Lo bajaban de la micro a empujones porque creían que iba “curao”: el recordado caso de Sebastián Demangel que hizo llorar a Don Francisco

Don Francisco, Sebastián y Zamorano.
Don Francisco, Sebastián y Zamorano.

Luego de sufrir un grave accidente automovilístico a los 17 años, el joven tuvo que aprender a hacer prácticamente todo de nuevo. Hace poco menos de dos décadas relató su conmovedora historia, con un entusiasmo inusual que emocionó profundamente a Kreutzberger.

Es diciembre de 2004.

Don Francisco, hombre ancla de cada Teletón en Chile, está por cumplir 64 años, conserva la mayor parte de su cabello de color negro y aún parece tener las fuerzas suficientes para encarar sin muchas dificultades una maratón de horas sin dormir, como supone esta campaña solidaria. Vestido con una camisa de manga corta celeste y cuello blanco, se apresta a introducir una historia que, casi dos décadas después, todavía asalta la memoria especialmente por su propia reacción: se emocionó hasta las lágrimas.

Entonces dice: “Muchas veces la velocidad de esta vida moderna nos lleva y nos obliga a llevar un ritmo que nos aleja de las situaciones que como sociedad consideramos importantes. Uno descuida desde sus relaciones laborales hasta las familiares”. Luego pregunta: “¿Cuántas veces pasamos por la calle sin siquiera mirar a los demás? ¿Cuántas veces dejamos de lado esa responsabilidad de acoger y de servir a otro? ¿Cuántas veces catalogamos a alguien, sin saber si lo estamos haciendo correctamente?”. “Esta historia nos enseña cuán importante es ser amable, afectuoso, no ser violento. A ser una sociedad justa que incorpore a todo el mundo”.

Corre video.

El que habla a continuación es Sebastián Demangel:

“Una vez, voy subiendo a una micro y no, no, no, compadre, pa’ abajo, pa’ abajo, vos venís curao. Y yo le digo: no, para, si tuve un accidente. Yo andaba con un collar de Teletón, se lo mostré al tipo, y me dijo sale, esas hueás las venden en la calle. Ya, pa’ afuera. Y en eso se para un policía de investigación —Demangel emula el típico gesto de un policía enseñando su credencial— y me dijo: Ya, ya, te bajái. Yo me agarré fuerte del fierro, el tipo me empezó a pegar en las manos. (Les repetía) Tuve un accidente, tuve un accidente. Y en eso se para el micrero y me hizo así, nomás…”.

A Sebastián, el protagonista del relato, lo sacaron a empujones del transporte público. Y no fue la única vez.

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El prota de la historia.

Cuenta él, una noche de fiesta de 1998, cuando tenía apenas 17 años, de camino al Barrio Bellavista sufrió un accidente automovilístico. Un choque que le provocó una ataxia cerebelosa; es decir, la repentina incapacidad de coordinar los movimientos musculares como consecuencia de una enfermedad al cerebelo. En simple, Sebastián tenía dificultades para desplazarse y hablar. De hecho, como explica en el fragmento, durante años debió dedicarse nuevamente a “aprender a comer solo, a sentarme en la cama solo, limpiarme el poto solo, a hacer un montón de cosas solo”. Más tarde, sacando a relucir su gran sentido del humor, admitió lo que acaso más le costaba: “Abrocharme los zapatos, hueón… eso sí que es una odisea. Hay gente que lo mira a huevo, pero abrocharse los zapatos… ¡Tsss! ¡Es peludo!”.

“La única forma de salir adelante es que no te importe cuántas veces te caes, sino cuantas veces te podís levantar. Lucha, lucha, lucha, lucha. Y eso es lo que hago…, luchar”, dice luego Sebastián, mientras tanto se exhiben imágenes de su grandiosa evolución. Cuando apenas podía sostenerse en pie, sus primeros pasos, piques cortos, alguna caída en la playa, ejercicios en un parque. “Después entré a enfrentarme al mundo, ¿cachái? Pero, ¿cómo querís que siga por ahí, si adonde miro hay un hueón que me echa la foca o que me mira raro?”.

Entonces, regresa al principio:

Una vez me botaron de una micro, y el tipo como que debe haber pensado un hueón curao, no estoy ni ahí. Partió cuando yo tenía un pie arriba. ¡Paf! Me caí en medio del tráfico y dejé la grande”.

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Demangel intentando caminar.

Por suerte, como vemos ahora, la narrativa cambia. De repente, toman la palabra los choferes del recorrido 641 de las micros amarillas. Ellos aclaran que desconocían la enfermedad de Sebastián, de modo que al verlo moverse así, con algún problema, pensaban que se trataba de un borracho que podía molestar a los demás pasajeros. Hasta que uno se atrevió a conversarle y conocerlo un poco más. El boca en boca hizo el resto. “Me dieron buena onda por mucho tiempo y me dejaron pasar gratis”, sincera entre risas Demangel, así que para agradecerles, ¡los invitó a un asado!

“Y ahí me di cuenta que todas las personas son buenas, pero la diferencia o lo desconocido crea miedo. Y una reacción natural es actuar con desconfianza y con temor. Depende de nosotros cambiarlo”, cierra el joven.

“¿Cómo te sentís con ese aplauso? ¿Qué sentís?”, le pregunta un visiblemente emocionado Don Francisco a Sebastián luego de estrechar su mano, una vez regresan al estudio. El público en tanto le grita ¡Ídolo, ídolo, ídolo!

“¡Cuático!”, alcanza a responder él, pero no puede decir más porque aparece en escena Iván Zamorano. El excapitán de La Roja dejó su posición en los teléfonos y se abalanzó sobre Demangel. Lo abrazó y se sumó a los gritos del respetable. En cuestión de segundos se sumaron el resto de rostros televisivos. Hotuiti, Marcelo Arismendi, Sebastián Jiménez, Martín Cárcamo, Fernando Paulsen, Juan Falcón, Sergio Lagos.

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Demangel y quienes se acercaron a felicitarlo.

“Momentito”, se escucha una voz apagada.

Don Francisco parece no poder seguir con la entrevista. Llorando, haciendo gestos con las manos, reconoce: “Ésta me mató a mí”.

La escena culmina con un reponedor abrazo entre todos.

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Don Francis, mal.

¿Qué fue de Sebastián Demangel?

En su edición del sábado 4 de abril de 2020, Las Últimas Noticias se contactó con Sebastián.

Ya con 39 años a cuestas, el joven que emocionó a Don Francisco con su entusiasmo y sus ganas de salir adelante, reveló que se encontraba mucho mejor, aunque todavía había cosas que le costaban algo más que al resto. “Por ejemplo, si se me cae algo atrás del librero me cuesta más agacharme”, aclaró desde su departamento, ubicado en Plaza de Armas.

Dijo también que resolvió abandonar comunicación audiovisual, carrera que estudiaba en la Uniacc, para continuar en la Escuela de Cine. “Me titulé ahí y rechacé muchas ofertas de trabajo en la televisión porque estaba estudiando. Ahora me arrepiento un poco, pero también pienso que la tele pone a la gente medio tonta”, sostuvo.

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Sebastián en la actualidad.

Sobre la Teletón, en plena pandemia Demangel sugirió un cambio: “Quizás hay que hacer algo más sensato: que no hay que ayudar una vez al año, sino que ayudar durante todo el año. Que esos empresarios que donan mil millones de una vez, lo hagan en 12 cuotas al año”.

“Pienso que es una buena idea…, que me llamen los de la Teletón para asesorarlos, jajajá”.

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