Se ha ganado su espacio cómico, en redes sociales, en radio y ahora en TV con Hay Que Decirlo (Canal 13), pero la carrera de la actriz estuvo años marcada por “la frustración”, dice. Aunque se considera tímida, es también espontánea y crítica, y es en la juerga donde se siente como pez en el agua: “Soy súper impulsiva, pero no es tan malo”, declara.
—Sigo en la adolescencia, en mi segunda adolescencia —declara Valentina Saini Aguilera, quien, a sus 39 años, siente que la juventud sólo evoluciona, se convierte, se transforma. Pero ahí continúa, dentro de ella.
Después de largos años, remándola para hacerse su lugar de reconocimiento, la actriz y comediante se ha consolidado en el humor con el contenido que le ha dado cerca de 850 mil seguidores en Instagram, abriéndose paso en el stand up, también como conductora del programa de las tardes de FMDOS, Dedicados, y en el panel del naciente espacio de farándula de Canal 13, Hay que decirlo, conducido por Nacho Gutiérrez y Pamela Díaz.
“Estoy más grande, es otra adolescencia distinta”, reflexiona ella durante la entrevista con La Cuarta en una de las salas de su actual casa televisiva. “Sigo siendo joven, tengo más energía, pero estoy mucho más madura que antes”.
Aunque Vale se define como “tímida”, basta que se ponga a hablar para que fluya, y se sincere mientras tira una talla tras otra; eso sí, deja claro cuando habla en broma, y cuando es en serio. A veces —porque la vida es un poco así—, el chiste se entremezcla con la realidad.
Con La Firme, repasa su historia: de chica que fantaseaba con la idea de ser “famosa”, aunque siendo una “famosa sencilla”. Tras estudiar Teatro, harto le costó abrirse pasó en su rubro, siendo “la frustración” el motor de su naciente carrera. Joven, con 23 años, se embarazó de Matilda, su hija, junto a quien entonces era su pololo, el chico reality Sebastián Ramírez, con quien hoy hay nula relación. El humor se ha convertido en “su terapia”, mientras que la fiesta y la clase alta son su materia prima para hacer reír y, a su vez, criticar, cuestionar. La radio y la TV le han dado estabilidad laboral. No quiere compromisos amorosos (por ahora). Quiere tocar teclas más “negras” y “ácidas” en el humor…
Todo eso y mucho más, a continuación... Luego, ya con el mediodía encima, Valentina se va apurada a grabar a la radio.
LA FIRME CON VALE SAINI
Cuando chica me tiraron a la piscina, porque un primo se ahogaba y lo salvé... heavy... Era una reunión familiar y una prima me tiró, me dijo “¡ayuda, ayuda!” y lo salvé, no sé cómo. Yo sabía nadar y él era más chico, tenía como cuatro; y yo, doce. Me sentí una heroína, pero nadie me felicitó, jajaja, todos seguían carreteando, y yo como “lo salvé”. Me sentí un poco rara, y ni mi primo se acuerda, qué pena, jajaja... Por eso nunca hay que llevar a los niños a ningún viaje cuando chicos: no se acuerdan de nada.
Jugaba mucho tenis, de hecho, me fue muy bien, (gané) el premio a Mejor deportista y gané varios campeonatos, hasta que en un partido perdí 6-0, 6-0. Me frustré asquerosamente, ¡mal!, y ya nunca más (jugué)... Y lo retomé de grande. Volví. Sigo igual de seca, pero con menos frustración, jaja, ya no para competir; pero es un deporte que me gusta mucho. Me habría encantado dedicarme al tenis, me encantan los deportes individuales, que todo depende de ti; tienes tu equipo y todo, pero me gusta mucho porque tiene un tema de actuación, de corporalidad y de verse sólido ante el rival.
Sigo siendo tímida, tengo un lado tímido; pero me ayuda mi ascendente en Leo; porque, como soy Cáncer, tengo mi lado súper introspectivo, pero cuando tengo que verme... ¡Pam! Con todo, sé cuándo es mi momento... Cuando chica era un poco tartamuda; de hecho, no sé como estudié Teatro, porque no podía ni disertar, y mi mamá me ayudó mucho en ese proceso. Nunca fui al doctor ni nada, yo creo que (era un problema) de seguridad nomás, como: “¡Habla, habla!”... Pero fue bueno también, porque como no hablaba, observaba; tenía mucha información que me ayuda hasta hoy para el stand up comedy y todas las cosas. Me gusta mucho observar.
En la época escolar la pasaba muy mal. Me cambié de colegio porque sentía que me costaba más aprender; era dispersa, distraída, y en esa época uno no sabía mucho, pero me daban Ritalin, no me concentraba, no quería estar en el colegio, me daba lata. Me cambié de colegio y mejoré, pero me costaba mucho. Me gustaba el deporte, siempre fui muy competitiva, hasta hoy. Me encanta la competencia; o sea, cuando me invitan a participar, siempre estoy pensando: “Quiero ganar”.
Le tenía miedo al abandono. Ahora de grande me llevo bien con mi papá, pero cuando chica él trabajaba harto, entonces yo tenía más presencia femenina. Siento que me faltaba que me marcaran límites. Por eso siempre fui muy desafiante con los hombres. Pero más de grande uno entiende... Necesitaba que me marcaran límites, que me dijeran “esto no lo puedes hacer”, lo que te lleva después a llamar más la atención.
