No deben ser muchos los artistas que puedan presumir de una carrera tan vasta como la suya, pero a Luis Jara eso parece importarle poco. Es más, según él, ahora está partiendo otra vez: pronto espera presentar un nuevo disco bajo la producción de Humberto Gatica. Mientras eso sucede, vino desde Miami —donde se radicó— para ofrecer un concierto en el Día de la Madre, y recibió al diario pop en su “refugio” para conversar de todo: su vida en la TV, sus improbables anécdotas, la escena urbana y cómo es ser un meme viviente.
Nunca he dejado de cantar el Día de la Madre. Es la línea de mi música: la historia de mi vida ha estado ligada al Día de la Madre. Yo fui un hijo muy regalón. Este año se cumplen 10 años de la muerte de mi madre, este mes de mayo está de aniversario.
Volver al Caupolicán es volver a la esencia de mi carrera: todos los cantantes chilenos que hemos construido una carrera, la hemos hecho al alero del Teatro Caupolicán. Está muy ligado también a mi infancia: yo nací en el barrio de Avenida Matta, entonces hay muchas razones.
La gente que va a ir tiene que ir dispuesta a emocionarse. Los conciertos que yo he creado en mi vida, han tenido que ver básicamente con la emoción. Y la emoción es muy transversal porque muchas personas la ven a través de las lágrimas... Pero la emoción tiene que ver también con la risa, la nostalgia, la familia. Van a haber muchas emociones presentes en este concierto. Voy, en particular, con una orquesta de 15 músicos, lo que hace que el escenario va a retumbar de música muy potente.
Muchos dicen “mi madre fue mi fan número uno”... mi madre fue mi crítica número uno. Mi madre significó un pilar en mi vida, y en mi carrera: yo aprendí a recibir críticas con ella. Crecí al alero de una mujer muy crítica, y eso me generó ser alguien muy autocrítico. Por otro lado, fue un pilar muy importante para mí, porque la fuerza con que ella vivió, me la transmitió. Yo soy muy guerrero, y eso creo que lo heredé de ella.
Yo soy lo menos mamón que hay. Porque fui criado al alero del rigor y la disciplina. Yo fui criado muy independiente. Desde los 10 años tomaba una micro, a las 13 ya trabajaba. Soy de la época en que había que pedir permisos. Entonces, no... no fui mamón.
Estuve en la Universidad de Santiago tres años y estudié Auditoría. Entré a los 16 años, era muy chico. Y a los 19 años decidí dejar de estudiar y dedicarme a la música y televisión. La frase de mi madre la tengo muy marcada. Fue: “ok, pero flojos en mi casa no quiero”. Lo que significa que ella siempre marcaba el límite. Lo que hoy día la mayoría de los cabros o los jóvenes no saben dónde está. ¿Qué te decía con que no quería flojos en su casa? Que de inmediato te ponía el límite, y eso para mí fue muy importante.
¿Por qué sigo haciendo música? Debe ser un poco que me preguntís por qué sigo durmiendo, por qué sigo comiendo. Parte como elemento vital. No tengo la concepción de que mañana me levante sin cantar. Ponte tú: ya, mañana nos vamos a dedicar a tener una línea de barberías, por decirte algo... o mañana voy a salir a viajar por el mundo. No: para mí el cantar, la música, es un elemento vital, como el agua, como un elemento casi de sobrevivencia. Probablemente, cuando deje de cantar voy a estar en una curva que tenga que ver más con la despedida que con estar vivo, digamos.
He tenido que parar. El año 2018 estuve seis meses fuera. Me salí de todo: de la tele, de la música, de todo. Me retiré. Paré todo, aunque nada es definitivo. Pero sí sé poner pausas. Por ejemplo: antes de la pandemia había aprendido a ponerlas. La pandemia obligó a todos a poner un poco de pausa, pero yo ya lo había hecho. Como te dije, nada es definitivo y si hay algo que tengo claro, es que mientras tenga mis cuerdas vocales, no voy a dejar nunca de cantar.
La pandemia me ayudó en muchos aspectos. Dónde quiero vivir, cómo quiero vivir, con cuánto voy a vivir, qué quiero hacer. Desde ese movimiento subterráneo que son esas preguntas que uno se hace..., y las respuestas vienen a ser muy sorprendentes. Una de las decisiones que tomé fue: bueno, ¿quiero seguir viviendo aquí? ¿Y si lo intento en otro lado? Y lo hice (NdeR: desde hace un año y medio, Lucho Jara se radicó en Miami). ¿Voy a seguir cantando? Sí. ¿Qué quiero cantar? Boleros. Voy a hacer boleros. Y desde ese escenario, que la pandemia fue muy pro para que todos pudiésemos tomar distintas decisiones, es que el disco de boleros vino a salvarme. Yo me sentí muy acompañado por los boleros en la pandemia. Nunca me sentí solo, abandonado, triste, desesperanzado, desorientado, como le pasó a muchos. La música me salvó.
