Pincoya, gran favorita de Gran Hermano: historia de esfuerzo y sacrificio de Jennifer Galvarini

Jennifer Galvarini, la reconocida Pincoya.

La enfermera ancuditana, por su personalidad y ocurrencias, se ha posicionado como una de las predilectas de la audiencia. Eso sí, detrás de su buen sentido del humor, sus modismos y el mal genio que hicieron de ella un fenómeno en las redes, se esconde aparentemente alguien muy sensible, que persigue el sueño de regalonear a su hijo.

Para medir su popularidad, es cuestión de scrollear por un rato en alguna red social. De seguro en el camino habrá unos cuantos comentarios o reels virales dedicados a ella. No es una rareza tampoco que, cada tanto, su nombre o su apodo se vuelvan tendencia. Hace un mes, una reconocida marca de zapatillas ofreció un 25% de descuento en sus productos a partir de un comentario suyo. Y por si fuera poco, la comunidad que sigue el devenir del reality parece haber construido un lenguaje, o por lo menos incorporó varios modismos a su diccionario personal, con raíz en su figura. Agú.

Eso, en pocas palabras, es de lo que puede presumir Jennifer Galvarini desde que se internó en la casa de Gran Hermano.

Aunque, claro, ella aún no lo sabe con exactitud.

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De Jennifer se conocían algunas cosas antes de su ingreso. Naturalmente lo mínimo, lo que cada participante consignó en el clip promocional.

En su caso, la mujer de 48 años —ancuditana, casada y madre de un pequeño de once años— explicó que para dejar las cosas en orden una vez se presentara en la casa estudio, apostando a una larga estadía, entrenó a Rodrigo, su marido, de una forma poco convencional: ignoró sus mensajes y llamados por un tiempo, de modo que así, él pudiera resolver cada problema cotidiano que tuviera por delante sin pedirle ayuda.

En todo caso, de acuerdo a su relato, se preocupó de organizar hasta el más mínimo detalle: “Pagué mis cuentas, las cuotas del colegio, dejé comprada comida, los buzos, ‘aquí están los calcetines’, le ordené hasta la comida del gato, todo”.

Luego reconoció que a su marido le advirtió que de haber “algún juego donde hay que darse un beso con alguien, es actuación y yo lo voy a hacer igual”.

Yo quiero marcar un antes y un después. Y creo que es una tremenda posibilidad para alguien de Chiloé estar acá, representar a la gente chilota. Estoy contenta, estoy emocionada”, arriesgó al cierre.

Ésas, sus tres primeras intervenciones frente a la cámara, retratan de cuerpo entero a Jennifer.

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Aunque ahora Galvarini es desde luego percibida como una de las grandes favoritas a ganar la edición inaugural de Gran Hermano en Chile, si no la más, sus inicios invitaban a pronosticar lo contrario.

Entonces, en ese primer capítulo, se presentó con insistencia como “La Pincoya sin glamour de la Isla de Chiloé”, discurso que le supuso, de buenas a primeras, la reprobación de los televidentes y su estreno como tendencia en Twitter. En redes sociales la describían como “agotadora”.

Pero fue cuestión de tiempo para que, desde allí abreviada como Pincoya, diera vuelta a la mayoría de sus críticos.

Su carisma o acaso autenticidad, una personalidad avasalladora y su rapidez, su sentido del humor y sus anécdotas, las interacciones con el resto de sus compañeros y con la cámara, rompiendo esa cuarta pared típica de las producciones cinematográficas, hicieron que con el correr de los días sumara adeptos del otro lado de la pantalla.

No por nada, a la fecha ha sobrevivido con relativa facilidad a sus ocho nominaciones a la placa de eliminación. Aun a pesar de las discusiones de las que suele formar parte. Algunas subidas de tono, como le ocurrió con Lucas y Fran.

Pincoya en el confesionario.

A juicio de la usuaria de Twitter @QueenPalta, Pincoya es un personaje entrañable “porque se nota, de manera muy genuina, lo buena persona que es. Por mucho que quiera parecer dura, es muy sensible. Además sus modismos la convierten en un personaje único, ¡cieeeerto!”.

Esa sensibilidad que puntualiza la tuitera parece guardar relación con su historia de vida, también uno de los pilares de su éxito. A cuentagotas, Jennifer ha revelado al público —y al resto de sus compañeros— pasajes de su pasado que desnudan una trama de esfuerzo y sacrificios.