Antiguamente las familias eran todas medias raras, en el sentido de que no había sicología, si querías ir al sicólogo eras “tonto” o “loco”; pero aún así, el otro día hablábamos con una amiga que finalmente los niños “salían más normales que ahora, que están todos cagados”, jajaja. Antes te azotaban y la cuestión que sea; pero ahora están todos cagados, y hay que tener cuidado (con cómo los tratas).
Siempre he tenido mucha pila, y en la adolescencia hice pasar hartas rabias a mis papás, era súper dispersa y me llegaron varias cachetadas, me acuerdo. Pero no (era) tan mala, sino que era buena para carretear, para no llegar a la hora. Una vez mi mamá me dijo: “¡Valentina, ¿dónde estás?!”, y yo no había podido subir la escalera, y le dije: “Oh, pensé que estaba temblando”, jajaja... Era brígida... Buena para mentir, tenía buenas salidas… Igual sigo en la adolescencia, en mi segunda adolescencia. Estoy más grande, es otra adolescencia distinta. Sigo siendo joven, tengo más energía, pero estoy mucho más madura que antes.
Quería ser monja, porque soy igual a la Virgen de Fátima, dicho por un guardia de un colegio en que estuve. Voy a quedar como loca, pero no importa: he visto dos veces a la Virgen, en visiones, y no estaba en ayahuasca ni en ninguna cuestión rara. Fue la imagen, ¡fuerte! Y desde chica siempre tuve una hueá rara de que quise ser monja. Y de ahí en el viaje de estudios empezó el hueveo y empecé a tomar, y se me fueron rápidamente las ganas de ser monja. No soy católica ni nada, pero como que había algo. Era raro igual, ¿no? Jajaja.
Soy buena para imitar acentos de mujeres cuicas. Creo que lo aprendí de mi nicho, tengo hartas amigas pelolais estándar, jajaja, muchas. Me clasifico como “pelolais muy normal”, pero (tengo) amigas de todo: la zorrona, la que habla como teniendo orgasmos involuntarios, como “AY, HUEONAAA”... Siempre lo he visto, pero por los dos lados, porque estudiando Teatro siempre estás en todas, te toca de todo: desde trabajar de promotora a millones de cosas. Me es normal compartir con todo el mundo; como buena imitadora y actriz, voy sacando los códigos y tratando de ganar información.
Muchas de los proyectos que he hecho han sido desde la frustración. Ha sido un excelente motor. Siento que la ira y la rabia son emociones muy buenas, si las transformas amorosamente, no quedándote con la rabia, sino proactiva, como: “Pucha, estudié Teatro, pero no tengo trabajo... ya, ¿qué hago? ¿Soy resentida, con rabia? ¿O me pongo las pilas y doy lo mejor de mí?”. Siento que no hay ningún camino corto en la vida: es trabajar, trabajar, trabajar y trabajar... sería... ser muy, muy, muy, muy perseverante. Obviamente en el mundo de los actores siempre son los mismos, entonces está la frustración que uno tiene cuando estudia sin pituto, contactos o lo que sea. Finalmente, a todas las cosas que he llegado en la vida no han sido pitutos ni nada. Pienso que hay que trabajar y ser muy apasionado en lo que te gusta.
Siempre quise ser famosa, y quería ser famosa y sencilla. Cuando chica pensaba: “Qué cool debe ser famosa, pero además sencilla, no déspota”. Una vez un tío me inventó un libro, Valentina en el circo. Y también quería ser mamá joven. Y me imaginaba en la portada de una revista: “Valentina Saini: ‘Siempre quise ser mamá joven’”. Me imaginaba teniendo una fundación, rollos así; no sé por qué. Es raro, porque también era súper tímida. Lo imaginaba nomás. Siento que el stand up le hace tan bien a las personas; de repente la gente me dice “tuve un día de mierda y, de verdad, me hiciste reír, gracias”. Me gusta mucho la cercanía con las personas. En algún momento quise estudiar Psicología, porque me gusta mucho escuchar porque me encanta que me escuchen, jajaja. En stand up es complicado, porque me gusta hablar a mí; y en conversaciones normales, según yo no soy buena (escuchando), pero las personas se sienten muy escuchadas por mí, no sé si actúo muy bien; pero a veces me distraigo mucho, jajaja.
Sé que para crecer uno necesita un grupo, los equipos son los que logran tirar para arriba, ¡pam! Es lo que estoy experimentando, por ejemplo, este año en particular, que en la radio tengo a mi equipo, la productora, la persona a cargo de la música y yo; y me emociona, me gusta mucho que nos vaya bien a todos. Es algo nuevo para mí. Pero también me gusta estar sola, harto sola, jajaja, MUCHO, jaja. Soy mañosa igual.
Un día dije, después de trabajar en un bar: “No quiero más seguir trabajando en esto, soy actriz, ¿por qué no me funciona? Tengo que darle”, pensé. Y me atreví a hacer un show que inventé, de la nada: Hablando hueás con Valentina Saini. Fue en un bar de mis papás, Teclados. Me prestaron un espacio y yo ponía un gorro y (los asistentes al show) me dejaban plata. Y ya cuando llevaba diez funciones, pensé: “Ya, quiero empezar a ganar plata, no es chiste la tontera”, jajaja. Fue heavy, para mis amigos que me iban a ver era tema: “Chuta, ¿la Vale estará mal?¿Qué le pasa?”... De ahí me empezó a ir bien... Siempre me apañó mucho mi familia y mis amigas, que a ellas les daba un poco de nervio, porque da un poco de vergüenza ajena cuando uno parte. Me vestía de sirena, jajaja, no sabes si estás en una terapia o haciendo un trabajo. Y fui de a poco. Esto nunca termina.
