Jani Dueñas salió vestida de negro, con una actitud imponente para opacar las pifias. De a poco fue calentando al público, pero siempre con el disgusto del Monstruo.
Empezó contando anécdotas personales, pero se notaba que estaba nerviosa. Lo que me llamó la atención es que siguió con un chiste que ya habíamos escuchado de Natalia Valdebenito: "Sé que no todos están acá por gusto, más de alguno vino obligado".
Hizo un guiño a La divina comida, para que la gente reconociera su voz y empatizaran con ella. Creo que con ella escuché todos los garabatos que no había escuchado las noches anteriores. No sé si buscar ese recurso fue bueno.
Habló de 31 Minutos y cuando pensé que se había ganado al público... las pifiaderas seguían. Sabemos que lo peor que puede hacer un humorista en Viña es presentarse con una nueva rutina, pero Jani hizo casi textual el show que todos los chilenos hemos visto en Netflix, porque la inflaron después de que Time la escogiera entre los top ten del stand up. En realidad no sé qué rutina vieron.
Su peor momento fue cuando habló de sororidad y le preguntó al público si sabía qué significaba. Yo creo que en un intento desesperado de que las mujeres la apoyaran y la sacaran del lugar complicado en el que estaba. Pero se fue a pique hablando mal de los hombres. Complicada decisión, más cuando le preguntas al público: "¿Sigo? y se escucha un rotundo ¡no!
Dicen que el escenario de la Quinta es la guinda de la torta que le faltaba a su carrera, pero esta vez creo que la comediante se expuso gratuitamente y aún no era tiempo de estar en ese escenario. La soberbia es un boomerang.