Estaba escuchando una canción de Roberto Carlos, “Abrázame así”, porque se me cruzó, caminando por el patio... la Silvana estaba en Miami, y de repente dije: “Voy a grabar esta canción, pero al son de un bolero”. Llamé a la Silvana y le dije, “gorda, sabís que acabo de decidir que voy a hacer un disco de boleros”. Me cortó. Y ese día, yo tengo todo marcado en mi cabeza, sé dónde estaba parado cuando escuché la canción y pensé: “qué hueá más linda, hueón, ¿cómo me quedaría a mí?”. De ahí en adelante, yo traía a los músicos a grabar acá con mascarilla, traje a la mitad de la sinfónica a grabar las cuerdas... Y una de las niñas que tocaba el violín se puso a llorar y me dice: “Gracias por sacarme de mi casa”. Cuando me dijo esa hueá, dije: ya, está pagado el disco.
Me siento bendecido de tener tiempo. Ni la gente de la tele, de la música, la gente en general… los seres humanos no tenemos tiempo. De repente, tú escuchái “hace tiempo que no me juntaba...”, “oye, hace tiempo que no lo pasaba tan bien...”, “oye, hace tiempo que no me reía...”. Siempre “hace tiempo”.
Tengo muy buena memoria. No creo que sea heredado: es el ejercicio de estar vivo, que me ha conectado con la memoria... Porque yo debo saberme 500 canciones, he tenido que entrevistar a 350 millones de personas. Es el ejercicio de la memoria.
Estoy grabando con Humberto Gatica, que es el prócer más prócer que puede haber. Cuando tú llegái a un punto de tu carrera y decís, voy a grabar quizás con el más importante productor de música en el mundo... quiere decir que siempre estuve en el camino correcto. No tengo idea cómo le va a ir al disco, y probablemente me da lo mismo, pero no me iba a perder el proceso de grabar en el mismo micrófono que Michael Bublé, Celine Dion o Michael Jackson. Y decís: puta, yo soy de Avenida Matta, ¿pero por qué no puedo soñar con eso? Y ahora estoy respirando el olor del micrófono donde han estado los más grandes.
Pese a la carrera que tengo, siempre siento que estoy partiendo. Por ejemplo, ahora estoy grabando y siento que estoy cantando mejor. Digo: “ahora voy a partir de nuevo”. Siempre tengo esa sensación. Y desde ahí, siento que puedo llegar a sorprenderme cantando con otras personas, haciendo otros discos, produciendo artistas nuevos. Me encantaría ser un gran productor de nuevos talentos.
Cuando grabé “Mañana”, dije aquí sí que agarro las riendas de mi carrera y no me bajo más. Habían pasado varios discos ya, pero ese es el punto de quiebre...
Yo no tomé la decisión de entrar a la música: nací en el mundo de la música. No conozco otro diseño. No tenía opciones. No tengo en mi cabeza el momento de haber tenido que decidir. Cuando yo me retiré de la universidad fue porque le dije a mis papás: “Ustedes querían que su hijo entrara a la universidad, ya, ¿vieron la foto? Ok, ahora, ¿puedo seguir con lo mío?”.
Lo más difícil de mi carrera ha sido hacer música en un país que no tiene industria. Hacer música es una maravilla, pero hacer música en nuestro país, que es tan maravilloso pero no tiene industria, cuesta. Para todos los músicos chilenos es muy difícil. Porque acá no está en una categoría de prioridad, no está puesto en una categoría cultural. No está puesto en el estatus que tiene que estar. Entonces, cuando ves a un cabro que quiere hacer música, siempre está muy relegado a un segundo, a un tercer plano. Tú le dices a un papá que te quieres dedicar a la música y te echa de la casa. “¿De qué vas a vivir?”, te dicen. Cuando tú ves que hacer música en un país donde no hay industria, donde no está considerado como una gran carrera, como un gran futuro, es difícil...
La música me hace un hueón feliz, yo soy un hueón feliz. Así como tú me ves aquí, he sido toda mi vida igual. Si yo no tuviera la música, no sería como soy. La mayor satisfacción que me dejó la música es que me ha hecho sentir realizado.