En concreto, hija de un pescador artesanal y de una dueña de casa, Galvarini se crió en un entorno precario, sin demasiadas oportunidades. Pero eso no le impidió arrojarse a su anhelo de estudiar una carrera profesional. En una conversación con los participantes, recordó haber trabajado “sirviendo platos, haciendo camas, pasando miles de cosas” para poder costear sus estudios. “Trabajé de pesquera de muy cabrita, me acuerdo de mis manos inflamadas para que me pudiera comprar un par de zapatos”, añadió.

El premio a su esfuerzo se tradujo en haberse titulado como técnico en enfermería. Una labor que desempeñó hasta poco antes de que fuera confirmada en la casa más famosa del mundo. Y que, por cierto, hace unos días devino en un doloroso recuerdo:

“Nunca quise decir en qué trabajaba y cómo me llamaba, porque estaba en plena pandemia. Entonces uno encendía la tele y lo primero que se veía era gente fallecida, no sabíamos qué era lo que nos iba a esperar, toda la gente asustada”, le contó a sus compañeros.

“Gente cercana entraba a Urgencias y salían en cajones. Y tú te tienes que aguantar ahí”, lamentó luego, visiblemente emocionada.

Completó: “Llegar a tu casa, cambiarte de ropa, sacarte todo afuera en el patio, armar una cama aparte. No estaba dispuesta a enfermar a mi hijo y mi esposo. Lo pasé mal. Muchas veces me pegué el Covid, me lo pegué como tres veces”.

En ese mismo período, tal vez como válvula de escape, Jennifer se empapó de las redes sociales gracias a una amiga, y con ello recaló en TikTok, plataforma en la que pudo darle rienda suelta a su verdadero yo. Y que propició su ingreso a GH.

En su cuenta personal, al cierre de este artículo, cuenta sobre 306 mil seguidores y con un total de 3.4 millones de likes. Cifras de influencer.

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“Yo sé que tenía también que dejar cosas, mi familia, pero para mí lo más preciado es mi hijo. Ustedes dirán: ¿entonces por qué está acá?”, inició un monólogo Jennifer, una noche de pie al costado de la piscina.

“Porque le quiero comprar un regalo. Mi hijo es paciente renal”, subrayó enseguida con la voz quebrada, antes de dejar al descubierto quizás el mayor dolor de su vida:

Mi primer hijo falleció. Lo llevo en el corazón todos los días. No es que no lo extrañe. Trato de no pensar para no quebrarme. Es para que él no me vea llorar, que me vea contenta”.

Eran los primeros días de agosto y a pocas horas de enfrentar una nueva jornada de eliminación, que en definitiva se definió entre ella y Trinidad, Pincoya quiso soltar todo.

Esta semana, previo al repechaje, la producción le comunicó a los cuatro participantes originales —Cony, Hans, Jorge y la propia Jennifer— que les harían entrega de cuatro millones de pesos a cada uno por haber llegado hasta esta instancia. De inmediato, la enfermera chilota se dirigió al confesionario para agradecerle a la voz en off del reality por el gesto.

“Quedé muy contenta y quiero agradecer el regalo que nos dio, el video, la cena y que me regaló dinero, nunca me lo esperé”, le sinceró.

Deprisa, tal como contó esa vez al costado de la piscina, confirmó el destino de ese monto: “Decirle a mi hijito, que el tío Gran Hermano me regaló a mí cuatro millones de pesos, y te los voy a regalar a ti hijito, para que te compres un lindo computador para que hagas tus tareas”.

“Porque todo lo que es para mí, es para ti”, remató.

Después se dirigió nuevamente al Gran Hermano, o a su producción: “Lo que tú me regalas, para mí son ocho meses de trabajo. De verdad, son ocho meses para juntar cuatro millones de pesos, y para mí es imposible juntarlos. Lo que significa para mí, es que si me tengo que ir este domingo, me llevaré eso a mi casa, que le puedo pasar a comprar algo a mi hijo… No tengo palabras”.

Jennifer en la pieza de los lulos.

Con la llegada de nuevos participantes como Fede e iCata, además del retorno de algunos eliminados anteriormente, la recta final del reality se retrasará un tiempo.

Jennifer, al menos, en esta pasada recuperó la compañía de Francisco. Y junto a Coni Capelli, su fiel escudera, la Familia Lulo, como los bautizaron cariñosamente los televidentes, volvió a reunirse en pleno. Así buscarán hacerle frente al encierro de las próximas semanas. Mientras, es seguro que ella afrontará lo que venga como hasta ahora, luleando a lo que se mueva, entre anécdotas, discusiones y mucho humor.

A fin de cuentas, no pierde de vista su objetivo de “marcar un antes y un después” y regalonear a Felipe, su gatito.

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