Si bien es licenciado en matemáticas e hizo clases de física, lo suyo eran los escenarios y el humor. Lo sintió por primera vez en 2011, pero entonces los nervios le pasaron la cuenta. Esperó cerca de seis años, dedicados por completo a guionizar a algunos de los mejores exponentes de la comedia nacional. Ahora, después de mucho tiempo, tiene sus propios pasajes, fecha y hora para cumplir un sueño pendiente: triunfar en Viña del Mar.
Había por lo menos dos motivos para sospechar que Luis Slimming —36 años, profesor de matemáticas, guionista y humorista— subiría por fin al escenario de la Quinta Vergara. El primero de ellos: su consagración en Olmué. En la quincuagésima segunda edición del Festival del Huaso, “Don Comedia” ofreció una rutina que se adentró en el fracaso de la Convención Constitucional, el actual mandato del Presidente Gabriel Boric y el de sus predecesores Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. Su entonación, un repertorio veloz sin apenas censura y una batería de bromas contra sí mismo o quien se le pusiera al frente, le permitieron remecer al Patagual como no pasaba hace tiempo. Y el segundo aspecto, es que desde entonces se las arregló para permanecer en la cresta de la ola. Su vínculo con Canal 13 a través de El purgatorio constata que, después de todo, atraviesa el mejor momento de su carrera.
En esas condiciones, parecía cuestión de tiempo que el Festival de festivales se apareciera en su camino. Y él también lo percibía, de modo que se puso manos a la obra:
“He tenido conversaciones, sólo que todavía no se toma la decisión final porque tienen que revisar los cambios”, reconocía en una larga charla con el diario pop el pasado noviembre. En concreto, Slimming venía de presentar un borrador que la producción de Viña consideró bien, “pero muy fuerte”. Le sugirieron acercarse un poco más a lo que fue Olmué. Por lo mismo, se propuso “armar algo más transversal para ver si les gusta”. “Y si no, bien también”, se conformaba.
Claro, un humor como el suyo —“bien de intimidad”, de “jugar con las cuestiones de las que no se debe reír”— sabía de antemano que “hacerlo en una cuestión tan masiva es peludo, porque puede salir el tiro por la culata”.
De todos modos, pese a alguna duda lógica, la primera semana de diciembre el diario La Hora dio por confirmado a Slimming como uno de los debutantes y sumándose —acaso como plato fuerte— a los ya apalabrados Alison Mandel, Sergio Freire, Alexis Ortiz y Luis Miranda. Confirmada la parrilla dos semanas después, su nombre y su rostro efectivamente estaban allí, entre Maná y Men at Work, programado para el próximo martes 27 de febrero. “No sé si les conté pero voy al festival, ¿qué podría salir mal?”, jugueteó más tarde en su cuenta de Instagram.
“Siempre he sentido que el Festival de Viña es como el título universitario, así como ya, ahí está tu título de humorista, así que ojalá poder pasar el examen, que ojalá sea un trampolín a algo mejor y no la lápida que todo el mundo teme. Siempre está esa opción, uno nunca puede asegurar que va a ser un éxito, pero ojalá sea un show bonito como los que he tenido durante el año. He estado a veces pensando en el escenario ¿cómo se sentirá decir esto en Viña? Y ojalá se sienta igual de bien como los chistes que han funcionado en los casinos, los teatros, los festivales. Eso es lo único, las ganas de que salga bien y que la gente se ría mucho y digan: era divertido el Brunito”.
Una vida atravesada por la comedia
Definir al Festival de Viña del Mar como el título universitario funciona como un eufemismo de su propio sueño americano.
Luis Slimming siempre quiso dedicarse a la comedia, pero hacerlo le tomó más tiempo de lo que le hubiera gustado. Después de estudiar licenciatura en matemáticas en la Universidad Católica, fue profesor de física por cerca de seis meses. Concretamente se trató de un reemplazo postnatal. Allí, aunque suele definirlo como una bonita experiencia, entendió que lo suyo iba por otro lado. Una noche de 2011, aleonado por un grupo de amigos trepó al micrófono abierto del bar El Cachafaz de Guardia Vieja y enseñó sus dotes humorísticos. Lo escuchó un productor —Andrés Canales— y de golpe acabó presentándose en Coliseo romano. El drama es que en el segundo capítulo ya estaba fuera. Y esa mala experiencia le pareció suficiente: resolvió no subirse a ningún escenario y entregarse por completo a una carrera tras bambalinas, como guionista de grandes humoristas.
Stefan Kramer, Edo Caroe, Fabrizio Copano y Pedro Ruminot trabajaron codo a codo con Slimming. De hecho, “Don Comedia” presume la última presentación de Kramer en Viña y las de Caroe en el Patagual y la Quinta Vergara como algunos de sus mayores hitos.
Al margen de que “disfrutaba del anonimato”, como le confesó a La Cuarta, “después sentí la pulsión, que la gente se riera conmigo no sólo por escrito, también cuando lo contaba”. Por eso es que Slimming regresó a los escenarios en 2017 y no paró más. Ganó también notoriedad a partir de sus podcasts Entre broma y broma —donde invita a reconocidos humoristas nacionales para repasar sus carreras y, cómo no, sus mejores chistes— y El sentido del humor —junto a Marcelo “Coronel” Valverde y Héctor Romero—.
Pero, dice él, comenzó a sentirse parte de la escena verdaderamente después de Olmué. “Personalmente sentí que me validó un poquitito como comediante a mí mismo, y un poco para la gente también”, sinceró. “Hasta antes de eso, todavía me daba lata poner comediante. Al principio, cuando iba a los hoteles y tenía que escribir mi profesión, ponía profesor o licenciado en matemáticas”. Es más, incluso definirse como guionista le daba vergüenza.
“Pero ahora vivo de esto, es mi fuente de trabajo, lo que hago y en lo que pienso todo el día. Mi vida es ser comediante”.