“Lloraba cada vez que leía la escena”: Gabriel Cañas y su detrás de cámara como Mariano en La Ley de Baltazar

Gabriel Cañas como Mariano.
Gabriel Cañas como Mariano.

El actor cuenta cómo vivió la preparación y el momento que su personaje, hijo del protagónico de Pancho Reyes, le deja claro a su padre que es gay. También, adelanta que con esa trama destapada, ahora se viene “un tremendo culebrón”. Sobre su papel, “es un gran desafío para mí”, dice a La Cuarta. “Era inevitable que se cruzará con mi propia historia junto a mis padres”.

Lo que yo soy, eso no va a cambiar —lanzó el hijo a su padre—. Yo puedo engañar a todo el mundo, pero no puedo hacer nada con lo que siento. Aunque te mueras de vergüenza, y no quieras aceptarlo nunca en tu vida… yo siempre he sido gay.

Esa fue la declaración que, de alguna manera, derribó el secreto a voces que existía entre el el retoño Mariano (Gabriel Cañas) y su papá (Francisco Reyes), Baltazar. La escena ocurrió en el estudio del patriarca, con ambos solos, quienes sacaron a la luz los trapos de la historia familiar entre ambos, en una escena de La ley de Baltazar (Mega) que incluyó lágrimas y cuentas del pasado.

Este capítulo marcó un rating promedio de 19 puntos en Mega, doblando a su más cercano perseguidor (CHV). En particular, la escena se extendió por varios minutos del episodio del lunes (1 de agosto). Sin embargo, la extensión no fue el mayor desafío para Gabriel Cañas: “Lo más complicado creo que fue tratar de contener la emoción”, confiesa a La Cuarta.

Durante lo que va de la trama, a Mariano se lo ha visto como una persona racional, poco dada a mostrar sus emociones. “Es un personaje al cual le enseñaron que llorar es de niñas”, y entre “las personas con la que jamás lloraría sería frente a su papá”, comenta sobre las lágrimas que finalmente sí corrieron en la escena.

Baltazar y Mariano
Baltazar y Mariano en La Ley de Baltazar.

Aun así, Cañas y el director, Nicolás Alemparte, sabían que debían “contener” las expresiones de Mariano con la idea “que intentara mostrarse fuerte”, y así “que la ira lo movilizara, no la pena”.

Otra “dificultad”, explica, fue “construir el camino para hacerlo explotar”, que le dijera unas cuantas verdades a su padre y que resultara creíble. “Las escenas de la teleserie se graban en desorden”, cuenta. “Por lo que generar el arco dramático fue una tarea que me encanta, pero que es difícil y requiere muchas horas de estudio”.

Las lágrimas previas

Al ser una escena de largo aliento, que tendrá repercusiones durante varios capítulos, requirió muchísimo estudio para Gabriel. “Me cuesta aprenderme los textos y necesito tiempo”, dice, por lo que suele estudiar sus líneas con semanas de anticipación.

Aun así, las escenas como esta, “tan removedoras”, son especialmente “difíciles, ya que, con la emoción, si no tienes firme el texto, uno se arriesga a quedar en blanco”.

El fin de semana previo a aquella grabación, el actor se fue a la casa de sus papás en Romeral, Región del Maule, para estudiar allá. “Fue muy emocionante hacerlo junto a ellos”, expresó. “Era inevitable, para mí, que se cruzará con mi propia historia junto a mis padres”.

Eso sí, contrario a la realidad que vivió Mariano en la ficción, “mi historia junto a mi familia fue muy diferente y llena de amor y aceptación”, declara quien, de pasada, le manda “besos” a su mamá, papá y hermanos”.

Sin embargo, igual, “el hecho de estudiarla” mientras escuchaba “las voces de mi padres en la pieza del lado, me llenó de imágenes y motores internos que fueron alimentando y dando sentido a cada texto”, asegura. Así, todo ese trabajo previo a las cámaras fue “intenso”, al punto de que “lloraba cada vez que leía la escena” y “soñaba con la secuencia de escenas”.

Mariano y Baltazar
Las lágrimas de Mariano en La Ley de Baltazar.

En cambio, a la hora de grabar, cuenta, todo “es más tranquilo, porque llego a repetir algo que me sé a la perfección, y que se flexibiliza y modifica en el diálogo del momento”. Esto porque “tenía una claridad total de la escena y sus momentos”, por lo que se dedicó a vivirla junto a su colega “Pancho” Reyes, “a quien admiro y quiero mucho”, expresa. “Es un honor trabajar con él”.

Cañas no dio espacio a la improvisación: “Cada palabra, coma y puntuación está escrita por los guionistas”, a pesar de que “obviamente yo agregué, corté y edité el texto en el proceso de estudio”. En cualquier caso, “es una escena que podría recitar como el Padre nuestro”, considerando que “actuar es un arte que implica ser capaz de repetir mil veces lo mismo y hacerlo vivo cada vez”.

Se viene un “tremendo culebrón”

Ya con el estreno del capítulo en las pantallas, “mi celular explotó en mensajes con palabras de agradecimiento”. De hecho, “me costó dormir, quedé eléctrico, como después de estrenar en el teatro”.

Leyó muchos comentarios de felicitaciones y, por lo tanto, “solo quisiera extender todo ese amor que he recibido a todo el equipo”, lanza. Y aunque “uno debe llevar a la carne las escenas”, detalla, “todo lo que se ve es producto del trabajo colectivo, de muchas personas que pensamos, creamos y diseñamos las escenas”. Junto con ello, “estoy muy agradecido de la confianza que se me ha dado para hacer este tremendo personaje, que es un gran desafío para mí”, remarcó.

Ahora, sobre lo que viene en la trama, luego de que se destapara esta olla a presión, “prepárense”, declara, porque “las escenas del lunes (1 de agosto) son una pequeña muestra de un tremendo culebrón que se acerca”.

Su esposa, Sofía, y su hijo, Benjamín, aún desconocen la verdadera orientación sexual del esposo y padre. “El trabajo junto a Ignacia Baeza y Bernabé Madrigal ha sido un privilegio”, revela el actor. “Desde el amor y la confianza hemos entrado en escenas que demandan un desgarro total”, por lo que “¡los quiero mucho!”.

Mariano y familia
Mariano y su familia en La Ley de Baltazar.

Por último, sobre el papel de Mariano, declara que “nos hace tomar conciencia y reflexionar sobre lo peligroso que es el patriarcado y la absurda carrera de quién es más hombre”. Dicho eso, plantea que “la masculinidad puede ser hermosa y jamás debe castrar nuestro femenino, más allá de los gustos sexuales”, porque “en todos conviven estas dos energías”.

“El feminismo nos ha regalado la posibilidad de mirar nuestra propia femineidad y a amarla, a no tenerle miedo”, remata.

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