He tenido miedos, dificultades, pero nunca con la música. Porque siento que es mi pasaporte. Si quiero que me escuchen en alguna parte del mundo donde no me conocen, me pongo a cantar. Ahí está mi marca registrada. Y me ha servido para saber quién soy.
El Luis actual le diría al Luis que se inició en la música que no corra. “Va a estar todo bien, compadre, no sea tan apurón, no sea tan ansioso, porque va a lograr todo lo que quiere”. Si le pudiese decir algo así al pendejo de 20 años sería eso: “Compadre, hágalo tranquilo, no se preocupe por el resto, lo van a aplaudir igual”.
Me hubiese encantado tener algún referente... por eso tengo la Fundación y por eso tengo la Academia. Porque a los artistas, nadie nos escucha y nadie nos da un consejo desinteresadamente. Hoy, hay muchos cabros a los que se les acercan un montón de asesores, pero porque ganan plata... porque es negocio. Pero nadie se acerca a un cabro a decirle: “así se hace”, gratuitamente. Como yo no tuve y me tuve que hacer a costa de muchos errores, de muchos sacrificios, me hace mucho sentido decirle a un cabro: “compadre, no corra”.
Me lleno de amor con la Fundación (NdeR: MusicArte se llama). Los legados tienen que ver un poco con qué dejas y siento que empecé a construir mi legado, que tiene que ver precisamente con lo que tiene que ver la fundación: crear un espacio para que los cabros tengan fe, que puedan crear sus sueños, cantar. El año pasado creé este proyecto, que se llama “Yo quiero cantar” y pude becar a diez cabros, grabarles un disco. Hacer todo lo que hice fue una satisfacción enorme. Yo tengo WhatsApp directo con ellos, hay cinco que están en The Voice y me llaman para pedirme consejo de cómo hacer la próxima batalla.
Yo estoy muy vivo por todos lados, hueón. Me siento lleno de energía. La Academia, la Fundación, el disco, el estudio, mi familia, mi casa, el Caupolicán, mis amigos... me junté con 50 excompañeros del Mucho Gusto. Me di el gusto de pagar una fiesta pa’ todos los hueones... porque me di cuenta que estuve ocho años allí, conocí a no sé cuántas personas... terminó mi paso por Mucho Gusto, ¿y por qué no los puedo ver de nuevo? Entonces, creé un WhatsApp, los invité a todos y me tomé un copete. Lo que nos está pasando es que no hay tiempo pa’ eso... y a mí me pasa que me inyecto de amor por todos lados. Hay gente que se inyecta de plata, y está perfecto, pero yo me inyecto de amor.
Construimos entre todos un hogar para los músicos, un refugio. Este es el refugio de mi música.
Me encantaría aconsejar a la nueva generación de músicos urbanos que aprendieran a escuchar consejos. Eso es súper importante. Sería mi primera recomendación. Y lo segundo, que no pierdan lo que han construido, que es algo que yo envidio sanamente: que se quieren entre ellos, se respetan, se apoyan. Hay un punto de inflexión súper positivo, en que ellos han formado una comunidad. Esa sensación no la han exaltado tanto los medios, y ahí hay una fórmula a nivel sociedad chilena que puede generar cambios muy profundos. Se le ha puesto el acento a la nueva generación de artistas en quizás a su marginalidad, o su conexión con lo antivalórico, pero me parece que no se le ha puesto a lo que ellos son: a su verdadero origen, con lo esencial que son, con lo honestos que son y con lo unidos que son. Lo que tienes ahí es la configuración de una comunidad, y lo que nos hemos perdido nosotros es que no sabemos vivir así. Me gustaría decirles que no pierdan nunca lo que construyeron, y a mí me da una gran envidia... me hubiese gustado colaborar con muchos más colegas y a veces la industria es muy mezquina. O nosotros somos muy mezquinos con los otros colegas.
Los nervios antes de subir al escenario se dominan, pero no se acaban. Si no existieran sería foooome, po hueón. ¡Fome! Sentirse nervioso es lo máximo. Un estado adrenalínico muy excitante.
En mi vida actual (en Miami) te puedes encontrar con lo esencial, lo fundacional: el papá, el amigo, el esposo, el loco, el pendejo. Hay una conexión con lo esencial que me tiene muy contento. En Chile es difícil lograrlo, porque hay una dinámica, una estructura y una falta de tiempo que te desconecta más que te conecta. Los horarios, la tensión, la presión, la autopresión te genera una invasión a tu vida personal muy potente. Entonces, allá he conseguido ese “desconectarme” que ha sido muy bueno.