Agradezco mucho haber partido muy, muy de abajo, porque no le tengo miedo a ningún trabajo ni miedo a estar sin pega, porque sé que nunca estaré sin pega, puedo hacer cualquier cosa... hasta masajes hago, reiki y todo lo que me pidan... Es bueno.
El teatro, el cine ni las teleseries nunca fueron de interés. Me he dado cuenta de que toda mi vida he hecho cosas sola; entonces no sé si me gusta mucho lo colectivo, porque el teatro es súper colectivo, y terminé haciendo stand up comedy, que es sola; y en la radio tengo mi programa sola... Y en esa época era más difícil para mí: muy chica, tenía guagua, no ganabas nada, trabajabas seis meses para hacer una obra en que ganabas 20 lucas... Pero no me cierro a nada: estoy como partiendo mi carrera, ahora. No estudié locución y trabajo en la radio; no veo farándula y trabajo en un programa de farándula, jajaja. Todo puede ser.
Siendo famosa puedes hacer muchas cosas, competir con el hate, por ejemplo, o ayudar mucho contra el bullying que sufren los niños, que estoy muy metida en ese tema, porque a mi hija también le hicieron mucho bullying el año pasado; y de hecho, estoy en un grupo de colegio en que de repente doy charlas por Zoom a mamás que sufren por bullying. Debe ser muy terrible no tener visibilidad para presentar las cosas que te están pasando. Tengo la suerte que sí tengo eso, que puedo contar cosas buenas y malas, y sé que tendré apoyo. Las personas no tienen idea de lo que son las redes, todo el trabajo que hay detrás. Admiro mucho a pendejos de 20 años que trabajan y tienen que estar aguantando que les digan “mátate, fome” o cosas así. Es súper heavy desde la salud mental. Ya soy madura, más vieja zorra, pero igual es un tema, y de repente uno se pica; pero me gusta mucho ayudar en ese sentido.
Entre los dos (con Sebastián Ramírez) quisimos ser padres jóvenes. Estábamos medios locos en ese sentido, y enamorados, porque cuando uno es chico el amor es el pilar de tu vida y toda la cuestión. Y yo siempre tenía la idea de ser mamá joven, porque quizás fui visionaria, como que más adelante no podría ser, o me iban a mantener, jajaja. Y se nos ocurrió a los dos, fue pensado, no fue ni siquiera un condoro. Quizás no elegí a la mejor persona, obviamente, jajaja, pero está la Mati, que en el fondo es lo más importante.
Se me rompió el corazón (cuando Sebastián Ramírez se fue a Nueva Zelanda a viajar “pa’ madurar, ser hombre”, según él contó en Gran Hermano 2). Fue terrible, engordé 40 kilos. Lo teníamos pensado, no es que (yo no supiera). Pero igual uno siempre piensa: “Me habría encantado que se hubiera devuelto del aeropuerto como ‘oye, voy a estar contigo’”. Tuve que agarrar una madurez que no tenía, y estar estilo Pampita, así todo el día, con una sonrisa falsa. Estuvo internamente, muy triste, muy sola, sufrí mucho, y lo vi en mi peso también; llegué a pesar 90 kilos. Sufrí mucho, lo pasé pésimo. Independiente que tengas apoyo, igual es súper fuerte. Tenía 23 años. Era estar (metida en algo) que “chucha, no sé si lo quiero... ¿Qué hice? No está mi pololo”. Una inseguridad terrible. Había semanas en que no me escribía. Me fui a la mierda. Y volvió (para el parto) y se fue al toque de nuevo. Ahí mis amigas ya intervenían, lo trababan mal y me decían: “Tú sigues cegada, enamorada como ahueoná po’”. Fue una época muuuy heavy. Después seguimos juntos un año... un pésimo año... Es que el salto de madurez que uno se pega esperando guagua mientras otra persona está carreteando en otro país... era como que hubiera llegado un primo de Antofagasta así como “hola, aquí estoy”. ¡No! Ya había juntado tanta rabia, entre el parto, los cambios de hormonas y que la guagua siempre te necesita.
Fue una alegría convertirme en mamá, bacán, un cable a tierra. La Mati tenía que llegar a este mundo y es una compañera. Es lejos la persona más importante para mí, en todo. Si ella brilla, yo brillo, independiente de los momentos duros. (El primer periodo de mamá) fue un momento duro también, me sentí sola, mis amigas iban a carretear, me pasaban a ver dos segundos y estaba yo con una guagua, sola. Sentí rabia e ira en esa época, aunque tuviera ayuda, y yo fui la que quiso (ser mamá).
