mis chascarros. A veces tengo la tendencia a ser muy volátil; quizá no no me fijo que hay un hoyito o un cable. Tiendo a tropezarme un montón y me caigo mucho. La gente pensó que lo hacía hasta adrede, hasta que me vieron caer en la vida real, en el metro, en la calle o en todas partes. Es gracioso porque llega a ser tan serio para mí que me concentro en no caerme. De verdad, tengo algo muy importante que viene: la Gala, ¡Me muero caerme en la Gala de Viña! Me puedo llegar a morir. Un montón de gente me dice: “Trini, cáete, porfa”. Y respondo: “No, ¡estai loco!, ¿cómo me voy a caer en la gala de Viña!”. Estoy cada día ensayando más cómo caminar, con los tacos que iré, y sentirme muy cómoda.
Me invitaron hace dos meses a la Gala de Viña. Era uno de mis grandes sueños. O sea, uno de mis grandes sueños es llegar a los Oscar o la Met Gala, pero si uno aterriza el sueño: la Gala del Festival de Viña. Estoy TAN nerviosa que no encuentro las palabras. Me puse a llorar cuando recibí ese llamado: “Trini estás invitada a la Gala de Viña”. No me dieron ninguna razón; tampoco pregunté. Grité, salté, y lloré. Estaba en el baño de mi casa haciendo pipí. Llegué al canal a contarle a mis compañeros y a mi jefa, y todos se pusieron tan contentos por mí y me abrazaron. Me pregunté a mí misma: “¿Por qué me invitan?”... Algo debía haber hecho bien, o quizás algo vieron en mí. Pero me siento muy honrada y agradecida, y lo que más me gusta es que es por el cariño, un regalo que da el público —no un periodista—, que está contento conmigo y me abraza en la calle.
No me molesta que en redes sociales se den situaciones como que me pidan fotos de mis pies; sí lo encuentro un poco freaky, pero está todo bien. No envío ninguna foto, no doy ni un servicio ni hago ni un video para nadie; está totalmente fuera de mis líneas, no me gusta. Si se llegase a filtrar algo mío, me sentiría muy mal; es de las peores cosas que me podría pasar: la intimidad. Aunque yo haga videos en bikini, ropa interior o lo que sea, LA INTIMIDAD me es súper importante, como lo que pasa en la cama con alguien. Yo puedo escribir, mi literatura es súper erótica, pero videos explícitos jamás van a salir de mí, porque no me gusta. Nunca me metería en una plataforma como OnlyFans.
Rechazo hacer publicidad a casinos online. Lo de los casinos online es un temazo, porque siento que todo el mundo quiere hacerlo y todo el mundo te lo ofrece. Allá tú si lo quieres hacer o no... Yo (digo) “nunca digas nunca” —como sí lo diría con OnlyFans—, porque quizás en algún momento aceptaría, pero tendría que estar muy necesitada. Una vez acepté, me tentaron, subí la publicidad, estuvo cinco segundos arriba, e Instagram me lo borró, porque me equivoqué escribiendo algo. Dios me dijo: “Ahí no es”, y lo sentí en la guata. No soy quién para criticar; mis amigas o compañeros de trabajo lo pueden hacer... todo bien... pero no es lo que me interesa contarle a mis 186 mil seguidores. Prefiero darles un buen tip de dónde comprar maquillaje o ropa a decirles: “Anda a jugar online”. Sólo necesito pagar mi arriendo, ahorrar y viajar. Para eso trabajo.
Estoy escribiendo mi segundo libro, sobre Gran Hermano. No puedo jugar mucho con la ficción porque la gente lo vio; es la segunda parte del primero, que termina cuando recibo el llamado para GH, y casi todo es real, pero le puse ficción para contar mejor la historia. En el segundo libro la idea es que leas una novela sobre realmente lo que pasó en el reality show, que es algo que nunca lo habíamos visto. Mi idea es una novela que inspire y, como es de un programa de televisión, siempre tiene un toque de pimienta y picante; todo lo que no se vio. Pero he tratado de ser súper cuidadosa en cuanto al formato de GH y, a la vez, contar lo máximo posible. Los nombres de los personajes los pondré tal cual, no los puedo cambiar, son públicos.
