Es un artista que carga en su mochila el peso histórico de la balada mexicana. Esa que huele a cigarrillo, tequila y viejos recuerdos de amor, desparramados sobre la mesa de un atrevido bar.
Habitación donde la amistad, se trasluce entre el humo esparcido bajo un confuso ambiente, reflejando la soledad del aniquilado sistema nervioso. Así funciona Solís, instalando su discurso en el corazón de sus fanáticos.
Su sexta visita al Festival, responde a un enlace de confesiones, dramatismo y proyecciones, alojadas sobre la cortina de un infernal romanticismo. Ahí donde las emociones, interactúan con las vivencias de un público sumergido en la nostalgia. Éxito seguro para un rockstar de la balada Hispanoamérica. Hoy no pidamos los pañuelos, sólo cerremos la lluvia ante los ojos y dejemos llevar por el placer de nuestros sentidos.