Mi hija, Matilda, se crió con una mamá súper chica, aprendiendo. Eso influyó en que ella sea más madura. La admiro mucho, siento que es muy proactiva, se las sabe por libro; de repente me controla como “mamá, ya córtala”. Siendo yo inmadura, siempre estuvo en un círculo de mucho amor en cuanto a mis papás, porque casi toda mi vida viví con ellos. Como la Mati no tuvo un papá presente, mi papá pasó a ser su papá; y mi mamá, su segunda mamá; y en ese momento la nana de la casa de mis papás, su tercera mamá... y yo su cuarta, JAJAJA; no, mentira: yo soy la primera, jajaja. Tuvo mucho amor y yo, dentro de mi inmadurez, siempre lo hice lo mejor posible. Me la llevaba para todas partes... Remaba, remaba.
Hace un año vivimos sola con la Mati... Terrible... Terrible... No sé cocinar... Me he manejado super bien, porque estoy en un buen momento, y seguiré en uno mejor aún. Pero al principio fue caótico, porque (con una) adolescente, me sentí como: “Mierda, hueón, no paro, no paro...”. Entonces amigas, que son más chicas, empezaron a decirme: “Ay, desaparecida”. Y me da rabia. “No paro: estoy acá, me levanto, la Mati, colegio, tengo que pagar el gas, la luz, las cuentas, el arriendo...”. En algún momento fue súper caótico este año; hasta julio yo decía: “No quiero tener esta vida tan heavy”... (Pero) necesito mi espacio también, soltera, que también quieres culear obviamente. “Chuta, ¿cómo lo hago?”, pensaba... Y de repente se empezaron a alivianar las cosas.
En este momento la Mati está tres días en la casa de mis papás, y el resto de la semana conmigo. Ha sido bacán eso, tener mi espacio. Lo estoy pasando muy bien. Pero cuesta. El otro día una galla me corrigió: “No hay mamás solteras, simplemente es ser mamá”. Pero ser mamá sola-sola, no sé si es mejor o peor si tienes a alguien que no te ayuda en nada, pero es un tremendo desafío. Cuesta, es como tener un pololo pobre, jajaja, porque tienes que pagar todo el doble. Cuesta, e hija mujer, adolescencia, “ay, mi nariz, mis pecas...”. Es como lidiar con tus propios demonios, súper heavy; pero bacán también. Estoy súper enamorada de ella. Acabamos de llegar de San Pedro de Atacama, fue increíble. No es tan fácil, pero hay que hacerlo con amor.
No tengo ninguna intención de ser amiga de Sebastián (Ramírez), no me interesa. Si la Mati en algún momento quisiera tener alguna relación con él, ¡jamás se lo negaría! Siento que para ella emocionalmente, tengas el papá que tengas, si necesitas o sientes algo, tienes que hacerlo. La vida es muy corta, pueden pasar muchas cosas. Con él no me interesa tener ninguna relación; yo con él pasé cosas HORROROSAS en mi vida que —gracias a Dios—, estoy aquí viva. Ningún tipo de relación, ojalá bien lejos. Pero si la Mati quisiera juntarse con él, bajo algunas supervisiones, y pucha, le tendrían que hacer tests (a él)... ¡Es la Mati po’! La he criado toda mi vida, y no sé si él es una persona 100% sana. Tendría que ser bajo una, no sé si supervisión, pero dicho por la Mati: que alguien esté mirando, cuidando. No sé qué le pasó a ella, pero la última vez que lo vio tuvo una situación mala con él. Pero si para ella sería sanador, no me negaría por ningún motivo. Lo tratamos de hacer algún momento, pero no se dio.
Me encanta carretear, es mi hábitat, mi zona de comodidad... mi lugar seguro, JAJAJA, no. Me fascina carretear, pero también me fascina el skincare y verme bien, soy traumada, me pongo aloe vera; puedo llegar a las 5 AM, pa’ la cagá, y me saco el maquillaje y todo. Pero me gusta carretear, porque mi rutina (de humor) va mucho dentro de lo que pasa en un carrete, desde que uno dice “la última y nos vamos” o “vengo un ratito”, y me gusta mucho el comportamiento del ser humano, desde que llega, a los matrimonios sobre todo, todo lo hipócrita.
Es un don: siempre he tenido mucha energía para carretear. Mis amigas piensan que tengo un poder. Puede ser porque fui mamá joven e igual carretera hasta las 5 AM y me tocaba despertarme a las 6 AM. Pero me gusta la noche, sobre todo en un país tan reprimido, que es entretenido ver a las personas... no confío en las personas que no toman, y no es un tema de alcoholismo ni nada, lo encuentro raro... Me gusta ver a alguien como “soy así”; prefiero conocerte en un after que en un aperitivo, y de ahí ya a partir de cero. Me cargan las citas, me carga actuar, y estudié Teatro, pero prefiero que digamos las cosas como son, aunque de repente sea un poco complicado.
Dejé la piscola durante ochos meses, por un experimento social, y lo pasé pésimo. No fue buena idea. Me sentía rarísima. Mi primer beso sobria fue asqueroso, asqueroso, jajaja, lo juro; sentí que me tenía que casar, todo tan real, comparaba todas las situaciones (con estando ebria), como “espérame, voy al baño” versus “oye, voy a ir al baño, ¿me esperabas acá?” —Pone voz de tontorrana—... Llegué a la conclusión de que no es necesario tomarse doce piscolas, pero tres sí. Siento que hay que dejar que las emociones fluyan. Lo logré, pero fue fome. Me puse hater. Por lo menos acá, en Chile, es raro. Pero también me cargan los curados, para que se entienda, no es que avale que “todos hagámonos mierda” ni nada... pero un poquito, bacán; y también un poco más, JAJAJA. Hay que equilibrar.