De Miami traería la seguridad a Chile. La seguridad con la que camino por allá, feliz... y de Chile no extraño nada, porque tengo todo allá. Yo tengo la bandera de Chile tatuada y cuando quiero comer charquicán, sé hacerlo. Si quiero ver un canal, pongo la tele. Hoy ya no es un tema la nostalgia.
En Miami conocí a Gianluca Vacchi... me hice pasar como hermano de él. Finalmente lo terminé conociendo, carreteando con él y me regaló una botella de Dom Pérignon. Él dijo: “a ver, tráiganme al que dice que es mi hermano chileno”. Me mandó a buscar a su camarín y terminamos carreteando hasta las 5 de la mañana.
Si tú pudieses hacer un diseño de una carrera televisiva, no lograría llegar al nivel que creo que logré yo. Tuve dos programas con mi nombre, y hoy día lo miro pa’ atrás y digo_ “¿cómo no me di cuenta lo power?”. Hice una carrera hermosa, increíble, tengo un backup de entrevistados maravilloso. Conduje uno de los matinales más importantes que ha tenido la televisión en los últimos 30 años y me llena de orgullo. Es una historia preciosa.
Lo más difícil de la televisión es que finalmente te das cuenta que es un negocio. Y cuando te das cuenta, duele. Por eso que, aparte de la tele, hay que tener otras cosas, porque hay gente que cree que la tele es la vida, vives por la televisión, y después la televisión de verdad te deja.
La televisión en Chile es una etapa cerrada. Es una etapa muy linda que cumplí y siento que ahora tengo que ir por otra etapa. Si me vienen a buscar para conducir un programa, no.
Me cargaría que me dijeran El Sol de Chile. Nació después del tráiler de la serie de Luis Miguel, y fue como mi carta de presentación en Univision. Entonces, cuando el productor me llevó, ellos habían lo habían visto, y en la puerta, en vez de decir Luis Jara, decía El Sol de Chile. Me cagué de la risa. Aparte de la música, el sentido del humor ha sido mi acompañante siempre. Y en vez de decirles “¡hueón, qué falta de respeto!”, lo encontré la raja, divertido, gracioso. Me presentaron así, y dije, bueno, está bien, hueón. Pero no me gusta El Sol de Chile, me gusta mucho más mi rótulo de Lucho Jara. Encuentro que Lucho Jara es mucho más yo.
Como he sido un constructor de mi vida, entendí que había que generar una barrera a la mala onda. Siempre me he ido adelantando un poco a las cosas. Entiendo el mercado, la industria, y al poco andar, tuve que entender el universo de las redes sociales y la exposición que tenía todos los días en un programa como Mucho Gusto. Pero nada de eso hace que te aminore el dolor o la desazón que te produce cuando hay tanta mala onda. Jamás he contestado en negativo, y tiene que ver con el manejo de tu propia energía... y yo cuido mucho mi energía. Como yo respeto y como cuido mi energía, y el día a día de mi vida es muy importante, tengo completamente bloqueado ese pasado. Nunca me he fumado un pito, pero me imagino que debe ser como eso: sobrevivir sin ningún problema con mi mente desconectada de la energía negativa de los demás. No tuve tiempo de procesar la mala onda. No tuve tiempo de terapearme.
Yo tengo otra imagen de mí, no soy ególatra. Soy un tipo súper corriente. Es curiosa la imagen que tiene el resto de mí, pero yo no la comparto. No puedo discutir... si yo proyecto eso, está bien, po. Pero no tengo esa imagen de lo que la gente dice que soy. Ahora... “¡la gente!”. Es un grupo menor. No voy a convencer a dos personas… para qué.
Tengo una carpeta con mis memes. Los paso al papel. Para mí, el mejor es el de la Semana Santa, el de Jesucristo. Tengo demasiados, y tengo estos emojis. En WhatsApp los stickers que más ocupo son los míos. Ese que estoy saliendo de la piscina con ropa, es el mejor. Es como “oye, nos juntamos donde no sé qué, al carrete...”, y todo el mundo coloca este, po hueón (NdeR: lo busca y lo enseña desde su celular. “¿Lo habíai visto?”, pregunta).
