La banda, quien estuvo en uno de los escenarios más importantes de la primera jornada de Lollapalooza, hizo sudar a sus seguidores y no faltaron los que se quedaron sin aliento una vez que los mosh hicieron acto de presencia con su estampida energética.
Si solo vieron la presentación de Limp Bizkit en Lollapalooza a través de la transmisión en streaming, o se toparon con alguno de los miles de extractos que surgieron en redes sociales, es probable que sintiesen que la audiencia estuvo apagada o no estuvo al nivel esperado para el zambombazo que siempre genera una de las bandas de nü-metal más importantes de la historia.
Pero en donde las papas queman, en primera fila al lado de la reja, la situación fue completamente diferente. Para mi, que estuve ahí, lo vivido en el Parque Bicentenario de Cerrillos fue pura energía. Una verdadera comunión explosiva entre la banda comandada por Fred Durst y su gente. Para quedar agotado y darlo todo.
Lo anterior pude constatarlo tras arribar al escenario Banco de Chile a eso de las tres de la tarde. A partir de ahí iban a ser más de cuatro de espera, teniendo en el camino a la propuesta pop endulcorada de Dayglow y el rock folk blusero de Hozier, quien es más que lo que dejan escuchar los alaridos que su audiencia. Pero la decisión de concretar la larga espera terminó pagando con creces.
My way or the highway
A la hora señalada, a las 19:45 en punto, el nü-metal revivió como una henkikadama que convocó la energía de comienzos de siglo para elevar las manos, hacer saltar como enajenados y desatar los mosh. A partir de ese momento, también provocar empujones por doquier que dejaban sin aire y hacían sudar a su audiencia.
Es decir, justamente todo lo que uno esperaría de la banda de Florida. No más, no menos.
Todo comenzó con Break Stuff, ese hit del disco Significant Other que se hizo inmortal por la debacle en Woodstock 1999 y que aquí fue utilizada para encender los ánimos y calentar los motores en menos de tres minutos.
A partir de ahí, Durst y los suyos concretaron una sucesión de éxitos dosmileros que fueron aumentando las revoluciones por minuto.
Ahí estuvieron Rollin’, con toda la explosión que su coro genera, y ese clásico que representa uno de los primeros singles de la banda: Nookie. Sin parar, y siempre con la banda al pie del cañón, llegó la hora de My Way y a partir de ahí el ánimo no decayó.
Los ahogos comenzaron a sentirse y el agua de las botellas salía disparada por todos lados, mientras todo el resto entraba en un trance sudoroso que no dejaba espacio para el aliento.
Con momenbtos para generar algunos celebrados covers, incluyendo a Behind Blue Eyes de The Who y un breve guiño a Heart-Shaped Box de Nirvana, también llegó ese éxito total llamado My Generation que desató la locura.
En total, fue una hora de espectáculo sólido, que impulso al gasto energético, a no quedarse de brazos cruzados y darlo todo, iniciando el camino hacia el fin con Take a Look Around, el tema que impulsó la banda como parte de la promoción de Misión Imposible II. Todo para dejar en claro que esta banda viene de otros tiempos, con el mejor ejemplo siendo que dieron música a una saga cinematográfica que en ese ayer no era lo que ya es hoy.
Solo queda remarcar que en toda esa explosiva vibra, en los últimos minutos de la presentación no faltaron temas menos oreja como Turn It Up, Bitch y Hot Dog. Pero aún así el ánimo no decayó. Los mosh siguieron impulsando las reacciones en cadena que quitaban el aliento, gente intentó tener su propio crowd surfing y los caídos en la batalla siguieron multiplicándose para escapar por sobre la reja con ayuda de los guardias, mientras la guitarra estridente que niega a acallarse de Wes Borland llevaba la performance a otro nivel.
En definitiva, con una repetición de Break Stuff incluida, la presentación del grupo fue todo y más de lo que se esperaba de Limp Bizkit en el Lolla 2024.
Fue un show para sus viejos fans, pero también para esas nuevas generaciones que con su sola presencia no dejan morir a un nü metal que hace casi dos décadas no es ni la sombra de lo que alguna vez alcanzó a ser.
Y aunque hubo sorpresa con el “vamos chilenos” que los despidió hasta nuevo aviso, lo que remarcó ese intento de conexión continúa con la fanaticada que hubo desde el comienzo, sin duda lo más importante es que también hubo devoción y agradecimiento. Como no debe faltar en una comunión.