Me mando millones de cagadas cuando tomo, cosas que no tengo que hacer; soy así, soy Mr. Bean, la frase “para qué me invitan si saben cómo me pongo”. Aunque más chica; ahora tengo el poder y la consciencia de que ya sé cómo soy. Sin querer una vez le di un beso al novio en un matrimonio, y dejé la cagada; pero fue sin querer, porque era igual a mi pinche, y me confundí, ¡uy!, terrible. Típico que me caigo y me esguinzo, y ni siquiera curada; una vez me caí a una piscina; y pierdo anillos. Soy como la película ¿Qué pasó ayer?, cuando te levantas con el celular descargado y no quieres saber NADA. No sé qué me pasa, me pongo como: “¡La vida es una!”.
Pero ahora me he sorprendido, y me admiro mucho; estoy súper orgullosa. Por ejemplo, hace poco tuve un matrimonio con un pinche y para mis amigas es tema: “Vale, hazlo bien” y yo “sí, sí, voy a tomar (sólo) champaña”. Lo hice súper bien, aunque me peleé con su mejor amigo. He ido mejorando, sobre todo ahora, que igual me conocen en muchos otros lugares. Ya no tengo la libertad. De repente ni siquiera estoy curada, pero me pongo a hacer el limbo en el suelo, y me veo rara; pero estoy pasándolo bien nomás. ¡Qué lata ir a un carrete y que no te vean! Que te digan “¿ah, fuiste?”. Jamás me ha pasado. Y si me pasa, estaría haciendo mal las cosas. ¡Qué lata po’!
En el matrimonio al que fui con un pinche el ambiente era muy de “zorrón agrícola”. Escuché que un hueón trató mal a una garzona, porque ella llegó y le dijo a alguien, con muy buenas palabras: “Oye, ¿me podrías acercar un poco el plato?”, y percibí la cara de este hueón “zorrón agrícola” que respondió como: “OYE, me llamo...”, como diciendo “a mí no me dices ‘oye’”. Y me quedé con eso en la cabeza, me dio rabia. Pesado el hueón. Y al rato justo se dio una interacción en que habló de mí y dijo algo como: “La mina...”. Y yo le dije: “Me llamo Valentina”, jajaja. Ñoña igual, era innecesario, pero empezó como una pelea: “Tú hace cinco minutos le dijiste a la garzona...”. Lo dejé callado. Y después siguió molestándome, y le tiré contacto cero, porque conozco esos perfiles como de patrón de fundo. Después se acercaba a mí para bailar y ni siquiera de reojo lo miré... Le cuento estas cosas a la Mati y me dice: “Mamá, qué cringe”.
No fumo marihuana, pero la última vez fumé un pito me puse TAN honesta que fue TERRIBLE. Me tuvieron que sacar de una fiesta, como que decía toda la verdad. Llegaba una amiga y me decía: “¡Ay, Vale estoy esperando guagüita!”, y le contesté: “Me importa un pico”. Cuando uno no fuma (casi nunca), en verdad te volai po’. “¡Qué fea tu chaqueta!”, decía. Estaba dejando la cagá. “¿Cómo estai, Vale?”, me preguntaban. “¡Pésimo!”, respondía yo. Me puse loca.
Soy súper impulsiva, pero no es tan malo. Y la Mati es igual que yo, jajaja, de verdad que sí. De repente, con cosas como: “¡Hueón, la maleta no se me cierra!”. Y mi familia tiene harta sangre italiana, y se me salen esos gritos. De repente me voy al cerro a gritar, cosas así, o en el auto, porque es tan malo guardarse las cosas; y estudié Teatro, soy muy consciente de que es malo. Cuando estoy así, me encierro en el auto, grito y escucho música. No tengo mucha paciencia. Ahora no me guardo nada, lo digo todo, y es terrible también.
El humor también surgió desde la frustración, porque en esa época yo trabajaba en todo: promotora, anfitriona Expo bebé, Expo minería y bla bla bla. Y yo quería que me vieran, si soy actriz. Y creo que siempre he sido chistosa, y reprimida porque el humor que me gustaría hacer es tres notas más arriba de lo que hago. Mi humor es mil veces más negro, ácido e irónico; pero tampoco se puede y, siendo mujer, todo es más “cuidado”: si hablas con garabatos, eres una ordinaria; distinto a un hombre, que es: APLAUSOS. Como mi perfil es pelolais, igual es un plus dentro de la comedia, porque me río de todas mis cosas, de mi nicho.
Es complicado subirle el tono al humor, acá por lo menos, porque hay cosas que no se pueden hablar mucho, sobre todo en festivales; tendría que siempre estar en el “mood familiar”. Lo he ido haciendo más en los bares, ha sido bastante terapéutico y las personas lo agradecen harto. Ya lo estoy haciendo, en temas como: los hombres, la parte cuica reprimida de las minas que están casadas con hueones forrados (con plata), pero que ni siquiera las tocan en la cama, jajaja; que todavía exista ese “ay, ¿vas a tener hijos?”; que los hombres en despedidas de soltero se meten con putas; de la mujer frígida que está con cara hueona; de millones de cosas que no se hablan y que son reales. Por eso ya no aguanto nada, estoy muy reactiva a todo, en el sentido de tallas. Por ejemplo, si los los hombres me tiran tallas, las respondo, no las encuentro entretenidas.