Mi peor entrevista fue a Miguel Bosé, el año 2004. Porque fue un personaje infranqueable, no pude conectarme con él. Y he tenido muy buenas entrevistas, pero la mejor fue con Cecilia Bolocco, el 2003, cuando me presentó a Máximo (Kirchner) en su vientre, cuando mostró su embarazo. Era quizás la entrevista que todos querían tener... y la tuve yo. Pero, además, supimos ambos darle a la audiencia lo que ellos querían: verdad, emoción, información, historia. Tú eres muy chico, pero esto fue hace 20 años, y había un mito respecto al embarazo de la Bolocco: que tenía un plumón, una almohada, que no estaba embarazada, que había sido un invento. Había muchas cosas que estaban cargando esa entrevista, entonces para mí fue un gran momento...
¿Se cumplen 20 años de la entrevista a Robbie Williams? Bueno, ¡la celebraremos como corresponde, po hueón! Yo debería hacer una conferencia de prensa en inglés... pero que al señor le hicieran una en español. Para ver quién está mejor parado el día de hoy.
Si no hubiera sido cantante, me hubiera gustado ser cocinero. Soy genial en la cocina, espectacular. Yo debería tener un restorán que se llamara “Donde el Lucho Jara”, y los hueones saben que van a comer un puré picante, un costillar de cerdo. Me encanta cocinar y tengo muy buena mano pa’ hacer cazuela, charquicán, carbonada, pollo arvejado. Cuando estoy en Miami, en la casa, yo soy el que cocino. ¿Dije que me hubiera gustado ser modelo?, estaba borracho jajajaja.
Cuando empecé mi carrera era un viejo chico. Un gallo, puta, súper ordenado, disciplinado, pagaba las cuentas, mantenía mi casa. Todo ordenado... de verdad, un viejo chico.
Mis hijos me dicen “Intensity”, porque soy muy intenso para todo. Mis hijos cuando se hablan, se dicen: “Oye, ¿qué es de Intensidad?”. Y les grito, oye, estoy acá, ya escuché... tú le preguntái a cualquier amigo mío cómo definiría a Lucho Jara: nooo, intenso.
Mi mejor anécdota es cuando me equivoqué de Iglesia... tenía que ir al matrimonio de la hija de Eduardo Frei, Catalina Frei, a cantar el “Ave María” y lo canté en un matrimonio equivocado. Llegué a una Iglesia, canté el “Ave María”, y yo pensaba que estaba bien, pero no era na’... la gente se decía “pero por qué este hueón están cantando...”. Y después me dicen que no era ahí… me fui rajado. Me encontré con Frei este fin de semana, y ahí estuvimos recordando.
Lo de Miyagi yo lo voy a celebrar: se cumplen 25 años, fue el 98. Tengo una bitácora de anécdotas, porque nunca digo que no. La vida es tan fabulosamente generosa conmigo, que te regala esos momentos, po hueón. Él se tomó un whisky, yo no tenía plata y me invitó a otro. Yo le convidé unos Viceroy Light. Estuvimos cuatro horas conversando. Fue fantástico... ha sido el encuentro más inesperado, con el personaje más célebre. Me he encontrado con más gente, pero chucha, carreteé en el Hotel Plaza de Nueva York con el Señor Miyagi hasta las 4 de la mañana. Es la más top.
Quiero hacer un viaje, con mis tres hijos y mi señora, en una motorhome a la Carretera Austral. No sé por qué, pero tengo una fijación con arrendar una motorhome y subir a mi familia a recorrerla. Lo estoy planificando.
Soy cabalero... busco que se me aparezca el 11-11, ahí todo me cuadra.
Estoy trabajando mis miedos, me van quedando súper pocos. El que creo que nunca voy a superar es el miedo a los ratones. No logro superarlo. Ese ni siquiera lo quiero trabajar... Me tiré en paracaídas, buceé, me fui a vivir fuera de Chile, renuncié a todo lo que soy acá en Chile en la televisión. Algunos decían que nunca lo haría... grillos.
Mi gran dolor es la muerte de mis padres.
Mi frase favorita es “ya está bueno ya”. “Oye hueón, sí, vamos a comer... ya está bueno ya” (ejemplifica). Ahora hablé con una amiga, que irá mañana a lo del Mucho Gusto, y me dice “nos vemos mañana, ¿y sabís por qué? Porque ya está bueno ya, po”.
Mi picada favorita es La Casa Vieja y el Don Peyo. Pido garbanzos, porotos con rienda, plateada con puré...
Además de la música, trabajé en doblaje de voz, teleseries... en realidad, trabajos, pocos, porque todo lo que he hecho, ha sido en función de ser artista.