Fui a una firma de mi libro y me tuve que ir, porque conversamos de la ausencia de algunas personas de mi familia y los dolores que cargo. Me habría gustado estar más acompañada por gente que quiero mucho, y no estaba ahí. Me quebré, me sentí un poco sola. Estaban mis mejores amigos y mi mamá, pero a veces te hace falta algo más. Quizás me habría gustado que esté alguien más de mi familia, y que no estuvo. Y cuando lo conversamos y hablé de mi pasado, y cómo fui superando mis dolores, me quebré y me puse a llorar. Me dio ganas de estar con mis tíos, mis primos, mi papá y mi hermana. No estaban, no quisieron; muchos prefieren no exponerse, no estar, que no los vean, porque no quieren, y lo entiendo. Pero me gustaría tener a mi familia achoclonada conmigo, porque es parte de mí y mis logros. Probablemente no estén nunca, porque no quieren, y no los puedo obligar.
Mi sueño máximo es estar haciendo mi programa y que en el público esté mi sobrina, mi hermana, mi papá, mi mamá, mis tíos. Cada vez que voy a un programa o algo, siento que están ellos conmigo. Y cuando esté caminando a la alfombra roja de Viña, voy a sentir que estoy con mi familia. Por eso hice un vestido tan grande, porque quiero que toda mi familia, hasta los abuelos que no estén conmigo, estén caminando conmigo en la alfombra. Mi abuela paterna falleció hace poquito, hace un par de meses. Todos mis abuelos eran cercanos. La partida de mis abuelos es un dolor que cargo; pero también entiendo el ciclo de la vida y tengo recuerdos muy bonitos.
¿Por qué veo tan imposible que esté mi familia? Porque no quieren estar, no quieren ser fotografiados, porque no quieren que nos conozcan, porque no quieren verse; no les interesa, y está perfecto. Creo que soy muy distinta a ellos nomás. Es como si hubiese sido adoptada de otra familia.
Estoy bien encaminada como para volver a entrar ahora en un reality. Pero si llegase a existir la posibilidad, creo que sí entraría, sí, pero quizá desde otro punto, más relajada y entregada. Lo pasaría bien esta vez.
Estoy produciendo las primeras canciones para un disco. Veremos cómo nos va. Es un proyecto muy bonito. Ya tenemos la primera lista y queremos lanzarlo ahora ya pronto. Pero yo tengo mi trabajo y, si nos va bien, sigamos; pero sino, hay una cancioncita que pueden escuchar. Una vez saqué un disco, Tigre, lo hice hace muchos años; es casi un proyecto de cabro chico. No le tengo ni un cariño en especial.
Me gusta que me digan influencer, chica reality, actriz, tripulante... sólo no me gustan mucho las etiquetas. Soy Trini, y soy actriz quizás, porque es mi profesión. Pero no soy tan influencer en las redes. Trato de influenciar de manera positiva, entonces sí lo soy, pero al mismo tiempo nunca lo fui; de repente tuve ciento y tantos mil seguidores, y fue como: “Hagámonos cargo de esto”. He aprendido a ser mejor influencer. Las redes sociales se acomodan conmigo, pero al mismo tiempo me cuestan en lo técnico. Ha sido un trabajo, pero voy bien encaminada.
Siempre, toda la vida, me proyecté viviendo en Europa, casada con un australiano, en un pueblito, en una isla, en una playa. Pero ahora me proyecto viviendo en Santiago. Quiero estar en Santiago y con la gente que me quiere. Es lo que me hace quedarme aquí, es mi nicho, mi público. Está también mi familia, que la amo, y mis amigos que adoro con la vida; pero el público te da como una sensación de: “Por algo me quieren tanto y por algo estoy aquí, seguiré trabajando aquí, no me iré”.
Todos los días y en todos los lugares se me acerca y saluda gente... No digo que vienen cien personas a abrazarme y hacen filas, ¡no!... Pero siempre viene alguien, o se acercan dos personas o piden fotos. Intento evitar los lugares con mucha gente, pero, por ejemplo, cuando fui a la fonda del Parque Intercomunal (de La Reina), es caótico, mucha foto, cariño y abrazo. No es caótico para mí, pero sí para la gente que está conmigo, como mis amigos. Yo lo disfruto mucho. Me gusta el cariño, abrazo a la gente, me saco fotos, ¡feliz! Para eso entré al reality y trabajo donde estoy. Si no me gustase, no tomo este trabajo y me voy a encerrar a una montaña, o me voy de tripulante.