Trabajo sin guion. Es mi idea tener un guion muy pronto. Hago mucho trabajo de mente, no es que sea loca y me suba (al escenario). Me gusta mucho la formalidad dentro del stand up comedy, me gusta arreglarme, me gusta verme bien; es un ritual, lo tomo mucho por el lado del teatro. Los primeros quince o veinte minutos, improviso con las personas, y me tiro con las cosas que tengo en mi cabeza. Espero tener guion, porque obviamente será una herramienta más fuerte aún. Ya tengo la improvisación. Es para profesionalizarme, porque si en algún momento me toca ir a un festival, no puedo sentarme y decir: “No, te voy a improvisar nomás, tranquilo; soy súper talentoso”; JAJAJA. No puedo hacer eso. En un show pasan cosas mucho más interesantes que un guion; puede llegar alguien que esté vestido igual a otro y no puedo (quedarme callada). Soy demasiado espontánea.
Me interesa ir al Festival de Olmué. Me gusta la adrenalina y me gusta saber que estoy al borde de que me puede ir pésimo o bien. A Olmué me gustaría ir en algún futuro, preparada, con un tremendo equipo. El año pasado me pasó que me llamaron para el Festival de Las Condes, que me llamaron cuatro días antes, y ni cagando iba a tirar siete años de mi carrera. Si lo hago, lo haré con todo, con una preparación espiritual, emocional y un equipo. Pero sí me gustaría, soy adicta a la adrenalina, jajaja, me encanta el nervio de: “¡Oh, todo puede irse a la mierda!... O nos puede ir bien”. Soy súper positiva. En Olmué me veo; no así, quizás, en Viña, que admiro mucho a las personas que se atreven a ir pa’ allá, aparte que siempre me da nervio que me juzguen por mi imagen, por la “ch”, por como hablo... Podría igual darla vuelta, porque mi show es súper transversal para todo tipo de público; pero no me cierro a nada. Me gusta mucho el escenario, lo respeto mucho y me hace muy bien.
Tengo cara de diputada, hueveo harto en mis shows con eso. No me interesa NADA la política, soy súper inculta. No sé nada de política, no me interesa. Tengo que estudiar más, obvio que hay que aprender. Sé de signos, reiki y hartas cosas; soy seca, pero política no. Últimamente he conocido a mujeres, concejalas o políticas, y lo encuentro entretenido cuando me hablan. Me encanta el empoderamiento femenino, me fascina, no como el “odio a los hombres”, pero me gusta mucho que le vaya muy bien a las mujeres. Siento que nos cuesta todo mucho más: los espacios de comedia, que ojalá se abran para todas, ojalá que una mujer haga un Movistar Arena. Nos tenemos que maquillar, desmaquillar y vernos bonitas; tienes que hacer todo bien; y no puedes envejecer. Es complicado. Y los haters, los hombres, como que se pican porque te va bien. Me gusta mucho que les vaya muy bien a las mujeres.
Me invitaron al casting de Tierra Brava (Canal 13), en Perú, el año pasado. Me dijeron: “Porfa, ven, ven, ven, ven”. Y dije que no. Un reality sería algo en lo que no me metería... No me gusta decir “no, nunca” a nada, porque uno no sabe lo que te pasa en la vida. Pero me gusta mucho lo que hago y estoy muy agradecida con lo otro que me ha salido; pero el stand up es a lo que le he tirado toda mi pasión, y me encantaría decir: “No tengo fechas (disponibles)”. Me hace muy bien. En el momento perfecto voy a despegar ahí... quizá. Para entrar a un reality debes tener una personalidad super heavy. Aparte me encanta mi espacio. No sé si podría pelearme con alguien, ¿o cómo me pelearía? No sé qué qué lugar negro podría salir de mí... ¡Heavy igual entrar a un reality!... Ya me conocen en las redes sociales, pero en un reality no puedes ser la “zorrona mística”: algo que tiene que salir mal, y no sé si quiero que me salgan las cosas mal, jajaja. Me están saliendo bien.
La radio (Dedicados, FMDOS) me encanta, fue un descubrimiento, no lo estaba buscando. Me ha encantado mucho y el equipo es bacán. Siento que puedo ser yo, totalmente; e independiente que tenga un guión, me dan el espacio para fluir. Al programa le está yendo súper bien, mi jefa también es bacán y creo que pedí un poco eso: tener más una rutina, un trabajo estable, porque desde el año pasado es la primera vez que tengo uno estable. O sea, me va súper bien porque busco y hago mis cosas, pero es rico tener una rutina. También me gusta mandarme a cambiar cuando quiera. Ahora tengo responsabilidades. No puede ser todo perfecto. Es otra madurez laboral, de estar todos los días.
A Hay que decirlo (Canal 13) llegué por casting, fue muy loco. Me invitaron del canal y, la verdad, cuando vine, vine sabiendo que no lo iba a hacer, porque estaba en la época más negra de la adolescencia con la Mati: la saqué del colegio, lo estaba pasando mal, era el tiempo en que más tenía que estar presente... Y cómo soy yo, obvio que entré igual, jajaja. Entré al casting, lo pasé súper bien y sentí que quedaría. Tengo la suerte de que mis papás saben que soy súper trabajadora, y también era una oportunidad muy buena para probar cosas distintas. Me apoyaron mucho y logré estar.