Mi primer sueldo me lo gasté en ir a ver películas para mayores de 18 al Cine Alessandri. Con todo mi curso... invité a todo mi curso.
Me gusta que me digan que soy parte de la cultura popular chilena, pero no sé si decirlo yo. Porque siento que cuando uno se autorotula... no sé, no tengo la necesidad de ese rótulo. Pero me gusta que me lo digan... me gusta todo lo que me dicen con cariño.
¿Qué escucho? Te voy a mostrar mi nuevo setlist, tengo lo mejor de lo urbano. Hoy estaba escuchando Trueno, Nicki Nicole... Es el nuevo setlist de Papi, se llama “Papi”, lo hago con mi hijo: Trueno, Kya, Milo J, que es el que más me gusta. Es lo que estoy escuchando hoy día, porque estoy haciendo un estudio del impacto que tiene la música urbana y por qué tiene ese impacto. Estoy siendo muy estudioso... tengo una playlist solo de argentinos y otra donde están los chilenos, puertorriqueños, colombianos y españoles.
Un concierto que me marcó fue el que di en el Teatro Colón de Buenos Aires. El público argentino me aplaudió de pie, y es el aplauso más importante que he recibido en toda mi carrera. El Colón de Buenos Aires está reservado a los clásicos, entonces cuando llega un gallo a cantar una canción popular con orquesta, como la Filarmónica de Buenos Aires, y te aplauden de pie... para mí, fue lo máximo.
De los que fui, el concierto que más me marcó fue el de Roberto Carlos en el Movistar Arena, en 2015. Básicamente, es un concierto donde vi quizás cómo me gustaría llegar cuando cumpla 50 años de carrera, y me lo lloré completo. Me di cuenta que la música es inmortal, que los artistas no tenemos edad, que la música es un viaje permanente. He visto de Madonna, de todas las hueás, pero ese es el concierto que me marcó.
Me encanta lo que representó Gustavo Cerati. Me encanta Soda Stereo. El primer cassette (NdeR: homónimo, 1984), se me cortó la cinta de tanto escucharlo.
Soy muy llorón para las películas... ¿Una? El hijo de la novia. Con Ricardo Darín y Norma Aleandro, recomiendo que la vean. Es una película simple, costumbrista, cotidiana. Pero todos los que hemos sido hijos, ¡hijos-hijos!, no podemos no ver esa película.
Veo todas las series que estén disponibles... recomiendo Macho alfa, que es pa’ cagarse de la risa. Tenís que verla: te vai a morir. Está en Netflix. Y la mejor de la historia, para mí, Designated Survivor, de Kiefer Sutherland. También cagué con La Casa de Papel.
No creo en el horóscopo... yo hago el horóscopo. Puedo decirte cuál es tu signo, con quién te llevas bien, con quién no. Sabía que eras Sagitario... ¿y tu pareja? Tu ex, ¿Capricornio? Ninguna posibilidad. No, porque la mujer Capricornio va a querer que tú siempre hagas lo que ella quiere, y lo que tú hagas siempre te lo va a corregir. Esa hueá agota. Incluso hasta a un Sagitario... porque los Sagitario se bancan todo: son súper piola, pero la mujer Capricornio te lleva a otro plano.
Si pudiera elegir un superpoder sería ser invisible. Porque me encantaría mandarme cagadas y que nadie me viera.
Si tuviera que invitar a tres personas de toda la historia a un asado, con copete, sería Cleopatra, Marilyn Monroe y Olivia Newton-John... Saldría a hacerme el lindo, a reconectarme con la belleza pero también con lo interesante, con la historia. Imagino la carga histórica de Cleopatra, los secretos de Marilyn Monroe y la ternura de Olivia Newton-John. Está buena esa trilogía, ¿o no? Salir con esas tres minas, extraordinario.
Lucho Jara es un orgulloso chileno. Desde que me fui a vivir afuera de Chile me siento más chileno que antes. La gente me escucha y me dice “¿de dónde eres?”. De Chile, les digo. “Es que cuando hablas no pareces chileno”, porque hablo muy neutro. Pero me siento orgulloso… Te podría decir que Lucho Jara es un artista, no sé qué... pero soy un orgulloso chileno. Eso es: de la cultura popular. Mi pasaporte es todo. Yo no podría existir si no fuera chileno. Tengo demasiado enraizado el olor, la comida, la historia, la gente, la música, la ropa, todo esto. Y ahora que vivo fuera de Chile, me siento más chileno.
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