La cantante ha desarrollado un interés por la plástica. Ya ha expuesto parte de su obra en galerías de México, y se apronta a su primera exhibición en el país. Se trata de una actividad desarrollada en extenso desde su residencia en el país norteamericano que, reconoce, la conecta con espacios más íntimos de su personalidad. "Mi obra plástica es muchísimo más personal que la música".
Los caminos de la creación, a menudo son insospechados. En marzo de 2020, Gestos, la primera exposición de la cantante Mon Laferte en el Museo de Ciudad de México, reveló al gran público una faceta que había desarrollado hasta entonces, en silencio; su gusto por la plástica.
En esa oportunidad -pese a una carta de molestia de artistas locales que se sintieron desplazados-, exhibió 72 piezas en diversos formatos; desde óleos, a dibujos a lápiz y hasta una muñeca gigante, muy similar en estilo a las que dispuso en escena para su espectáculo acústico Sola con mis monstruos.
Desde entonces, el trabajo plástico de la artista ha ganado un espacio en su vida pública. A menudo comparte sus obras en una cuenta de Instagram diferente a la oficial (que ya cuenta con 153.000 seguidores), vende varios de sus cuadros en una tienda en línea (con precios que van desde los 400.000 mil al millón de pesos chilenos), e incluso, en septiembre de 2020, abrió su propia galería en Tapoztlán, un apacible pueblo a una hora del D.F, famoso por su carnaval anual.
Por estos días, la cantante alista su primera exhibición en el país. Esta lleva el nombre de Procesión y se inaugurará -ceremonia virtual mediante- el próximo lunes 15 de febrero en la galería Bahía Utópica, un local levantado en la calle Almirante Montt de Valparaíso, regentado por la pareja franco-chilena, Bertrand Coustou y Nancy Arancibia. Allí se colgarán 26 pinturas sobre tela, desarrolladas con técnica mixta. Y sí, es posible comprarlas.
En la previa, un mural pintado en alguna calle del Cerro Alegre, enredó a Laferte en una polémica con las autoridades locales; primero, con la Seremi de Cultura, quien deslizó una trasnochada acusación de "egoísmo", y luego una declaración del Consejo de Monumentos Nacionales en que asegura que la obra no habría contado con autorización. Ella, prefirió pasar de largo. "Yo digo que Chile tiene problemas reales que atender", señaló en una historia de su cuenta de Instagram.
Mucho más personal
Hija de un pintor, la viñamarina pintaba y dibujaba desde la niñez. Pero solo con su mudanza a México, en 2007, dedicó algo más de tiempo a pulir sus dotes con el lápiz y el pincel. En principio, la pintura fue más una expresión del ánimo, que otra cosa. Una actividad que le permitía consumir algo de tiempo, entre giras y conciertos. Sin embargo, ella ha dejado en claro que el mundo trazado al lienzo, entre óleos y acrílicos, no necesariamente dialoga con su rico imaginario musical.
"Siento que son mundos bastante diferentes, aunque en algún punto llegan a influenciar el uno al otro, pero yo siento que mi obra plástica es muchísimo más personal que la música", señaló en la conferencia de prensa en que presentó su exposición en el Museo del D.F.
Y es personal porque es ante todo, un arrebato del espíritu. "Me encuentro con el lienzo y empiezo a improvisar -le comentó a la plataforma Ruidosa- aunque últimamente me gusta pintar retratos de amigos".
[caption id="attachment_599723" align="aligncenter" width="728"]
Corrido. Cuadro de Mon Laferte pintado en técnica mixta sobre lienzo (acrílico, tinta, lapiz). 40x30 cm[/caption]
Laferte suele pintar en su taller. Cuenta que le gusta trazar líneas y pintar figuras, mientras escucha una particular música de fondo. "Me gusta poner documentales de lo que sea, los escucho y siento que así aprendo cosas -le contó a Ruidosa-. Mi favorito es un programa chileno llamado La belleza de pensar, hay capítulos en YouTube y son hermosos. Lo que más me gusta es escuchar gente hablar mientras pinto".
Porque en esos momentos, ella prefiere mantener su voz en silencio, y perderse en la de alguna escritora que revela los detalles tras la construcción de un personaje, o de algún filósofo especulando con la felicidad en tiempos de neoliberalismo. Algo así como un diálogo interior, plasmado en la tela. "Pinto para no hablar -le dijo al diario Las Américas-. Yo estoy acostumbrada a estar en el escenario, pero muchas veces estoy dentro de otro personaje".
[caption id="attachment_599729" align="aligncenter" width="700"]
Fiesta 2. Cuadro de Mon Laferte. Acrílico sobre lienzo de 44.7x35 cm[/caption]
En las obras de Laferte hay ciertas constantes. Se repiten los colores fuertes, el uso de puntos o pequeñas unidades repartidas en zonas del lienzo, además de las formas humanas alteradas, las figuras femeninas, los monstruos y alguno que otro gato. En algunos detalles como las cholas, las calacas o las tramas de colores, los cuadros gritan su relación con latinoamérica. Y, por supuesto, todos son firmados con un elocuente MON, pintado a trazo grueso.
Pero ante todo, ella lo considera un momento de encuentro en medio de los vaivenes y obligaciones que le impone ser una figura de la industria musical. "Es totalmente intuitivo, terapéutico y puedo ser nada pulcra, muy desordenada y libre -le comentó a Ruidosa-. Finalmente es algo muy personal que uso para liberación, creo".