"Siempre he admirado la capacidad de la gente para reiventarse. Pamela Leiva ha pasado por varias. Su lucha contra el bullying permanente que sufrió en el reality "1810"".
Siempre he admirado la capacidad de la gente para reiventarse. Pamela Leiva ha pasado por varias. Su lucha contra el bullying permanente que sufrió en el reality "1810". Su combate contra el sobrepeso, su evidente cambio, su matrimonio y su bullado divorcio. Por años, además, buscando un nicho donde alojarse y desarrollarse profesionalmente. Creo que lo halló.
Pamela Leiva encontró su camino. En Olmué, se mostró relajada, empoderada y con la experiencia de varios meses apostando por el stand up comedy. Con un libreto ingenioso, que parte con el autoexorcismo de la separación y sigue con una ácida crítica social, Pamela sacó risas en un contexto donde, precisamente, reírse cuesta tanto.
Si bien peca a mi juicio en el uso excesivo -a ratos, innecesario- del recurso de la grosería, la verdad es que mal no le queda. Y logró sacarme risas cuando contó que su máxima preocupación al casarse, era que su marido tuviera ISAPRE para atenderse en una clínica privada por un dolor de estómago.
Fueron momentos bien logrados. Como su reencuentro con sus raíces en Puente Alto, o cuando contó sobre el viaje municipal de vacaciones en Cartagena. La clave del stand up está en el libreto. Pero quien lo interpreta, y como lo hace en un escenario, es lo decisivo. Pamela logró conquistar El Patagual combinando ambas variables, cerrando con una cueca actual, lúcida y bien preparada que fue aplaudida por un público que se identificó con sus versos.
Es cierto que los malignos de siempre, se fijaron en la estética de sus brazos y en otros detalles absurdos en redes sociales Pamela pegó fuerte. Y su éxito será, como ella lo dijo, será su mejor venganza.