Durante la tarde del domingo supimos de la muerte de María Inés Contreras, la chilena que junto a su familia estaba en Cancún disfrutando de la "soñada" boda de su hijo y que en pocos días fue objeto de una amplia cobertura de los canales de televisión, que tuvieron en el matinal "Bienvenidos" de Canal 13 a su primer bastión comunicacional.
No puedo dejar de pensar en este caso. Terrible, espantoso por donde se le mire, cómo un paseo familiar, que imagino que además debe haber sido con esfuerzo pero sobre todo con la ilusión de viajar al extranjero en familia a pasar unas vacaciones increíbles, se transforma en la peor pesadilla de tu vida. Y ahí el rol de la TV cobra relevancia al ser ese espejo que más allá de la noticia, toca la fibra de lo humano y necesario de evidenciar en pantalla al público.
Se dicen tantas cosas, todos nos creemos con el derecho a cuestionar si habían viajado con seguro de salud o cómo no sabía que tenía diabetes; en fin, el caso es que luego de un golpe en la pierna resultó amputada y días más tarde muere a causa de un colapso respiratorio, cardiovascular, hepático y renal.
La pregunta del millón es: ¿Pudo haber ayudado el gobierno con su traslado?, como lo manifestó uno de sus hijos por redes sociales, antes que María Inés falleciera. Detrás de esta polémica hubo médicos especialistas a cargo de nuestra compatriota y quizá no estaban las condiciones para que ella viajara ocho horas de regreso a Chile.
Lo único que pienso es en la pena de esta familia, lo desprotegidos que podemos sentirnos en otro país o en el maldito destino, que al parecer sí está escrito. Preguntas sin respuestas, para los más creyentes, sólo el "caballero de arriba" sabe por qué hace las cosas. Un fuerte abrazo a todos los familiares y cercanos de María Inés Contreras.