Como no veo farándula, al principio fue súper difícil estar en Hay que decirlo. Me sentía muy nerviosa, porque sentía que estaba en un after, como: “¡Hueón!, ¿qué estoy haciendo acá?”. Fui aprendiendo. Empezaron a pasar los días y, como en todo, uno va encontrando su lugar. El equipo es bacán. Realmente todos remamos, no solo el equipo de los panelistas, sino los que están en las redes sociales, camarógrafos y maquilladoras. No he tenido una experiencia traumática en la tele, como a otras personas que había escuchado. No ando pensando en esas hueás. Y me gusta mucho estar acá, porque siento que abre un espacio femenino de aquí para adelante, para las mujeres; en algún momento puedo meter comedia. Es una experiencia distinta. Este año ha sido súper experimentado, la radio y ahora esto. No sé en qué estaré el otro año... ¡Escort!... JAJAJAJA... Todo puede ser.
Se me acerca todo tipo de gente (a saludarme), porque mi público era desde lo 18 a los 35 años, y ahora es mayor. Es súper raro, distinto a todo lo que había vivido antes, por la tele; señoras de 50 o 60, o más abuelitas. Es un tremendo desafío, porque tengo que estar en los códigos de los cabros chicos. Es harta pega. Si no hay contenido que no pega. Es súper difícil trabajar en las redes, harto; mis amigos son mucho más chicos que yo, tenemos las mismas campañas y pegas, pero me cuesta el triple hacerlas: “Mira, es súper simple, tienes que subir esto en 4K...”, y yo quedo así: “¿Cómo lo hago? Por favor, ayúdenme”.
“Mucho tiempo nunca podía decir que no, por eso me mandé tantas cagadas”, dije hace un tiempo sobre lo laboral. Era influenciable. Nunca me ha gustado mucho decir que no, y obviamente es aprender a marcar límites en la vida. De repente hacía cosas en que me preguntaba: “Chuta, ¿para qué lo estoy haciendo?”. Lo he aprendido harto. Hacia desde cosas chicas como “vamos a bailar a este lugar”, al que yo no quería; hasta ahora que estoy con mi hija y me dicen “quiero una foto”, y de repente realmente hay personas invasivas, cuando estás comiendo, y ahora lo manejo súper bien tipo: “oye, pucha, estoy comiendo”; no como la diva “ubícate”.
Soy demasiado empática, entonces es muy fácil que de repente no me dé ni cuenta y ya estoy viviendo con alguien, ¡es terrible! “¡¿En qué momento?! Si te conocí ayer”, digo. Hay que manejarlo; a veces pongo caras más enojadas, pero no me nace. Es una esencia... Pero también cuando uno ya trabaja en hartas cosas tienes que marcar límites.
“Ojalá juntarse con personas desequilibradas”, he dicho como filosofía de vida, porque eso me hace sentir estable. Me encanta, porque las personas desequilibradas siempre buscan la estabilidad; en cambio, las personas equilibradas es: “Ya, ¿qué me van a entregar?”; son como la limonada-jengibre... qué plano... Desde el caos uno siempre tiene esa transformación, mejoras, tienes cancha en la vida. Creo que es bueno. También tengo amigas súper estables, pero en general en nuestro grupo todas hemos tenido traumas y terapias, y nos ayudamos y somos muy inteligentes. Ya sabes que nada peor te puede pasar. Es como terminar una relación (de pareja) a estas alturas, que es como: “Ya, ¿qué?”. Sabes la fórmula, sabes que no te vas a morir. Cuando pendeja creía que me iba a morir: “Mamá, me voy a morir”, decía, “no quiero estar en este mundo”, jajaja. Uno ya sabe.
Soy conservadora quizá en lo romántico. Si estoy en una relación soy súper partner, porque no creo que sea conservadora. De hecho, ahora me gusta mucho hablar de esos temas en el stand up, siento que hay tanta hipocresía en todo, y todavía sigue ese tema de que alguien te dice: “Ay, me gustaría que encontraras a alguien y que no estuvieras sola”. Soy muy pro de las personas que logran ser felices solas, sin tener que aparentar estar con alguien y lo pasan como el loli toda su vida por estar “estable”.
Terminé nuevamente una relación en que repetí los mismos patrones; siempre atraigo a hombres pobres, que no es el tema más importante, jaja, pero termino haciendo todo yo... Y llega la señal del cuerpo, que se te aprieta la guata, y logré terminar una relación que fue buena en su momento, pero la vida me llevó a preocuparme mucho más de mí. Me he alineado mucho más, en hacer las cosas que YO quiero hacer. Fue una relación linda y todo, pero no estoy preparada para hacer familia. No quiero nomás. Estoy mejor que nunca, ¡mejor que nunca!