Busco siempre lo lindo y no quiero sufrir. Cuando hay que sufrir, hay que sufrir, y a mí me ha tocado harto. Pero ya sufrí bastante. Ahora quiero pasarlo bien y disfrutar lo lindo de la vida. Quizás la próxima semana voy a sufrir, no lo sé, no puedo evitarlo; pero no lo quiero, no lo busco. Quiero estar tranquila, en calma y disfrutar la vida, que es muy bonita como para quedarnos congelados por algo. No me parece. Ahora, ¿voy a sufrir? Sí, pero lo mejor es enfrentarlo. Si tengo un conflicto, lo intento arreglar y sigo adelante.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido actriz o tripulante de cabina, me habría gustado ser arquitecta. No se dio porque soy muy mala para las matemáticas.
Una cábala es mi brillito de labios y llamar a mi mamá siempre antes de partir un programa.
Una frase favorita es “Llevo tu corazón, lo llevo en mi corazón”, que es de un escritor que lo citaron en una película, En tus zapatos, de Cameron Diaz. Mi mamá siempre me lo dijo y yo me quedé con eso. ¿Qué significa?: “No importa cuánto tiempo pase, no importa dónde estés, yo te llevo aquí dentro”.
Un trabajo mío que no se conoce es que fui mesera, barwoman y animadora de cumpleaños infantiles mucho tiempo. En otros países fui recepcionista de hostales, y profesora de zumba en Buenos Aires.
Con mi primer sueldo invité a mi familia a comer al Margó que está en el Parque Arauco, jaja.
Me arrepiento de no haber salido antes de relaciones tóxicas, abusivas. De no haber gritado cuando chica “ayuda”, de no haber denunciado a tiempo cuando pude hacerlo de quienes abusaron de mí sexualmente en mi niñez y adolescencia. Me arrepiento de no haber gritado antes. De haber normalizado malos tratos, de dejar que los demás se burlen de mí cuando pude haber puestos límites mucho antes.
Me arrepiento de no haber gritado antes. De haber normalizado malos tratos, de dejar que los demás se burlen de mí cuando pude haber puestos límites mucho antes
Un cantante favorito es Fran Valenzuela... No la conozco en persona, y no quiero conocerla porque me pondría muy nerviosa.
¿Un miedo? La gallinas... Y podría ser mi muerte, porque me gusta mucho vivir; me da un poco de miedo morir. Ahora, tengo fe en Dios, creo que me va a esperar y me hará la cama para dormir; pero igual me da miedo, es inevitable ante lo desconocido.
Un talento o pasatiempo oculto: no lo he divulgado tanto, pero la pintura es mi hobby, junto con la escritura. Cuando estoy en un plan, tengo que darme el tiempo para escribir, quizás dos horas al día; pero ahora me ha costado ese plan, porque en el canal tengo mucho trabajo. Veremos cómo sale la segunda novela.
Una película que me hace llorar es Pearl Harbor.
Creo en los signos, pero no en el horóscopo. Creo en los signos, porque Dios creo el Universo, y nacimos en algún momento, alineados con los planetas, y por ahí tiene algo que ver uno con el otro; pero no le hago caso al horóscopo, ni tampoco me he leído el tarot.
Un placer culpable es el chocolate y las frituras, el pollo frito me fascina, que es mi placer culpable máximo, sobre todo crujiente y picante. Podría comer pollo frito todos los días de mi vida con, por ejemplo, papas fritas.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, una sería Julia Roberts, porque es mi máxima ídola de la vida, la amo, me encanta. A un crush, Brad Pitt, pero en su era más joven, como de ¿Conoces a Joe Black? Y a Felipe Camiroaga, porque me encantaba su naturalidad y su forma de hacer los programas; él tenía algo de que cuando se prendía la tele no lo quería cambiar de canal, que creo que es lo que todos queremos en la vida.
Trini Cerda es una mujer de 36 años que está trabajando actualmente en el streaming de un canal de televisión, que le encanta escribir, le encanta el arte, vive tranquila como cualquier cristiana, le gusta mucho viajar, es muy apasionada, muy romántica y va a ir a la Gala de Festival de Viña por primera vez, jaja.