Me propuse estar un año soltera, y lo voy a cumplir; pero no significa estar sola, sola, sola. ¿Pero pololear? Si alguien me pide pololeo, no. En febrero ya podría empezar a ver si puedo pololear. Me encanta el amor, el amor a uno lo encuentra. Pero estoy respetando mucho mi soltería, y no quiero que nadie me la arruine, porque es un trabajo. Como tenía el problema de no decir que “no”, en cualquier momento estoy metida en un baby shower de gente que no conozco... ¡No, de nuevo no! Tener que conocer a mamás (posibles suegras)... ojalá conocer a alguien huérfano, jajaja; no quiero perder mi tiempo como en “ay, tía...”. Estoy grande ya. Tendría que ser algo demasiado elevado para que pudiera acceder. Complicado.
¡Ni cagando tendría otro hijo! ¡No! Cero posibilidad. Ese es un tema. La persona que estoy “conociendo” que me ha preguntado esas cosas, y prefiero ser súper directa... A menos de que yo firmara un contrato (de compromiso con la paternidad), porque ya tuve la experiencia muy mala de ser mamá sola, ¡y es más pega que la chucha tener un hijo! Les aconsejo a las generaciones: en verdad piénselo, si realmente quieren, porque ya no es la necesidad de antes, que tenías que tener el jardín, el perro, la pareja y el hijo. ¡Hay millones de cosas! ¡Hay un mundo como que conocer!... Ay, me sentí como Pocahontas, jajaja... ¿Cuál es la necesidad? He escuchado amigas decir como: “Ay, estoy aburrida, voy a tener un hijo”. Más encima tienes que pensar por la persona, que no elige vivir. En verdad, con responsabilidad. Yo ya lo hice de manera irresponsable, y soy maternal a morir, hogareña, y quizás sí me enamoro hasta las patas feliz estaría viviendo en el campo... pero también estaría en Ibiza carreteando. Antes cuando uno veía esa edad (39) sentía que iba a ser una vieja. Y ahora digo: “Estoy mejor que antes”. Tengo plata, puedo hacer cosas, vivo sola, manejo mis cosas y marco mis límites.
Kenita Larraín me dijo que tenía que “sanar” a tu “niña interior”. La estoy sanando. Por lo menos estoy conociendo personas y, si conozco a alguien, tiene que ser mayor de 32, porque antes, por ejemplo, mi ex tenía 29; y generalmente me joteaban mucho más chicos, porque soy, quizá, más juvenil... Ahora estoy conociendo mayores, ¡y una lata los hueones!, jajaja. No el que estoy conociendo, pero el otro día a un hueón lo tuve que bloquear, de verdad, porque me dio cringe. Me mandó un audio como el del meme “cuando te quedas con el bueno”, tipo: “¿Cómo despertó, Valentina Valecín Pinpín?”. Y más encima, las mujeres somos malditas y reenviamos todos los audios que nos mandan los hueones; o yo lo hago, y lo admito, porque es contenido, me está dando material. “¿Cómo dormiste? ¿Tomaste un cafecito rico?”, me decía... ¡Oooh, hueón!... Te juro, lo bloqueé. En esa hueá soy impulsiva... ¡Iugh! ¡Caca, caca! Qué lata. Prefiero a un hueón que me invite a tomar una shela. Parece que mi alma todavía quiere experimentar.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido actriz me habría gustado ser cantante. Amo cantar.
En mi época universitaria era codiciada, muy codiciada.
Un apodo es “Sataini”. En el colegio me decían así, porque hago exorcismo.
Un sueño pendiente es pasar mis 40 en algún lugar de Europa, que los cumplo el otro año.
Una cábala es que siempre medito antes de todo.
Una frase favorita es: “Vamos con todo”, siempre lo digo, jaja.
Un trago favorito es la piscola. Me encanta.
Un trabajo mío que no se sabe es que fui coach, cuando chica e inventaba que hacía capacitaciones, y me contrataron. Lo hice y trabajé en la mina El Teniente en Rancagua, todo un año... ¡Heavy!
Un cantante favorito es Roger Waters, David Gilmour, Dream Theater, Gustavo Cerati... Soy rockera, me gusta todo ese estilo.
Mi primer sueldo fue muy poco, así que no me alcanzó para nada, 20 lucas, trabajando en el bar de mi papá. Lo gasté en comida. Era bodeguera, contaba paltas, queso y qué sé yo. Me pagaban en efectivo, era bacán. No me gustaba nada trabajar en eso, me sentía frustrada. Tenía 24.
Una pasión escondida es el tenis. Ahora lo voy a retomar, dos veces a la semana, personalizado.
¿Comediantes que admire? Me encanta Felipe Avello, Natalia Valdebenito e Ignacio Socias.
Un talento oculto es cantar. No me han descubierto, canto bien.
Una película que me hace llorar es La familia.
Creo en el horóscopo. El horóscopo define en un 70% mis decisiones, y no soy católica más encima, jajaja. Ando con el péndulo para todas partes, soy muy mística, creo mucho en el Universo; ando con todo. Y de repente si me dice que no hay que ir a un lugar, no voy.
Si pudiera tener un superpoder me gustaría ir de invisible, que no me vean. Estar acostada, en un carrete, haciendo todo, pero que nadie me vea... Sería la raja.
Un placer culpable es la comida, me encanta comer todo el día, de todo: papas fritas, chocolates, manjar... y sola me gusta comer... Pero también me gusta estar flaca.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia, uno sería Roger Waters, sí o sí; Gustavo Cerati, ¡obvio!; y Charly García.
Valentina Saini es una mujer muy power, muy multifacética, muy tierna, muy amorosa, muy decidida y muy loca.